EL MESÍAS COMO HIJO DE DIOS
El estatus divino o
casi divino de la figura mesiánica se encuentra de nuevo en un controversial
fragmento en Arameo designado como 4Q246, mejor conocido como el texto del
“Hijo de Dios”(1). La controversia acerca de
este texto se debe en parte al retraso en la publicación. Fue adquirido en
1958, y confiado a J.T. Milik. Catorce años más tarde, en Diciembre 1972, Milik
lo presentó en una conferencia en la Universidad de Harvard y prometió
publicarlo en la “Harvard Theological Review”. La publicación no tuvo lugar.
Parte del texto fue publicado por Joseph Fitzmyer en un artículo sobre “Qumran
Aramaic and the New Testament” en 1974(2).
Mientras el texto aún no estuvo publicado, fue objeto de artículos a cargo de
David Flusser(3) y F. García Martínez(4), y de numerosas referencias en otros estudios. Fue
finalmente publicado por Émile Puech en 1992, en el volumen centenario de la
“Revue Biblique(5).
El manuscrito fue
fechado por Milik a finales del último tercio del primer siglo a.C.(6). Consistía de dos columnas, de nueve líneas cada
una. La columna 1 está rota verticalmente, de manera que entre un tercio y la
mitad de cada línea falta, pero la columna 2 está intacta. Puesto que la
columna 2 termina con una forma constructa, (profundidades o posiblemente
límites), había aparentemente una tercera columna. También puede haber habido
otra columna antes de la columna 1. El versículo fragmentado de apertura dice
que alguien “cayó ante el trono”. Los versículos siguientes están aparentemente
dirigidos a un rey, y se refieren a “tu visión”. El pasaje continúa diciendo
que (vendrá aflicción sobre la tierra
. Y gran carnicería entre las ciudades”.
Se hace referencia a los reyes de Asur y Egipto. La segunda mitad de la línea 7
lee “
. Será grande sobre la tierra”. Esto podría posiblemente ser una
continuación de la aflicción descrita en los versículos previos. También se
podría referir más adelante, a la figura que es sujeto en las siguientes
líneas. La línea 8 dice que “todos servirán
.” Y en la línea 9 que “por su
nombre será nombrado”. Así, pues, la columna 2 continua como sigue:
“Hijo de Dios” será
llamado, y le nombrarán “Hijo del Altísimo”. Como los relámpagos que viste (o:
de la visión), así será su reino. Gobernarán durante años sobre la tierra, y lo
arrasarán todo. La gente pisoteará a la gente y la ciudad a otra ciudad,
(VACAT) hasta que surja la gente de Dios, [o: hasta que alce al pueblo de
Dios](7) y todos descansen de la espada. Su
reino es un reino duradero y todos sus caminos verdad. Él juzgará a la tierra
con verdad y todos harán la paz. La espada cesará de la tierra, y todas las
ciudades le ofrecerán homenaje. El gran Dios será su fuerza(8). Él hará(9) la
guerra en su beneficio; pondrá a las naciones en sus manos y las hundirá ante
él. Su dominio es dominio perpetuo y todas las profundidades
.”
El interés del
fragmento para nuestros propósitos se centra en la figura que será llamada
“Hijo de Dios”. Las correspondencias con la narrativa de la infancia en Lucas
es sorprendente. Tres frases corresponden exactamente: “será grande”, “será
llamado hijo del Altísimo” (ambas en Lucas 1:32) y “será llamado Hijo de Dios”
(Lucas 1:35). Lucas también habla de un reino eterno. Es difícil evitar la
conclusión que Lucas es dependiente en cierta manera, directa o indirectamente,
de este texto perdido de Qumran.
INTERPRETACIONES PROPUESTAS
Las correspondencias
con Lucas pueden ser tomadas prima facie como
evidencia para una interpretación mesiánica, pero el estado fragmentario del
texto deja muchos puntos en la incertidumbre. Al menos cinco interpretaciones
distintas han sido propuestas.
Milik, en su
presentación en Harvard, argumenta que la figura era un rey histórico,
Alexander Balas, hijo de Antioco Epífanes(10).
Podía ser llamado “hijo de Dios” dado que es identificado en la monedas como theopator,
o Deo patre
natus. Malik sugiere que el nombre mediante el cual era llamado era
el de Alejandro Magno. Puech permitió inicialmente la posibilidad de una
referencia a un rey Seleucida, fuera éste Alejandro Balas o Antioco Epífanes(11). Posteriormente declaró esta interpretación
preferible(12), aunque recientemente la ha
rechazado a favor de una interpretación mesiánica(13).
El argumento más convincente a favor del punto de vista que la figura en
cuestión es un rey Sirio lo ha ofrecido E.M. Cook(14).
Algunos estudiosos
están de acuerdo que la figura llamada “Hijo de Dios” es una figura negativa,
escatológicamente, aunque no históricamente. David Flusser señala que hay un
espacio en blanco inmediatamente antes del "surgir del pueblo de
Dios" en la columna 2, línea 4. Argumenta que éste es un punto clave en el
drama escatológico, y que todo lo que precede pertenece a las aflicciones y
tribulaciones. Al contrario de Milik, sin embargo, Flusser se refería a esos
títulos no como figuras históricas, sino como el Anticristo. Señala que en la
tradición Cristiana al Anticristo le son adjudicados esos títulos, y argumenta
que la idea del Anticristo es seguramente Judía y pre-Cristiana. Afirma
encontrar un paralelo Judío muy próximo en el “Oráculo de Hystaspes”, cuando se
refiere a un futuro rey que será “un profeta de mentiras, y que se constituirá
y llamará a sí mismo Dios y ordenará que se le adore como Hijo de Dios”(15). Geza Vermes, sin referencia a Hystaspes, dice que
el “Hijo de Dios” en tanto que personaje es “el último soberano
histórico-apocalíptico del último imperio del mundo, que, como su modelo
Antioco Epífanes en Dan 11:36-37 se proclamará a sí mismo como Dios exigiendo
ser adorado como tal(16). Israel Knohl sigue la
interpretación de Flusser sobre el Oráculo de Hystaspes, pero argumenta que “el
falso profeta, el hijo de Dios, es Augusto”, quien era llamado Divi Filius(17). Según Knohl, los títulos “hijo de Dios” e “hijo
del Altísimo”, en 4Q246 se refieren a Augusto(18).
Otros estudiosos ven
al llamado “Hijo de Dios” como una figura positiva.
En 1961, Arthur Darby
Nock informaba sobre la opinión de Frank Moore Cross que decía que “hay
evidencia adicional en Qumran acerca del uso de la ideología real, expresando
la relación del Mesías con Dios como hijo”(19).
Una interpretación mesiánica es también aceptada ahora por Puech, y un gran
grupo de otros estudiosos(20). La interpretación
de Fitzmyer puede también ser clasificada como mesiánica por la mayoría de los
estudiosos, aunque se resista a esta terminología, dado que términos como
mesías o ungido no los usa(21). Él ve el texto
como “propiamente apocalíptico”, y toma al rey entronado que es mencionado como
“alguien en el lado Judío en lugar del lado Seléucida”. Toma la figura del Hijo
de Dios como “un hijo o descendiente del rey en el trono que será apoyado por
el Gran Dios”, “posiblemente un heredero al trono de David”(22), o como “un gobernante a venir, quizá un miembro
de la familia de la dinastía Hasmonea, que será sucesor al trono de David, pero
que no es visto como un Mesías. El texto ha de ser entendido como una
afirmación sectaria de la previsión y garantía por parte de Dios de la dinastía
Davídica”(23). En su más reciente discusión de
este texto, él mismo garantiza que “un futuro sucesor del trono Davídico en un
contexto apocalíptico o escatológico es por definición un mesías”, pero sigue
insistiendo que 4Q246 no ofrece evidencia alguna para el uso del título para un
mesías Davídico(24). Seyoon Kim, en su libro
“The Son of Man as the Son of God”, sigue la interpretación de Fitzmyer, pero
no tiene problemas en llamarla mesiánica(25).
A la interpretación
del “Hijo de Dios” como figura positiva le es dada un diferente matiz por
Florentino García Martínez, quien interpreta el texto primariamente a la luz de
otros documentos de Qumran, principalmente 11QMelchizedek y el Rollo de la
Guerra, y concluye que el “Hijo de Dios” es la figura designada en otras partes
como Melquisedek, Miguel o el Príncipe de la Luz(26).
Señala, correctamente, que el mesías es presentado como figura super-humana en
Apocalipsis Judíos tales como las Similitudes de Enoc y 4 Esdras(27).
EL CONTEXTO LITERARIO
Fundamental para
cualquier interpretación de la
figura del Hijo de Dios es un análisis de la estructura del texto y su lugar en
éste. Es aparente que la mayoría de los fragmentos se refieren a la
interpretación de una visión, aparentemente la visión de un rey, interpretada
por alguien distinto, que cae ante el trono en el versículo de apertura. No
sabemos si la visión fue descrita en alguna parte más temprana del documento.
La situación general de un intérprete ante un rey sugiere una relación con la
literatura de Daniel. El contenido de la interpretación también tiene algunos
puntos de contacto con Daniel. Los más claros están en 2:44, “un reino que
jamás será destruido”, comparar con Dan. 3:33(4:3); 7:27, y 2:9, “su reino es
un reino para siempre”, comparar Dan. 3:33 (4:3); 7:27, y 2:9, “su reinado será
un reinado para siempre”, comparar con Dan 4:31(34); 7:14. El conflicto entre
las naciones en la columna 1 es una reminiscencia de manera general de Daniel
11, aunque un conflicto semejante es común en la literatura apocalíptica. (Ver
por ejemplo, Marcos 13:8: “Pues se levantará nación contra nación y reino
contra reino”; también en Oráculos Sibilinos” 3:635-36; 4 Esdras 13:31). Otra
posible alusión a Daniel está en el uso de la palabra “arrasar/pisotear” en
2:3. El mismo verbo es usado con referencia a la cuarta bestia en Daniel 7. El
verbo “servían/servirán” en 1:8 también tiene lugar en Dan 7:10, donde el
servicio le es ofrecido a Dios (miles y miles le servían). Estos contactos
verbales son más simplemente explicados postulando influencia del libro de
Daniel en el documento de Qumran. Puech, no obstante, habla sólo de una
proximidad del tema y lenguaje, y sugiere que 4Q246 era aproximadamente
contemporáneo con Daniel(28).
Las reminiscencias de
Daniel pueden ofrecer pistas para algunos de los problemas presentes en el
texto. Los reyes a quien Daniel les ofrece interpretación eran, por supuesto,
reyes Gentiles, no Judíos. No hay una relación necesaria entre el rey entronado
y la figura mencionada posteriormente(29). Un
tema más importante concierne a la relación entre la figura del Hijo de Dios y
el pueblo de Dios. Como hemos visto, la introducción de la figura del Hijo de
Dios es seguida por una referencia a la transitoriedad de los reinos humanos y
los conflictos entre los pueblos. Milik y Flusser infieren que la figura del
Hijo de Dios perteneció a este época de tumultos, sea como rey histórico o como
un Anticristo escatológico. Sobre esta interpretación, el espacio en blanco
antes de las palabras “hasta que surja el pueblo de Dios” marca la transición
hacia la parte escatológica de la profecía. El espaciado seguramente indica que
el surgimiento del pueblo de Dios marca el climax de la profecía, aunque se
sigue necesariamente que todo lo que hay antes de esto ha de ser interpretado
como negativo.
Se puede arrojar
alguna luz sobre la secuencia de eventos por analogía con Daniel 7. Aquí la
secuencia de tribulación seguida de la salvación es completamente expuesta en
la visión de Daniel. Así, pues, la interpretación ofrece un breve sumario de la
misma secuencia en otros términos (vv. 17-18) y finalmente la tribulación y
liberación son revisadas de nuevo, con más énfasis en la cuarta bestia. La
adjudicación del reino es repetida tres veces: primero le es otorgado al “uno
como un hijo del hombre”, después a los santos del Altísimo, finalmente al
pueblo de los santos del Altísimo. El capítulo no procede en una secuencia
cronológica simplemente. Más bien repite siempre lo mismo de manera ligeramente
diferente, esto, de hecho, es un rasgo conocido de la literatura apocalíptica(30). Sugiero que el texto del Hijo de Dios puede ser
entendido de manera parecida. La descripción del conflicto entre los pueblos en
la columna 2 es redundante, pero esta redundancia es un rasgo del estilo
apocalíptico. Si esto es correcto, entonces el mutuo atropello de las naciones
en la columna 2 es simplemente una formulación alternativa, u otro aspecto, de
la carnicería entre las naciones en la columna 1, y el surgir del pueblo de
Dios es paralelo a la venida del “Hijo de Dios” o “Hijo del Altísimo”. La
apariencia de la figura del salvador no significa necesariamente que el tiempo
de lucha está terminado. En Dan 12:1, el surgimiento de Miguel es seguido de
“un tiempo de angustia como nunca antes había ocurrido desde que las naciones
existen”. En 4 Esdras 13, la aparición del hombre desde el mar es seguida por
la reunión de una innumerable multitud para hacerle la guerra. El hecho que el
“Hijo de Dios” aparezca antes del surgimiento definitivo del pueblo de Dios no
significa necesariamente que sea una figura negativa.
Otro problema de
interpretación se presenta en el uso del sufijo masculino de la tercera persona
en las líneas que siguen al surgimiento del pueblo de Dios. El sufijo podría,
en principio, referirse sea a un individuo (el Hijo de Dios, o a “su reino es
un reino para siempre”) o al pueblo (“su reino es un reino para siempre”). El
antecedente inmediato es ciertamente el pueblo. Pero el pueblo es un
antecedente dudoso respecto a la afirmación “juzgará la tierra con la verdad”.
En la Biblia Hebrea, es el Señor mismo el que juzga la tierra (Gén. 18:25; 1
Sam. 2:10; Salm. 7:9; 9:9, etc.). El juicio es una función real, y el rey
Davídico transmite la justicia divina al pueblo de Israel (Salm. 72:1-2). El
rey ideal del futuro tiene un papel más amplio. Él “juzgará con justicia a los
débiles, con rectitud a los pobres de la tierra” (Isa. 11:4). En el “pesher”
sobre Isaías en Qumran, su espada juzgará a los pueblos(31). De nuevo, en los Salmos de Salomón, el rey escatológico “juzgará
a los pueblos y las naciones en sabiduría y rectitud” (Salm. Salom. 17:29).
Aquí, otra vez, la
analogía de Daniel 7 puede ayudar. Ahí las cuatro bestias del mar son
interpretadas como “cuatro reyes” (v.17), pero la cuarta es un “cuarto
reino”(v. 23). El reino eterno es dado explícitamente tanto al “uno como un
hijo de hombre” y al pueblo de los santos. Un rey como representante de un
reino, y un representante individual como representante de un pueblo. La
ambigüedad de los sufijos de la tercera persona en la columna 2 de nuestro
fragmento de Qumran puede ser explicada más satisfactoriamente si el que es
llamado “Hijo de Dios” es comprendido como el gobernante o representante del
pueblo de Dios. El reino para siempre, pertenece a ambos, y el “Hijo de Dios”
ejerce juicio universal a favor de su pueblo.
A la luz de estas
analogías, es tentador sugerir que el “Hijo de Dios” representa una
interpretación más temprana del “uno como un hijo de hombre” en Daniel 7, que
también está en paralelo al pueblo(32). Esta es,
además, una posibilidad aunque habría que considerar con cuidado algunas
palabras. El texto del “Hijo de Dios” no es simplemente una exposición de
Daniel 7. Aunque algunas palabras y frases son tomadas de esta fuente, la mayor
parte de elementos de la visión bíblica son ignorados (el mar, las bestias, las
nubes, el juicio, etc.). La visión aquí interpretada es una visión de un rey,
no la visión de Daniel, y es presentada como revelación original(33).
Además, Daniel no es
el único libro en el cual encontramos reminiscencias. Hay al menos dos
referencia en el Royo de la Guerra de Qumran: la referencia a los reyes de Asur
y Egipto (1:6; 1QM 1:2-4, donde hay una referencia a los Kittim de Asur y los
Kittim de Egipto) y la palabra tan rara, “carnicería/matanza” (una palabra
tomada prestada del Persa que encontramos en 1QM 1:9). Como es bien sabido, el
Royo de la Guerra hace uso extensivo de Daniel, que era aparentemente
comprendido como refiriéndose a la guerra escatológica(34).
Los ecos del Royo de la Guerra sugieren que el texto del “Hijo de Dios” hace
uso de Daniel en un contexto similar. No se puede asumir que reproduzca el
mensaje de Daniel de ninguna manera esencial, pero la comparación con Daniel es,
sin embargo, una llave para la comprensión del texto en cuestión.
UNA FIGURA NEGATIVA?
El argumento que el
“Hijo de Dios” ha de ser entendido como una figura negativa siempre ha
dependido de la asunción que todo lo que esté antes del espacio en blanco al
comienzo de la línea o a la derecha o izquierda de un párrafo ha de ser
negativo. Ya se ha visto que esta asunción no es consistente. En vista del
honorífico carácter de los títulos, hay que esperar alguna indicación de que
eran inapropiados si el carácter era efectivamente negativo. Se puede
contrastar, por ejemplo, Daniel 11, donde “el rey actuará a su antojo; se
envalentonará elevándose sobre todos los dioses y dirá cosas increíbles contra
el Dios de los dioses”(Dan. 11:36). No hay lugar a dudas acerca del carácter
negativo del rey en cuestión. No se puede atribuir un significado más grande al
hecho que dice ser “llamado” (en lugar de simplemente “ser”) Hijo de Dios. En
el mundo Heleno los títulos divinos eran honores conferidos a gobernantes por
sus actos de beneficencia (35). Además, “Hijo de
Dios” e “Hijo del Altísimo” no están atestiguados como títulos de los reyes
Seleucidas. Aunque los Seleucidas afirmaban ser “theos, o theos epiphanes, el título “hijo
de Dios”, o hijo de un dios específico como Zeus o Apolo nunca aparece en sus
monedas. Milik señala que Alejandro Balas usó el título Theopator (“hijo del
padre divino”) en sus monedas, pero el “dios” del que se reclamaba hijo era
Antioco Epifanes, no el Altísimo. El título de Augustus, divi filius, ofrece una analogía
más plausible, aunque ésta requeriría una fecha más tardía que 4Q246. (El
manuscrito data de finales del último tercio del siglo I a.C.)(36). Pero hay mejores paralelos para esos títulos que
sugieren que eran títulos Judíos, con connotaciones positivas y honoríficas. La
idea de una figura Anticristo que afirmase ser Hijo de Dios es conocida sólo en
la fuentes Cristianas(37). El Oráculo de
Hystaspes, que Flusser y Knohl veían como documento Judío, es conocido
primariamente por el Padre de la Iglesia Cristiana Lactancio, y es visto como
de origen Persa(38).
La analogía con
Daniel 7 sugiere que hay un paralelismo entre el Hijo de Dios y el pueblo.
Paralelismo que admite diferentes relaciones. En el caso de Daniel 7, cada uno
está de acuerdo en que hay un paralelismo entre el “uno como un hijo del
hombre” y el pueblo de los santos, aunque los estudiosos están divididos sobre
qué es lo que conlleva este paralelismo. Algunos argumenta a favor de una
figura individual representativa del pueblo. Otro grupo está dividido entre
aquellos que toman al hijo del hombre por el arcángel Miguel(40), explícitamente identificado como príncipe de
Israel en Daniel 10-12, y otros que mantienen la interpretación mesiánica, la
cual fue el estándar durante muchos siglos pero ha caído en desaprobación en
tiempos recientes(41). Un rango similar de
posibilidades está presente en la relación entre el Hijo de Dios y el pueblo de
Dios en el texto fragmentado de Qumran.
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1. Una versión más temprana de este capítulo
apareció como “El Hijo de Dios”, Texto de Qumran, en M. de Boer, ed., “From
Jesus to John”, pp. 65-82. Ver también Yarbro Collins, “King and Messiah as Son
of God”, pp. 48-74.
2. J. A. Fitzmyer, “The Contribution of Qumran
Aramaic to the Study of the New Testament”, New Testament Studies 20 (1973-74)
pp. 382-407. Ver también sus comentarios en “The Gospel According to Luke I-IX”
(Anchor Bible 28; Garden City, N.Y.: Doubleday, 1981) pp. 205-6, 347-8).
3. D. Fluser, “The Hubris of the Antichrist in
a Fragment from Qumran”, Immanuel 10 (1980), pp. 31-37; reimpreso en su
“Judaism and the Origins of Christianity” (Jerusalem: Magnes, 1988), pp.
207-13.
4. F. García Martínez, “4Q246: Tipo del
Anticristo o Libertador Escatológico”? En “El Misterio de la Palabra” (Homenaje
al profesor L. Alonso Schökel: Valencia/Madrid, 1983), pp. 229-44, reimpreso
como “The Eschatological Figure of 4Q246”, en su “Qumran and Apocalyptic
Studies on the Aramic Texts from Qumran” (Leiden: Brill, 1992), pp. 162-79.
5. E. Puech, “Fragment d´une apocalypse en
Araméen (4Q246 = pseudo-Dan d) et le Royaume de
Dieu”, Revue Biblique 99 (1992), pp. 98-131. Ver temblén J.A. Fitzmyer, “4Q246:
The Son of God´Document from Qumran”, Biblica 74 (1993), pp. 153-74. La edición
oficial es la de Puech, “4Qapocryphe de Daniel ar”, en G. Brooke et al., Qumran Cave 4, XVii: Parabiblical
Texts, Part 3(djd 22; Oxford: Clarendon, 1996), pp. 165-84.
6. Puech, “Fragment”, 105
7. Ver Puech, “Fragment”, 117
8. Puech, “Fragment”, 121. Cf. Salm. 88:5(4).
Alternativamente, “ayuda, socorro”.
9. Puech, “Fragment”, 121, lo lee como
participio
10. La interpretación de Milik es reportada por
Fitzmyer, “A Wandering Aramean, 92”, y es sumarizada en el artículo de Milik,
“Les modèles araméens du livre d´Esther dans la Grotte 4 de Qumran”, RevQ 15
(1992), p. 383.
11. Puech, “Fragment”, 127. Sugiere que la
terminología podría ser resultado del culto “reformado” en Jerusalem en tiempos
de Antioco Epifanes.
12. “246. 4Qapocryphe de Danie ar”, 183.
13. Puech, presentación en una conferencia
sobre “Les texts araméens de Qumrân”, June 30-July 2, 2008, Aix-en Provence.
14. E.M. Cook, “4Q246”, “Bulletin for Biblicar
Research 5” (1995), pp. 43-66. Ver la respuesta al artículo de Cook, “The
Background of the Son of God Text”, Bulletin for Biblical Research 7 (1997) pp.
51-62. La identificación con un rey Sirio también es mantenida por Hartmut
Stegemann, The Library of Qumran (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p. 248;
Annette Steudel, “The Eternal Reign of the People of God”- Collective
Expectations in Qumran Texts (4Q246 y 1QM)”, RevQ 17 (1996) pp. 507-25 y H.-J.
Fabry, “Die früjüdische Apokaliptik: Herkunft- Eigenart Absicht”, en Jörg Frey
and Michael Becker, eds., Apokalyptik und Qumran (Einblicke 19; Paderborn:
Bonifatius, 2007), p. 81.
15. Flusser, “Judaism and the Origins of
Christianity”, p. 212; Lactantius, “Divinae Institutiones 7.17.2-4”.
16. Vermes, “The Complete Dead Sea Scrolls”, p.
617.
17. Knohl, “The Messiah Before Jesus”, p. 38.
18. Ibid., 93. Comparar Knohl, “Messiahs and
Resurrection”, pp. 53-61.
19. A.D. Nock, review de H.-J. Schoeps, “Die
Tehologie des Apostels im Lichte der jüdischen Religionsgeschichte”, en Gnomon
33 (1961), p. 584. Ver Cross, “The Ancient Library of Qumran” (Sheffield : Sheffiel
Academic Press, 19959, pp. 189-91; “The Structure of the Apocalypse of Son of
God” (4Q246)”, en Paul et al., Eds., Emanuel, 151-8.
20. Zimmermann, “Messianische Texte”, p. 162;
idem, “Observations en 4Q246- “The Son of God” en Charlesworth et al., Qumran-Messianism,
pp. 175-90; Craig A. Evans, “Are the Son Texts at Qumran Messianic?” ibid., pp.
135-53. Para otras referencias ver Yarbro Collins y Collins, “King and
Messiah”, 66 n.87.
21. Fitzmyer y sus objeciones a la
interpretación mesiánica son expuestas en detalle en su artículo “4Q246”,
170-73.
22. Fitzmyer, “A Wandering Aramean”, pp. 92-93.
23. Fitzmyer, “4Q246”, pp. 173-74.
24. Fitzmyer, “The One Who Is to Come”, p. 107.
25. Seyoon Kim, “The Son of Man as the Son of
God” (Tübingen: Mohr-Siebeck, 1983), p. 22. Xeravits, “King, Priest and
Prophet”, pp. 88-89, habla de una figura escatológica positiva con asociaciones
Davídicas en lugar de un mesías.
George J. Brooke, “Kingship and Messianism in the Dead Sea Scroll”, en Day,
ed., King and Messiah, p. 447, piensa que el escriba que copió el texto habría
pensado al Hijo de Dios como una figura que se refería a un rey Judío, pero
argumenta que este rey es puesto en su lugar por el énfasis en el papel de Dios
y del pueblo de Dios.
26. García Martínez, “The Eschatological
Figure”, p. 178; idem, “Two Messianic Figures in the Qumran Texts”, en su
Qumranica Minora II (stdj) 64; Leiden: Brill, 2007), pp. 20-24.
27. García Martínez, “Two Messianic Figures”,
p. 17.
28. Puech, “Fragment”, 129.
29. Contra Fitzmyer, “A Wandering Aramean”, p.
92.
30. Collins, “The Apocalyptic Vision of the
Book of Daniel”, pp. 116-17. Para la aplicación de esta comprensión de 4Q246,
comparar Cross, “The Structure of the Apocalpse of Son of God”, 153.
31. 4QpIsaª col. 3, fragmento 7.26. Ver horgan,
“Pesharim”, 76.
32. Ver Kim, “The Son of Man”, 21; Zimmermann,
“Messianische Texte”, pp. 166-68; Stefan Beyerle, “”Der mit den Wolken des
Himmels kommt”, en Dieter Sänger, ed., Gottessohn und Menschensohn. Exegetische
Studien zu zwei Paradigmen biblischer Intertextualität (Neukirchen-Vluyn: Neukirchener
Verlag, 2004), pp. 48-50. Cross, “The Structure of the Apocalypse of Son of
God”, p. 153, lo ve como “una parte perdida de la literatura de Daniel”. El
punto de vista que 4Q246 ofrece una interpretación del “uno como un hijo de
hombre” es defendido vigorosamente por Karl A. Kuhn, “The One like a Son of Man
Becomes the Son of God”, CBQ 69(2007), pp. 22-42.
33. A Pesar de la polémica de J.D.G. Dunn, “Son
of God as Son of Man en the Dead Sea Scrolls? A response to J. Collins acerca
de 4Q246”, en S.E. Porter y C.A. Evans, eds., “The Scrolls and the Scriptures:
Qumran Fifty Years After (JSPSup 26; Sheffield: Scheffield Academic Press,
1997), pp. 198-210.
34. Ver A. Mertens, “Das Buch Daniel im Lichte
der Texte vom toten Meer” (Stuttgart: Echter, 1971), p. 79. Ver Schultz,
“Conquering the World”, pp. 91-101.
35. Yarbro Collins y Collins, “King and
Messiah”, pp. 48-54.
36. Puech, en DJD 22, p. 166.
37. Sobre el desarrollo del mito del Anticristo
ver G.C. Jenks, “The Origin and Early Development of the Antichrist Myth (Beihefte
zur Zeitschrift für die Alttestamentliche Wissenschaft” 59; Berlin: Gruyter,
1991); L.J. Lietaert Peerbolte, “Antecedents of Antichrist: A
Traditio-histoircal Study of the Earliest Christian Views on Eschatological
Opponents” (Leiden: Brill, 1996).
38. Ver J.R. Hinnells, “The Zoroastrian
Doctrine of Salvation in the Roman World: A Study of the Oracle of Hystaspes”,
en E.J. Sharpe and J.R. Hinnells, eds., “Man and His Salvation: Studies in
Memory of S.G.F. Brandon (Manchester: Manchester University Press, 1973) pp.
125-48. Hinnells defiende el origen Persa del oráculo, pero no incluye el
relevante pasaje entre los fragmentos.
39. Ver L.F. Hartman y A.A. DiLella, “Th eBook
of Daniel” (Anchor Bible 223; Garden City, NY: Doubleday, 1978), pp. 85-102.
40. Collins, “The Apocalyptic Vision”, pp.
144-46; y Daniel, pp. 304-10; A. Lacocque, “Th eBook of Daniel” (Atlanta: Knox,
1979), pp. 133; C. Rowland, “The Open Heaven” (New York: Crossroad, 1982), pp.
182.
41. Sobre la interpretación tradicional ver
A.J. Ferch, “The Son of Man in Daniel 7” (Berrien Springs, MI:Andrews
University Press, 1979) 4-12; para una defensa reciente de una interpretación
mesiánica ver G.R. Beasley-Murray, “The Interpretation of Daniel 7”, Catholic
Biblical Quarterly 45 (1983) pp. 44-58.
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