"Te revelamos así un Corán árabe para que adviertas a la Madre de las Ciudades y a quienes viven en sus alrededores(...) acerca del día de la Reunión en el que unos entrarán en el Jardín y otros en el Fuego" (Corán 42:7); traducción de C. A. Segovia). Corán significa "Recitación". Según la azora 97, es la Palabra De Dios descendida a través del arcángel Gabriel en el año 610 d.C. Y recitada por el Profeta Mahoma desde entonces hasta su muerte en el 632. La alusión a "una recitación árabe" implica la admisión de otras "recitaciones" en las lenguas de los pueblos del Libro, es decir, judíos y cristianos (hebreo, siríaco, griego, latín) . La idea de "Palabra descendida" procede de la tradición Judía, donde la Palabra es la Torá (en algunos textos equivale a Ruah, el "Espíritu", y Hokmah, la "Sabiduría"), y la tradición cristiana, donde le Palabra (el Logos o Verbum) es Jesús de Nazaret, a quien el Corán, a quien el Corán también consideraba la "Palabra De Dios", ya que Él la hizo descender sobra la Virgen María (Azora 92:4-171), así como Al Masih --Mesías o Cristo-- (Azora 5:75). El mensaje principal de dicha "recitación", como puede verse claramente en la azora 42, es de carácter apocalíptico y escatológico. En principio, era un mensaje oral dirigido fundamentalmente a los habitantes del desierto árabe del Hiyaz, la región de la Meca y Medina. La unanimidad respecto al Corán como texto escrito inimitable directamente procedente De Dios es un fenómeno reciente, del siglo XX. Anteriormente se consideraba como Palabra De Dios sólo lo que pronunció Mahoma mientras que los textos coránicos eran creaciones humanas más o menos aproximadas a la "Recitación" de Mahoma.
Al producirse la muerte de Mahoma, le sucedió el padre de su esposa Aisha, Abu Bakr (632-634). Tanto él como los demás Compañeros del Profeta se sabían de memoria las azoras y continuaron "recitándolas". Pero muchos que no escucharon personalmente al Profeta comenzaron a coleccionar azoras y aleyas sueltas, escritas sobre soportes diversos como hojas de palmeras y omóplatos de camello. Se hizo necesario controlar la difusión inevitable de la "Recitación" en formato "Escritura". Masahif, en singular Mushaf, es su plasmación por escrito, una copia de lo recitado. Algunos estuvieron en contra de que se hiciera este trabajo recopilatorio y redacción al, argumentando que se iban a producir modificaciones indeseadas por parte de los escribas. Pero Abu Bakr encargó la recopilación de las versiones más veraces de las palabras del Profeta a Zayd Ibn Tabit, un judío convertido en discípulo y secretario de Mahoma que había aprendido a escribir hebreo y siríaco en Medina. Zayd continuó trabajando en la edición del Corán durante el califato de Omar (634-644), otro suegro de Mahoma. Sin embargo, ni Abu Bakr ni Omar quisieron promulgar una orden respecto a la consagración oficial del texto, dado que Mahomano había decidido consignar por escrito la Revelación.
A la muerte de Omar existían múltiples versiones del Corán, por lo que hacia el 653 el califa Utman (644-656) pidió de nuevo a Zayd que estudiara los múltiples textos y realizara una versión oficial. Este acudió en primer lugar a Hafsa, otra viuda de Mahoma, hija de Omar, que tenía en su propiedad el manuscrito que él había preparado durante los califatos anteriores y, tras contrastarlo con otras versiones, entregó la que se supone es la versión actual. Utmán ordenó la destrucción de todas las demás versiones. Sin embargo, hay que tener en cuenta que este proceso de consagración dogmática del texto coránico a mediados del siglo VII se produjo en un momento de crisis, dado el enfrentamiento entre los partidarios de los omeyas, clan al que pertenecía Utmán, y los Chiíes o partidarios de Alí.
El chiísmo de los orígenes hablaba del Mushaf Ali, la puesta por escrito del Corán original que era tres veces a más voluminoso que el Corán falsificado por Utmán y su familia, la dinastía Omeya. Este contenía referencia a Alí y también denuncias hacia estos enemigos del Profeta que ahora había tomado el poder. Añadía además los comentarios de Ali, su único interpretador legítimo. Esto es, comprendía el sentido evidente del Corán para los no iniciados y el sentido oculto reservado a los iniciados y solo accesible gracias a la luz del imán. El imán Alí custodió este Mushaf, única copia verdadera del Corán, y la escondió para evitar que sus enemigos la destruyesen, transmitiéndoselo a los primeros imanes hasta que finalmente se ocultó junto con el último de ellos. Dada su inaccesibilidad, con el tiempo la mención a este Mushaf Ali desaparece de los textos chíies e incluso a partir del siglo X algunos imames llegarán a condenar la creencia de que pudiese existir otro Corán diferente al Corán de Utmán.
Se sabe también que los Jariyíes que establecieron hacia el 750 un emirato en Barghawata (cerca de la actual Casablanca), tuvieron su propio Corán, que era más breve que el actual y estaba redactado en lengua beréber.
La tradición islámica reconoce que todavía a principios del siglo VII existían problemas de interpretación del Corán, dado que la escritura árabe, como la hebrea de la Antigüedad, era fundamentalmente consonántica. En el año 705 el califa Abd al Malik ordenaría la creación de los puntos diacríticos que permitían distinguir unas letras de otras muy similares y los vocálicos. En estos últimos deberían escribirse en color rojo sobre las consonantes.
A pesar del esfuerzo de este califa Omeya, no se consiguió unificar en una sola las lecturas del Corán, y durante todo el Medioevo los lemas distinguían diferentes quira´at o lecturas, consagrándose con el tiempo siete grandes lecturas con variantes de carácter menor, similares a las que existen entre los manuscritos griegos de la Biblia: la de Damasco, la de La Meca, la de Medina, la de Basora y otras tres de Kufa. Una de estas tres últimas, la de Hafs (m.805), fue la utilizada en 1923 por el grupo de lemas a las órdenes del Rey Fuad de Egipto que publicó la versión del Corán que se imprime, lee y recita actualmente en la práctica totalidad del mundo Islámico. En cualquier caso, según la tradición, las siete lecturas mencionadas tanían como fuente el Corán de Utmán y las diferencias entre ellas procederían más bien de errores de escribas que de manipulaciones intencionadas, por lo que la tradición islámica considera que el texto recibido es idéntico a la "Recitación" de Mahoma.
ESTRUCTURA
El Corán está dividido en 114 azoras (suras o capítulos), divididas en aleyas o versículos. El orden de las azoras no es cronológico, sino que exceptuando la primera y alguna del final, están ordenadas de mayor a menor extensión. Esto demuestra que la recopilación de los textos sobre la recitación de Mahoma fue tan complicada que finalmente se decidió optar por esta estructura tan poco narrativa, evitando las polémicas respecto a cuándo o dónde pronunció tal o cual discurso. Lo más lógico es deducir que dicha decisión no debió tomarse durante el Califato Perfecto, dado que entonces el recuerdo de las circunstancias en que se recitó cada azora debía estar bastante presente en las mentes de los Compañeros del Profeta. Está parece más en una decisión de consenso posterior, para evitar disecciones. Aunque dicho orden se mantuvo, los debates respecto al momento cronológico basado en los estudios tradicionales que dividió en dos grandes grupos las azoras: la que Mahoma pronunció antes de la Hégira (azoras mequíes o mecenas) y las que pronunció después (azoras mediníes). Islamólogos occidentales han propuesto cronologías alternativas, una de las más famosas es la de Régis Blachère. Otros islamólogos occidentales enmiendan la totalidad rechazando la posibilidad de construir ningún orden cronológico.
La Historia comparada de las religiones permite relacionar el hecho de que Mahoma --al igual que Jesús-- no dejara nada escrito, con el carácter apocalíptico de su movimiento: el Fin de los Tiempos era inminente por lo que carecía de sentido publicar un libro. A pesar de ello, con las palabras de Mahoma ocurrió lo mismo que con las palabras de Jes´s: que fueron recopiladas por diferentes escribas y dieron pie a diversas versiones, unas intencionadas, otras no. En una escritura fundamentalmente consonántica, como con la Tanaj hebrea, un pequeño descuido en el trazo de una letra por un escriba producía un error no intencionado que podía suponer el cambio de una palabra por otra y deformar totalmente el sentido de una frase. En la escritura árabe, además, había letras que podían ser interpretadas como fonemas con sonánticos diferentes (de ahí que se inventaran los puntos diacríticos para distinguirlas). Además del mencionado Corán beréber de los emires de Barghawata, hay otra antigua prueba de la diversidad de textos coránicos en los primeros siglos: los versículos escritos en la cúpula de la Mezquita de la Roca de Jerusalén, que no son idénticos al texto coránico actualmente oficial. Hatun Tash y Jay Smith han llegado a contabilizar recientemente treinta y dos versiones del Corán árabe con un total de 45.000 variantes, por lo que es lógico deducir que el texto no se fijó dogmáticamente en época OTAN temprana como la de Utmán, como la tradición pretende. Hay que examinar la posibilidad de que lo normal en los siglos VII y VIII fuera una pluralidad de Coranes y la orden que se atribuyó a Utmán fuese un anacronismo de principios del siglo IX, cuando se publicó la versión de Hafs, que coincide además con el momento en que empezaban a circular las primeras Siras o "Vidas del Profeta", así como las primeras anécdotas sobre el Califato Perfecto. También fu en el siglo IX cuando se comenzaron a publicar las primeras colecciones de hadices.
En cuanto a la primera gramática en lengua árabe, "Al Kitab" ("Eo libro"), fue escrita por el lingüista persa Sibuyé, cuya lengua materna era iraní, es decir, indoeuropea. Sibuyé falleció en el año 796 sin ver publicada su recién terminada obra, que alcanzaría fama posteriormente por la difusión que hicieran de la misma sus discípulos. Como se aprecia en su libro de unas novecientas páginas, se basó más en el habla de los beduinos árabes que periódicamente pasaban por Bagdad y en la poesía árabe que en el propio Corán. Su intención no era exegética ni religiosa, sino puramente filológica. Analizar pues cualquier texto árabe de los siglos VII y VIII con esta gramática publicada en el Bagdad del 800 puede suponer graves errores de interpretación, porque nuestros conocimientos sobre la lengua árabe de la Tardoantiguedad son muy limitados.
Ante esta realidad difícilmente cuestionable con razonamientos lógicos, surgió en los años setenta la Escuela Revisionista de Estudios Islámicos, liderada por John Edward Wansbrough, doctorado en la Universidad de Harvard y profesor en la de Londres, que establecía que el texto árabe del Corán se formó en Bagdad en torno al 800 y que los textos de los que se sirvieron los editores de la versión oficial abasí eran de origen siríaco, de medios apocalípticos y judeocristianos. La influencia siríaca en el Corán había sido ya defendida en 1927 por Alphonse Mingana, un católico caldeo originario de Mosul que emigró a Inglaterra convirtiéndose en una autoridad académica en lenguas semíticas. Mientras Wansbrough desarrollaba en Londres sus ideas, en Alemania Günter Lüling publicó en 1974 una obra en la que reconstruía los posibles himnos siríacos judeocristianos que sirvieron de base para la redacción de aquellas parte del Corán en que se habla de Jesús y María. Casi al mismo tiempo, en plena guerra civil libanesa (1975-1979), el libro "Le Prête et le Prophéte" cayó como una bomba planteando la hipótesis de que el Corán era un conjunto de textos siríacos traducidos al árabe por el sacerdote nazareno o ebinita Waraqa Ibn Nawfal, primo hermano de Jadiya, que falleció en el 610, justo el año en que Mahoma recibió la revelación. Bajo el pseudónimo de Abu Musa Al Harris se escondía el sacerdote maronita Joseph Azzi. En el año 2000, un filólogo de la Universidad de Erlangen, gran conocedor del árabe y el siríaco, fue todavía más allá publicando un libro bajo el pseudónimo Christoph Luxenberg, en el que defendía que el Corán del siglo VII estaba escrito en siríaco o arameo tardoantiguo, y sería traducido al árabe en torno al 800, ya que no existían pruebas de textos árabes coránicos de ese siglo.
Sin embargo, a principios del siglo XXI han sido bastantes los descubrimientos de textos árabes datados en el siglo VII.
LA ESCRITURA ÁRABE Y EL CORÁN
Hay antiguos textos árabes escritos tanto en la antigua escritura hiyazí (del Hiyaz) como en la escritura cúfica (de Kafka según la tradición). Quizás el manuscrito en escritura hiyazí más remoto que se conserva sea el Papiro Berolinense 15.002, un documento sobre el cobro de una tasa de un dinar y medio, que contiene la fecha del año 22 de la Hégira (642-643) d.C.). Hay que notar que ya algunas letras tienen puntos diacríticos. Otro bastante relevante es el Papiro PERF nº 558 del Museo Nacional de Austria, que contiene un texto bilingüe en griego y árabe hiyazí fechado el 25 de Abril del 643 d.C. (22 de la Hégira), por el cual Abdalá Ben Jabir, el emir que conquistó Egipto en nombre del califa Omar, proporcionaba un recibo a los intendentes de Heracleópolis --Crisóforos y Teodorakio-- por la confiscación de sesenta y cinco ovejas para sus huestes de sarracenos, término empleado en el texto griego para designar a los árabes. También hay letras con signos diacríticos.
En 2008 se descubrió en el Hiyaz el epígrafe árabe más antiguo, del año 644 d.C., que dice: "En el nombre de Dios, yo Zuhayr, escribí (esto) en la fecha de la muerte de (el Califa) Omar, año cuatro y veinte" (es decir, 24 después de la Hégira). La inscripción no sólo es interesante porque autentificaría la historicidad del califa Omar, suegro de Mahoma, sino también porque confirma lo que ya se deducía de los papiros: que la escritura árabe hiyazí existía veinte años después de la muerte del Profeta (y probablemente bastante antes). También contenía algunos puntos diacríticos para distinguir consonantes.
El ejemplar completo más antiguo que sigue el texto y el orden del Corán actual es el Manuscrito de Topkapi, datado en el año 874. Conserva más del 99 % del texto, faltándole tan sólo 23 versos. Se escribió en escritura cúfica. Fue enviado por el Pashá de Egipto Mohamed Alí al califa otomano Mahmud II en el siglo XIX o principios del IX, es decir, siglo y medio posterior a Utmán. También realizado en escritura cúfica, conserva sólo un tercio: desde la azora 2 hasta la 43. Pero en el mismo orden y con un texto casi idéntico.
Más antiguo aún y más completo es el Manuscrito de Berlín Wetzstein II 1913, datado a finales del siglo VII o principios del VIII y realizado con escritura hiyazí, que abarca un 85 % del corpus faltándole sólo 34 azoras, pero que han sido parcial o totalmente retocadas modificando letras o agregando signos diacríticos o vocálicos. No se puede saber si seguía el orden actual porque Wetzstein lo formó coleccionando múltiples hojas.
Existen además hojas coránicas más antiguas que los ejemplos mencionados pero fragmentarias y escritas con letras hiyazí es mediante la "scriptio defectiva", es decir, sin puntos diacríticos. El manuscrito de Tubinga, datado entre 649 y 675 contiene 77 hojas con un 20 % del Corán. En Túnez se halló el manuscrito de Raqqada, datado en el siglo VII. Son siete hojas que contienen nueve azoras.
Más relevantes son los manuscritos del Saná. En 1965 fuerte lluvias deñaron la biblioteca de la gran mezquita de esa ciudad de Yemén dejando al descubierto una habitación tapiada con antiguos manuscritos. En 1985 se publicó el catálogo de la Colección Saná, apreciándose ya que en el folio 21a del Códice I de Saná (DAM 01-27.1) había un palimpsesto datado poco después de la Hégira. En 2004 la profesora Razan Ghassan Handoum publicó su tesis sobre el mismo códice coránico de Saná en la que databa un manuscrito de 40 folios en el primer siglo después de la Hégira. En 2010 Sadeghi y Bergman aplicaron la técnica del carbono 14 a un fragmento del códice datando el momento de la fabricación del pergamino entre 578 y 669 d.C. Además de por su antigüedad, este manuscrito es importante porque no siempre sigue el orden de las azoras del Corán actual, además del hecho de que muchas lecturas sean diferentes.
En 2008 François Déroche publicó un libro en el que demostraba que el códice Parisino-Petropolitano procedía de un depósito de viejos Coranes de la mezquita de Amr en el Viejo Cairo (construida en 643), fue dividido a principios del siglo XIX en dos partes: la mayor fue vendida a un arabista de la expedición de Napoléon Bonaparte llamado Jean-Joseph Marcel y la menor unos años después al orientalista Jean-Louis Asselin de Cherville. El manuscrito de Marcel se encuentra hoy repartido entre las bibliotecas de París y San Petersburgo, mientras que el de Asselin se dividió entre la Biblioteca VAticana y la Colección Khalili de Londres. El conjunto, en escritura hiyazí sin puntos diacríticos ni vocláliso, supondría un 45 % del Corán, desde el final de la azora 2 hasta el principio de la 69, pero con lagunas, y estaría datado según Dèroche entre 650 y 675. Puesto que las hojas se traspapelaron a lo largo del periplo experimentado por el códice, no podemos tener la certeza de que el orden fuera el mismo que el actual, aunque en las páginas en la que se han conservado varias azoras sí que se da, con lo cual lo lógico es pensar que sí mantenía el orden canónico.
Finalmente, en 2015 se dató con carbono 14 un manuscrito de Birmingham entre 568 y 645, considerándose que el texto se escribiría entre 660 y 670. Se trata, sin duda del texto coránico más antiguo. Procede de la colección de Alphonse Mingana. Sólo con cuatro páginas de las azoras 18,19 y 20. Es interesante el resultado de los análisis estadísticos realizados en 2018 que demuestran que los caracteres coinciden en un 99,87 % con el de Saná y en un 99,07 % con las consonantes de la versión de Hafs, siendo ese casi 1 % de diferencia ocasionado tan sólo por la falta de uso de una letra (la alif silenciosa) en los manuscritos hiyazíes. Todo esto prueba la gran antigüedad de la escritura árabe hiyazí y que algunas azoras se transmitieron rigurosamente desde principio, pero no demuestra ni que en torno al 665 el Corán ya fuera la actual colección de azoras recopiladas en el orden finalmente canonizado ni que la lengua en que fueron escritos estos textos del siglo VII fuera exactamente igual que la lengua descrita en la gramática del 800. Tampoco supone una refutación total de las hipótesis de Mingana, Lüling y Azzi.
LA LENGUA Y RELIGIÓN EN EL PROTOISLAM DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA
El reto actual de los filólogos expertos en lengua árabe y lengua siríaca consiste en demostrar cuál era el sentido exacto de los textos escritos durante los siglos VI, VII y VIII. En esta línea, una postura intermedia entre la tradición y las hipótesis hipercríticas de Wansbrough y Luxenberg es la representada por Mohamed Alí Abdel Jalil, profesor de la universidad de Aix-Marsella y especialista en traducción de origen sirio que defiende que el primer Corán sería una traducción al árabe de textos hebreos y siríacos, realizada probablemente por Waraqa Ibn Nawfal en torno al 610, pero también por Zayd Ibn Tabit durante la vida del Profeta y después de su muerte. Parafraseando sus propias palabras, la idea de que el Corán es un texto traducido no lo denigra, sino que lo sitúa en un buen lugar en tanto que obra literaria y religiosa arcaica y única en su género que se inscribe en la línea de los libros sagrados precedentes.
En una línea similar se sitúa el islamólogo español Emilio González Ferrín, que por una parte acepta la tesis de Lüling relativa a los himnos siríacos nestorianos o judeocristianos como origen del Corán y, por otra parte, considera que la realidad de una pluralidad de textos y colecciones coránicas fue la dominante durante los primeros doscientos años del Islam, aún admitiendo la antigüedad de algunos manuscritos árabes. Desde su punto de vista, aunque algunas azoras de dicha colecciones coincidieran, otras diferían en aspectos más o menos sustanciales y otras no existían en todas las colecciones. Sólo a partir de la "revolución de Abd al Malik" en el 700 y de la fundación de Bagdad en el 761, se formaría un texto oficial que eliminaría poco a poco a sus rivales. Pero durante los siglos VII y VIII circularon diferentes "recitaciones" utilizadas desde el Magreb hasta Pakistán, que defendían una interpretación de la divinidad y de la figura de Jesús muy diferente a la del iglesia católica dominante al norte del Mediterráneo. El hecho de que Juan Damasceno, que vivió bajo la autoridad de los califas omeyas, en el siglo VIII no calificara a los árabes como "musulmanes" sino como herejes "ismaelitas", indica que esos gobernantes que leían himnos en lengua árabe eran considerados por parte de los sacerdotes ortodoxos como cristianos de un tipo nuevo, diferentes ya a los nestorianos, nazarenos y ebionitas, pero cristianos al fin y al cabo. Lo mismo cabe decir de la mayor parte de las fuentes de los siglos VII y VIII.
Nadie hablaba de una nueva religión. Ni siquiera los musulmanes hablaban de "nueva religión". Ellos consideraban que sus creencias eran las mismas que las de Abraham, Moisés e incluso Jesús. Los judíos rabínicos y los cristianos católicos eran para ellos los verdaderos herejes que habían corrompido las enseñanzas de los profetas, entre los que incluían, por supuesto, a Jesús. Por otra parte, el Islam Naciente de los siglos VII y VIII no era dogmático en lo que se refiere a las creencias, permitiendo que existiesen corrientes filosóficas con sistemas ideológicos diversos y razonamientos éticos diferentes, compatibles con la aceptación del Corán. Esa tolerancia se hacía extensible a judíos y cristianos, protegidos por el Islam. Nadie debía molestarlos por sus creencias ni por sus prácticas. Estaban bajo la protección del Estado musulmán. Sería durante el Califato Abasí, especialmente entre el 800 y el 900, cuando comenzaría a forjarse un sistema de prácticas y creencias dogmáticas que, al igual que había ocurrido en el mundo cristiano y judío, negara a los fieles la posibilidad de pensar libremente, persiguiendo a chiíes, jariyíes y racionalistas, aunque no a los cristianos y los judíos, de los que ya por aquel entonces se habían diferenciado.