viernes, 27 de noviembre de 2020

EL ARCA DE LA ALIANZA

La asociación entre el arca con las tiendas ha llevado a los estudiosos a buscar paralelos para con esta asociación en las prácticas cultuales de otros lugares del Medio Oriente. Existe la evidencia en la historia de los Beduinos Árabes. Esta incluye la utfa, el mahmal y la qubba, esta última puede preceder a las otras dos históricamente. La qubba era una tienda de cuero rojo, transportable en camellos. Albergaba a los ídolos tribales y a los betilos (piedras sagradas), y eran usadas para la adivinación, acompañando a las tribus en tiempos de guerra como palladium de guerra (Cross, 1961; Homan: 90-93). El uso de la qubba está atestiguado en un bajorrelieve del siglo I AC en el templo de Bel en Palmira, donde se describe a un camello en procesión, portando una tienda roja, y en varios otros textos en Palmira (Zobel: 367). Más recientemente se han citado otros paralelos, notablemente la gran tienda pública (hurpatum) en Mari del siglo 18 AC. Estas tiendas eran grandes, eran transportadas por grupos de hombres, y tenían bastidores de madera (qersü). El término qersü está relacionado etimológicamente con la qrs de la tienda de El en el mito Ugarítico de Baal, así como con los tabernáculos qerashim de madera, bastidores (Fleming). El enlace etimológico con la tienda de El es importante, dado que El, el dios principal del panteón Ugarítico, es descrito habitando en una tienda en el mito de Baal. La asociación con la tienda de El indica las funciones sagradas para las que servían las tiendas como albergue temporal para los dioses (Fleming: 491; Homan: 89-128).

B. Trono de Escabel. Mientras la evidencia de cómo las tiendas eran usadas en el antiguo Medio Oriente para alojar a los dioses ayuda a explicar la asociación del arca con las tiendas, una diferencia significativa ha de ser señalada en las prácticas Israelitas. La residencia de los dioses de otras culturas en tiendas era representada situando las imágenes de esos dioses o ídolos en tiendas. En Israel, el arca no es la imagen del ídolo de la deidad, debido a la fuerte tradición anicónista en Israel. Esto da lugar a la pregunta de qué se entiende que simbolizaba el arca en la Biblia Hebrea / Antiguo Testamento.

Se puede encontrar una explicación en la asociación del arca con el Querubín. Cuando se construyó el arca en el Éxodo, estaba cubierta por el kapporet, la cubierta que tenía dos Querubines sobre ella (Éxod. 25:17-20). En el templo de Salomón, el arca estaba situada debajo de los dos Querubines en el espacio más interior. (1 Reyes 8: 6-7; 2 Crón. 5:7-8). La evidencia material de Siria-Palestina en este periodo ofrece evidencia de tronos tallados con Querubines a sus respectivos lados. El sarcófago de Ahiram de Biblos (ca. Siglo X AC), así como marfiles de Meggido uno una placa, el otro un modelo pequeño, ofrecen evidencia material de tronos reales con Querubines tallados a sus lados (Mettinger: 19-24). La asociación del arca con el Querubín puede ser comprendida simbolizando el trono de la deidad, especialmente dado que el arca estaba situada en el Tabernáculo y en el Templo.

Esta explicación del simbolismo del arca no está exenta de problemas. Principalmente el arca Israelita no es descrita con Querubines tallados a sus lados, así que su descripción no encaja con la evidencia iconográfica de los tronos para Querubines (Mettinger:21-23). Más bien el Querubín es descrito situado sobre el arca, con el arca situada bajo ellos. Mettinger y otros argumentan que el arca no es el trono de la divinidad, sino los Querubines mismos que funcionan como trono, mientras el arca es su escabel (Mettinger: 23-24; Zobel 371). El simbolismo del arca como escabel encuentra justificación y evidencia material en algunos textos Bíblicos (1 Crón. 28:2; Salm. 99:5; 132:7). El sarcófago de Ahiram y la placa de marfil de Meggido ofrecen evidencia de estos escabeles para tronos en el Medio Oriente antiguo, ANP 158, 159, 161, 168).

De Vaux argumentaba que el arca funcionaba como caja-depósito para documentos legales, que era puesta a los pies de la deidad. De Vaux cita como evidencia el tratado entre Ramses II de Egipto y Hattusilis III de Hatti situado en contenedores que eran puestos a los pies de los dioses de cada país, sirviendo como escabeles (de Vaux).

C. Construcción de las Cajas-Depósito. En P, no obstante, el arca tiene un simbolismo y función diferente a la de un trono, o escabel, o caja deposito legal. Su simbolismo se refiere a la particular colocación del arca en P, como “arca del testimonio”, aron ha edu, y su construcción como parte del Tabernáculo.

Hurowitz demostró que la forma literaria de las narrativas sobre el tabernáculo en Exodo 25-31, 35-40 sigue las inscripciones en los edificios reales que se pueden encontrar en el Cercano Oriente, particularmente en Mesopotamia. Sobre la base de este análisis, argumentó que las narrativas sobre el tabernáculo se conforman a la forma que ofrecen los relatos sobre los edificios reales. Las inscripciones en los edificios reales eran puestas a menudo dentro del edificio cuya construcción describían.

La combinación del uso que hace P de la forma literaria de las inscripciones en los edificios reales, la colocación de la tablas en una caja que después era puesta en el tabernáculo, y la designación particular de P del arca como “arca del testimonio”, sugieren que el arca funcionaba para P como casa depósito. El “testimonio”, ha edut, contenido en el arca consistía de las instrucciones divinas para el tabernáculo, que la deidad dio a Moisés en el Monte Sinaí (Éxod. 25-31). Es por ello que P nunca utiliza testimonio, `edut para referirse a objetos tangibles, específicamente, las tablas de piedra (Seow 1992:392), pues el contenido de esas tablas no es la alianza, berit, sino más bien las instrucciones y mandamientos para construir el tabernáculo. En otras palabras, para P, “el arca del testimonio”, no simboliza un trono, escabel o caja de depósito legal, sino un edificio-depósito real, que contenía la inscripción del edificio real, situada dentro del edificio cuya descripción está inscrita en las tablas. Esta función sufre un giro único por parte de P: El edificio y el edificio-depósito que contenía ambos eran portables.











































RELIGIÓN EGIPCIA LA ENEADA 


Se denominaba Eneada(pesedjet), a un conjunto de dioses, generalmente nueve, que constituía el panteón de ciertas teologías egipcias. Ni todas las enéadas presentaban nueve dioses ni se referían a la ciudad de Heliópolis (On), ciudad sagrada del Antiguo Imperio que logró mantener su prestigio espiritual a lo largo de los siglos. La teología de Heliópolis se conserva en gran parte en los llamados Textos de las Pirámides y sus enseñanzas llegaron a provocar la reforma de Akenaton.


A pesar de que, con gran frecuencia, aparece encabezando la enéada heliopolitana el dios Atum, el creador solitario, conviene no perder de vista la oscura entidad de Nun, el abismo acuoso, que generalmente se consideraba el punto de partida o fuente primordial de todos los dioses. Los egipcios aceptaban, como algo indiscutido, que el caos primordial era el origen de todo, pero ello no significaba que fuese el dios más destacado. Era el fundamental, sencillamente. Con el paso del tiempo, los dioses primordiales o abismales fueron sucediéndose unos a otros en una zona extra cósmica, según se afirmaba en algunas teologías. Tenían nombres distintos aunque su función fuese parecida. Eran algo así como aspectos, modificaciones o manifestaciones del Caos. Frente a éste, los dioses creadores de las distintas teologías iban configurando toda cosa a partir del abismo primordial. De modo que puede hablarse de dioses del caos y dioses que, a partir del caos fundamental, configuran aspectos del cosmos. 


La más frecuente relación de los dioses heliopolitanos sería esta, dejando a un lado a Nun, el abismo originario. El padre solitario de toda cosa fue Atum, del que derivarían Shu, el aire-atmósfera, y Tefnut, la saliva-humedad. Los hijos de éstos fueron Geb, el dios de la tierra, y Nut, la diosa de los cielos. Estos cinco dioses formarían la esfera propiamente teogónica. El grupo compuesto por los hermanos esposos Osiris-Isis y Seth-Neftis constituirían propiamente la esfera cosmogónica especialmente relacionada con el mundo y los mortales, asó como con el negocio de la salvación éstos.


Como entidad diferenciada del conjunto, que no habría de tardar en identificarse con el dios primordial de Heliópolis, aparece Horus.


Los antiguos Egipcios representaban a Nun, el abismo originario, mediante los jeroglíficos del caldero y del mar. Conviene descubrir lo que realmente se esconde tras semejantes representaciones. En numerosas consejas populares, el caldero es recipiente donde brujas y magos proceden a sus conocimientos. Y estos podrán ser cosa de salvación o condenación, según fuere el agente que procede a las operaciones o los condimentos que se depositen en la olla. Ese caldero se valorará de muy distintas maneras según los casos. Puede tratarse del receptáculo de los sacrificios o bien corresponder al depósito de las herviduras que aseguran la inmortalidad y la regeneración. 


Ese caldero, que en tantos mitos y leyendas abres su boca, parece asociado con las experiencias de cocimiento y alimentación primordiales; con la rememoración, más o menos consciente, del acto originario de encender fuego y preparar comida. Ello pudo haber dejado una importante huella en ese hombre primitivo que aún llevamos dentro. 


Alrededor del caldero de la tribu, han aguardado impacientes los hambriento con devoto recogimiento a lo largo de oscuros siglos. En el caldero se producen caldos y sustancias de sorprendentes propiedades. Allí bullen carnes que asegurarán fuerza al músculo o hierbas que enaltecen el vigor de quienes las toman. Poro eso, simbólicamente, el caldero se relaciona con los recipientes de la abundancia. En el caldero se pueden preparar jugos de hierbas o medicinas mágica que ahuyentan a los demonios de la enfermedad.


Ciertamente, esas consejas populares, donde se presenta a las brujas preparando caldos con sapos y culebras, nos hacen recordar la imagen ancestral de Nun egipcio por cuyas aguas se deslizaban serpientes somnolientas e informes o bien monstruos que, según ciertas representaciones, calzaban sapos.


Algo de ese terror sagrado que inspiran las aguas caóticas del abismo se ha desplazado al caldero de la bruja, en el cual se preparan sustancias con las grasas de animales de repulsivo aspecto y primitiva configuración. En el caldero prototípico hierven caldos mágicos para llevar a cabo sorprendentes trabajos y extrañas obra. Por ejemplo, en las leyendas célticas se describen varios calderos. Sin duda, merece especial consideración el del buen dios Dagda que ofrece inimaginables harturas y que parece corresponder al cuerno de la abundancia. Ese caldero brinda los líquido de u conocimiento secreto y profundo.


Ahora bien, Dagda es un dios rojizo que todo lo sabe, lo cual no sólo corresponde a una identificación con el disco solar, sino la intuición superior y transformadora que los alquimistas expresaron mediante el signo del Sol.


Hay quien aprecia en el caldero de Dagda una misteriosa relación con las potencias de la tierra, esas que habitan en los mundos inferiores y hacen crecer las plantas que asegura la vida de los hombres y de los animales. Y puesto que por ahí podríamos hablar de los muertos, no estará de más referirnos a los calderos de resurrección que no faltan en las tradiciones célticas. En esos se depositan los difuntos para que puedan resurgir en el más allá, .


También se encuentran calderos de sacrificio. Estrabón refiere una sorprendente costumbre de los cimbrios que bien podría relacionarse con las prácticas celtas, unas mujeres de grises cabellos, blanco indumento y manto de lino, con cinto de bronce y espada en mano, recibían a los prisioneros de guerra junto a un enorme caldero y, tras coronarlos, los degollaban de modo que la sangre se vertiera en el interior del recipiente. Luego, observándola, adivinaban el porvenir. 


También habría que referirse al caldero de Gundestrup, en cuyas aguas el sacerdote hundirá las cabezas de los guerreros antes de que partan hacia el combate o la aventura. Meter cabeza en las aguas del conocimiento originario, como bautizo, corresponde, sin duda, a un rito de iniciación. 


Esas aproximaciones a diversos contenidos mítico-legendarios adquiere especial sentido cuando uno aprecia que delatan, en culturas de distintas áreas y tiempos diversos, unas funciones equivalentes. Los contenidos varían, las funciones significativas persisten.


Importa recordar que el nombre de Nun, en antiguo egipcio, asocia la olla con el signo del agua, lo cual corresponde a los mitos del acuoso abismo primordial del que todo surge y que aparece en las distintas teologías egipcias como origen de todas las cosas. En todos esos calderos, de modo más o menos patente, se oculta relación con las aguas primordiales. Por ejemplo, el caldero milagroso Murios de las tradiciones irlandesas. Ese nombre encierra en su raíz la palabra muir que significa mar; lo cual descubre una de esas sorprendentes correspondencias que responden a un parentesco reconocible entre contenidos míticos o legendarios de distintos pueblos, porque existen funciones primordiales que se manifiestan desde los más profundos estratos de la psique. 


Nun representa el abismo del que todo surge, la indeterminación inicial de toda obra. No sólo significa las potencias informes del más profundo inconsciente, sino el momento que señala un vacío que antecede todo proceso creativo. Constituye el símbolo del hueco fundamental del que surge la actividad creativa.


Los egipcios se referían al caos inicial como ausencia, como momento previo a las primeras manifestaciones de algo, y cuando las crecidas del Nilo llegaban a borrar los límites precisos –las divisiones- se veía en esa disolución, en esa confusión, algo así como una paradójica presencia de lo ausente, o sea, del caos indeterminado.


Ese principio de indeterminación que a veces se identifica, no sólo con las aguas del Nilo, sino incluso con alguna divinidad de la que se quiere resaltar el poder y antigüedad, es común a todas las teogonías egipcias. Más aún, aparece como una condición previa al desarrollo de cualquier mito relativo a los orígenes. Se trata de una imagen referida al momento de indeterminación inicial de cualquier proceso.


También los alquimistas veían el comienzo de la obra en la massa confusa o chaos inicial. El artista tendrá la función de convertir el caos de la materia prima, estado primitivo, en un cosmos de plenitud unificada y trascendente. Dom Perney se refiere al caos primordial así: “Quienes han ahondado en las ideas de los rabinos creen que existió, antes de la primera materia, un cierto principio más antiguo que ella al que impropiamente han denominado Hyle(materia). Era menos un cuerpo que una sombra inmensa; menos una cosa que una imagen muy oscura de algo que mejor fuera denominar fantasma tenebroso del ser, una especie de noche oscura y una retirada o retracción o centro de tinieblas; en fin, algo que solamente existía en potencia y de tal condición que solamente podría concebirla el espíritu humano como un sueño. Pero la imaginación solamente podría representársela como lo haría un recién nacido ciego considerando la luz del sol. Estos seguidores del rabinismo han estimado oportuno referirse a Dios sacando de este primer principio un abismo tenebroso, informe, como la materia próxima de los elementos de este mundo. Con todo, todo parece concertarse en admitir el agua como primera materia de todas las cosas…… (1).



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  1. Pernety, Dom Antoine-Joseph, “Les fables egytiennes et greques dévoilées & réduites au même principe… París, ,DCCLXXXVI.


 










LOS ELEMENTOS CONSTITUYENTES DE LA GNOSIS

Una peculiariedad de la tradición gnóstica es el hecho que frecuentemente toma sus datos de las tradiciones existentes más varias, se adhiere a estas, y al mismo tiempo las establece en un marco nuevo mediante el cual estos datos toman un nuevo carácter y significado completamente nuevo. Visto desde fuera, los documentos gnósticos son a menudo composiciones e incluso compilaciones de ideas mitológicas o religiosas de las más variadas regiones de la religión y la cultura: de los Griegos, Judíos, Irán, Cristianos (en el Maniqueísmo, India, y Extremo Oriente). En este sentido la Gnosis es un producto del sincretismo heleno, que es la mezcla de las tradiciones Griega y Oriental y subsecuentes ideas a la conquista de Alejandro Magno. Las exposiciones obtienen su hilo de continuidad o su consistencia mediante el “mito” gnóstico. Las partes individuales de este “mito” pueden ser llamadas los mitos gnósticos; estos nos confrontan cómo partes de uno u otro sistema gnóstico. Dado que están construidos partiendo de datos mitológicos más antiguos dan la impresión de artificialidad cuando son comparados con los mitos antiguos de los tiempos primordiales. No es que sean compilaciones “artificiales” sin importancia, sino ilustraciones de situaciones existenciales de la visión del mundo gnóstica. Dado que esta visión del mundo se une en gran medida a la imaginería religiosa más antigua, prospera como un parásito en el terreno de “la religión de acogida”, puede también ser descrita como parásita. Estrictamente hablando el Gnosticismo no tiene tradición propia sino sólo una copiada. Su mitología es una tradición conscientemente creada partiendo de datos ajenos, de los que se ha apropiado para alcanzar su propia concepción básica. Esto es para el Gnosticismo una confirmación de su verdad, que a menudo se remonta a una revelación primordial, i.e. deriva de tiempos primitivos; el conocimiento de esta estuvo extinguido temporalmente o escondido.

Los rasgos básicos esenciales de la Gnosis pueden ser extraídos fácilmente de las tradiciones gnósticas, incluso si pertenecen a las enseñanzas de escuelas diferentes. Antes que nada está la idea de la “gnosis” misma, palabra que derivadle Griego y significa “conocimiento” o “comprensión” y que vino a ser una especie de eslogan de este movimiento religioso. El Nuevo Testamento ya advierte contra las enseñanzas de la que ellos llamaban “falsa gnosis”; Los Padres de la Iglesia, sobretodo Ireneo, usaron la expresión como una caracterización apropiada opuesta a la “verdadera gnosis”. Los gnósticos no perseguían ningún conocimiento filosófico ideal ni ningún conocimiento de tipo intelectual o teórico, sino un conocimiento que tenía al mismo tiempo un efecto liberador y redentor. El contenido de este conocimiento o comprensión es primariamente religioso, en lo que gira en torno al ser humano, el mundo y Dios, y también porque se basa no sobre la propia investigación sino en la mediación celestial. Es un conocimiento dado mediante la revelación solamente otorgada a los elegidos capaces de recibirla, por lo que tiene un carácter esotérico. Este conocimiento otorgado libremente podía comprender desde una comprensión básica de la divina naturaleza del hombre, su origen y su destino, hasta un sistema completo. Todas las enseñanzas Gnósticas forman, en cierta medida, parte del conocimiento redentor que reúne juntos al objeto del conocimiento (la naturaleza divina), los medios del conocimiento (la gnosis redentora) y el conocimiento mismo. El conocimiento intelectual de la enseñanza que es ofrecida como sabiduría revelada tiene aquí un significado religioso directo dado que es al mismo tiempo entendido como de otro mundo y es la base del proceso de redención. Un hombre que tiene la “gnosis” es por esta razón un hombre redimido: “Cualquiera que tenga “gnosis”, dice el Evangelio de la Verdad, “es un ser que viene de arriba… Cumple la voluntad de aquél que le ha llamado… Es como alguien que estaba borracho y de pronto se encuentra sobrio. El hombre ignorante, al contrario, es aquel que es presa del olvido y la aniquilación; no tiene fundamento firme. En el Evangelio de Felipe se dice que “Aquél que tiene el conocimiento (gnosis) de la verdad es libre. La ignorancia es esclavitud”. Pero no solo la ignorancia está en contrsate con el conocimiento del gnóstico, también la fe, dado que no sabe nada referente a sí mismo y permanece atado a lo que aparece en primer plano. Es justamente esta oposición entre “fe” y “conocimiento” uno de los temas centrales de los debates de la Iglesia con la herejía gnóstica. No se trataba solamente de una cuestión de los derechos y afirmaciones de la fe como únicos medios válidos de salvación, sino también del problema de la doble verdad que vino a ser tema de discusión con la entrada de la gnosis esotérica en la Iglesia temprana.


IDEAS BÁSICAS DE LA GNOSIS
Algunos elementos específicos de la Gnosis son un cierto número de ideas que repetidamente aparecen en la mayoría de las tradiciones formando su marco básico. Es en este sentido que entendemos la cuestión de la “estructura” o “naturaleza”. Es una cuestión de la “articulación” de la Gnosis. Se han sugerido, en lo que respecta a la terminología, las siguientes “características” consideradas como ideas centrales -mito central- del Gnosticismo: “la idea de la presencia en el hombre de una “chispa” divina…., que procede del mundo divino y ha caído en este mundo de destino, nacimiento y muerte y que ha de ser despertada mediante su propia contraparte divina en orden a ser finalmente restaurada. Esta idea está ontológicamente basada en la concepción de un desarrollo hacia abajo de lo divino cuya periferia (a menudo llamada Sophia o Ennoia) ha caído fatalmente víctima de una crisis y ha debido, por lo tanto, -aunque sea indirectamente- producir este mundo, en el cual no puede ser imparcial por cuanto ha de recuperar de nuevo la “chispa” divina (a menudo designada como pneuma, “espíritu”).


DUALISMO
En la base de la Gnosis hay una visión dualista del mundo que determina todas sus afirmaciones a nivel cosmológico y antropológico. Este dualismo está interrelacionado con una idea monista expresada en el desarrollo hacia arriba y hacia abajo de la chispa divina y es la base para la identificación del ser humano y la deidad (manifestada en la idea del Dios “hombre”). Inserto en este “dualismo con fondo monista” está la doctrina de Dios en la Gnosis, determinada sobre todo por la idea del “Dios desconocido” más allá de todo lo que es visible o sensible, e incorpora una “plenitud” (Pleroma) de ángeles y otros seres celestiales, sean estos ideas personificadas (abstracciones) o hipóstasis. Un papel prominente tiene la creación del mundo (cosmogonía), que trata de ofrecer una explicación de la presente condición del ser humano, alejado de Dios. El lado de esta visión dualista del mundo que se opone al polo divino -a menudo descrito como “luz”- es la “oscuridad”, descrita de manera variada aunque principalmente en términos físicos como materia y cuerpo (cadáver), o psicológicamente como ignorancia u olvido. En la Gnosis el ámbito de este polo anti-divino es muy amplio: alcanza hasta el cielo visible e incluye este mundo y los gobernantes que lo mantienen esclavizado, en particular el creador del mundo con sus tropas auxiliares, los planetas y los signos del zodiaco. La visión del mundo de la antigüedad tardía, con su idea del “poder del destino” (Griego heimarmene) que domina a los dioses, el mundo y a los seres humanos, es aquí marcado con un signo negativo. Se convierte en una cárcel de la que no hay escape, al menos que el acto de liberación del Dios trascendente y sus ayudantes abra un camino mediante el cual el ser humano (estrictamente solo una pequeña parte del hombre, concretamente la chispa divina) pueda escapar. Aquí la doctrina gnóstica de la redención (soteriología) tiene sus raíces. El ámbito de la redención es descrito de muchas maneras y es representado de maneras diferentes. Aquí se da no solo la idea del viaje celestial del alma, sino también la doctrina del redentor en la Gnosis, aún hoy fuertemente debatida entre los estudiosos.


DUALISMOS
La historia de las religiones conoce varias ideas sobre la actividad de más o menos dos deidades o principios independientes responsables de las diferentes situaciones en el mundo. Uno de los más conocidos es el dualismo Zoroastriano Iraní, que establece un dios bueno y otro malo en el comienzo de la historia del mundo y ve la historia como dominada por el conflicto entre los dos, hasta que el dios bueno, con la ayuda de sus seguidores en el fin de los tiempos, obtiene la victoria. Este dualismo está éticamente orientado, dado que establece importancia decisiva sobre la actitud y concepción moral, y los opuestos “bien” y “mal” no coinciden con lo “espiritual” y lo “corporal” o “material”. Este dualismo tuvo gran influencia sobre el desarrollo de la Gnosis. Pero fue diferente con el más fuerte, filosóficamente hablando, dualismo de Platón, de gran importancia en el pensamiento Griego y para toda la antigüedad. Este conoce dos niveles de existencia: las ideas espirituales eternas y sus contrapartes materiales transitorias (espaciales), que forman el cosmos. Estas últimas significan de hecho una pérdida de ser, aunque pertenecen a la parte buena de la creación (para la parte mala Platón desarrolló un “alma del mundo mala a la que hizo responsable”). Este dualismo “ontológico” o “metafísico” es igualmente una presuposición de lo gnóstico. También habría que mencionar al dualismo Hindú entre Ser y Apariencia o Devenir lo cual ha sido frecuentemente aducido como paralelo a la Gnosis, pero debido a su diferente orientación no entra en esta categoría (tiene puntos en común más bien con lo Platónico).


DUALISMO GNÓSTICO
El dualismo Gnóstico se distingue de otros dualismos en un punto esencial, que es “anti-cósmico”; o sea, su concepción incluye una evaluación negativa inequívoca del mundo visible junto con su creador; un reino de mal y oscuridad. La identificación del “mal” y la “materia”, que no se encuentra en el dualismos Zoroastriano, sí que se da en la Gnosis como concepción fundamental. En el pensamiento Griego también -a parte de de algunas enseñanzas Órficas de fecha incierta- no se da semejante desarrollo anticósmico del dualismo entre espíritu y cuerpo. La concepción Griega es pro-cósmica, Plotino (siglo III a.C.) líder del movimiento Neo-platónico defendió esta posición contra la depreciación Gnóstica del cosmos (Enéada III, 2,3). Es cierto que hay algunos elementos comunes entre los gnósticos y los platónicos en algunos de los textos de Nag Hammadi, sea en su cosmología o en su psicología, pero la gran diferencia que existe entre ambos es evidente. El punto positivo del dualismo gnóstico, al que Plotino se refiere, es un mundo superior, que repintado de manera variada, culmina en la asunción de un Dios desconocido, que habita más allá de la creación visible que es el verdadero señor del universo. El mundo no es su obra, sino la de un ser subordinado. Aunque este -Dios desconocido- ejerce influencia de manera variada para el bienestar de los seres humanos. Se trata de “providencia” (pronoia) lo que aquí se expresa. Esta concepción de dios en la Gnosis está en contraste con todos los dioses del mundo conocidos, los cuales en sus limitaciones -hay incluso referencia a su locura- no conocen al verdadero Dios y actúan como si no existiera. 

Uno de los gnósticos más dotados, Basilides (siglo II d.C.), dice, según Hipólito, que hay un “dios no-existente” primordial. La escuela del posterior contemporáneo Valentín afirmaba “que hay en las alturas invisibles e inefables un eón perfecto pre-existente (un ser sobrenatural), que ellos llaman también Pre-comienzo, Antepasado y Fundamento Primordial(Bythos), que es inconcebible e invisible, eterno y no-creado (no-engendrado) que existe en gran paz y quietud en espacios infinitos (eones)”. Similares ideas acerca de la imposibilidad de conocer a Dios eran mantenidas por los primeros gnósticos como Simón y Menandro. Marción también (primera mitad del siglo II d.C) está en esta tradición teológica de la Gnosis. Según Harnack, Marción, basó su “Evangelio del dios alienígena” en una clara división de creador (malo) y redentor (bueno). Fue uno de los más originales pensadores del Cristianismo temprano. Particularmente un testimonio impresionante lo ofrecen los nuevos textos Coptos de más variados matices. 

El evangelio de Felipe desarrolla una fundamental transmutación y revaluación de los “nombres”, o sea, las designaciones, habitualmente dadas a las cosas terrenales y celestiales, basándose en el reconocimiento que, frente al verdadero mundo de arriba, todo lenguaje terreno es inadecuado, sobretodo si es un lenguaje establecido por la tradición. “Los nombres otorgados a las cosas terrenales son ocasión de gran error, pues apartan el corazón (el corazón de los seres humanos) de las cosas que están establecidas a las que no están establecidas. Aquél que oye “Dios” no percibe lo que está firmemente establecido, sino que percibe lo que no está firmemente establecido”. Lo mismo ocurre con los nombres “Padre”, “Hijo”, “Espíritu Santo”, “vida”, “luz”, “resurrección” e “iglesia”, que no tienen sentido alguno ante la eternidad, el eón. Los nombres de este mundo pertenecen al error, han sido introducidos por los arcones (los gobernantes malos del mundo) para llevar el error a los hombres. 

El dualismo domina completamente la cosmología gnóstica, particularmente en relación a la creación y sus autores. La forma que toma en los sistemas individuales es muy variada, y algunas veces contradictoria. Se puede ver esto sobretodo en la concepción del lugar del mal y la materia en la formación del mundo. Mientras que una rama de la Gnosis -especialmente en el Mandeísmo y en el Maniqueísmo- hay dos principios básicos que existen desde el comienzo, mitológicamente descritos como reino de luz y reino de la tiniebla, que entran en contacto mutuo casi por accidente y ponen en movimiento la funesta historia del mundo, en otros sistemas un gradual declive que parte de la deidad más alta (el “Dios desconocido”) es la causa del origen del mal y los poderes oscuros. Hans Jonas ha descrito el primer tipo como “Iranio”, dado que está formalmente muy cerca del dualismo Iranio-Zoroastriano. Bien representado por las dos religiones gnósticas mencionadas (el Himno de la Perla y las Odas de Salomnón también pertenecen a esta corriente). La otra forma que Jonas llama el “tipo Sirio-Egipcio”, debido a su distribución geográfica. La mayoría de los textos, incluyendo los de Nag Hammadi, pertenecen a este tipo. Su característica común es la idea de un movimiento descendente, el comienzo del cual está localizado de manera distinta en la divinidad misma como proceso interno de auto-reproducción, el cual lleva al final a una infracción en el reino de la luz, como resultado de la cual el mundo terrenal y los poderes que lo mantienen sujeto vienen a la existencia. El Mal aquí no es un principio pre-existente, sino (según Jonas) un “nivel oscurecido del ser”, un “elemento de la divinidad degradado”. 

La característica de este nivel, que representa el principio involucrado en la creación del mundo, es marcado como “ignorancia”, en tanto que particularidad como “presunción”, y de aquí su posición de oposición a Dios, visto desde el punto de vista del “conocimiento”, está claro. Los detalles de este proceso habrá que verlos en otro momento. Hay que aclarar que el dualismo de estos sistemas ha de ser visto antes que nada en una distinción entre Dios y el Creador o entre Dios y el mundo, no entre Dios y el diablo (el cual también puede ser añadido al esquema). Que la idea anti-cósmica está detrás de todo esto no necesita mayor demostración pues aparece no solo en la antropología dualista sino también en el nivel práctico de renuncia al mundo. El mundo es el producto de una tragedia divina, una desarmonía en el ámbito de Dios, un siniestro destino en el cual el ser humano está enredado y del cual ha de liberarse.
Una idea no obstante permanece peculiar a este tipo, el cual dado su principio básico de “emanación” puede ser llamado el “emanacionista”, o sea que considera a una materia primordial, normalmente descrita en términos figurativos y bíblicos como caos. También hay intentos de derivar esto de poderes más altos, por ejemplo otorgando una realidad independiente a procesos psicológicos (pasiones), aunque estos también prevén una última antítesis inferior a la existencia espiritual absoluta del Dios supremo. En la Gnosis, como en el Platonismo tardío, la auto-alienación de esta última da lugar eventualmente al ámbito de lo transitorio y de lo material. Pero este no es un proceso pre-determinado por “providencia” (pronoia), como Plotino, por ejemplo, lo entendió, es algo que se efectúa a través de una crisis que tiene sus consecuencias negativas para el mundo y para el hombre.


ANTROPOLOGÍA
La antropología también está completamente dominada por el dualismo en la Gnosis. Aquí también hay una marcada línea de distinción que separa lo corporal y lo psíquico de la parte espiritual del ser humano. Esto último es incluso reducido al “yo no mundano”, el constituyente divino original o “chispa” en el ser humano que puede ser activada solamente mediante el “conocimiento” (gnosis), que es la promesa de la redención. Así como el mundo de arriba está caracterizado por un aspecto estrictamente no mundano, y de hecho hostil a este mundo, también lo es el remanente de este más allá divino y espiritual que permanece en el hombre. Lo mismo con el paralelismo entre el cuerpo y el mundo: aquí también el macrocosmos corresponde al microcosmos y viceversa. A veces es difícil -como ocurre en los textos Mandeos- distinguir entre declaraciones individuales y generales sobre la existencia material y corporal: el cuerpo se describe como un mundo (y por lo tanto negativamente) y lo contrario. El destino del mundo puede ser demostrado en la figura de Adán, pero también en la redención. Aquí también se puede ver la estructura fundamentalmente dualista del pensamiento gnóstico.


COSMOLOGÍA Y COSMOGONÍA
Respecto a la estructura externa del mundo la visión gnóstica no es muy distinta de la de la antigüedad tardía. La Gnosis presupone el antiguo sistema cósmico, pero lo interpreta de manera completamente distinta e introduce algunos detalles nuevos. La tierra, situada según el sistema geocéntrico en el centro del cosmos, está rodeada por el aire y las ocho esferas celestiales (hay según Ptolomeo dos otras para proporcionar el curso preciso de los cuerpos celestes, pero no juegan ningún papel en la Gnosis). Las ocho esferas consisten en las de los siete planetas (a la que pertenecen el sol y la luna junto a Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno) y las estrellas fijas que las cierran. Más allá de estas está el ámbito del “Dios desconocido”, el Pleroma (la plenitud), con sus propios mundos graduados(eones). Si para la antigüedad tardía el mundo de las esferas planetarias es el reino del “destino” (heimarmene), que controla frecuentemente los eventos terrenales mediante su influencia, este es aún más el caso en la Gnosis. Para esta el reino de los “siete”(hebdomas)es un poder inhumano y anti-divino que, reflejando las circunstancias terrenales, es concebido como tiranía. De manera mitológica está habitada por “demonios”, dioses o espíritus, a menudo llamados “gobernantes” o “comandantes” (“arcontes”); estos a veces forman reinos enteros con un “arconte” a la cabeza. El “arconte jefe” y verdadero gobernante del mundo está entronizado sea en el séptimo cielo o por encima de este en el “octavo” (ogdoas), y es idéntico al creador del mundo (demiurgos). La esfera del “octavo” es evaluada de varias maneras: sea es aún una parte de los poderes que gobiernan el mundo y luego la sede del Demiurgo, ocasionalmente también el reino de los doce signos del zodiaco (dodeka), que pertenece a la misma categoría que los tiránicos planetas, o bien esta esfera es un reino intermediario que provee una transición hacia un reino real de luz (en esta capacidad también puede ser el lugar donde reside el creador del mundo; algunos sistemas ven en el “octavo” el comienzo de la “libertad” de las esferas más bajas).

Todo el sistema del mundo, el cosmos, es así para el gnóstico un sistema de restricción que se puede describir como “tinieblas”, “muerte”, “engaño”, “malicia”. “Ese cosmos es plenitud del mal”. Su origen se remonta hacia atrás a los poderes bajos, hostiles a Dios, que sobretodo presionan al hombre, que se encuentra habitando este “lugar” sin tener al principio ni medios ni maneras de escapar de este. Solo con la ayuda de su comprensión de la situación, que se le imparte de diversas formas, pero sobre todo en lo que respecta al origen del sistema mundial (cosmogonía) y la parte del reino supremo de Dios en él, tiene alguna posibilidad de superar la oposición y de escapar. El tema central es que el ser humano está subordinado a la esfera terrenal y a sus poderes solo en parte, o sea, en su existencia física; por otro lado, en otra parte, ciertamente pequeña, pertenece al reino espiritual supramundano. Esta parte del hombre, a menudo descrita como “verdadero” o “hombre interior”, “espíritu” (peneuma), “alma” o “razón” (nous) se encuentra, frente al cuerpo que lo encierra, en la misma situación que todo el hombre frente al cosmos. Aquí están las raíces de la comparación, a menudo utilizada en la Gnosis, de microcosmos y macrocosmos. 
 
Fundamentalmente, el mito gnóstico es una unidad de cosmogonía, antropogonía y soteriología, que de hecho se presenta de diversas maneras y, a menudo, sólo se insinúa, pero que forma en sí mismo un sistema estrechamente entrelazado para la apropiación por parte del gnóstico, que por lo tanto tiene la seguridad de su liberación del mundo. Da la respuesta redentora a las preguntas que conmueven a la humanidad.