lunes, 24 de septiembre de 2018

RELIGIÓN EGIPCIA, LA ENEADA 

Se denominaba Eneada(pesedjet), a un conjunto de dioses, generalmente nueve, que constituía el panteón de ciertas teologías egipcias. Ni todas las enéadas presentaban nueve dioses ni se referían a la ciudad de Heliópolis (On), ciudad sagrada del Antiguo Imperio que logró mantener su prestigio espiritual a lo largo de los siglos. La teología de Heliópolis se conserva en gran parte en los llamados Textos de las Pirámides y sus enseñanzas llegaron a provocar la reformade Akenaton.

A pesar de que, con gran frecuencia, aparece encabezando la enéada heliopolitanael dios Atum, el creador solitario, conviene no perder de vista la oscura entidad de Nun, el abismo acuoso, que generalmente se consideraba el punto de partida o fuente primordial de todos los dioses. Los egipcios aceptaban, como algo indiscutido, que el caos primordial era el origen de todo, pero ello no significaba que fuese el dios más destacado. Era el fundamental, sencillamente. Con el paso del tiempo, los dioses primordiales o abismales fueron sucediéndose unos a otros en una zona extracósmica, según se afirmaba en algunas teologías. Tenían nombres distintos aunque su función fuese parecida. Eran algo así como aspectos, modificaciones o manifestaciones del Caos. Frente a éste, los dioses creadores de las distintas teologías iban configurando toda cosa a partir del abismo primordial. De modo que puede hablarse de dioses del caos y dioses que, a partir del caos fundamental, configuran aspectos del cosmos. 

La más frecuente relación de los dioses heliopolitanos sería esta, dejando a un lado a Nun, el abismo originario. El padre solitario de toda cosa fue Atum, del que derivarían Shu, el aire-atmósfera, y Tefnut, la saliva-humedad. Los hijos de éstos fueron Geb, el dios de la tierra, y Nut, la diosa de los cielos. Estos cinco dioses formarían la esfera propiamente teogónica. El grupo compuesto por los hermanos esposos Osiris-Isis y Seth-Neftis constituirían propiamente la esfera cosmogónica especialmente relacionada con el mundoy los mortales, asó como con el negocio de la salvación éstos.

Como entidad diferenciada del conjunto, que no habría de tardar en identificarse con el dios primordial de Heliópolis, aparece Horus.

Los antiguos Egipcios representaban a Nun, el abismo originario, mediante los jeroglíficos del caldero y del mar. Conviene descubrir lo que realmente se esconde tras semejantes representaciones. En numerosas consejas populares, el caldero es recipiente donde brujas y magos proceden a sus conocimientos. Y estos podrán ser cosa de salvación o condenación, según fuere el agente que procede a las operciones o los condimentos que se depositen en la olla. Ese caldero se valorará de muy distintas maneras según los casos. Puede tratarse del receptáculo de los sacrificios o bien corresponder al depósito de las herviduras que aseguran la inmortalidad y la regeneración.

Ese caldero, que en tantos mitos y leyendas abres su boca, parece asociado con las experiencias de cocimiento y alimentación primordiales; con la rememoración, más o menos consciente, del acto originario de encender fuego y preparar comida. Ello pudo haber dejado una importante huella en ese hombre primitivo que aún llevamos dentro.

Alrededor del caldero de la tribu, han aguardado impacientes los hambriento con devoto recogimiento a lo largo de oscuros siglos. En el caldero se producen caldos y sustancias de sorprendentes propiedades. Allí bullen carnes que asegurarán fuerza al músculo o hierbas que enaltecen el vigor de quienes las toman. Poro eso, simbólicamente, el caldero se relaciona con los recipientes de la abundancia. En el caldero se pueden preparar jugos de hierbas o medicinas mágica que ahuyentan a los demonios de la enfermedad.

Ciertamente, esas consejas populares, donde se presenta a las brujas preparando caldos con sapos y culebras, nos hacen recordar la imagen ancestral de Nun egipcio por cuyas aguas se deslizaban serpientes somnolientas e informes o bien monstruos que, según ciertas representaciones, calzaban sapos.

Algo de ese terror sagrado que inspiran las aguas caóticas del abismo se ha desplazado al caldero de la bruja, en el cual se preparan sustancias con las grasas de animales de repulsivo aspecto y primitiva configuración. En el caldero prototípico hierven caldos mágicos para llevar a cabo sorprendentes trabajos y extrañas obra. Por ejemplo, en las leyendas célticas se describen varios calderos. Sin duda, merece especial consideración el del buen dios Dagda que ofrece inimaginables harturas y que parece corresponder al cuerno de la abundancia. Ese caldero brinda los líquido de u conocimiento secreto y profundo.

Ahora bien, Dagda es un dios rojizo que todo lo sabe, lo cual no sólo corresponde a una identificación con el disco solar, sino la intuición superior y transformadora que los alquimistas expresaron mediante el signo del Sol.

Hay quien aprecia en el caldero de Dagda una misteriosa relación con las potencias de la tierra, esas que habitan en los mundos inferiores y hacen crecer las plantas que asegura la vida de los hombres y de los animales. Y puesto que por ahí podríamos hablar de los muertos, no estará de más referirnos a los calderos de resurrección que no faltan en las tradiciones célticas. En esos se depositan los difuntos para que puedan resurgir en el más allá, .

También se encuentran calderos de sacrificio. Estrabón refiere una sorprendente costumbre de los cimbrios que bien podría relacionarse con las prácticas celtas, unas mujeres de grises cabellos, blanco indumento y manto de lino, con cinto de bronce y espada en mano, recibían a los prisioneros de guerra junto a un enorme caldero y, tras coronarlos, los degollaban de modo que la sangre se vertiera en el interior del recipiente. Luego, observándola, adivinaban el porvenir. 

También habría que referirse al caldero de Gundestrup, en cuyas aguas el sacerdote hundirá las cabezas de los guerreros antes de que partan hacia el combate o la aventura. Meter cabeza en las aguas del conocimiento originario, como bautizo, corresponde, sin duda, a un rito de iniciación. 

Esas aproximaciones a diversos contenidos mítico-legendarios adquiere especial sentido cuando uno aprecia que delatan, en culturas de distintas áreas y tiempos diversos, unas funciones equivalentes. Los contenidos varían, las funciones significativas persisten.

Importa recordar que el nombre de Nun, en antiguo egipcio, asocia la olla con el signo del agua, lo cual corresponde a los mitos del acuoso abismo primordial del que todo surge y que aparece en las distintas teologías egipcias como origen de todas las cosas. En todos esos calderos, de modo más o menos patente, se oculta relación con las aguas primordiales. Por ejemplo, el caldero milagroso Murios de las tradiciones irlandesas. Ese nombre encierra en su raíz la palabra muir que significa mar; lo cual descubre una de esas sorprendentes correspondencias que responden a un parentesco reconocible entre contenidos míticos o legendarios de distintos pueblos, porque existen funciones primordiales que se manifiestan desde los más profundos estratos de la psique. 

Nun representa el abismo del que todo surge, la indeterminación inicial de toda obra. No sólo significa las potencias informes del más profundo inconsciente, sino el momento que señala un vacío que antecede todo proceso creativo. Constituye el símbolo del hueco fundamental del que surge la actividad creativa.

Los egipcios se referían al caos inicial como ausencia, como momento previo a las primeras manifestaciones de algo, y cuando las crecidas del Nilo llegaban a borrar los límites precisos –las divisiones- se veía en esa disolución, en esa confusión, algo así como una paradójica presencia de lo ausente, o sea, del caos indeterminado.

Ese principio de indeterminación que a veces se identifica, no sólo con las aguas del Nilo, sino incluso con alguna divinidad de la que se quiere resaltar el poder y antigüedad, es común a todas las teogonías egipcias. Más aún, aparece como una condición previa al desarrollo de cualquier mito relativo a los orígenes. Se trata de una imagen referida al momento de indeterminación inicial de cualquier proceso.

También los alquimistas veían el comienzo de la obra en la massa confusa chaosinicial. El artista tendrá la función de convertir el caos de la materia prima, estado primitivo, en un cosmos de plenitud unificada y trascendente. Dom Perney se refiere al caos primordial así: “Quienes han ahondado en las ideas de los rabinos creen que existió, antes de la primera materia, un cierto principio más antiguo que ella al que impropiamente han denominado Hyle(materia). Era menos un cuerpo que una sombra inmensa; menos una cosa que una imagen muy oscura de algo que mejor fuera denominar fantasma tenebroso del ser, una especie de noche oscura y una retirada o retracción o centro de tinieblas; en fin, algo que solamente existía en potencia y de tal condición que solamente podría concebirla el espíritu humano como un sueño. Pero la imaginación solamente podría representársela como lo haría un recién nacido ciego considerando la luz del sol. Estos seguidores del rabinismo han estimado oportuno referirse a Dios sacando de este primer principio un abismo tenebroso, informe, como la materia próxima de los elementos de este mundo. Con todo, todo parece concertarse en admitir el agua como primera materia de todas las cosas…… (1).


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1.     Pernety, Dom Antoine-Joseph, “Les fables egytiennes et greques dévoilées & réduites au même principe… París, ,DCCLXXXVI.





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