viernes, 28 de julio de 2023

JUAN EL BAUTISTA EN Q

 JUAN EL BAUTISTA EN Q

Hasta que punto la llamada tradición "Q" de la que tomaron datos Mateo y Lucas refleja una interpretación desarrollada del papel de Juan en la historia de la redención? Aparentemente Q contendría una colección de dichos relacionados con la relación entre Jesús y el Bautista (Mat. 11:2-11, 16-19; Lucas 7:18-19, 22-8, 31-5), así como un bloque de enseñanzas de Juan (Mat. 3:7-10, 11-12; Lucas 3:7-9, 16-17). Otros materiales de la doble tradición como Mateo 11:12-13/Lucas 16:16 y Mateo 21:32/Lucas 7:29, una perspectiva teológica consistente surge. Muchas de estas tradiciones tienen mucho valor como palabras del propio Jesús. Pero su efecto es poner en un relieve amplio el significado de Juan respecto a la crisis escatológica creada por la presencia de Jesús.
En primer lugar , la colección Q presenta dichos que ayudan a crear esta crisis al poner sobre los hombres la demanda absoluta de Dios en la hora última. Y es en la predicación de Juan en Q que esta demanda se hace oír por primera vez (Mat. 3:7-12). La urgencia de esta crisis es tan extrema que incluso Juan es juzgado deficiente por ella (Mat. 11:2-6)--(11:11). No obstante la proclamación de Juan participa de la actividad de Dios; desde la perspectiva de Q, Juan está haciendo lo que Dios desea, de tal manera que un rechazo de Juan equivale a un rechazo de Jesús y del mismo Dios (Mat. 21:32/Luc. 7:29).
En segundo lugar, Q conserva dichos que ilustran el papel de Juan en esta crisis. Es más que un profeta: es el mensajero de Dios que anuncia la inminente llegada del Mesías (Mat. 3:11-12; 11:9-10). Incluso cuando la forma que tenían Juan de servir a Dios era en muchos aspectos opuesta a la de Jesús, Juan estaba dentro de la providencia de Dios; cada uno cumplía su propio papel en el propósito redentor de Dios (Mat. 11:16-19). Así, se puede ver en la doble tradición un esquematismo escatológico en el cual Juan inicia la crisis mesiánica como predicador del juicio y del arrepentimiento (Mat. 11:16-19). No hay periodo de preparación, la predicación del arrepentimiento forma ya parte del reino de Dios y revela su nueva calidad de amplitud universal, en lo que está dirigido a los recolectores de impuestos y prostitutas (Mat. 21:32). Es con Juan, según Q, que el radicalismo decisivo en la predicación del reino comienza, dado que abre el Reino a los espiritualmente desheredados.
La alarma causada por el ministerio de Juan a los "pobres" a los "sin ley" queda reflejada en Mat. 11:12 y Luc. 16:!6
Mat. 11:12 "Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos se hacen con él. Pures todos los profetas, lo mismo que la Ley, profetizaron hasta Juan"
Luc. 16:16 "La Ley y los profetas llegan hasta Juan; a partir de ahí comienza a anunciarse la Buena Nueva del Reino de Dios, y todos emplean la violencia frente a él".
La forma de la cita de Mateo está en el contexto de un grupo de dichos sobre Juan el Bautista, el de Lucas en una discusión sobre la Ley. Ninguno de los dos contexto parece ser el original. La forma del dicho de Mateo es la más difícil y es probablemente más antigua. La historia del dicho muestra que estamos tratando con un tradición muy primitiva, ya ininteligible en tiempos de los Evangelistas. Mat. 11:12 seguramente denota un acto de violencia en sentido negativo. Kümmel sugiere la traducción: "desde la aparición del Bautista hasta el momento presente el Reino de Dios está siendo asaltado violentamente y los hombres violentos quieren robarlo". Esta parece ser la lectura correcta. Pero qué significa?
F. W. Danker, entiende el pasaje como un "logion de oposición"; o sea, una queja de los Fariseos contra los eventos iniciados por Juan, que Jesús después invierte como un testimonio del éxito de Juan. Los Fariseos están indignados: "El reino de la Ley y del orden ha llegado a su fin". Esto viene ocurriendo desde que llegó Juan. El Reino de Dios ha sido públicamente proclamado y popularizado, con el resultado que no solo los justos, sino cada uno, incluido los publicanos y pecadores, fuerzan su entrada. Esta es la objección básica de los Fariseos. Jesús añade: "Así pues, es verdad que desde Juan el Bautista el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos (los pecadores Publicanos) lo toman por la fuerza.
Lo que es remarcable de esta cita, por encima de cualquier interpretación, es lo que nos dice acerca de Juan el Bautista. El escenario es de conflicto entre Jesús y los Fariseos, pero el origen del conflicto no es Jesús sino Juan. Es la antigua cuestión de la autoridad de Juan (Marc. 11:28-33). En la versión de Lucas se revela su comprensión de la ley y los profetas como perteneciente a una fase distinta en la historia de la redención (ver Hans Conzelmann, The Theology of St Luke (1960). Mateo mantiene su característico énfasis en las Escrituras como proféticas: "Todos los profetas y la Ley profetizaron hasta Juan. Detrás de ambas versiones está la noción de que Juan ha sido de alguna manera instrumento de Dios al inaugurar el reino de Dios, y esto en virtud de su indiscriminada oferta del bautismo a todos los que se arrepientan, incluidos recolectores de impuestos y prostitutas. Es poco probable que la Iglesia, comprometida como estaba en afirmar la superioridad de Jesús sobre Juan, hubiera creado un pasaje que acreditara a Juan con el acto decisivo del cambio de eones, o que retratara a Jesús como mero sucesor. Aparentemente podemos trazar esta concepción del papel escatológico de Juan en la predicación del Reino de hasta Jesús y mediante las quejas de los Fariseos mismos.
La interpretación de Mat. 11:12/Luc. 16:16 encuentra confirmación el material Q de Mat. 11: 16-19/Luc. 7:31-5. 
Porque vino Juan, que ni comía ni bebía y dicen: Está endemoniado". Viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores" (Mat. 11:18-19).
"Esta generación" es descrita como hijos malévolos que ven a Juan el Bautista como un fanático asceta y a Jesús como un libertino. Jesús no les corrige el juicio, lo afirma. Pero implica un juicio de ellos por haber visto y no percibido. Qué es lo que no han percibido? Que el discurso de arrepentimiento de Juan es la última señal de Dios antes del juicio, y que el libertinaje de Jesús es la señal de que el reino mesiánico ya ha comenzado. El significado de la parábola es la afirmación que con Juan y Jesús, cada uno a su manera, el reino de Dios se ha hecho realidad entre los hombres. Los pobres y los pecadores reconocen esto demostrando que son "hijos de la sabiduría" (Luc. 7:35); Los Fariseos y los escribas rechazaron a Juan y a Jesús demostrando estar ciegos ante las señales escatológicas ante sus ojos. El hecho que Jesús conciba su obra junto a la de Juan a pesar de sus diferencias indica que tiene en mente un papel definido para Juan. Es "más que un profeta": es el heraldo del Reino de Dios (Mat. 11:9). Incluso el negativismo de Juan participa de las buenas nuevas, porque con Juan las puertas del reino están abiertas de par en par para todos los que se sometan al juicio de Dios y entren. 

ALGUNAS LIMITACIONES EN LA ESTIMA DE JUAN
Junto a estos asesoramientos de Juan hay dos pasajes en Q que ponen una limitación a la estima a ser otorgada a Juan. La autenticidad de ambos pasajes se ha puesto en duda. El primero es Mat. 11:2-6/Luc. 7:18-23, el relato de la delegación de Juan Bautista a Jesús. Según Kraeling argumenta que de cara a la pregunta realizada por Juan hay una imposibilidad, porque "El que ha de venir trascendente" que esperaba destruyera a los malos con un fuego inextinguible difícilmente era evocado por la figura de Jesús. Kraeling busca un contexto en la vida de la Iglesia que diera cuenta del desarrollo de la narrativa. Lo encuentra en un periodo temprano de fraternización entre Cristianos y discípulos de Juan, cuando las líneas de comunicación aún eran fluidas y los dos grupos se veían mutuamente involucrados en una causa común.  Esos Cristianos, la mayoría antiguos discípulos de Juan, buscaban justificar su fe en Jesús como mesías, tanto para ellos mismos como para los que continuaban siguiendo las enseñanzas de Juan, apelando a las grandes obras de Jesús como cumplimiento de la promesa en las Escrituras referentes "Al que había de venir" (Isa. 35:5; 61:1). La ausencia de otra respuesta por parte de Juan indica qué partes en ambos lados conocían el hecho que Juan no aceptaba a Jesús como El que había de Venir. Pero la narrativa al ser abierta y sin conclusión sugiere la convicción de la iglesia, posteriormente hecha explícita en el Cuarto Evangelio, que si Juan hubiese vivido lo suficiente para ver y oír lo que los Cristianos vieron y oyeron, habrían reconocido en las grandes obras de Jesús las señales del Día del Mesías. Pero si el relato de la delegación de Juan a Jesús fuese esencialmente histórico, su modificación para uso apologético con la comunidad Bautista habría seguido las mismas líneas que las arriba sugeridas .
En cualquier caso, las tradiciones Q revelan una situación en la que la iglesia está trabajando para definir la relación de Juan respecto al reino de los cielos. Aparentemente la adulación que Jesús hace de Juan en los versículos que siguen  (Mat. 11:7-9 [Q]) se ha convertido en una fuente molesta para la Iglesia. Mat. 11:2-6 aplica el antídoto. El juicio implícito en el v 6 es que Juan sí se escandalizó de Jesús. Juan queda, por lo tanto, excluido del reino de los cielos, a pesar de la alta estima de Jesús hacia él, dado que nunca tuvo fe en Jesús como Mesías. 
La necesidad de aclarar la relación de Juan respecto al reino de los cielos también llevó a la modificación de Mat. 11:11 (= Luc. 7:28). Aparentemente el "logion" original sobrevive sólo en 11: 11 a --"En verdad, en verdad os digo, entre los nacidos de mujer no ha nacido uno mayor que Juan el Bautista"; a lo que la Iglesia ha añadido la calificación en 11:11 b --"Pero el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él". Si 11:11 se hubiese dejado sin calificar, la afirmación de la Iglesia que Jesús era el Cristo habría quedado invalidada. Por lo tanto la iglesia ajustó la perspectiva escatológica de Jesús y excluyó a Juan del tiempo de la realización del Reino. Juan podía ser el más grande en "esta generación" o en cualquier otra, dado que mediante su obra la crisis escatológica del juicio y la salvación pudo tener lugar. Sin embargo, el último de los discípulos de Jesús es más grande que Juan, porque participan en directo en el tiempo mesiánico el cuál él solo pudo esperar. 
De nuevo el hecho histórico que Juan murió antes de poder entrar completamente en los eventos del ministerio de Jesús es convertido en juicio teológico contra él. Sin suprimir la alta estima de Jesús sobre Juan, una estima que Jesús en su ministerio definió escatológicamente, la iglesia simplemente apoyó el entusiasmo de Jesús con calificaciones que dejaban clara su percepción de la distinción fundamental entre estar aún esperando El que ha de Venir y aceptar a Jesús como Mesías. Las implicaciones apologéticas/polémicas del pasaje son obvias. 
La iglesia se implicó en maniobras evangélicas con el remanente de los discípulos de Juan que aún no habían sido absorbidos por la iglesia. El hecho sorprendente no es que la iglesia creara o modificara textos para su uso, sino que permitiese que los dichos de Jesús sobre Juan sobrevivieran, embarazosos como eran para la iglesia en su situación apologética. 
Encontramos en Q y dichos relacionados una visión doble de Juan. Por un lado vemos la concepción de Jesús de que Juan era la señal escatológica de que el reino de los cielos estaba cerca; y por otro lado se puede observar el tremendo malestar, tratando de circunscribir el papel de Juan y la estima que le era debida. Los intentos de la Iglesia de subordinar a Juan sólo sirvieron para aumentar la impresión que Juan fue el agente mediante el cual Jesús percibió la llegada del reino de los cielos. Incluso en la "fuente" de la tradición, Juan es evaluado completamente en términos de su relación con los Evangelios y el reino de Dios.


jueves, 20 de julio de 2023

NIETZSCHE, F.--COMENTARIO

 El sueño de Nietzsche consiste en reinstaurar la visión de un periodo histórico, en parte real, en parte imaginario, en que lo bueno era similar a lo fuerte, a lo violento, a lo aristocrático y en que lo malo resultaba equivalente a lo débil, lo bajo, lo plebeyo. Se trata de implantar socialmente el dominio de una élite que domina sin freno de la culpa, negando la existencia de la verdad y ejerciendo la crueldad sobre los inferiores. 

SHANKARA-ECKHART

 SHANKARA - ECKHART 


En cualquier caso, lo fundamental es que el conocimiento procedente de la Escritura es solo un indicador que apunta al objeto, y que desaparece tan pronto se produce la contemplación de este. Porque el conocimiento propiamente dicho es aquel que denomina “la contemplación auténtica”, el “darshanam”.  Y esta contemplación, lo mismo que el conocimiento en Eckhart, no tiene nada de “visionario”. Se trata, antes bien, de “una interiorización del propio ser del Brhaman/Dios”, y se presenta como intuitus, como irrupción de una evidencia, como realización propia, evidente, de aquello sobre lo que nos ha instruido la Escritura. Esta “interiorización” no puede “producirse” activamente, no puede alcanzarse mediante razonamientos. No es una “obra”. Simplemente, acaece o no acaece, al margen de nuestra voluntad. Tiene que ser “vista”. Su desencadenante es la palabra de las Escrituras sagradas y la meditación continua en torno a la misma (pratyaya/pensamiento). Peros se trata de una contemplación propia. Surge como una especie de aperçu (en el sentido de Goethe). Entonces, todas las palabras de las Escrituras se tornan superfluas, y cesa el estudio y la meditación de las mismas.


O, como lee el comentario a la Gita 11, 54:


“No solo es capaz de comprenderme por medio de la Escritura, sino también de contemplarme verdaderamente de forma inmediata”.


Lo mismo se plantea en Eckhart. Y no sería posible describir con más exactitud el modo de “conocimiento” al que también él se refiere. Solo que, en su caso, esa contemplación tiene, por así decir, un carácter mucho más sosegado. No es algo que surja o irrumpa en un acto particular, no se da a conocer y apenas sabe de sí misma. Se trata más bien de una función durativa y total, de un elemento presente en la totalidad de la vida anímica minuciosamente distribuido en toda ella. Y por ella, en su obra, no encontramos en parte alguna una teoría al respecto tan precisa como la que ofrece Shankara. Sin embargo, Eckhart conoce lo que de “aperçu” tiene este conocimiento profundo, emergente, que se realiza en el acto particular de la conciencia empírica. Y para caracterizarlo acude a una cita de Agustín de Hipona: 


“Permanece, si puedes, en ese primer instante, cuando al decir ¡verdad! Parece como si experimentaras un estallido”. 


Se refiere aquí Agustín al hecho de que el sentido del concepto de “verdad” se capta de manera instantánea, como un relámpago. Y Eckhart lo aplica al conocimiento De Dios como su propio ser. Su carácter de auto-contemplación pura, incomparable con cualquier tipo de reflexión y de pensamiento acerca de uno mismo, queda caracterizado de la siguiente manera:


“Quien no comprenda tales palabras, que no abrume con ellas su corazón. Pues si un hombre no se ha hecho igual a esta verdad, no entenderá estas palabras. Ya que se trata de una verdad “no pensada” que procede inmediatamente del corazón De Dios (I.. 184)