viernes, 14 de agosto de 2009

EL SANTUARIO DEL DESIERTO

EL SANTUARIO DEL DESIERTO

La Biblia nos dice que en el desierto, los Israelitas tenían una tienda como santuario, el cual ha venido a ser conocido en la literatura Cristiana, mediante la influencia de la Vulgata, como el Tabernáculo. Esta Tienda es llamada en hebreo el “´ohel mô `ed”, la Tienda de la Re-unión, o, del Encuentro, o, de la cita. De hecho era el lugar donde Yahvé hablaba con Moisés “cara a cara” (Ex. 33:11), o “boca a boca” (Núm. 12:8). Estos texto pertenecen a la tradición más antigua, la que enfatiza el papel de la Tienda en los oráculos: todo el que quería “consultar a Yahvé” iba a la Tienda, donde Moisés ejercía como intermediario ante Dios (Ex. 33:7). La tradición Sacerdotal mantuvo el nombre, con el mismo significado: la Tienda de la Re-unión era el lugar donde Yahvé “se encontraba” con Moisés y el pueblo de Israel (Ex. 29:42-43; 30:36). Esta tradición prefiere llamarla el habitáculo, la morada, “mishkan”, que parece ser un término originalmente usado par designar la residencia temporal de un nómada (cf. El muy antiguo texto en Núm. 24:5, y el verbo correspondiente en Jue. 8:11; cf. También 2 Sam. 7:6), por ejemplo, una tienda. La tradición Sacerdotal eligió esta palabra arcaíca para expresar la manera en la que el Dios que reside en el cielo habita en la tierra. Haciendo así, estaban preparando el terreno para la doctrina Judía acerca de la Shekinah, y San Juan también recordó como “la Palabra….puso su morada entre nosotros” (Jn. 1:14).

De todas formas, en la tradición Sacerdotal, la presencia divina en la Tienda aparece como más estable que en la tradición Elohística. Esta última relata como la presencia de Yahvé se revelaba mediante el descenso de una nube que cubría la entrada de la tienda, y Moisés hablaba con Dios dentro de la nube (Ex. 33:9): de nuevo (Num. 12:4-10), dice que la nube descendía sobre la tienda cuando Yahvé llegaba, y la dejaba cuando Yahvé se marchaba: ambos relatos sugieren visitas más bien que una residencia permanente. De acuerdo con la tradición Sacerdotal, la nube cubría el habitáculo tan pronto éste era establecido, pues Yahvé tomaba posesión de su santuario (Ex. 40:34-35); después, aparentemente permanecía sobre el habitáculo todo el tiempo, manteniendo la columna de nube y la columna de fuego que había guiado a los Israelitas durante el Éxodo: indicaba donde y durante cuanto tiempo había de establecer el campamento, y cuando era el momento de partir (Núm. 9:15-23; Ex. 40:36-38). Las dos tradiciones no están de acuedo acerca de la posición de la Tienda: de acuerdo con Ex. 33:7-11 y Núm. 11:24-30 (Elohísta), estuvo fuera del campamento, mientras que Núm. 2:2, 17 dice que estuvo en el medio del campamento. Ex. 25:8 añade que Yahvé vivía ahí en el medio de su pueblo, y Núm. 5:3 pone esto como la razón por la que los Israelitas debían tener mucho cuidado con todo lo referente a la pureza de su campamento (texto Sacerdotal).

Los textos más antiguos no dan ninguna indicación de cual era la apariencia de la Tienda, como era establecida, o de qué estaba compuesta. La tradición Sacerdotal, por otro lado, ofrece una larga descripción de la Tienda cuando Yahvé ordena su construcción (Ex.26) y cuando Moisés lleva a cabo las ordenanzas (Ex. 36:8-38). Esta descripción es muy difícil de comprender, y difícil de ver como los varios elementos que menciona eran combinados. La Tienda estaba hecha de armazones de madera que unidos hacían un edifico rectangular de unos 30 por 10 codos, y 10 codos de alto: su entrada miraba al este. La construcción parecía haber sido cubierto con cintas de materiales finos, cosidas juntas para hacer dos grandes piezas, que eran unidas juntas con ganchos y broches: estaban bordadas con las figuras de Querubines. A continuación bandas o tiras de piel de cabra eran extendidas “como una tienda sobre el habitáculo”: eran bastante más anchas y largas que las anteriores de los primeros materiales y caían a los lados del la Tienda. finalmente, toda la construcción estaba cubierta con pieles de carneros, teñidas de rojo, y después por unas suaves cubiertas de cuero. Había una cortina a la entrada del Habitáculo, y un costoso velo que marcaba la división entre el Santo y el Santo de los Santos. Detrás del velo, y el Santo de los Santos, estaba el Arca: en el Santo, estaba el candelabro y la mesa con los panes de la proposición. El altar con la pila para las abluciones , estaba fuera de la entrada de la Tienda (Ex. 40:30). Alrededor del Habitáculo había un patio abierto de unos 100 por 50 codos, cuyos límites eran un cercado con postes de bronce y una cortina de varillas de plata de las que caían hacia abajo cortinas de lino hasta el suelo (Ex. 27:9-19).

Es obvio que parte de esta descripción es mera idealización: el santuario del desierto es concebido como un templo transportable, exactamente la mitad de grande que el templo de Jerusalem, que sirvió de modelo para esta re-construcción. Sin embargo, no todo lo que hay en la descripción estaba ahí, y la noción de un santuario “prefabricado” colisiona con la idea –tan firmemente arraigada en la tradición que los autores de esta descripción no pudieron completamente eliminarla- que el habitáculo era una Tienda.

Esta tradición encaja excelentemente con el uso Árabe, antiguo y moderno. Las tribus Beduinas tienen una pequeña tienda, una especie de palanquín o litera, que llaman “utfa, merkab, o abu-Dhur”. Cuando la tribu muda el campamento, siempre la toman con ellos y es el último objeto que toman cuando se mueven. Es llevada sobre un camello. En combate, la hija del sheik u otra bella joven tenían por costumbre montar sobre este para dar ánimos a los combatientes. Es considerada bendecida y con poderes sobrenaturales, y algunas veces un sacrificio se ofrecía a la “utfa” o a la divinidad que se pensaba la habitaba. Hay una analogíaa evidente con el Arca de la Alianza y su papel en las primeras guerras de Israel, y también con la Tienda, el santuario viajero durante los años del desierto. A partir del siglo XIII en adelante, las caravanas que hacían el peregrinaje hacia la Meca desde Damasco o el Cairo eran lideradas por un camello que llevaba un “mahmal”, un pequeña tienda con forma cúbica que contenía una copia del Corán. A pesar de la aprente semejanza, no obstante, no es del todo cierto que el “mahmal” estuviese relacionado con la “utfa” de las tribus Beduinas: y por otro lado, es bastante cierto que la moderna “utfa” es una continuación de la institución pre-Islámica, la “qubba”. Ésta era una pequeña tienda sagrada de cuero rojo en la que el ídolo de piedra perteneciente a la tribu era llevado. Era transportado sobre un camello en las procesiones religiosas y en combate, y las jóvenes muchachas la cuidaban. En el campamento, estaba situada al lado de la tienda del sheik, y los varones venía ahí en busca de oráculos. Aquí percibimos el papel de la Tienda del desierto dando oráculos (Ex. 33:7), e incluso el color, rojo, de las pieles de carnero que la cubría (Ex. 26:14). Es más, incluso las mujeres que cuidaban la “qubba” recuerdan las mujeres que “estaban al servicio” en la entrada de la Tienda de la Re-unión, de acuerdo con el enigmático texto de Ex. 38:8.

Esta “qubba” de los Árabes pre-Islámicos tenía antecedentes Semíticos. Diodoro de Sicilia (XX, 65, I) nos cuenta que en un campamento Cartaginés se establecía una tienda sagrada cerca del tienda del jefe. Pequeñas estatuas de tierra cocida originarias de Siria representan a las mujeres (diosas o asistentes en el culto) montando a camello en una litera cubierta por una especie de caseta. Un bajo relieve de Palmira, del primer siglo a.C., muestra una procesión religiosa en la cual un camello lleva una pequeña tienda que todavía tiene trazas de pintura roja, y hay otros textos de Palmira que contienen la palabra “qubba”. En la biblia, la palabra “qubbah” ocurre sólo una vez, en Núm. 25:8, y puede significar tienda, o parte de una tienda: la Tienda de la Re-unión es mencionada en el mismo pasaje (versículo 6), pero no está claro que conexión, si hay alguna, tiene con esta “qubbah”.

Es razonable sugerir una hipótesis que encaje con la evidencia de los textos y afirmar que los antepasados de los Israelitas, durante su vida nómada, tenían un santuario portable, y que este santuario era una tienda, como el lugar donde ellos vivían. Parece normal que este santuario desapareciera cuando se establecieron en Canán. La Tienda de la Re-unión estuvo en los llanos de Moab, la última estación antes de la entrada en la Tierra Prometida (Núm. 25:6), esta es la última mención indisputable de aquella. La tradición que habla de la Tienda en Silo cuando Josué (Jos. 18:1; 19:51) es tardía, y en Salm. 78:60 (un Salmo tardío) la “mishkan” y la Tienda de Silo son expresiones poéticas. Además, el santuario que albergaba el Arca en Silo hacia finales del periodo de los Jueces era un edificio (1 Sam. 1:7,9; 3:15). La tienda bajo la cual David se dice puso el Arca en Jerusalem (2 Sam. 6:17) es evidente que tiene la función de recordar el santuario del desierto, pero ya no se es la Tienda de la Re-union, aunque así sea llamado por un glosador en 1 Rey. 8:4. La misma ansiedad en conectar el nuevo culto con el antiguo inspiró al Cronista cuando pretendía que la Tienda de la Re-unión estuvo en un alto de Gibeon cuando David y Salomón (1 Cro. 16:39; 21:29; 2 Cro. 1:3-6).

jueves, 13 de agosto de 2009

CONCLUSIÓN

CONCLUSIÓN
El estudio de los santuarios patriarcales lleva a una conclusión paradójica: por un lado, los lazos que conectaban Siqem, Betel, Mambré, y Berseba con Abraham, Isaac, y Jacob aumentaron a mediad que pasaba el tiempo: por un lado, todos esos santuarios fueron condenados por el portavoz del Yahvismo –Betel y Berseba explícitamente, Siqem y Mabré implícitamente. Esta extraña conclusión no puede ser explicada por una centralización del culto, pues Amos no apuntaba hacia ahí. Ha de significar que el Yahvismo rechazaba eventualmente el culto que ahí se celebraba. Lo que probablemente ocurría era que esos lugares fueron santuarios Cananeos adoptados por los Israelitas cuando se establecieron en Palestina: los nuevos inmigrantes continuaron con la clase de culto que ahí se celebraba cuando llegaron, sin que nadie se ofendiera por ello. Dos veces la divinidad a la que esos santuarios pertenecían es nombrada: El-Betel en Betel, y El-Olam en Berseba. Es tantador de ligar El-Saddai a Mambré, porque el nombre ocurre por primera vez en Gen. 17:1 (Traición Sacerdotal, y un doblete de ambos, el relato de la Alianza en Gen. 15, que probablmente tuvo lugar en Mambré, y del relato en Gen. 18, que está explícitamente situado en Mambré). Se puede sugerir razonablemente que en Siqem, donde se concluían y renovaban las alianzas, había un El-Berit (Jue. 9:46), y un El de la Alianza, paralelo al Baal-Berit que tenía, y retuvo, un templo en Siqem (Jue. 9:4): en tiempos posteriores, el redactor del Deuteronomio condenó a los Israelitas por “tomar a Baal-Berit como dios” (Jue. 8:33).

El-Betel, El-Olam, El-Saday, y El-Berit, no eran deidades locales diferentes: eran todas manifestaciones del dios supremo El, cuyo aspecto exaltado y universal es mejor conocido a través de los textos de Ras Shamra. Para esta etapa en la revelación, era suficiente para los antepasados de los Israelitas reconocer al El venerado en esos santuarios antiguos como su único Dios, autor y garante de la promesa hecha a su pueblo. El altar establecido por Jacob en siqem era llamado “El, Dios de Israel” (Gen. 33:20): era “El, el Dios de tu padre” el que apareció a Jacob en Berseba (Gen. 46:3), y Exod. 6:3 dice que Dios primero se reveló a Abraham, Isaac, y Jacob bajo el nombre del El-Saday. En el periodo siguiente la revelación Yahvista devino más exigente. Yahvé asumió el lugar y los más exaltados atributos de El; los nuevos centros de culto Yahvistas eclipsaron los antiguos santuarios, aunque el pueblo todavía permanecía atado a ellos. La transición fue pacífica, sin ninguna de las luchas que siguieron cuando el culto de Yahvé se enfrentó al culto de Baal.

SANTUARIOS ISRAELITAS, BERSEBA

BERSEBA
Beersheba está en la extremidad sur de Tierra Santa: su nombre era interpretado como significando el Pozo del Juramento o el Pozo de los Siete (Gen. 21:22-31; cf. 26:33). La memoria de Isaac era muy querida ahí. Yahvé se le había aparecido ahí una noche y lehabía confirmado la promesa hecha a Abraham: Isaac construyó un altar e invocó el nombre de Yahvé (Gen.26:23-25). Ahí Jacob ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac, y obtuvo una visión (Gen. 46:1-4). Al final, no obstante, la fundación del santuario fue atribuida a Abrahm: Gen.21:33, lo que tiene todos los indicios de una adición al texto, dice que Abraham plantó un tamarisco en Berseba y ahí mismo invocó el nombre de Yahvé El-`Olam, Yahvé El (dios) de la Eternidad. Este nombre divino, que no es mencionado en ningún otro sitio, ha de ser el nombre de una divinidad Cananea reemplazada por Yahvé. Hay un buen paralelo a este título divino en la inscripción Fenicia de Karatepe, donde se encuentra un Shamash `Olam, y quizás, también, en el Elat- `Olam inscrito en un amuleto originario de Arslan-Tash.

De acuerdo con 1Sam. 8:1-12, Samuel hizo a sus hijos jueces en Berseba; esto presupone que había ahí un santuario, como en Betel, Gilgal, Mispa y Rama, donde Samuel mismo había juzgado a Israel (1 Sam. 7:16-17). Bajo la monarquíaa, los Israelitas del norte iban ahí en peregrinaje (Amos 8:14: corregido, pero quizás el texto Hebreo debe ser conservado: “por el camino de Berseba”). Estos lazos duraderos entre Berseba y las tribus del norte son interesantes precisamente porque confirman la antigüedad del santuario. En el contexto, el profeta está condenando este lugar de culto junto con Gilgal, Betel, Dan, y Samaria.

SANTUARIOS ISRAELITAS, MAMBRÉ

MAMBRÉ
Gen. 13:18 dice que Abraham erigió un altar bajo la Encina de Mambré. Este es el único texto en Génesis que se refiere a Mambré como lugar de culto: en otros textos es mencionado como la residencia de Abraham, Isaac, y Jacob (Gen. 14:13; 18:1; 35:27), o para ayudar a localizar la cueva de Macpela “frente a Mabré”, donde los Patriarcas y sus esposas fueron enterrados (Gen. 23:17 y 19; 25:9; 49:30; 50:13). Abraham estaba sentado bajo la Encina de Mambre cuando le da la bienvenida a tres misteriosos huéspedes entre los cuales se escondía el mismo Yahvé (Gen. 18), y Mambré es el mejor sitio para la escena de la Alianza en Gen. 15, si retenemos esta escena en su contexto presente. Estas dos teofanías, y la presencia de un altar e y árbol, indican que había un santuario ahí.

Mambré no es nunca mencionado en la Biblia fuera del Génesis, pero textos posteriores demuestran que continuaba siendo un lugar de culto, y muchas leyendas surgen acerca del árbol sagrado. De acuerdo con Josefo (B.J., IV, ix, 7 y Antiguedades, I,x,4), la encina de Abraham había existido desde la creación del mundo y era llamada Ogyges: en la mitología Griega, Ogyges fue el fundador de Eleusis y estaba conectado con la religión de los misterios. El libro de los Jubileos (XIV, 11) localiza explícitamente la escena nocturna de Gen. 15 en Mambré, y otros libros apócrifos la interpretan como revelación de los misterios: Abraham, se dice, vió la futura Jerusalem y aprendió los secretos del fin de los tiempos. En los primeros siglos d.C., Mabré era un centro de peregrinaje, y el árbol de Abraham era altamente venerado: cada año una gran feria tenía lugar ahí, de acuerdo con Sozomeno (Hist. Eccl., II, iv), los Judíos, Cristianos y paganos realizaban negocios y cumplían con sus devociones, cada uno a su manera. Este fue el capítulo final de una larga historia: las ruinas Romanas y Bizantinas de Mambré aún se encuentran en Ramat el-Khalil, a 2 millas al norte de Hebrón, y debajo de estos santuarios se han encontrado rastros de ocupación Israelita.

Con toda probabilidad, se realizaba ahí un culto sincretista, mal visto, por supuesto, por el Yahvismo ortodoxo. Esto explicaría por qué Mambré fue ostraciado, y por qué no es nunca mencionado en la Biblia a parte del Génesis; en el Génesis mismo, los textos parecen haber sido deliberadamente oscurecidos dondequiera es mencionado Mambré. En Gen. 13:18; 14:13; 18:1, los textos Hebreos hablan de las Encinas de Mambré en plural, mientras las mejores antiguas versiones leen el singular (que es lo que encaja bien con la historia del Génesis 18:4 y 8): la idea era tapar las supersticiosas veneraciones de un árbol particular, y los comentadores Judíos fueron un escalón más allá sustituyendo la palabra por “llano de” Mambré. De nuevo, los editores del Génesis tratan de acabar con la independencia del santuario tratando de engañar al lector acerca de su posición: “las Encinas de Mambré que están en Hebrón” (Gen. 13:18), y “Macpela, enfrente de Mambré” en los cinco textos citados arriba, cuando de hecho la tumba de los Patriarcas estaban frente al antiguo Hebrón. Al final, Mambré fue simplemente identificada con Hebrón en Gen. 23:19: “Macpela, enfrente de Mambré, o sea, Hebrón, y Gen. 35:27: “en Mambré, Kiryat-Arba, o sea, Hebrón”. Todos estos textos fueron editados en un periodo más tardío. No hay duda posible acerca de que la meta de los redactores era poner una tumba y un santuario, los cuales eran venerados, uno al lado del otro, lo mismo que cuando la cercana tumba de Raqel es mencionada en conexión con Betel (Gen. 35:8), aunque parece mucho más probable que estaban tratando de minimizar la importancia religiosa de Mambré.

miércoles, 12 de agosto de 2009

SANTUARIOS ISRAELITAS, BETEL

BETEL
La tradición Yahvista dice que Abraham erigió un segundo altar en Canán, en su segunda acampada, entre Betel y Aí (pequeña nota en Gen. 12:8). Pero Gen. 28:10-22, que es mucho más detallado, y que combina tradiciones yahvistas y Elhistas, atribuye la fundación de este santuario a Jacob (historia análoga acerca de Siqem). De acuerdo con el texto, cuando Jacob iba de camino a Haran, se paró durante la noche en un lugar santo, un “Maqôm”. Tuvo un sueño en le que vió “una escalera” (una rampa) entre el cielo y la tierra. Así, reconoció que este era un “bet-El”, una “casa de Dios”, y la puerta del Cielo: aquí encontramos el mismo pensamiento religioso que daba lugar a la construcción de zigurats en Mesopotamia. Jacob erigió una piedra que había usado como almohada como “massebah”, y la ungió con aceite. Hizo una promesa de que si retornaba sano y salvo, construiría un santuario ahí al cual le pagaría el diezmo de todas sus posesiones: hasta aquí la narrativa Elohísta. La tradición Yahvista añade un relato de una aparición de Yahvé, quien reafirma a favor de Jacob las promesas realizadas a Abraham. De regreso de Mesopotamia, Jacob fue de peregrinage desde Siqem a Betel y estableció un altar y una estela (Gen. 35:1-9, 14-15: tradición Elohista): esto da cumplimiento a su voto en Gen. 28:20-22, pero también es un doblete, para la erección de la estela y la explicación del nombre Betel en 35:14-15 que son repeticiones de Gen. 28:18-19).

Los actos del fundador constituyen un ritual que fue perpetuado por los fieles: había, pues, en Betel un santuario que se decía había sido fundado por los patriarcas: los fieles iban en peregrinaje ahí, vertían aceite sobre la estela y pagaban el diezmo. El peregrinaje está atestiguado en 1 Sam. 10:3, el diezmo en Amos 4:4. La tradición de Jue. 20:18, 26-28; 21:2 describe como los hombres se reunían ante Yahvé en Betel, ofrecían sacrificios, y hacían consultas: incluso el Arca estuvo ahí durante un tiempo.

Después del cisma político, Jeroboam eligió Betel como sito de culto rival de Jerusalem. Parece que en Betel el culto de Yahvé había desplazado al culto de una divinidad Cananea como ocurrió en Siqem. Jacob se paró en el lugar sagrado “Maqôm”, tomó una de las piedras del “maqom” como almohada, y durmió en el “maqôm” (Gen. 28:11): cuando despertó después de tener el sueño, gritó: “Que lugar tan temible es este “maqôm” (Gen. 28:17). La repetición de la palabra sugiere que en este contexto significaba algo más que “lugar” o “sitio”, denota más bien un “lugar de culto”.

De acuerdo con Gen. 28:19; 35:7, Jacob le dio al lugar el nombre de Betel o El-Betel. Pero El era el dios principal del panteón Cananeo, y Betel fue durante muchos siglos un nombre divino en la religión popular de Israel (según los documentos de la comunidad Judía en Elefantina y también dos referencias bíblicas, Amos 5:4 y, aún más clara, Jer. 48:13). La revelación que Jacob recibió fue que era su mismo Dios quien se le había aparecido en este lugar.

SANTUARIOS ISRAELITAS, SIQEM

SANTUARIOS ISRAELITAS, SIQEM
Los Israelitas atribuyeron la fundación de ciertos santuarios a los Patriarcas. Obviamente, el historiador de hoy día no puede verificar esta afirmación, pero se ha de reconocer que la tradición está en perfecto acuerdo con dos hechos probados: primero, los lugares en cuestión están todos situados a lo largo de la línea de demarcación entre la tierra arable y la zona donde los pastores pastaban sus ganados; y esto corresponde perfectamente con la posición social de los Patriarcas, quienes eran semi-nómadas. Segundo, esos santuarios no eran los más populares en el periodo de los Jueces y bajo la monarquía , como lo habrían sido si la tradición hubiera sido inventada en una fecha más tardía para ofrecer un origen ilustre para ciertos lugares. Desde los tiempos de la monarquía todos esos santuarios patriarcales vinieron a ser, aparentemente, sospechosos para los ortodoxos Yahvistas: eran ciertamente muy antiguos incluso en aquellos días.

Los santuarios eran erigidos donde la naturaleza manifestaba la presencia del Dios de Abraham, Isaac, y Jacob—cerca de un árbol, por ejemplo, o en un alto natural, o en una fuente: pero eran erigidos principalmente en lugares donde Dios se manifestaba en una teofanía. Los santuarios de esta clase se encuentra a lo largo de la ruta por la que viajaron los patriarcas.

Siqem. De acuerdo con Gén. 12:6-7 (tradición Yahvista), la primera parada de Abraham en Canán fue en Siqem. Se paró en el “maqom”, o sea en el lugar santo del donde estaba la Encina de Moré: también era llamada la “Encina del Maestro” o “del Adivino”, y ha de haber sido un árbol donde se pronunciaban oráculos. Era de hecho un santuario Cananeo, como bien reconoce el texto cuando añade la explicación: “los Cananeos vivían en el país por aquellos tiempos”. Pero Yahvé se apareció a Abraham y le prometió el país a sus descendientes. Por lo tanto Abraham construyó un altar ahí. Aquí, de manera muy resumida, tenemos una historia típica acerca de la fundación de un santuario: teofanía, mensaje divino, comienzo del culto.

Lo orígenes de este santuario, no obstante, tienen profundas raíces en la tradición Elohística, in sus historias acerca de Jacob y sus hijos. Cuando Jacob regresaba de Mesopotamia, acampó justo fuera de Siqem, compró un trozo de tierra donde puso sus tiendas a los hijos de Hamor y construyó un altar (algunos críticos prefieren leer: un “massebah”), que llamó “El, Dios de Israel” (Gen. 33:18-20). Después del acuerdo con los Siqemitas fue roto por el ataque de Simeón y Levi, Jacob dejó Siqem y marchó a Betel (Gen. 35:1-4): era un peregrinaje de un santuario al otro, para el que él y sus seguidores se purificaban y cambiaban sus ropas. Los ídolos pertenecientes a la familia de Jacob fueron enterrados “bajo la encina de Siqem”. Varias teorías han sido desarrolladas acerca del significado original de este ritual de enterrar los ídolos: y no hay dudas de lo que la Biblia quiere significar con ello. Se trataba de abandonar las prácticas paganas, paralela al rechazo de dioses extranjeros como Josué mandó a los Israelitas en Siqem dado que habían elegido servir a Yahvé (Jos. 24:21-22). Una última memoria de los tiempos patriarcales estaba conectada con Siqem: los huesos de José se dice que fueron tomados de Egipto y enterrados ahí, y en tiempos posteriores su tumba era mostrada a los visitantes (Jos. 24:32). Las tumbas y monumentos funerarios estaban conectados con lugares de culto.

El pacto que ligaba a las tribus entre ellas y con Yahvé fue concluido en Siqem, y Josué erigió “bajo la encina en el santuario de Yahvé (se refiere a la encina mencionada en las historias acerca de Abraham y Jacob), una “piedra grande” (un massebah) (Jos. 24:25-28). Fue bajo este árbol que Abimelek fue proclamado rey (Jue. 9:6). Éste es también el santuario donde Roboam reunió a las tribus del norte cuando lo eligieron rey, y donde su tosca conducta destruyó todos los prospectos de acabar con el cisma político (1 Rey. 1-19).

Siqem fue eclipsado por Shilo durante el periodo de los jueces, y por Betel después del cisma. Es posible, no obstante, que los redactoes del Deuteronomio pusieran un velo sobre la un santuario donde el culto les parecía manchado por prácticas paganas. Estos redactores no tenían problema a la hora de llamar “la gran piedra de Josué 24:26” un “massebah”, y probablemente ellos sus copistas suprimieron el “massebah” de Jue. 9:6. En el libro del Deuteronomia el nombre de siqem no es ni siquiera mencionado, pero el libro ordena sean establecidas grandes piedras con la Ley escrita en ellas sobre el monte Ebal, y manda que un altar sea construido ahí: maldiciones y bendiciones para el que rompa u observa la Ley han de ser pronunciadas en las dos montañas, Ebal y Garizim (Deut. 27). El mismo mandamiento es dado de manera más breve en Deut. 11:26-32, con menciones de la Encina de Moré en un contexto retocado. La redacción Deuteronómica de Jos. 8:30-35 relata, en detalles como esta ordenanza fue ejecutada. Ahora Siqem está entre Ebal y Garizim, y hay ciertamente alguna conexión entre estos textos y los de Jos. 24:25-28, que relatan como el pacto inter-tribal fue sellado en Siqem. Para terminar, Deut. 31:10-13 prescribe que la Ley ha de ser leída periódicamente, durante una fiesta. Se puede mantener que los textos mencionados pueden conservar la memoria de un ritual para la renovación de la Alianza, celebrada en Siqem.