viernes, 23 de agosto de 2019

REVOLUCIONARIOS MILENARISTAS Y ANARQUISTAS MÍSTICOS



REVOLUCIONARIOS MILENARISTAS Y ANARQUISTAS MÍSTICOS, IV

LOS FLAGELANTES SECRETOS DE TURINGIA


Un laico suficientemente culto como para introducirse en las profecías apocalípticas en la librería de un monasterio, Konrad Schmid también estaba muy familiarizado con la tradicional y más o menos esotérica tradición del movimiento flagelante temprano. En muchos aspectos su doctrina era simplemente la de los penitentes de 1348-9. Para sus seguidores la auto-flagelación era, como lo había sido antes- una colectiva imitatioChristi, un sacrificio redentor que protegía al mundo de una total y final catástrofe, y por virtud del cual ellos se convertían en la santa élite. Para ellos también se trataba de rechazar a la Iglesia de Roma y todas sus obras, ridiculizaban la Eucaristía, y llamaban a las iglesias guaridas de ladrones y denunciaban al clero como charlatanes chupadores de sangre cuya verdadera naturaleza estaba revelada en la Bestia del Apocalipsis. Incluso repudiaban la autoridad de los poderes seculares, insistiendo en que el Emperador no tenía más derecho que el Papa a su sumisión y todas las leyes sin excepción quedaban anuladas para ellos. En otros aspectos las enseñanzas de Schmid son mucho más esclarecedoras; pues en ellas queda proclamada con énfasis la fe mesiánica que siempre había estado implícita en el movimiento flagelante en Alemania.

De acuerdo con esas enseñanzas las profecías de Isaías que tradicionalmente eran entendidas como proclamando la venida de Cristo se referían realmente a la venida de Schmid, quien era ahora el único portador de la verdadera religión. Schmid se creía Dios, según sus adversarios Católicos. Al mismo tiempo el líder de los flagelantes asumió el título de Rey de Turingia. En ningún otro lugar había florecido el movimiento de los flagelantes de 1348-9 con más vigor que en la zona central de Alemania, o sea en Turingia. Los flagelantes eran tan poderosos y populares que incitaban abiertamente a la gente común a apedrear al clero; la ciudad de Erfurt cerró sus puertas en pánico mientras hordas de flagelantes acampaban en las afueras. Al asumir el estilo de Rey de Turingia, Schmid no sólo estaba reconociendo una región que era particularmente favorable a su apostolado. Turingia era también la región que jugó un papel determinante en la construcción del cuerpo folclórico concerniente al futuro Emperador Frederick.

Desde 1314 a 1323 Turingia había sido gobernada por un nieto de Frederick II, el Margrave Frederick el Impávido. Había una facción que veía a este hombre como heredero natural a la dignidad imperial y hacía la consiguiente propaganda de sus persona y a los ojos del pueblo común se convirtió en un personaje escatológico. Se creía que llevaba la señal de nacimiento milagrosa –la cruz de oro milagrosa entre los omóplatos- señal predestinada del Emperador de los Últimos Días y se esperaba de él que llevara a cabo el castigo final del clero. Los Turingianos comenzaron a hablar de un misterioso Frederick que dormía en la montaña Kyffhäuser y un día retornaría en gloria para dominar el mundo desde su Reino en Turingia. Así, al proclamarse Rey de Turingia Konrad Schmid afirmaba ser el Frederick de la profecía escatológica. Esto es lo que quería decir cuando se opuso al gobernante Margrave, declarando que había realizado más grandes proezas que le acreditaban y el pueblo común le llamaba Emperador Frederick. Al ser a la vez el resucitado Frederick y el Dios encarnado, este heresiarca estaba actuando en el papel que durante un siglo y medio más tarde habría de obsesionar la imaginación de los Revolucionarios del Alto Rhin.

En orden a ser aceptado en la secta había que realizar una confesión general a Schmid, ser por él flagelado y realizar el juramento de absoluta obediencia hacia él. A partir de ese momento la única obligación que el nuevo miembro reconocía era la de absoluta sumisión al mesías. Schmid enseñaba a sus seguidores que su salvación dependía de su actitud hacia él mismo. Si no eran tan suaves y flexibles como la seda en sus manos, si mostraban la más mínima tendencia hacia la independencia, serían entregados al Diablo para ser torturados tanto física como mentalmente. Él era su dios y a él debían orar, llamándolo “Nuestro Padre”.

Los que eran fieles a Schmid tenían su recompensa. Podían disfrutar del cierto conocimiento que en y a través de ellos la historia estaba alcanzando su verdadero fin. Veían a los flagelantes de 1349 estando en la misma relación con ellos como Juan Bautista lo estuvo respecto a Cristo. Además el mismo Cristo no era sino su precursor; pues, lo que garantizaba que él había mostrado el verdadero camino hacia la salvación soportando la flagelación, era que sólo aquellos que se flagelaban eran los que podían afirmar estar siguiendo este camino hasta el final. Ahora la dispensación Cristiana quedaba suplantada por una dispensación más elevada (aquí podemos reconocer el patrón Joaquinita) y los únicos portadores de esta dispensación eran los seguidores de Konrad Schmid. Así como Cristo había transformado el agua en vino, así ellos habían remplazado el bautismo con agua por el bautismo con sangre. Dios había guardado el mejor vino para el final –este era nada menos que la sangre derramada por los flagelantes.

Los flagelantes estaban convencidos que cuando se flagelaban un ángel –sorprendentemente- llamado Venus los protegía. Sus pieles completamente enrojecidas por la sangre parecían vestidos para el festejo de una boda, las camisetas que llevaban durante la flagelación las llamaban ropas de la inocencia. Cuanto se habrían regocijado los profetas de haber vivido estos momentos compartiendo estas santas flagelaciones! En cuanto al rey David, este ya había previsto esta bendición habiendo caído en desesperación al darse cuenta que no viviría para poderse unir a la secta. Aún así, él y su esposa se flagelaban de noche, para participar en esta obra que tanto placía a Dios más que ninguna otra. Así que todo esto era un anticipo de la alegría por venir –del Reino del milenio que pronto aparecería en el que, agrupados alrededor de su Emperador-dios, los flagelantes formarían un coro angélico y serían llamados hijos de príncipes. Mientras tanto, consumidos por su impaciencia, muchos miembros de la secta vendían todas sus pertenencias y se negaban a trabajar, en orden a unirse lo antes posible en la más absoluta pobreza.

Como en 1348-9, la propaganda de los flagelantes era aún asistida por la plaga. Brotes más pequeños aunque decididamente alarmantes siguieron ocurriendo cada pocos años, dando lugar cada vez a una nueva ola de pánico. Puede ser que la severa epidemia que tuvo lugar en 1368 inspirase a Schmid para anunciar que el Juicio Final pronto tendría lugar y que el Milenio comenzaría el años siguiente. Pero ya en esta época la Inquisición comenzó a interesarse en la proliferación de grupos heréticos en Turingia. Un enérgico inquisidor fue enviado para tratar la situación y hubo muchas ejecuciones. Hay fundamento para creer que el mismo Konrad Schmid fue uno de los siete herejes quemados en el 1368 en Nordhausen, a unos cuantos kilómetros de la montaña Kyffhäuser desde la cual, como Frederick resucitado, se suponía surgiría.

Pero a pesar de la persecución el movimiento continuó de manera clandestina. En 1391 se encontraron nuevos grupos de flagelantes entre los campesinos y artesanos cerca de Heidelberg. También se descubrió un grupo de flagelantes herejes en Erfurt. Los líderes del grupo fueron quemados vivos.

Los años cerca del 1400 fue una época de desgracias para toda la Cristiandad. Los Turcos Otomanos avanzaban en los Balkanes y en 1396 infligieron una derrota aniquiladora sobre el ejército cruzado que fue Occidente envió contra ellos. Más problemática que todo esta amenaza externa fue la desunión que tuvo lugar como consecuencia del Gran Cisma que dividió a la Iglesia entre dos papas rivales, cada uno reclamando la obediencia de toda la Cristiandad y denunciando al otro como hereje. Fue un periodo de profunda desorientación que –como siempre- fue un gran estímulo para la excitación escatológica. En el 1396 el Dominico San Vicente Ferrer tuvo una visión de la cercanía de los Últimos Días, y convencido que el Anticristo estaba a punto de comenzar su reinado, comenzó a liderar grupos de procesiones de flagelantes por toda España, sur de Francia e Italia. En el 1399 un campesino Italiano tuvo una apocalíptica visión que dio lugar a un movimiento flagelante que abarcó toda Italia. Cuando una gran procesión de flagelantes desde las ciudades Lombardas descendió sobre Roma, el Papa hizo arrestar a sus líderes los quemó vivos, y una procesión de unos cientos de artesanos Lombardos liderados por un discípulo de Ferrer entró en la misma ciudad con la intención de guerrear contra el Anticristo causando terror en la Curia. El mismísimo prudente y eminente Charlier de Gerson dirigió desde el Concilio de Constanza en 1417 una advertencia a Ferrer para que dejara de alentar tendencias tan peligrosas para la Iglesia.

Los heréticos flagelantes estaban convencidos que estaban viviendo los Últimos Días y era en términos de la escatología tradicional popular que ellos interpretaron la vida y muerte del fundador Konrad Schmid. El Libro del Apocalipsis habla de dos “testigos” que habían de predicar contra el Anticristo y que por este último serian asesinados y resucitados posteriormente. La escatología popular identificó a estos dos testigos como Elías y Enoch, los dos personajes del Antiguo Testamento que fuero “trasladados” al cielo sin padecer la muerte del cuerpo. Era como Elías y Enoch, reencarnados en los Últimos Días como testigos, que los flagelantes veían a Schmid y su más cercano asociado, que con él había perecido. Mientras tanto, el Anticristo era la Iglesia de Roma. Pero los sectarios también estaban convencidos que Schmid retornaría de nuevo, esta vez para expulsar y acabar con el Anticristo y presidir el Juicio Final. Puede haber poca duda que también esperaban que Schmid apareciera como Último Emperador y como Hijo del Hombre. A comienzos del siglo XV un cronista de Turingia señala cuán vigorosamente la “herejía secreta” concerniente al durmiente Frederick florecía ahí. La gente estaba convencida que el Emperador aparecía de tiempo en tiempo entre los hombres y esperaban con total convicción su regreso como Emperador de los Últimos Días, y era en los pueblos cercanos a Kyffhäuser que el movimiento de los flagelantes clandestinos persistía. Estos últimos flagelantes conservaron los ritos del movimiento de 1349 y aún defendían sus prácticas apelando a la Carta Celestial.

Los procedimientos tradicionales contra los herejes fueron instituidos y puestos en práctica por la Iglesia. La intervención de las autoridades seculares estaba limitada a llevar a la práctica la sentencia impuesta. Es también significante que fueron siempre los príncipes territoriales locales los que tomaron la iniciativa a la hora de perseguir a loa flagelantes de Turingia. Al perseguir a esta gente que eran de hecho revolucionarios sociales y al mismo tiempo herejes, el papel de la Inquisición fue más bien secundario. Se dio el caso cuando en 1414-16 una gran comunidad de flagelantes fue descubierta en Sangerhausen. Después de un juicio masivo realizado por jueces inquisidores y jueces seculares actuando juntos el líder y dos discípulos fuero quemados como impenitentes herejes. El resto se retractó y fueron puestos en libertad. Pero cuando el inquisidor dejó la zona los príncipes de los territorios vecinos se hicieron con todos los flagelantes que pudieron encontrar. Unos ochenta o noventa flagelantes fueron quemados en la hoguera en 1414 –sin duda una extraordinaria expresión del miedo que inspiraba este movimiento en la gente importante. Pero incluso todo esto no pudo poner fin al movimiento. Una generación más tarde, en 1446, una docena de flagelantes fue descubierta en Nordhausen, la ciudad donde Schmid fue probablemente quemado. En esta caso, también, incluso aquellos que se retractaron fueron quemados –un curso de acción que sólo pudo ser adoptado por las autoridades seculares sin sanción de la Iglesia. En el 1454, de nuevo, una docena de flagelantes, hombres y mujeres, fueron quemados en Sonderhausen y fue a finales de 1480 que el último movimiento (dentro de lo que se conoce) de flagelantes secretos fue juzgado y quemado –de nuevo a instigación del príncipe local.

Posteriormente no se oye nada de la secta, pero resulta aún interesante que el distrito donde más floreció fue el distrito donde Thomas Müntzer realizó sus hazañas. El pueblo donde, en 1488 o 1489, el “profeta de la Guerra de los Campesinos” nació esta unos cuantos kilómetros de Nordhausen, igual que la escena de la masacre que sufrió su ejército de campesinos. 

FIN.                      

















viernes, 16 de agosto de 2019

REVOLUCIONARIOS MILENARISTAS Y ANARQUISTAS MÍSTICOS, III

REVOLUCIONARIOS MILENARISTAS Y ANARQUISTAS MÍSTICOS, III

LOS FLAGELANTES REVOLUCIONARIOS

Fue solamente en zonas limitadas de los Países Bajos donde el movimiento de los flagelantes en 1349 estuvo controlado por el clero. En otras partes de los Países Bajos y toda Alemania acabó siendo una búsqueda militante y sangrienta del Milenio.

El momento era tan propicio debido a la gran expansión e intensidad de las expectativas escatológicas. No es coincidencia que en esos años se desarrollaran y realizaran las más famosas publicaciones sobre el Anticristo Germano. Ya en el 1348 la gente interpretaba los terremotos en Carintia e Italia como esas “mesiánicas aflicciones” que tendrían lugar en los Último Días; la sorprendente catástrofe de la Peste Negra vino a ser interpretada en el mismo sentido. De hecho la experiencia de abrumadora inseguridad, desorientación y ansiedad tuvo como efecto de aumentar la expectativa escatológica entre las masas. Las procesiones de flagelantes tuvieron lugar en un ambiente de cambio dramático del mundo en los Últimos Días que se estaban desarrollando ahora con todo su terror y exaltación:
La Plaga influenció a la gente común y acabó con muchos,

La tierra tembló. El pueblo Judío es quemado,

Una extraña multitud de hombres desnudos se golpean a sí mismos.

Y más allá de la tribulación está, por supuesto, el Milenio. Multitudes vivían en la expectativa de la venida de un mesías guerrero, el mismo que más tarde fascinó a los Revolucionarios del Alto Rhin. Precisamente en el año 1348 John de Winterthur señala cuán ansiosamente la gente común esperaba la resurrección del Emperador Frederico que masacraría al clero y obligaría a los ricos a abrazar a los pobres. Era también en este año de 1348 que un “gran astrólogo” se suponía predijo no sólo la plaga sino también la venida del emperador que acabaría y juzgaría al Papa y a sus cardenales, expulsaría al rey de Francia y establecería su propio dominio sobre todos los países.

Muchos de lo flagelantes vivían en un mundo de fantasía milenaria. Un cronista contemporáneo informa que las procesiones de 1349, cada una de una duración de 33 1/2días, eran vistas como sólo el comienzo; el movimiento se suponía duraría 33 ½ años, durante los cuales la Cristiandad sería salva. El desarrollo de estas fantasías se correspondía con un cambio en la composición social de las procesiones de los flagelantes. El movimiento siempre había estado compuesto por campesinos y artesanos; pero aunque al comienzo los nobles y ricos también tomaban parte, posteriormente estos abandonaron y el tono del movimiento vino a estar compuesto por una masa de nuevos reclutas procedentes de los márgenes de la sociedad –vagabundos, arruinados, fuera de la ley y criminales de todo tipo. Al mismo tiempo el liderazgo pasó a manos de un número de profetas, que eran clérigos disidentes o apóstatas. Cuando el Papa finalmente decidió promulgar una Bula contra los flagelantes dejó bien claro que veía a la mayoría como simple gente que habían sido descarriados por herejes que sabían muy bien lo que estaban haciendo. También añadió que esos herejes incluían a monjes y frailes y que estos debían ser arrestados inmediatamente. Otro cronista de los Países Bajos también expresó el punto de vista según el cual el movimiento estaba organizado, con el propósito de destruir al clero y a la Iglesia, por monjes apóstatas Alemanes. Lo que yacía detrás de estas acusaciones lo demuestra los sucesos en Breslau –una ciudad donde los flagelantes reconocieron abiertamente sus creencias Joaquinitas (Joaquín de Fiore). El líder en esta ciudad era un diácono que incitaba a sus seguidores a atacar al clero y que acabó quemado vivo como hereje.

Los flagelantes Germanos en particular acabaron siendo enemigos acérrimos de la Iglesia y no sólo condenaban al clero sino que repudiaban absolutamente la autoridad sobrenatural del clero. Negaban que el sacramento de la Eucaristía tuviera significado alguno; y se negaban a reverencia la Hostia cuando esta era elevada. Interrumpían los servicios religiosos, diciendo que solamente sus ceremonias e himnos tenía valor. Se basaban en que mientras los eclesiásticos se basaban solamente en la Biblia y la tradición, ellos habían sido educados directamente por el Espíritu Santo que los había enviado al mundo. Algunas veces los flagelantes incitaban a la población para que apedreara al clero. El Papa se quejaba de que en cuanto tenían la oportunidad esos penitentes se apropiaban de las propiedades de la Iglesia para su propia fraternidad; y un cronista Francés dijo que el movimiento de los flagelantes quería destruir la Iglesia, tomando sus posesiones y matando al clero.

Como es usual los Judíos también lo pasaron mal al igual que el clero aunque a un nivel más grande que este. En la gran masacre de Judíos Europeos que acompañó a la Peste Negra –la más grande después de la masacre del siglo XX- los flagelantes jugaron un papel muy importante. Las primeras matanzas de Judíos fueron realizadas por una muchedumbre convencida de que los Judíos habían causado la plaga envenenando los pozos da agua. Acabó en 1349, quizá porque el pueblo se dio cuenta de que la plaga también atacaba a los Judíos igual que a los Cristianos. Cuatro meses más tarde una segunda ola de masacres tuvo lugar debido a la propaganda de los flagelantes. Cuando las autoridades protegían a los Judías estas hordas fanáticas exigían su masacre. Cuando en Julio de 1349, los flagelantes entraron en Frankfort marcharon directamente al barrio Judío donde la población se unió a ellos y exterminaron a la comunidad entera. Las autoridades quedaron tan perturbadas por el suceso que sacaron de la ciudad a los flagelantes y reforzaron las entradas a la ciudad para impedir su regreso. Un mes más tarde tuvieron lugar masacres en Colonia y Mainz. Durante la ceremonia de los flagelantes en Mainz la muchedumbre de espectadores de pronto salió corriendo hacia el barrio Judío, resultando en la masacre total de la mayor comunidad Judía de Alemania. En Colonia una banda de flagelantes que había estado durante un tiempo acampada fuera de la ciudad entró en esta y consiguiendo reunir a una gran muchedumbre “de gente que no tenía nada que perder”. Contra la volunta del Concejo de la ciudad y de los burgueses ricos esta horda atacó a los Judíos matando a muchos de ellos. En Bruselas también los flagelantes, apoyándose en el rumor del envenenamiento de las aguas, realizaron una masacre en la que toda la comunidad de unos 600 judíos fue masacrada, a pesar de los esfuerzos del Duque de Brabant para protegerlos. A lo largo de los Países Bajos los flagelantes, ayudados por las masas de pobres, quemaron y ahogaron a todos los Judíos que encontraron, pues pensaban que esto complacía a Dios. Las fuentes son escasas y es imposible decir cuantas masacres tuvieron lugar durante la segunda mitad de 1349; aunque sí que fueron numerosas. Las masacres de 1348-9 completaron la deterioración de la posición de los Judíos que había comenzado en 1096. A lo largo del resto de la Edad Media las comunidades judías en Alemania eran pocas y pobres y, además, condenadas a la segregación del gueto.

Intentaron también los flagelantes acabar con otro Enemigo tradicional como eran los personificados por los Divos? Querían ellos, como otras hordas inspiradas escatológicamente, exterminar a los ricos y privilegiados? Sin duda alguna estas hordas querían –como los Pastoureaux- ser temidas por los “grandes”.

En la segunda mitad de 1349 el movimiento de los flagelantes vino a ser una fuerza tan anárquica como la de los dos levantamientos de los Pastoureauxy movilizó contra ellos mismos la misma coalición del poder eclesiástico y secular. Príncipes y Obispos consultaron a la Sorbonne. La Sorbonne consultó a su vez al Papa en Avignon aunque también le envió a uno de sus doctores, el monje Flamenco Jean du Fayt, quien había profundamente estudiado el movimiento. Cuando la plaga hubo alcanzado el sur de Francia, en Mayo del año precedente, Clemente VI instituyó él mismo flagelaciones públicas en las que participaron mucha gente de ambos sexos. Posteriormente se dio cuenta del peligro de tales actuaciones; una banda de flagelantes que llegó a Avignon desde Basilea (Suiza) fue rechazada. Así, du Fayt exigió una respuesta inmediata; en Octubre, 1349, el Papa promulgó una Bula contra los flagelantes. Había, pues, que suprimir la secta; los maestros del error habían de ser arrestados y si fuese necesario quemados vivos en la hoguera

El efecto de la Bula fue inmediato. Arzobispos y Obispos en Alemania y los Países Bajos prohibieron las procesiones de los flagelantes. Muchos párrocos, capellanes y canónigos fueron apartados y excomulgados, e hicieron peregrinaje a Avignon para ser absueltos. Las autoridades seculares cooperaron entusiasmadas a la hora de reprimir el movimiento. Se sabe de flagelantes que fueron decapitados por orden de un conde y de muchos que fueron ahorcados en Westphalia. A instancias del arzobispo las autoridades urbanas en Tréveris los exterminaron. De todas formas el movimiento permanecía en algunos lugares. La ciudad de Tournai hubo de renovar la prohibición periódicamente hasta el 1351, el Obispo de Utrecht aún perseguía a los flagelantes en 1353, el Arzobispo de Colonia hubo de reprimirlos en 1353 y de nuevo en 1357. A partir de ahí nunca se volvió a oír nada sobre los flagelantes.

Situados en el contexto de la escatología popular medieval el relato del movimiento flagelante del 1349 hace surgir una pregunta obvia: había en algún lugar en Alemania, alguien que se autoproclamara mesías y que tratara mediante el movimiento de los flagelantes dar lugar a una situación en la que pudiese asumir el papel de salvador escatológico? Desafortunadamente las fuentes disponibles no ofrecen respuesta. Se puede señalar a un pequeño movimiento flagelantes que apareció en Italia que apareció unos años antes y había escapado al control eclesiástico. En este caso el líder era un laico, Domenico Savi de Ascoli, quien, después de pasar muchos años como eremita, afirmaba haberse convertido en el Hijo de Dios; por lo cual fue quemado vivo en la hoguera como hereje. Esto, por supuesto, no establece la existencia en 1349 de un personaje similar en Alemania, sólo lo hace probable. Por otro lado hay abundante información concerniente a un mesías flagelante llamado Konrad Schmid –una verdadera contraparte del Italiano hereje y al mismo tiempo un pseudo Frederick- quien en 1360 dirigió el movimiento que bajo la presión de la persecución se había convertido en una secta clandestina en las ciudades del centro y sur de Alemania.