sábado, 5 de febrero de 2011

JOB

JOB Y EL LADO OSCURO DE DIOS

Si examinamos brevemente el texto bíblico vemos que las ideas acerca de la fidelidad requerida de los seres humanos, el ejercicio de un juicio independiente y crítico a cargo de los humanos, y la creación del mundo por Dios convergen de la manera más dolorosa –en el libro de Job. El tema de sus dos primeros capítulos, el prólogo en prosa, es si la devoción de Job hacia Dios es desinteresada, o es sólo mero interés personal. La única manera que Yahvé puede cerciorarse es aceptando la sugerencia del adversario(1).

En el epílogo en prosa Yahvé restaura a Job y declara que éste ha dicho la verdad acerca de Dios, y que sus tres amigos no la han dicho(2). Es difícil saber que verdad es ésta, porque en los versículos precedentes Job se ha retractado, admitiendo que ha hablado “sin saber”(3). Se ha argumentado que si ponemos el prólogo y el epílogo juntos, tenemos un cuento en prosa en el cual un piadoso e inocente sufriente, habiéndose negado heroicamente a cuestionar la justicia de Dios a pesar de las incitaciones de su esposa y amigos, es al final premiado por su fe a pesar de las dificultades(4). En cualquier caso, en Job 3 una observación muy diferente tiene lugar, cuando Job maldice el día que nació y capítulo tras capítulo retrata a Yahvé como un omnipotente sádico:

“Pero es lo mismo, de verdad:
destruye igual al inocente y al culpable.
Si un azote mata de improviso,
Se ríe de la angustia del inocente.
Deja la tierra en poder del malvado
Y tapa los ojos de los magistrados;
Quién sino él lo hace?”

Rechazando esto sus tres amigos consoladores, y posteriormente un cuarto, tratan con una serie de argumentos para nada compatibles de demostrar que el sufrimiento es debido al pecado y que Job ha de dejar de autojustificarse afirmando su inocencia, arrepentirse, y ser restaurado por el Dios justo y misericordioso del cual él no se fía. Aunque se piensa que el discurso en los capítulos 3-37 deriva de una historia diferente, hay, no obstante, una exquisita ironía en el texto: como bien dicen los amigos, es cuando Job se someta y retracte que será restaurado (el epílogo), pero él es inocente de igual manera, como bien él les responde (el prólogo). Total, un sufriente inocente hace justas reivindicaciones contra Dios y, al someterse y retractarse, conoce de nuevo la justicia y generosidad de su señor.

Entre la disputa y la restauración aparece Yahvé replicando desde el torbellino:

“Quién es éste que denigra mi designio
diciendo tales desatinos?
Si eres valiente, cíñete los lomos:
Te voy a preguntar y tú me instruirás.
Donde estabas cuando cimenté la tierra?
Dilo, si tanto sabes y entiendes.
Sabes quién fijó sus medidas,
O quién la midió a cordel?
Dónde se asientan sus bases?
Quién puso su piedra angular
Entre el vocerío de los luceros del alba
Y las aclamaciones de los hijos de Dios?”(Job 38:2-7).

Aunque “no responde a la acusación de injusticia de Job”, Dios cambia el tema de la experiencia ordinaria a la cosmogonía. De nuevo, surge la sospecha que los capítulos 38-41 presuponen una historia diferente de Job, una en la cual el protagonista no era un inocente sufriente, sino una figura tipo Prometeo que desafía el dominio de Dios sobre el mundo y pretende tener conocimiento semejante al suyo. Incluso si esto es así, los capítulos 38-41 atacan a Job no porque éste crea que Dios es sádico, causante de increíbles torturas sobre los inocentes, sino por su insolencia al expresarlo. “Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza” está en línea con Abraham, no con Job, al menos no antes de los cuatro capítulos-arenga a cargo de Dios re-programen su mente(5). La mayor parte de la arenga es que la creación es maravillosa, un lugar misterioso que supera las asunciones humanas y sus expectativas puesto que no es antropomórfica sino teo-céntrica. La humanidad ha de aprender a ajustarse a un mundo no diseñado para su beneficio y dejar de quejarse (aunque la queja sea justa) de su incomprensible diseñador y maestro. Quejarse es tirar por la borda el yugo de obediencia a Dios, y devenir un Leviatán, a quien solo Dios puede domar(6). La injusticia que Job experimenta es un poderoso incentivo para tal desobediencia, porque implica un grave defecto en el diseño de Dios y su dominio del mundo. Pero en el epílogo en prosa, con su relato “optimista” sobre la restauración de Job, encontramos el contrapunto de esta severa, heteronómica y teo-céntrica idea sobre la creación: la sumisión incondicional al Dios de la creación le garantiza a la humanidad un alivio de la fría inhumanidad del radical mundo teo-céntrico. El reconocimiento del dominio inescrutable y un-impugnable de Dios siempre es doloroso y difícil –Dios ha hecho las cosas así- pero al final resultan en la buena vida en la que Dios re-instala su justicia y renueva su generosidad. Esta es la conclusión reconfortante de este libro inquietante. Con esto, el frígido teo-centrismo de Job 38:1-42:6 es llevado dentro de los amplios límites de la teología. Aunque la persistencia del mal parece o de hecho mina las afirmaciones de magistral dominio del creador Dios, es mediante la sumisión a estas afirmaciones de dominio que el buen orden de la creación viene a ser. Como cualquier otra fe, la fe en la creación conlleva un enorme riesgo. Sólo cuando lo enorme de este riesgo es reconocido puede la grandeza de la fe ser apreciada.

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1. Job 1:11.
2. Job 42:7-17.
3. Job 42:1-6.
4. Ver H.L. Ginsberg, “Job the Patient and Job the Impatient”, VT Sup. 17 (Leiden, Netherlands: Brill, 1966), 88-111.
5. Génesis 18:27; Job 42:6.
6. Ver Henry Rowwold, “My hw? Ly hw!: Leviathan and Job in Job 41:2-3”, JBL 105 (1986): 104-09.

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