miércoles, 11 de enero de 2012

MITRA III

MITRA III

EL CULTO
Sobre la liturgia mitraica, no tenemos nada comparable a los testimonios de Justino Mártir y sobretodo de Hipólito referentes a la cena de iniciación Cristiana. Ciertamente, algunas de indicaciones de Justino nos informan acerca del ritual. En el siglo II el pagano Celso, después, cerca del 200, el Cristiano Tertuliano hacen varias alusiones al culto persa en el marco de desarrollos polémicos. Eubulo y Pallas (hacia el 140?) habían consagrado obras a los misterios de Mitra. El neopitagórico Numenio de Apamea los había utilizado y, en la segunda mitad del siglo III, el neoplatónico Porfirio se refiere a estos por necesidades de sus argumentaciones. Nos informan solo indirectamente, como los otros autores griegos y latinos, Cristianos o paganos, que ofrecen datos dispersos y parciales, tendenciosos y deformados. No hay ninguna literatura mitraica disponible de primera mano que nos exponga directamente el “ordo” del culto Persa. Algunas inscripciones incompletamente descifradas o descifrables en la pared del Mithraeum de S. Prisca han, en parte, renovado nuestro conocimiento a al menos el dossier del tema. Pero en el estado presente de la documentación disponible, es esencialmente sobre el material arqueológico que uno puede y debe fundarse para hacerse una idea del ceremonial practicado en las cuevas mitraicas.

TIPOLOGÍA DEL “MITHRAEUM”
La arquitectura y la estructura interna de los edificios están realizadas de acuerdo con la liturgia que les es particular, y autorizan, pues, cierto número de inducciones sobre las modalidades de los rituales. Los Mithraea no son “templos” propiamente hablando, aunque las inscripciones mitraicas les apliquen, a veces, el vocablo “templum”. Si se considera el conjunto de los planos de santuarios conocidos, se tiene, sin duda, la impresión de una gran variedad en el detalle. De hecho, todos tienen en común un local de reuniones compuesto a uno y otro lado de un pasillo central, de dos banquetas de albañilería (o de adobe encofrado en un armazón de madera) bajo un techo abovedado. Estas banquetas o “podia” están ligeramente inclinadas hacia el muro y son bastante anchas como para que se pueda uno recostar sobre el codo en el reborde, como en un “triclinium”. Dicho de otra manera, el Mithraeum es primero un comedor para las comidas realizadas en común. Los comensales estaban tendidos oblicuamente, todos con la cabeza hacia la imagen de Mitra tauróctono, pintado o esculpido, que decoraba uniformemente el fondo de los santuarios, como el Cristo en la cruz en las iglesias católicas preconciliares.

Se ha contado que Zoroastro había sido el primero en consagrar a Mitra una gruta natural en la montaña, cueva “florida y regada por fuentes”. Se sabía también y sobretodo que Mitra había matado al toro en una caverna, como lo indica o lo sugieren casi todas las representaciones del memorable sacrificio. También algunos Mithraea fueron acomodados en grutas: en Sankt-Urban (Carintia), Epidaurum (Dalmacia), Kreta (Bulgaria), Tirgusor (Rumania). Cuando era posible, se los instalaba al menos en sitios rupestres, apoyando el edificio a una pared de la roca en la que se tallaba la imagen del Tauróctono, como en Bourg-Saint-Andéol (Ardèche) o en Schwarzerden (Palatinado). Allí donde el terreno no se prestaba, el Mithraeum podía tener exteriormente –como el de Londres- la apariencia de una pequeña basílica Cristiana; pero se cavaba el suelo de la nave, e incluso bajo un techado de doble rampante, el techo estaba estucado en forma de cueva abovedada.

Este local se encontraba siempre en contrabajo en relación a la entrada. Se trata más a menudo de una especie de cripta medio enterrada a la que se accedía descendiendo algunos escalones. La palabra “spelaeum” (gruta) designa precisamente estas especies de cavas, y los “cryphii” de los que algunas inscripciones hacen mención son propiamente hablando los iniciados “de la cripta”(1). Cualquiera que fuera el tipo de cobertura exterior, la nave tenía interiormente el aspecto de una caverna. Mitra figuraba al fondo en una especie de nicho o “arcosolium”, a veces guarnecido con una falsa rocalla en piedras pómez, que evocaban fictivamente el “specus” legendario donde el dios había llevado al toro recalcitrante.

La imagen cultual dominaba un reborde, como una especie de rellano más o menos ancho al que se accedía desde el pasillo central subiendo algunos escalones. Desde lo alto de este “bema”, el jefe de la comunidad podía dirigirse a los mystes para comentar las imágenes o los textos sagrados. Había un altar delante del Mitra tauróctono o a pie del “bema”. A parte del altar principal, otros más pequeños podían ser erigidos a uno y otro lado del coro o empotrados en el “podia”; la mayoría eran puramente votivos. Se han encontrado recipientes que servían unos como braseros (donde se quemaba la pez, por ejemplo), otros como vasos de agua o de vino, podían ser pequeñas cubetas o pilas de agua bendita (F. Cumont).

A menudo pintado o estucado, el techo era estrellado con la imagen del firmamento. Un zodiaco ocupa la bóveda del nicho en el Mithraeum de Ponza, con una figuración de las dos Osas y del Dragón que correspondería a un estado dado del cielo en el 212. Profirio nos explica en efecto, según Numenio, que la gruta mitraica es una “imagen del mundo” (Eikon to Kosmoi) La que se puede ver bajo la iglesia de San Clement en Roma estaba alumbrada por cuatro cavidades circulares que agujereaban la bóveda y simbolizaban los planetas. Otros “spelaea” obtenían la luz de tragaluces en las paredes. Pero más a menudo se trataba de criptas ciegas donde centelleaban lamparillas situadas al borde de las banquetas o lámparas colgantes del techo, mientras que en el “coro” las llamas de los altares y los braseros iluminaban los ídolos que parecían surgir de la boca del dios leontocéfalo.

Conforme a la tradición un Mithraeum debía establecerse cerca de una fuente o corriente de agua viva. Esta regla favoreció, en la Galia por ejemplo, la inserción del culto persa en el contexto de algunos santuarios indígenas de aguas curativas. Cuando no se podía, se cavaba un pozo y se las arreglaban para obtener agua (en un jarro o en un barreño). El agua jugaba un papel importante en el ritual de las comidas sacramentales y de iniciación. Cerca de la entrada de varios Mithraea, unas pilas o piscinas estaban disponibles para las abluciones y las purificaciones previas.

La orientación del santuario variaba según las regiones, pero también de acuerdo a la fecha y hora de la inauguración del “speleaeum”. En algunos casos, se hacía de manera que el sol diera directamente en la imagen del Tauróctono en el instante mismo cuando el Mithraeum se abría a los fieles. El de Bourg-Saint-Andéol está orientado al este ideal (cuando el sol se eleva en el equinoccio), y lo mismo ocurre con varios “spelaea” galo-romanos. El de Koenigshofen está orientado al noreste o al sur, o al suroeste.

Los Mithraea tenían anexos más o menos complejos. Una “pronaos” (nave previa) separaba la entrada exterior del spelaeum propiamente dicho. Esta “pronaos” podía componerse de un vestíbulo y de una especie de vestuario (o apparatorium), donde los mystes se vestían con sus vestimentas litúrgicas. No se penetraba directamente ni a pie plano en la cripta. Se descendía algunas veces por una especie de chicana, y solamente tenían acceso aquellos que habían pasado en la “pronaos” los controles preliminares o procedido a los ritos requeridos. La función de tal o tal pieza de “pronaos” no es siempre clara ni segura. Un pequeño local que precedía a la entrada del “Mitreo delle pareti dipinte” habría tenido la función de cocina, según M. J. Vermaseren.

Algunas salas adjuntas al “spelaeum” podían servir para las iniciaciones. En S. Prisca, detrás de la pared norte de la nave, tres capillas laterales han sido interpretadas en este sentido. De cara a la entrada del Mithraeum de Sain-Clement, un local abovedado, con banquetas cuyas paredes están provistas de siete nichos (en relación con los siete planetas o los siete grados mistéricso?) pudo haber tenido el mismo uso.

Una de las naves más grandes conocidas es la del Mithraeum III de “Carnuntum” (Viena, Austria) que tiene 23 m. de largo, la de Koenigshofen (Estrasburgo) alcanzaba cerca de 15m. Más ancho, el “spelaeum” de “Sarmizegetusa” (Rumania) no era más largo. Sin embargo la mayoría de las criptas tienen dimensiones mucho más modestas. La de Sarrebourg (donde los fieles habían hecho un gran relieve con escenas múltiples de tipo itálico-renanio) no tenía sino 6,20 m. de profundidad; la de Biesheim (cerca de Colmar) menos de 5 m. en Ostia, en la “Casa di diana”, a penas si se podían reunir ocho o diez al máximo. Las comunidades de cincuenta o sesenta mitraistas debían ser la excepción. Se trataba de una religión de pequeños grupos cuyos miembros se conocían directamente e íntimamente. Algunos Mithraea fueron acondicionados en casas particulares, como el de la “Casa di Diana” de S. Prisca, de la Via G. Lanza (Roma), de Vulci, de Bordeaux, del Altbachtal en Treves. Se sabe que este fue también el caso de las primeras iglesias cristianas. Pero en lo que respecta a los Mithraea, se trata más bien de excepciones(2).

La estructura y la función de las criptas mitraicas contrastan en el fondo con la de los templos greco-romanos tradicionales. No se trata ya de la casa del dios donde se invoca y adora a su ídolo. El Mithraeum no está elevado por encima del suelo mediante un “podium”, como el templo itálico, sino, al contrario, enterrado. El altar no es erigido delante del templo o sobre la escalera que permite subir; el sacrificio no es celebrado al aire libre (sub diuo). El oficio mitraico se hace en el interior, en presencia del dios y con el dios. Los fieles están agrupados, orientados hacia la imagen del Tauróctono y participan en una especie de consagración previa. Para la mentalidad religiosa greco-romana, esta traslación corresponde a una verdadera revolución que es paralela a las innovaciones radicales del culto Cristiano y que transcribe arquitecturalmente al “spelaeum” mitraico en tanto que “comedor” comunitario.

LITURGIA
En estos pequeños grupos estrechamente unidos y solidarios, la religión del juramento iniciático y de la “dexiosis” estaba consagrada mediante la comida compartida entre los mystes y con los dioses. Estos banquetes sacramentales prolongaban y reactualizaban aquello que había sellado la alianza del Sol con Mitra.

Pero esta comida sobre la piel del toro era la continuación de un sacrifico. Se han encontrado osamentas de animales diversos enterradas bajo el altar o en fosas cavadas sea en el suelo de la nave, sea en el exterior (pero a proximidad inmediata del santuario): volátiles (sobretodo pollos), cabras, ciervos, bóvidos, jabalíes, zorros y lobos. Se supone (F. Cumont) que estos últimos eran inmolados a Ahriman, teniendo en cuenta a Plutarco, “Isis y Osiris”, 46 (pero el historiador griego no sitúa este rito apotropaico en el contexto de los misterios mitraicos). Se trata en todo caso, parece ser, de animales sacrificados antes de ser consumidos en común(3).

Se sabe por Justino Mártir que en las cuevas se consagraba el pan y el agua, analogía con la cena Cristiana que el apologista imputa a una contra-manera diabólica. Se bebía también el vino y se comía carne, como lo atestiguan los graffitis de Dura-Europos. Las pinturas de S. Prisca muestran a los mystes, unos llevando al sacrificio un toro y un gallo blanco, un carnero y un cerdo, otros llevando una crátera, un ánfora (¿?) y un pan bajo una especie de tapadera en vidrio (¿?). se ha comentado abusivamente a propósito de “suouetaurilia”, y se ha deducido arbitrariamente que el santuario de S. Prisca era un “mithreum del Estado” (M.J. Vermaseren). De hecho, los “suouetaurilia” no conllevaban ni sacrificio de gallos, ni consagración del pan y del vino, ni comida de comunión.

Esta procesión de S. Prisca se presenta como un homenaje al Sol y Mitra representados en una gruta, pero todos los iniciados participan en el banquete que sigue al sacrificio. Puede ser, como se ha conjeturado, que el jefe de la comunidad o “Pater” tenía el papel de Mitra y el “Heliodromus” el del Sol. El myste llamado “Cuervo” presentaba las carnes y las bebidas a los comensales siguiendo el orden jerárquico. La carne de las víctimas debía estar asada en los altares, a veces en pinchos como bien se puede ver en una pintura en Dura-Europos. No queda excluido que se recogiera la sangre de las víctimas en excavaciones acondicionadas en el suelo a este efecto o en un recipiente apropiado. Se ha visto que una crátera figura a menudo bajo el toro que pierde su sangre. La serpiente y el león que se ve se acercan se supone quieren abrevarse y, al igual que el perro, absorber la substancia vivificante de la víctima.

Los lugares respectivos de los mystes correspondían probablemente al orden de los grados: se estaba más cerca del “coro” a medida que se subía en la jerarquía. Los “Cuervos” debían situarse en la extremidad de los “podia” cerca de la puerta de entrada, mientras que el “Padre” que presidía la comida se situaba cerca del altar central, cara al Tauróctono. La estructura interna de los Mithraea estaba en parte coordinada con la estructura iniciática de las comunidades.

Pero la comida sacramental, que confirmaba la solidaridad de los mystes entre ellos y con su dios, debía estar precedida de una especie de instrucción. En efecto, varias estelas bifaciales llevan de un lado la tauroctonía, y del otro el banquete del Sol y Mitra. En un momento dado de la ceremonia, se hacía girar el relieve. Las dos caras correspondía quizá a las dos fases del oficio: la explicación del mito (eventualmente con lectura y exégesis de textos sagrados) y la comida sacrificial. Las bandas esculpidas verticalmente y horizontalmente alrededor de grandes paneles italicos-renanos eran objeto de comentarios. Siguiendo los momentos del año, se debía poner el acento sobre tal o tal episodio de la gesta divina: nacimiento de Mitra petrogeno (quizá en el solsticio de invierno, el 25 de Diciembre, oficializado a finales del siglo III como día aniversario del Sol, “Natalis Solis Inuicti”); sacrificio del toro en el equinoccio de primavera; milagro del agua…. De todas maneras, había una especie de catequesis, seguida del rito vivificante y regenerador de la “cena”. Como las especies de animales que la sangre del toro había de alguna manera alimentado y reconfortado, los mystes tomaban con el dios sacrificante su parte del alimento divino. Esta concepción del sacrificio cortaba bastante radicalmente con aquella del ritual greco-romano clásico.

RITUALES INICIÁTICOS
JERARQUÍA SACERDOTAL
El testimonio de san Jerónimo (Ep., 197,2) sobre la jerarquía iniciática está confirmado nominalmente por la epigrafía e iconográficamente por las pinturas de S. Prisca así como por el mosaico que tapiza el Mithraeum de Felicissimus. Se era sucesivamente “Cuervo” (Corax), después “Novio” o “joven esposo” (Nymphus), “Soldado” (Miles), “León” (Leo), “Persa” (Perses), “Correo del Sol”? (Heliodromus), y “Padre” (Pater). Cada uno de estos grados estaba bajo la protección de un “planeta”: Mercurio tenía la tutela de los Cuervos (de los Persas en S. Prisca), Venus de los Nymphi, Marte de los Soldados, Júpiter de los Leones, la Luna de los Persas (de los Cuervos en S. Prisca), el Sol de los Heliodromi y Saturno de los Padres. Los dignatarios de la iniciación vestían los trajes, o sea las máscaras apropiadas a su título. Por ello las pinturas y relieves representan a los Cuervos y Leones con cabezas animales. El Ambrosiaster (o Seudo–Agustín) no tiene sino sarcasmos para esta gente que “baten las alas imitando la voz de los cuervos” o que “rugen como leones”. En los frescos de S. Prisca, el Nymphus lleva un velo amarillo de casado (el flammeum), los Leones un abrigo rojo vivo, el Persa una túnica blanquecina bordada con bandas amarillas, el Heliodromo una túnica roja con cinturón amarillo, el Padre una túnica roja con mangas largas con bandas amarillas, bajo un manto púrpura. Gracia al movimiento de las llamas de las antorchas y los braseros inflamados, cara a las imágenes pintadas de los dioses iluminados, el juego de los vivos colores de las telas debían dar a estos ornamentos sacerdotales un aspecto impresionante para los neófitos que penetraban por vez primera en una cueva mitraica.

Esta estructura septenaria de la jerarquía iniciática solo está atestiguada a partir del siglo II de nuestra era y nada demuestra que sea primitiva. Si debía ser concebida como emblema y deliberadamente en función de los planetas o de la semana planetaria, el orden de los grados coincidiría sea con el de las esferas astrales en el Cosmos, sea con el de la escala de las siete puerta de las que habla Celso. –dicho de otra manera, con el orden de la hebdomada temporal invertido. Hay que admitir que la jerarquía no quedó fijada sino secundariamente, accesoriamente para hacer cuadrar la serie de los grados con la de los astros(4).

Algunos grados (Cuervos, Leones) hacen pensar en las primitivas iniciaciones y representan de hecho al animal presente en la tauroctonía inicialmente solidario de la gesta mitraica. El título de Soldado puede estar ligado a los orígenes del mitraísmo (piratas cilicianos) y de su reclutamiento en el mundo romano (legiones orientales). Pero la “militia” es también una noción común a los medios filosóficos y a otros sectores mistéricos (isiacos, gnósticos, y Cristianos). Igualmente, el título de “Padre” en tanto que responsable de una comunidad religiosa, de un “collegium”, pertenecía a la terminología contemporánea (se le encuentra en el medio isíaco, metroaco, dolicheniano) y no tiene nada de específicamente mitraíco. Algunos grados como los de “Nymphus” y “Heliodromus” están añadidos artificialmente (para cubrir las necesidades de la sacro-santa hebdómada). En cuanto al nombre “Persa”, no tenía sentido cultual sino fuera de Persia, para gentes que no eran de nacimiento Persas, y es evidentemente una formación secundaria (Posterior, en todo caso, a la época en la que Mitra era un dios iraní). Este grado databa del día en el que se aceptó iniciar a extranjeros, y no se concibe sino en un medioambiente greco-romano(5).

Varias designaciones aparecen en la epigrafía mitraíca (en Dura-Europos), que no encajan en el cuadro del septenario canónico: “Stereotes”, “Sophistes”, “Syndexios”, “Petitor” (o postulante), sin hablar de los grados intermediarios, preparatorios o complementarios, como los de “Molleleon” (futuro león) o el de “Antipater”: signo de una especie de fluctuación o variantes extrajeras en el esquema planetario. También son relevantes los títulos de “sacerdote” (sacerdos, Antistes, hiereus) y de “maestro” (magíster). Inicialmente, el servicio de las cuevas constaba solo –a juzgar por las inscripciones- de Padres, Leones y Cuervos. La jerarquía pudo no haberse institucionalizado sino en la segunda mitad del siglo II d.C.

MODALIDADES DE INTRODUCCIÓN
Se trata de una jerarquía sacerdotal, la de gentes que tenían responsabilidades directas y constantes en el oficio cultual. Al lado de estos “permanentes” o dignatarios funcionales, fieles simples frecuentaban los Mithraea, como dan testimonio las consagraciones donde los dedicantes no tienen ningún título particular. Para ser admitido en las reuniones litúrgicas ordinarias, debían ser “iniciados”, introducidos ritualmente en el “spelaeum”. Estas son aparentemente las fases de esta “inductio” que representan los frescos del “Mithraeum” de Capua. Antes de ser aceptado, el candidato debía ser interrogado, encuestado, informado. Estas entrevistas y esta instrucción previa se hacían en un local distinto del “spelaeum”. El que estaba frente a la entrada del santuario de Saint-Clément (Roma) pudo servir a este fin, así como la “scuola mitraica” vecina. Las tres piezas (igualmente equipadas con banquetas) adosadas a la nave mitraica de S. Prisca autorizan la misma hipótesis. En otros sitios la preparación de los principiantes tenía lugar en la “pronaos” o en cualquier otro local anexo.

Después el neófito era sometido a una serie de pruebas. Según las pinturas de Capua, estaba desnudo, se le vendaban los ojos. Caminaba primero a tientas ante un “mystagogo” vestido con una túnica corta blanca con bandas rojas. Se le veía enseguida arrodillarse ante un personaje con casco (el Soldado?), que llevaba una capa bordada de púrpura y que parece le probaba mediante el fuego de una antorcha ante su cara. Parece que, con las manos atadas detrás de la espalda, el candidato debía ponerse de rodillas a lado de una espada (¿?) que yacía en el suelo, mientras que el “sacerdote” suspendía una corona sobre su cabeza. Después aparece postrado sobre el vientre, como un muerto. En un momento dado, empujado por su mistagogo, cae o va a caer, cuando un hombre le tiende la mano. Se le ve, en fin, de rodillas, los brazos cruzados sobre el pecho, a lado de una especie de pan redondo (¿?) que le muestra un personaje vestido de rojo.

La desnudez ritual, el vendado de los ojos, el simulacro de muerte, las pruebas de resistencia física y psicológica pertenecen a la tipología iniciática de las sociedades secretas en general. El myste dionisiaco es velado y guiado desde atrás como el myste mitraico. Un texto del obispo Cirilo de Jerusalem sugiere que los catecúmenos Cristianos también tenían los ojos vendados. Cuando iban a recibir el bautismo tenían que desnudarse completamente. Apuleyo hace decir a un sacerdote egipcio que la iniciación isiaca “figura un tránsito voluntario”, y se sabe que el neófito Cristiano no puede resucitar sino bajo condición de estar “enterrado” en la muerte de Cristo.

El Seudo-Agustín (Ambrosiaster) nos confirma que los candidatos tenían los ojos vendados y las manos atadas (con tripas de pollo): se les hacía saltar sobre fosas llenas de agua, después un “liberador” se acercaba para cortar las ataduras con un golpe de espada. Se ha creído verificar arqueológicamente en algunos Mithraea un dispositivo de entierro ritual. En Carrawburgh (Inglaterra), al sur de la nave, una larga cavidad equipada con piedras podía contener a un hombre estirado. En una de las salas adosadas al “spelaeum” de S. Prisca, se ha reconocido una excavación con longitud análoga, pero más ancha; en el Mithraeum de Saint-Clement, cerca de la entrada, dos comederos asemejan a dos sarcófagos. En medio del corredor central del Mithraeum acondicionado en las Termas de Caracalla hay una overtura especie de bodeguilla que comunica con una galería estrecha subterránea, y que habría servido a apariciones por sorpresa….. Muchos otros detalles corresponden a funciones cultuales o materiales que aún ignoramos. La especie de trinchera de Carrawburgh contenía huesos de cabra y de oveja: quizá sea solo una fosa para echar los desechos, como las que se encuentran en otros sitios. Sea lo que sea, los misterios de Mitra implicaban para los candidatos un tránsito ficticio. Según la Historia Augusta, el emperador Comodo las habría “mancillado con un suicidio” aprovechando el hecho que se tenía por costumbre “decir o fingir ad speciem timoris”. Quizá el myste estaba preliminarmente en posición de acusado, después era condenado a muerte y de manera ficticia ejecutado, antes de renacer a una vida nueva. R. Markelbach ha querido “descifrar” en este sentido las historias de muertos que no están muertos, tema a menudo explotado por romanos y griegos, en particular en las “Babyloniaca” de Jámblico donde los héroes serían probados como los mitraistas.

Era la resistencia al fuego y al frío la originalidad de la iniciación mitraica. Hay que señalar las fabulaciones o exageraciones en los comentarios bosquejados por el monje Nonnos (hacia el 600) acerca de cuatro palabras del obispo Gregorio de Nazianza: “los neófitos habrían tenido que ayunar cinco días; se les habría desollado vivos, después puestos sobre la nieve durante veinte días”. Cosme de Jerusalem se refiere a ochenta pruebas, entre las cuales figuran el hambre y el fuego.

La adopción de nuevos mystes debía estar coronada por la admisión a la “cena” común, después de un apretón de manos solemne con el jefe o “Pater” y los otros miembros. Esta “dextarum iunctio” o “dexiosis” los convertia en “syndexioi” (literalmente: “unidos por la mano derecha”).

MODALIDADES DE CONSAGRACIÓN
Las modalidades de consagración y las funciones exactas de los “graduados” de la jerarquía sacerdotal sólo se dejan entrever según los indicios dispersos de la tradición literaria y la arqueología representativa. Porfirio califica de “servidores” a los titulares de los tres grados inferiores (Cuervo, Nymphi, Soldado), los opone a los “participantes” que eran los “Leones”, “Perses”, “Heliodromos”, y “Padres”. De hecho, el “Corax” (Cuervo) está presente en el banquete que Mitra comparte con el Sol y si es “servidor”, el León también lo está en el fresco de S. Prisca y el relieve de Konjic. Una inscripción en Roma designa como “servidores del dios” a todos los dignatarios asociados al Padre de la comunidad. Este detalle demuestra por sí solo la incertidumbre con la que está cargado el testimonio del filósofo neo-platónico (o de las fuentes de las que depende).

Seguramente el Cuervo servía la comida y la bebida. El vaso es su atributo junto al caduceo de Mercurio que lo hace también un “mensajero” (quizá tenía el papel intermediario entre el Pater y los candidatos a la iniciación). El título de “Nymphus” supone una especie de matrimonio o “hieros gamos” entre el dios y el iniciado. De hecho, éste lleva un velo nupcial o “flammeum” en la procesión pintada en S. Prisca, y en el mosaico de Felicissimus una diadema encima de una lámpara simboliza su título. Un polemista Cristiano del siglo IVº d. C. , Firmicus Maternus, cita una fórmula de exhortación y aclamación dirigida al “joven esposo”: “Mira (o canta?, el texto está mutilado), Nymphus… Saludo, joven luz!” Puede ser, que una vez consagrado, tenía el derecho de levantar su velo para ver los mystes y ser visto por ellos. La expresión “joven luz” es dirigida a la lámpara que lleva durante la procesión en S. Prisca. Sin duda también estaba encargado de encender las lamparillas en la cripta, a lo largo de las banquetas.

Una jabalina, un casco y un saco designan al Soldado en el mosaico. Lleva también un saco en el fresco de S. Prisca. Pero este objeto asemeja bastante curiosamente al que blande Mitra en dirección al Sol en la escena llamada “del armamento” o “de la armadura” (en el sentido de cuando alguien era investido “caballero” en la Edad Media): todo tiene lugar como si el dios hiciera del Sol un soldado, arquetipo mítico de la iniciación del tercer grado. Tertuliano (De Praescr. Haer., 40, 4) nos informa que se marcaba en la frente a los Soldados. En el sarcófago con una escena de batalla de la antigua Colección Ludovisi (Roma, Museo de las Termas), el difunto –que H. Von Heintze reconoce como Hostiliano, hijo del emperador Trajano-Decio (249-251)- lleva una señal en la frente, y uno se pregunta si no era mitraista. Pero los mystes de Baco, de Isis y de Atis también eran tatuados, y los mismos soldados del Imperio Romano eran marcados en el brazo. Se trata, en todo caso, de una especie de sello que sacralizaba la pertenencia del “Miles” al ejército de Mitra. Tertuliano detalla (De Corona Militis., 15,4) lo que sabía del ritual propio de la iniciación del Soldado. Se presenta a un candidato una corona interponiendo una espada (símbolo de la victoria sobre el mal que se merece por el combate, ver por la muerte). Se le pone sobre la cabeza, pero ha de dejarla caer sobre la espalda diciendo que Mitra es su corona(6). No es evidente que el fresco de Capua, donde el mistagogo sostiene una corona encima de la cabeza del candidato, ilustre este testimonio, ni que una espada figure a sus pies. Es sin duda el Soldado el que aparece con un casco, frente a él, en otra escena. Es el Soldado también el que tenía que cortar las ataduras de tripas de pollo de las que habla el “Ambroisiaster”. Este “Miles” tenía pues varias tareas determinadas en el ritual de introducción de los neófitos.

El dios leontocéfalo lleva los atributos del fuego celeste. Esta representación no es extraña al grado de León que el mosaico de Felicissimus caracteriza mediante la paleta para el fuego y el rayo jupiteriano (más sorprendente es la figura entre los dos)(7). Una inscripción métrica de S. Prisca se refiere a los Leones: “Accipe thuricremos, Pater, accipe, sancte, Leones per quos thura damus, per quos consumimur ipsi” (“Recibe, Padre sagrado, los Leones quemando el incienso, mediante el cual somos nosotros mismos consumidos)(8). Se trata de una fórmula de admisión de los candidatos al título de León o más bien de un canto litúrgico entonado cuando los Leones se aproximaban procesionalmente hacia el Padre llevando el incienso y el fuego? Tenían aparentemente la responsabilidad del fuego de los altares y los braseros, encendían los granos de incienso, y quizá también probaban a los candidatos mediante el fuego (como lo sugiere la expresión “per quos consumimur ipsi”). En la gesta divina, el león tenía que jugar un papel que se nos escapa, pero contaba entre los animales aliados de Mitra. El fuego al ser opuesto al agua, se purificaba las manos del León no con éste último elemento, sino con miel (esta es al menos la explicación de Porfirio). Este testimonio está confirmado por una inscripción de Steklen (Bulgaria) que designa a un León como “melichrisus”, “ungido con miel”.

El Persa era también purificado con miel, pero en función a una exégesis diferente. Se le consideraba como “guardián de los frutos”, en sentido amplio (comprendidos los cereales), y en la Antigüedad la miel que se utilizaba como azúcar era símbolo de conservación. El Persa presentaba quizá los frutos a los comensales, como Cautes y Cautopates en el reverso de la estela de Heddernheim. La hoz que aparece al lado de la Luna y del arpón evoca la cosecha, o sea el grano que es la base del pan consagrado en las cuevas pérsicas. La estela de Dieburg representa a Mitra segando el trigo. Otros relieves lo muestran recogiendo frutas o relacionado al árbol. En el mito mitraico, la salud alimenticia de la vida humana y animal parece haber tenido más importancia de lo que se cree. La tutela de la Luna era la más indicada en el caso del “Perses” pues la miel se formaba se decía bajo el efecto de la Luna donde se purificaba la semilla del Toro para producir nuevos frutos. En el Mithraeum de S. Prisca, el Persa sostiene probablemente espigas.

El Heliódromo tiene los atributos del Sol (la antorcha, la corona radiada y el látigo). En S. Prisca, lleva una vestimenta rojo vivo y sostiene un globo de color azul. El título de Heliódromo no tiene un sentido perfectamente claro. El hecho de conferir el grado se dice en las inscripciones “heliaca tradere”. El que lo recibe no es directamente identificado con Helios, sino relacionado con Helios. Se encuentra su nombre bajo la forma “Eleiodromos” en las tablillas mágicas. Literalmente, se aplica a quien “hace el curso del Sol”, recorre la ruta solar” (como “ouranodromein” significa “recorrer el cielo”, “aerodromein” “recorrer el aire”). El título fue forjado por los mitraistas para designar a un myste que debía tener un papel solar. En la mitología griega, un héroe desgraciado quiso “realizar el curso del Sol”: Faetón, cuya historia es evocada en el dorso de la estela de Dieburg. Pero Faetón pudo provocar la muerte de las especies a las que Mitra quita la sed al contrario gracias al milagro del agua. El nombre “Heliodromus” no tiene aparentemente nada que ver con este mito. El “correo solar” está subordinado al “Pater”, como el Sol lo está con Mitra, verdadero Sol inuictus.

El Padre o superior de la comunidad aparece en Ostia con un bonete Frigio bordado, probablemente salpicado con perlas, por la podadera de Saturno, la varita y un objeto interpretado tanto como un anillo (¿?), tanto como una copa para libaciones (¿?). La varita (rabdos) es la insignia del magisterio. El “Pater sacrorum” presidía el oficio y la instrucción de los fieles. En la “cena” sacramental, representaba a Mitra. Pero se ignora todo acerca del ceremonial de ordenación que hacía de él un jefe espiritual. El título de Padre de los Padres que se encuentra en la epigrafía de Roma (y excepcionalmente en España) designa una especie de “metropolitano” que tenía autoridad sea sobre otros Padres de un mismo Mithraeum, sea sobre varias comunidades afiliadas a un santuario más importante. Se conoce en Sentinum un ejemplo de “Padre de los Leones” (Pater Leonum”.

Estos miembros del equipo sacerdotal no eran sacerdotes a tiempo completo y no formaban un clero propiamente hablando (como los Galos metroacos o los sacerdotes de Isis, por ejemplo). Asumían funciones civiles o militares, ejercían una profesión fuera del servicio cultual. Esta práctica, extraña a la tradición iraní, es conforme al espíritu romano.

Las mujeres no parecen haber sido admitidas para participar en las liturgias. Un texto dudoso y corrompido de Porfirio (De abstinentia…, IV, 16) no es suficiente para confirmar esto, ni tampoco la afirmación de Tertuliano (De Praescriptione Haereticorum, 40,5) sobre el Diablo o Mitra (¿?) quien habría tenido sus “virgenes”. Nada demuestra que la “Leona” (Lea) de Oea fuese la esposa de un León mitraico. En el fichero de los mitraistas conocidos como tales no cuenta ningún nombre femenino. Naturalemente, podían casarse, pero según Tertuliano, el “summus pontifex” (el Padre o Padre de Padres?) no podía hacerlo sino una sola vez.

SACRIFICIOS HUMANOS?
Se imputó a los mitraistas el crimen de sacrificios humanos, bastante temprano, parece ser, como para que un tal Pallas hubiese creído necesario refutar esta acusación en la época de Adriano (117-138) o de Antonino el Piadoso (138-161). Son evidentemente las pruebas de muerte ficticia impuestas a los neófitos las que suscitaron estas sospechas, y Cómodo las justificó –de facto- cometiendo un crimen ritual verdadero. En el siglo IV, los Cristianos preocupados por desconsiderar los cultos paganos procedieron a puestas en escena del género de aquellas de las que habla Sócrates y Sozomeno: para construir una iglesia sobre el lugar de un Mithraeum en ruinas, se desenterrarán los cráneos humanos, reliquias de sacrificios usados para oscuras operaciones mágicas y demoníacas. Es posible que solo hubiera habido uno solo, como la bóveda craneal exhumada bajo el relieve cultual del Mithraeum de Koenigshofen (Estrasburgo). Puede tratarse de un rito de fundación que no esta ligado necesariamente a un sacrificio humano (tampoco lo están las reliquias de los mártires bajo los altares Cristianos!). las osamentas humanas encontradas en el Mithraeum de Scarbantia (Hungría) se explican en función del hecho que la cueva en desuso fue usada como tumba. En cuanto al esqueleto encontrado bocabajo contra el suelo, las muñecas atadas con una cadena de hierro, en el Mithraeum de Sarrebourg, estaba encima de los restos de un gran panel esculpido, destruido sistemáticamente como en otros sitios por los Cristianos: demuestra que la deposición del cadáver es posterior al abandono del santuario y procede quizá de segundas intenciones maléficas (con el propósito de mancillar y difamar un sitio pagano). Los misterios dionisiacos, la francmasonería y los mismos Cristianos fuero objeto de incriminaciones parecidas. Pero la consagración de cráneos humanos no está excluida, lo que no implica que hayan pertenecido a las víctimas de una liturgia homicida.

En los oficios ordinarios o iniciáticos, algunas fórmulas o versos, como los que se descifraron en S. Prisca, debían ser cantados o salmodiados, sea por los sacerdotes, sea por la asistencia alternativamente. Los fieles participaban sin ninguna duda en el ceremonial con más intensidad que el público de los sacrificios paganos oficiales y tradicionales.

El culto de los “spelaea” tenía su razón de ser en el mito de la tauroctonía que había regenerado la creación, pero más precisamente en la solidaridad mística de la comida que confirmaba la unidad de los “Soldados” de Mitra. Quizá cotidiana, en todo caso semanal, el día del Sol (nuestro “domingo”) era más especialmente santificado, la “cena” estrechaba los lazos de estas células formadas no contra la sociedad romana, sino al margen de sus categorías jurídicas. Los nómadas del ejército, de la administración y del comercio, dondequiera la Tauroctonía tenía fieles, tenían la seguridad de reconocer a su dios, de participar en los oficios de una misma liturgia, de integrarse en estas especies de “fraternidades” que alojaban las cuevas persas, adeptos de una misma religión universal a la medida del mundo romano.


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1. Se ha querido ver en estos “cryphii” a niños impúber, esperanzas “escondidas” de la comunidad mitraica: A. Blomart, “Les Cryphii, les Nymphi et l´initiation mithriaque”, Latomus, 51, 1992, p. 264.
2. Algunos fueron instalados en villas privadas, como en Mandelieu (Gallia, 39, 1981, p. 544, Fig. 23-24) o en Itri: M. De´Spagnolis, “Il mitreo di Itri” (EPRO, 86), Leyde, 1980.
3. Le sacrifice mitraico.
4. R. Beck (“Planetary Gods and Planetary Orders in the Mysteries of Mithra”, p. 7). Se ha querido explicar el orden de los grados en relación con el de los planetas en algunos horóscopos, incluso cuando el lugar del Sol y la Luna no coincidían. Fundado en las distancias en relación a la Tierra, esta gradación iniciática correspondería a una ascensión celeste. Todo esto no es seguro.
5. Se ha adjudicado el título “Perses” al nombre de Perseo, armado con el harpón, una de las insignias del “Pater” en el mosaico de Felicissimus. Según D. Ulansey (The Origins of the Mithraic Mysteries”, p. 39, el “Persa” es hijo de Perseo, de Mitra quien es identificado con el héroe Griego.
6. I.D. Potts, “Mithraic Converts in Army Service: a Group with Special Privileges, Proceed. Of the African Classical Association”, 17, 1983, p. 114-118.
7. Es el atributo de Isis, identificada con Sotis (Sirio?), cuya ascensión heliática coincide con la Canícula, época en la que el fuego del cielo alcanza su paroxismo.
8. O “consumidos, sopesados?”

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