domingo, 19 de abril de 2009

NOTAS SOBRE EL CAOS

CAOS INCREADO

El caos como imagen tiene un origen Cananeo en lugar de Babilonio. Otra importante innovación según la hipótesis de la entronización de Mowinckel, que sitúa la celebración de la victoria de Yahvé sobre el caos en el contexto del Festival de Año Nuevo.

El término Caos deriva de la cosmología Griega, a cuyo contexto pertenece una visión del mundo muy distinta a la Hebrea. T.H. Gaster afirma que el Caos ha de ser entendido en el sentido original Griego de vacío, espacio vacío en lugar de cómo sinónimo de confusión.

M.K. Wakeman afirma que Caos es un estado de confusión. En su raíz, Caos significa, más bien, un profundo vacío o abismo. Pero el uso clásico más influyente del término es el del escritor Latino Ovidio (Ovidio, Metamorfosis, 1:5). De acuerdo con esta visión, es la masa informe de materia confusa y en conflicto de la que la tierra fue formada. La similitud con la Biblia es atractiva.

Tan común como la asunción de paridad con la Biblia es la negación que Gen. 1:2 transmita la noción de Caos. Herder dice:

Los Hebreos no sabían nada por ejemplo de un Caos…., una ficción, de la cual estamos en deuda con los Griegos. (Vom Geist der Ebräischen Poesie, Vol I, pp 59-60).

La dificultad de aplicar el concepto a la Biblia Hebrea ocurre ya con Wellhausen: La noción de Caos es la de materia increada; encontramos la remarcable idea que es creado en el comienzo por Dios. Lo atribuye a un conflicto entre el espíritu religioso con el que está impregnada la narrativa, y la naturaleza de sus materiales. No a ninguna impropiedad en la atribución de este término al relato de la creación en Gen. 1.

Gunkel, en su libro Creación y Caos, se basa en una larga tradición de interpretación del Gen. 1, así como en el debate inmediato respecto a su relación con el Enuma Elish. La presencia del Caos en el relato de la creación Sacerdotal, ha sido a lo largo del tiempo negado, asumido, e incluso re-formulado.

Caos vino a denotar no meramente la materia informe de la cual fue formado el Cosmos, sino específicamente, el mar, o un monstruo marino, el oponente de Dios.

El uso de la idea de Caos vino a involucrar una red de otras ideas relacionadas, y al final una secuencia narrativa reconocible. El significado de la raíz Caos es incierto, aunque comúnmente es traducido como “inane vacuum, Vanum”, lo que parece tener el sentido básico de “vacuidad”, sea literal o metafóricamente, connotando vacuidad, o sin valor. Cuando usado literalmente, se refiere, a menudo, al espacio del desierto deshabitado o vacío (Deut. 32:10; Job. 6:18; 12:24=Salm. 107:40), o, similarmente a la desolación que sigue al juicio de Yahvé.

Westermann está, probablemente, en lo cierto cuando afirma, que Caos no es una idea mítica sino que significa desierto, devastación, nada…. Cualquier intento de traducir este vocabulario en términos de Caos requiere definiciones cuidadosas, y es mejor evitarlo.

Si el modo de Ovidio en el empleo del término ha de ser entendido como el Caos predicado en la Biblia, Gen. 1:2, hay que acompañar esta explicación con cuidadosas afirmaciones e indicaciones.

La visión de Caos está intrínsicamente ligada con la creación; pero no tiene lugar aparte del tiempo primordial. Gunkel lo aplica a toda la Biblia. Es su pre-juicio que el motivo Caos esté en una conexión causal con la Creación, en lugar de viceversa.

El punto “supuesto” más fundamental de contacto entre los textos latinos y bíblicos –la idea de materia pre-existente, increada, conteniendo los ingredientes necesarios para la creación- depende de una interpretación particular de Gen. 1:2, que entraña la lectura del versículo como una descripción de la condición del mundo prior a la creación, en lugar de un retrato del estado resultante del primer acto en este proceso. El mismo Gunkel dice que “el Caos Primordial” contradice el concepto judío de Dios como creador que crea libremente, que esto es indicativo de presencia de material mítico antiguo subyacente al relato Sacerdotal. Esto lo afirma como refutación de la afirmación de Wellhausen de que el Caos debe haber sido creado por Dios.

El Caos de Ovidio (rudis indigestaque moles) enunciado arriba como “vacuidad”, nada, ruina”, etc. Más importante es la ampliación de la aplicación del término para asimilarlo a figuras míticas como Leviatán, Nharôt, Tehom, etc. Esto se hace más irreconciliable con el Caos sólido, inmóvil de Ovidio. Éste está temporalmente limitado, amorfo… conteniendo todos los elementos de la creación, en desorden interno, pero sin exhibir aspectos de personalidad, mucho menos de oposición a la Divinidad creadora. En contraste al Mar y figuras relacionadas que tienen personalidad atribuida y pueden ser identificadas o asociadas con el mar; y como tal comprende un solo elemento de materia pre-existente, que persiste en el tiempo en forma confinada.


El Caos ocurre en una variedad de formas identificables, sólo se convierten en indistinción Caótica, en las manos de los teólogos sistematizantes.


El término Caos no está claro y es aplicado inconsistentemente. De hecho, parece haber entrado en la arena teológica por defecto. Las imágenes de Leviatán, etc. no tienen relevancia con este de ninguna forma atestiguada; incluso su relación con Gen. 1 depende de una interpretación específica de las cláusulas de apertura de ese relato. Por lo tanto: la aplicación del concepto de Caos a la interpretación del material Bíblico restringe o predetermina, la comprensión de estos pasajes.



Westerman afirma que en el material de la Antigua Sumeria, la creación nunca es asociada con el conflicto, esta conexión se realiza por primera vez en Babilonia. Dice, pues, que el motivo de la lucha con el Dragón o con el Caos no perteneció originalmente al tema de la creación. Las batallas entre los dioses no terminan, necesariamente, en creación.



El material Ugarítico muestra que los motivos acerca de la Creación no hablan de una lucha contra el Caos y la formación de un mundo ordenado resultado de la Victoria sobre el enemigo. Más bien se refiere a una lucha por el control del mundo y su organización. No se refiere a los orígenes cósmicos sino al conflicto (Teomaquia) y batallas por la supremacía.



…. En cualquier caso la situación ha de ser juzgada en sus méritos propios y no sobre la base de priores asunciones sacadas de los datos comparativos.

COMBATE

La identificación, bajo la influencia de la mitología Babilonia, de Yahvé tratando con la figura del dragón y el mar en términos de combate ha sido particularmente persistente, ahora bien, habría que revisar esta afirmación. Fundamentalmente para cualquier mito de combate el motivo es lo enorme de la lucha y la posibilidad genuina de derrota. Los combatientes están generalmente igualados, una idea que encuentra una vívida expresión en la descripción de la lucha entre Baal y Mot:

Se atacaron como bestias depredadoras (¿?):
Môtu era fuerte, Ba´lu era fuerte;
Se acornearon como toros salvajes:
Môtu era fuerte, Ba´lu era fuerte;
Se arrastraron como alazanes (¿?):
Môtu cayó, Ba´lu cayó sobre él.

Sin embargo, se da muchas veces el caso de que es el más débil el vencedor, a veces una figura casi humana que tiene éxito engañando o con el beneficio de la ayuda Divina (ej. Gilgamesh). Incluso Baal sólo realiza su victoria sobre Yamm con la asistencia del dios artesano Kothar-wa-Khasis, quien le da armas de eficacia sobrenatural. Forsyth ha copilado un “esquema de los Mitos de Combate”, en los cuales condensa los rasgos en la narrativa de los muchos mitos que él considera. Emerge de esto que un rasgo fundamental es el de la derrota temporal de los campeones, un motivo que es descrito en términos de la “secuencia común que involucra la batalla inicial, derrota del héroe, ascenso del enemigo, recuperación del héroe. Los elementos de la derrota temporal del héroe emergen como rasgos que definen la secuencia narrativa de los mitos de combate.

Cómo es coherente este patrón con las alusiones del Antiguo Testamento a este supuesto combate? Aunque Forsyth localiza cuatro entradas referentes al diablo en su tabla (Semihazah-Asael, Mastema (Satán), Belial y Satán), no hace mención de la lucha con Rahab, Tehom, y adversarios asociados. Esto señala las dificultades con las que Forsyth se encontró a la hora de encajar las numerosas variantes bíblicas de alusiones al Caos en su esquema, dado que le faltan afirmaciones claras de la mayoría de los rasgos requeridos. En el Antiguo Testamento no hay alusión de que ninguno de estos presentasen resistencia a Dios. La oposición a Dios no es afirmada inequívocamente en ningún lugar de la Biblia; ni hay ninguna indicación de que la orden de destrucción por parte de Dios hacia estos sea una reacción a sus conductas.


EL MÉTODO COMPARATIVO
El método comparativo de Gunkel es el principio que subyace a todos sus descubrimientos. Dentro del contexto del estudio de Gunkel, el establecimiento de una relación entre temas Babilonios y bíblicos fue de gran beneficio. Sin embargo, análisis posteriores muestran cierto desarrollo dado que han puesto más énfasis en la correspondencia con material Ugarítico como opuesto al Babilonio, fundamentalmente, las discusiones acerca del material del Antiguo Testamento han fallado en validar este punto de comienzo.

Fundamental al método comparativo es la contigüidad percibida del material Israelita con la mitología y ritos de sus vecinos, de manera que las escasas referencias Israelitas pueden ser suplementadas e interpretadas a la luz de los textos Cananeos y Babilonios. Esta presuposición la hace explícita a veces Mowinckel: “A priori, se puede esperar que Israel… tenga un culto cuyos elementos básicos serían los mismos que aquellos de los pueblos vecinos…. En muchos casos, cuando los textos del Antiguo Testamento contienen sólo alusiones casuales y vagas … el cuadro se puede completar mediante analogías de los cultos de los pueblos vecinos…. Según esto uno puede presumir que incluso en Israel la concepción mítica de la creación como una lucha contra los dragones y contra el océano primordial debe haber pertenecido a las ideas del festival de la entronización desde el comienzo. Pero Wakeman, por ejemplo, habla en términos de “leer con un ojo las posibles alusiones al mito. Sin embargo, en lugar de asimilar simplemente la imaginería bíblica a la mitología Babilonia y su culto, como Mowinckel hace, Wakeman más bien piensa en términos de un solo mito el cual era manifestado a lo largo de un área cultural muy amplia en una variedad de formas, pero que no era, no obstante, sentido como el mismo mito. Este punto de vista se hace posible sobre la asunción que los aspectos cruciales del mito es su estructura, la cual provee la llave para su sentido, a pesar de los particulares. Sin embargo, incluso este aspecto de su búsqueda admite un fuerte grado de subjetividad y circularidad.

No obstante, es importante que donde es tenida en cuenta una mayor explicación del contexto de los textos y de su significado, y las diferencias fundamentales entre ellos esto apunta hacia el cuestionamiento de ciertas posiciones recibidas, especialmente respecto a la conexión del combate y la creación. Es revelador que donde una académica como Wakeman busca discernir una estructura básica común e identidad fundamental en todos los casos donde el mito ocurre, ella quizá inevitablemente concluye que su influencia está completamente difundida; ahora en contraste, Forsyth, adoptando un acercamiento literal en lugar de teológico, y preocupándose él mismo con el desarrollo, transformación y diversidad de los mitos que incorporan una batalla, permite una apertura mayor a la individualidad de los textos particulares concernidos. No es mera coincidencia que su trabajo, más que ningún otro, ha revelado algunas de las deficiencias de las asunciones establecidas que dominan actualmente la búsqueda de la imaginería del caos.




En Babilonia y otros lugares del Medio Oriente (como en la Biblia), la creación no es necesariamente el resultado del combate, y el combate no siempre resulta en creación. Incluso el Enuma Elish está más interesado en la glorificación de Marduk que en la creación en sí misma. Según todo esto, el término “caos” ha de ser abandonado respecto al Antiguo Testamento, dado que esta obra literaria no parece poseer una clara expresión de la idea de Yahvé combatiendo contra el mar o un monstruo marino en tiempos primordiales, aunque sí contiene mucho material que contradice esta afirmación. Otro problema es que la etiqueta “caos” ha sido aplicada por muchos estudiosos no sólo aludiendo al control o confinamiento del mar o a la victoria sobre un dragón, sino a una amplia variedad de referencias que no tienen conexión intrínseca con esas ideas. Por ejemplo, la victoria sobre el mar parece no tener relación con los temas de la teofanía y éxodo, mientras que el lenguaje asociado con Seol y la enemistad es otra esfera que ha de ser propiamente distinguida.

Incluso el concepto de un “caos” monolítico como tema que es expresado mediante una variada terminología, pero sin que haya una clara distinción entre sus diferentes formas, ha de ser cuestionado. Por ejemplo, parece que las figuras de Leviatán y Rahab pueden haberse originado y desarrollado independientemente, a pesar de algunas aparentes coincidencias entre estos, y que puede haber otras tradiciones de monstruos que pueden ser cocodrilos o quizás estar asociados con Mot u otras míticas o no-míticas esferas. Además, las ideas relacionadas con figuras tipo dragón parecen ser relativamente tardías y teológicamente una apropiación reflectiva dentro de Israel, aunque Rahab puede haberse originado ahí como designación de Egipto con anterioridad a que fuese pensado como teniendo forma de dragón. Incluso el Leviatán parece no haber sido “caótico” como tal, a pesar de sus varias manifestaciones en la literatura Israelita.

Hay que enfatizar que la amplitud de la evidencia relacionada con la “falta” de una expresión clara del tema del “caos” en la Biblia Hebrea, sea en relación a un dragón o al mar, y su clara explicabilidad dentro del marco del Yahvismo ortodoxo mismo, refuerza el resultado de este estudio. La referencia al “caos” está presente en ciertas instancias, no debido a la fuerza de la evidencia en este caso, sino porque era generalmente aceptado que tales alusiones ocurrían en la Biblia Hebrea y que podían por lo tanto ser presupuestas en muchos casos en los que era menos que aparente.

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