lunes, 25 de junio de 2012

EL LIBRO ASTRONÓMICO


EL LIBRO ASTRONÓMICO
El Libro Astronómico, 1 Enoch 72-78, está atestiguado en fragmentos de cuatro manuscritos de Qumran. El más temprano de éstos data de a finales del tercer o comienzos del siglo segundo y así es el más temprano de los manuscritos de Enoch. La obra Aramea representada en esos fragmentos era mucho más larga que el texto que sobrevivió en la Etíope. Milik sospecha que aquellos que tradujeron el Arameo al Griego (sobre el que estuvo basado el Etíope) “tuvieron dificultades a la hora de acortar el voluminoso, prolijo y terriblemente monótono original”(1).

El comienzo del libro no se conserva en Arameo. En el Etíope la introducción es como sigue:

El Libro del Movimiento de las Luminarias Celestiales, las relaciones entre ellas, de acuerdo con su clase, su dominio y su estación, cada una según su nombre y el sitio de su salida y según sus meses, las cuales Uriel, el santo ángel que estaba conmigo y que es su guía, me mostró y me reveló todas sus leyes exactamente como son y como se observan todos los años del mundo, hasta la eternidad, hasta que se complete la nueva creación que durará hasta la eternidad” (72:1).

No hay relato del proceso de revelación, tal como encontramos normalmente en un Apocalipsis, mediante la descripción de una visión o de un viaje celestial. Se nos da el contenido de la revelación en lugar de un informe sobre la revelación misma. (Esto es también válido para el Apocalipsis de las Semanas.) Aunque un viaje por los cielos está claramente implicado. Uriel es el ángel acompañante o guía. Enoch recorre todos los cielos hasta los confines de la tierra (76:1). En 81:5 es llevado a la tierra por “tres santos”, que lo colocan frente a la puerta de su casa. Este pasaje parece ser una adición secundaria al Libro Astronómico, aunque la presunción de un viaje celestial es consistente con los capítulos precedentes.

El contenido de la revelación es primariamente cosmológico e interesado en los movimientos del sol, luna, y estrellas(2). Las observaciones astronómicas son primitivas en relación con el conocimiento Babilonio y Griego, aunque la concepción del mundo muestra definitivamente influencias Babilonia(3). Las descripciones son muy mitológicas. Los cielos están poblados de ángeles: “los jefes de las cabezas de mil que están al cargo de toda la creación y estrellas….” (75:1). Uriel es el jefe de las luminarias del cielo.

La larga descripción de los cuerpos celestes es en parte una celebración del orden del universo. También tienen un propósito inmediato. Apoyan la afirmación que “el año tiene exactamente trescientos sesenta y cuatro días” (72:32). El calendario solar de 364 días también es sujeto de interés en el libro de los Jubileos y en los rollos de Qumran. Es una variante de los 354 días del calendario luni-solar del periodo rabínico y ha sido tomado como signo de proveniencia sectaria, dado que el calendario determinaba la propia observación de las fiestas(4). El Libro Astronómico, sin embargo, no considera un problema el tema de las fiestas y no polemiza contra el calendario de 354 días. Más bien ataca el calendario de 360 días puesto que falla en incluir los cuatro días adicionales (75:1-2; 82:4-6), aunque no sabemos que éste calendario fuese usado alguna vez en el Judaísmo(5).

Aunque la mayor parte del Libro Astronómico está dedicada a especulaciones cosmológicas, el horizonte escatológico también está presente. Al comienzo las regulaciones celestiales se dice se mantendrán “hasta la nueva creación” (72:1). Las preocupaciones escatológicas surgen más claramente en el cap. 80: “en los días de los pecadores los años serán acortados……. Y muchas guías de las estrellas trasgredirán el orden…. Todas las leyes de las estrellas serán ocultadas a los pecadores, y los pensamientos de quienes viven sobre la tierra estarán errados al respecto y ellos equivocarán sus caminos y tendrán a las estrellas como dioses. El mal se multiplicará sobre ellos y el castigo contra ellos llegará para aniquilarlos a todos”. Estas turbulencias están en señalado contraste respecto al orden de los cielos descrito en los capítulos precedentes(6). Viene a la mente el contraste entre naturaleza ordenada y humanidad pecadora en 1 Enoch 1-5. Aquí la transgresión se origina con los guías de las estrellas. La pecaminosidad terrena tiene una causa sobrenatural, igual que en el relato de los Vigilantes. La correlación de estrellas y seres angélicos era antigua en Israel (ver Jue. 5:19-20; Job 38:7) y derivaba de la creencia en divinidades astrales aquí condenadas.

El capítulo 81 permanece apartado del resto de la obra dada la falta de interés cosmológico. Aquí Enoch deriva su explicación de “las tablas del cielo” y el libro donde están escritas todas las acciones de los hombres. La respuesta de Enoch, “Bendito el hombre que muere justo y bueno…….”, implica alguna forma de vida después de la muerte. Milik señala que la referencia a “los tres santos” que traen de vuelta a Enoch a la tierra en 81:5 presupone la referencia a tres ángeles en 87:3 en el Apocalipsis Animal; 81:9 (“los que practican la justicia morirán por obra de los hombres”) sugiere un tiempo de persecución. El capítulo 81 era probablemente una adición al Libro Astronómico. Sirve para un doble propósito en este contexto. Explica como le es dado a Enoch un año, después de su viaje celestial, para que imparta su sabiduría a Matusalén antes de ser llevado arriba definitivamente, y le da a la revelación de Enoch una orientación ética.

El capítulo 82 tiene la forma de un discurso de despedida a Matusalén. Así pues ilustra cierta coincidencia entre Apocalipsis y testamento, aunque la forma dominante es este caso es la revelación. La exhortación en el cap. 82 es más específica que en el 81 y está relacionada íntegramente con las revelaciones acerca del sol y la luna: “Dichosos todos los justos; dichosos todos los que caminan por el camino de la justicia y que no pecan como los pecadores en el cálculo de los días”. El capítulo continúa con la elaboración de la ley de las estrellas y los nombres de los ángeles que las guían.

El discurso a Matusalén subyace al propósito primario del Libro Astronómico: impedir el pecado debido al calendario erróneo. El propósito aquí es mucho más específico que en el Libro de los Vigilantes, aunque la técnica es más bien similar. La observación correcta es determinada por una comprensión del mundo celestial. Lo que Enoch transmite es sabiduría, una “sabiduría que está más allá del pensamiento” (82:2), que ha de ser conseguida a través de la revelación. La experiencia de Enoch evoca un sentido de temor ante el funcionamiento de los cuerpos celestes, bajo el liderazgo angélico, e inspira convicción en la comprensión que imparte. La revelación ofrece seguridad “en los días de los pecadores” y esta seguridad es confirmada, en la forma presente del libro, por la revelación escatológica en el cap. 81.

EL APOCALIPSIS DE LAS SEMANAS
El Apocalipsis de las Semanas en 1 Enoch 93 ha sido reconocido como un Apocalipsis distinto(7). También es bien sabido que su conclusión se basa en 1 Enoch 91. Los fragmentos Arameos de Qumran confirman que los versículos en cap. 91 están desplazados en la tradición Etíope. En un fragmento (Eng) 91:11-17 sigue directamente en 93:9-10. Así, el Apocalipsis puede ser delineado como 93:1-10 + 91:11-17. El Apocalipsis de las Semanas forma una unidad auto-contenida, aunque la opinión está dividida entre si circuló separadamente o no. Milik no ve evidencia de que fuese independiente de la Epístola de Enoch (caps. 92-105). Matthew Black encuentra señales de redacción en el Apocalipsis e infiere que es más antiguo que su contexto(8). Igual que en el Libro de los Vigilantes, tanto el Apocalipsis de las Semanas y la Epístola evitan referencias explícitas a figuras y eventos históricos, frustrando así el deseo de datarlos con precisión. Charles data tentativamente el Apocalipsis de las Semanas antes de la revuelta Macabea dado que “no hay en éste referencia alguna a la persecución de Antíoco”, aunque localiza la Epístola bajo los Hasmoneos a comienzos del siglo I(9). Un factor importante a la hora de datar estos libros es el hecho que el Libro de los Jubileos alude aparentemente tanto al Apocalipsis de las Semanas como a la Epístola. Así, según Jub. 4:18 “Él fue el primero que escribió una revelación y dio testimonio al género humano en la estirpe terrenal. Narró los septenarios de los jubileos…..” El tema de testificar es más prominente en la Epístola que en cualquier otro escrito Enóquico (ver 105:1). Aunque la fecha de los Jubileos está también en disputa, varias copias en Qumran datan de a finales del periodo Hasmoneo(10). En consecuencia, si los Jubileos se refieren a la Epístola, una fecha del siglo I para el documento de Enoch puede ser excluida..

ESQUEMATIZACIÓN DE LA HISTORIA
Aunque el ascenso de Enoch se presupone en el Apocalipsis de las Semanas, no es descrito, no hay alusión a un viaje celestial. La revelación de Enoch es impartida como discurso a sus hijos, aunque afirma haber recibido esta revelación de manera típicamente apocalíptica: “aquello que se me apareció en la visión celestial, y (que) conozco por las palabras de los santos ángeles y entiendo de las tablas de los cielos”. De nuevo, imparte comprensión o sabiduría –pero una sabiduría que es accesible sólo mediante la revelación. También es una revelación mediata, dada en los “libros” y tablas del cielo y transmitida a Enoch por los ángeles.

La substancia de este Apocalipsis no es una cosmología celestial sino un repaso de la historia. La historia es esquematizada y organizada en periodos de “semanas”. Al final hay diez periodos especificados , pero la transición crucial tiene lugar en la semana séptima con la elección de los “justos elegidos”. La división de la historia en diez periodos es probablemente una derivación de la idea Persa del milenio(11). Es común en los Oráculos Sibilinos y es un elemento estructural principal en los Or. Sib. 1 y 2 y Or. Sib. 4. La encontramos en el Rollo de Melquisedek en Qumran, y Milik cita dos fragmentos de un “comentario sobre el (libro de) los periodos creados por Dios” (4Q180 y 181), donde hay diez semanas desde Noé a Abraham(12). Múltiples de siete también aparecen prominentemente en textos escatológicos. Ya en 1 Enoch 10:12 los Vigilantes están encadenados bajo tierra durante setenta generaciones. El Testamento de Levi 16:1 dice que los descendientes de Levi errarán durante setenta semanas, aunque dice haber aprendido esto del libro Enoch. En Daniel 9 las setenta semanas de los años están ligadas a la profecía de Jeremías (Jer. 25:11-12 y 29:10). En el Apocalipsis Animal en 1 Enoch 85-90, las “ovejas” (Israel) están sujetas a setenta pastores en el periodo después del exilio. Los diez jubileos de 11QMelquisedek también equivalen a las setenta semanas de años. En el “pesher sobre los periodos” (4Q 180 y 181) Azazel y los ángeles extravían a Israel durante setenta semanas, y Milik informa sobre otro Apocalipsis de los diez jubileos en sus inéditos fragmentos de la Cueva 4. Subyacente a todo esto está la noción del Sabbath y de los años sabáticos y de jubileo, expuestos en las leyes sacerdotales de la Torah (Lev. 25). Además, Enoch se dice ser el séptimo desde Adán mientras que el diluvio, que puso fin a la primera época de la historia, fue en la décima generación.

La división de la historia en un número de periodos es un rasgo común del tipo de Apocalipsis “histórico”. Un efecto de esta periodización es la impresión de un universo ordenado donde todo ocurre de manera predeterminada. Hay una analogía entre el número de periodos y el número de cielos que se pueden observar en los posteriores Apocalipsis. La periodización también hace posible localizar el presente en un esquema global de la historia. En el caso del Apocalipsis de las Semanas, el tiempo del autor real ha de ser situado evidentemente en la séptima semana, antes que la “raíz de iniquidad” sea cortada en la octava. La esquematización de la historia muestra que el número más grande de periodos ya ha transcurrido y que el cambio está cerca. El uso de un seudónimo tan antiguo como Enoch permite un “vaticinium ex eventu”, una revisión de la historia pasada como si fuera futura, y así aumenta la impresión de que todo está determinado de antemano, y bajo el control divino.

El tratamiento de la historia en el Apocalipsis de las Semanas no queda exhausto con la división en periodos. Hay también un patrón de pecado y salvación(13). En la primera semana “la justicia aún permanece”. En el segundo, “la gran maldad surgirá” aunque “en ésta un hombre será salvado”. La referencia concierne a Noé. Después Dios “hará una ley para los pecadores”, presumiblemente la alianza con Noé. La tercera semana se caracteriza por la elección de Abraham: “un hombre será elegido como planta de justicia para siempre”. La cuarta incluye el don de la ley “para todas las generaciones” y el don de la tierra. En la quinta “una casa de gloria y soberanía será construida para siempre”. En la sexta semana todos serán cegados, pero un hombre ascenderá, presumiblemente Elías. Esta semana concluye con la destrucción del templo y el exilio. La séptima semana es dominada por una generación apóstata, pero a su fin “los justos elegidos de la planta eterna de justicia” serán elegidos. El patrón que surge es que los periodos de maldad culminan en la separación de los elegidos. Al final de la segunda generación Noé es salvado; en la sexta, Elías es llevado arriba. después del diluvio, Abraham es elegido como planta del juicio justo. Después de la corrupta séptima generación, los “justos elegidos de la planta eterna de justicia” son elegidos. La elección de este grupo deviene un punto central en todo el esquema. Está prefigurada en el caso de Abraham, y hasta cierto punto en Noé y Elías.  Las semanas octava, novena, y décima ofrecen el final escatológico. La octava semana es “la de la justicia” cuando los pecadores son destruidos por la espada. en la novena el juicio de los justos será hará manifiesto a todo el mundo, y “el mundo queda listo para la destrucción”. En la décima “el juicio eterno será realizado sobre los Vigilantes”. Entonces el primer cielo pasará y el nuevo cielo aparecerá. Después de todo esto “habrá muchas semanas innumerables para siempre en bondad y justicia”(14).

En vista a la referencia sobre los Vigilantes, parece que todo el esquema de la historia es una elaboración de las setenta generaciones de 1 Enoch 10. La culminación es reminiscencia de Isaías 65, donde el nuevo cielo y la nueva tierra  son interpretados como un estado transformado donde las generaciones sucesivas viven en paz. El texto de Enoch es más explícito en lo referente a que este mundo está destinado a la destrucción. Matthew Black argumenta que algunas partes del final original de la versión Etíope se han perdido(15). El texto de Qumran Eng, tiene un pasaje antes de 91:18 del que solamente una o dos palabras son descifrables, pero que ocupa cuatro líneas. Milik identifica este verso con 91:10. Black lo reconstruye basándose en 92:3. En cada caso contiene una referencia a la resurrección. Esta referencia hace más explícita la escatología del Apocalipsis en línea con todo el Libro de los Vigilantes y las expectativas de otros Apocalipsis. No es seguro que este verso formase parte del Apocalipsis de las Semanas.

El énfasis en el Apocalipsis de las Semanas está principalmente en el eje histórico: la garantía que el tiempo está medido y bajo control. Incluso aquí el mundo celestial no está ausente. La revelación de Enoch es recibida a través de los ángeles, y al final ángeles (y los Vigilantes) figuran en la nueva creación. El control de la historia está en las manos de agentes sobrenaturales. La supervisión de la historia y el juicio cósmico ofrecen ánimo para los “justos elegidos” y, más básicamente, confirman su estatus especial en los designios de Dios.

LA EPÍSTOLA DE ENOCH
El Apocalipsis de las Semanas está incluido en una composición más larga generalmente conocida como la Epístola de Enoch. Se dice fue “escrita por Enoch el escriba” para “todos mis hijos que habitan sobre la tierra y para las últimas generaciones que practiquen la justicia y la paz”. Tiene cierta semejanza con un testamento, aunque le falta la usual narrativa en tercera persona de una escena en un lecho de muerte. Enoch afirma su autoridad mediante fórmulas tales como “Os digo” o “yo os juro”, aunque también apela a su conocimiento del ámbito celestial: “Os juro que conozco el misterio. Lo he leído en las tablas del cielo, he visto el libro de los santos…..” (103-2). La revelación celestial de Enoch se presupone, aunque la forma dominante es la paraenesis.

La mayor parte de la Epístola se compone de amenazas contra los pecadores y exhortaciones para los justos. Las acusaciones contra los malos son de dos tipos. Por un lado, los pecadores son acusados de blasfemias (94:9; 96:7) e idolatría (99:7). Por otra, la mayoría de las acusaciones son da carácter social: “Desgracia para los que edifican sus casas con el pecado porque todos sus cimientos serán arrancados y por la espada caerán; los que poseéis el oro y la plata pereceréis repentinamente en el juicio”. (94:7-8). “Desgracia para vosotros que devoráis la flor del trigo, que bebéis vino en grandes tazas y que con vuestro poder pisoteáis a los humildes”(96:5). Semejante preocupación explícita por temas sociales es excepcional en la literatura temprana de Enoch. Las divisiones de clase reflejadas en las amenazas no fueron peculiares en ningún otro periodo, aunque son completamente inteligibles contra el fondo de la Helenización de Palestina en el periodo anterior a la revuelta Macabea, como está ilustrado por la historia de los Tobíadas en Josefo(16).

Charles vio en la Epístola una reflejo de las disputas entre Fariseos y Saduceos. Milik señala que la acusación de idolatría era difícil fuese aplicada a los Saduceos(17). Las amenazas podían ser aplicadas más apropiadamente a los Judíos Helenizantes en el periodo anterior a la revuelta. Dos veces denuncia Enoch a aquellos que “alteran y falsifican las palabras de verdad” y “escriben libros sobre sus (propias palabras)”(104:10; 98:15). Esto se puede entender como un rechazo de aquellos autores que intentaban presentar la tradición Judía vestida a lo Griego.  La mención del mar en 101:4-9 se ha tomado como sugerencia de proveniencia de una ciudad marítima(18).

Todo esto, bien entendido, es extremadamente tentativo. El lenguaje altamente general en el que se basa la Epístola lo predispone para ser aplicado en varios diferentes contextos.

Aunque la Epístola conserva los motivos principales de la revelación de Enoch, hay al menos una sorprendente discrepancia con los libros de Enoch más tempranos. En 98:4 Enoch declara que “así como una montaña no se convierte en un esclavo ni una colina se convierte en una sirvienta, así el pecado no ha sido enviado sobre la tierra sino que el hombre lo ha creado”. Esta afirmación puede parecer que contradice la explicación del origen del mal en la historia de los Vigilantes(19). Esta discrepancia puede reflejar una revisión dentro de una tradición unificada, o puede ser indicativo de una proveniencia diferente de la Epístola. En la ausencia de alguna evidencia más específica, no se puede estar seguro.

Las exhortaciones en la Epístola asemejan a los Apocalipsis en su argumentación. Al comienzo los justos son asegurados de que “El Gran Santo ha dado un tiempo para todo. Los justos se levantarán de su sueño y avanzarán por senderos de justicia” (92:2-3). En 104:2-6 brillarán como las luminarias del cielo y son asociados con las huestes de los cielos. Los ángeles reunirán a los pecadores para el juicio (100:4). Los malos “serán librados a las manos de los justos que os cortarán la cabeza y os matarán y no tendrán piedad de vosotros” (98:12). La sabiduría compartida en la Epístola, que es derivada de las tablas del cielo, está principalmente interesada en el juicio escatológico(20). En breve, Enoch apela a la autoridad del cielo para mostrar que los justos que son oprimidos en este mundo pueden esperar la salvación fuera de éste y que el orden mundial actual será eventualmente invertido. La visión Apocalíptica del mundo ofrece consolación y la base para perseverar en los caminos aparentemente sin provecho de la justicia.

EL APOCALIPSIS ANIMAL
Otro Apocalipsis de Enoch, el Apocalipsis Animal, está atestiguado en Qumran. Puede ser datado basándonos en aspectos internos con la revuelta Macabea(21). Este Apocalipsis forma parte del Libro de los Sueños (caps. 83-91). Enoch remonta a Matusalén “dos visiones que tuve antes de tomar esposa”. La primera era una simple visión de destrucción cósmica, como la tierra “está a punto de hundirse en el abismo y ser totalmente destruida”. Se viene a la mente el recuerdo de Jer. 4:23-26: “Miré a la tierra, y he aquí que era un caos; a los cielos, y faltaba su luz”. Ésta breve visión es un paradigma de juicio, un recordatorio de que todo el mundo puede ser destruido. Implica la contingencia del mundo, su dependencia de su Hacedor. No necesita referirse a ninguna crisis particular.

La segunda visión en caps. 85-91 es una compleja alegoría. Los personajes de la historia bíblica son representados por animales. Adán es un toro blanco. Caín y Abel son bueyes negro y rojo. Set y sus descendientes son toros blancos. El descenso de los Vigilantes es expresado en cap. 86 con el descenso o caída de las estrellas del cielo, de acuerdo con la identificación común de las estrellas con ángeles o seres celestiales. Los gigantes por éstos engendrados son “elefantes, camellos, y burros”. Después “vienen de los cielos seres que eran como hombres blancos”. Éstos son los ángeles que encadenaron a los Vigilantes y los pusieron en prisión. Tres ángeles elevaron a Enoch a un lugar alto desde donde podía ver el curso de la historia. Enoch no realiza un viaje celestial, aunque su visión es asistida por los ángeles.

Noé, como Adán, es un toro blanco. La llave de su salvación es que le fue comunicado un misterio por los ángeles. Así pues, “se convirtió en hombre”. Este desarrollo no contradice el simbolismo general mediante el cual los humanos son representados por animales y los ángeles como humanos. Noé es transformado en un estado similar-a-un-ángel(22). Los hijos de Noé “comenzaron a engendrar animales salvajes y pájaros, de manera que de éstos surgieron todo tipo de especies”(89:10). Como en Ezequiel 34, las naciones están representadas por salvajes criaturas. De ellas emerge Abraham como toro blanco. Isaac también es un toro, pero Jacob es una oveja –lo que marca la transición del periodo patriarcal a la historia de Israel. La imaginería de las naciones es también matizada. Los Ismaelitas a los que es vendido José son asnos, pero los Egipcios son lobos. El éxodo es narrado hasta un cierto punto. Moisés es una oveja primero, pero, como Noé, “se transforma en hombre” (89:36, 38). Los reyes están representados por carneros.

El relato de los reinos es similar a las seis semanas en el Apocalipsis de las Semanas. Las ovejas están ciegas y se extravían. La ascensión de Elías es señalada. Dios entrega las ovejas en las manos de animales salvajes. Entonces setenta pastores son señalados para vigilarlas y destruir algunas de ellas mientras que a “otro” se le dice que escriba lo que hacen los pastores.

Charles ve el tema de los setenta pastores como “la cuestión más complicada en Enoch”, aunque mostró de manera conclusiva que son los patrones angélicos de las naciones(23). Son posteriormente agrupados con los ángeles caídos en el juicio, mientras el “otro” que escribe las acciones es claramente un ángel en el cap. 90. El fondo de esta concepción lo encontramos en Deut. 32, donde Dios dividió las naciones según el número de los hijos de Dios(24). La concepción figura prominentemente en Daniel 10. El número setenta corresponde a las setenta semanas de años en Daniel y la división común de la historia en setenta generaciones, arriba mencionadas. Tanto la imaginería del número setenta como la de los “pastores” se encuentran en Jeremías 25(25).

El reino de los setenta pastores es dividido en cuatro periodos, adjudicados a 12, 23, 23 y 12 pastores respectivamente. Esta división corresponde aproximadamente a los periodos de gobierno Babilonio, Persa, Ptolemaico, y Seleucida, aunque las correlaciones no son explícitas. Tampoco Enoch las correlaciona en un esquema de cuatro reinos como el que encontramos en Daniel. La división transmite un sentido de orden y control providencial. El primer periodo culmina en la reconstrucción del Templo. Aquí se nos dice que todo el pan ofrecido en el nuevo templo no era puro. Este veredicto sobre la restauración Judía es bastante compatible con el Apocalipsis de las Semanas, que se refiere simplemente a una “generación apóstata”. No necesitamos inferir que el Segundo Templo fue en principio rechazado, aunque el culto de la restauración temprana era visto como impuro.

A finales del tercer periodo (90:6) “pequeños corderos nacieron de esas ovejas blancas, y comenzaron a abrir sus ojos”. Este desarrollo se corresponde con la emergencia de los “justos elegidos” en el Apocalipsis de las Semanas. 1 Enoch 90:8 describe como “uno de esos corderos” fue matado. Esto ha sido tomado como referencia del crimen del sumo sacerdote Onías III(26). No se conoce otro referente plausible. Si esto es correcto, el rechazo del Segundo Templo ha de ser modificado. No hay duda de que el gran cuerno que creció sobre una de esas ovejas en 90:9 es Judas Macabeo. Eventualmente el ángel escribiente baja a ayudar a Judas, una referencia probable a la tradición de que un ángel apareció en la batalla de Beth-Zur(27). Más allá de este punto el Apocalipsis no describe una historia sino más bien una conclusión anticipada. Dios mismo desciende y asienta su trono para el juicio. Una espada le es dada a las “ovejas” igual que les fue dada a los justos en el Apocalipsis de las Semanas. Después los Vigilantes y los setenta pastores son destruidos y también las “ovejas ciegas” o Judíos apóstatas. Después la “casa antigua” es reemplazada y todas las naciones se inclinan ante los Judíos. Aquellos que fueron destruidos son traídos de vuelta, presumiblemente por la resurrección, y todos son transformados en “toros blancos” –la condición de Adán y los primeros patriarcas. Los “animales salvajes” también son reunidos en una “casa” nueva, aunque no está claro que sean transformados. Según 90:30 están claramente sujetos a los Judíos. La transformación final está localizada en la tierra de Israel, pero dado que Dios ha descendido y vive entre ellos podemos hablar del cielo en la tierra, igual que la nueva Jerusalem desciende del cielo en Apocalipsis 21. La “casa” aquí puede referirse a Jerusalem, dado que el templo está representado como una “torre”(28).

La técnica del Apocalipsis Animal es similar a los demás escritos de Enoch ya considerados. La obra está dirigida a la crisis que llevó a la revuelta Macabea. Esta crisis es puesta en perspectiva al estar localizada en una visión general de toda la historia. La historia es tratada alegóricamente, de manera que el énfasis es puesto en lo típico en lugar de en lo particular. También es medida y definida bajo control sobrenatural. El final escatológico está integrado en la secuencia de la historia adquiriendo así credibilidad de los precisos detalles de la “profecía” precedente. El mensaje finalmente es que el juicio está cerca y que los ángeles celestiales dispondrán de los gobernantes Gentiles igual que dispusieron originalmente de los Vigilantes. A diferencia de lo que encontramos en Daniel, este Apocalipsis afirma un papel militante de los justos. Pero la victoria está en las manos de Dios y sus ángeles, y la resolución involucra una resurrección más allá de esta vida, incluso si ésta está localizada en la tierra. El Apocalipsis Animal ofrece a los “elegidos” una comprensión de su situación que no sólo puede aliviar la ansiedad sino que también puede ser un apoyo efectivo para su acción.                                                                                      
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1.    Milik, “Books of Enoch”, 19.
2.    Ver M. Albani, Astronomie und Schöpfungsglaube: Untersuchungen zum Astronomischen Henochbuch (WMANT 68; Neukirchen-Vlyun: Neukirchener Verlag, 1994).
3.    O. Neugebauer, “The Astronomical Chapters of the Ethiopic Book of Enoch” (72-82). With Additional Notes on the Aramaic Fragments by M. Black (Copenhagen: Munksgaard, 1981); también VanderKam, Enoch and the Growth of an Apocalyptic Tradition, 91-104.
4.    Por ejemplo, R.T. Beckwith, The Earliest Enoch Literature and Its Calendar: Marks of Their Origin, Date and Motivation, RevQ 10 (1981) 365-403.
5.    J. VanderKam, The 364-Day Calendar in the Enochic Literature, en K.H. Richards, ed., Society of Biblical Literature 1983 Seminar Papers (Chico, CA: Scholars Press, 1983) 157-65.
6.    VanderKam argumenta fuertemente que el cap. 80, igual que el 81, es una adición secundaria, dado que las discontinuidades son antes de la nueva creación y contradicen así 72:1 (Enoch and the Growth o fan Apocalyptic Tradition, 76-79). Esto es posible, aunque raramente necesario. Hay que señalar, sin embargo, que el cap. 80 no está atestiguado en Qumran. Si el Libro Astronómico circuló sin los caps. 80 y 81 le faltaría el interés escatológico que es constitutivo de un Apocalipsis.
7.    Charles, APOT, 2:171; F. Dexinger, Henochs Zehnwochenapokalypse und offene Probleme der Apokalyptikforschung (Leiden: Brill, 1977) 102.
8.    M. Black, The Apocalypse of Weeks in the Light of 4QEng, VT 28 (1978) 464-69; idem, The Book of Enoch, 288.
9.    APOT, 2:171.
10. J.C. VanderKam and J.T. Milik, “Jubilees”, en H. Attridge et al., eds., Qumran Cave 4-VIII: Parabiblical Texts (DJD 13; Oxford: Clarendon, 1994) 1-185.
11. D. Flusser, The Four Empires in the Fourth Sibyl and in the Book of Daniel, Israel Oriental Studies 2 (1972) 148-75.
12. Milik, Books of Enoch, 248-51. Ver P.J. Kobelski, Melchizedek and Melchiresha (CBQMS 10; Washington, D.C.: Catholic Biblical Association of America, 1981) 49-51; A. Yarbro Collins, Numerical Symbolism in Jewish and Early Christian Apocalyptic Literature, en eadem, Cosmology and Eschatology in Jewish and Early Christian Apocalypticism (Leiden: Brill, 1996) 80-83.
13. G.W.E. Nickelsburg, “The Apocalyptic Message of 1 Enoch 92-105”, CBQ 30 (1977) 313-15.
14. Basado en este pasaje VanderKam (Enoch and the Growth of an Apocalyptic Tradition, 141-60) cuestiona lo adecuado de la designación usual “Apocalipsis de las Diez-Semanas”, aunque el curso de la historia está concentrado en las diez semanas.
15. 58 Black, The Apocalypse of Weeks in the Light of 4QEng, VT 28 (1978) 464-69; idem, The Book of Enoch, 295.
16. 59 Sobre el mensaje social de la Epístola, ver Nickelsburg, Jewish Literature, 145-51; idem, Riches, the Rich and God´s Judgment in 1 Enoch 92-105 and the Gospel According to Luke, NTS 25 (1979) 324-44. Sobre el fondo del periodo, ver M. Hengel, Judaism and Hellenism (2 vols.; Philadelphia: Fortress, 1974) 1:6-57.
17. 60 Milik, Books of Enoch, 49.
18. 61 Ibid., 49-51.
19. 62 Ibid., 53 Hay que señalar que Jubileos combina una versión de la historia de los Vigilantes con una doctrina del terrenal origen del pecado. Ver Sacchi, “Jewish Apocalyptic”, 146.
20. 63 para los importantes lazos entre la Epístola y la Sabiduría de Salomón, ver Nickelsburg, Resurrection, Immortality, and Eternal Life in Intertestamental Judaism (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1972) 112-30; L. Ruppert, Der leidende Gerechte (Würzburg: Echter, 1972) 70-105.
21. 64 Charles, APOT, 2:170-71; Milik, Books of Enoch, 44; P.A. Tiller, A Commentary on the Animal Apocalypse of 1 Enoch (Atlanta: Scholars Press, 1993) 61-82. Ver también D. Dimant, History according to the Vision of the Animals (Ethiopic Enoch 85-90). En Mhqry yrwshlym bmhshbt ysr´l (Jerusalem Studies in Jewish Thought) 2 (1982) 18-37 (en Hebreo).
22. 65 Para otros ejemplos de transformaciones semejantes, ver J.H. Charlesworth, The Portrayal of the Righteous as an Angel, en G.W.E. Nickelsburg y J.J. Collins, eds., Ideal Figures in Ancient Judaism: Profiles and Paradigms (SBLSCS 12; Chico, CA: Scholars Press, 1980) 135-47. Cf. M. Himmelfarb, Revelation and Rapture: The Transformation of the Visionary in the Ascent Apocalypses, en Collins and Charlesworth, eds., Mysteries and Revelations, 79-90.
23. 66 APOT, 2:255; Tiller, A Commentary, 325.
24. 67 Los LXX, apoyado por evidencias en Qumran. El TM lee “hijos de Israel”. Ver P.W. Skehan, A Fragment of the Song of Moses (Deut. 32) from Qumran, BASOR 136 (1954) 12-15.
25. 68 ver VanderKam, Enoch and the Growth of an Apocalyptic Tradition, 166. Para los paralelos entre el Apocalipsis Animal y Daniel, ver P.A. Porter, Metaphors and Monsters: A Literary-Critical Study of Daniel 7 and 8 (Lund: Gleerup, 1983) 43-60.
26. 69 Charles, APOT, 2:257; Milik, Books of Enoch, 43. Ver 2 Mac. 4:33-35 y Dan. 9:26. Ver, Tiller, A Commentary, 349, que lee “tomó esos corderos” en plural. Ver su comentario sobre la lectura más usual en pp. 353-54.
27. 70 Milik, Books of Enoch, 44; 2 Mac. 11:6-12.
28. 71 Tiller, A Commentary, 376.   

   













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