lunes, 9 de mayo de 2016

EL EVANGELIO DE JUAN Y EL TEMPLO

Dejando a un lado los episodios constituidos por material arcaico heredado (vocación de los discípulos, la novela de Juan el Bautista, la multiplicación de los panes), el grueso de la actividad que Jesús desarrolla en el cuarto evangelio es obra de este autor, y nos habla de un Jesús que acude sin cesar al Templo, en donde predica, mantiene discusiones con los judíos y obra sus milagros. Todo lo dicho apunta, por tanto, a que este es un judío que vive en una tradición que lo vincula a la ciudad de Jerusalem y, en particular, al Templo(1). Es por esta razón por la que no ha roto sus vínculos con su religión, el culto y sus leyendas (Jn. 5:2-4)(2).

La destrucción del Templo en el año 70 debió de constituir un acontecimiento fundamental para los primeros Cristianos. Suceso extraordinario que no podía estar desligado del acontecimiento de la resurrección de Jesús, ocurrida unos treinta y cinco años antes. Si dios había permitido que los romanos destruyeran el Templo, ello solo se podía deber a que este ya había cesado en su función como mecanismo de regulación sacrificial del cosmos. La cruz y la resurrección habían cerrado su ciclo. Tal planteamiento, en el fondo, ya había sido formulado por Pablo en los años 50, aunque no de forma totalmente explícita. Interpretada en términos sacrificiales, la muerte de Jesús era un acontecimiento de orden cósmico e, implícitamente, dejaba sin función al Templo. De ahí que el apocalíptico Mesías galileo pudiera ser reinterpretado en algunos ámbitos desde esta perspectiva litúrgica, asumiendo tres roles de carácter sacrificial:

a.    La víctima del sacrificio (Jn. 11:49-50). Jesús va a morir por el pueblo como víctima propiciatoria, como sacrificio definitivo por los pecados del pueblo. Este es el Cristo que conformó la comunidad joánica(3), o el que se manifiesta en el anónimo autor de la Carta a los Hebreos 7:26-27.
b.    También existía otra posibilidad simbólica. Cristo también fue asimilado con la figura del sacerdote. La teología de la Carta a los Hebreos desarrolla con amplitud y belleza en el Nuevo Testamento la idea de Cristo sacerdotal, tan judía y simultáneamente tan ajena al Jesús histórico. No hay en Juan rastro de esta cristología sacerdotal. Con la identificación con el cordero sacrificial, ausente en los sinópticos, quedaba cerrado el camino a la interpretación simbólica  de Cristo como sacerdote.
c.    La cadena culmina con la identificación de Cristo con el propio Templo: “Pero él hablaba del santuario de su propio cuerpo”(Jn. 2:22), Imagen que se desarrollo en parecidos términos en la Carta a los Hebreos (Heb. 10:19-22).

Otro elemento significativo del Evangelio de Juan es la práctica ausencia en su texto de “los Doce”, que no son sino una instancia ficcional en la que se materializa la comunidad de Jerusalem, no el cuerpo de los legendarios “Doce discípulos” de Jesús. Los Doce apóstoles son válidos como grupo, pero no como individuos. No conocemos ni el nombre ni la identidad completa de los doce, ya que las listas no coinciden. No es verosímil que exista una contiguidad histórica entre el grupo de discípulos galileos  de Jesús y el cuerpo dirigente de “los Doce” que gobiernan la iglesia de Jerusalem en los años 30 y 40. Es de suponer que la entrada de Jesús en Jerusalem no acabara tan solo con su vida. Seguramente, también habrían sido ajusticiados algunos de sus seguidores como evidencia la triple crucifixión de la tradición. Y más aún, tampoco es creíble que todos los discípulos galileos en bloque hubieran aceptado la resurrección de Jesús y hubieran acabado instalándose en Jerusalem para dirigir la incipiente comunidad Cristiana. Es posible que lo que ocurrió fue que algunos de los discípulos galileos supervivientes, comandados por Pedro, el iniciador de las visiones, habrían aceptado su relato y acudido a Jerusalem. Ello habrían sido los dirigentes de una pequeña comunidad apocalíptica que esperaba el cumplimiento de las profecías de Daniel 7:9. En cualquier caso, y en contraste con la permanente intimidad que Jesús mantiene en los sinópticos con el grupo de los discípulos, estos en Juan tan apenas son una sombra. Jesús se mueve a solas, y sus discípulos aparecen y desaparecen del relato (Jn. 2:11-14). Esto sugiere que el Jesús del relato evangélico joánico se movía solo por Jerusalem y las escasas apariciones de sus discípulos son resultado de la intervención de instancias redaccionales posteriores(Jn. 6:67-70).

De hecho, la comunidad joánica solo parece haber conocido siete discípulos, número que se puede reconstruir a partir de la comparación de los dos listados parciales que suministran los relatos de “la vocación de los discípulos” y el de “la aparición en el lago de Tiberiades”:

Vocación (Jn. 1:35-51)
1.    Discípulo sin nombre, Zebedeo 1?
2.    Discípulo sin nombre, Zebedoe 2?
3.    Andrés
4.    Pedro
5.    Felipe
6.    Natanael

Tibaríades (Jn. 21:1-14)
1.    Discípulo sin nombre: Andrés?
2.    Discípulo sin nombre: Felipe?
3.    Zebedeo 1
4.    Zebedeo 2
5.    Pedro
6.    Natanael
7.    Tomás
 
Resulta evidente que el texto es producto de una comunidad que se halla por completo al margen de la polémica fe/obras que enfrentará a la comunidad judeo-cristiana con las iglesias paulinas del ámbito helénico. En cambio, sí resultan manifiestos los conflictos que la comunidad debió de mantener con otros de sus hermanos de fe(Jn. 7:1-5).

La mención de la increencia de los hermanos de Jesús va más allá de un mero apunte histórico. Se trata, sin duda, de una sutil alusión de corte polémico con la que el autor manifestaba su distanciamiento respecto a la comunidad judeo-cristiana, presidida por Santiago “el hermano del Señor”.

De la misma manera, el evangelista también tuvo su polémica con los discípulos del propio Juan Bautista. Aunque el conjunto de material heredado le obligaba a dar cuenta de la “novela de Juan”, la insistencia del autor en la no mesianidad del profeta revela una indiscutible memoria de enfrentamientos entre los discípulos de Jesús y los del Bautista(Jn. 1:19-21)  
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1.     Barrett(2003), “los materiales de procedencia palestinense están subordinados a las exigencias de un socio dominante no judío”. Quizá se trata más bien de un socio genéricamente judío que se mueve en un horizonte mental distinto, ya que el “Templo” de Juan es solo una imagen ideal.
2.     Como señala Barrett (2003, p. 382), todo este pasaje de Juan 5:1-18 está ausente de algunos de los testimonios más antiguos de la tradición textual: así e, P66, P75, y los códices א, B, W, 33 y también las versiones cur sah.

3.     La figura se ajusta a la imagen del siervo doliente acuñada por Isaías 53:7. Quizá es la referencia del profeta la que posiblemente da lugar al episodio de la lanzada en Juan 19:34, detalle desconocido por el resto de los evangelios.  

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