LOS JUDÍOS CRISTIANOS COMO FENÓMENO
HISTÓRICO
Los Judíos Cristianos en sentido amplio significa todos los
Cristianos de sangre Judía. En tanto que designación de un grupo este nombre es
un tanto ambiguo y está abierto a ser malinterpretado. Había Judíos Cristianos,
como Pablo y los escritores de los Evangelios, quienes prepararon el camino
para la iglesia Gentil-Cristiana. Había también Judíos Cristianos quienes, al
sentirse orgullosos de su origen, formaron grupos separados dentro de las
iglesias y, quizás, algunas veces, establecieron congregaciones junto a las
Iglesias Cristianas Gentiles de la Gran Iglesia. Finalmente, había Judíos
Cristianos -también conocidos como
Judaistas- que se separaron gradualmente de la mayoría y tuvieron una historia
propia.
El término “Cristianismo Judío” lo usaremos no como
designación de origen sino como designación del punto de vista de un partido.
Consecuentemente, no toda exposición de una descendencia Cristiana o Judía
puede ser vista como Judeo-Cristiana(2). La
palabra “partido” viene del Latín pars, que
significa “parte”. Y esto no se puede decir de la otra ala del Cristianismo
Judío, i.e., Los Cristianos de origen Judío que permanecieron en la Gran
Iglesia. En su Diálogo con Trifón el
Judío (cap. 47), Justino, que escribe a mediados del siglo dos, distingue
dos grupos de Cristianos de origen Judío: Moderados que permanecieron dentro de
la iglesia y, especialmente en las congregaciones en la Diáspora, ejercieron
una influencia Judaizante en la formación de la doctrina y moral Cristiana; y
extremistas que se negaron a vivir con los Cristianos Gentiles que no
incorporaron la Ley Judía a su fe en Cristo.
Había probablemente Judíos Cristianos, que se habían
separado del resto de la Cristiandad porque combinaban la fe en Cristo con la
observación de la legalidad Judía, en muchos lugares (Roma, Egipto,
Mesopotamia, etc.) y durante largo tiempo. Solamente tenemos un perfil claro de
los Judíos Cristianos de Palestina-Siria, quienes enfatizaban su conexión con
la célula original del Cristianismo en Jerusalem y Galilea. De sus círculos
también vienen los restos literarios mediante los cuales se puede uno hacer una
idea de su pensamiento. Los Judíos Cristianos “tenían tradiciones teológicas y
literarias independientes, y representaron en el paso del siglo dos al tres a
un grupo que era independiente de la “Gran Iglesia” cuya forma externa no se
corresponde caracterización heresiológica usual(3).
Los nombres bajo los cuales aparecen estos Judíos Cristianos
en las listas de sectas ofrecidas por los Padres de la Iglesia eran
originalmente nombres honorables en el Nuevo Testamento pero los significados
pronto se deterioraron. Ebionim o
“Ebionitas” es un nombre hebraizado y antiguo título de honor que el remanente
de la iglesia primitiva adoptó, probablemente después de su huida de Jerusalem,
basado en las bienaventuranzas referentes a los “pobres”(Mat. 5:3; 11:5; Lucas
4:18; 6:20). No hubo nunca un nombre “Ebion” que sirviera como padre o padrino
de la secta, como los posteriores Padres de la Iglesia supusieron
equivocadamente. El nombre fue elegido por la secta de acuerdo con el patrón
tradicional (ej. Perusim = Fariseos, Sadduqim = Saduceos). Posteriormente el
odio y sátira de los oponentes redujo “Ebionita” a un sobrenombre y término
abusivo (los “pobres de espíritu”, los “pobres en la fe en Cristo”) de manera
tal que los Judíos Cristianos lo evitaban. Continuaron, no obstante, apelando a
su voluntaria disposición de las posesiones (siguiendo Hechos 4:34 f.) y
asociaron su pobreza con elídela de santidad; de hecho, Pablo habló de los
“pobres entre los santos en Jerusalem”(Rom. 15:26).
El segundo término, “Nazarenos”, puede originalmente haber
sido usado dado que no solamente aparece en Hechos 24:5, “la secta de los
Nazarenos”(he ton Nazoraíon haíresis), y
también por la hebraización Nozrim en
el Birkath ha-Minim (la petición
contra los herejes) en el las Dieciocho Bendiciones Judías. Este nombre,
durante mucho tiempo usado en Siria para designar a los Cristianos en general,
probablemente no deriva de la población de Nazaret, sino que habría que
considerarlo como un substantivo formado de la raíz nsr, que significa “observar”, “manener”, de manera que aquellos
que llevan este nombre serían los que “observan las tradiciones secretas”.
Ambos términos se encuentran en los Padres de la Iglesia,
aunque nunca se refieren al mismo grupo, aunque, quizá Epifanio distingue
claramente entre ellos. Los Elkesaítas, con los que probablemente se mezclaron
los Nazarenos en un periodo posterior, tienen un origen completamente
diferente. Además de estos también encontramos los nombres Galileos, Jesaenos,
y, en los Padres Latinos tardíos Simanquianos, dado que Simanco, el traductor
bíblico, perteneció a este partido. También parecen haber sido llamados Tobim (agatoi) como título de honor especial, según algunos pasajes.
Los Padres de la Iglesia que informan sobre estos
Ebionitas/Nazarenos raramente fueron testigos presenciales de la vida comunal
de estos grupos. Basaban sus informes mayormente en rumores y en documentos por
ellos conocidos. Es gracias a Justino, Ireneo, Tertuliano, Hipólito, Orígenes,
Eusebio (cuya Historia Eclesiástica ha
conservado fragmentos de las memorias del Judeo-Cristiano Hegesipo, que formó
parte de la Gran Iglesia), Epifanios y Jerónimo aportan algún material factual,
aunque con muchas contradicciones. Estos dos últimos Padres son los que ofrecen
el relato más completo. El Panarion (contra haereses) del Obispo Epifanio de
Salamis es especialmente importante; es como un kibotion iatrikon (un estuche médico para usar contra animales
salvajes y serpientes, i.e., herejes; Prooem
1.1,2). Epifanio describe a los Nazarenos en el capítulo 29 y, en detalle,
a los Ebionitas en el capítulo 30. Los confunde en varias maneras y a menudo
los mezcla juntos, aunque los relatos son parcialmente verificables mediante la
información ofrecida por la narrativa de las Pseudo-Clementinas.
No hay duda que el “patriarca de la ortodoxia”, como era
llamado Epifanio, tenía un conocimiento positivo de los Ebionitas, y que las
Clementinas originales, en una forma u otra, estaban conectadas con estos.
Los relatos de los Padres de la Iglesia son esencialmente
polémicos, tratan menos de presentar que de refutar. La sinagoga, sin embargo,
en relación a este grupo que estuvo entre estos y la iglesia, perseguía la
táctica más efectiva de ignorar a sus oponentes. El arma elegida por los
rabinos Fariseos fue extrema y efectiva. Los vencidos no solo murieron sino que
fueron enterrados bajo una capa de silencio. De ahí la sorpresa ante los Rollos
del Mar Muerto. Después de dos mil años la arena del desierto nos dio los
pergaminos que nos revelaron las creencias y posturas que desde el punto de
vista del desarrollo religioso que llevó a la Mishnah, eran heterodoxos,
pertenecientes a un grupo que fue precursor de los Ebionitas. No obstante, hay
en el Talmud y los Midrash mucha polémica anónima y pseudónima contra los
Ebionitas que puede ser utilizada. Los Judíos Cristianos o Ebionitas, están
incluidos entre los minim (herejes),
de los que se dijo que eran peores que los idólatras, porque estos últimos
niegan a Dios sin conocerle mientras que los otros le conocen y sin embargo lo
niegan(Rabí Tarfon, 100 d.C. según el Tosefta
Tractate Shab. 13.5). Los Ebionitas aparecen especialmente como poshei Israel (apóstatas de Israel) y
ocasionalmente también como Koraitas, dado que esta era la herejía prototipo
contra Moisés. In los siglos segundo y tercero, tanto la Midrash apologética y
la Haggadah que embellecen la Biblia contienen algunos temas que probablemente
a estos se refieren. Rabi Eliezer ben Hyrcanus y Rabi Jehuda ben Ilai
especialmente aparecen haber debatido con ellos teniendo así contacto directo.
Mediante sus polémicas estos rabinos han atestiguado indirectamente sobre unas
series de doctrinas Ebionitas.
RESUMEN DE LA HISTORIA DEL
CRISTIANISMO JUDÍO
En tanto que grupo con un destino separado y distinta
doctrina, el Cristianismo Judío aparece por primera vez en el momento de su
separación organizacional del resto del Cristianismo primitivo. A este respecto
Epifanio está en lo cierto cuando fecha el origen de los Ebionitas y Nazarenos
en el tiempo de la captura de Jerusalem(Pan.
30.2.7; 29.5.4). Pero no es una contradicción cuando al mismo tiempo
atribuye los comienzos de los Nazarenos al periodo más temprano de la iglesia
primitiva en Jerusalem, justo después de la muerte de Jesús(29.7). Ambas fechas
son correctas, dependiendo si uno se refiere al comienzo del Ebionismo como
institución o a sus comienzos Espirituales.
Si dirigimos la atención a la información ofrecida por el
canon del Nuevo Testamento, especialmente por los Hechos de los Apóstoles, surge
un hecho cierto. En llamado Concilio Apostólico del 48/49 d.C., descrito por
Pablo en Gálatas 2 y, con cierta divergencia debido a la tendencia de Lucas, en
Hechos 15, un grupo Judeo-Cristiano extremista en la iglesia primitiva adquirió
prominencia: “Pero algunos fariseos que habían creído”(Hech. 15:5), a los que podemos
ver como los predecesores de los Ebonitas. Se les puede identificar
probablemente con los “falsos hermanos que se habían metido a escondidas”(pareisaktoi pseudadelphoi, Gál. 2:4) que
aparecieron en Antioquia. Estos intrusos molestaron a Pablo incluso en Corinto;
presentaron cartas de recomendación de la iglesia primitiva en Jerusalem,
probablemente escritas por extremistas y por el mismo Santiago (2 Cor. 3:1). Se
presentaban ellos mismos como “ministros de justicia” (diakonoi dikaiosyne) (2 Cor. 11:15). Descritos en Hechos como “defensores
de la Ley”(zelotai tou nomou, Hech.
21:20), acusaron a Pablo de apostasía varios años más tarde en Jerusalem. Este segmento
de la iglesia primitiva puede muy bien ser visto como los primeros Ebionitas.
En la controversia del Concilio Apostólico referente a si o
no los nuevos Cristianos habían de proceder de acuerdo con las costumbres
Judías en su misión para obtener prosélitos, los Ebionitas representaban la
posición rigurosamente Rabínica de la escuela del Rabino Shammai: entendían la soteria (salvación) como dependiente de
la circuncisión. En tanto que Judíos que creían en el Mesías, no podía
reconocer otra respuesta a la cuestión de que los paganos podían convertirse en
Cristianos sólo mediante la recepción en la alianza Judía de la elección
mediante la circuncisión. Su punto de vista no prevaleció, sin embargo, pues el
concilio decidió a favor de Pablo, su oponente; los nozri de los Gentiles, los Christianos,
no necesitaban someterse a la circuncisión o cargar con el “yugo” de los
mandamientos. Tuvieron incluso menos éxito en su petición de un completo
cumplimiento de las leyes kosher; se pensaba que era más importante hacer
posible compartir la mesa con los Gentiles(4).
Así, la llamada estipulación de Santiago (o decreto Apostólico) fue vista como
una amplia concesión: los nuevos Cristianos-Gentiles estaban obligados a
observar un mínimo de la Ley. Este acuerdo no duró mucho.
El punto de vista de los “Cristianos Fariseos” en Hechos 15
era uno de los muchos en la iglesia primitiva, difícilmente era el Santiago, el
jefe de la iglesia, quien aparentemente se adhería a una posición intermedia.
El hecho que este punto de vista no prevaleciera parece ser que hizo a la
iglesia primitiva Judeo-Cristiana sospechosa per vez primera a los ojos de los
Judíos. La práctica misionera de la mayoría en la iglesia, i.e., el tratamiento
del tema de los converso Gentiles, aparentemente cuestionó el derecho de los
Cristianos a pertenecer a Israel. Este punto nunca fue resuelto y el asesinato
judicial de Santiago, víctima de sus oponente Saduceos, fue un resultado indirecto.
Se puede decir que Santiago el hermano de Jesús, por
disposición un mediador, garantizó la unidad de la iglesia; con su muerte la
era de los cismas comenzó. La segunda y tercera generación idealizaron a
Santiago el Justo y proyectaron su propio ideal sobre esta figura
universalmente reverenciada en orden a investirlo con total autoridad como su
campeón. Fue elevado a “Papa de la fantasía Ebionita” (El odore Zahn). Las
leyendas Judeo-Cristianas según Hegesipo, conservadas por Eusebio en su Historia Eclesiástica (2.23.6), hacen de
él un vegetariano, un abstemio y asceta, de acuerdo con su propio estilo de
vida: afirmaban que oraba tanto en el templo para el perdón de los pecados de
su pueblo que sus rodillas tenían callos como los de un camello. Debido a estos
excesos en la intercesión parece ser que fue honrado como una especie de
paracleto y haber recibido los títulos honorarios de ho dikaios (El Justo) kai
oblias(5).
Tenemos dos relatos distintos del martirio de Santiago.
Josefo date el evento en el 62/63 d.C., Hegesipo en el año 66. Por varias
razones el relato de Josefo es el preferido. Incluso si ha sido interpolado,
debe estar más cerca del evento histórico(6).
Josefo (Ant. 20.9.1) informa que
Santiago fue citado ante el tribunal como “transgresor de la ley” por el sumo
sacerdote Saduceo, Anás el joven, y que fue condenado a ser apedreado. Esto dio
lugar a que los Fariseos, oponentes de Anás protestaran ante el procurado,
Albino. Parece que hubo una estrecha relación entre el martirio de Santiago y
la migración Judeo-Cristiana a Pella.
En la tradición Ebionita la muerte de Santiago y la
dispersión de sus miembros vino a estar muy de cerca asociada, como la profecía
insertada por Simanco en su traducción del Eclesiastés 12:5 deja claro(7). Además, dado que Hegesipo también conocía una
prueba basada en la escritura, la cual se originó probablemente en sus
círculos, referente a que la muerte de este “justo” había sido profetizada en
Isaías 3:10, sabemos que al menos los Ebionitas tardíos, en tanto que completos
biblicistas, veían la muerte e Santiago así como su propia historia reflejada
en las Santas Escrituras. Según Hegesipo, relacionaban la catástrofe del 70
d.C. con el asesinato de Santiago y la interpretaban como juicio divino sobre
los Judíos. De la interpretación que hace Simanco del Eclesiastés 12:5 se
deduce sólo que la muerte de Santiago tuvo lugar bajo circunstancias
tumultuosas (terror in via), que
precedieron a la dispersión de los Ebionitas. Se puede suponer que esta era una
cuestión de abierta hostilidad por parte de los Judíos hacia esta comunidad,
ahora privada de su líder.
La sombra de la próxima catástrofe del 70 d.C., la
hostilidad de los Judíos, y, también, el desacuerdo interno con los Paulinistas
contribuyó a la decisión Ebionita de abandonar su ciudad natal, Jerusalem.
Según el relato de Eusebio (Eccl. Hist. 3.5.2),
la causa inmediata fue una profecía secreta al estilo apocalíptico Judío, un
oráculo concerniente a la próxima destrucción de Jerusalem que fue comunicado a
los líderes de la iglesia en una visión y sobre la base la cual abandonaron la
ciudad antes que estallara la guerra. Los Ebionitas parecen haber comprendido
la huida misma a la luz del dicho de Jesús conservado en Mateo 10:23, según el
cual la Parousia tendría lugar antes que los discípulos hubieran recorrido
todas las ciudades de Israel. Todo esto está posiblemente reflejado en el
Apocalipsis canónico (Mat. 24:15-28), que de haber estado contenido en los
evangelios Judeo-Cristianos(8).
Referente al
éxodo de la iglesia primitiva en el 66 o 67 d.C. al este del Jordán(9), tenemos dos relatos independientes de Eusebio y
Epifanio, así como dos vaticinia post
eventum en las Pseudo-Clementinas utilizadas por primera vez en la Theologie. La imagen de la mujer que
huye al desierto en el Apocalipsis de Juan (12:6) puede ser una posible alusión
a la huida a Pella. De Epifanio conocemos que los Ebionitas poseían un libro
apócrifo atribuido al apóstol Juan.
Eusebio y Epifanio, por su parte, dependían de fuentes bastante
más cercanas a los eventos aunque ya no nos son accesibles. Están de acuerdo en
los puntos esenciales y nos informan que la meta de la huida era la ciudad
pagana de Pella más allá del Jordán en Perea o, si usamos el término arcaico
retenido por Epifanio, Decapolis. Ambos afirman que la migración a Perea fue
total y que los Cristianos huyeron más allá del Jordán no solo desde Jerusalem
sino también de otras ciudades y pueblos. Que Palestina estaba en esa época
completamente vacía de Cristianos es, no obstante, una exageración de parte de
Eusebio.
Los dos pasajes que se refieren al éxodo a Pella en el
Ebionita “Hechos de los Apóstoles”, tal como está reconstruido según las
Pseudo-Clementinas, son independientes de esos relatos. Los Reconocimientos 1.37 (versión Siriaca) y
1.39 (versión Latina de Rufino) informan que la sabiduríaa de Dios llevó a
aquellos que en él creían a un lugar seguro en el país antes que estallara la
guerra. Una guerra que no era inesperada sino que verificaba la predicción del
Verdadero Profeta, que resultaría en la destrucción de los no-creyentes. La
guerra Judía y sus trágicas consecuencias era vista como profetizada por Jesús,
y su Parusia era esperada inmediatamente después del 70 d.C., cuando la
profecía de la destrucción del Templo y la abolición del sacrificio, enfatizada
en las enseñanzas del Ebionita Jesús hubieran sido cumplidas. La “abominación
de la desolación” profetizada por Jesús sería visible para todos como prueba
que él era el Verdadero Profeta Rec. 1.64;
Hom. 3.15). Y, finalmente, el
verdadero evangelio –el evangelio Ebionita- sería enviado sólo después de la
destrucción de la ciudad santa, para la refutación de la futuras herejías (Hom. 2.17).
Respecto a estos relatos, “quién de otro en la Cristiandad
habría estado interesado en apelar a este evento y colocarlo en el centro de un
relato de la historia de la salvación excepto la posteridad de estos exiliados,
los Judíos Cristianos o Ebionitas separados, que parecen haber sido separados
por un considerable periodo de tiempo del momento de su separación”(10).
Los Judíos Cristianos se trasladaron a Pella en
Transjordania, y de esta manera el resto de la historia de esta porción de la
iglesia primitiva tuvo lugar en una tierra extranjera a la de sus orígenes(11). Se puede preguntar por qué la comunidad los
Judíos Cristianos eligió la zona de Transjordania cuando la emigración Judía
fue a ciudades como Jamnia y Lidda que eran más remotas.
La principal razón de esta elección la presentó Ernst
Lohmeyer en su estudio Galiläa und
Jerusalem (1936): La iglesia primitiva tenía sus principales raíces en
Galilea, el lugar de nacimiento de Jesús, que nunca es mencionado en los
informes de los Hechos de los Apóstoles orientados hacia Jerusalem solo porque
había sido “territorio Cristiano” durante largo tiempo. El argumento de
silencio, o sea, que Lucas nunca informe de tradiciones Cristianas en Galilea,
deja claro que hay que buscar allí el cuartel general de los primeros Judíos
Cristianos. Los hermanos de Jesús partieron de Galilea hacia sus misiones, como
I Corintios 9:5 parece sugerir; la iglesia en Damasco puede haber sido fundada
por ellos incluso antes de la persecución que involucró a Esteban. Julio
Africano informa (Eusebio, Eccl. Hist. 1.7.14)
que los familiares de Jesús expandieron el evangelio por todos los sitios
comenzando en los pueblos de Nazaret y Cochaba. Esto sugiere que la Decápolis era
territorio misionero Judío Cristiano en fecha temprana, i.e., antes que los
Cristianos de Jerusalem se desplazaran a esta ciudad que fue abandonada por los
Judíos en el comienzo de la guerra.
Aún otra consideración favorece esta posibilidad. Al
comienzo de su ministerio Jesús dirigió su atención a Galilea en orden a
cumplir la profecía de Isaías 9:1 de una gran luz que vendría a las tribus de
Zabulón y Neftalí camino del mar, sobre Perea y Galilea de los Gentiles. La
cita de esta profecía de Isaías en Mateo 4:15 puede ser interpretada para
significar que el Evangelista entendía como tierra de la promesa, el territorio
de Zabulón y Neftalí, situado más allá del
Jordán, aunque el profeta quería decir tanto Galilea Superior como Inferior(12). En este caso, la comunidad primitiva se habría
desplazado precisamente hacia esta
región que Mateo veía como la tierra prometida en Isaías, y donde Jesús, cuando
estuvo en Cafarnaum, predicó su sermón sobre el Reino de los Cielos. De
cualquier manera que uno conecte las frases en el texto de Mateo, la zona “más
allá del Jordán” pertenece al país de la promesa. Esta Galilea ampliada era
vista por los Evangelistas, como lo había sido por los profetas, la tierra del
cumplimiento escatológico. Es en esta zona que Marcos 14:28 y 16:7 y paralelos
localizan la resurrección de Jesús y la venida del reino mesiánico igualmente(13).
En el evangelio Judeo-Cristiano esta relación geográfica
probablemente jugó un papel más grande. Jerónimo(14)
nos dice que en la interpretación de Isaías prevaleciente entre los Hebreos que
creían en Cristo (Ebionitas) y los Nazarenos (de Beroea) el pasaje es entendido
como que Jesús predicó el evangelio primero para beneficio de su tierra
designada por Isaías 9:1, o sea, lea tierra donde ellos mismos residían. Y si
la predicación de Jesús, originaria de Cafarnaum, hizo que apareciera una gran
luz en el país “más allá del Jordán”, cuán más obvio sería esto cuando la
congregación se estableció en la zona! Es probable que también esperasen que
tuviera lugar su Parusía precisamente en esta zona, pues la tradición que la
redención mesiánica comenzaría en Galilea también se encuentra en las fuentes
rabínicas y kabalísticas, aunque estas son de fecha posterior.
Hay que considerar también los asuntos prácticos. Las
ciudades del este de Palestina eran antiguos centros culturales Helenos y del
periodo Alejandrino. Desde los tiempos de Alejandro Janeo hasta Pompeyo
estuvieron bajo gobierno Judío y después fueron aliadas en una unión libre
Helenística de ciudades (Decapolis). Y la iglesia, que ya había sido
fuertemente Helenizada en Jerusalem, parece haber entendido y hablado Griego al
igual que el Arameo(15). La Palestina oriental
era, además, el lugar más seguro que podían elegir los Judíos Cristianos en
este turbio periodo. Según los estudios topográficos de Schumacher, Pella es un
típico ejemplo de lugar refugio, situada en un valle al borde del altiplano
Transjordano. Las ciudades Griegas del escasamente poblado este estaban bajo
protección Romana aunque más allá de su esfera de influencia política, en la
periferia de la zona cultural, bordeando Arabia. Los emperadores Romanos construyeron
carreteras militares allí también, y fortificaciones para proteger esas
ciudades en el extremo oriente del imperio. La situación geográfica no era
desfavorable; la via desde Escitopolis a Damasco pasaba por Pella, situada en
el cruce de caminos hacia Transjordania, y en tiempos de Trajano el amplio
comercio de esta época debe haber aportado gran prosperidad a Pella(16). Pella tenía abundante provisiones de agua(17) y unos alrededores fértiles, el Jordán no estaba
lejos. No lejos al otro lado del río estaban los lugares asociados con los
orígenes del Cristianismo, como Nazaret y Cafarnaúm, que probablemente no
habían perdido sus congregaciones Cristianas, a pesar de la guerra Judía.
Pella, a unos 80 m. sobre el Jordán, vino a ser uno de los
principales centros del Cristianismo Judío que hasta la fecha había sido
Palestino, y probablemente continuó siendo un lugar importante en los siglos
siguientes. Se la podría llamar la Jamnia del Ebionismo. Resulta, pues, que las
comunidades Ebionitas del siglo segundo, tercero y probablemente cuarto,
habitaron la zona al este del Jordán. En Transjordania los Ebionitas
encontraron Esenios (Ossaioi),
quienes según Epifanio (Pan. 19.1)
también habitaban en Perea, y otras sectas baptistas, que les habían precedido
en desplazamientos migratorios.
La emigración de los Judíos Cristianos no alteró su relación
con Palestina. Como todos los Judíos veían su forma de vida como galuth (exilio) y Palestina como la
Tierra Santa. Palestina y religión parecen ser conceptos idénticos; la Tierra
Santa es santa para los Ebionitas la “tierra de la revelación”.
El éxodo a Transjordania tuvo lugar bajo el segundo obispo
Ebionita, Simón (Simeon) bar Clopus. Según el informe de Hegesipo, fue elegido
obispo directamente después de la muerte de Santiago cuando los familiares de
Jesús se reunieron con los apóstoles sobrevivientes y discípulos para elegir al
sucesor (Eusebio, Eccl. Hist. 3.11.1).
Como primo de Jesús y Santiago, Simon bar Clopus era aparentemente el siguiente
familiar. El paralelo con los principios de sucesión en el Islam, donde el
linaje de sangre de Fatima y Alí (hija y sobrino de Mahoma respectivamente)
jugó un papel similar, es sorprendente. Se puede observar con Harnack la “idea
de un califato” expresada en esas relaciones(18).
Si el tercer obispo, Justo, era también un familiar –esto no puede ser
determinado con certeza- se podría hablar de una dinastía de Jesús. Que la
familia de Jesús, llamada los desposynoi debido
a su relación con “el Señor”, o sea, aquellos que estaban más cerca del trono
mesiánico, ocupase una posición prominente en la comunidad Ebionita está
atestiguado en otro relato de Hegesipo (Eusebio, Eccl. Histo. 3.20.6). Según Hegesipo, dos nietos de Judas el
hermano de Jesús –según una fuente tardía (Felipe de Side), Jacobo y Zocher
(i.e. Zacarías)- fueron interrogados por el emperador Domiciano y después de
ser puestos en libertad gobernaron sus congregaciones hasta la época de
Trajano. Finalmente, Julio el Africano (fallecido en el 240 d.C.), nacido en
Jerusalem, dice que los desposynoi poseían
un cuadro genealógico que aparentemente trazaba su descendencia desde David,
aunque Herodes había quemado los archivos Judíos que contenían los registros
genealógicos en orden a obliterar el estigma de su propio origen(Eccl. Hist. 1.7.13).
Aunque Simón bar Clopus: Según la fecha de la muerte de
Santiago, accedió al escaño episcopal de Santiago entre los 63 o 66. Poco
después, Hegesipo nos dice, la unidad (virginidad) de la iglesia fue
contaminada con la aparición de enseñanzas heréticas. De Simón sabemos
solamente que dirigió a la congregación hacia Pella y después de la guerra
regresó con parte de la congregación a la tierra que había sido despojada de
“hombres santos”. El número de los que regresaron no era probablemente muy
elevado, pues Epifanio informa de una visita del emperador Epifanio a Jerusalem
–quizá en el 117 d.C.- en cuyo época encontró siete pobres sinagogas y una
pequeña iglesia en el Monte Sión.
Está claro que la relación entre los Judíos Cristianos y los
Judíos, que deben haber visto a los primeros como “traidores”, no mejoró en el
periodo siguiente, sino que más bien empeoró. Aunque el derecho de pertenecer a
la sinagoga aún estaba vigente en el 70 d.C., parece ser que en el 90 esta
participación fue denegada. El Evangelio de Juan, escrito en esta época,
informa que los Judíos excluyeron de la Sinagoga todo aquel que reconociera a
Jesús como Mesías(Juan 9:22). La prohibición rabínica de tratar con los Judíos
Cristianos también tuvo lugar en este periodo.
La posición de los Judíos Cristianos que regresaron a la
Tierra Santa parece era completamente imposible, pues sus relaciones con los
Romanos era similar a la que tenían con sus compatriotas. Los leales Judíos,
pues, los veían como apóstatas, mientras que las fuerzas de ocupación Romanas
los veían como Judíos, a pesar de su defección, y, por lo tanto, como rebeldes
potenciales. En el año décimo de Trajano, 107 d.C., según la crónica de
Jerónimo, su obispo más anciano Simón fue crucificado con cargos políticos
contra él. Ejecutado por el gobernado de Trajano, Antíoco descendiente de David
(Eusebio, Eccl. Hist. 3.32.3-6). Con
su muerte comienza el periodo de herejías y cismas dentro del Ebionitismo.
Según Eusebio (Eccl.
Hist. 5.12) hasta el año 135 hubo quince obispos de la circuncisión que se
sucedieron mutuamente con rasgos de una especie de episcopado monárquico sobre
las congregaciones de la Iglesia Cristiana(19).
Con la caída de Beter, el último bastión Judío, en el 135 d.C., la revuelta
Judía liderada por Bar Cocheba que duró tres años y medio llegó a su fin. Este
año marca el fin de la congregación Judeo-Cristiana de Jerusalem. Según esta
lista de obispos ofrecida por Eusebio, su último obispo, Judas, residió allí
hasta el año dieciocho del reino de Adriano (134-135 d.C.). La tradición le
adjudica a este último obispo el apodo Kyriakos, que parece situarlo en
relación con la familia de Jesús. El siguiente obispo en la sede episcopal de
Santiago, de nombre Marcos, no era de origen Judío. La nueva congregación en
Aelia Capitolina, como los Romanos llamaban ahora a Jerusalem, no tenía
contacto con los hermanos en Transjordania. La política extrema de Adriano,
manifiesta en la prohibición de la circuncisión (aplicable tanto a los Judíos
como a los Cristianos), fue reforzada en esta época cuando el Edicto de Adriano
definió como ofensa capital que los Judíos –Cristianos o no- entraran en
Jerusalme y sus cercanías. Emperadores posteriores renovaron repetidamente este
edicto.
Los Cristianos Judíos en Palestina no participaron en la
guerra de Bar Cocheba, dada su pretensión mesiánica aceptada por la mayoría del
pueblo y el liderazgo rabínico dirigido por el Rabbi Akiba. Aquellos que creían
en Jesús veían aquí una rivalidad intolerable. La cuestión de quién era el Verdadero
Profeta ya había sido decidida por ellos; y estos no compartían la creencia en
la reencarnación que profesaban los Elcasaitas. Esta fue probablemente la razón
de la sangrienta persecución de los “apóstatas” a manos de los seguidores de
Bar Cocheba, de la que informan Justino y Jerónimo. Sin embargo, en Jerusalem,
Judíos y Cristianos estaban en el mismo barco, o, como expresó Eusebio: Si la
mitad de los ciudadanos fuese destruida por Tito, la otra mitad sería
desterrada por Adriano. Se trató probablemente de otra precipitada huida de los
Judíos Cristianos, dado que hubieron de dejar tras ellos su más grande
reliquia, la silla del obispo en la que Santiago se sentaba la cual fue
expuesta en Jerusalem como reliquia preciosa incluso en tiempos del emperador
Constantino. La persecución durante y después del año 135 constituyó el final
tanto del estado Judío como de la comunidad Judeo-Cristiana de Palestina.
Hay pocos testimonios de la historia externa de las
comunidades Ebionitas en Transjordania después del 135 d.C.. Sabemos que
continuaron su misión de manera limitada en este nuevo hogar, prácticamente sin
tocar por le comercio internacional, mantuvieron el suyo propio durante unos
300 o 350 años. Su tendencia al cisma herético produjo probablemente más cismas
o líneas de desarrollo separadaa. La afirmación de Epifanio (Pan. 30.14) que “Ebion” era un “monstruo
de muchas cabezas” es significativa. La rivalidad de las diferentes sectas
bautismales como la de los discípulos de Juan, con la que los Judíos Cristianos
hubieron de tratar ya en le siglo primero según las Recognitions 1.60, o los Elcesaitas, quienes en el siglo tercero
predicaban vigorosamente, además de las divisiones en el Cristianismo Judío,
dieron lugar a la desintegración gradual de los Ebionitas. La disolución de las
congregaciones Ebionitas en Transjordania está oculta en la oscuridad. Se ha
conjeturado recientemente que la persecución de los Cristianos por Diocleciano,
descrita por Lactancio (De mortibus
Persecutorum 34.1), estuvo dirigida especialmente contra los Judíos
Cristianos lo que dio lugar a su completa erradicación(20).
Dado que Epifanio nos ofrece información sobre referente a la existencia de un
asentamiento Ebionita en Chipre aproximadamente en el año 370, se puede suponer
que los Ebionitas huyeron de su medioambiente hostil a la isla prohibida a los
Judíos desde el 117d.C. Ambrosiastro y Marius Victorino conocían a los
Simanquianos, y aproximadamente en el 400 d.C. Agustín tenían conocimiento
también de los Simanquianos y Nazarenos. Agustín identifica estos grupos
mutuamente y afirma que remanentes de estos aún existían en su época. –quizá se refería al Norte de África.
En Siria, según Teodoreto de Chipre que estaba seguramente bien informado
acerca de esta región, los Ebionitas no existían ya en el 450. Fue en esta
época cuando Pello se convirtió en sede episcopal de la Gran Iglesia.
Los Ebionitas, al no pertenecer a la Iglesia Católica
desaparecieron en el conglomerado de religiones del Cercano Oriente,
probablemente fusionándose con los Elcesaitas, como supone Epifanio. En
cualquier caso, no hay información de su paradero. Las escrituras
Pseudo-Clementinas que usaron parecen haber sido tomadas por el partido
Arriano.
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1.
Theologie, pp. 825.
2.
La debilidad del libro de Jean Daniélou, The Theology of Jewish Christianity, trad.
Y ed. John A. Baker (London: Darton, Longman & Todd, y Chicago: Henry
Regnery Co., 1964), es que, aunque presenta gran cantidad de material, confunde
los dos tipos.
3.
Walter Bauer, Rechtgläubigkeit und Ketzerei im ältesten Christentum, (Tübingen,
1964), p. 274.
4.
El incidente en Antioquia (Gál. 2:11), en el que
Pablo pregunta a Pedro el “por qué quiere hacer que los Gentiles Judaícen” y
Pedro cambia de posición, quizá tuviera lugar antes del Concilio Apostólico.
5.
La oscura palabra oblias probablemente fue mal representada por Hegesipo para
significar shaliach (apóstol). Los
Ebionitas posteriores distinguían a Santiado de los demás apóstoles llamándole
“el apóstol justo” y otorgándole precedencia sobre los demás.
6.
Ver A. Böhlig, “Zum Martyrium des Jakobus”, Nov. Test. 5 (1962), 209, introduce en
la discusión como cierta ayuda el Apocalipsis
de Santiago. Probablemente Valentiniano, este Apocalipsis se sitúa en la
tradición de Hegesipo. El Evangelio de
Tomás presenta a Santiago como aquel al que los apóstoles irán después de
la ascensión de Cristo.
7.
Theologie,
pp. 355-60.
8.
Studien, pp.
69.
9.
El intento reciente de S.G.F. Brandon y Georg
Strecker de considerar la huída a Pella como no-histórica es tan absurdo que no
merece ser tratado. Es una especie de crítica que se refuta a sí misma. Ver Studien, p.71, y además la opinión de M.
Hengel, Die Zeloten (Leiden and
Cologne, 1961), p. 307; también L.E. Ellitoo-Binns, Galilean Christianity (London: S.C.M. Press, 1956), pp. 66.
10.
Theologie,
pp. 447. Bernhard Rehm, en su “Zur Entstehung der pseudoklementinishen
Schriften”, ZNW 37 (1983), 154,
concluye que los que aquí hablan son un grupo de personas “que trazaban su
origen a aquellos Judíos Cristianos que huyeron de Jerusalem antes y después de
la destrucción de la ciudad”.
11.
La idea del estudioso Danés Johannes Munck,
quien niega que los Ebionitas estuvieron conectados con la iglesia primitiva y
adopta la hipótesis que derivaban de un cisma en la iglesia pos-apostólica
Gentil, no tiene fundamento.
12.
En el siglo primero la frontera oriental de
Galilea no estaba de manera alguna establecida. Los lugares al este del mar de
Genesaret, como Gadar –algo más al este que Pella, en Perea del norte, estaba
tan cerca de Escitopolis en la parte sur de la Baja Galilea que uno podía
contarla como parte de la tierra de Zabulón en sentido amplio. Lohmeyer también
opera con una Galilea igualmente ampliada, en la cual parece incluir la Decápolis.
13.
Studien, pp.75.
14.
En MPL 23.125
“los Hebreos que creían en Cristo” decían que la gente de la zona designada por
Isaías como “aquellos que habían estado anteriormente en la oscuridad del
error” fueron los primeros en ver la luz del evangelio de Cristo, y que
comenzando con ellos el evangelio fue expandido a todas las naciones.
15.
Referente a la Helenización de los Ebionitas en
sus tardíos asentamiento Helenos como aparecen en sus obras literarias, cf.
Theodore Zahn, Geschichte des
neutestamentlichen Kanons (Erlangen, 1888), II, 732; A. Schmidtke, Neue Fragmente und Untersuchungen zu den
judenchristlichen Evangelien (TU 37
[Leipzig, 1911), p 234. La Kerygmata
Petrou fue compuesta sin lugar a dudas en Griego, no en Arameo. Ni los
Judíos ni los Judíos Cristianos en Perea parecen haber hablado Hebreo en
nuestro periodo. Según Epifanio (Pan. 29.7),
los Nazarenos aún podían leer el Antiguo Testamento en Hebreo, pero su lenguaje
diario era Arameo. Esto parece ser verdad solo para la situación especial en
Beroea.
16.
Cf. H. Guthe, Die griechischen Städe des Ostjordanlandes (Leipzig, 1918), p. 26.
17.
Esto es respaldado por Plinio, “rica con sus
aguas” (aquis divitus, Historia Natural, 5.18.74
–Bibliotheca Teubneriana 46.392).
También G. Schumacher, Pella (London:
Palestine Exploration Fund, 1895), pp. 31.
18.
H. von Campenhausen niega esto enfáticamente en
su “Die Nachfolge des Jakobus. Zur Frage eines urchristlichen Kalifats”, ZKG 63(1952), 133. Reinpreso en Aus der Frühzeit des Christentums (Tübingen,
1963), pp. 135.
19.
Difícilmente este número es correcto. Quizá los
obispos de otras congregaciones están incluidos en esta lista. Theologie, pp.286.
20.
J. L. Teicher, “The Dead Sea Scrolls: Documents
of the Jewish-Christian Sect of Ebionites”, JJS
2(1950-51), 93.
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