lunes, 17 de junio de 2019

Apocalípticos anarquistas y revolucionarios Comunistas en la Edad Media y La Profecía de Joaquín de Fiore. Parte II

 Ya a comienzos de su carrera, y mucho antes que los joaquinitas comenzaran a interesarse en él, Frederick fue objeto de expectativas escatológicas. Todo lo que los Franceses habían esperado de los Capetos, los Alemanes lo esperaban de él. Tan pronto como Frederick I (Barbarroja) pereciera en la Tercera Cruzada en 1190 d.C. comenzaron a aparecer en Alemania profecías que hablaban de un futuro Frederick, quien como emperador de los Últimos Días completaría la obra no acabada; un salvador escatológico que liberaría el Santo Sepulcro en Jerusalem y prepararía el camino para la Segunda Venida y el Milenio. Cuando treinta años más tarde la corona pasó a Fredrick II, nieto de Frederick I (Barbarroja), le fueron a este aplicadas las profecías. Había mucho en la vida de Frederick y en su personalidad que fomentaba el crecimiento de un mito mesiánico. Era un tipo brillante, cuya versatilidad e inteligencia, libertinaje y crueldad se combinaban para fascinar a sus contemporáneos. Incluso fue a una Cruzada en 1229 y logró re-capturar Jerusalem y coronarse él mismo como rey de la ciudad Santa. Estuvo todo el tiempo implicado en amargos conflictos contra el Papa. La Cristiandad asistió al espectáculo de un Emperador varias veces excomulgado por perjurio, blasfemia y herejía, cuando este amenazó con quitar a la Iglesia todas sus riquezas que, según él, eran la fuete de la corrupción de esta. Todo esto contribuyó a que le fuera asignado el papel de castigador de la Iglesia en los Últimos Días. Sin embargo, para los espirituales Italianos este castigo del clero, aunque merecido y prólogo indispensable para la Tercera Era, era obra del diablo. Para ellos el Emperador era la Bestia del Apocalipsis y el Sacro Imperio Romano era Babilonia –instrumentos de Satán que serían eliminados. En sus esfuerzos para devolver a Frederick al redil la Santa Sede puso a toda Alemania bajo prohibición –los sacramentos indispensables no podrían ser administrados, lo que implicaba, de acuerdo con la popular creencia, que cualquiera que muriese en ese periodo iría al Infierno. En 1248 el populoso ducado de Suabia, que pertenecía al dominio imperial se mantuvo firme en su apoyo a los Hohenstauffen, fue visitado por predicadores ambulantes que declaraban públicamente que el clero estaba tan sumido en el pecado que había perdido el derecho de administrar sacramentos válidos. En cuanto al Papa Inocencio IV, era tan malo que ninguna prohibición por él impuesta tenía valor alguno. La verdad estaba del lado de los revolucionarios-anarquistas predicadores ambulantes. El Papa y los obispos eran consumados herejes y habían de ser ignorados; por otro lado había que orar por el Emperador Frederici y su hijo Conrad, pues eran justos y perfectos. Mientras esta propaganda era predicada en la ciudad de Hall, los artesanos se levantaron en rebeldía y expulsaron no sólo al clero sino también a muchos Patricios ricos. Un manifiesto Joaquinita producido en Suabia al mismo tiempo por un tal Hermano Arnoldo, un Dominicano disidente, expresaba esta fantasía claramente. En 1260, el año apocalíptico, vería el cumplimiento de la Tercera Era. Pero primero el Hermano Arnoldo invocaría a Jesucristo en el nombre de los pobres para juzgar al Papa y a la jerarquía eclesiástica; y Cristo respondería apareciendo en la tierra para pronunciar su juicio. El Papa vendría a ser el anticristo, el clero los miembros del anticristo. Cristos los condenaría no sólo por su inmoralidad y abusos –principalmente- por explotar a los pobres. Mediante Arnoldo y sus asociados la voluntad de Dios sería expresada y privaría a la Iglesia de Roma de su autoridad y ellos mismos asumirían la autoridad, en tanto que hombres santos que vivían y continuarían viviendo en absoluta pobreza. En cuanto a los bienes de la Iglesia, serían confiscados y distribuidos a los pobres –como hoy día aún proponen muchos (i.e. para acabar con la pobreza en África)-, los únicos verdaderos Cristianos. Esta gran revolución social sería llevada a cabo bajo los auspicios del emperador Frederick. Nunca llegaron estos iluminados a consumar sus propósitos –fueron quemados en la hoguera-, si lo hubieran hecho ocurriría como ha ocurrido en los países que han sufrido revoluciones de la mano de iluminados como Fidel Castro, Lenin, Mao, etc. Estos vinieron a ser muchos más corruptos y en gran manera sobrepasaron en injusticia, enriqueciéndose ellos mismos y su élite revolucionaria, a los gobiernos precedentes que ellos reemplazaron con promesas imposible de realizar dada la naturaleza humana. CONTINUARÁ.

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