lunes, 28 de octubre de 2019

LOS HERMANOS DEL ESPÍRITU LIBRE

UNA ÉLITE DE INMORALES SUPERHOMBRES (Parte I)

En la historia social de la Europa occidental la “herejía” del Espíritu Libre tuvo un papel más importante que el Catarismo. La zona por la que se expandió era, según el estándar medieval, bastante grande.

La herejía del Espíritu Libre exige un lugar en cualquier investigación sobre la escatología revolucionaria. Aunque sus adherentes no eran revolucionarios sociales, sus seguidores no pertenecían a la turbulenta masa de los pobres. Eran de hecho Gnósticos que intentaban su salvación espiritual; aunque la Gnosis que practicaban era casi un anarquismo místico -una afirmación de libertad tan temeraria y sin restricciones que llegaba hasta la total negación de todo tipo de limitación o compostura. Y está claro que individualistas extremos de este tipo pueden convertirse fácilmente en revolucionarios sociales si surge una situación potencialmente revolucionaria. En la Edad Media fueron los adeptos del Espíritu Libre los que conservaron, como parte de su credo de total emancipación, la única doctrina social revolucionaria que existió. Y fue de entre estos que surgió la doctrina que inspiró el más ambicioso ensayo de una revolución social total que tuvo lugar en toda la historia medieval de Europa.
La herejía del Espíritu Libre ha sido considerada como uno de los fenómenos más perplejo y misterioso de la historia medieval y su naturaleza ha sido ampliamente debatida por los historiadores. Los Adeptos del Espíritu Libre produjeron una abundante literatura doctrinal propia. Aunque esas obras fueron constantemente requisadas y destruidas por la Inquisición, tres textos están disponibles para ser estudiados. Dos de ellos han estado disponibles durante muchos años: un tratado llamado Schwester Katrei (Hermana Caterina), escrito en siglo catorce en dialecto Alemán del Aleman Alto Medio y fue protegido al ser atribuido -erróneamente- al gran místico Dominicano Meister Eckhart; y una lista de “artículos de fe” en Latín, descubierta en la celda de una ermita cerca del Rin en el siglo quince, pero que es ciertamente mucho más antigua. El tercer objeto es un largo texto místico llamado Le Mirouer des simples ames (El espejo de las almas simples). Previamente atribuido a un oscuro místico ortodoxo, este texto ha sido ahora identificado por la profesora Romana Guarnieri como la obra de un célebre adepto del Espíritu Libre, Marguerite Porete. Marguerite fue quemada como hereje en 1310; y su libro vino a ser considerado como un documento clave en la historia del Espíritu Libre y su persecución.
Puede que haya otros textos por descubrir. Sin embargo lo que hoy está disponible es suficiente para demostrar que el relato que dio la Iglesia Católica sobre la herejía era sustancialmente correcto.
Históricamente la herejía del Espíritu Libre puede ser vista como una forma aberrante del misticismo que floreció tan vigorosamente en la Cristiandad Occidental desde el siglo once en adelante. El misticismo tanto ortodoxo como el herético surgen de la búsqueda de una inmediata aprehensión de y comunión con Dios; ambas enfatizan el valor de las experiencias intuitivas y particularmente extáticas; y ambas igualmente fueron enormemente estimuladas por el redescubrimiento de la filosofía Platónica, de donde tomaron la mayor parte de su aparato conceptual. Aquí, no obstante, acaba la semejanza. Los místicos Católicos vieron sus experiencias dentro de una tradición sancionada y perpetuada por una gran iglesia “institucionalizada”; y cuando -como ocurría muchas veces- criticaban a la iglesia, su objetivo era regenerarla. Los adeptos del Espíritu Libre por otro lado eran intensamente subjetivos, no reconociendo ningún tipo de autoridad excepto sus propias experiencias. A sus ojos la Iglesia era más bien un obstáculo para la salvación, en el peor caso una enemiga tiranía -en cualquier caso una institución desfasada que había de ser sustituida por su propia comunidad vista como recipiente del Espíritu Santo.
El centro de la herejía del Espíritu Libre está en la actitud del adepto hacia sí mismo: él cree que ha alcanzado una perfección tan absoluta que “era incapaz de pecar”. Aunque las consecuencias prácticas de esta creencia podían variar, una consecuencia posible era sin duda el antinomianismo or el rechazo de las normas morales. El “hombre perfecto” siempre podía llegar a la conclusión que le estaba permitido, incluso le incumbía, hacer cualquier cosa que estuviera comúnmente prohibida. En una civilización Cristiana que otorgaba gran valor a la castidad y veía las relaciones sexuales fuera del matrimonio como particularmente pecaminosas, semejante antinomianismo tomó comúnmente la forma de promiscuidad en principio. Las acusaciones de promiscuidad fueron realizadas a menudo por una comunidad religiosa contra otra; era esta una acostumbrada técnica de polémica en la Iglesia medieval al igual que lo fue en la Iglesia temprana. Pero cuando las acusaciones eran dirigidas contra los adeptos del Espíritu Libre tomaban un diferente tono. Lo emerge entonces es un cuadro enteramente convincente de un erotismo que, lejos de surgir de una sensualidad descuidada, poseía sobretodo un valor simbólico como señal de emancipación espiritual -que incidentalmente es el valor que el “amor libre” ha tenido en nuestro propio tiempo.
Dentro de la zona de la Cristiandad Occidental, la herejía del Espíritu Libre no ha sido identificada con certeza antes del comienzo del siglo trece. Por otro lado, cultos análogos florecieron anteriormente tanto en la zona de la Cristiandad Oriental como en la España Musulmana. Casi desde sus comienzos, la Iglesia Armenia tuvo que lidiar con la secta mística conocida como los Euquitas o Mesalianos, que floreció en la zona cerca de Edesa ya desde el siglo cuarto. Los Euquitas eran “hombres santos” ambulantes que vivían mendigando; que cultivaban una auto-exaltación que a menudo ascendía a una auto-deificación, y un antinomianismo que se expresaba a menudo en forma de erotismo anárquico.
Hacia finales del siglo doce varias ciudades Españolas, sobretodo Sevilla, presenciaron actividades de hermandades místicas de Musulmanes. Esta gente, conocida como Sufis, eran “santos mendigos” que deambulaban en grupos en las calles y plazas, vestidos con ropas remendadas con parches de colores. Los novicios eran instruidos en humillación y auto-abnegación: tenían que vestirse con andrajos, mantener sus ojos fijos en el suelo, comer cosas desagradables y ser ciegamente obedientes al maestro del grupo. Pero una vez que salían del noviciado, estos Sufis entraban en el ámbito de una total libertad. Negando cualquier tipo de conocimiento en los libros y en las sutilezas teológicas, se regocijaban en el conocimiento directo de Diols -es más, se sentían unidos con la divina esencia y de la manera más íntima. Esto a su vez les liberaba de cualquier tipo de restricciones. Todo impulso era experimentado como una orden divina; se podía rodear de todo tipo de posesiones mundanas, vivir en total lujo y también podían, según se les antojara, robar o fornicar sin ningún tipo de remordimientos de conciencia. Dado que el alma estaba totalmente sumergida en Dios, los actos externos no contaban.
Parece ser que el Sufismo, tal y como se desarrolló desde el siglo nueve hacia adelante, tenía mucho en Común con ciertas sectas místicas Cristianas en el Este. A su ve parece ser fomentó el crecimiento del Espíritu Libre en la Europa Cristiana. Ciertamente cada uno de los rasgos que caracterizó el Sufismo en la España del siglo doce -incluso detalles tales como las ropas de colores- se notaban como típicos de los adeptos del Espíritu Libre un siglo o dos más tarde.
En cualquier caso, cerca del 1200 el culto del Espíritu Libre comenzó a surgir como una herejía identificable en la Cristiandad Occidental.

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