miércoles, 3 de febrero de 2016

CRISTIANISMO EVANGÉLICO II

CRISTIANISMO EVANGÉLICO: LOS HOMBRES DEL CRISTIANISMO EVANGELICO

Desprecio de la especulación, inquietud práctica y religiosa, primacía de la fe, pesimismo respecto al hombre y una inmensa esperanza que nace de la Encarnación, son temas que reviven en los hombres y las obras de los primeros siglo de nuestra era.

Hay que ser Griego para creer que la sabiduría se aprende. La literatura Cristiana desde sus orígenes no cuenta con ningún moralista hasta Clemente y Tertuliano(1). San Clemente, San Ignacio, San Policarpo, el autor de la doctrina de los doce apóstoles y el de la epístola apócrifa, llamada de Bernabé, no se interesan sino por el aspecto religioso de los problemas. La literatura llamada apostólica(2) es exclusivamente práctica y popular. Esta literatura se desarrolló del 50 al 90 d.C.. Puede, pues, pretender reflejar la enseñanza de los apóstoles. Sea como sea, se compone: de la primera epístola de San Clemente (93-97) escrita sin duda en Roma; de las Siete epístolas de San Ignacio (107-117) en Antioquia y a lo largo de la costa de Asia Menor; en Egipto entre 130 y 131 de la epístola apócrifa(3) de Bernabé; de la doctrina de los doce apóstoles, en Palestina probablemente(131-160); del “Pastor de Hermes” en Roma (140-155); en Roma o Corinto, de la segunda epístola de San Clemente en el 150; fragmentos de Papias, en Hierápolis en Frigia (150); En Esmirna, de la epístola de San Policarpio y de su “Martirium” (155-156).

a)    La Primera epístola de San Clemente se propone como única meta traer la paz a la Iglesia de Corinto. Su carácter es pues puramente práctico. Insiste en la filiación que existe entre el jefe de la Iglesia y los Apóstoles, y entre estos últimos y Jesucristo cuya encarnación nos ha salvado(4). Quiere someter a los Corintios a sus jefes espirituales, les demuestra que la causa de las discordias reside en la envidia y las toma como pretexto para hablar de la humildad y de la virtud de obediencia, lo que le lleva al elogio de la caridad(5). Es por la humildad que obtenemos la remisión de nuestros pecados. Aquí se puede colocar un segundo punto de vista específicamente evangélico: los que son elegidos no lo son por sus obras sino por su fe en Dios(6). Un poco más adelante Clemente habla de la necesidad de las obras y de la ineficacia de la fe sin ellas(7).
b)    Las cartas de San Ignacio no son sino escritos de circunstancias, extraños a toda especulación metódica. Pero San Ignacio es de los Padres Apostólicos el que tuvo el sentimiento más vivo para el Cristo hecho carne. Combatió con tenacidad la tendencia docetista en el seno del Cristianismo. Jesús es “Hijo de Dios” según la voluntad y potencia de Dios, nacido verdaderamente de una Virgen(9). De la raza de David según la carne es Hijo del Hombre e Hijo de Dios(10)…. Afirma la maternidad real de María(11)… Verdaderamente nacido de una Virgen….. Fue traspasado y crucificado bajo Poncio Pilatos y Herodes el Tetrarca(12)…… Sufrió verdaderamente y resucitó él mismo, y no como dicen algunos incrédulos que pretenden que sufrió sólo en apariencia(13). Ignacio enfatiza más aún, si se puede, la humanidad que revistió al Cristo. Afirma que es en la carne que Cristo resucitó: “Porque sé y creo que El estaba en la carne incluso después de la resurrección; y cuando El se presentó a Pedro y su compañía, les dijo: Poned las manos sobre mí y palpadme, y ved que no soy un demonio sin cuerpo. Y al punto ellos le tocaron, y creyeron, habiéndose unido a su carne y su sangre. Por lo cual ellos despreciaron la muerte, es más, fueron hallados superiores a la muerte. Y después de su resurrección Él comió y bebió con ellos como uno que está en la carne, aunque espiritualmente estaba unido con el Padre”(14). Sobre esta comunión del Cristo en nosotros, Ignacio establece la unidad de la Iglesia y las reglas de la vida religiosa. Para él, nada tiene valor excepto la Fe y el Amor: “El todo es la fe y la caridad”: No hay nada más precioso(15). E incluso llevando a un extremo uno de los temas del Cristianismo primitivo, afirma que aquel que tiene la fe no peca: “Los carnales no pueden hacer las obras espirituales, ni los espirituales las obras carnales, como tampoco la fe puede hacer las obras de la infidelidad, ni la infidelidad las de la fe. Pero aquellas mismas obras que vosotros hacéis en la carne son espirituales, pues es en Jesucristo que vosotros lo hacéis todo”(16). Este es el tipo de Cristianismo exaltado, extremo en su fe y en las consecuencias que presupone: “Mis deseos personales han sido crucificados, y no hay fuego de anhelo material alguno en mí, sino sólo agua viva “que habla” dentro de mí, diciéndome: Ven al Padre”(17).
c)    La Epístola atribuida a San Bernabé(18) es sobretodo una obra polémica dirigida contra el Judaísmo. No contiene a penas elementos doctrinales y no presenta sino un interés débil. El autor insiste solamente con mucho realismo sobre la Redención. Esta viene debido a que Jesús entregó su carne a la destrucción y nos ha rociado con su sangre(19). Este es el Bautismo que nos permite participar en esta Redención: “Esto quiere decir que nosotros bajamos al agua rebosando pecados y suciedad, y subimos llevando fruto en nuestro corazón, es decir, con el temor y la esperanza de Jesús en nuestro espíritu. Y el que comiere de ellos, vivirá para siempre, quiere decir: quien escuchare, cuando se le hablan estas cosas, y las creyere, vivirá eternamente”(20).
d)    Existen dos caminos, uno el de la vida, el otro el de la muerte, aunque hay una gran diferencia entre los dos(21). La doctrina de los doce apóstoles se vinculó solamente a la enseñanza de lo que constituye el camino de la vida y de lo que hay que hacer para evitar el de la muerte. Es un catecismo, un formulario litúrgico que no desmiente lo ya avanzado sobre el carácter exclusivamente práctico de esta literatura.
e)    El Pastor de Hermes y la segunda epístola de Clemente son ante todo obras de identificación(22). El tema común a estas dos obras es la penitencia. Esta, Hermes la permite solamente para las faltas cometidas hasta el momento en el que escribe. A partir de este momento la doctrina penitencial se impregna del rigor particular a las doctrinas pesimistas. A los Cristianos de su época, no les otorga esta penitencia sino una sola vez(23). Establece una tarifa según la cual una hora de placer impío debe expiarse durante treinta días de penitencia y un día con un año. Según él los malvados están destinados a las llamas y cualquiera que conociendo a Dios realice el mal, expiará eternamente(24). La segunda epístola de Clemente es una homilía que ofrece frecuentes analogías con el “Pastor” de Hermes. Ahí también la meta es práctica: exhortar a los fieles a la Caridad y la Penitencia. En el capítulo IX se demuestra la encarnación real y tangible de Jesús. Lo que sigue se dedica a describir los castigos y recompensas que serán infligidos u otorgados después de la resurrección.
f)    La epístola de Policarpo, la relación que se nos hace de su martirio, los fragmentos de Papías no nos enseñan nada nuevo(25). Dedicados a metas prácticas, estas obras se tienen en común una Cristología anti-docetista, una teoría clásica del pecado y la exaltación de la Fe. Estas resumen fielmente, en verdad, lo que ya sabemos sobre esta literatura apostólica y su desprecio hacia toda especulación.

LOS HOMBRES
Se puede decir que el pensamiento de los Padres apostólicos refleja el verdadero aspecto de la época en la que vivieron. Las primeras comunidades evangélicas compartían estas preocupaciones y se apartaban de toda ambición intelectual. Nada aclara mejor este estado de espíritu que los esfuerzos de Clemente de Alejandría para disipar estas prevenciones. Si se piensa que Clemente vivó a finales del siglo II(26), se observa con que tenacidad el Cristianismo se aferraba a sus orígenes, y tanto más dado que las fantasías del Gnosticismo aún no habían sido hechas para reconducir a los espíritus hacia la filosofía.

Clemente de Alejandría(27), de espíritu y cultura griegos, encontró una fuerte resistencia en su medio y todo su esfuerzo fue para rehabilitar la filosofía pagana y habituar a los espíritus Cristianos. Aquellos a los que Clemente llama “Simpliciores” son verdaderamente los primeros Cristianos y en ellos encontramos los postulados de la predicación apostólica: “El simple tiene miedo de la filosofía Griega al igual como los niños tienen miedo del Coco(28). Pero el desprecio se deja sentir: “Algunas gentes que se creen gentes de espíritu estiman que no se debe mezclar ni la filosofía, ni la dialéctica, ni siquiera aplicarse al estudio del universo”(29). Otros preguntan: “Para qué sirve saber las causas que explican el movimiento del sol o de los astros o haber estudiado geometría, la dialéctica u otras ciencias? Estas cosas no tienen ninguna utilidad cuando se trata de definir los deberes. La filosofía griega es un producto de la inteligencia humana: No enseña la verdad”(30).

Las opiniones del medio Cristiano en Alejandría eran perfectamente claras. La Fe es suficiente para el hombre, el resto es literatura. Tertuliano dice: “Que hay de común entre Atenas y Jerusalem, entre la Academia y la Iglesia…. Peor para aquellos que han puesto al día un Cristianismo estoico, platónico, dialéctico. Nosotros no tenemos curiosidad alguna después de Jesucristo, ni de búsqueda que no sea el Evangelio”(31). Clemente escribe: “No se me ocultan tampoco las murmuraciones de algunos ignorantes timoratos que se asustan ante el menor ruido, que dicen que es necesario ocuparse de lo más imprescindible, o sea, de lo que contiene la fe, y prescindir, en cambio, de las cosas externas y superfluas”(32).

Pero estos simples se apoyaban en los Libros Santos. Ya San Pablo les advirtió contra los “discursos engañosos”(33). Nadie se preocupaba de ser, sin la caridad, el bronce que resuena o el címbalo que retumba. Es por lo que en el siglo IV, Rutillius Namatianus definió al Cristianismo como “la secta que embrutece las almas”(34). De todo esto Clemente de Alejandría se siente solamente molesto: Celso está indignado(35). Prueba cierta de la vivacidad de una tradición que nos parece así haber sido establecida.

EVOLUCIÓN DEL CRISTIANISMO
Si echamos un vistazo hacia atrás, hay que concluir que el Cristianismo primitivo se resume en algunos temas elementales aunque vivaces alrededor de los cuales se agrupan las comunidades imbuidas de estas aspiraciones intentando darles cuerpo con su ejemplo o su predicación. Son valores fuertes y amargos los que esta nueva civilización pone en obra. De ahí la exaltación que acompaña su nacimiento y la riqueza interior que ha suscitado en el hombre.

Pero, sobre esta base, se prepara una evolución. Ya aparece el diseño desde Mateo a Juan. El Reino de Dios cede el lugar a la vida eterna(36). Dios es espíritu y es en espíritu que hay que adorarlo. El Cristianismo se estaba universalizando. La Trinidad, aún informe, se expresa a medias(37). El Cristianismo ya se había encontrado con el mundo Griego. Habría que ver las causas que lo impulsaron a profundizar constantemente y a expandir sus doctrinas bajo el abrigo Griego. La ruptura con el Judaísmo y la entrada en el espíritu mediterráneo creaban obligaciones al pensamiento Cristiano: satisfacer a los Griego incorporados a la nueva religión, atraer a los otros mostrándoles un Cristianismo menos Judío y hablarles en su lengua de manera general, expresarse con fórmulas comprensibles y hacer entrar los impulsos descoordinados de una fe muy profunda en los moldes cómodos del pensamiento griego.

En esta época y durante todo el siglo II, el Cristianismo tuvo adhesiones entre los Griegos más cultos(38). Arísitdes, cuya “Apología de Antonino el Piadoso” situada entre el 136 y el 161, Miltiades (hacia el 150), Justino cuya primera “apología” se sitúa entre el 150 y el 155, la segunda entre 150 y 160 y el célebre “Diálogo con Trifón” publicado hacia el 161, Atenagoras (“Supplicatio pro Christianos” 176-178) y otros tantos espíritus llegados a la nueva religión que concretizan la unión de una tradición especulativa y de una sensibilidad aún nueva en la cuenca del Mediterráneo.

Se trata para ellos de conciliar su espíritu, que la educación ha hecho griego, y su corazón que el amor Cristiano ha ocupado. En la historia estos Padres son apologistas, porque todo su esfuerzo efectivamente es para presentar al Cristianismo como conforme a la Razón. La fe, según ellos, completa los datos de la Razón y no es indigno para un espíritu Griego el aceptarlo. Es pues en el terreno de la filosofía que se encontraron las dos civilizaciones.

Justino, en particular, va bastante lejos en este camino. Se apoya en las semejanzas entre la doctrina Cristiana y las filosofías Griegas: El Evangelio es una continuación de Platón y los Estoicos(39). En esta coincidencia Justino ve dos razones. Primero esta idea, tan expandida en la época(40), que los filósofos Griegos tuvieron conocimiento de los libros del Antiguo Testamento y se inspiraron en este (suposición sin fundamento alguno pero que tuvo un éxito enorme). En segundo lugar, Justino piensa que el Logos se ha manifestado a nosotros en la persona de Jesucristo pero pre-existía ya a esta encarnación e inspiró la filosofía de los Griegos(41). Todo esto no le impide concluir en la necesidad moral de la Revelación, a causa de la especulación incompleta pagana.

LAS RESISTENCIAS
Pero, al mismo tiempo, las resistencias se desarrollaron también. Se conoce el desprecio de Tertuliano respecto a todo pensamiento pagano. Tatiano(42) y Hermias(43) también se hacen apóstoles de este movimiento “exclusivista”. Pero la tendencia más natural es la extensión y las resistencias de las que hablamos son las de los paganos. Se puede decir sin paradoja que estas resistencias contribuyeron mucho a la victoria del Cristianismo. P. De Labriolle(44) insiste mucho sobre el hecho que los paganos a finales del siglo II y a comienzos del III se aplicaron a derivar el entusiasmo religioso de la época hacia figuras y personalidades copiadas según el modelo de Cristo(45). Esta idea ya la tocó Celso cuando se opuso a Jesús, Esculapio, Hércules o Baco. Pero esto vino a ser muy pronto un sistema polémico. A comienzos del siglo III Filostrato escribió la maravillosa historia de Apolonio de Tiana que parece en muchos puntos imitar las Escrituras(46). Después Sócrates, Pitágoras, Hércules, Mithra, el sol, los Emperadores desviarán el fervor del mundo greco-romano y configurarán poco a poco un Cristo pagano. El método tenía sus pros y sus contras, pero nada muestra mejor hasta qué punto los Griegos habían comprendido el poder y seducción de la nueva Religión. Pero esta cristianización del decadente Helenismo demuestra también que las resistencias se hacían ingeniosas. De ahí aún, para el Cristianismo, la necesidad de usar sus puntos de vista, de exponer preferentemente sus grandes dogmas sobre la vida eterna, la naturaleza de Dios y de introducir así la metafísica. Esta fue la tarea de los apologistas. No hay que engañarse. Este trabajo de asimilación venía de lo más alto. Se remonta a Pablo nacido en Tarso, ciudad universitaria y helénica. Es particularmente claro, aunque desde un punto de vista Judaico, en Filon.

LOS PROBLEMAS RESULTANTES
De esta combinación de la fe evangélica con la metafísica griega surgen los dogmas Cristianos. Por otro lado, sumida en esta atmósfera de tensión religiosa, la filosofía Griega dio nacimiento al Neoplatonismo.

Esto no se hizo en un día. Es cierto que las oposiciones entre ideas Cristianas e ideas Griegas fueron suavizadas por el cosmopolitismo existente, sin embargo seguían existiendo entre ambas bastantes antinomias; había aún que conciliar la creación ex nihilo que excluía la hipótesis de la materia, con la perfección del dios Griego que implicaba la existencia de esta materia. El espíritu Griego veía la dificultad de un dios perfecto e inmutable creando lo temporal-imperfecto. Como bien dijo San Agustín bastante más tarde(47): “Es difícil de comprender la substancia del Dios que hizo cosas cambiantes sin experimentar ningún cambio y cosas temporales sin moverse de ninguna manera en el Tiempo”. Dicho de otra manera, la historia hacía necesario que el Cristianismo profundizara si quería universalizarse. Se trataba de crear una metafísica. Pero no hay metafísica si no hay un mínimo de racionalismo. La inteligencia es impotente para renovar sus temas cuando el sentimiento varía de matiz constantemente. El esfuerzo de conciliación inherente al Cristianismo será el de humanizar, intelectualizar sus temas sentimentales y de reconducir el pensamiento de estos confines en los que ella se debatía. Se trata de reducir esta desproporción entre Dios y el hombre que el Cristianismo había instaurado. Parece al contrario que en sus comienzos, el pensamiento Cristiano, bajo la influencia de estos valores de muerte y pasión, de temor al pecado y al castigo, había llegado al punto donde, como dice Hamlet, el tiempo se sale fuera de sus goznes.

Esta fue la tarea, en una medida bastante débil, de los primeros sistemas teológicos, los de Clemente de Alejandría y Orígenes, de los concilios en reacción contra las herejías, y sobretodo de San Agustín. Precisamente en este punto el Cristianismo entraba en una nueva fase donde se trataba de saber si perdería su originalidad profunda para mejor vulgarizarse, o si, al contrario, sacrificaría su poder de expansión a su necesidad de pureza, o si al fin llegaría a conciliar estas preocupaciones igualmente naturales. Aunque su evolución no fue armoniosa. Siguió caminos peligrosos que le enseñaron prudencia. Se trata del Gnosticismo. Se sirvió del neoplatonismo y de sus cómodos cuadros para alojar un pensamiento religioso. Definitivamente separado del Judaísmo, el Cristianismo se insertó en el Helenismo por la puerta que tenían abierta las religiones Orientales. Y sobre el altar al Dios desconocido(48) que Pablo encontró en Atenas, varios siglos de especulación Cristiana iban a elevar la imagen del Salvador en la cruz.                                                  
------------------------  
1.    J. Tixeront: “Histoire des Dogmes”, cap. III; Los testimonios de los Padres Apostólicos.
2.    Id. Cap. III, p. 115: “Se le da el nombre de Padres Apostólicos a los escritores eclesiásticos que aparecieron a finales del siglo I o en la primera mitad del siglo II de los que se supone recibieron de los apóstoles y de sus discípulos la enseñanza que nos transmiten.
3.    O “Didache”.
4.    XXXI, 6. Tixeront: III:2
5.    XLIV, id.
6.    XXXII, 3, 4, id.
7.    XXXIII, 1, id.
8.    TIXERONT, III, 5.
9.    ”A los Habitantes de Esmirna”, I, 1.
10.  Efes. XX,2.
11.  Efes. VII,2.
12.  Esmirna, I, 1, 2.
13.  Esmirna,II.
14.  Esmirna, III.
15.  Esmirna, VI, 1.
16.  Efes. VIII, 2.
17.  Rom. VII, 2.
18.  Tixeront, op. cit., III, 8.
19.  V, 1; VII, 3, 5.
20.  XI, xi, 1-8.
21.  I, 1, ap. Tixeront, III, 7.
22.  Tixeront, III, 3 y 4.
23.  Mandic, IV, 3.
24.  Similit. IV, 4.
25.  Tixeront, op. cit., III, 6.
26.  Entre el 180 y 203.
27.  DE FAYE: Clément d´Alexandrie, libro II, cap. 11.
28.  Estromata, I, 18.
29.  Estromata, I, 434.
30.  VI, 93.
31.  De Prescriptione Haereticorum, VII.
32.  Estormata, I, 18.
33.  Colos. 2:8.
34.  De Reditu suo, I, 389, en Rougier, Celso, p. 112.
35.  Discurso Verdadero, III, 37.
36.  Juan 3:16, 36; 4:14.
37.  5:19, 26.
38.  Puech: “Les Apologistes grecs du II siècle. Id. Tixeront op. cit. V, I.
39.  Apolo., II, 13.
40.  Apolo., I, 44, 59; Tatiano: Oratio ad Graecos, 40; Minucio Felix op. cit. 34; Tertuliano: Apologet. 47; Clemente de Alej. :Str. I, 28; VI, 44; VI, 153; VI, 159.
41.  Ap. II, 13, 8, 10.
42.  Oratio ad Graecos (165).
43.  Irrisio gentilium philosophorum (siglo III).
44.  La Réaction païenne (segunda parte, cap. II.
45.  Boissier: “La Religion Romaine”, tomo I, ix: El paganismo trata de reformarse basándose en el modelo de la religión que le amenaza y que combate”.
46.  Comparar sobretodo el episodio de la hija de Jairo(Luc. 8:40) y Vida de Apolonio, 4:45.
47.  De Trinitate: I, i, 3.

48.  Hech. 17:16.

miércoles, 20 de enero de 2016

EL CRISTIANISMO EVANGELICO I

EL CRISTIANISMO EVANGÉLICO
Es difícil hablar en bloque de un Cristianismo evangélico. Aunque al menos es posible detectar cierto estado de espíritu donde tiene su fuente la evolución posterior. El tema privilegiado, el que está en el centro del pensamiento Cristiano de entonces y hacia el que todo converge, la solución natural a las aspiraciones de la época, es la Encarnación. La Encarnación, o sea la puesta en contacto de lo divino y lo carnal en la persona de Jesucristo: la aventura extraordinaria de un Dios que carga a su cuenta el pecado y la miseria del hombre, la humildad y las humillaciones presentadas como símbolos de la Redención.

Hay dos estado del alma en el Cristiano Evangélico: el pesimismo y la esperanza. Que evolucionan sobre cierto plan trágico, la humanidad de entonces no descansa sino en Dios y, poniendo en sus manos toda esperanza de un destino mejor, no aspira sino a Él, no ve sino a Él en el Universo, abandona todo interés fuera de la fe y encarna en Dios el símbolo mismo de esta inquietud desgarrada de elevación. Hay que elegir entre el mundo y Dios.

EL PLAN TRÁGICO
La ignorancia y el desdén de toda especulación sistemática, esto es lo que caracteriza el estado de espíritu de los primeros Cristianos. Los hechos los ciegan y presionan. Entre otros la muerte.

a)    A finales del siglo IV aún, Julio Quntus-Hilarianus, obispo de África preconsular, calcula en su “De mundi induratione” que al mundo le quedan 101 años(1). Esta historia de una muerte próxima unida estrechamente a la Paroussia de Cristo obsesionó a la primera generación Cristiana(2). Hay ahí un ejemplo único de una experiencia colectiva de la muerte(3). En el mundo de nuestra experiencia, realizar esta idea de la muerte equivale a dotar a nuestra vida de un sentido nuevo. Lo que se descubre es el triunfo de la carne, el pavor físico ante este tema indignante. Cómo extrañarse que los Cristianos hayan tenido un sentido tan amargo de la humillación y del dolor de la carne, y que estas nociones hayan jugado un papel capital en la elaboración de la metafísica Cristiana. Ya se observa en el Antiguo Testamento este tono en Job(4) y el Eclesiastés(5). Pero los Evangelios pusieron este sentido de la muerte en el centro de su devoción. El Cristianismo está centrado en la persona de Cristo y su muerte. Se hace de Jesús una abstracción o un símbolo. Aunque los verdaderos Cristianos son aquellos que han realizado este triunfo de la carne martirizada.
b)    “Nos gusta, dice Pascal, acomodarnos en la sociedad de nuestros semejantes: miserables como nosotros, impotentes como nosotros, no nos ayudaran, moriremos solos”. La experiencia de la muerte lleva a una cierta posición muy delicada y difícil de definir. Numerosos son en efecto los textos del Evangelio donde Jesús recomienda la indiferencia  o incluso el odio respecto al prójimo como medio para alcanzar el reino de Dios(6). Es esta la base de un inmoralismo? No, sino la de una moral superior(7). Se comprenderá mediante estos textos cuanto el “Dar al César lo que es del César” no es sino una concesión de desprecio más que una declaración de conformismo. Lo que es del César es el Denario donde se imprime su efigie. Lo que es de Dios es el corazón del hombre, habiendo roto todo lazo con el mundo. Esta es la señal del pesimismo que no de la aceptación. Pero como es natural estos temas bastante vagos y estas actitudes del espíritu se concretizan y se resumen en la noción propiamente religiosa del pecado.
c)    En el pecado el hombre toma conciencia de su miseria y de su orgullo. “Nemo Bonus(8) Omnes peccaverunt”(9) el pecado es universal. Pero de entre todos los textos del Nuevo Testamento(10) pocos son tan ricos de sentido y observación como los pasajes de la Epístola a los Romanos(11). Aquí se describe el “Non posse non peccare” de San Agustín. Al mismo tiempo el alma pesimista Cristiana acerca del mundo se hace explícita. Es a este punto de vista y aspiraciones que responde la parte constructiva del Cristianismo evangélico. “Es como un cierto número de hombres todos condenados a muerte, de los que se van degollando algunos cada día a la vista de los demás, los que quedan observan su propia condición en la de sus semejantes y se ven con dolor y sin esperanza, mientras esperan su turno”. Es la imagen de la condición humana. Pero de estos condenados a muerte surge la esperanza que había de transportarlos.

EL ESPÍRITU DE DIOS
La idea del Reino de Dios no es absolutamente nueva en el Nuevo Testamento. Los Judíos conocía ya la palabra y la cosa(12). Aunque en los Evangelios este reino no tiene nada de terrestre(13). Es espiritual. Es la contemplación de Dios mismo. Fuera de esta conquista, ninguna especulación es deseable(14). Es la humildad y la simplicidad de los niños que hay que esforzarse en alcanzar(15). Es pues a los niños a los que les es prometido el Reino de Dios aunque también a los sabios que han sabido despojarse de su saber para comprender la verdad del corazón, y han añadido así a la virtud de la simplicidad el precioso mérito del esfuerzo sobre sí. En “el Octavio”, Minucio Félix hace hablar a Cecilio, defensor del paganismo: “Es indignante que gente que no ha estudiado, extraños a las letras, inútiles incluso en las artes viles, emitan opiniones que tienen por ciertas, sobretodo de lo que hay de más elevado y más majestuoso en la naturaleza, mientras que la filosofía discute sobre esto desde siglos”. Este desdén de toda especulación pura, se explica en gentes que tenían su entusiasmo en Dios como meta de todo esfuerzo humano. Pero un cierto número de consecuencias se siguen de esto.

Al poner en primer plano el esfuerzo del hombre hacia Dios, se subordina todo a este movimiento. El mundo mismo se ordena siguiendo esta dirección. La historia tiene el sentido que Dios ha querido darle. La filosofía de la historia, noción extraña al espíritu griego, es una invención Judía. Los problemas metafísicos se encarnan en el tiempo y el mundo no es sino el símbolo carnal de este esfuerzo del hombre hacia Dios. De ahí la importancia capital otorgada a la fe(16). Es suficiente que un paralítico crea -y helo aquí sanado. Y es que la esencia de esta fe es consentir y renunciar. La fe es siempre más importante que las obras(17).

La fe tiene un tan alto precio que sobrepasa la exigencia de los méritos. Se trata, pues, de una apología de la humildad. Hay que preferir al pecador arrepentido al virtuoso que realiza buenas obras y no necesita arrepentirse. El obrero de la undécima hora cobrará lo mismo que el de la primera. Se hará una fiesta al hijo pródigo en casa de su padre, etc.

Si es verdad que el hombre no es nada y que su destino está completamente en las manos de Dios, que las obras no son suficientes para asegurar al hombre su recompensa, y si el Nemo Bonus es verdad, quién alcanzará este reino de Dios? La distancia es tan grande del hombre a Dios que nadie puede esperar colmarla. El no puede alcanzarla y sólo la desesperanza le queda como camino. Pero la encarnación aporta la solución. Al no poder el hombre alcanzar a Dios, Dios desciende hacia él. Así nace la universal esperanza en Cristo. El hombre ha tenido razón de confiarse a Dios dado que éste la otorga la gracia más infinita.

Es en Pablo que esta doctrina se expresa por primera vez de manera coherente(18). Para él la voluntad de Dios sólo tiene un fin: salvar a los hombres. La creación y la redención no son sino dos manifestaciones de su voluntad, la primera y la segunda de sus revelaciones(19). El pecado de Adán ha corrompido a la humanidad y lo ha llevado a la muerte(20). No le queda ningún recurso personal. La ley moral del Antiguo Testamento se conforma en efecto con dar al hombre la imagen del deber a cumplir. Pero no le otorga la fuerza. Por ello, lo hace doblemente culpable(21). La única manera de salvarnos era venir a nosotros, aligerarnos de nuestros pecados por el milagro de la gracia, este es Jesús, de nuestra raza y sangre(22), quien nos representa y nos ha sustituido. Muriendo con él y en él, el hombre ha pagado su pecado y la encarnación es al mismo tiempo la redención(23). Aunque no se alcanza la total potencia de Dios, pues la muerte y la encarnación de su hijo son gracias y no sanciones debidas al mérito humano.

Esta solución de hecho resolvía todas las dificultadas de una doctrina que establecía una tan gran separación entre Dios y el hombre. Platón que quería unir el bien al hombre se vio obligado a construir toda una escala de ideas entre estos dos términos. Con ello creaba un saber. Aquí no hay razonamiento; sino un hecho. Jesús ha llegado. A la sabiduría Griega que no es más que una ciencia, el Cristianismo se opone como un estado de cosas.

Para comprender la originalidad de una noción tan familiar para nosotros, preguntemos su opinión a los paganos de la época. Un espíritu tan cultivado como el de Celso no entendía. Su indignación es real. Se le escapa algo que era demasiado nuevo para él: “Entre Cristianos y Judíos, están los que declaran que un Dios o un Hijo de Dios descenderá a la tierra para justificar a los hombres, otros que él ya vino: idea tan pueril que en verdad no necesita de un largo discurso para ser refutada. Con qué designio iba a descender Dios acá abajo? Sería para saber lo que pasa entre los hombres? Pero no es él omnisciente? O será que sabiéndolo todo, su divino poder está hasta tal punto limitado, que nada puede corregir si no viniese en persona o si no enviara expresamente un mandatario al mundo? Si se entiende que él debe descender en persona a la tierra, le será entonces preciso abandonar la sede d3esde donde gobierna? Ahora bien, si se produjera la más ligera mudanza, todo el universo se trastocaría. O viendo tal vez que los hombres lo desconocían y considerando que por eso algo le fataba, Él habría tomado sumo interés en manifestárseles y experimentar por sí mismo y poner a prueba a los fieles ya los incrédulos? Eso sería atribuirle una vanidad muy humana, comparable a la de esos nuevos ricos empeñados en hacer ostentación de su riqueza, poco ha adquirida. Dios no necesita para su contenido personal del hecho de ser conocido por nosotros. Sería para nuestra salvación por lo que él quiso revelarse, a fin de salvar a los que, habiéndole reconocido, serán considerados virtuosos, y castiga a los que, habiéndole rechazado, manifestaran de este modo su malicia?  Pero, qué? Vamos a pensar que después de tantos siglos, Dios se haya preocupado de justificar a los hombres, de los que antes no se había preocupado? Es tener de Dios una idea poco concorde con la sabiduría y con la verdadera piedad”(24). Igualmente, la encarnación le parece inaceptable a Porfirio: “Incluso suponiendo que algunos Griegos sean lo bastante obtusos como para pensar que los Dioses habitan en las estatuas, sería esto aún una concepción más pura que admitir que lo Divino haya descendido al seno de la Virgen María, que se convirtiese en embrión, y que naciera manchado de sangre, bilis y aún orín”. Además, Porfirio se extraña de que Cristo hubiera podido sufrir en la cruz, cuando en verdad debería haber permanecido impasible(25).

No hay nada más específicamente Cristiano que la noción de Encarnación. Es en ella que se resumen los temas oscuros que muchos han tratado de delimitar. Es sobre este argumento de hecho inmediatamente comprensible que se realizan los movimientos de pensamiento en aquellos que animaban.        
-------------------------     
1.     P. De Labriolle: “Histoire de la littérature latine Chrétienne”.
2.     Sobre la inminencia de esta Paroussia, ver Marc. 8:38; 13:30; Mat. 10:23; 12:27-28; 24:34; Luc. 9:26-27; 21:32, etc.
3.     P. De Labriolle, op. cit., p. 49: “Penetrados por el sentimiento que el mundo iba pronto a morir (sentimiento común a las primeras generaciones de Cristianos)….
4.     Job 2:9; 3:3; 10:8; 10:21-22; 12:23; 17:10-16.
5.     Passim: 2:17; 3:19-21; 12:1-8.
6.     Mat. 8:22; Mat. 10:21-22; Mat. 10:35-37; Mat. 12:46-50; Luc. 3:34; 14:26-33.
7.     Luc. 14:26-28.
8.     Marc. 10:18.
9.     Rom. 3:23.
10.   Juan, 1:8; Cor. 10:13; Mat. 12:21-23; Mat. 19:25-26.
11.   Rom. 7:15-24.
12.   Sabiduría 10:10.
13.   Luc. 12:14.
14.   Colo. 2:18.
15.   Mat. 18:3,4; 19:16; Marc. 10:14,15.
16.   Mat. 14:33; 12:58; 15:28.
17.   Mat. 10:16-18; 20:1-16; 25:14-23.
18.   Colo. 1:15; Corint. 15:45; Rom. 1:4.
19.   Rom. 1:20; 8:28; Ef. 1:45; 3:11; Tim. 1:9.
20.   Rom. 5:12; 14 + 15-17; 6:23.
21.   Rom. 3:20; Rom. 5:13; Rom. 7:7-8.
22.   Rom. 1:3; 4:4.
23.   Rom. 3:25; 6:6; Cor. 6:20; Gál. 3:13.
24.   Celso: “El Discurso verdadero contra los Cristianos, 4:41”.

25.   Fragmentos, 84.

jueves, 7 de enero de 2016

GNOSIS

La experiencia interior Gnóstica y el pensamiento imaginativo, que encontramos en el Maniqueísmo, fue transmitido a los Cátaros del Sur de Francia mediante los intermediarios Paulicianos Armenios y Mesalianos. Revivió a comienzos del siglo XVII con la experiencia de Jacob Boheme y sobrevive en las ideas de Goethe y Hegel, William Blake y Ralph Waldo Emerson y K. G. Jung.

GNOSIS, EL DEMIURGO

GNOSIS, SUS ORÍGENES, EL DEMIURGO
Desde después de la Segunda Guerra Mundial, la teoría del origen Judío del Gnosticismo ha sido reafirmada en referencia a los textos de Nag Hammadi(1). Pero esta teoría no es indiscutible. H. Jonas, seguidor de la “religionsgeschichtliche Schule”, encontraba la esencia y origen del Gnosticismo en una pre-Cristiana “Erlösungsmysterium” de derivación Babilonia o Irania(2). Mantenía que el Gnosticismo muestra un “antagonismo hacia el pueblo Judío como un todo, una especie de antisemitismo metafísico, que precisamente las fuentes más pródigas en el uso de temas Judíos (al mismo tiempo las más arcaicas) demuestran”(3). Si esto es correcto, sería difícil explicar cómo el Gnosticismo puedo haberse desarrollado partiendo del Judaísmo.

Jonas cita la figura del demiurgo como primer testimonio de su tesis, dado que el demiurgo “a menudo es una caricatura reconocible del Dios del Antiguo Testamento”, “una parodia del Creador Bíblico”(4). Jonas tiene razón respecto a que el demiurgo “es un símbolo gnóstico del primer orden. En su concepción general refleja el desagrado gnóstico hacia el mundo….”(5). La oposición entre el Dios más alto y el demiurgo es la correlación teológica-metafísica respecto al dualismo anti-cósmico del Gnosticismo(6). El “lugar” del demiurgo puede ser tomado por una pluralidad de poderes (ej., el colectivo de los “Siete”); aunque la ausencia total de cualquier símbolo para una causa inferior o degradada del mundo, o de su orden particular, o de su materia, haría dudar el aceptar la doctrina como gnóstica(7).

La figura del demiurgo presenta el más grande obstáculo a la teoría del origen Judío del Gnosticismo. Pero parece ser que el tema verdadero es este: “la mayoría de los gnósticos estaban contre el Dios Judío que creó el mundo y dio la Ley. Es posible que esta doctrina sea de origen Judío? Incluso aquellos que aceptan que muchos puntos de vista Gnósticos han de derivar del Judaísmo, parecen haber evitado este tema(8).

La afirmación que el Gnosticismo muestra un “antisemitismo” o un “antagonismo contra el pueblo Judío” no es veraz. Los errados y ciegos en la literatura Gnóstica no son los Judíos, hay relativamente poca polémica contra el pueblo Judío en los textos Gnósticos comparado con lo que encontramos en la literatura Cristiana(9). Es más, el Cristianismo comenzó como una secta Judía, por lo tanto la crítica del Judaísmo y los Judíos no excluye un origen Judío. Además, los Cristianos también tenían la Biblia Judía como libro sagrado y adoraban al mismo Dios que los Judíos; pero seguramente había Cristianos Gnósticos, y por analogía, la posibilidad de la existencia de un Gnosticismo Judío hostil a las tradiciones ancestrales no ha de ser excluida(10). G. Scholem ha sugerido que el Gnosticismo, “o al menos algunos de sus impulsos básicos, fue una rebelión, en parte quizá de origen Judío, contra el Judaísmo anti-mítico, un erupción tardía de fuerzas subterráneas, que estaban tanto más impregnadas de mito para ser camufladas en la filosofía. En el siglo segundo de nuestra era, el Judaísmo Clásico Rabínico prohibió esta forma de herejía….”(11).

W.C. van Unnik está equivocado cuando dice que los Gnósticos no apreciaban la Ley ni veneraban a Moisés(12). Según un relato, Simón el Mago, la supuesta primera fuente del Gnosticismo, veneraba la Torah; incluso Ireneo, el primero en ofrecer conocimiento substancial acerca de las enseñanzas de Simón, no dice que el hereje hiciera alguna detracción de la ley de Moisés. Cerinto, otro Gnóstico del siglo primero d.C., apoyaba la práctica de la circuncisión y observaba el Sabbath, ambos prescritos en la Torah.

Los Gnósticos no sólo conservaron la creencia en Moisés como revelador de Dios; también continuaron la tradición pseudoepigráfica según la cual los Adamitas y los ante y pos diluvianos patriarcas eran transmisores de los divinos misterios. A. Böhlig y otros han señalado que los apócrifos y pseudoepígrafos del Antiguo Testamento proveyeron a los Gnósticos con muchos temas(13), igual hicieron otras fuentes Judías. Así, el misticismo Hekaloth o Merkaba, describiendo el mundo del trono del carro visto por vez primera por Ezekiel, es uno de los ingredientes que han sido usados para construir el mito en la Hipóstasis de los Arcontes y Sobre el Origen del Mundo, ambos en el Codex II de la librería de Nag Hammadi(14). La parte más recóndita de este misticismo o esoterismo era la visión de la Kabod, que tenía “una semejanza a la apariencia del hombre”(Ez. 1:126), Ya M. Gaster observó que Marcos, uno de los pupilos de Valentino, cuando ofreció una fantástica descripción del “Cuerpo de Verdad”(ver Iren. I.xiv.3), era dependiente de tradiciones Judías acerca de la “Medida del Cuerpo”, el cuerpo enorme de la Kabod, la Gloria de Dios(15). G. Quispel argumenta que la Gloria es el modelo del Antropos Gnóstico, el Hombre celestial(16).

Esas adopciones y adaptaciones a cargo de los Gnósticos no han sido mal usadas, y lo mismo se puede decir para con otras apropiaciones Gnósticas de tradiciones Judías. O. Betz y otros, que objetan la derivación de la Sofía Gnóstica de la Sabiduría Judía, que aparece en el libro de Proverbios y la literatura apócrifa, pasan por alto el hecho que no toda forma Gnóstica de Sofía es negativa (que el carácter ambivalente de la Sabiduría no está ausente de la tradición sapiencial Judía)(17). Como Jonas mismo ha admitido, incluso el demiurgo no es siempre presentado como totalmente malo(18). Según algunos Gnósticos, el demiurgo está enfrentado a Satán(19). Cerinto y Justino el Gnóstico no enseñan que haya ninguna animosidad entre Dios y el demiurgo. Según Justino, el demiurgo es incluso el factotum para la salvación de los hombres.

F. Chr. Baur, también vio la filosofía Alejandrina de la religión como la cuna del Gnosticismo, y afirmaba que el concepto Gnóstico del demiurgo derivaba del Platonismo, que era la madre de la filosofía Judía Alejandrina de la religión(20). La identificación del demiurgo con el Dios de los Judíos expresaba la baja estima de los Gnósticos de la religión del Antiguo Testamento con su manera poco sofisticada de presentar ideas.

Aunque los primeros Gnósticos no identificaron al demiurgo con el Dios del Antiguo Testamento; le adjudicaron la creación a uno o más ángeles. Los primeros Gnósticos no fueron filósofos, aunque trataron de idear una teodicea y proteger al Dios trascendente. Lo hicieron adjudicándole la creación del mundo imperfecto y los rasgos antropomórficos de su autor y gobernante a una dios inferior, un ángel. El demiurgo Platónico fue un modelo importante para esta construcción, aunque los primeros Gnósticos que eran Judíos que no menospreciaban su Biblia –tenían su propio modelo en la figura del Ángel del Señor. En muchos textos bíblicos, el concepto de Angel del Sñor ha sido introducido en orden a separar a Dios de del mundo y rebajar el antropomorfismo de la fuente más antigua.                              
------------------------
1.     Antes de la publicación de los textos de Nag Hammadi, el único académico que enseño que el Gnosticismo era de origen Judío fue E. Peterson; ver, ej., Art. “Gnosis”, en EC, VI, 1951, col. 857 ff., especialmente cols. 880 f.
2.     Para la adesión de Jonas a la escuela de la historia de la religiones, ver su declaración en “Gnosis und spätantiker Geist, I”(Die mythologische Gnosis) (FRLANT, 51), 3rd ed. Con Ergänzungsheft, Göttingen, 1964, p. 24, n. 1.
3.     Delimitation of the Gonostic Phenomenon –Typological and Historical”, en OG, p. 102 (=GG, p. 642). Sobre la base de de textos diferentes, K.W. Tröger quiere distinguir entre “actitud anti-Judía”, “concepción anti-Judía”, “topos anti-Judío”, etc. (“Gnosis und Judentum”, en AT-F-G, p. 163). Afirma que el topoi anti-Judío no ha de ser visto automáticamente como polémicas anti-Judías, dado que esos topoi vinieron a ser material tradicional temprano en el  Gnosticismo. Tröger, p. 164, ofrece más referencias del uso Gnóstico de mitología polémica contra la Iglesia Católica.   
4.     Delimitation”, p. 96 y p. 97(=GG, p. 634 y p. 635).
5.     Ibid., p. 96(=GG, p. 634).
6.     El dualismo anti-cósmico es la característica fundamental del Gnosticismo; ver K. Rudolph, “Die Gnosis”, Göttingen, 1978, pp. 65, 67.
7.     Jonas, “Delimitation”, p. 96(=GG, p. 634).
8.     The Origins of the Gnostic Demiurge”, en P. Granfield & J.A. Jungmann, ed., Kyriakon (Festschrift Johannes Quasten), Münster Westf., 1970, p. 271.
9.     Cp. W.C. van Unnik, “Gnosis und Judentum”, en Gnosis, p. 85.
10.   Tröger cita el Mandeismo como ejemplo de sentimiento anti-Judío de “todo los movimientos Gnósticos”(p. 163), y esto muestra cuan insignificante es la presencia de elementos anti-Judíos en la discusión de si había o no un Gnosticismo Judío, dado que la literatura Mandea contiene aún más polémica contra los Cristianos que contra los Judíos.
11.   On the Kabbalah and Its Symbolism”, New York, 1965. En la discusión del escrito del Profesor Robert M. Grant en el coloquio de Messina, Jean Cardinal Danielou mantuvo la opinión que la actitud anti-cósmica del Gnosticismo fue el resultado de una revuelta interna Judía; ver OG, p. 157.
12.   (14)op. cit., pp. 80, 82
13.   (19)ver Böhlig, “Religionsgeschichtliche Probleme aus der Schrift ohne Titel des Codex II von Nag Hammadi”, WZUH, Ges. Sprachw. Reihe, X, 1961, pp. 1325 ff.(=Mysterion und Wahrheit (AGSU, VI), Liden, 1968, pp. 119ff.); “Der jüdische und judenchristliche Hintergrund in gnostischen Texten von Nag Hammadi”, en OG, pp. 109 ff.; cp. B. Gärtner, “Die rätselhaften Termini Nazoräer und Iskariot” (HS, IV), Uppsala, 1957, pp. 31ff.(acerca de los Mandeos).  
14.   (20)I. Gurenwald, “Jewish Merkavah Mysticism and Gnosticism”, en J. Dan & F. talmage, ed., “Studies in Jewish Mysticism” (Proceedings of the Regional Conferences held at the University of California, Los Angeles, and McGill University in April, 1978), Cambridge, Mass., 1982, pp. 41 ff., ha mostrado que hay una cercana concordancia entre la descripción de la Merkaba en esas obras y en el misticismo Judío.
15.   (21)ver “Das Shiur Komah”, en sus “Studies and Texts, II” London, 1927, pp. 1330 ff., especialmente  p. 1344.
16.   (22)Ver Hermetism and the New Testament, especialmente Pablo”, en W. Haase, ed., ANRW, II.22 (Religion: Gnostizismus und Verwandtes), forthcoming; “Ezekiel 1:26 en Jewish Mysticism and Gnosis”, VigChr, 34, 1980, pp. I ff.
17.   (23)Ver Betz, “Was am Anfang geschah (Das jüdische Erbe in den neugefundenen koptischgnostischen Schriften)”, en O. Betz, et al., ed., Abraham unser Vater (Festschrift für O. Michel) (AGSU, V), LEIDEN, 1963, P. 40. Acerca de Sofía, ver el artículo sobre Helena en RAC por el profesor Gilles Quispel.
18.   (24)”… Tratamos con un principio no completamente malo, sino más bien inferior y degenerado, como la causa y esencia de la creación” (The Gnostic Religion, 2nd ed., Boston, 1963, reimpreso 1967, p. 132); “… sobre todo en un rango de mitos gnósticos, su imagen varía, y hay versiones más suaves en las que aparece más como extraviado que como malo, abierto a ser corregido y con remordimientos, hasta la redención final”(“Delimitation”, p. 96 (=GG, p. 634)).  
19.   (25)No es correcto y sin reservas que el “Gnosticismo distinga …. en sus sistemas al dios altísimo ….. de manera tan aguda como sea posible del creador inferior del mundo” (Schöpfer und Schöpfung in der Gnosis”, en AT-F-G, P. 44).

20.   (31)Das Christentum und die christliche Kirche der drei resten Jahrhunderte, 2da ed., Tübingen, 1860, p. 185 (= GG, p. 183). Baur, p. 183 (= GG, p. 9), habla expresamente del Gnosticismo Cristiano como un desarrollo de la filosofía Alejandrina de la religión. En su más temprano Die christliche Gnosis, Tübingen, 1835, Baur admite que Judíos educados en la dialéctica con “la religión pagana y filosofía” desarrollaron ideas Gnósticas en un intento de trascender las barreras nacionalistas. En este libro también enfatiza la herencia Oriental en el Gnosticismo. H. Graetz, Gnosticismus und Judenthum, Krotoschin, 1846, pensaba que el Gnosticismo era metafísica especulativa Helenística que también penetró el Judáismo. Cp. M. Joël, Blicke in die Religionsgeschichte zu Anfang des zweiten chrislichen Jahrhunderts, I, Breslau, 1880, pp. 103. M. Friedländer, a quien se la ha otorgado el honor de ser el primero en mantener que el Gnosticismo se originó en el Judaísmo, encontró a los primeros Gnósticos en los Judíos antimonios de Alejandría; ver especialmente Der vorchristliche jüdische Gnosticismus, Göttingen, 1898. Cp. Pearson, sin embargo, pensaba que es más probable que el Gnosticismo surgiera en Palestina, ver “Friedländer Revisited. Alexandrian Judaism and Gnostic Origins”, SPh, 2, 1973, pp. 23 ff. Señala correctamente que es imposible distinguir entre Judaísmo “Helenístico” y “Palestino”, dado que la Helenización era un factor fuerte en la misma Palestina. Esto también debilita la teoría de R. McL. Wilson, “The Gnostic Problem”, 2da. Ed., London, 1964m oo, 173 , que piensa que el Judaísmo de la Diáspora fue el medio mediante el cual la filosofía Griega y otros elementos entraron en el Gnosticismo. Dice, pues, que la fuente del Gnosticismo es una “especulación Judía de carácter más o menos ortodoxo” (“Gnostic Origins”, VigChr, 9, 1955, p. 211); cp. Problem, pp. 176 216. Pero Wilson parece haber llamado este fenómeno “pre-Gnosticismo” o “proto-Gnosticism”, dado que define el Gnosticismo como una asimilación del Cristianismo y pensamiento contemporáneo” (Problem, p. VII), y “la acomodación del Cristianismo y la cultura Helena”(ibid., p. 265); ver también Problem, pp. 7 f.  Esto es similar al punto de vista de Baur en “Christentum”. En otros lugares Wilson habla del Gnosticismo como elemento en el Helenismo, presumiblemente excluyendo el Cristianismo; ver Problem, pp. 103, 118, 151, 172. Ve el Gnosticismo y el Cristianismo como fenómenos paralelos; ver ibid., pp. 64ff., 261 ff. Llega a decir que “El Gnosticismo no es Cristiano, sino una fase del paganismo”(ibid., p. 265). Una interacción del punto de vista de Baur en Gnosis es realizado por P. Pokorny, “Der Ursprung der Gnosis”, Kairos, 9, 1967, pp. 94.(=GG, 749ff.), que piensa que el Gnosticismo se originó cuando el Judaísmo Alejandrino se encontró con una corriente espiritual y sincrética que hizo uso de la forma alegórica de interpretar los textos sagrados. Ver también J. Ménard, “Les origines de la glose”, RSR, 43, 1968, pp. 24ff., especialmente pp. 36 ff.