lunes, 6 de agosto de 2007

DIONISO DE LA FLOR NEGRA

DIONISOS DE LA FLOR NEGRA

Contrariamente al pueblo de los hombres, el pueblo de las mujeres no opone resistencias previas a Dioniso-casado. Las mujeres acogen al dios tal como es, lo honran sin dejar de ser ellas mismas. Los hombres se disfrazan, ellas no. También el dios, en honor de las mujeres, cambia de figura. Aterrador, para hacer que la Atenas democrática se doblegue, se vuelve encantador para acercarse a Atenas convertida en mujer. Un dato básico: en las Antesterias, la Atenas del agua y del matrimonio se hace permeable por abajo. Pero según haya o no resistencia a Dioniso, se ve una invasión de muertos o una invasión de flores.

Van Hoorn ha reconstruido bien el decorado floral de la fiesta y L. Deubner ha reunido los textos antiguos en que el Dioniso de las Antesterias aparece como el dios florido y como el dios-toro. Estos dos aspectos reunidos caracterizan a Dioniso-prometido.

Se le ve en una cratera lucana, joven, hermoso y desnudo, ofreciendo a su esposa por un día una rama florida. Dos pequeños cuernos emergen de su cabellera. Es el joven amante sentado delante de la reina, que, elegante y majestuosa, le supera en estatura. Con gracia real, adelanta suavemente el brazo y ofrece al joven dios el contra-don de una corona de flores que ella sostiene por encima de su rama.

Un dios sentado puede ser un dios que domina. Conocemos al joven Dioniso de los órficos que domina en triunfo. Pero la posición sentada también conviene a los muertos: es típica en los bajorrelieves atenienses del siglo IV. Sentado, como las figuras de los muertos, el joven dios de nuestra escena es al mismo tiempo triunfador, puesto que está a punto de ser coronado. Sin embargo, a quién destina la reina su corona? Al dios o a su rama? La imagen duda en una hermosa ambigüedad, que dice bien lo que dice. El dios es consubstancial con su rama. También la reina es consubstancial con su corona. En la arquitectura de la imagen, rama y corona repiten la relación espacial de los dos personajes, de los que, en realidad, son el doble.

En esta escena de Anunciación invertida y pagana por completo, es la figura masculina la que está sentada: la mujer está de pie. Pero de los dos, el que viene de otro lugar es el dios. Si él queda más bajo que ella, no es porque él le sea inferior: es porque viene de abajo. Consubstancial con su rama alzada, viene por la vía que toman las flores.

El dios que la religión olímpica especializó en el papel del marido infernal, Plutón, es igualmente un amante-flor. En medio de la llanura de Nisa se anuncia a Core bajo la apariencia de una flor macho que horada la tierra para seducir a una muchacha-flor, el narciso, que la Tierra astuta hizo crecer en honor de la muchacha-corola (halykopis)

Aunque el prometido infernal es aterrador, al menos bajo su figura olímpica, nadie resiste a la seducción del amante-flor: La flor resplandecía con un brillo maravilloso que asombraba a todos cuantos entonces la veían, tanto dioses inmortales como hombres mortales. Sobre la raíz se levantaba un tallo con cien brotes y, al perfume de las flores, todo el ancho cielo desde lo alto sonrió y toda la tierra y la acre ola marina. Maravillada, Core tendió los dos brazos a la vez para asir el hermoso juguete. Pero la tierra de vastos caminos se abrió entonces en la llanura de Nisa y surgió de ella, con sus caballos, el señor de tantos huéspedes, el señor de los muertos, que la raptó.

La reina-corona y Dioniso-rama dan la réplica a narciso-Plutón y la muchacha-corola. Esto recuerda a Dioniso Melanthides, el dios de la flor negra, que hace florecer las rosas en el Hades, y, cuando hace que las flores se abran sobre la tierra, colabora con Afrodita-violeta y con Tierra Khthónia. No hace falta probar la connotación amorosa de la flor, pero, si acaso, una dama de las Tesmoforias nos recuerda el consenso sobre este punto: Si una mujer trenza una corona, se la considera enamorada. La reina de Atenas habrá trenzado la suya en honor de Dioniso señor de las flores, Anthios, el dispensador de floraciones, Anthester, el compañero de Afrodita-violeta. La diosa del deseo es la paredro de Baco; ocupan su asiento uno al lado del otro, señor y señora de las flores, Antheios y Antheia. Pero Dioniso de las flores está también asociado en los mismos cultos con Tierra y con Tierra Khthonia, la tenebrosa.

Las raíces hundidas en la oscuridad subterránea y la cabeza resplandeciente con todas las gracias de Afrodita, la flor negra de Dioniso, señalan el vínculo entre el himeneo y la muerte. El hijo de Sémele nació con esta flor entre las manos. Muerta por la acción de Zeus, su amante divino, la madre infernal de Dioniso se aproxima, en Píndaro, al corazón de la primavera perfumada, cuando, sobre la tierra, las hermosas violetas y las rosas se mezclan en las cabelleras. Dioniso de la flor negra comparte este epíteto con las Danaides, que en su noche de bodas hicieron que sus maridos se hundieran en el Hades: son las muchachas de la flor negra; son también para todos los griegos las esposas ensangrentadas, el antimodelo por excelencia de la esposa. Pero las mujeres casadas de Atenas no pueden ignorar que las cincuenta hijas de Dánao son las fundadoras de las Tesmoforias, la gran fiesta del matrimonio.

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