EL ORIGEN ETNOLÓGICO DEL RELATO DE
LA CAÍDA
El sitio del Edén ha sido asignado algunas veces a Arabia,
donde, según la mayoría hoy día, estuvo el hogar común de los pueblos Semitas.
Glaser dice, basándose en la geografía y otros campos, que el relato de la
situación del Paraíso dado en Gén. 2:10-14
tenía como intención localizarlo en este país(1).
Aunque la identidad del río Pisón y la situación de Javilá son harto inciertas
y la mayoría de académicos no están de acuerdo con esto.
La referencia en Gén. 3:22
a la pluralidad de seres Elohim es una reliquia de la antigua religión de la
Naturaleza común a Israel, antes e inmediatamente después de su entrada en
Canaán, y las razas Semitas emparentadas. Estas reminiscencias son frecuentes
en los registros del Yahvista, y, si como se mantiene, este documento surgió de
Judá, podría ser pertinente a la hora de inquirir tener en mente que el Reino
del Sur no tuvo la misma influencia Cananita que el del Norte; que se vio
afectado por las relaciones con los Árabes y otras tribus nómadas, y mantuvo
más tenazmente las tradiciones pre-Mosaicas.
La concepción del Paraíso mismo, y de su siembra a cargo de
Yahvé, ha sido entendida por Robertson Smith como perteneciente al mismo
círculo de ideas que las formas más antiguas de la concepción Semítica de la “tierra-de-Baal”, un lugar especial, u oasis, que
parecía haber sido plantado y regado por el mismo dios local, el dador de su
fertilidad. La idea de un “jardín” plantado por
la divinidad sería un desarrollo, ligado al crecimiento de la sociedad
agrícola, de la idea más antigua de la casa especial de los dioses en la
tierra(2). Semejante concepción del jardín sería
imposible en las tribus nómadas, y parece derivar, como el culto-a-Baal con el
que está asociado, de los Semitas agrícolas del Norte.
No hay que confundir el jardín del Edén con el “hima”(3) de Arabia
central, que está basado en la idea de “tabú”
en lugar de la de propiedad, aunque, como en
el Jardín, hay un desarrollo de la idea de habitáculo divino. El jardín del
Edén es una residencia divina en lugar de un santuario; es la concepción de un
estado de la sociedad agrícola, no nómada, aunque con toda probabilidad es no
obstante sólo un desarrollo, realizado en un tiempo posterior, de la
transplantada concepción de la residencia fértil de los seres divinos de los
Semitas originales.
El tentador de la historia del Paraíso puede bien ser una
concepción nativa, un residuo del animismo primitivo Hebreo sobre el que está
basada la demonología Judía, y quizá también del totemismo del que hay rasgos
en el Antiguo Testamento. “El carácter demoniaco de
la serpiente en el jardín del Edén es indudable; la serpiente no es un mero
disfraz temporal de Satán, de lo contrario su castigo no tendría sentido. La
práctica del encantamiento de serpientes, citada repetidamente en el Antiguo
Testamento, también está conectada con el carácter demoniaco de la criatura”(4). El “jinn” de los
Árabes y otros semitas, a menudo relacionados muy de cerca con la serpiente,
parece representar una concepción similar a la que subyace en lo mágico
Semítico temprano. El “jinn” de algunos árboles
se dice toma la forma de una serpiente(5), y el
hecho que la serpiente, en la historia de Adán y Eva, sea vista más como sabia
que como mala, y esté de cerca conectada con el árbol del conocimiento, también
señala hacia la demonología –o animismo- Semita más primitiva/o, y quizá hasta
mágico, como la fuente de la figura que, en la narrativa Yahvista, lleva a la
caída a los primeros padres. Lo más probable en el estado actual de
conocimiento es que este elemento en la historia de la Caída tenga su
explicación genética como residuo de este extremadamente primitivo pensamiento
Semita(6).
El árbol del conocimiento del bien y del mal es el elemento
del relato del Paraíso al cual ha sido más difícil encontrar un paralelo.
Robertson Smith mantuvo el punto de vista que era una concepción común a los
Semitas del Norte, aunque no deja información acerca de su derivación y
significado. Ha sido comparado con los árboles-oráculo mencionados en el Libro
de los Jueces y en otras partes en el Antiguo Testamento, y sin duda era un
elemento en la superstición Semita temprana(7).
Pero al contrario de esos árboles, el nuestro comunica su virtud solamente
cuando es comido.
Se podría concluir que hay al menos algunos rasgos de
concepciones Semitas extremadamente antiguas que se remontan a tiempos
prehistóricos en los detalles del relato de la Caída(8),
aunque no hay evidencia que estuviera completamente en posesión de los Hebreos
antes de su entrada en Canán. No hay señales de que la narrativa, en su forma
existente y con su trascendencia didáctica actual, fuese un producto nativo del
Israel nómada; aunque algunos de sus elementos parecen derivar de un pueblo
sedentario dedicado a la agricultura(9).
Sin duda alguna después de su establecimiento al oeste del
Jordán, y el cambio de vida consiguiente, los Israelitas derivaron la mayor
parte de su civilización, artes y cultura de los Cananeos con los que tuvieron
relaciones cercanas. También es sabido que después del asentamiento, la
religión Hebrea absorbió elementos de las religiones de estos pueblos. Es muy
probable que los Israelitas absorbieran las tradiciones Cananeas y las usaran
para reconstruir la “historia de los orígenes”
que se encuentra en Génesis. Aunque hay
razón para creer que las leyendas y el folclore accesible a los Hebreos
contenían diferentes elementos mezclados. La cultura y religión Fenicia ya
habían sido influenciadas durante siglos de cercana conexión con Egipto, e
intercambios con los Asirios, mucho antes de la inmigración a Canán(10). La mitología Babilonia estuvo al alcance unos
siglos antes que comenzase la actividad literaria de Israel, y es muy probable
que esta influencia Babilonia en la narrativa de la fuente Yahvista fuese una
influencia perteneciente a este periodo(11).
Los Fenicios y Cananeos fueron un medio mediante el cual
otras influencias además de las Egipcias y Babilonias pueden haber llegado
hasta los Hebreos en los siglos inmediatamente precedentes a la puesta por
escrito de sus primeras historias. Tanto Fenicia como Babilonia tuvieron
relaciones con Persia; los intercambios culturales y mitológicos entre Fenicia
y Grecia se remontan, quizá, a la época pre-Homérica(12).
Es, sin embargo, una remota posibilidad que en tan temprana fecha los Hebreos
recibieran influencias de esas fuentes.
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1.
“Skizze der
Geschichte u. Geographie Arabiens”, II S. 317-357. Sprenger, y también
Hommel “Die Alt-Israel. Ueberlieferung”, S
314ff., mantienen un punto de vista similar. En otro trabajo, “Funf Neue Arab Landschaftsnamen im A. Testament”,
Prof. Kömg rechaza el punto de vista de Hommel.
2.
“Religion of the
Semites”, 1889, pp. 98, 106. Gunkel, “Genesis” in loc, mantiene el punto
de vista similar que el relato Yahvista del Paraíso es la descripción de un
oasis en el desierto.
3.
La palabra “hima”
deriva de la raíz que significa “proteger”,
y denota un lugar de terreno cerrado del cual estaba normalmente prohibido
talar árboles, cazar, o derramar sangre. Este lugar sagrado estaban asociadas
frecuentemente con los sepulcros de héroes por los Árabes, e igualmente
asignado a los dioses. Normalmente eran extensiones bien regadas y fértiles, y
eran originalmente vistas como residencia de seres divinos o “jinn”. Los animales y la vegetación de estos lugares
eran considerados como llenos de vida divina. Eran los más antiguos santuarios.
Ver Robertson Smith, “Religion of the Semites”,
lec. IV., Goldziher, “Mahummedanische Studien”,
I S 235 ff, Wellhausen, “Reste Arab. Heidentums”,
S. 101 ff.; Holzinger, “Genesis”, in loc,
sugiere que el “hima” es la idea raíz del
Paraíso. Esto es imposible, aunque el “hima” y
el Paraíso son probablemente desarrollos divergentes de la “tierra-de-Baal” u “oasis”.
Según Kremer, “Die Sud-Arab Sagen”, P. 19,
los antiguos Árabes parecen haber tenido tradiciones de habitantes originales
Gigantes, gobernados por Seddâd, que
construyó el Paraíso Terrenal. Aunque ésta era una ciudad encantada, y por
consiguiente la tradición tiene un origen tardío.
4.
Roberston Smith, op. cit., 1889, pp. 423-4; 1894, p. 442.
5.
Op. cit. 1889, p.
113, y referencias. Esta misma obra puede ser consultada para más
información acerca de los jinn. Ver también
Noldeke, “Zentschr. Fur Volker-Psychologie”,
1860, S 412ff., para información interesante sobre la serpiente-jinn de la
temprana Arabia.
6.
Para una interesante sugestión corroborativa ver
los comentarios sobre la maldición de la serpiente en Hasting, “Dict. Of the Bible”, “Art.
Demon”(I, p.590n), y la cita de Doughth, “Arabia
Deserta”. Hay conjeturas sobre que la Serpiente del Génesis III es una
adición al relato original, debido a la confusión de los nombres Hebreos para
serpiente y Eva.
7.
Lenormant, “Les
Origines de l´Histoire”, 1880, I. P. 86f., afirma que los Árabes
anteriores al Islam y los antiguos Fenicios poseían árboles similares. Ver
también Baudisin, op. cit., II S. 227.
8.
Hay una considerable cantidad de evidencia, de
varios tipos, que apuntan a la conclusión que, aunque las implicaciones
didácticas del relato fueron resultado de la Habraización de materiales tomados
prestado, su base consiste principalmente de tradiciones que, de ninguna manera
son la creación de la civilizada Babilonia, tenían originalmente un muy
diferente significado, que solo pudo surgir en un estado extremadamente
primitivo de la sociedad.
9.
En cualquier caso la alusión a la agricultura
como tarea del hombre a ser realizada con esfuerzo y laboriosidad es una prueba
que este elemento en el relato, si no es la esencia del relato como un todo,
fue recibido por los Hebreos de los que le enseñaron la agricultura en Canán, o
quizá fue inventado por ellos mismos después de la ocupación del territorio.
10.
Ver Benzinger, “Hebraische
Archaologie”, Sec. 66-7. Las tablillas de Tel-el-Amarna (c. 1400 a.C.),
contienen cartas de los gobernadores en Fenicia, Siria y Palestina al rey de
Egipto, en las que el lenguaje diplomático usado en esos países era Babilonio.
Algunas de las tablillas contienen leyendas míticas que muestran que también la
literatura, así como el lenguaje, de Babilonia era conocido al menos en Egipto.
King, “The Babylonian Religion”, p. 118ff.,
ver también “Der Alte Orient”, s. 37ff.
11.
Ver Gunkel, “Schofung
und Chaos”, 1895, P. 146-155. Zimmern, “Bible
und Bayl Urgeschichte, in Der Alte Orient”, p. 71-88, 107-8.
12.
Preller, “Griechische
Mythologie”, 1872, I.S.8.
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