El ateísmo en la línea del antiguo y el nuevo testamento es esa actitud que rehúsa reconocer al verdadero Dios; por tanto, toda forma de idolatría que, al absolutizar magnitudes finitas, no es sólo una posibilidad y realidad del pasado, sino también del presente. Esa absolutización del honor (prestigio), del poder, de la posesión, del sexo, de la nación, de la raza, etc. lleva a una conducta moral perversa, al distanciamiento de Dios, de los hombres entre sí y del hombre consigo mismo.
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