JACOB EN JABBOK
Un ser divino que es llamado “un hombre” es el oponente de
Jacob en Génesis 32(v.24). La historia comienza con Jacob enviando regalos a su
hermano, Esaú, a quien teme (vv. 3-8). Ora a Dios para que le ayude (vv. 9-12)
y envía más regalos a su hermano (vv. 13-21). Jacob expresa la esperanza que
los regalos ablanden a Esaú cuando “vea su cara”(v. 21) después de enviar a su
familia para cruzar el río Jabbok (juego de palabras referente al nobre Jacob)
en vv. 22-23, Jacob está solo. Sin introducción alguna, “un hombre lucha con
él”(v. 24). La lucha continúa hasta que el misterioso personaje dislocó el
fémur de Jacob (v. 26). Los dos conversan (vv. 27-30). El desconocido personaje
le pide le deje marchar, porque “raya el alba”(v. 27), pero por qué? El motivo
no está claro. Jacob se niega sin que antes este le bendiga(v. 27). Después de
preguntarle su nombre (v. 28), el
personaje le ofrece un cambio de nombre de Jacob a Israel. Jacob a su vez le
pregunta su nombre (v. 30), quien a la vez le pregunta por qué quiere saber su
nombre. Sin responderle, el personaje le bendice (v. 30). Aquí, el “hombre”
inexplicablemente sale de la narrativa.
Hay varios elementos del relato que no están claros, en
particular la naturaleza del misterioso personaje. Según el v. 31, Jacob le
reconoce como “´elohim”. Algunas traducciones (NRSV) lo traducen como “Dios”, y
muchos comentaristas siguen esta traducción. Otras (por ejemplo, NJPS) traducen
la palabra como “un ser divino”. El contexto de la lucha indica el singular. La
palabra puede ser entendida como “ser divino” o “divinidad”, también dada la
naturaleza misteriosa del encuentro, y especialmente el problema mencionado por
el personaje mismo: “Déjame partir porque raya el alba” (v. 27).
Es difícil conocer con exactitud qué clase de personaje
refleja el pasaje. Algunos estudiosos toman como indicio el paralelo en el
libro de Oseas (12:5-6). Según este pasaje, Jacob “luchó con un ser divino
(´elohim), luchó contra/con un ángel y prevaleció”. El paralelismo poético de estas
dos líneas posiblemente sirve para especificar el ser divino como un ángel.
Pero Génesis 32 no menciona a un ángel. Aparte de la noción
compartida de una lucha con sus idiomas compartidos, los dos contextos de la
lucha de Jacob pueden diferir. Un ángel puede parecer poco probable para
Génesis 32, especialmente dado el deseo del personaje de que se le deje partir,
“porque raya la aurora”(32:27). En algunos casos, los ángeles pueden
encontrarse con los humanos durante el día. Por ejemplo, Juec. 6:11-24 parece
tener lugar durante el día, dado que el v. 27 comienza el siguiente episodio
“por la noche”.
Para muchos estudiosos, Génesis 32 contiene una tradición
más antigua acerca de Jacob luchando con cierta clase de divinidad, fuese un
demonio de río o una malevolente divinidad por la noche, un antepasado
descontento, una personal del dios familiar, o la fase previa (alba) a la
salida del sol. Entre todas estas posibilidades, un buen candidato es el dios
personal del protagonista. Una bendición sería propia de un dios personal
incluso de noche. El conflicto representado entre Yahweh y Moisés en Éxodo 4:24
en una “acampada nocturna” (NJPS “malôn”) sugiere que el dios personal puede
tanto bendecir como enfrentar. La combinación de confrontación y bendición encaja
con la identidad del dios personal en este contexto. Cualquiera que sea la
identidad precisa del misterioso personaje, está claro que la lucha en Génesis
32 señala a un cuerpo divino físico.
El episodio parece sugerir una progresión literaria, moviéndose
desde una coexistencia natural de lo humano y lo divino (el Jardín del Edén),
hacia una visita interpersonal de lo divino con lo humano (el relato de Sodoma
y Gomorra), y hacia una interacción problemática entre lo humano y lo divino
(la lucha de Jacob). Adán y Eva vivían en el jardín de Dios; Abraham camina y
conversa con Dios, y sirve a Dios una comida; y Jacob lucha con Dios, como
señala su nombre. Estas interacciones con lo divino en forma humana devienen
menos “normal”. El hecho que después de Jacob no haya semejante interacción con
Dios sugiere que la experiencia del cuerpo humano de Dios era vista como algo
que ocurrió en el pasado lejano, y solo a los personajes de este pasado. Estas apariencias
corporales tienen lugar en la Biblia contra un amplio cuadro de apariciones
divinas no corporales marcadas por el discurso de Dios (Gén. 4:6-7, 9-12;
6:13-21; 7:1-4; 9:1-11; 12:1-3, etc.), las apariciones angélicas (Gén. 16:7,9;
21:7; 22:11, 15 etc.), y apariciones divinas en visiones en sueños (Gén.
28:10-15; cf. 31:11). Con este amplio repertorio de manifestaciones divinas, las
apariciones en forma humana sobresalen, y sorprendentemente están confinadas al
Génesis. Además, el gran personaje Moisés, que recibió la Ley de la alianza de
Dios en el Monte Sinaí, tiene interacciones con Dios que señalan hacia una
diferente clase de cuerpo divino.
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