miércoles, 23 de diciembre de 2020

ZURVAN EN EL ZOROASTRISMO



ZOROASTRISMO: ZURVAN AKARANA

El tiempo era antes y será después; se distinguen pues “el tiempo limitado y el tiempo ilimitado”. El primero se extiende desde la creación hasta la resurrección: “que puedas tú brillar, oh Atar, dice una invocación del Avesta, toda la duración del Largo Periodo de tiempo que se extiende hasta la poderosa resurrección y durante la propia resurrección misma” . Yasna 61,8. La expresión técnica para designar este largo periodo de tiempo, es Zrvânem dareghô-qadhâtem o vayâm dareghô-qadhâtim, “el tiempo o el periodo de la larga soberanía”, expresión técnica para designar el tiempo ilimitado es Zrvânem Akaranem o “Tiempo sin límites”. El Tiempo sin límites es el principio supremo de los Zurvanitas.

El Avesta conoce el Tiempo sin límites en las fórmulas: Los Sirouzeh invocan: “al cielo soberano, al Tiempo de larga duración, el Tiempo sin límites”. Estas invocaciones demuestran que la religión ortodoxa personificaba al Tiempo. En las primeras líneas del Blundehesh aparecen estas palabras: “Ormazd dura toda la duración del Tiempo sin límites. Su tiempo es y será siempre!”. El Tiempo aún no está por encima de Ormazd, coexisten ambos, pero hay ya ahí una existencia independiente que va a convertirse en las sectas en una existencia soberana.

Esta transformación se lleva a cabo mediante el intermediario de estas dos ideas: 1, el Tiempo es el Destino; 2, el Destino el trae todas las cosas.

Teodoro, obispo de Mopsueste, siglo IV de nuestra era, habla “del dogma miserable de los Persas referente a Zarouam, al que consideran como señor supremo de todas las cosas, al que también llamaban Fortuna, Tiché”. El Minokhired confirma esta identidad de funciones del Tiempo y de la Fortuna: “Todas las cosas del mundo, son debido al Destino, mediante el Tiempo, por el decreto supremo del Tiempo que subsiste por sí mismo, soberano, de larga soberanía”. La soberanía del Tiempo se reduce así a la del Destino.

Ahora bien, el destino es todopoderoso. “Con toda la fuerza de la inteligencia y de la ciencia, es imposible luchar contra él; cuando la voluntad de la suerte viene para bien o para mal, el sabio delira en la acción y el insensato deviene sabio, el hombre sin corazón deviene valiente, el valiente pierde el corazón. Según la cosa que quiere el destino, la causa necesaria actúa en él.

Pero el destino está ligado al movimiento del cielo. “Todo el bien y todo lo que alcanza al mundo llega debido a los siete planetas y a las doce constelaciones. Los siete planetas son los llamados siete jefes del lado de Ahriman, ellos atormentan al universo y a la creación y los entregan a todos los males y a la muerte, las doce constelaciones se dice son los doce jefes del lado de Ormazd, ellas regulan el destino y el movimiento del mundo.

Pero este movimiento del cielo no es otro sino el movimiento del Tiempo. Las fórmulas reúnen en una misma invocación al Cielo y al Tiempo, Thwâsha y Zurvan. Es el movimiento del cielo el que trae las noches y los días, los veranos y los inviernos y los años se suceden.

Se comprende así la identidad del Tiempo y de la Fortuna: El Tiempo y el Cielo van juntos, el Cielo y el Destino van juntos, el Destino no es sino el decreto del Tiempo y es el Tiempo el soberano supremo del mundo.

Es difícil de decir hasta qué punto es Iraní la idea que el destino nace de la lucha de los planetas y de las constelaciones. Pero si esta forma de la acción del Destino es reciente y quizá producida por influencias extranjeras, la idea misma que el destino esté ligado al movimiento del cielo es antigua y se puede remontar hasta los Vedas.

El nombre del destino en Parsi es Bakht. Es el zend bakhtem; esta palabra ya se emplea en el Avesta con sentido Parsi: Tistrya, acosado por su adversario, implora el socorro de Ahura de la Aguas y de las Plantas, del Destino (bakhtem) y de la Ley mazdea. La palabra significa literalmente “la cosa repartida, la cosa dada en parte”, es el participio pasivo de la raíz baz “repartir”. El destino es una idea del Avesta y no una creación del Parsismo. El Parsismo quizá pudo otorgarle un desarrollo que no tenía en la religión antigua, aunque no la creó.

El Avesta nos hace constatar la antigüedad de la idea, sin explicar el carácter ni el origen. Los Vedas son más explícitos. La raíz bhag, forma sánscrita del zend baz, es especialmente empleada en los Vedas para expresar la acción de las divinidades luminosas compartiendo sus brillantes tesoros con los hombres. Así, de Savitar, el dios de la luz creadora: “él siempre ha sido digno de alabanza, el dios Savitar, y aún en este día, se merece los himnos de los hombres, compartiendo sus tesoros con los hijos de Manu (ratna bhagati). “Podremos ser tus protegidos, oh Indra, recibiendo nuestra parte de la riqueza que reside en las alturas de los cielos”. La Aurora que todas las mañanas trae estas riquezas, es llamada “la buena compartida”.

De ahí, Bhaga, literalmente “el que comparte”, nombre del dios luminoso que reparte sus bienes. Más a menudo, es el nombre de un “aditya” particular, hermano de la aurora, “la buena compartidora”. Este se convierte fácilmente en el dios que otorga los bienes en general, aunque quede siempre un recuerdo del carácter luminoso de estos dones: “Invoquemos al formidable Bhaga, vencedor por la mañana, el hijo de Aditi, el Vidhartar, aquel a quien los pobres y el rey poderoso invocan en sus mentes, a quien dicen: “danos nuestra parte” (bhagam bhakshi) (RV. 7.41).

Es ahí donde hay que situarse para encontrar el origen del Bahkt Iraní. La parte que se reclama a los dioses, en Iran como en la India, ha sido más que nada la parte de luz, “el tesoro que reparte el cielo” (RV. 4.1.18), “mis estrellas brillantes, dice Ahura, reparten la luz a los hombres (Yasht, 8.1), yo invoco a la estrella Tistrya que reparte la luz”. Pero el día, al mismo tiempo que trae la luz, trae el bien o el mal: “a quién, exclama Mithra, dios de la luz, con quién he de compartir “luz y esplendor, con quién salud, con quién riqueza deslumbrante, con quién posteridad celestial, con quién soberanía formidable, con quién muerte y enfermedad, con quién oscura pobreza,” etc.? Sin embargo, esta distribución de la luz, y de los bienes o males que trae cada día, es obra del cielo moviéndose, de ahí el Destino fijado al movimiento del Cielo.

Esta idea que el Destino es el movimiento del cielo era tan popular en Persia, y tan nacional, que ha sobrevivido al cambio exterior de la religión. Reina aún en el Iran musulmán, comparte el imperio con la doctrina de predestinación por la voluntad divina, de la cual es la negación absoluta, y permite a los musulmanes de Persia conciliar esta resignación sin límites a la voluntad de Allah. Este Islam (sumisión) de la que el Corán hace la primera de las virtudes, con todos los transportes de revuelta e ira contra las fuerzas del mal que aplastan al hombre. Uno se inclina ante el decreto de Dios, ante el Teqdir, , pero se rebela contra la voluntad celestial, contra el Félek, con cuyo movimiento impasible muele a los seres que trae a la vida. De estas quejas contra la bóveda que gira con decretos invencibles, está plena toda la literature persa, desde el Libro de los Reyes hasta los misterios modernos, pasando por los admirables y sacrílegos cuartetos de Omar Khayam. Y como Tiempo y Cielo no son más que uno, Dehr, el siglo, Zemâneh, el Tiempo, “vieja y decrépita mujer, cargada de años, pero inmortal”, comparten las imprecaciones de los poetas y del pueblo con Félek, el cielo planetario, Gardûn, la bóveda celeste. Todas estas ideas están lógicamente en germen en en las fórmulas de Sirouzeh: “Yo invoco al cielo soberano, yo invoco al Tiempo sin límites”.

Las acciones de los dioses, al realizarse en el Tiempo, están naturalmente dirigidas por este y sometidas a la ley superior del Destino, y “el Destino es la cosa que reina sobre cada uno y sobre cada cosa”. Los teólogos, sintiendo el poder de sus dioses comprometido, trataron de remediarlo distinguiendo entre dos clases de destinos, otorgándole dos sentidos diferentes a las dos expresiones sinónimas mediante las cuales el Avesta marcaba la distribución divina: “El Sabio pregunta a la inteligencia celestial: los dioses modifican ellos la suerte del hombre en consideración de sus apelaciones a sus favores, de sus buenas obras, de sus méritos? La inteligencia celestial respondió: “Lo hacen. Hay que distinguir dos tipos de destinos, el Bakht y el Bagho-bakht. El primero es el que ha sido repartido desde el comienzo; el segundo es el que los dioses distribuyen además”. Pero el Minokhired aclara que el segundo es más bien inactivo, porque “El demonio Ahriman, mediante la fuerza de los siete planetas, le quita a los buenos y a aquellos que lo merecen, las riquezas y los otros bienes mundanos y los reparte principalmente entre los malos e indignos”. Dicho de otra manera, los dioses son impotentes contra el Destino.

Es por esto que los contemporáneos de T. De Mopsueste llamaban al dios supremo Zarouam o Bakht, Tiempo o Destino. Por ello, Tiempo y Destino no son sino uno. Para pasar del rango de potencia suprema al rango de principio supremo, no había más que un paso: puesto que es el Tiempo el que otorga a su vez las victorias y las derrotas de Ormazd y de Ahriman, puesto que es él quien regula la sucesión de todos sus actos, también será él quien traiga el primer acto del uno y del otro, su primera manifestación, su primera aparición, dicho de otra manera, su nacimiento. De ahí el Tiempo, padre de Ormazd y de Ahriman.

No es por lo tanto en virtud de un razonamiento metafísico que el Tiempo alcanzó la soberanía. Sin duda una vez establecida esta soberanía, la razón razonante no tuvo dificultad de justificarlo mediante argumentos lógicos: “A parte del Tiempo, dice el Ulema, todo ha sido creado y el Tiempo es su creador”; el Tiempo no deja ver en sí ni límites, ni cima, ni raíz, él siempre ha sido y siempre lo será. Por la palabra Tiempo se entendía antes que nada, no la idea abstracta que esta palabra despierta, sino la idea concreta del cielo en movimiento.

En la India igualmente hay sistemas filosóficos que otorgan al Tiempo un papel análogo. El Vishnu Purana reconoce en este una de las formas del ser supremo. Un sistema citado por el Çvetâçvatara Upanishad, pone al Tiempo como primer principio, “es el sistema de los astrólogos”. Al igual que en Persia, el Tiempo sería el principio primero porque lo gobierna todo mediante el movimiento del cielo. De hecho, hay un parentesco entre estos dos sistemas. En el Mahabarata, Mrityu, la Muerte, proclama que toda la naturaleza, todas las criaturas, el mundo, toda acción, todo descanso, todo cambio deriva del Tiempo y que por él los dioses son emitidos y destruidos. El texto más antiguo sobre el poder del Tiempo, de Kala, se encuentra en Atharva Veda 19.53; 19,54.

A pesar de todas las imágenes mitológicas, no parece que haya en el origen de esta concepción otra cosa que una especulación metafísica, la idea abstracta del Tiempo como origen de todo. Kala es el principio supremo, no como en el sistema persa, no porque fuesen el movimiento del cielo soberano, sino porque todo ocurre en él y porque en su seno todo ocurre, él mismo no envejece. La concepción Zurvanita es puramente Irania, esto es evidente desde el momento que se remonta al origen histórico del sistema; sistema nacido virtualmente el día en el que el mundo fue concebido con una existencia limitada, en la que todas las fases futuras se encontraban sometidas a una ley soberana.

“Zurvan crea primero el agua y el fuego, y de su mezcla nació Ormazd”. Encontramos aquí las antigua imágenes y fórmulas míticas conocidas: “En el principio eran las aguas y el fuego”. Se reconoce aquí el equivalente de las fórmulas védicas que sitúan en el comienzo de las cosas las aguas tenebrosas donde está contenido el “embrión de oro”, Agni, la llama. Todas las veces que el mundo renace en la tormenta, las aguas (y el fuego) están en el origen de este renacer. Ormazd nace de la mezcla del agua y del fuego porque el agua y el fuego están en el comienzo de las cosas. El agua y el fuego son creados por Zurvan, porque Zurvan es el creador universal.

EL SACRIFICIO

El instrumento de producción es el sacrificio. Es mediante el sacrificio que reciben de los humanos que los dioses obtienen la fuerza victoriosa. Es por el sacrificio que le ofrece Ahura que Tistrya triunfa sobre Apaosha.

El sacrificio no es solamente arma de lucha, sino también instrumento de producción. Es mediante el sacrificio que el Saoshyant en el fin de los siglos producirá la resurrección de los muertos. Inmolará al toro Hadhayaos, con la médula del toro y con el Soma blanco se preparará un segundo cuerpo, todos los hombres obtendrán uno y cada uno será inmortal para siempre. Este renacimiento por el sacrificio se puede obtener durante la vida misma. En los misterios de Mithra, el seguidor renace y obtiene una vida eterna mediante el sacrificio del Toro, representación anticipada del sacrificio final que despertará a los muertos. Si el sacrificio regenera el mundo también puede engendrarlo. Zurvá generó a Ormazd mediante el sacrificio.

En la India se dan paralelos. Aquí también las palabras pueden matar al demonio, la fórmula hace descender a Agni sobre la tierra, los cantos hacen salir el sol y ponen en movimiento a los astros, y el sacrificio otorga la inmoralidad. En el curso de la vida terrestre, se puede renacer mediante el sacrificio; todo sacrifico está precedido por una iniciación o dixa, durante la cual el sacrificante observa un ayuno de más en más austero, “durante tres días” dice el ritual ordinario. Dicho de otra manera, el iniciado debe morir, en los límites de lo posible, para poder obtener la “vida nueva”. Aquí encontramos el equivalente y la explicación de los sacrificios humanos ficticios celebrados en los misterios de Mithra: el iniciado muere simbólicamente, con el fin de renacer mediante el Taurobolium.

Todopoderoso en la lucha, instrumento de vida y de inmortalidad, el sacrificio ha de ser también instrumento de creación. Ya en los últimos himnos del Rig Veda, la creación es presentada como fruto de un sacrificio. Las diversas partes del mundo nacen de los miembros del Purusha, el masculino místico, ofrecido en sacrificio.

Cuando con el Purusha como ofrenda los dioses ofrecieron el sacrificio, la primavera fue la mantequilla sagrada, el verano el tronco, y en otoño la oración. De este sacrificio nacieron las bestias de los bosques y de los aires, los himnos, los cánticos, las fórmulas. De su boca nació el Brahman, de sus brazos el Kshatriya, de sus nalgas el Vaiçya, de sus pies el Sudra, de sus espíritu nació la luna y de su mirada el sol, de us boca Indra y Agni, y Vayu de su aliento, el cielo de su cabeza, la tierra de sus pies, etc. En fin, el sacrificio se encarna en Brahman y deviene bajo su nombre el dios supremo del Brahmanismo. Es por el sacrificio de mil años que Prajapati, el señor de las criaturas emitió los seres, dioses y demonios, devas y asuras.

La religión aria de la India, igual que la religión aria de Iran, al partir de los mismos principios, da lugar a las mismas consecuencias. Zurvan, creando los dos principios del mundo por el fervor del sacrificio, se sitúa directamente al lado de Pajapati creando el mundo por el fervor del sacrificio. Se debería remontar hasta la religión de la unidad indo-irania esta concepción de la creación? Esta conclusión sería temeraria, dado que dicha concepción no aparece comprendiendo dos partes sino en una época relativamente reciente. Se puede afirmar que el sacrificio existía desde la época de la unidad, una fuerza soberana y todopoderosa, dispuesta a todos los desarrollos y a la usurpación suprema.

Donde la diferencia de tendencias de las dos religiones reaparece, es en las relaciones que establecen entre el creador y sus criaturas malas. En general la India no muestra a penas al creador, digamos, asustado de sus criaturas, el problema de la existencia del mal inquieta poco al pensamiento Hindú. Devas y asuras no son los únicos seres de este mundo; hay otros muchos, los nagas, los pitris, los gandharvas, los sadhya. El sacrificio crea el mundo tal y como es. En Iran, al contrario, solo hay dos cosas, dos cosas enemigas: bien y mal. Zurvan quiso crear el bien y el mal? No, responde el sistema: Solo Ormazd debía nacer; Ahriman nació porque el sacrifico era imperfecto, había en este un vicio, la duda. La duda es uno de los primeros pecados en el Mazdeísmo. “El azote de la duda” es una de las contra-creaciones de Ahriman. En el sacrificio todo acto aporta su fruto, bueno o malo, según haya sido realizado bien o mal. El bien y el mal dentro de él proyecta el bien y el mal fuera de él. Ormazd es hijo del sacrificio, Ahriman es hijo de la duda que lo atraviesa.

Cuál es esta madre en el seno de la cual nacen a la vez Ormazd y Ahriman, se trata de una inducción? O representa a una antigua realidad mítica? No hay duda que se trata de este último sentido si uno se remite al sistema de los Zurvanitas, donde Zurvan comienza creando el agua y el fuego de cuya mezcla surge Ormazd : la luz nace de la nube; la nube es la madre de Ormazd, aunque esta contiene al demonio junto con el dios. Hay numerosos mitos en los que el dios y el demonio son hermanos, en los mismos Vedas, Danu, la nube, es la madre de Vritra, de Ahi, de la Serpiente. En este seno agitado por el deseo, germinan los dos gemelos, aunque el primero que reina es el hermano tenebroso, hasta el momento que aparece el hermano luminoso que tomará el dominio para siempre. Por esto Ahriman es el primero en nacer y toma, por lo tanto, el dominio. Ormazd nacerá después de él. El demonio es el primogénito, el dios es el hermano cadete.

Estas fórmulas dan la clave de una herejía de la Edad Media adjudicada erróneamente al Maniqueísmo, las de los Esquites (Mesalianos). “El maldito Manes había supuesto dos principios de seres, poniendo a dios contra dios, un artesano del mal contra un creador del bien, un dios del bien dueño del cielo contra un dios del mal dueño de la tierra. Los Euquitas ajustaron a esto un tercer principio; sus principios son: El Padre y los dos hijos, uno mayor, el otro cadete. El Padre reina sobre los objetos supracósmicos, el más joven sobre los objetos celestes, el mayor sobre los objetos del mundo. Los Euquitas derivan no de Manes ni del dualismo puro, sino del Zurvanismo, o más exactamente, del Mazdeaísmo unitario, donde el Padre es el principio supremo, el Tiempo, el Destino, el Espacio o como se quiera llamarlos. El hijo mayor que salió primero del seno de su madre se amparó de la tierra, es el demonio cuyo reino precede al de la luz, la cual permaneció escondida en el cielo. Los Euquitas no difieren de los Zurvanitas sino en el culto. Ellos eliminan la maldición que pesa sobre Ahriman en los sistemas dualistas y zurvanistas; unos adoran al más joven solamente, o sea a Ormazd, aunque no desdeñan al mayor, al ser capaz hacer daño. Otros adoran a ambos, como nacidos de la misma madre y del mismo padre debiendo reconciliarse al fin de los tiempos.


NOTA: Zurvan desea un hijo que cree la tierra y el cielo. De este deseo nacerá el mundo. Igualmente, en la cosmogonía Védíca, cuando el universo no era sino una onda indistinta, el Deseo (Kama), fue lo primero que se produjo en el comienzo de las cosas, fue el primer germen del Espíritu, vínculo del ser al no-ser (RV 10.129. 4. 5). El Deseo, Kama, Eros, Amor, no es otra cosa sino la forma abstracta de Agni. Esto hace singularmente sospechosa a la cosmogonía que Eudemo prestó a los Fenicios (Damascio pág. 385, ed. Kopp). El Tiempo, el Deseo, la Nube, estos son los elementos de la cosmología Hindú e Iraní.




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