CRISTOLOGÍA CRISTIANA TEMPRANA
Un aspecto esencial de esta tesis es que los Cristianos
construyeron un Jesús divino con rasgos específicos de las deidades de la
cultura Greco-Romana. Es importante dejar esto bien claro dado que en estudios
recientes se ha hecho énfasis en comprender la divinidad de Jesús desde un
único punto de vista Judío.
En su muy a menudo citado estudio, “Judaism
and Hellenism”, Martin Hengel demuestra con impresionantes detalles que
“todo el Judaísmo desde mediados del siglo tercero a.C. ha de ser llamado en
sentido estricto “Judaísmo Helenístico”(1). Como
bien expresó en un libro posterior: “Al haber estado más de trescientos años de
historia bajo la influencia de la cultura Griega el Judaísmo Palestino también
puede ser descrito como Judaísmo
Helenístico, el término Helenístico
tal y como era usado corrientemente no sirve ya más para realizar cualquier
diferenciación con sentido en términos de la historia de las religiones dentro
de la historia del Cristianismo temprano”(2).
Hengel señala naturalmente distintivos Judíos en el periodo imperial temprano
(ej., centrado en la Torah y el fervor apocalíptico). Demuestra
convincentemente, sin embargo, que Palestina había sido, desde hacía tiempo,
tocada por el “espíritu” (Geist) de la civilización Helena casi en todos los
niveles: económico, político, cultural, literario, filosófico y teológico(3).
Pero es sorprendente que después de todo esto, Hengel en su
“The Son of God” presente uno de los
intentos más cándidos de aislar la cristología temprana Cristiana de toda
influencia Greco-Romana. Niega la influencia de hombres deificados populares
(por ejemplo, Heracles que tuvo una muerte violenta), los emperadores
deificados (Octavio enviado al mundo como Mercurio[Horacio, Od. 1.2.41-52]), hombres divinos (Pitágoras
encarnado como Apolo Hiperbóreo), redentores gnósticos preexistentes, y dioses
que aparecen disfrazados de humanos- o sea, virtualmente cualquier análogo
Helenístico que encontró(4). La ironía de esta
situación es solamente apreciada cuando uno se da cuenta que para Hengel, la
cristología más temprana surge del medioambiente Judeo-Palestino –exactamente
el medioambiente que Hengel afirmó estaba radicalmente impregnado por los modos
de pensamiento Helenístico. Se nos pide que creamos que, a pesar del hecho que
Palestina (por no mencionar otros centros de la Cristiandad) fue helenizada
siglos antes que tuviese lugar el movimiento Cristiano, virtualmente ninguna
idea o historia teológica afectó el desarrollo de la cristología temprana.
Al aislar la cristología de las formas Helenísticas de
pensamiento, Hengel reinstauró una antigua apologética distinción entre verdad
Judeo-Cristiana y mito Griego. En orden a distinguir la historia de Jesús de
los “mitos” Greco-Romanos(5), Hengel reconstruyó lo que él llamaba una “conexión
de tradición interior Cristiano-Judía firmemente conjunta (einem festgefügten
innerchristlich-jüdischer Traditionszusammenhang)” centrado en los temas de un
mediador demiúrgico, mediador (notablemente, la figura de la Sabiduría) que es
enviado al mundo(6). Las fuentes directas de
esta cristología, creía Hengel, sólo podían ser Judías –un término ahora implícitamente usado para excluir lo que
es “Helenístico” o Griego(7).
En fin, aunque muchos estudiosos se han esforzado en hacer
comprensible la divinidad de Jesús en términos del Judaísmo antiguo, en el
proceso no han tenido en cuenta el más amplio medioambiente (Greco-Romano) y
así cuestiones más amplias que ayudan a comprender (por adaptar el título de
uno de los libros de L.W. Hurtado) “How on Earth did Jesus became a God”.
Hurtado está en lo correcto cuando se opone a un modelo evolutivo de la
deificación de Jesús que tuvo lugar relativamente tarde como resultado de un
incremento de las mayorías Gentiles en las tempranas comunidades Cristianas. Él
asocia esta teoría con Bousset, un representante de la “antigua” Escuela de la
Historia de las Religiones(8) Desgraciadamente,
Hurtado parece seguir implícitamente a Bousset al asociar una mayoría Gentil
con el aumento de Helenización.
(9)Es este punto de vista (una
gradual helenización del Cristianismo mediante el influjo de Gentiles) que en
los años recientes ha sido demostrado como equivocado(10).
El Cristianismo nació de una madre Judía ya helenizada(11).
El fenómeno sociocultural de helenización no fue algo que se infiltró
posteriormente como cuerpo extraño después que el Cristianismo dejó de ser un
movimiento Judío(12). En tiempos del mismo
Jesús, los Judíos Palestinos había ya adoptado y adaptado completamente las
ideas Griegas(incluyendo las teológicas) a un nivel tal que en muchos casos lo
que parece ser una noción distintamente “Judía” es de hecho un híbrido cultural
Greco-Judío(13).
Las llamadas ideas Judías acerca de la divinidad ya habían sido
helenizadas cuando surgió el Cristianismo, por lo que aislar mentalmente una
cristología temprana Judía de una helenística es equivocado. Si unimos a esto
la inconsistencia de Hengel quien usó extraordinariamente descripciones tardías
del numina Judío (ej. La figura de
Enoc-Metatrón en el Sefer Hekhalot o 3
Enoc) para aclarar la cristología temprana, mientras que excluía
rigurosamente las primeras fuentes Greco-Romanas de incluso a finales del siglo
primero por motivos cronológicos(14).
TESIS
En un esfuerzo por equilibrar la unilateralidad de los
actuales estudiosos cuando tratan con la temprana Cristología, propondremos que
el Cristianismo temprano usó y adaptó de hecho concepciones Helenísticas
ampliamente difundidas acerca de la divinidad en orden a comprender y describir
el estatus divino de Jesús. Las concepciones Greco-Romanas de la divinidad eran
percibidas por Judíos y Cristianos como apropiadas para sus propias
tradiciones.
Para ser claro, el antiguo Judaísmo fue la matriz primaria
del Cristianismo temprano, aunque no se trata aquí de jugar el juego de
suma-cero donde el triunfo de los Griegos significa que los Judíos perdieron, y
viceversa. Los estudiosos de épocas
pasadas –por sus propias razones políticas- destacaron la influencia Greco-Romana
en detrimento del pensamiento Judío(15).
Actualmente la mayoría de estudiosos apoyan la idea que el Cristianismo fue una
fe sincrética(H. Gunkel) o una especie de religión de los misterios Griega(R.
Reitzenstein)(16). La historia indica que el
Cristianismo surgió del Judaísmo y del Judaísmo recibió su sello más directo y
decisivo. Sin embargo, el antiguo Judaísmo(s) (implícita o explícitamente visto
separado del mundo Greco-Romano) no ha de ser tratado como la única matriz que informa la promoción
literaria de Jesús al estatus divino. El antiguo Judaísmo era una religión
Mediterránea que mantenía una conversación y negociación activa con corrientes
religiosas más amplias de su época. Si el Judaísmo del siglo primero era
obviamente una religión distintiva, muchos Judíos compartían puntos de vista sobre la deidad
sorprendentemente similares a otros pueblos Mediterráneos de la época(17). Fueron estas generalizadas nociones culturales
sobre la deidad de las que los Cristianos tempranos se apropiaron y adaptaron
para describir la identidad divina de su señor.
Argumentamos no que los primeros Cristianos copiaran su cristología divina de la
teología Helenística, sino que ciertas concepciones de la deidad pasaron a
formar parte de la “precomprensión” de la cultura Helenística –una cultura en
la que Judíos y Cristianos ya participaban. Los antiguos Judíos y Cristianos,
incluso cuando asumían una postura opuesta hacia la dominante cultura
Helenística, estaban inmersos en el mundo de las ideas de la οίκουμένη. Ninguna
barrera epistemológica los había aislado de las asunciones cosmológicas,
antropológicas y teológicas de su época –muchas de las cuales eran tomadas como
dadas por sentado(18). Estas asunciones no
formaban tanto el contenido del
pensamiento de los pueblos del antiguo Mediterráneo como su estructura. Eran el telar en el que la
urdimbre y la trama del pensamiento estaban entrelazados; formaban un conjunto
dado de normas que daba forma a cómo el mundo y los dioses eran percibidos. Una
de estas asunciones era la noción que un mortal, un ser humano podía en
ocasiones ser promovido a la inmortalidad de “los fuertes” llamados “dioses”. Incluso cuando los casos de
deificación eran raros, las tradiciones de deificación no lo eran. Eran el
material de la épica heroica, canciones líricas, antigua mitología, himnos
cultuales, novelas Helenísticas, y teatro popular a lo largo del siglo primero
en el mundo Mediterráneo(19). Estos discursos
formaban parte de la corriente principal, de la cultura urbana a la que la
mayoría de los primeros Cristianos pertenecían. Si los Cristianos estaban
socializados en un medioambiente predominantemente Greco-Romano, no hay que
sorprenderse que emplearan y adaptaran rasgos comunes de las deidades y hombres
deificados para exaltar a su señor al estatus divino.
Hay que reconocer, no obstante, que la singularidad de Jesús
formaba parte de la realidad del discurso y experiencia de los primeros
Cristianos(20). Singularidad, en este sentido,
es una expresión de valor. Partiendo de la devoción a Jesús, los primeros
Cristianos describieron su divinidad como única y por lo tanto superior a la de
cualquier competidor. Este deseo de “subir un nivel” sobre los rivales forma
parte de la dinámica de una religión misionera que busca expandir su influencia
en un mercado religioso variado(21). En tanto
que vigorosos competidores que veían la verdad como un juego de suma cero, los
Cristianos como Justino Mártir algunas veces construían puentes de conceptual
similitud con sus oponentes, reordenando los bloques para crear barreras de
supuesta superioridad. Por utilizar una analogía económica, los Cristianos
modificaron el diseño de muchos productos competitivos en el mercado (i.e.,
otros individuos divinos y deificados), y –después de un más riguroso y amplio
anuncio- presentaron esas ideas religiosas modificadas bajo su propia marca.
Mucho antes de los derechos de autor, esta asimilación competitiva era muy
común y efectiva en el mercado de las ideas. Nadie en el antiguo mundo
Mediterráneo podía afirmar estar en posesión del significado de deidad. Con
relativa facilidad, los Cristianos pudieron explotar acuerdos básicos sobre las
nociones de divinidad para presentar la divinidad superior y exclusiva de
Jesús(22). En suma, la observación emic(émica)
de que los Cristianos percibían la divinidad de Jesús como única no anula el
punto “etic”(ético) que deificaron a Jesús en su literatura.
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1.
”Das gesamte Judentum
ab etwa der Mitte des 3.Jh.s. v.Chr. müsste im strengen Sinne als
“hellenistisches Judentum” bezeichnet werden”(Hengel, Judentum und
Hellenismus: Studien zu ihrer Begegnung unter besonderer Berücksichtigung
Palästinas bis zur Mitte des 2.Jh. v.Chr. WUNT 10; 3d. Ed. [Tübingen: Mohr
Siebeck, 1988], P 193.
2.
Hengel, “The
Hellenization of Judaea in the First Century alter Christ” (London: SCM,
1989), p. 53.
3.
La temprana helenización del Judaísmo (y por lo
tanto del Cristianismo) ya había sido propuesta por Otto Pfleiderer (Das
Urchristenthum: Seine Schriften und Lehren, in geschichtlichem Zusammenhang
beschrieben [Berlin: G. Reimer, 1887], iv-v) y Paul Wendland (“Die
hellenistische-römische Kultur in ihren Beziehungen zum Judentum und
Christentum”, Handbuch um Neuen Testament I/2, 2ªed. [Tübingen: Mohr
Siebeck, 1912]). Wendland sugiere dos etapas de Helenización Cristiana: una
temprana (siglo primero) basada en conceptos comunes de religión popular
(demonología, milagros, y mundo espiritual), y una helenización tardía
(comienzos a mediados del siglo dos)basada en la integración consciente de la
filosofía, retórica, y cultura literaria Griega(p. 212-40).
4.
Hengel, “Der Sohn Gottes: Die Entstehung der Christologie und die
jüdisch-hellenistische”, (Tübingen: Mohr Siebeck, 1977), p. 35-67).
5.
Ibid., P. 114(tradición relacionada), p. 119
(distinción de los “mitos”).
6.
En “Judentum und Hellenismus”, Hengel argumenta
que la Sabiduría demiúrgica personificada(que aparece en Prov. 8; Sirac 24,
etc.) es un producto de la influencia Semítica temprana y “oriental”, así como
una interpretación tardía Helenística”(275-307).
7.
Hengel, “Sohn Gottes”, p. 67.
8.
Hurtado, “How on Earth did Jesus Become a God?”. Para
una descripción de la (antigua) Escuela de Historia de las Religiones, ver Gerd
Lüdemann y Martin Schröder, “Die religionsgeschichtliche Schule in Göttingen: Eine
Dokumentation” (Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht, 1987);
Lüdemann, “Die Religionsgeschichtliche Schule und die
Neutestamentliche Wissenschaft”, en “Die Religionsgeschichtliche Schule:
Facetten eines theologischen Umbruchs”, ed. Gerd Lüdemann(Frankfurt
am Main: Peter Lang, 1996), p. 9-22; Gerald Seelig, “Religionsgeschichtliche Methode in
Vergangenheit und Gegenwart: Studien zur GEschichte und Methode des religionsgeschichtlichen
Vergleichs in der neutestamentlichen Wissenschaft”(Leipzig:
Evangelische Verlagsanstalt, 2001); William Baird, “History of New Testament Research”, vol. 2,
From Jonathan Edwards to Rudolf Bultmann”(Minneapolis: Fortress
Press, 2003), p. 238-53.
9.
En “One Lord, One God”, por ejemplo, Hurtado se ve
capacitado para pasar por alto las tradiciones Greco-Romanas porque el
Cristianismo temprano estaba “dominado por Judíos y funcionaba como secta del
Judaísmo antiguo”. Asume, aparentemente, que es solamente apropiado examinar
las tradiciones Greco-Romanas cuando las iglesias tempranas devinieron
gradualmente Gentiles. Las mismas asunciones aparecen en el prefacio a la
segunda edición de “One Lord, One God”.
10.
Ademas de “Judentum und Hellenismus” de Hengel, ver su
más corto estudio “The Hellenization of Judaea”. Estudios
posteriores incluyen: David L. Balch, Everett Ferguson, y Wayne A. Meeks, eds.,
“Greeks,
Romans, and Christians: Essays in Honor of Abraham J. Malherbe”(Minneapolis:
Fortress Press, 1990); John J. Collins and Gregory Sterling, “Hellenism in the
Land of Israel”(Notre Dame, IN: University of Notre Dame Press,
2001), p. 343.
11.
Comparar Hurtado, quien rechaza un Judaísmo
“corrompido o paganizado” antes de la era Cristiana(prefacio a la segunda
edición de “One
Lord, One God”).
12.
Philip Alexander, “Hellenism
and Hellenization as Problematic Historiographical Categories”, en Paul Beyond,
p. 63-80, esp. 69; Antonio Piñero, “On the
Hellenization of Christianity” en Flores Florentino: Dead Sea Scrolls and Other Early Jewish Studies”,
ed. Anthony Hilhorst et al.(Leiden: Brill, 2007), p. 667-83, esp. 682-83; Luther
H. Martin en “The Hellenisation of Judaeo-Christian
Faith” Religion
and Theology, p. 12(2005): 1-19, esp. 13.
13.
Sobre la cultura Helena y su expansión en el
antiguo Mediterráneo, ver Momigliano, “Alien
Wisdom: The Limits of Hellenization”(Cambridge: Canbridge University
Press, 19759; Jonathan A. Goldstein, “Semites,
Iranians, Greeks, and Romans: Studies in their Interactions”(Atlanta:
Scholars Press, 1990); Yaacov Shavit, “Athens in
Jerusalem: Classical Antiquity and Hellenism in the Making of the Modern
Secular Jew”, trad. Chaya Naor and Niki Werner (London: Littman Library
of Jewish Civilization, 1997);
14.
Hengel, Sohn Gottes,
p. 73-76(Metratron), 45, 50, 53-4(exclusión cronológica de las fuentes
Greco-Romanas). Posteriores ejemplos y justificaciones en Smith, “Drudgery”, p. 43-6.
15.
Gerdmar, “Judaism-Hellenism
Dichotomy”, p. 16-17. Ver también Susannah Hescherl, “Jewish Studies as Counterhistory”, en
Insider/Outsider: American Jewish & Multiculturalism, ed. D. Biale et al.
(Berkeley: University of California Press, 1998), p. 101-15. Señala que en la
Academia Americana del siglo veinte, “el Judaísmo fue presentado como un
esfuerzo para no socavar el Cristianismo y contribuir a su comprensión y
reforzar su hegemonía”, p. 103.
16.
H. Gunkel, “Zum
religionsgeschichtlichen Verständnis des Neuen Testaments” (Göttingen:
Vandenhoeck and Ruprecht 1903). Para Gunkel “la influencia de las religiones extranjeras”
llegó a través del Judaísmo(durch das Judentum), y el Judaísmo mismo estaba
“determinado fuertemente sincréticamente” (seht stark synkretistisch gestimmt
gewesen). La definición y correctivos para la categoría del “sincretismo” la
ofrece Henning Paulsen, “Synkretismus im
Urchristentum und im Neuen Testament”, en “Zur Literatur und Geschichte des frühem
Christentums: Gesammelte Aufsätze”, ed. Ute E. Eisen, WUNT
99(Tübingen: Mohr Siebeck, 1997), p. 301-9.
17.
Litwa, “We Are Being Transformed”, p. 50-56.
18.
George H. van Kooten, “Christianity
in the Graeco-Roman World: Socio-Political, Philosophical, and Religious
Interactions Up to the Edict of Milan(CE 313)”, en The Routledge
Companion to Early Christian
Thought(ed. D. Jaffrey Bingham; London: Routledge, 2010), p. 3-37.
19.
Para un estudio de la deificación en el mundo
Greco-Romano, ver Litwa, “We Are Being Transformed”,
58-85.
20.
Para la importancia de la experiencia en el
Cristianismo temprano, ver Luke Timothy Johnson, “Religious Experience in Early Christianity:
A Missing Dimension in New Testament Studies” (Minneapolis: Fortress
Press, 1998).
21.
Para la naturaleza competitiva del Cristianismo,
ver Leif E. Vaage, ed., “Religious Rivalries in the Early Roman Empire and the
Rise of Christianity” (Waterloo, Ont.: Wilfrid Laurier University Press, 2006);
van Kooten, “Christianity in the Graeco-Roman World”, 21-24.
22.
Para el modelo económico de religión, ver Rodney
Stark, “Economics of Religion”, en “The Blackwell Companinon to the Study of Religion”,
ed. Robert A. Segal (Malden, MA: Blackwell, 2006), 47-67.
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