martes, 8 de octubre de 2013

DUALISMO


DUALISMO
El centro del dualismo religioso está en la batalla cósmica entre las fuerzas del bien y del mal y cuando se expone el curso que sigue esta colisión que todo lo abarca entre los dos principios, las diferentes versiones del dualismo religioso ofrecen soluciones contrarias a las principales cuestiones teológicas de la realidad divina, la creación y los orígenes del mal. La tipología de Ugo Bianchi sobre el dualismo ofrece el tratamiento más sistemático del tema, definiendo tres líneas de distinción importantes. La primera distingue el dualismo radical o absoluto del moderado o atenuado. Según el dualismo absoluto, como el, por ejemplo, desarrollado por el Zoroastrismo medieval y el Maniqueísmo, el bien y el mal, la luz y las tinieblas derivan de dos principios independientes co-eternos, irreductiblemente enfrentados mutuamente eternamente. En el dualismo moderado o “monárquico”, representado, por ejemplo, por algunos de los sistemas Gnósticos clásicos como el Valentinismo, uno de los dos principios es visto como agente secundario que surge del otro principio que es considerado así como la primera causa sublime.

La segunda línea de distinción concierne al marco temporal dentro del cual los dos principios funcionan en oposición mutua. En el dualismo dialéctico son vistos actuando eternamente en lo que es a menudo percibido como un proceso cíclico y repetitivo del tiempo. En el dualismo escatológico, con su enfoque en los eventos escatológicos y purificación final del mundo al fin del tiempo histórico, el principio del mal está destinado a desaparecer en esos últimos tiempos y no es reconocido como agente eterno.

La tercera línea de distinción está relacionada con la actitud respecto al mundo físico y la materia. En el dualismo cósmico, tal y como está ejemplificado por el Zoroastrismo, el mundo físico es tratado esencialmente como creación buena del principio del bien, o sea como una “Creación Buena”; aunque atacada por el mal, el pecado, y la muerte, está destinada a resultar en la destrucción del agente malo. Así, el dualismo anti-cósmico iguala al mundo físico y la materia con el principio del mal y las tinieblas que son vistas como totalmente opuestas al mundo espiritual y la luz. El dualismo anti-cósmico es normalmente anti-somático, relegando el cuerpo al mundo del mal de la materia y oponiéndolo al alma, esta última teniendo su origen en el ámbito de la luz y el bien espiritual. El dualismo anti-cósmico alcanzó su encarnación más dramática y evocativa en los sistemas mitológicos de algunas escuelas Gnósticas donde el rechazo de un Dios-Creador (el Demiurgo) y su universo asumen formas extremas y a veces drásticas.        

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