domingo, 13 de octubre de 2013

FRACASÓ JESÚS?


FRACASÓ JESÚS?
Jesús murió la muerte de un criminal, la misma de muchos rebeldes Judíos sin éxito en su lucha contra Roma(1). Según el relato más temprano sus palabras antes de morir fueron, “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?”(Marc. 15:34). Los observadores paganos y Judíos acusaron a los Cristianos durante los dos siglos siguientes de venerar a un criminal, obviamente un hombre cuya carrera terminó en tragedia(2). Muchos escritores hasta nuestros días concluyen que Jesús de Nazaret fracasó(3).

Fracasó Jesús? Flavio Josefo parece tomar una posición relativamente ambivalente, posiblemente típica de la actitud con la que muchos Judíos del siglo primero habrían visto a Jesús. Jesús para éstos era probablemente un hombre bueno, que parecía tenía mucho que ofrecer. Pero al final, como tantos otros, fue víctima de sus propias ilusiones, que dejaron tras de sí una multitud de leales seguidores igual que otros antes de él –Juan el Bautista, el Maestro de Justicia de Qumran, el falso profeta de Egipto, etc. (a este respecto la perspectiva de un moderado como era el maestro de San Pablo, Gamaliel el Viejo también parece bastante creíble tal como informa Hechos 5:34-39: “El tiempo dirá si el movimiento de Jesús es otro pasajero y extravagante religioso”.

Por otro lado, para las Cristianos tempranos Jesús era claramente el Mesías prometido. El testimonio Cristiano más temprano acerca de Jesús sobrevive en los escritos de la primera carta de Pablo a los Tesalonicenses, probablemente escrita en el 50 d.C., donde afirma, “creemos que Jesús murió y resucitó”(4:14; también 2:15). Otras cartas de Pablo contienen información adicional acerca de Jesús (ej. 1 Cor. 11:23-26; 15:3-5, fechadas ca. 55 d.C.); y por supuesto los Cuatro Evangelios, aunque probablemente editados posteriormente, contienen gran cantidad de tradiciones Palestinas más tempranas. La narrativa histórica Cristiana más temprana acerca de Jesús probablemente era similar al discurso de Pedro en la casa de Cornelio:

Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo cuanto hizo en la región de los judíos y en Jerusalem, do cómo le dieron muerte colgándolo de un madero; de cómo Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano: a nosotros, que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos. Él nos mandó que predicásemos al Pueblo y que diésemos testimonio de que él está constituido por Dios juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio de que quien crea en él alcanzará, por su nombre, el perdón de los pecados”(Hechos 10:38-43).

Aproximadamente hablando, este es el más temprano resumen de la predicación del “Evangelio”, el mensaje Cristiano debe haber sido parecido a esto. El énfasis de la historia está en la muerte de Jesús y en lo que ocurrió después. La perspectiva da por hecho que Jesús era el Mesías, aunque no acentúa lo que él mismo pensaba de lo que estaba haciendo, antes de su muerte. Todo lo que se nos dice es que “pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo”.

LOS PROPÓSITOS DE JESÚS: EL MINISTERIO GALILEO
Jesús aparece en la escena del siglo primero en Palestina dentro del contexto del ministerio de Juan el Bautista, descrito en el Nuevo Testamento y en Josefo. Juan era un predicador carismático en el desierto que exhortaba al pueblo a prepararse para la venida del Reino de Dios bautizándose como señal de arrepentimiento y el perdón de sus pecados por Dios. Jesús se unió al movimiento de renovación popular por Juan iniciado, y su bautismo a manos de Juan en el Río Jordán parece haber sido una profunda experiencia espiritual que cambió su vida. En conexión con todo esto oímos acerca de su visión como poderosa llamada, en la cual vio al Espíritu Santo descender sobre él en forma de paloma aleteando(4). Al mismo tiempo oyó una voz que en términos del Salmo 2 e Isaías 42 que le llamaba “Mi Hijo, Amado; en quien me complazco”(Marcos 1:11).

Dentro del contexto Galileo en el siglo primero, este tipo de lenguaje tenía considerable significado. “Hijo de Dios” y “Amado” eran maneras de referirse al Mesías, y en el Antiguo Testamento, hablar del Espíritu Santo “descendiendo sobre” alguien normalmente significaba que éste era divinamente designado (ungido) para una tarea particular. De esta manera fueron designados los 70 ancianos para ayudar a Moisés (Núm. 11:16-25), Balaam profetiza (Núm. 24:2), varios Jueces han de gobernar, y Saúl es rey (siendo cambiado “en una persona diferente”, 1 Sam. 10:6). De particular significado habrían sido las profecías de Isaías acerca del Príncipe de la Paz Davídico en quien reposaría el Espíritu de Dios (Isa. 11:2), y acerca del Siervo por Dios Elegido en quien él se complace (42:1-4); cf. La voz desde el cielo, Marcos 1:11) y en quién había puesto su Espíritu.

TENTACIÓN EN EL DESIERTO
Inmediatamente después de esto, los Evangelios describen a Jesús sufriendo una profunda crisis personal en el desierto. Otros antes que él, como Juan el Bautista (Marcos 1:4) y Banno (Josefo, Vida 11), se retiraron al desierto para meditar y reflexionar. En el caso de Jesús, esta reflexión aparentemente centrada en el significado de su visión bautismal, especialmente en ser llamado “Hijo” de Dios. Mateo y Lucas presentan al Tentador desafiándole en el tema de su designación divina: “si eres el Hijo de Dios….” (Mat. 4:3,6; Lucas 4:3,9).

Esta crisis al haber sido superada, la identidad específica de Jesús parece menos explícita en el primer plano de los capítulos siguientes. Comienza a reunir un grupo de seguidores masculinos y femeninos de una variedad de estratos culturales y sociales, el núcleo del grupo tenía eventualmente doce miembros –un significativo símbolo de los doce patriarcas del Antiguo Testamento (hijos de Jacob) y de una reconstrucción de las doce tribus de Israel(5).

EL MINISTERIO Y MENSAJE TEMPRANO DEL REINO DE DIOS
A diferencia de Juan el Bautista, Jesús sana y enseña mayormente en público, en los pueblos y ciudades de Galilea(6). Como Juan, no obstante, llama a la gente al arrepentimiento en vista del inminente Reino de Dios(Mat. 3:2; 4:17), aunque aparentemente con énfasis reducido en el bautismo (contrastar los Sinópticos con Juan 4:1) y una vida ascética bastante más reducida (Mat. 11:18). E igual que su predecesor llama a sus discípulos, los entrena y comisiona, inicialmente sólo para replicar su ministerio y mensaje. En la primera comisión Jesús envía a los discípulos principalmente para expulsar los demonios, sanar, y anunciar el Reino; no predican a Jesús (Marc. 6:7-13).

El tema más importante y favorito en la enseñanza de Jesús es sin duda el Reino de Dios. Como muchos Judíos en su día, vio esto como la era prometida del gobierno universal de Dios y la restauración del pueblo elegido a la plenitud y relación con Dios, una era donde su voluntad sería hecha tanto en la tierra como en el cielo. La enseñanza de Jesús acerca de su Reino es simple y memorable, y como los rabinos relata frecuentemente parábolas, historias populares que usa para ilustrar y enfatizar la naturaleza de los propósitos de Dios. Aunque también hace uso de poderosas instrucciones morales directas cuya contundencia asombra a la audiencia, pues no es “como la de los escribas” con su estilo deliberadamente más académico(Mat. 7:29).

LA PRAXIS DEL REINO Y CONTROVERSIA INICIAL
Esta primera parte de la narrativa del evangelio describe el tiempo en el cual Jesús “pasó haciendo el bien”, como dice Pedro en Hechos 10. En cierto sentido Jesús se habría parecido mucho a cualquiera de las muchas carismáticas figuras Galileas del siglo primero que sanaban y enseñaban y eran conocidas por su cercana relación personal con Dios(7). No obstante, incluso hoy día hay una peculiar urgencia e inquietud acerca de Jesús: su convicción de que el Reino “está cerca”(Marc. 1:15), parece entender su ministerio como instrumental para con este Reino, simbolizándolo e incluso inaugurándolo. Comienza contrastando lo nuevo de su mensaje con lo “antiguo” de la teología de los escribas, por ejemplo en parábolas como la del vino nuevo en odres nuevos (Marc. 2:22). Al aplicar de manera práctica esta convicción, su ministerio comienza a rebasar los límites de la religión convencional, de manera más controversial y flagrante.

No sólo veía Jesús su mensaje y ministerio como instrumentales para la venida del Reino, sino que comenzó a actuar en consecuencia, viendo las necesidades y exigencias del Reino como de mayor importancia respecto a otras preocupaciones en el aquí y ahora. Reclamaba autoridad como ser humano para perdonar los pecados de un paralítico (Marc. 2:1-12; Mat. 9:8). Al demostrar el poder del Reino de Dios para expulsar los espíritus malos, parecía estar empleando prácticas mágicas de exorcismo que los teólogos veían como sospechosas(Marc. 3:22). Curaba en público y en las sinagogas incluso durante el Sabbath, declaraba que el ser humano era “señor del Sabbath”(Marc. 2:27). Desobedecía la tradición oral establecida de la religión Farisea convencional donde parecía restringir los requerimientos de su ministerio del Reino, rompiendo los límites de lo correctamente religioso permitiendo a sus discípulos arrancar espigas(Marc. 2:23), tomando un punto de vista liberal sobre las tradiciones alimenticias Fariseas(Marc. 7:1-23)(8) o diciéndole a un discípulo potencial que dejase el entierro de su padre y diera prioridad a seguirle a él(Mat. 8:22). De manera similar, le dio prioridad a la lealtad a sus discípulos que a la de su propia familia(Marc. 3:31-35). Un rasgo inusual en el Judaísmo del siglo primero era la relativa prominencia de mujeres entre sus seguidores(9), y parece incluso haber desconcertado a sus discípulos por su alta estima hacia los niños(Marc. 10:13-16)(10).

Quizá lo más controversial de todo era que Jesús daba la impresión de estar traspasando la línea entre piedad e inmoralidad en lo que se asociaba con recolectores de impuestos, prostitutas, y otros con dudosa reputación, compartiendo incluso mesa con ellos sin exigirles siquiera se arrepintieran de su manera de vivir. Muchos Fariseos solamente habría tratado así a aquellos que se hubiesen arrepentido de sus caminos, pero Jesús se hacía odioso extendiendo su compañía y la gracia incondicional de Dios a la gente tal como era(11). El arrepentimiento, del que otros habrían hecho una precondición, era dejado a que se produjera debidamente en el curso de los acontecimientos como señal que la salvación había llegado.

Al mismo tiempo, uno no debe creer que Jesús sólo se juntaba con los pobres y marginados. Sus contactos incluían gente como el presidente de la Sinagoga, gente de negocios bien situada y señoras ricas, aristócratas de Jerusalem, e incluso un centurión Romano. Él quería contactar con los “pecadores”, “los perdidos”, y los “enfermos” –aunque igualmente (con los justos y saludables) que uno encuentra siempre en el camino de la vida.

LAS DISPUTAS TEOLÓGICAS Y OPOSICIÓN
Al mismo tiempo a medida que crecían sus seguidores, Jesús comenzó a atraer la ira de la clase dirigente religiosa. No hay por qué exagerar esto dado que en Galilea, las autoridades de la sinagoga y los aristócratas sacerdotales no eran tan poderosos como en Judea o Jerusalem. Pero la noción de los investigadores que venían hasta Galilea desde Jerusalem (Marc. 3:22), o de los poderosos intereses que identificaban a Jesús como un riesgo político con el que había que tratar(Fariseos y Herodianos, Marcos 3:6; Lucas 13:31), no son tan improbables como algunas veces se ha asumido(12).

En las disputas y discusiones con los teólogos y líderes religiosos, Jesús chocó repetidas veces en puntos de interpretación de las Escrituras y práctica religiosa. Esto no era un problema mayor. De hecho, varios de los temas estaban aún por resolver en esa época, por lo que la opinión de Jesús habría tenido el apoyo de otras facciones dentro del Judaísmo(13). En más de una ocasión la opinión de los rabinos terminaba tomando el punto de vista de Jesús: un ejemplo es el caso de realizar milagros durante el Sabbath(14) o romper los votos en orden a ayudar a los padres de uno(15). Sin embargo, los constantes choques de Jesús con los líderes religiosos sobre estos temas no ayudaron a dar buena impresión de él.

En cualquier caso, junto con su ministerio público del Reino hay signos crecientes de lo consciente que era Jesús de esta oposición: disputas en las sinagogas; su evasión de las ciudades; enseñanzas en privado a sus discípulos que reconocían que, igual que con los profetas, la mayoría de Israel se oponía a su mensaje(Marc. 4:10-12); y la desconfianza de su familia y pueblo natal (3:21, 31-35; 6:1-3).

Al mismo tiempo, el tema de la oposición creciente va de la mano con la apremiante cuestión del papel e identidad de Jesús. El asunto lo saca a relucir el lunático en la sinagoga de Cafarnaún, ante una muchedumbre sorprendida por sus curaciones y enseñanzas, y por las diversas alusiones de Jesús a un estatus y autoridad en un Reino especial (perdón de los pecados, señor del Sabbath, el novio en la fiesta). Más exactamente, la cuestión surge debido a un número de inusuales experiencias de las cuales aparentemente sólo los discípulos eran conscientes, como la calma de la tormenta (Marc. 4:35-41), la alimentación de los cinco mil(Marc. 6:34-44; cf. 8:1-9), y Jesús caminando sobre las aguas(Marc. 6:47-51)(16). Cualesquiera fuesen los incidentes originales subyacentes a estas historias, servían sin duda para ilustrar la necesidad apremiante de una respuesta a la pregunta de los discípulos, “Quién es éste, que hasta el vientos y el mar le obedecen?”(Marc. 4:41).

De ninguna manera está claro que el mensaje y ministerio de Jesús en esta etapa ofreciera una respuesta o dirección a este respecto. Había gran desconcierto por parte de los discípulos y gente en general, y sus propios intentos para restringir la publicidad, al menos en Galilea, sugieren que quizá él mismo no quería tratar el tema(Marc. 1:44, 3:12, 5:43; contrastar con 5:19 en territorio Gentil de la Decápolis).

LA EJECUCIÓN DE JUAN EL BAUTISTA
En esta etapa de su ministerio en Galilea, hubo sobretodo un evento que forzó a Jesús a tratar con las consecuencias de su carrera y por lo tanto con la verdadera naturaleza de su llamada. Hasta aquí, el ministerio de Jesús parece haber operado hasta cierto punto bajo la sombra de Juan el Bautista, de cuya obra y enseñanza obtuvo mucho beneficio (ver Mat. 3:2 comparar con 4:17). Herodes Antipas era el gobernante(tetrarca) títere nombrado por Roma en Galilea y Perea más allá del Jordán durante los años 4 a.C. hasta el 39 d.C. Debido a su mórbido miedo a una sublevación popular, y al rechazo público de Juan el Bautista de su cuestionable casamiento con Herodias la esposa de su medio-hermano, Antipas arrestó a Juan como seguro político y lo encarceló en su fortaleza de Macareo en el desierto, al este del Mar Muerto. Ahí fue eventualmente ejecutado, aparentemente instigado por Herodias (Marc. 6:17-29; Josefo, Ant. 18-116-119).

Aunque había sido arrestado con anterioridad al comienzo del ministerio público de Jesús en Galilea (Marc. 1:14), Juan era aparentemente mucho más conocido que Jesús (ver Marc. 6:14-16). Sin embargo, cuando Jesús oyó acerca de la ejecución de Juan, se retiró con sus discípulos a un lugar solitario(Marc. 6:32), probablemente realizando que estas noticias creaban problemas para su propio ministerio. Además, Lucas informa de algunos Fariseos que advirtieron a Jesús que huyera inmediatamente puesto que Herodes también quería matarle a él(Luc. 13:31). También parece que, ante el crecimiento de la controversia, un significativo número de seguidores puede haber abandonado a Jesús(Juan 6:60-66).

LA SEGUNDA MITAD DEL MINISTERIO DE JESÚS
Poco después, Jesús parece haber realizado, junto a sus discípulos, un viaje a lo que hoy son los Altos del Golán, fuera de la jurisdicción de Herodes Antipas en la Tetrarquía de Filipo hermanastro de Herodes. Se instalaron en un lugar llamado Cesarea de Filipo (Paneas, moderna Banyas en el Golán), al extremo Norte del territorio de Filipo. Este era un lugar seguro, un lugar ideal para esconderse en la seguridad de Siria, si Jesús así lo hubiese querido. Otros relatos dicen que Jesús pasó algún tiempo en “la región de Tiro y Sidón” igualmente(Mat. 15:21; Marc. 7:24,31).

En esta situación de relativa paz y seguridad, Jesús parece haber pasado por un periodo de búsqueda, quizá una segunda crisis de identidad después de su anterior en las tentaciones en el desierto. Es cuando consulta a sus discípulos: “Quién dice la gente que soy?” La información que recibe le identifica con una variedad de figuras proféticas y mesiánicas: Juan el Bautista, Elías, o uno de los profetas. Cuando son presionados para que den su propia opinión, Pedro realiza su famosa declaración, “Tú eres el Mesías” (Marc. 8:29); los cuatro Evangelios están de acuerdo a este respecto en sustancia. Como en otras ocasiones cuando surge el tema de su estatus Mesiánico, Jesús insta a un estricto silencio acerca de este tema. Aunque hay clara evidencia que se ha alcanzado un punto de inflexión en la propia auto-comprensión de Jesús. Parece aceptar, al menos tácitamente, la confesión de Pedro.

Este evento ampliamente atestiguado refleja quizá la comprensión que incluso aunque no estuviese dispuesto a identificarse a sí mismo como el Mesías, alguna gente sacaría inevitablemente esta conclusión debido a su enseñanza y milagros (Mat. 11:2-6 sugiere que él mismo animó al encarcelado Juan el Bautista a hacerlo). Sin embargo, esta conclusión a su vez significaba que su vida estaba en peligro. Y si había de continuar su ministerio otorgado por Dios, la tarea involucraría inevitablemente sufrimiento y posiblemente la ejecución.

Aquí hay un punto decisivo. Al aceptar la confesión de Pedro, Jesús no sólo reconoce la posibilidad de un final violento si continua con su ministerio en Palestina. Para llevarlo a cabo requerirá una “incorporación positiva” de su martirio en la comprensión de sí mismo. Es significativo que los tres Evangelios Sinópticos inserten la primera de una serie de reflexiones sobre el inminente sufrimiento y muerte de Jesús:

Jesús comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que le matarían y que resucitaría a los tres días”(Marc. 8:31).

Dado el contexto político e histórico de Jesús, algunas de estas reflexiones sobre el significado y resultado de su ministerio contienen un alto grado de probabilidad histórica. El propósito de este sufrimiento no es explicado aquí, aunque se ha alcanzado un punto crítico cuando Jesús afirma que un fin violento puede muy bien ser una parte de lo que ha sido llamado a realizar. Es interesante que formule esta decisión en el contexto de estar experimentando una segunda crisis siendo tentado por “Satán” (Marc. 8:33).

Es difícil decir con certeza si Jesús en realidad habló acerca de su resurrección en este punto; o si lo hizo, qué quería decir con esto. Pero la posible alusión a “después de tres días” en Oseas 6:2 y su misteriosa frase acerca de la “señal de Jonás” (Jonás 1:17 con Mat. 12:39) significaba que la comprensión de sí mismo en la tradición bíblica del justo sufriente puede haber incluido la igualmente esperanza bíblica de algún tipo de subsecuente vindicación –la cual, dado que sigue a la muerte, pueda ser expresada en términos de resurrección(17).

TRANSFIGURACIÓN: CONFIRMACIÓN DIVINA DE LA LLAMADA DE JESÚS
En los tres Evangelios Sinópticos aparece la narrativa de la transfiguración. Cómo, dónde y por qué tuvo esto lugar es probablemente algo imposible de reconstruir. La historia describe un tipo de experiencia visionaria involucrando a sus tres más cercanos discípulos. En esta visión en la cima de una montaña(18), Jesús se transforma con una apariencia brillante y es visto conversando con Moisés y Elías, los dos profetas más grandes en el Antiguo Testamento, ambos tenían significativas connotaciones Mesiánicas en el pensamiento Judío.

Que Jesús era un hombre de visiones y experiencias místicas no ha de causar sorpresa alguna. La literatura Apocalíptica y otros escritos Judíos de siglos antes de su nacimiento comparten perspectivas muy similares acerca del misticismo como manera de experimentar más profundamente e inmediatamente las realidades espirituales de la fe, incluyendo el Reino de Dios por llegar. Ya hemos visto a Jesús en los relatos evangélicos experimentando una poderosa visión de designación divina en su bautismo, seguida de su enfrentamiento con Satán en el desierto. Lucas 10:18 dice que Jesús se alegra ante la información de la misión de sus seguidores sobre sus curaciones y exorcismos interpretándola a la luz de otra visión apocalíptica: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”(cf. Apoc. 12:9; 2 Enoch 29:3, etc.). Su anuncio del Reino y derrota de los poderes opuestos a este eran sujeto de ardiente reflexión espiritual y mística para él.

Como quiera que estas experiencias hubiesen tenido lugar (apariciones de Moisés y Elías también tienen lugar en algunas historias rabínicas), los relatos de los evangelios indican que los discípulos quedaron con una impresión exaltada del significado de su Maestro en relación a los grandes profetas de Israel. En Lucas, además, el centro del encuentro de Moisés y Elías con Jesús es precisamente el punto culminante de su ministerio sobre el reino en Jerusalem(9:31). Lo que pueda significar esta historia para la comprensión de sí mismo de Jesús es difícil de saber sin la debida especulación. Pero si esta visión formaba parte de su ministerio pre-Pascual, vendría a ser naturalmente una re-confirmación de su llamada divina durante su bautismo: hay que señalar particularmente la repetición de la voz desde el cielo que declara, “Este es mi hijo, Amado”(Marc. 9:7).

CAMINO DE JERUSALEM
Parece ser que poco después de todo esto Jesús decidió realizar su habitual peregrinaje a Jerusalem para la Pascua, consciente que éste podría ser el último. (Es interesante señalar Juan 11:54-57: Jesús se escondió con sus discípulos en las montañas de Efraín antes de esta Pascua).

En Mateo y Marcos esta decisión tiene lugar en la fase final de su ministerio, aunque Lucas en este punto inserta nueve capítulos de material que Mateo y Marcos sitúan en el escenario Galileo (Luc. 9:51-18:30). Incluso Lucas, sin embargo, sugiere que Jesús deliberadamente fue a la capital a pesar del peligro que corría “porque no conviene que un profeta perezca fuera de Jerusalem”(Luc. 13:33) –reconociendo que de una manera u otra su destino llegaría a su final en esta ciudad.

Los relatos sinópticos ofrecen consistentemente la impresión que a partir de entonces “Jesús comenzó a actuar mucho más deliberadamente con la convicción que su muerte estaba cerca”. Incorporó esto implícita y explícitamente en su enseñanza, situando su mensaje del Reino mucho más claramente en un contexto de juicio y restauración Mesiánica de Israel, la venida del día glorioso del Hijo del Hombre, en el cual de alguna manera su propio sufrimiento y rechazo serían instrumentales.

Llegará tiempo en que desearéis ver un solo día del Hijo del hombre, y no lo veréis. Os dirán: Helo allí o helo aquí. No vayáis ni le sigáis, porque así como el rayo relampaguea y fulgura desde un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del Hombre en su día. Pero antes ha de padecer mucho y ser reprobado por esta generación”.(Luc. 17:22-25)

Esta conciencia y afirmación del sufrimiento futuro es evidente también en su bien atestiguada réplica a la petición de Santiago y Juan para sentarse a su diestra y siniestra de su Trono: “No sabéis lo que pedís! Podéis beber el cáliz que yo he de beber o ser bautizados con el bautismo con que yo he de ser bautizado?”(Marc. 10:38, cf. 10:45)(19).

Jesús también afirma que su sufrimiento sería redentor, y contribuiría a la salvación de Israel. Esta idea tiene raíces en la tradición Judía. No sólo es una evaluación positiva del sufrimiento del justo tan extendida en el Antiguo Testamento, en Salmos, Lamentaciones, y Libro de Job (también el perseguido hijo de Dios en Sabiduría 2), sino que una variedad de textos interpretan positivamente estas experiencias de significado salvífico. De influencia particular en la interpretación Judía era la historia de la disposición de Abraham para sacrificar a su hijo Isaac, que según Gén. 22:16-18 aporta una bendición especial a sus descendientes y a todas las naciones de la tierra. De manera similar, la muerte de los mártires Macabeos en el siglo II inspiró aparentemente al autor de Hebreos como uno de los grandes ejemplos de fe(20), fue interpretada en algunos círculos como un sacrificio expiatorio por los pecados de la nación (4 Mac. 6:29; 17:21.; cf  Mac. 6-7”). A parte de sus potenciales raíces en la historia del Génesis 22, esta interpretación del martirio se remonta en cualquier caso a Isaías 53, donde la vida del siervo inocente de Dios es vista como sacrificio por los pecados del pueblo (vv. 4-6, 8, 10) –una idea que vino a ser sujeto de continua reflexión en los posteriores textos Judíos(21). Jesús mismo le da expresión a esta tradición en pasajes como Marcos 10:45 y paralelos, ya mencionados: “El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”. Esta noción de sufrimiento redentor es quizá aún más claramente afirmada en los relatos acerca de la Última Cena. Dada la base Judía y del Antiguo Testamento de las afirmaciones de Jesús, es legítimo sugerir que Jesús llegó a afirmar su muerte inminente no meramente como resultado trágico inevitable de su carrera en tanto que profeta, sino como parte integral de la voluntad de Dios para con él(22).

En este punto también se hace significativo que los relatos tempranos de las apariciones después de la resurrección enfatizan que el sufrimiento del Mesías y su resurrección eran el cumplimiento no sólo de sus propias predicciones, sino de las profecías de las Escrituras (Juan 20:9; Lucas 24:27; 1 Cor. 15:3; los discursos de Pedro en Hechos 2). Este énfasis en la profecía y confirmación de su curso es en parte apologético, y pretende respaldar la fe en la Cruz y resurrección contra el cargo de innovación no fundada en las Escrituras y falsa profecía (cf. Deut. 13:1-4). Pero aún si las particulares constelaciones de las profecías bíblicas en este contexto tienen una aplicación únicamente Cristiana, la misma existencia de motivos como el vicario sufrimiento del justo indican que Jesús ciertamente no carecía de guía bíblica cuando reflexiona sobre la inminencia de su inmerecida muerte.

LA ENTRADA TRIUNFAL
A pesar de la creciente reflexión en su probable sufrimiento, parece que Jesús también continuó mostrando su autoconciencia Mesiánica. La demostración más dramática de todo esto es su entrada triunfal en Jerusalem(Marc. 11:1-10), cuando deliberadamente entra subido en un asno y es aclamado por sus seguidores, cumpliendo la profecía Mesiánica en Zacarías 9:9. Esto simultáneamente resalta la idea del triunfo de un reino Mesiánico, aunque el estatus del Mesías es aquí de humildad, paz, y no-violencia(Zac. 9:10). (Esto también está reflejado en su respuesta a la cuestión acerca de pagar tributo al César, Marc. 12:13-17)(23). Jesús claramente parece aceptar las aclamaciones Mesiánicas de sus seguidores, para consternación de los líderes religiosos.

Una vez en Jerusalme, Jesús se refiere a sí mismo de manera oblicua como “Hijo de Dios” y último de los profetas en la Parábola de los Viñadores Homicidas(Marc. 12:1-12), una provocación dirigida temerariamente contra la clase sacerdotal(24). Estaba sin duda actuando de manera peligrosa hacia un enfrentamiento con la aristocracia de Jerusalem.

JESÚS EN EL TEMPLO
En Marcos y Lucas, el ímpetu final para el arresto de Jesús parte de su manifestación en el Templo (Marc. 11:15-17; Juan 2 y otras consideraciones dan a entender que al menos pronunció una amenaza contra el Templo en una ocasión anterior). Esta acción ha sido tradicionalmente entendida como una “limpieza” del Templo respecto a la práctica de vender animales para el sacrificio y el cambio de dinero (requerido para pagar el impuesto del Templo). Pero Jesús parece estar señalando hacia algo más que esto: implícitamente en los relatos sinópticos (y explícitamente en Juan 2:19) la intención de Jesús es una demostración provocativa que simboliza la futura destrucción del Templo, como parte de la inminente aparición del juicio y la nueva era. Esto puede muy bien estar basado en su ultraje ante la corrupción practicada por las ilegítimas familias aristocráticas que controlaban no sólo el Sumo Sacerdocio sino que tenían el monopolio virtual sobre las prácticas comerciales relacionadas con los sacrificios. La actuación de Jesús en el Templo expresa simbólicamente el juicio de Dios sobre la actual corrupción, y afirmaba la inminente destrucción del Templo como parte de la era de la restauración. Esta actuación hizo a Jesús odioso y amenazante a los ojos de la aristocracia gobernante. También dio lugar al miedo de una intervención violenta de los Romanos, y así aceleró la decisión formal de acabar con él (Juan 11:47-53). Claramente, las convicciones controversiales de Jesús acerca del Templo eran integrales a sus miras y propósitos, y la demostración en el Templo meramente sirvió para sellar su destino.

LA ÚLTIMA CENA
La última noche de Jesús en libertad la pasó aparentemente en una celebración privada con el círculo íntimo de sus discípulos. La naturaleza de esta comida ha sido sujeto de un sin fin de debates a cargo de los estudiosos, los detalles de la misma no pueden ser resueltos. Algunos argumentan basados en Marcos 14:12-16) que fue una comida típica de la celebración de la Pascua(25). Esta sugerencia sólo puede ser mantenida descartando la afirmación en el Cuarto Evangelio que Jesús fue crucificado antes del día de la Pascua (Juan 13:1; 18:28; 19:14, etc.). La fecha que da Juan a la crucifixión de Jesús es también uno de los pocos textos del Nuevo Testamento que encuentra confirmación en las fuentes Judías(26). La aparente cronología en Marcos 14:12 choca con la ley de purificación Judía que prohíbe las ejecuciones en días festivos –una preocupación de la que se hace eco el cuarto Evangelio (Juan 18:28)(27).

Por lo tanto la “pascua” que Jesús celebró con sus discípulos la noche de su arresto fue probablemente una cena no oficial, se comiese o no cordero(28). En la explicación de esta dificultad, se ha sugerido algunas veces que Jesús puede haber celebrado la fiesta con anterioridad debido a que seguía el calendario solar de los Esenios(29). Sin embargo, a parte de evidencia claramente positiva, esta propuesta es débil teniendo en cuenta el hecho que Jesús y sus discípulos daban la impresión de participar regularmente en el culto del Templo. En cualquier caso, incluso los Evangelios Sinópticos contiene evidencia que Jesús fue ejecutado antes de la Pascual oficial. Tal es, en cualquier caso, la intención de sus adversarios (Marc. 14:1), mientras que las propias palabras de Jesús en Lucas 22:15-16(30) pueden sugerir un deseo no cumplido de comer la Pascua con sus discípulos antes de su pasión. Puede ser que esta comida la realizaron con anticipación a la celebración que sabía no viviría para verla?
                                                                          
En cualquier caso, cualquier cosa que se quiera concluir acerca de la cronología de la pasión, la proximidad más cercana de este comida final y los consiguientes eventos a la fiesta de la Pascua impresionaron claramente las conciencias de Jesús y sus seguidores en la medida que anticipaban (y posteriormente reflejaron) su muerte inminente(31). Y tanto como si esta comida fue o no la de la Pascua, la evidencia sinóptica más bien requiere, y el resto del Nuevo Testamento permite, que la Última Cena hubiera sido vista como lazo cercano con su muerte y con el significado de la fiesta. La crucifixión tuvo lugar poco antes que los sacerdotes en el Templo comenzasen a sacrificar lo miles de corderos para la Pascua en preparación para la celebración durante la noche.

La Pascua hoy día es una fiesta tradicional familiar con una comida litúrgica que simboliza la redención de Israel de la opresión de Egipto,  y espera con impaciencia la redención Mesiánica por llegar. Mucho de este simbolismo, y quizá algo de la forma en la celebración, ya podría haber sido efectivo en el siglo primero, incluso aunque la comida era entonces a menudo celebrada por grupos de entre diez y veinte hombres (Josefo, Guerra 6.423). El cabeza de familia recita tradicionalmente unas palabras durante las diferentes partes de la comida, explicando su simbolismo: hierbas amargas para la aflicción que los Israelitas sufrieron en Egipto, perejil en agua con sal para sus lágrimas, etc. Cuatro copas ceremoniales de vino forman parte de la ceremonia (ver Lucas 22:17-20, menciona dos, una antes y otra después de la comida); sobre cada una de ellas se pronuncia una bendición. La Pascua es una comida de recuerdo, en la cual los participantes se ven a ellos mismos  como personas participantes en la redención de Egipto.

Aunque no podamos identificar la forma de la Última Cena, podemos decir que Jesús le asignó especial significado a su muerte en relación con esta comida. Es interesante que use una clase de lenguaje similar a “este es” (“este es mi cuerpo”, “esta es mi sangre de la alianza”: Marc. 14:22,24) que seguramente se usaba en la Pascua. Como quiera que entendamos el contexto de la Última Cena, está claro que ésta nos ofrece la reflexión más profunda y explícita de Jesús sobre el significado de su inminente muerte: su sangre es la sangres constitutiva de la alianza, derramada para el perdón del pueblo de Dios(32). Para sus discípulos, esto forma parte de su comida de recuerdo. En el mismo contexto, Jesús mismo promete que él mismo no beberá vino hasta que el Reino de los Cielos sea establecido (Marc. 14:25). No es irrazonable ver aquí un deseo expectante de que su sufrimiento cause la venida del Reino.

DE GETSEMANÍ A LA EJECUCIÓN
Esta noche, después de la tercera y final crisis espiritual en oración en Getsemani, un olivar(33) en el valle del Cedrón entre el Templo y el Monte de los Olivos, Jesús fue arrestado. Mucho se ha dicho y escrito acerca de las posteriores escenas de una audiencia informal en lugar de un juicio, la sentencia (probablemente decidida tan pronto como dice Juan 11:53; cf. Marcos 11:18), y la crucifixión. Se pueden ofrecer un par de observaciones finales sobre Jesús.

Primera, ahora ya que no hay nada que perder, Jesús no esconde más su auto-comprensión. En los tres Evangelios Sinópticos admite abiertamente sus pretensiones mesiánicas ante el sumo sacerdote Caifás, y parece identificarse a sí mismo con el Hijo del Hombre “sentado a la diestra del Poder”(Marc. 14:62). Esta afirmación a su vez evoca el emotivo cargo de blasfemia del Sumo Sacerdote, ofreciendo a los miembros del Sanedrín el conveniente fundamento para un veredicto de culpabilidad que ya había sido decidido sobre otros fundamentos, que para los oficiales Romanos estaba en cualquier caso basado en el cargo de sedición(Juan 19:21). La aparición de Jesús ante Pilatos fue sólo un formalismo: fue enviado para ser ejecutado más bien inmediatamente, sin demora(34).

Más allá de todo esto, no se necesita decir mucho más. La crucifixión fue un procedimiento horrible, y es ridículo preguntar a un hombre que muere torturado acerca de sus metas y propósitos. Es difícil realizar una reconstrucción histórica fiable de las palabras de Jesús en la cruz, pero parece cierto que incluyeron las palabras “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?”, registradas en su forma original(35) en Mat. 27:46 (cf. Marc. 15:34). Este testimonio nunca habría sido puesto en sus labios por sus seguidores. Más que nada porque son las palabras de un hombre desesperado, abandonado incluso por sus mejores amigos, que le dejan morir solo. Tomadas al pie de la letra, pueden también reflejar el espíritu destrozado de alguien que quizá esperaba que Dios no le dejaría perecer, que de alguna manera Dios intervendría dada su inocencia y traería el Reino desde el cielo con poder (una posibilidad, aunque imposible de demostrar, que puede ser vista compatible con su promesa en la Pascua en Marcos 14:25)(36). Sin embargo, Jesús murió en agonía y sólo.

CONCLUSIÓN
Fracasó Jesús? Claramente esta es la obvia conclusión; la que sacaron las autoridades Romanas, los líderes Saduceos, y evidentemente hasta los discípulos. Los Evangelios registran que incluso Pedro le negó, y dos días más tarde Cleofás en el camino de Emaus hizo el comentario, “Nosotros esperábamos que iba a ser él quien liberaría a Israel”(Lucas 24:21). Para todos ellos parecía que Jesús había fracasado. El marco de referencia de un historiador moderno desinteresado también habría llegado a esta conclusión, como de hecho llegaron varios historiadores.

Desde una perspectiva teológica puede parecer natural en este punto quererse aferrar a la resurrección para obtener una respuesta a estas cuestiones –como de hecho se hace, en cierto sentido. Una conclusión significativa es que el éxito o fracaso de Jesús depende en realidad de la resurrección, igual que el tema de si era el Mesías. Pero hay otro punto importante. Si la creencia en la resurrección es algo más que una glosa acerca de hechos considerados deprimentes, si es verdaderamente una garantía de Jesús como Mesías, como alguien que ha realizado lo que se había propuesto, entonces debe sostener tanto al Jesús de la fe como al Jesús de la historia. Debe poder confirmar no sólo las convicciones Cristianas acerca del plan eterno de salvación de Dios en su “único Hijo”, sino también los propósitos y expectativas del carpintero de Galilea aplastado por una aristocracia de Jerusalem ansiosa de poder en cooperación con la maquinaria de las fuerzas de ocupación imperiales Romanas la resurrección sólo puede demostrar que Jesús tuvo éxito si también confirma que el Jesús pre-Pascual cumplió sus propósitos.

Esos propósitos parecen haber evolucionado y alcanzado una clara definición a lo largo de la carrera de Jesús. En su bautismo por Juan, Jesús experimentó una visión de afirmación divina y designación carismática en términos mesiánicos. Después de trabajar sobre esto en el desierto, su ministerio temprano de curaciones y enseñanzas se centró en el anuncio y promulgación del inminente Reino de Dios. La creciente controversia y oposición llevó a una segunda crisis poco después de la ejecución de Juan el Bautista, que fue cuando tuvo claro que las dimensiones Mesiánicas de su ministerio auguraban peligro. Esta realización le llevó a la consciente reflexión y afirmación del sufrimiento como parte integral de su llamada, cada vez más llevándole a interpretar su posible muerte como rescate y expiación para Israel, y como instrumento positivo para traer el Reino de Dios. Él vio esto como completamente compatible con el papel Mesiánico. Al mismo tiempo, continuó creyendo en una final, y posiblemente inminente vindicación mediante la llegada del Hijo del Hombre celestial, con quien se asociaba a sí mismo(especialmente en Marcos 14:62).

Visto en estos términos, que son los del propio marco de referencia de Jesús, es consistente decir que su muerte no significa que fracasó. De hecho, no es por casualidad que sus propias palabras durante su muerte en desesperación estén tomadas del Salmo 22: un lamento del justo sufriente que sin embargo termina en vindicación(v. 22-31).

Concluyendo su extensa discusión sobre los objetivos de Jesús, Ben F. Meyer escribe,

“Pero qué es, al final, lo que hizo a Jesús operar de esta manera, qué es lo que vigoriza su incorporada muerte en su misión, su enfrentamiento con ésta y su marcha al encuentro con ella”?

El rango de posibles abstractas respuestas es enorme. Y hasta que no se tenga una respuesta satisfactoria la intención interior de la vida de Jesús permanece ambigua. Nos hemos referido a estudios críticos que disminuyen substancialmente lo indeterminado del tema. Pero, como bien dijo Kant acerca de la intención central de un pensador, que esta sale a la luz poco a poco y alcanza estatus temático en la tradición que genera, así es sobretodo con la tradición generada por Jesús en la que podemos descubrir lo que le hizo actuar de la manera que actuó, que fue lo que le hizo representar su vida en el único acto de ir hacia la muerte: “me amó y se entregó a sí mismo por mí”(Gal. 2:20); cf. Efe. 5:2); “Él que había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el final”(Juan 13:1); “Al que nos ama y nos ha purificado con su sangre de nuestros pecados”(Apoc. 1:5). Si la autenticidad está en la coherencia entre palabra (Marc. 12:28-34) y acción(Gál. 2:20; Efe. 5:2; Juan 13:1; Apoc. 1:5), nuestra pregunta encuentra aquí su respuesta”.(37).

Es por esto, que a pesar de su sorpresa inicial, sus seguidores llegaron a la conclusión que si Jesús había resucitado de entre los muertos, esto debía significar su vindicación y exaltación para ser el Hijo de Dios en gloria y poder.                                                                                                                            
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1.    Josefo, “Guerra2.253, 3.321; y Martin Hengel, “The Cross of the Son of God” (London: SCM, 1986), 138-142.
2.    E.g. Plinio, Tácito, y otros citados en Hengel, “Cruz”, 93.
3.    El más reciente ejemplo es quizá Geza Vermes, “The Religion of Jesus the Jew”(London: SCM, 1993).
4.    Un texto recientemente publicado de los Rollos del Mar Muerto habla del Espíritu del Señor “planeando” sobre su pueblo en la época de la redención cuando liberará a los prisioneros, dará la vista a los ciegos, resucitará a los muertos, y proclamará las buenas nuevas a los pobres. Ver Robert H. Eisenman, “A Messianic Vision”, Biblical Archaeology Review 17(November/December 1991) 65; Dale C. Allison, Jr., “The Baptism of Jesus and a New Dead Sea Scroll”, Biblical Archaeology Review 18(March/April 1992) 58-60.
5.    Ver William Horbury, “The Twelve and the Phylarchs”, New Testament Studies 32(1986) 503-527.
6.    Las pocas excepciones pertenecen en su mayor parte al oculto significado de las parábolas (Marc. 4:10), algunos milagros naturales (4:36-41; 6:47-52; posiblemente 6:35-44; 8:4, 14-21) y el propósito de Dios para el futuro(13:1-37).
7.    Ver Geza Vermes, “Jesús el Judío”, p. 69-80 sobre las historias de Honi el dibujante del Círculos y Hanina ben Dosa.
8.    Es interesante comparar la nota de Josefo acerca del líder rebelde Juan de Giscala, quien “se hizo servir una comida ilegal y abandonó las reglas establecidas de pureza de nuestros antepasados”(Guerra 7.264).
9.    Pasajes relevantes incluyen Lucas 8:2; 10:38-42; y especialmente los relatos de la crucifixión y resurrección. Ver la completa discusión del tema en Ben Witherington III, “Women in the MInistry of Jesus”(Cambridge etc. Cambridge University Press, 1984)
10.  Marc. 9:36; Mat. 21:15. Ver J.D.M. Derrett, “Why Did Jesus Bless the Children”? Novum Testamentum 25 (1983) 1-18; E. LaVerdiere, “Children and the Kingdom of God”, Emmanuel 98(1992) 78-84, 130-135,164; Joachim Jeremias, “New Testament Theology”, trad. J. Bowden (London:SCM, 1971), 227.
11.  Comparar Sanders, “Jesus and Judaism”, 206-208. Sin embargo, Sanders está probablemente equivocado al negar la creencia de Jesús en la importancia del arrepentimiento: ver Marc. 11:25 y pasajes como la conversión e Zaqueo (Luc. 19:1-10) o la parábola de los siervos malos (Mat. 18:23-35); también Juan 5:14; 8:11.
12.  Comparar también la delegación de los tres Fariseos y un sacerdote despachados a Galilea por el Sumo Sacerdote Anano en orden a infiltrarse en la situación política allí: Josefo, Vida 195.
13.  Ej. El tema del divorcio.
14.  Marcos 3:4; Mishnah, Yoma 8:6
15.  Marcos 7:8-13; Mishnah, Nedarim 9:1; 11:4.
16.  En Juan cf. También el milagro del vino en Canán.
17.  Cf. Hans F. Bayer, “Jesus´Predictions of Vindication and Resurrection” (Tübingen: Mohr (Siebeck), 1986), passim; tambien Jonge, “Jesus the Servant Messiah
18.  El contexto narrativo sugiere una localización cerca de Cesarea de Filipo en los altos del Golán para Marcos 8:27-9:29. Desde el siglo IV (Cirilo de Jerusalem, Jerónimo, Epifanio), sin embargo, la tradición ha optado curiosamente por la cima del Monte Tabor –una sugerencia considerada improbable dado el pueblo que existía allí desde el siglo primero.  
19.  El significado de este episodio respecto la petición en cuestión también ha sido enfatizado por Martin Hengel, “Jesus, der Messias Israels: Zum Streit über das messianische Sendungsbewusstsein Jesu”, en Messiah and Christos: “Studies in the Jewish Origins of Christianity Presented to David Flusser on the Occasion of His Seventy-Fifth Birthday”, ed. Ithamar Gruenwald et al. (Tübingen: Mohr (Siebeck), 1992), 174 y passim.
20.  Comparar Heb. 11:35 con 2 Mac. 6-7.
21.  Testamento de Benjamín 3:8 en el (alterado) texto Armenio dice acerca de José, “En ti se cumplió la profecía del cielo sobre el Cordero de Dios, y
Salvador del mundo, y que un ser inocente, se entregó por los hombres
sin ley, y un sin pecado morirá por hombres impíos”. El Rabino Simlai en el siglo tercero cita a Isa. 53:12 sugiriendo que la petición de Moisés de ser borrado del libro de la vida(que has escrito)(Éxod. 32:32) significa que ofreció su vida como expiación por el pueblo (B.T. Sotah 14). Algo más imaginativo, R. Ammi de la generación siguiente explica por qué la notificación de la muerte de Miriam (Núm. 20:1) sigue justo después de la ley acerca de la Vaca Roja: “Dado que la vaca roja expiaba los pecados, de igual manera la muerte de los justos trae consigo la expiación de los pecados”(B.T. Mo´ed Qatan 28a; Pesiqta de-Rab Kahana 26:11). Cf. Exodus Rabbah 35:4; BT. Sanhedrin 98b; Pesiqta Rabbati 36:2; 37:1 (sobre esto ver Arnold Goldberg, “Erlösung durch Leiden”, Frankfurter Judaische Studien 4 (Frankfurt: Gesellschaft zur Förderung Judaistischer Studien, 1978), 47-64).    
22.  J.C. O´Neill, “Why Did Jesus Go Up to Jerusalem”? en idem “Messiah: Six Lectures on the Ministry of Jesus”(Cambridge: Cochrane, 1986), 50-54; y recientemente Martin Hengel, “Jesus, der Messias Israel”, 174. Pace C.F.D. Moule, The Origin of Christology (Cambridge etc.: Cambridge University Press, 1977), 109, para quienes el último viaje de Jesús y su muerte en Jerusalem no fueron una cuestión de propósito deliberado sino el resultado fatal e inevitable de su devoción inflexible al camino de la verdad.
23.  Este pasaje es uno de los más fuertes argumentos contra la postura de aquellos que (como S.G.G. Brandon, ej. “Jesus and the Zealots” (Manchester: Manchester University Press, 1967) han argumentado que Jesús era un Zelote revolucionario. Sobre este tema hay que señalar el comentario de Sanders, “Jesus and Judaism”, 329: “Del hecho que Jesús y no sus discípulos fue condenado a muerte se sigue que nadie pensó a Jesús como insurgente”. Ver también la similitud de Marcos 12:17 con Romanos 13:7
24.  Igualmente el estudioso Judío David Flusser, “Caifás en el Nuevo Testamento”, Atiqot 21 (1992) 83, que continúa: “La historia nos enseña que aquellos que son acusados de actuar con malicia normalmente no responden con arrepentimiento. Al contrario, generalmente devienen más obstinados y reaccionan a las acusaciones negándose a cambiar sus maneras. Esto es lo que le ocurrió a los adversarios de Jesús”.
25.  Más prominentemente Joachim Jeremías, “The Eucharistic Words of Jesus”, trad. N. Perrin (London: SCM, 1966), capítulo 1; su “This is My Body…..” Expository Times 83 (1971-72) 201-202. Ver también, más recientemente, E.P. Sanders, “The Historical Figure of Jesus” (London: Allen Lane/Penguin, 1993), 250.
26.  Ej. B.T. Sanhedrin 43.
27.  Ver ej. La discusión en Millar, “Reflections on the Trials of Jesus”, 375-378.
28.  Hay que señalar que a pesar de Marcos 14:12,14,  incluso en los Evangelios Sinópticos nunca se afirma que el cordero pascual fue comido en la Última Cena (Millar, “Reflections on the Trials of Jesus”, 356).
29.  Annie Jaubert, “La date de la Cène”, Études Bibliques 15 (Paris: Gabalda, 1957), 116-133 y passim. En el calendario solar Esenio siempre el 14 de Nisan siempre caía en Martes.   
30.  Os digo que ya no volveré a comerla hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios.
31.  ver especialmente 1 Cor. 5:7; y 1 Ped. 1:19; Apoc. 5:6, 12; y algunos de los padres de la iglesia del siglo dos incluyendo Justino Mártir (Dialogue 40) y Melito de Sardis.
32.  Incluso E.P. Sanders, “Jesus and Judaism”, 324 admite, “La interpretación Cristiana de la muerte de Jesús como expiatoria fue tan inmediata y tan concienzuda que incluso se podría argüir que incluso en esto Jesús preparó a sus seguidores”. Para la idea de la sangre redentora ver especialmente Éxodo 24:8 y Zacarías 9:11. El último aparece en el contexto inmediato de la profecía acerca del rey humilde entrando en Sión montado en un asno.  
33.  Gat Shemanim (Getsemaní) significa en Hebreo “prensa de aceite”. Ver Marcos 14:32; Juan 18:1.
34.  Cf. El análisis de E.P. Sanders del juicio de Jesús ante el Sumo Sacerdote y su breve aparición ante Pilatos: “The Historical Figure of Jesus” (London: Allen Lane/Penguin, 1993), 271-74.
35.  I.e. Invoca en Hebreo y pregunta en Arameo, también en el Targum del Salmo 22:2. La originalidad de Mat. 27:46 es tratada por Joachim Jeremias, “Él(e)ias”, Theological Dictionary of the New Testament 2 (1964) 935 y n. 62.
36.  Cf. Ej. Sanders, “Judaism”, 332.
37.  Meyer, “The Aims of Jesus”, 252. El parágrafo citado forma parte del final del libro de Meyer.










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