martes, 26 de abril de 2016

EL DISCIPULO AMADO: CREANDO UNA IDENTIDAD

El discípulo amado solo parece en la segunda sección del evangelio, o sea, la constituida por materiales anteriores a la propia configuración del texto como tal evangelio. En su proceso de autoidentificación, esta comunidad habría enriquecido el texto de la pasión y la resurrección heredó de la tradición común mediante la inclusión de un personaje desconocido por los sinópticos, el "discípulo amado". No todavía como autor del texto, sino como figura legendaria de su comunidad, su fundador casi con seguridad. La tradición posterior lo identificó con la figura del apóstol Juan, debido a que su nombre jamás aparece citado en el texto; y es de suponer que le grupo atribuiría su fundación a un personaje de prestigio de la primitiva Iglesia (cf. Gál. 2:9; Hech. 4; 8:14). Ahora bien, aceptar que no es inverosímil que la comunidad que hay detrás del cuarto evangelio asumiera en su memoria una hipotética leyenda que vinculara sus orígenes a un ignoto discípulo del Señor, no implica, en absoluto, asumir que, efectivamente, sea este personaje el autor del texto. En cualquier caso, es evidente que, fuera quien fuera, este era considerado, muy posiblemente, el fundador de la comunidad(1).

Esta es la prueba más evidente de que el "discípulo amado" era el legendario fundador del grupo joánico: es él y no Pedro quien reconoce al resucitado(2). Está claro que la singularización de la aparición del resucitado es un claro indicio del prestigio y la posición de preeminencia que poseen los miembros de la primera comunidad cristiana (I Cor. 15:3-8)(3). Este es un recurso ficcional(4) creado para dar cuenta, en última instancia de la propia singularidad, de la identidad, de una comunidad que se sintió "amada" por Cristo y, por tanto, depositaria de sus bendiciones y su honda predicación, desconocida por el resto de los cristianos. Su particular vínculo con Jesús era símbolo de la preeminencia que se atribuía la propia comunidad. Así se refleja en el simbólico episodio de la "última cena".

Obsérvese cómo su cercanía a Jesús se presenta de forma que es este el que hace de portavoz del Maestro ante el mismo Pedro. En efecto, resulta muy significativo que este segundo discípulo casi siempre aparezca junto a Pedro, el discípulo por excelencia de la tradición sinóptica:

Jn. 13:23-26: El discípulo hace de portavoz de Jesús ante Pedro en la cena.
Jn. 18:2516: Pedro yel discípulo van a casa del Sumo Sacerdote; entra el discípulo.
Jn. 20:3-10: Pedro y el discípulo corren al sepulcro: el discípulo se adelanta.
Jn. 21:4-7: El discípulo, y no Pedro, reconoce a Jesús resucitado.
Jn. 21:23-24: Jesús realiza profecías sobre el fin del discípulo y de Pedro.

Esta vinculación del "discípulo amado" a la figura de Pedro presupone, de un lado, la existencia previa de un acervo de leyendas petrinas que el autor del evangelio no podía obviar; pero, sobre todo, la existencia de una comunidad que, aun respetando en lo substancial el caudal de tradiciones recibidas, se atribuyó a sí misma una singularidad específica de la que es expresión la forja del personaje. Frente a comunidades de tradición petrina, ellos eran la "otra iglesia" de Jesús. Sin embargo, no es esta la única función que posee el personaje en el relato. Su presencia también llega a justificar la aparición en el texto joánico de episodios no conocidos por sus destinatarios(Jn. 19:33-35).

Semejante observación apunta a que el fragmento corresponde a un estadio posterior de la composición del texto. Sus destinatarios, familiarizados acaso con el material sinóptico, nada saben del episodio de la lanzada y algún redactor posterior -obsérvese que aquí ya no aparece asociado Pedro- decide utilizar al viejo personaje comunitario como testigo ocular autorizado para autentificar el relato. De ahí solo hay un paso para atribuirle la autoría del propio texto, cosa que realizó uno de los últimos escribas que intervinieron en la composición de la obra, quien, por supuesto, escribía en un momento en el que daba por ocurrida su muerte(Jn. 21:23-24).

El artificio solo cobra sentido en un ámbito que ha superado en buena medida la oralidad. O de otra manera, la atribución del texto a un personaje concreto del entorno de Jesús habla de una composición en fecha tardía, al menos posterior a Marcos y Mateo, obras en las que aún se percibe la necesidad de un testigo, al estilo de Lucas (1:2), que certifique en términos probatorios la verdad del evangelio. Así, esta figura fue utilizada por dos redactores distintos: por su creador, un miembro de la comunidad joánica, y por el interpolado lugano:

a. El primitivo redactor joánico:

Jn. 13:23-26: El discípulo hace de portavoz de Jesús ante Pedo en la cena.
Jn. 18:15-16: Pedro y el discípulo van a casa del Sumo Sacerdote: entra el discípulo.
Jn. 21:4-7: El discípulo, y no Pedro, reconoce a Jesús resucitado.
Jn. 21:23-24: Jesús realiza profecías sobre el fin del discípulo y de Pedro.

b. El interpolados lucano:

Jn. 19:25-27: El discípulo y la madre de Jesús al pie de la cruz.
Jn. 20:3-10: Pedro y el discípulo corren al sepulcro.

Dejando a un lado las menciones tardías al "discípulo amado" resulta evidente que su figura es resultado de una intervención muy temprana sobre los relatos heredados, los más antiguos del cristianismo. Una comunidad de Cristianos sintió la necesidad de diferenciarse e incluso proclamar su superioridad respecto a otros cristianos a los que Jesús "quería menos". Y para ello no hallaron otro expediente que intervenir en el único texto que tenían a disposición, el de la Pasión, creando una figura que diera cuenta de tal singularidad. Esta idea presupone que en el momento en el que se forja la figura del "discípulo amado" esta comunidad se hallaba próxima a algún otro grupo cristiano del que necesitaba diferenciarse.

Hay que recalcar que este primer relato de la pasión no era todavía un auténtico evangelio. Habría que esperar a una fase posterior para que esta comunidad diera cuenta en un relato evangélico de su experiencia de fe y su memoria de Jesús.
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1. Jn. 21:4-7.
2. La única alusión directa de los textos canónicos a una aparición específica a Pedro se halla en I Cor. 15:5, aunque Lucas incurre en la incoherencia de mencionar una aparición a Pedro que no ha relatado. "Es verdad! El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!" (Luc. 24:34). Sin embargo, se trata de una tradición que es muy antigua, como demuestra el que Mat. 14:29-31 singularice su presencia en una de las apariciones del ciclo galileo. En los Sinópticos éstas están integradas en la sección biográfica, frente a Juan, que las ubica en su lugar originario, lo mismo que el Evangelio de Pedro (frag. gr. de Akhmim 14:3).
3. Pablo (I Cor. 15:5) conoce la aparición a Santiago. Según Jerónimo, era descrita con detalle por el Evangelio de los Hebreos,  texto en el que Pedro aparece entre los demás discípulos asumiendo el papel del incrédulo al que se le invita a tocar el cuerpo de Jesús: "Cuando se dirigió a Pedro y a los que con él estaban, les dijo: Palpad y ved que no soy un fantasma sin cuerpo". (Hier. Ver. Ilustr. 16).
4. Bultmann (1971, p. 521), la figura del "discípulo amado" posee un carácter simbólico, en la medida en que representa al cristianismo gentil, interpretación basada en la escena del discípulo y la madre de  Jesús al pie de la cruz(Jn. 19:25-27), en la que la madre representaría al cristianismo judío y el discípulo al cristianismo gentil. De hecho, la imagen sería paralela a la del "tronco injerto" que usa Pablo (Rom. 11:16) para representar ambos grupos. Es una interpretación brillante aunque parece poco acertada dado que, precisamente, esta escena correspondería, no a este estrato redaccional, sino al del interpolados lugano. Por otra parte, Sanders (1957, pp. 72-82) lo identifica con Lázaro. Otros, como Barrett (2003, p. 179) o Schnackenburg (1980, pp. 145-149)... etc.

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