miércoles, 20 de abril de 2016

EL EVANGELIO DE JUAN COMO MENSAJE ESPECIAL

Da la impresión que el grupo que se halla tras los discursos en el evangelio de Juan se considera depositario de un mensaje especial, solo accesible para ellos mismos, los escogidos (Ju. 20:31). En contraste con la perspectiva legalista de Mateo, en donde el resucitado les da a los discípulos la consigna de enseñar "a guardar todo lo que os he mandado"(Mat. 28:19), la salvación en estos discursos no es resultado ni del cumplimiento de preceptos determinados, ni tampoco del arrepentimiento como en Lucas. Solo de la fe, que aquí se identifica con el conocer, por más que el texto evangélico evite con cuidado la palabra gnosis. Por otra parte, es preciso enfatizar que este conjunto de autores del evangelio de Juan se mueve en un paradigma mental muy distinto del de los escritores sinópticos que los precedieron, en la medida en que son ya, de hecho, auténticos teólogos. El escritor sinóptico es un autor teológico. Sin embargo, su producción teológica funciona de una manera radicalmente distinta a la de los autores de los discursos joánicos. En efecto, la teología del episodio sinóptico opera según lo que podríamos llamar un "sistema horizontal": los relatos sinópticos no son sino  la cristalización final de un largo proceso de oralidad en el que los diversos misioneros cristianos narraban ese conjunto de relatos tradicionales compuesto de logia, discusiones, parábolas y milagros que acabarán por forjar el género evangélico.

Todos estos materiales no solo adquirían las inevitables variantes y particularidades debidas a la idiosincrasia específica del predicador. Lo más importante es que solo cobraba auténtico sentido en el marco concreto y específico del auditorio que lo recibía. Esto es, lo que en un contexto determinado podía tener un significado, en otro podía adquirir otro distinto, todo ello con arreglo al universo de expectativas, inquietudes, condiciones sociales y demás factores que conformaban los grupos a los que se dirigía la predicación. Y no de diferente forma sigue operando el autor sinóptico, por más consciente que sea de que la escritura está fosilizando el sentido de lo que hasta el momento había sido material muy fluido. En él, la palabra, el relato, sigue siendo la piedra angular viva y perdurable de su experiencia religiosa, en la medida en que, a través de ella, comunica sensaciones y vivencias más que conceptos y especulaciones abstractas. Tal es la razón por la que se sigue sirviendo del cauce formal del relato mítico, que por definición sigue abierto a una infinita poligamia propia del género.

En contraste, los autores de los discursos operan desde un plano diferente y producen lo que podríamos llamar "teología vertical". El sentido de las palabras que ponen en boca de Jesús ya no depende de la situación vivencial concreta que opera en el marco de la predicación, sino de la comprensión correcta de los conceptos expuestos (Ju. 16:25). La sencilla predicación del Jesús de los sinópticos queda, de repente, reinterpretada a la luz de un supuesto desvelamiento que pone de relieve aspectos trascendentes y metafísicos poco accesibles para los legos. Es, más bien, una operación de desvelado intelectualizante que permite acceder a planos de realidad inasequibles a las técnicas exegéticas de los sinópticos. El autor sinóptico, a pesar de que, en ocasiones, explica el sentido profundo de algunos relatos -en particular de las parábolas-, sigue manteniendo el relato y, junto a él, la exégesis. Ejemplo de ello es el apéndice de Marcos a la parábola del sembrador: "El sembrador siembra la Palabra. Los que están a lo largo del camino......."(Mc. 4:10-15). El texto joánico prescinde de todo referente narrativo primario y construye un conjunto de discursos autopredicatorios lanzados hacia una especulación abstracta que, al carecer de referentes narrativos concretos, queda formulada en términos dogmáticos e incontrovertibles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario