Obsérvese
cómo la distribución geográfica de los diversos episodios no es en absoluto
arbitraria. Esta obedece a un propósito teológico muy claro: al ubicar los
episodios galileos precisamente en un tiempo prepascual, se establece una clara
reparación de lo que es la actividad de Jesús: de un lado, una misión galilea
de carácter preparatorio y, de otro, la misión central de Jesús que se
desarrolla en Jerusalem y con arreglo al calendario festivo Judío, todo lo cual
culmina en la última Pascua.
Todo
ello yuxtapuesto mediante procedimientos redacciones sumamente esquemáticos con
el fin de proporcionarles una mínima coherencia narrativa. En contraste con la
antigüedad de los materiales comunes con los sinópticos, los discursos
presentan una elaboración teológica muy superior; y funcionan en ocasiones como
exégesis que iluminan el sentido profundo de aquellos. Ejemplo de ello es el
"discurso del pan de la vida"(Jn. 6:22-59), que comenta en términos
eucarísticos un episodio sinóptico (Mac. 6:34-44) que nada tenía de eucarístico
en su origen. Igual que el diálogo con Nicodemo (Jn. 3:1-36), que aparece
incrustado en el ciclo dedicado a Juan el Bautista para ofrecer una lectura
teológica sobre el bautismo.
Se
podría formular una hipótesis sobre el proceso de composición de cuatro fases:
1.
A semejanza de los sinópticos, la primera redacción de Juan
constaba de dos secciones: una, sobre la predicación y milagros de Jesús; y
otra, sobre la pasión y la resurrección. Este esquema básico revela que, a
pesar de las amplias diferencias entre Juan y los sinópticos, el evangelio de Juan fue construido
sobre el armazón genérico que estos le suministraban. O sea, Marcos como género
presupone a Juan desde su propio
origen. El autor de Juan
suministró un marco narrativo temporal de corte litúrgico, que por supuesto
tenía sus propias connotaciones teológicas y reflejaba la experiencia de su
comunidad. En cuanto a la segunda
sección, la diferencia fundamental entre Juan
y los sinópticos es que en
esta tiene lugar la aparición de un misterioso “discípulo amado”, que es
desconocido por el resto de la tradición evangélica. El hecho de que solo
aparezca en esta sección induce a pensar que, probablemente, su presencia se
debe a una intervención anterior a la creación de la sección biográfica. Se
como sea, este proceso hubo de producirse necesariamente en el seno de la
propia comunidad joánica.
2.
Posteriormente, el texto fue enriquecido sucesivamente con
interpolaciones narrativas de diversa índole. En particular, materiales de
origen específicamente lucano, cuya incorporación al texto evidencia que fueron
añadidos en un contexto muy diferente al originario. Bastaría con señalar lo
mal que cuadra la perspectiva universalista lucana(1)
con lo que tenía que ser la más restrictiva de quien organizó la vida de Jesús
en torno al calendario festivo judío, como revela el hecho de que nuestro
evangelio carece de la más mínima
indicación de la presencia de gentiles en su comunidad.
3.
A pesar de que por sus contenidos difería grandemente de
los sinópticos, el texto ya tenía un aspecto que lo asemejaba al resto de lo
sevangelios; y solo en ese momento recibió su configuración de definitiva, ya
que fue completado con una colección de discursos que se apartan grandemente
del estilo sentencioso y vivaz de lo sinópticos. Estos discursos están
sembrados a lo largo de todo el evangelio, confiriéndole una uniformidad
estilística que induce a percibir el texto como una obra de estilo unitario.
4.
Este proceso de continua intervención sobre el texto por
parte de los sucesivos redactores –no solo interpolaciones, sino seguramente también supresiones, de las
que nunca sabremos- creó una serie de discrepancias, incoherencias internas y
errores dramáticos, que un editor (o editores) trataron de solventar de forma
algo torpe.
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1.
Fitzmyer (1986, pp. 108-111)
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