El teólogo autor de las grandes secciones discursivas no
estaba dispuesto a renunciar al conjunto de elementos doctrinales que le
suministraban las parábolas. Simplemente las eliminó y las sustituyó con
discursos que las reinterpretaban con sentido alegórico. O de otra manera, la
conocida fórmula sinóptica “el reino de Dios es como…” quedaba transformada en
una nueva fórmula “Yo soy….”. En rigor, con esta transformación estamos
asistiendo de alguna manera a un paso de la teología narrativa de los
sinópticos a la teología previa a la especulación, que se desarrollará
plenamente con Ireneo y, sobre todo, Orígenes. Así, y solo por citar dos
ejemplos, es muy verosímil que la parábola-discurso del “buen pastor” esté
basada en la parábola de la oveja perdida de Lucas 15:3-6 o que el “discurso de la vid”(Ju. 15:1-8) esté basado
en la parábola sinóptica de la siega (Mat. 13:24-30). De ahí que sea muy
verosímil que el primer Evangelio de Juan
tuviera parábolas como los demás. Simplemente, desaparecieron anegadas por
el material exegético de los nuevos discursos.
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