domingo, 24 de agosto de 2014

SAMUEL 2

SAMUEL 2
Como en 1 Samuel, en 2 Samuel se incorpora una amplia fuente de documentos que han sido editados de manera muy reducida por el Deuteronomista. El pasaje clave en la edición del libro del Deuteronomista es el relato de la promesa a David en 2 Samuel 7, aunque también aquí el editor adapta la fuente, que es más antigua. El relato del surgimiento de David que domina la segunda parte de 1 Samuel, continúa en 2 Samuel 1-5. Segunda de Samuel 9- 2 Reyes 2 es identificada como la Historia de la Corte de David, o la Narrativa de la Sucesión, aunque algunos estudiosos piensan que están ahí combinados un número de documentos distintos en esos capítulos. El relato de la rebelión de Absalón en 2 Samuel 13-20 es una narrativa estrictamente estructurada, que puede muy bien ser una unidad distinta. Primera de Reyes 1-2 es una apología de la ascensión de Salomón al reinado.

CONCLUSIÓN SOBRE EL REINADO DE DAVID
La historia del ascenso de David al poder es completada en 2 Samuel 1:1-5:10. David guardó ostentosamente el luto por Saúl, incluso condenando a muerte al mensajero que le trajo la corona de Saúl. El lamento (“Como han caído los valientes”) es un poema conmovedor. David es implícitamente el que habla, incluso fuera del contexto de la narrativa. Esto no significa necesariamente que fuese compuesto por David. Hay varias composiciones en el libro de los Salmos relacionadas con episodios en la vida de David. David era visto como el compositor de salmos por excelencia, al igual que Salomón era el compositor de proverbios. El lamento por Saúl y Jonatán pudo haber sido compuesto mucho más tarde y puesto en boca de David.

David se mueve con rapidez para consolidar su posición como heredero aparente. Primero va a Hebrón, donde es ungido rey por su tribu, Judá(la supuesta unción a cargo de Samuel cuando aún era un joven fue evidentemente insuficiente). Hebrón está cerca del pueblo natal de David, Belén. Estuvo asociado a Abraham en Génesis. Quizá David fue ungido ahí debido a la asociación con Abraham, aunque algunos estudiosos piensan que la tradición acerca de Abraham fue inventada más tarde, y que Abraham fue modelado basándose en David en lugar de al revés.

La reivindicación de la monarquía a cargo de David no fue indiscutible. Al mismo tiempo, Ishbaal, hijo de Saúl, fue nombrado rey sobre el resto de Israel, con el apoyo del general Abner(Ishbaal significa “hombre de Baal”. El hecho que un hijo de Saúl, el rey de Israel, tuviera un nombre en honor de Baal indica que otros dioses además de Yahvé eran adorados en Israel en aquellos tiempos). Sigue “una larga guerra entre la casa de Saúl y la de David”(3:1). Finalmente Abner se pelea con Ishbaal y ofrece llevar todo Israel a David. Es asesinado por el general de David, Joab, en venganza por haber matado al hermano de Joab. David se lamenta públicamente por Abner, aunque no castiga a Joab esta vez. De nuevo, David escapa a la culpa por la muerte de un rival. Cuando Ishbaal es asesinado poco después, David no sólo niega alguna responsabilidad sino que llega a ejecutar a los asesinos, que buscaban su favor y aprobación. Eventualmente, el único heredero vivo de la casa de Saúl es el hijo inválido de Jonatán, el cual no representa amenaza alguna para David (ver 2 Samuel 9, donde David muestra afecto hacia él en honor de Jonatán). Su nombre, Mephibosheth , quizá sea un eufemismo que esconde el nombre de Baal(bosheth significa vergüenza). El nombre aparece como “Meribaal” en 1 Crón. 8:34 y 9:40. El desmantelamiento de la casa de Saúl queda finalmente completado en 2 Samuel 21. Este capítulo de la narrativa encaja perfectamente con el punto de vista que el ascenso de David es un documento apologético o de propaganda. Aunque no es difícil leer la historia contracorriente y llegar así a una imagen más bien desfavorable de David.

El ascenso de David alcanza su punto culminante en 2 Samuel 5. Es de nuevo aclamado como rey en Hebrón, esta vez por todo Israel. Entonces captura Jerusalem, la ciudad Cananea que pertenecía aún a los Jebusitas de aquella época. Jerusalem era una capital ideal para David dado que era fácil de defender y no estaba asociada con ninguna tribu Israelita, aunque estaba en territorio de la tribu de David, Judá. La aclamación de David es completada una vez es reconocido por el rey de Tiro.

El relato de la traída del Arca a Jerusalem es visto como la conclusión de la Narrativa del Arca en 1 Samuel. Tiene excelente sentido en este contexto, no obstante. El Arca era el símbolo tradicional de la presencia de Yahvé. Al traerla a Jerusalem, David hace de la antigua ciudad Jebusita el centro de culto de las tribus de Israel que adoraban a Yahvé. David es ostentoso en su celebración pública del evento, sin dejar duda alguna de su devoción a Yahvé. El desaprobación de Mical, hija de Saúl, tiene pocas consecuencias en este punto. La casa de Saúl no es ya un factor en la monarquía de Israel.

LA PROMESA A DAVID
2 Samuel 7 es uno de los pasajes claves no sólo en la Historia del Deuteronomista sino en toda la Biblia Hebrea. La promesa a David narrada aquí es la carta fundacional de la dinastía Davídica, un punto de referencia frecuente en posteriores escritos. Se convertiría finalmente en el fundamento de la esperanza mesiánica, o sea, la esperanza en que el reino Davídico sería restaurado y duraría para siempre.

El escenario de la promesa es cuando el rey es establecido en su casa y descansa de sus enemigos. Palacio y templo estuvieron a menudo asociados en el Cercano Oriente. La misma palabra Hebrea “hekal” se usa para ambos. En consecuencia, a David le preocupa que su “casa de cedro” sea más grande que la tienda-santuario del Señor.

En este punto, el profeta Natán aparece en escena. David, se dice, había consultado al Señor en otras ocasiones (ej., 2 Sam. 2:1). Había varias maneras en como esto podía ser realizado. Una, por ejemplo, era consultar a un sacerdote, el cual podía utilizar un método de adivinación ritual. Con el surgimiento de la monarquía los reyes comienzan a tener profetas a su servicio para este propósito. Natán está, pues, al servicio de David, aunque puede en ocasiones ejercer una independencia considerable. Su reacción inicial es la que se podría esperar de un criado hacia su señor: “Ve y haz lo que tienes en mente”.

Natán, sin embargo, tiene también otros pensamientos, y recibe un segundo oráculo para David. Yahvé insiste en que nunca quiso una casa. Le gusta la movilidad de la tienda. Y no le corresponde a David construirle una casa. Más bien, Él le construirá una casa a David, en el sentido de dinastía. Su hijo reinará después de él. Aunque sus descendientes serán castigados por sus iniquidades, Yahvé promete que no les quitará el reino como se lo quitó a Saúl: “Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mi; tu trono estará firme, eternamente”(7:16).

Fundamental para este oráculo es como se juega con el doble sentido de “casa”. David no construirá una casa (=templo) para Yahvé, sino que Dios construirá una casa (=dinastía) para David. No era inusual en el antiguo Oriente Medio que el fundador de una dinastía construyese un templo para su dios patrón. Lo chocante de este pasaje es el rechazo de la oferta de construir un templo. Los estudiosos han tratado de explicar este rechazo de varias maneras. Algunos sugieren que este oráculo explicaba por qué fue Salomón en lugar de David quien construyó el templo. Aunque 7:13(“Él construirá una casa para mi Nombre”) se considera una adición secundaria. No sólo interrumpe el pasaje acerca del reino futuro, sino que está marcado como una inserción por una técnica llamada “continuación repetitiva” –la frase que precede la inserción es repetida esencialmente después: “Yo estableceré el trono de su realeza. Él construirá una casa para mi nombre, y yo estableceré el trono de su realeza para siempre”. Que la casa será construida “para mi nombre” es típica teología Deuteronómica. Presumiblemente, pues, la referencia a Salomón fue añadida por un editor Deuteronómico, el oráculo básico es más antiguo. Es interesante como los Deuteronomistas ofrecen una explicación diferente del por qué David no pudo construir el Templo en 1 Reyes 5:17: “David no pudo construir un templo al Nombre de Yahvé su Dios, debido a las guerras que lo tuvieron cercado”. Sin embargo la premisa en 2 Samuel 7 es que el Señor le había dado descanso de todos sus enemigos.

El oráculo básico es un documento fundacional virtual para la dinastía Davídica, que fue presumiblemente promulgado y transmitido por la corte real. Algunos estudiosos han argumentado a favor de una fecha en vida de David, antes que Salomón construyera el Templo, basándose en que el oráculo rechaza la propuesta de construir un templo. Una fecha tan temprana parece poco probable, no obstante. Aunque el oráculo explica por qué David no construyó el Templo, no rechaza la idea de un templo perpetuo, incluso sin la inserción en el versículo 13ª. Más bien, el punto es que la necesidad de un Templo no era urgente. De hecho se ha visto que hay cierta evidencia de que ya había un templo, una “casa de Dios”, en Shiloh, aunque esta estructura era o contenía un santuario-tienda. El templo propuesto en 2 Samuel 7 y el construido por Salomón fueron considerados como de un orden diferente. David estaba preocupado en mantener una continuidad del culto tradicional de las tribus. Movió la tienda-santuario a su nueva capital, aunque no alteró el santuario mismo. Un Templo pudo haber sido construido una generación después, cuando las tribus se acostumbraron a la monarquía y la nueva capital en Jerusalem.

El papel del Deuteronomista en la composición de 2 Samuel 7 es controversial. Por un lado, la promesa a David es sin duda importante en la visión del Deuternomista de la historia de Israel. A pesar de la tensión con 1 Reyes 5, la noción de “descanso” es típicamente Deuteronómica –cf. Deut. 12:10. Igualmente es la afirmación que Dios “hizo subir a Israel de Egipto” (2 Sam. 7:6) y la construcción de un periodo de Jueces entre el éxodo y la monarquía. El oráculo asume el relato de los orígenes de David como pastor y dice que fue designado “nagid”, o príncipe, en lugar de rey(7:8). Según esto, algunos estudiosos argumentan que 2 Samuel 7 es simplemente una composición Deuteronómica, aunque quizá comprenda más de una etapa. Las afirmaciones  que el reino duraría para siempre no pueden ser exílicas o posteriores, quizá se dieran en tiempos de Josías. Por otro lado, no es probable que los Deuteronomistas hubiesen inventado una promesa incondicional de que el reino duraría para siempre. En la teología Deuteronomista, las alianzas son condicionales. La fortuna del rey depende de cómo observe la Ley. La idea que Dios prometió a David una dinastía eterna mediante el oráculo de Natán fue probablemente una tradición establecida en Jerusalme. La formulación presente de la promesa ha sido editada por los Deuteronomistas, probablemente en más de una etapa.

Cualquiera que sea el origen y autoría del oráculo, este contiene uno de los temas principales en la Biblia Hebrea. Este tema es llamado la alianza Davídica, aunque la palabra “alianza” no es usada en este pasaje (aunque sí es usada en referencia a la promesa de Dios a David en Salm. 89:3). El oráculo es descrito con más exactitud en tanto que promesa divina. Hay analogías con los tratados en el Cercano Oriente, aunque en su totalidad el oráculo tiene el carácter de promesa incondicional más que el de un tratado de vasallaje como sería el caso de la alianza Mosaica. La analogía bíblica más cercana sería la alianza con Abraham en Génesis 15, la cual también tiene la forma de una promesa incondicional. El oráculo de Natán sí prevé el castigo del rey rebelde: “Si se porta mal, le castigaré con vara de hombres y con golpes de hombres, pero no apartaré de él mi amor, como lo aparté de Saúl”(7:14-15). El castigo por trasgresión está ciertamente en línea con la teología Deuteronómica. Aunque también se encuentra en los tratados del Cercano Oriente. Un tratado Hitita del siglo trece con Ulmi-Teshshup, por ejemplo, promete: “Después de ti, tu hijo y nieto lo poseerán, nadie se lo quitará. Si uno de tus descendientes peca…. El rey le juzgará en su corte…… Pero nadie arrebatará a los descendientes de Ulmi-Teshshup ni su casa ni sus tierras”. Incluso cuando un rey era ejecutado, su hijo podía sucederle.

En el oráculo de Natán, también, el punto esencial es que la dinastía Davídica permanecerá para siempre. De hecho, permaneció unos cuatrocientos años, lo que puede ser visto como una aproximación razonable a “para siempre” –Comparar  1 Enoch 10:10, donde se afirma de los descendientes de los ángeles caídos que “esperan que van a vivir para siempre, que cada uno de ellos vivirá cuatrocientos años”-. Sin embargo, cuando el reino Davídico llegó a su fin debido a los Babilonios, se pensó que la promesa permanecía. Si no había rey en el presente, la promesa de Dios había de ser cumplida en el futuro por la restauración del linaje Davídico. Este es el origen de la esperanza mesiánica, o del rey ungido, entendido como alguien que ha de venir y cambiar el curso de la historia.

La relación entre Yahvé y el rey es definida como la de padre e hijo: “Seré un padre para él, y él será para mi un hijo”(2 Sam. 7:14). No hay sugerencia alguna de que el rey no tuviese un padre humano; la relación es adoptiva. La teología real Egipcia enfatizaba fuertemente que el rey era divino, la encarnación del dios Horus. En la zona de Siria y Palestina, la afirmación que el rey era hijo adoptivo de un dios era más típica. Los reyes de Damasco en el siglo noveno a.C. tomaron el título de “Hijo de Hadad”(Hadad era otro nombre de Baal). Al menos un rey Sirio fue llamado “Hijo de Rakib” (ANET, 655; Rakib-El es un dios conocido por las inscripciones Arameas y Fenicias). La afirmación que el rey Davídico era hijo de Yahvé también la encontramos en Salmos, sobretodo más explícitamente en Salmo 2:7. En 2 Samuel 7 la idea que el rey es el hijo de Dios está ligada directamente a la idea que puede ser castigado. La idea que los hijos han de ser castigados es un tema favorito en el libro de Proverbios.

LA IDEOLOGÍA REAL EN JUDÁ
La fórmula en 2 Samuel 7 es moldeada por los editores Deuteronómicos a finales del siglo siete a.C., aunque la idea de la promesa a David es probablemente más antigua. Este puede ser un punto apropiado para digresar sobre la cuestión de cómo se entendía la realeza en el antiguo Israel, especialmente en Judá y Jerusalem, antes de la reforma Deuteronómica.

La principal ventana hacia las visiones más antiguas de la monarquía nos la ofrecen algunos Salmos. Algunos de estos tratan con la realeza, y al menos algunos datan del periodo anterior al exilio. Se pueden incluir los Salmos 2, 45, 72, y 110. Además, dos Salmos hablan de la promesa a David en términos reminiscentes de 2 Samuel. El Salmo 2 implica que el rey en Jerusalem es el gobernante justo sobre todos los reyes de la tierra. Si las naciones Gentiles resisten, el Señor se mofa de ellas. La autoridad del rey viene directamente de Dios. El Salmista anuncia el decreto del Señor: “tú eres mi hijo, hoy te he engendrado”. A pesar del lenguaje explícito de engendrar, esto probablemente ha de ser entendido como una fórmula de adopción. Algunos estudiosos mantienen que esta fórmula era recitada por un profeta cuando un nuevo rey ascendía al trono, la sugerencia es atractiva aunque no puede ser verificada. Lo sorprendente en Salmo 2 es la clase de autoridad que el rey tiene: las naciones son su heredad y los confines de la tierra son su posesión. Ningún rey en Jerusalem nunca reinó sobre semejante imperio, incluso aunque se considere que el mundo conocido por el Salmista era más pequeño que el nuestro. La afirmación es deliberadamente hiperbólica, aunque muestra que la monarquía de Jerusalem tenía delirios de grandeza.

El tema del hijo divino reaparece en Salmo 110. En este caso, el rey es llamado Adonai, “mi señor” –la frase que vino a sustituir el nombre divino en el Judaísmo tardío. YHWH lo sienta a su mano derecha, (lo que es probablemente una referencia al trono del rey en el templo). Dios continua: “Del seno de la aurora, como rocío te he engendrado”(Salmo 103:3; el texto Hebreo está corrupto y ha sido reconstruido con la ayuda del Griego: “En esplendor sagrado, del (o: desde el) seno de la aurora(sentido dudoso), a ti el rocío de tu juventud”. Griego: “… desde el seno antes de la aurora te he engendrado” (ver Salmo 2:7). La traducción de la NRSV lee siguiendo el Hebreo: “tu juventud vendrá a ti” en lugar de “te he engendrado”. En este caso el salmista añade un detalle intrigante: “Tú eres por siempre sacerdote, según el orden de Melquisedec”. Melquisedec fue un rey-sacerdote de Salem (posiblemente Jerusalem) en Génesis 14 que bendijo a Abraham, y a quien Abraham le pagó el diezmo de todo lo que tenía. Melquisedec era Jebusita, o sea un Cananeo. Era sacerdote de El Elyon, un dios Cananeo identificado con YHWH en la Biblia. Si los reyes Davídicos afirmaban ser “según el orden de Melquisedec”, estaban, pues, afirmando una continuidad con la antigua religión Cananea que había sido practicada en la ciudad durante siglos antes que David la capturara. Se puede inferir que tomaron hasta cierto punto aspectos de la comprensión Cananea de la realeza (Melquisedec aparece de nuevo como personaje misterioso, sin padre ni madre, en Hebreos 7:3, que enfatiza su sacerdocio. En los Rollos del Mar Muerto, uno de estos conocido como 11QMelchizedek, aparece como ángel que ejecuta el juicio de Dios).

Una visión aún más sorprendente de la realeza aparecen en el Salmo 45. Este parece ser una canción para una boda real. Comienza con una alabanza al rey: “Eres la más hermosa de las personas, …… Ciñe tu espada al costado, valiente”. La alabanza alcanza su máximo en el versículo 7: “Tu trono es eterno, como el de Dios; un cetro de equidad es tu cetro real. Amas la justicia y odias la iniquidad, por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo de fiesta más que a tus compañeros”. Aquí el rey es llamado “Elohim”, Dios. Esto no significa que sea puesto al mismo nivel que el Altísimo. Es cuidadosamente distinguido de “Dios, tu Dios”, que le ha ungido y de quien él depende. Aunque el rey es claramente visto como algo más que un humano normal. Es un ser divino, en cierto sentido.

El Salmo 45 enfatiza la obligación del rey de mantener la verdad y justicia. Está obligación también aparece en el Salmo 72. Este Salmo se queda a un paso de llamar dios al rey, y ora porque pueda vivir tan largo como el sol y la luna, y tenga dominio sobre los mares.

Visto en comparación con estos salmos, el oráculo de Nathan pinta una imagen mucho más modesta del rey. Es verdad que aparece como hijo de Dios, aunque nada se dice de ser engendrado por Dios, ni siquiera metafóricamente. Como “hijo de Dios”, está sujeto al castigo, un punto no señalado en estos salmos. Segunda de Samuel 7 representa una forma de ideología real con un tono más bajo, incluso desmitologizado, y esto es lo que cabe esperar en la Historia Deuteronomista.

Hay, no obstante, dos otros Salmos que están relacionados muy de cerca con 2 Samuel 7. El Salmo 89 es un Salmo complejo que se compone de tres partes: vv.1-18, 19-37, y 38-51. Estas partes pueden haber sido compuestas en diferentes ocasiones. La primera parte contiene una simple declaración de la alianza Davídica: “Hice un juramento a mi siervo David: He fundado tu estirpe para siempre, he erigido tu trono para todas las generaciones”. Esta es una promesa incondicional, bastante compatible con 2 Samuel 7, aunque no necesariamente dependiente de este. El resto de vv. 1-18 es una alabanza a Dios como creador, en términos míticos. (machacaste a Rahab como a un cadáver). La segunda parte del Salmo elabora la promesa a David. Al rey se le permite compartir con Yahvé el control sobre la naturaleza (pondré su mano sobre el mar, v.26). Llamará a Dios “padre”, y Dios lo nombrará primogénito, altísimo entre los reyes de la tierra. Esta sección ya prevé la posibilidad que “sus hijos abandonen mi ley”. El contenido del Salmo aquí se corresponde casi exactamente con 2 Samuel 7, y parece depender de este. La referencia a “mi ley” presupone probablemente la reforma Deuteronómica. La parte final del Salmo prevé una situación donde Dios ha rechazado al rey y aparentemente renunciado a la alianza. El marco más plausible para esta parte del Salmo es el exilio Babilonio. Tomado como un todo, el Salmo recuerda la alianza con David en términos que están completamente de acuerdo 2 Samuel 7, pare recordarle a Dios su promesa y pedirle que haga honor a ella.

El Salmo 132 es una celebración del traslado del Arca a Jerusalem, que también narra la promesa de Yahvé a David. Comienza en 2 Samuel 7 en un punto muy significativo. Confirma que “el Señor ha jurado a David verdad que no retratará: un fruto de tu seno sentaré en tu trono” (v.11). Esta vez, no obstante, su reinado es condicional: “Si tus hijos guardan mi alianza, el dictamen que yo les enseño, también sus hijos para siempre se sentarán en tu trono”(v.12). aunque el Salmo no usa un lenguaje característicamente Deuteronómico (como serían referencias al nombre de Dios), parece presuponer el Deuteronomio en dos aspectos clave: la insistencia en que el rey ha de guardar “mi alianza” y “mis decretos” en v.12, y la declaración que el Señor ha elegido a Sión como su lugar de reposo en vv.13-14. A pesar del intento de algunos estudiosos en datar este Salmo como muy temprano, incluso en tiempos de David, seguramente pertenece más bien a los últimos días de la monarquía. No hay evidencia de que la realeza de linaje Davídico estuviese concebida originalmente como condicional. Es mucho más fácil suponer que tenemos aquí una extensión de la teología Deuteronómica que no sólo hace a los reyes sujetos al castigos sino que incluso hace a todo el linaje sujeto al rechazo. Sin embargo, el salmista expresa confianza en que las promesas a David y Sión aún son válidas, y no muestra el tipo de angustia que encontramos  en la última parte del Salmo 89. Este tono optimista es más fácilmente explicable si el Salmo hubiera sido escrito en los últimos años de la monarquía, antes del colapso.

Habrá que considerar la ideología real de Judá de nuevo en varios puntos en el corpus profético, especialmente en conexión con Isaías de Jerusalem. De momento se puede concluir que antes de la reforma Deuteronómica los reyes en Jerusalem eran altamente exaltados. El rey era “hijo de Dios” o incluso dios. Era el gobernante justo de toda la tierra. Era elegido y ungido por Dios sin condición alguna. La promesa de una dinastía para siempre es mencionada en 2 Samuel 7, aunque los reyes se dice están sujetos al castigo según sus pecados. Salmo 132 muestra que alguna gente sacó las consecuencias del Deuteronomio, manteniendo que la promesa de una dinastía duradera estaba sujeta a la condición de la observancia por parte del rey de la ley de la alianza.

La ideología real es muy importante para el desarrollo del “mesianismo” en el Judaísmo pos-exílico, y su adaptación en el Cristianismo temprano. La promesa a David ofrece la base principal para la creencia que el reino Davídico sería un día restaurado. Además, la ideología real ofrece las bases para el punto de vista que el Mesías es Hijo de Dios, y puede hablar como “Dios”. El Salmo 110 (“El Señor dijo a mi señor, Siéntate a mi diestra hasta que haga de tus enemigos estrado de tus pies”) fue tomado como prueba en el Cristianismo Temprano de que el Mesías ha de ascender al cielo (Hechos 2:34-36). Hay que señalar que la esperanza mesiánica no siempre fue importante en el Judaísmo del Segundo Templo. Vino a ser prominente en el último siglo antes de la era común. La típica esperanza Judía para un Mesías Davídico era política en carácter e involucraba la restauración de la dinastía y reino en Jerusalem. El Cristianismo llegaría a afirmar que las profecías del Antiguo Testamento fueron cumplidas en Jesús, aunque Jesús no restauró el reino de Judá de acuerdo con las expectativas Judías. La creencia Cristiana que Jesús era el Mesías requirió una reinterpretación considerable del mesianismo Judío.

LAS CONQUISTAS DE DAVID
Los capítulos 8 y 10 describen las guerras de David, en la cuales supuestamente subyugó a todos los pueblos de alrededor –Filistea, Moab, Ammon, Edóm, hasta los Arameos en Damasco y el Eúfrates. Los estudiosos modernos son escépticos respecto a estas afirmaciones. No sólo no cuentan con el apoyo de evidencia extrabíblica, sino que la misma Biblia no afirma que esos pueblos estuviesen bajo el control Israelita en generaciones posteriores. Se puede acreditar a David el haber contenido a los Filisteos y llevado a su fin el conflicto entre Filisteos e Israelitas. También puede haber realizado campañas contra los pueblos vecinos, aunque es poco probable que estableciese un control duradero de esas zonas. Segunda Samuel 24 describe un censo realizado por David que supuestamente incluía Tiro y Sidón y todas las ciudades de los Cananeos, aunque no se extiende a los Arameos u otros pueblos vecinos. Además, queda bastante claro según el relato del reinado de Salomón en 1 Reyes que Tiro nunca estuvo sujeta a Israel. Las reivindicaciones realizadas a favor de David en 2 Samuel 8 y 10 son en el mejor de los casos hiperbólicas, se sospecha de su valor histórico. Quizá sea que el autor estuviese influenciado por la promesa hecha a Abraham en Gén. 15:18-21: “Voy a dar a tu descendencia esta tierra, desde el río de Egipto hasta el Río Grande, el río Éufrates”. Los descendientes de Abraham ciertamente nunca controlaron todo este territorio en ningún momento después del reinado de Salomón, y Salomón no fue un hombre de guerra, por lo tanto el autor puede haber razonado que la promesa fue cumplida en tiempos de David.

BETSABÉ
Como mucha gente en posición de poder, desde los tiempos antiguos hasta hoy, David también tuvo en mente otras conquistas. La historia de su encuentro con Betsabé está enmarcada en primavera, “cuando los reyes van a la guerra”. El Rey Saúl fue muerto en batalla, pero David es lo suficientemente sabio y se retira de asistir a las batallas en persona. Busca otras salidas para sus energías. El relato contiene varios motivos. La mujer se baña donde puede ser vista. Su esposo, Urias, lleva las instrucciones para su propio asesinato. David no quiere inicialmente que el hombre muera, y trata de ocultar su adulterio tratando que éste vaya a dormir con su esposa. Urías, sin embargo, siguiendo su propia piedad y respeto por la tradición: se niega a dormir con su esposa mientras sus compañeros están en el campo de batalla. David hace que su general Joab ponga a Urías para que muera en la batalla, y después del intervalo apropiado de luto, se casa con Betsabé.

En este punto entra en escena el profeta Nathan. Seguro que no habría necesitado ninguna revelación para entender lo que había pasado. Betsabé estaba embarazada, y la responsabilidad de David era clara partiendo del hecho que se casó con ella. Lo remarcable es el coraje del profeta a la hora de enfrentarse al rey. Puede, después de todo, que se le diese otro mensaje para que lo transmitiera a Joab. Igualmente remarcable es la manera como se enfrenta al rey. Los profetas posteriores, como Elías o Amos, se enfrentan a los reyes cuando hacen algo malo, aunque no los denuncian tan duramente. Nathan adopta una aproximación más suave. Le relata al rey una parábola. Como muchas otras parábolas en los Evangelios, esta induce al lector a realizar un juicio sobre sí mismo. También hay que señalar que Nathan no menciona ninguna ley específica, ni recuerda al rey el éxodo ni la tradición de Israel. La historia asume un sentido común de justicia, fundamentado quizá en la ley natural, o al menos en las tradiciones comunes del antiguo Cercano Oriente. Los reyes estaban sujetos a promover la justicia, y especialmente a defender a los miembros más débiles de la sociedad(Salm. 45:8; 72:4). Aunque cualquiera sabía que era malo que un rico tomase de las posesiones del pobre, el relato dramatiza el hecho dado que involucraba el sacrificio de una pequeña corderilla. El planteamiento del profeta presupone que el rey es a fin de cuentas una persona de buena voluntad, que tiene la decencia de deplorar la injusticia. La técnica de Nathan no habría funcionado para un Elías o Amos quienes tenían relaciones encontradas con los reyes de su tiempo. Pero donde la parábola puede funcionar, es quizá para llevar al lector al arrepentimiento en lugar de las denuncias características del profetas posteriores.

El niño nacido de Betsabé muere. Si este es el castigo por el pecado de David, quizá se pueda pensar que le castigo está mal situado. Es una característica de David el escapar a las consecuencias de sus acciones mediante un arrepentimiento a tiempo. Además, Betsabé se convierte en la madre el eventual heredero de David, Salomón. De nuevo, la Providencia obra de manera inexplicable, y el Señor parece escribir con renglones torcidos. Como se puede ver en la historia de Jacob, la bendición del Señor no está necesariamente reservada para los más piadosos.

El patrón pecado, arrepentimiento, y castigo a destiempo es evidente de nuevo en la última historia en 2 Samuel, el relato del censo en capítulo 24. El propósito del censo no se explica explícitamente, aunque es transparente –es el preludio a los impuestos. De ahí la resistencia incluso del hombre de confianza de David, Joab. David, como siempre, se arrepiente después que ha realizado la acción. Aquí se le ofrece elija el tipo de castigo, este recae principalmente sobre el pueblo (aunque se asuma que David estuvo entristecido por el sufrimiento de su gente). Supuestamente, setenta mil personas murieron. De nuevo, el castigo es a destiempo. David no pierde el favor del Señor. El resultado de este incidente es que adquiere la era de Araunah el Jebusita y construye un altar al Señor. Esta era es posteriormente identificada como el lugar donde Salomón construyó el Templo (1 Cro. 22:1; 2 Cro. 3:1).

DAVID Y ABSALON
David, sin embargo, no sale ileso de todo esto. Segunda de Samuel 13-20 narra una trágica saga familiar. Comienza con el incesto y secuestro de la hija de David Tamar a manos de su hermano Amnon. Otro hermano, Absalom, espera la ocasión y finalmente mata a Amnon en venganza. Absalom ha de huir. Finalmente regresa a Jerusalem, mediante el buen oficio de Joab, pero le lleva dos años más para reconciliarse con su padre. Habría que asumir que esta experiencia es la que en parte motiva a Absalom a alcanzar el reinado mediante la conspiración. David ha de huir de Jerusalem en duelo. Absalom entra en Jerusalem y simboliza sus usurpación del trono de David yendo donde sus concubinas. Cae, no obstante, al seguir el consejo del consejero de David, Hushai el Arquita, y al asistir en persona a la batalla. Su fallecimiento es cómico –queda colgado de un árbol debido a sus largos cabellos que eran su orgullo. David, como siempre, no se complace en sus muerte y lamenta la pérdida de su hijo.

El relato muestra a David de manera muy favorable. No quiere la muerte de ninguno de sus hijos, ni de Amnon ni de Abaslom, no importa lo que hayan hecho. Este retrato puede servir los intereses de la propaganda real, aunque también es un relato creíble. El retrato de Absalom no carece de simpatía. Uno puede apreciar su enfado ante el secuestro de su hermana, e incluso su impaciencia con la administración del anciano rey. Si su relación con las concubinas de su padre parece ofensiva, se debe al consejo de Ahitophel. Absalom parece ingenuo en su deseo de ir en persona a la batalla y en su vanidad acerca de sus cabellos, que lleva a su caída. Al final la historia se centra en David en lugar de Absalom. David es retratado ofreciendo una imagen compasiva y perdonando a sus enemigos. Se niega a castigar a Shimei, que le había maldecido, y acepta la explicación de Mefibosheth de su conducta. Pero cuando un hombre llamado Sheba de la tribu de Benjamín (la tribu de Saúl) intenta una secesión de Judá (cap. 20), David actúa de manera resuelta para poner fin a la revuelta. Igual que en incidentes anteriores Joab y su hermano Abishai, los hijos de Zeruiah, son los que derraman la sangre. Si hay una culpa debido a la violencia, puede ser imputada a ellos en lugar de David. La historia de los Gibonitas en capítulo 21 también tiene un fuerte carácter apologético. David se deshace de los herederos de la casa de Saúl, excepto del inválido Mefibosheth. Pero dice que esto era necesario debido a la culpabilidad por la sangre derramada en la casa de Saúl, que estaba causando una hambruna. Además, David hace un show de buena voluntad hacia la memoria de Saúl y Jonatán enterrándolos propiamente. La acción del rey es despiadada, pero el relato la justifica y la cubre con una glosa piadosa. La reputación del rey es defendida y exaltada. Sin embargo, la historia de Absalom no ha de ser vista solamente como propaganda política. Es un relato conmovedor del dilema de un padre cuyo hijo se ha vuelto contra él.

La historia de Abasalom es un relato de acción humana, con poca interferencia divina. En 17:14 se nos dice que Absalom eligió el consejo de Hushai en lugar del de Ahitophel porque el Señor así lo había ordenado. El carácter humanista del relato ha llevado a algunos a suponer que está relacionado con la literatura Sapiencial, similar a la que se encuentra en el libro de Proverbios. Muchos estudiosos han supuesto que la historia de Absalom fue compuesta en la corte real; un marco similar se ha propuesto a menudo para Proverbios. Una de las cosas sorprendentes de esta historia es el papel predominante de los consejeros. Amnon es patrocinado por Jonadab; Abasalom por Ahitophel y después Hushai. En cierto punto se nos dice “que el consejo de Ahitophel era como consultar el oráculo de Dios”(16:23). Todos esos consejeros son sabios, aunque no son necesariamente buenos. Jonadab, aconseja a Amnon como hacerse con su hermana Tamar, es descrito como “muy sabio”, aunque su sabiduría parece bastante inmoral. Lo mismo se puede decir de Ahitophel, que cambia de un amo al otro, y comete suicidio cuando su consejo no es aceptado. Hushai es retratado positivamente, dado que actúa a favor de los intereses de David, aunque no tiene escrúpulos en engañar a Absalom. La conducta de estos consejeros es probablemente una reflexión razonable de los papeles que esta gente jugó en las cortes reales del mundo antiguo. Hubo siempre una tensión entre consejeros y profetas, que competían por el oído del rey. La historia de Absalom no considera toda sabiduría de manera negativa, aunque no la describe como bien moral, en la manera como la encontramos en el libro de Proverbios.

LOS SALMOS DE DAVID
Los capítulos finales de 2 Samuel contienen dos composiciones poéticas que se dice son de David. Según 1 Samuel 16:18, David era un músico bien dotado. En tradiciones posteriores vendría a ser el autor de los Salmos por excelencia. Una composición encontrada en los Rollos del Mar Muerto le acredita con 3.600 salmos y 450 canciones (11Q5 col. 27)- un total que rivaliza con la productividad de Salomón en 1 Rey. 5:12 (1 Reyes 4:32 en la versión Inglesa). El salmo atribuidos a él en 2 Samuel 22 también se encuentra en el Salterio como es el caso con el Salmo 18. Es un Salmo de Acción de Gracias, que alaba a Dios por haber liberado al Salmista de las olas de la muerte. Es notable por una descripción de una teofanía de Yahvé como dios de la tormenta en 2 Samuel 22:8-16.

El poema más corto, llamado “las últimas palabras de David”, es notable en varios aspectos. Menciona la “alianza eterna” descrita en 2 Samuel 7. Aunque también afirma que “el espíritu del Señor habla por mi”(23:2). David, en efecto, fue un profeta, y así fue visto ampliamente a lo largo de la antigüedad. La composición procedente de los Rollos del Mar Muerto que lista las palabras de David dice que David compuso todos sus Salmos y canciones en el espíritu de profecía. Este texto también dice que era sabio.

Incluso cuando se sospecha que gran parte del retrato de David en los libros de Samuel tuvieron su origen como propaganda política, el carácter de David tal como es descrito es bastante atractivo. Ningún otro carácter en la Biblia Hebrea está tan bien acabado. Aquí tenemos a un personaje completamente humano, que no es un santo según estándares posteriores. Es un individuo con un carácter fuerte culpable de asesinato, adulterio, y varias formas de extorsión y explotación. Aunque también es una figura emocional, cuya tristeza por su amigo Jonathan o por su hijo Abaslom es conmovedora. Incluso cuando los autores bíblicos trataron de excusar y justificar sus acciones, lo retrataron, no obstante, como un hombre falible e incluso pecador. La tradición posterior mejoró la leyenda de David acreditándole el don de profecía y la composición de los Salmos. En el proceso, se le describe más piadoso de cómo aparece en los libros de Samuel (se observa también esta tendencia en los libros de Crónicas). El encanto del carácter bíblico, no obstante, es precisamente su humana falibilidad. Es esta apreciación de la imperfección de la naturaleza humana la que distingue la historia de David como una de las piezas de literatura más refinadas que nos han llegado de la antigüedad.
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REFERENCIAS:

1.    McCarter, P. Kyle, Jr. II Samuel, AB 9B. NY: Doubleday, 1984. Comentario histórico estándar.
2.    Cross, Frank Moore. “Canaanite Myth and Hebrew Epic: Essays in the History of the Religion of Israel”. Cambridge: Harvard Univ. Press, 1973 (229-65). Influyente tratamiento a la luz de la tradición Cananea.
3.    Day, John, ed. “King and Messiah in Israel and the Ancient Near East”, 1998. Colección de ensayos sobre la ideología real y esperanza mesiánica.
4.    Mettinger, T.N.D. “King and Messiah: The Civil and Sacred Legitimation of the Israelite Kings”. ConBOT 8. Lund: Gleerup, 1976. Discusión sobre el establecimiento de la dinastía Davídica, centrada principalemente en 2 Samuel 7.
5.    Mowinkel, Sigmund. “He That Cometh”. Estudio clásico de la ideología real en el antiguo Cercano Oriente, y el desarrollo de la expectativa mesiánica.

6.    Finkelstein, Israel, and Neil Asher Silberman. “The Bible Unearthed: Archaeology´s New Vision of Ancient Israel and the Origino f Its Sacred Texts”. NY: Free Press, 2001(49-68). Punto de vista escéptico del reinado de David.