jueves, 29 de mayo de 2014

JESÚS Y EL REINO DE LOS CIELOS

JESÚS Y EL REINO DE LOS CIELOS
Hasta el arresto de Juan, Jesús no de dejó el entorno del Mar Muerto y del Jordán. La estancia en el desierto de Judea era generalmente considerada como la preparación para grandes eventos, como una especie de retiro anterior a actos públicos. Jesús se sometió al ejemplo de otros y pasó cuarenta días sin otra compañía que las bestias salvajes, practicando un ayuno riguroso. La imaginación de los discípulos se activó mucho respecto a este evento. El desierto era, en la creencia popular, donde habitaban los demonios(1). Se creyó que durante el tiempo que pasó en este horrible lugar, hubo de superar pruebas terribles, que Satán le había amedrentado respecto a sus ilusiones y le realizó promesas seductoras, y que los ángeles para recompensarle por su victoria vinieron a servirle(2).

Es posible que Jesús se enterase del arresto de Juan Bautista al salir del desierto. No tenía razón permanecer en un país que casi le era extraño. O quizá temía exponerse al mismo destino que Juan, en unos momentos en los que aún no era conocido y su muerte no serviría para el progreso de sus ideas. Se volvió a Galilea(3), su patria verdadera más maduro debido a esta importante experiencia y después de haber tenido contacto con un gran hombre.

Quizá si el Bautista hubiera permanecido libre, difícil habría sido evitar el estar bajo su autoridad, ni rechazar el yugo de los ritos y prácticas externas, lo que habría hecho de Jesús un Judío sectario desconocido, pues seguramente la gente no habría abandonado unas prácticas por otras. Es mediante la atracción de una religión libre de toda forma externa que el Cristianismo sedujo las almas elevadas. El Bautista una vez en la cárcel, su escuela disminuyó, y Jesús se dedicó a su propio movimiento. Lo que se debía a Juan eran, en cierta manera, las lecciones de predicación y acción popular. Desde entonces predicó con mucha más fuerza y se impuso a la muchedumbre con autoridad(4). Parece también que su estancia cerca de Juan hizo madurar sus ideas sobre el “Reino de los Cielos”. Su proclama principal es “la buena nueva”, el anuncio que el Reino de Dios está cerca(5). Jesús no será solamente un moralista aspirante a encerrar en unos cuantos aforismos vivos y cortos lecciones sublimes; es el revolucionario transcendente, que trata de renovar el mundo desde sus fundamentos mismos y fundar en la tierra el ideal que ha concebido. Participar en el “Reino de Dios” será sinónimo de ser discípulo de Jesús(6). Estas palabras de “Reino de Dios” o “Reino de los Cielos”, eran, desde hacía tiempo, conocidas por los Judíos. Pero Jesús les da un sentido moral, un alcance social que el autor del Libro de Daniel, en su entusiasmo apocalíptico, no deja entrever.

La venida de este reino del bien será una gran revolución súbita. El mundo parecerá al revés de lo que es, basta concebir más o menos lo contrario de lo que existe. Los primeros serán últimos(7). El germen de esta revolución no será al comienzo reconocible. Será como el grano de mostaza, la más pequeña de las semillas que una vez sembrada da un árbol grande donde descansan las aves del cielo(8). Una serie de parábolas, oscuras a menudo, explicaban las sorpresas de este evento repentino, sus aparentes injusticias, su carácter inevitable y definitivo(9).

Una revolución radical(10), que comprendía hasta la naturaleza misma, tal fue el pensamiento fundamental de Jesús. Desde entonces renunció a la política; quizá el ejemplo de Judas el Galileo le había mostrado la inutilidad de las sediciones populares. Nunca pensó en rebelarse contra los Romanos y los tetrarcas. Su sumisión a los poderes establecidos, insignificante en el fondo, era completa en la forma. Pagaba el tributo al César para no escandalizar. La libertad y el derecho no son de este mundo, para qué complicarse la vida con susceptibilidades vanas? Sin tener en cuenta la tierra, convencido que el mundo presente no merece que uno se preocupe, se instaló en su reino ideal y fundó esta doctrina del desdeño transcendente(11), verdadera doctrina de la libertad  de las almas, que otorga la paz. Aunque aún no había dicho: “Mi reino no es de este mundo”. Se dice que un día la gente de Galilea quisieron hacerlo rey(12). Jesús huyó a la montaña permaneciendo unos días solo. Su naturaleza le salvo de cometer el error que habría hecho de él un agitador o jefe de rebeldes, un Theudas o un Barkohba.

La revolución que siempre quiso hacer fue una revolución moral, aunque aún no se había confiado para su realización a los ángeles y a la trompeta final. Es sobre los humanos y mediante los humanos mismos que quería actuar. Un visionario que solamente hubiera tenido en mente la idea de la proximidad del juicio final no habría cuidado tanto de la mejora del hombre, ni habría fundado la más bella enseñanza moral que la humanidad ha recibido.

Lo que Jesús creó es la doctrina de la libertad de las almas. Jesús no conocía lo suficiente la historia como para darse cuenta cuan a tiempo llegaba su doctrina, en una época en la que la libertad republicana había llegado a su fin, en la que las pequeñas constituciones municipales de la antigüedad expiraban en la unidad del imperio romano. Pero su admirable buen sentido y el instinto verdaderamente profético que tenía de su misión le guiaron con una seguridad maravillosa. Mediante estas palabras: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Creó algo diferente a la política, un refugio para las almas en medio del imperio de la fuerza brutal. El poder del estado quedó limitado a las cosas terrenales. Si Jesús se hubiera desplazado a Roma para conspirar contra Tiberio, o a ensalzar a Germánico, que habría sido del mundo? Sin duda, no habría conseguido parar el curso del mundo, mientras que al declarar la política insignificante, reveló al mundo que la patria no lo es todo, y que el hombre es anterior y superior al ciudadano.

En el fondo, lo ideal es siempre una utopía. La reforma de todas las cosas que quería Jesús(13) no era lo más difícil. Esta tierra nueva, este cielo nuevo, esta Jerusalem nueva que desciende del cielo, el grito: “He aquí que lo hago todo nuevo”(14), son los rasgos comunes de los reformadores. Siempre el contraste del ideal con la triste realidad producirá en la humanidad estas revueltas contra la fría razón que los espíritus mediocres tachan de locura, hasta el día que triunfan y aquellos que la han combatido son los primeros en reconocer su alta razón.

Que hubo una contradicción entre la creencia de un fin cercano del mundo y la moral habitual de Jesús, concebida en vista a un estado estable de la humanidad, bastante análogo al que existe, no se tratará de negarlo(15). Fue, precisamente, esta contradicción la que aseguró el éxito de su obra. Los milenarista solos no habrían realizado nada durable; los moralistas no habría hecho nada poderoso. El milenarismo dio el impulso, la moral aseguró el porvenir. Con esto, el Cristianismo reunía las dos condiciones para tener éxito en este mundo, un punto de partida revolucionario y la posibilidad de vivir. Todo lo que tiene éxito debe responder a estas dos necesidades, pues el mundo quiere cambiar y durar a la vez. Jesús, al mismo tiempo que anunciaba un cambio sin igual en las cosas humanas, procla los principios sobre los cuales la sociedad reposa desde hace más de dos mil años.

Lo que distingue a Jesús de los agitadores de su tiempo y de aquellos de todos los tiempos, es su idealismo perfecto. Jesús, en muchos sentidos es, por así decirlo, un anarquista, pues no tiene ninguna idea sobre el gobierno civil. Todo gobierno le parece, simplemente, un abuso. Habla en términos vagos como si no tuviera idea alguna de política. Todo magistrado le parece un enemigo natural de los hombres de Dios. Quiere acabar con la riqueza y el poder, no hacerse con ellos. La idea que se es todopoderoso mediante el sufrimiento y la resignación y que se triunfa sobre la fuerza mediante la pureza de corazón, es una idea propia de Jesús. Jesús no es un espiritualista, todo desemboca pare él en una realización palpable.

A quién dirigirse, con quién contar para fundar el Reino de Dios? Jesús no duda un momento. Lo que es elevado para los hombres es abominación a los ojos de Dios(16). Los fundadores del Reino de Dios serán los simples. Nada de ricos, ni doctores, ni sacerdotes; las mujeres, los hombres del pueblo, los humildes, los pequeños(17). La gran señal del Mesías es la “buena nueva” anunciada a los pobres(18).          
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1.     Tobías 8:3; Luc. 11:24.
2.     Mat. 4:1; Marc. 1:12-13; Luc. 4:1. La sorprendente analogía que estos relatos ofrecen respecto a leyendas análogas en la Vendidad(XIX) y en el Lalitavistara (cap. XVII, XVIII, XXI)llevan a ver en todo esto un mito. Pero el relato conciso de Marcos, que representa aquí la redacción más antigua, supone que se trata de un hecho real, que más tarde fue tema de desarrollos legendarios.
3.     Mat. 4:12; Marc. 1:14; Luc. 4:14; Juan 4:3.
4.     Mat. 7:29; Marc. 1:22; Luc. 4:32.
5.     Marc. 1:14-15.
6.     Marc. 15:43.
7.     Mat., 19:30; 20:16; Marc. 10:31; Luc. 13:30.
8.     Mat. 13:31; Marc. 4:31.
9.     Mat. 13, entero; 18:23; 20:1; Luc. 18.
10.   Hech. 3:21.
11.   Mat. 17:23-26; 22:16-22.
12.   Juan 6:15.
13.   Hech. 3:21.
14.   Apoc. 21:1,2,5.
15.   Las sectas milenaristas Inglesas presentan el mismo contraste: la creencia en un fin del mundo cercano, y, sin embargo, un muy buen sentido en la practica de la vida, una gran armonía en los asuntos comerciales e industriales.
16.   Luc. 16:15.
17.   Mat. 5:3,10; 18:3; 19:14, etc.

18.   Mat. 11:5.

lunes, 26 de mayo de 2014

JESÚS Y JUAN EL BAUTISTA

JESÚS Y JUAN EL BAUTISTA
Un hombre extraordinario, cuyo papel, a falta de documentos, es en parte enigmático, apareció en tiempos de Jesús y seguramente estuvo relacionado con este. Hacia el año 28 de nuestra era(durante el reinado de Tiberio), se extendió por toda Palestina la reputación de un tal Iohanan o Juan, joven asceta muy apasionado. Parece ser que Juan era de casta sacerdotal(1), nacido en Jutta, cerca de Hebrón, o en el mismo Hebrón. Desde su infancia Juan fue Nazareo, sujeto por voto a ciertas abstinencias(2). Sintió una fuerte atracción por el desierto donde vivió vestido con una piel de camellos y alimentándose con miel silvestre(3).

La imaginación del pueblo Judío en aquella época de dominio extranjero se complacía en los antiguos profetas. Pero de todos los personajes del pasado, el más grande era Elías. Este gigante en su áspera soledad en el Carmelo, compartía la vida con las bestias salvajes y habitaba una cueva de donde salía como un rayo para colocar y quitar reyes; era como un ser superhumano, tan pronto visible como invisible que no le tenía miedo a la muerte. Se creía generalmente que Elías vendría para restaurar todas las cosas en Israel(4). La vida austera que había llevado, los recuerdos terribles que había dejado(5), esta lúgubre imagen que aún da miedo, hace temblar y mata, toda esta mitología, llena de venganza y terrores, impresionaba vivamente los espíritus. Cualquiera que aspirara a una gran acción sobre el pueblo había de imitar a Elías, y como la vida solitaria había sido el rasgo esencial de este profeta, se acostumbró a ver al hombre de Dios como un eremita. La retirada al desierto vino a ser así la condición y preludio de los altos destinos.

Sin duda que este pensamiento de imitación no hubo de preocupar mucho a Juan(6). La vida de anacoreta, tan opuesta al espíritu del antiguo pueblo Judío, con la cual los votos de los Nazareos y Recabitas no tenían ninguna relación, había invadido Judea. Los Esenios, Terapeutas estuvieron agrupados cerca del mar Muerto(7). Las sectas flotantes entre el Judaísmo, el Cristianismo, el Bautismo y el Sabismo, que se encontraron en la región más allá del Jordán durante los primeros siglos de nuestra era(8), presentan a la crítica, dada la confusión de las noticias, el problema más singular. Se podría creer que varias de las prácticas externas de Juan, de los Esenios y preceptores espirituales Judíos de la época venían de una influencia reciente Oriental. La práctica fundamental que otorgaba a la secta de Juan su carácter y que le valió su nombre, siempre tuvo su centro en Caldea y constituye una religión que se ha perpetuado hasta hoy.

Se trata del bautismo o la inmersión total. Las abluciones eran familiares para los Judíos, como para todas las religiones en Oriente(9). Los Esenios le otorgaron una extensión particular(10). El bautismo se convirtió en una ceremonia ordinaria de la introducción de prosélitos en el seno de la religión Judía, una especie de iniciación(11). Jamás, no obstante, se le había dado a la inmersión esta importancia ni esta forma. Juan fijó su actividad en la parte del desierto de Judea que linda con el Mar Muerto(12). Cuando administraba el bautismo se trasladaba a la región del Jordán(13), sea a Betania o a Bethabara, en la rivera oriental, probablemente frente a Jericó, sea en un lugar llamado Aenón o “Las fuentes”(14), cerca de Salim, donde había mucha agua(15). Mucha gente, sobretodo de la tribu de Judá, acudían donde él para hacerse bautizar(16). En unos meses se hizo muy famoso en toda Judea.

El pueblo lo tenía por un profeta(17), y muchos se imaginaban que era Elías resucitado(18). La creencia en estas resurrecciones estaba muy extendida(19). Se pensaba que Dios iba a resucitar de sus tumbas algunos de los antiguos profetas para servir de guía a Israel hacia su destino final. Otros tenían a Juan por el Mesías mismo, aunque nunca pronunció semejante pretensión(20). Los sacerdotes y los escribas, opuestos a este renacimiento del profetismo, y siempre enemigos de los entusiastas, le despreciaban. Pero la popularidad del Bautista se imponía, y estos no osaban hablar contra él(21). Era una victoria el que el sentimiento de la muchedumbre superase al de la aristocracia sacerdotal. Los jefes de los sacerdotes se sentían molestos cuando se les pedía se pronunciasen sobre este tema(22).

El bautismo no era para Juan sino un signo para realizar una impresión y preparar los espíritus para cualquier gran movimiento. No hay duda alguna en que fuese poseído al más alto grado por la esperanza mesiánica, ni que su actividad principal fuera en este sentido. “Haced penitencia, decía, porque el Reino de Dios está cerca”(23). Anunciaba una gran cólera y terribles catástrofes(24), y decía que el hacha ya estaba puesta sobre la raíz del árbol que pronto sería echado al fuego. La penitencia, de la que el bautismo era el símbolo para la enmienda de la conducta(25), eran para Juan los medios de preparación para los próximos eventos. No se sabe exactamente para cuando concebía estos eventos. Lo que sí es seguro es que predicaba con mucha fuerza contra los mismos adversarios que Jesús, contra los sacerdotes ricos, los Fariseos, los Doctores, el Judaísmo oficial en una palabra, y que, como Jesús, fue más bien acogido por las clases desheredadas(26). Reducía a nada el título “hijo de Abraham”. No parece que poseyera ni siquiera en germen la gran idea que hizo el triunfo de Jesús, la idea de una religión pura; aunque servía fuertemente esta idea sustituyendo con un rito privado las ceremonias legales, para las cuales hacían falta sacerdotes, más o menos como los Flagelantes de la Edad Media quienes fueron precursores de la Reforma, quitándole el monopolio de los sacramentos y la absolución al clero oficial. El tono general de los sermones era severo y duro. Las expresiones de las que se servía contra sus adversarios parece que eran de las más violentas(27). Parece ser que no permaneció extraño a la política. Josefo lo da a entender de manera encubierta(28), y la catástrofe que puso fin a sus días parece suponerlo. Sus discípulos llevaban una vida muy austera(29), ayunaban frecuentemente. Parece ser que había una comunidad de bienes y la idea que el rico está obligado a compartir lo que tiene(30). El pobre aparece como el primero que ha de beneficiarse del reino de Dios(31).

Aunque la actividad de Juan se desarrolló en Judea, su fama pronto llegó a Galilea. Jesús dejó Galilea y se dirigió con su pequeño grupo cerca de Juan. Quizá impulsado por el deseo de conocer a un maestro cuyas enseñanzas tenían bastante relación con sus propias ideas. Los recién llegados se hicieron bautizar como todo el mundo. Juan acogió muy bien a estos discípulos Galileos, y no le pareció mal que permanecieran distintos a los suyos. Los dos maestros eran jóvenes y tenían muchas ideas en común. Todo esto sorprende en Juan el Bautista, y se presta a la duda. La humildad nunca ha sido un rasgo de las almas fuertes Judías. Parece que un carácter tan rudo, siempre irritado, debía ser bastante colérico y no le gustaría ningún tipo de rivalidad ni adhesiones a medias. Aunque quizá todo ello se deba a una manera equivocada de concebir la personalidad de Juan. Se le representa como anciano, aunque tenía la misma edad que Jesús(32). Muchos estudiosos afirman que para nada, según el orden del espíritu, fue Juan el padre espiritual de Jesús, sino más bien su hermano, que estas buenas relaciones vinieron a ser el punto de partida de todo un sistema desarrollado por los evangelistas, que consiste en ofrecer como primera base de la misión de Jesús el testimonio de Juan. Era tal el grado de autoridad conseguido por el bautista que no se creía poder encontrar en el mundo un mejor garante. Aunque el Bautista no abdicó ante Jesús, más bien Jesús, durante todo el tiempo que estuvieron juntos, le reconoció como superior y no desarrolló su propio genio sino de manera muy tímida.

Da la impresión que, a pesar de su profunda originalidad, Jesús, durante el tiempo que permanecieron juntos, fue imitador de Juan. Aún no tenía claro su camino. El bautismo era tenido en gran consideración por Juan, Jesús también bautizó, al igual que sus discípulos(33). Sin duda acompañaba el bautismo con predicaciones análogas a las de Juan. Pronto igualó el alumno al maestro, y su bautismo fue muy solicitado. Incluso hubieron celos entre los discípulos(34), aunque los dos maestros permanecieron por encima de estas pequeñeces. Jesús empleó los medios externos que le valieron a Juan su gran éxito. Cuando recomenzó a predicar después del arresto de Juan, las primeras palabras que le ponen en su boca no son sino la repetición de una de las frases familiares al bautista(35). Hay algunas otras frases de Juan que encontramos textualmente en su discurso(36). Parece ser que las dos escuelas vivieron durante bastante tiempo en buena armonía(37), y después de la muerte de Juan, Jesús, como compañero de Juan, fue uno de los primeros en ser informado de este suceso(38).

En Judea, Juan no parece haber sido molestado por Pilatos, pero la Perea, más allá del Jordán, era territorio de Antipas. Este tirano se inquietó por el mensaje político, mal disimulado, de la predicación de Juan. Las grandes reuniones de hombres formadas por el entusiasmo religiosos y patriótico alrededor del Bautista tenían algo de sospechoso(39). Un problema personal vino a añadirse a todo esto e hizo inevitable la pérdida del austero censor.

Uno de los caracteres más fuertes de esta trágica familia de los Herodes, era Herodías, nieta de Herodes el Grande. Violenta, ambiciosa, apasionada, detestaba el Judaísmo y despreciaba sus leyes(40). La casaron, a pesar de ella, con su tío Herodes, hijo de Miriam(41), a quien Herodes el Grande había desheredado(42) y nunca tuvo papel público. La posición inferior de su marido, respecto a otras personas de su familia, no la dejaba tranquila, ella quería ser soberana a toda costa(43). Antipas fue el instrumento del que ella se sirvió. Este hombre débil habiéndose perdidamente enamorado de ella, le prometió casarse y repudiar a su primera mujer, hija de Aretas, rey de Petra y emir de las tribus vecinas de la Perea. La princesa árabe al conocer este proyecto huyó. Disimulando, fingió que quería hacer un viaje a las tierras de su padre, y se hizo conducir por los oficiales de Antipas(44). Maqueronte(45) era una fortaleza colosal construida por Alejandro Janeo, posteriormente ocupada por Herodes, en uno de los wadis más abruptos al oriente del mar Muerto(46). La fortaleza estaba situada justo en el límite de los estados de Aretas y Antipas. En este momento estaba en posesión de Haret(47). Éste avisado lo preparó todo para facilitar la huida de su hija, que de tribu en tribu fue reconducida a Petra.

La unión casi incestuosa(48) de Antipas y Herodias se llevó a cabo. Las leyes Judías sobre el casamiento eran a menudo una piedra de escándalo entre la familia, muy poco religiosa, de Herodes y los Judíos ortodoxos(49). Los miembros de esta dinastía numerosa y bastante aislada se veían obligados a casarse entre ellos, dando lugar a frecuentes violaciones de los impedimentos establecidos por la Ley. Juan se hizo eco del sentimiento general acusando enérgicamente a Antipas(50). Esto era más de lo que hacía falta para que éste diera rienda suelta a sus sospechas. Hizo arrestar al bautista y dio orden de encerrarlo en la fortaleza de Maqueronte, de la que probablemente se hiciese dueño después de la partida de la hija de Aretas(51).

Más tímido que cruel, Antipas no deseaba condenarlo a muerte. Parece ser que temía una sublevación popular(52). Según otra versión(53), le gustaba oír al prisionero, y sus encuentros le habían sumido en una gran perplejidad. Lo cierto es que la detención se prolongó y que Juan mantuvo una actividad amplia desde su prisión. Entrevista con sus discípulos y mensajes a Jesús. Su fe en la próxima venida del Mesías no hizo sino afirmarse, seguía con atención los movimientos fuera, y buscaba descubrir las señales favorables al cumplimiento de la esperanzas de las que se nutría.                 
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1.     Luc. 1:5; pasaje del evangelio de los Ebionim, conservado por Epifanio(Adv. Haer., XXX, 13).
2.     Luc. 1:15.
3.     Mat. 3:4; Marc. 1:6; fragmento del evangelio de los Ebionim, en Epifanio, Adv. Haer., XXX, 43.
4.     Mal. 3:23-24; Ecles. 48:10; Mat. 16:14; 17:40; ; Marc. 6:15; 8:28; 9:10; Luc. 9:8, 19; Juan, 1:21, 25.
5.     El feroz Abdallah, pachá de San Juan de Acre, se vio morir de terror al haberle visto en sueños, depie sobre su montaña. En los cuadros de las iglesias Cristianas se le ve rodeado de cabezas cortadas. Los musulmanes le tienen miedo.
6.     Luc. 1:47.
7.     Plinio, Historia Natural, V, 17; Epifanio, Adv. Haer., 19, 1 y 2.
8.     (285)Ver las noticias de Epifanio sobre los Esenios, los Hemero-Bautistas, los Nazareos, Los Nazarenos, Ebionitas, etc. (Adversum Haer., libro I y II, y las del autor de los Filosofumena sobre los Elcasitas(Lib. IX y X).
9.     Marc. 7:4; Josefo, Antiguedades, XVIII, v, 2; Justino, Dial. cum Trypho, 17, 29, 80; Epifanio, Adv. Haer., XVII.
10.   Josefo, Guerras de los Judíos, II, viii, 5, 7, 9, 13.
11.   Mishna, Pesashim, VIII, 8; Talmud de Babilonia, Jebamoth, 46b; Kerithuth, 9 a; Aboda Zara, 57 a; Masseket Gerim, p. 38-40(Edic. Kirchheim, 1851).
12.   Mat. 3:1; Marc. 1:4.
13.   Luc. 3:3.
14.   Aenón es el plural Caldeo “Aenawan”, “Fuentes”.
15.   Juan, 3:23. La situación de esta localidad es dudosa. De todas maneras los Sinópticos son constantes al situar todas las escenas de bautismos de Juan a borde del río Jordán(Mat. 3:6; Marc. 1:5; Luc. 3:3).
16.   Marc. 1:5; Josefo, Antiguedades XVIII, v, 2.
17.   Mat. 14:5; 21:26.
18.   Mat. 11:14; Marc. 6:15; Juan 1:21.
19.   Mat. 14:2; Luc. 9:8.
20.   Luc. 3:45; Juan, 1:20.
21.   Mat. 21:25; Luc. 7:30.
22.   Mat. Loc. Cit.
23.   Mat. 3:2.
24.   Mat. 3:7.
25.   Luc. 3:11-14; Josefo, Antiguedades, XVIII, v, 2.
26.   Mat. 21:32; Luc. 3:12-14.
27.   Mat. 3:7; Luc. 3:7.
28.   Antigüedades, XVIII, v, 2. Hay que señalar que, cuando Josefo expuso las doctrinas secretas y más o menos sediciosas de sus compatriotas, borró todo aquello que tuviese rasgos de creencias mesiánicas, y expansión de estas doctrinas, para no hacer sombra a los Romanos, un barniz de banalidad que hace aparecer a todos los jefes de sectas Judías como profesores de moral o estoicos.
29.   Mat. 9:14.
30.   Luc. 3:11.
31.   Mat. 13; Marc. 1:9; Luc. 21; Juan 1:9. Los Sinópticos hacen que Jesús venga a Juan, antes de realizar ninguna actividad pública. Pero si es verdad como dicen que Juan reconoció a Jesús dándole una gran bienvenida, hay que suponer que Jesús era ya un maestro con cierto renombre. El cuarto Evangelista lleva dos veces Jesús hacia Juan, una primera vez de manera un tanto oscura, la segunda con una grupo de discípulos.
32.   Luc. 1, aunque todos los detalles del relato, sobretodo lo que concierne al parentesco de Juan con Jesús, sean legendarios.
33.   Juan, 3:22-26; 4:1-2. El paréntesis del versículo 2 parece ser una glosa añadida, o quizá un escrúpulo tardío de Juan corrigiéndose él mismo.
34.   Juan, 3:26; 4:1.
35.   Mat., 3:2; 4:17.
36.   Mat., 3:7; 12:34; 23:33.
37.   Mat., 11:2-13.
38.   Mat., 14:42.
39.   Josefo, Antigüedades, XVIII, v, 2.
40.   Josefo, Antiguedades, XVIII, v, 4.
41.   Mat., 14:3(en el texto Griego) y Marc., 6:17 quieren que sea Filipo, lo que es sin duda un error (ver Josefo, Ant. XVIII,v,1 y 4). La mujer de Filipo era Salomé, hija de Herodías.
42.   Josefo, Ant., XVII,IV,2.
43.   Josefo, Ant., XVIII,vu,1,2; Gerras de los Judíos, II,ix,6.
44.   Josefo, Ant., XVIII,v,1.
45.   Esta forma se encuentra en el Talmud de Jerusalem (Shebiit, IX, 2) y en los Targums de Jonatán y de Jerusalem (Números, XXII, 35).
46.   Hoy situada en el wadi Zerka.
47.   Josefo, Ant., XVIII,v,1.
48.   Lev. 18:16.
49.   Josefo, Ant., XV,vii,10.
50.   Mat. 14:4; Marc. 6:18; Luc. 3:19.
51.   Josefo, Ant., XVIII,v,2.
52.   Mat. 14:5.

53.   Marc. 6:20.  

miércoles, 21 de mayo de 2014

JESÚS, PRIMEROS AFORISMOS

PRIMEROS AFORISMOS DE JESÚS
Jesús parece haber pasado una parte de su Juventud en Nazaret(1). Ejercía el oficio de su padre, que era carpintero(2). No era esta una circunstancia humillante o molesta. La costumbre Judía requería que el hombre dedicado a lo intelectual aprendiese también un oficio. Los doctores más célebres tenían su oficio(3), así, Pablo, cuya educación había sido de nivel alto, era fabricante de tiendas(4). Jesús no se casó. Todo su poder de amar lo trasladó a lo que consideraba su vocación celestial. El sentimiento extremadamente delicado que se constata en él hacia las mujeres no le separó en absoluto de la dedicación exclusiva que tuvo para su idea. Las trató como hermanas, al igual que San Francisco de Asís y San Francisco de Sales. Probablemente éstas le amaban más a él que a la obra. Sin duda, Jesús fue muy amado. Sus relaciones íntimas y libres, aunque de un orden completamente moral, con las mujeres de conducta equívoca se explican por la pasión que le unía a la gloria de su Padre, y le inspiraba, por así decirlo, una especie de celo hacia todas las bellas criaturas que podían servir(5). Cuál fue la marcha del pensamiento de Jesús durante este periodo de su vida? Mediante qué meditaciones debutó en la carrera profética? Lo ignoramos, su historia nos ha llegado en estado de relatos esparcidos y sin cronología exacta. Posiblemente su alta noción de la divinidad fue de alguna manera el principio de toda su fuerza. Para bien entender el matiz de la piedad de Jesús, hay que hacer abstracción de lo que se interpone entre el Evangelio y nosotros. Deísmo y panteísmo se han convertido en los dos polos de la teología. Las enclenque discusiones de la escolástica, la sequedad de espíritu de Descartes, la irreligiosidad profunda del siglo XVIII, empequeñeciendo a Dios y limitándole de alguna manera mediante la exclusión de todo lo que no sea él, ahogaron en el seno del racionalismo moderno todo sentimiento fecundo de la divinidad. Si Dios, en efecto, es un ser determinado fuera de nosotros, la persona que cree tener relaciones particulares con Dios es un “visionario”, y como las ciencias físicas y psicológicas nos han enseñado que toda visión sobrenatural es una ilusión, el deísta consecuente se encuentra en la imposibilidad de comprender las grandes creencias del pasado. El panteísmo, por otro lado, al suprimir la personalidad divina, está también alejado del Dios viviente de las religiones antiguas. Los hombres que mejor han comprendido a Dios de la manera más alta, Platón, San Pablo, Sakyamuni, San Francisco de Asís, San Agustín, eran deístas o panteístas? Semejante pregunta no tiene sentido. Las pruebas físicas y metafísicas de la existencia de Dios les habrían dejado indiferentes. Ellos sentían lo divino dentro de ellos mismos. Jesús no tiene visiones; Dios no le habla desde fuera, Dios está en él. Se siente con Dios, y saca de su corazón lo que dice de su Padre. Vivió en el seno de Dios mediante una comunicación constante, no lo veía, pero lo entendía, sin necesidad de truenos ni zarza ardiente como Moisés, ni tempestad reveladora como Job, oráculos como los antiguos sabios Griegos, de genio familiar como Sócrates, de ángel Gabriel como Mahoma. La imaginación y la alucinación de una santa Teresa, por ejemplo, no tienen nada que ver con esto, la intoxicación del Sufí proclamándose idéntico a Dios también es otra cosa distinta. Nunca Jesús enunció la idea sacrílega que él era Dios. Él se creía en relación directa con Dios, se creía Hijo de Dios. La conciencia más alta de Dios que jamás ha existido en el seno de la humanidad es la de Jesús.

Se puede entender también que Jesús, partiendo de semejante disposición anímica, no sea un filósofo especulativo como el Sakyamuni. No hay nada más alejado de la teología Escolástica que el Evangelio(6). Las especulaciones de los Padres Griegos sobre la esencia divina vienen de un espíritu completamente distinto. Dios concebido inmediatamente como Padre, esta es toda la teología de Jesús. Y esto no era para él un principio teórico, una doctrina más o menos demostrada que buscaba inculcar a los demás. No le hizo a sus discípulos razonamiento alguno(7), no les exigió ningún esfuerzo de atención. No les predicó sus opiniones, se predicaba él mismo. Jesús no llegó a esta alta afirmación de él mismo de golpe. Aunque es probable que, desde sus comienzos, se viese con Dios en una relación de un hijo con su Padre. Ahí está su gran originalidad. En esto no es para nada de su raza(8). Ni el Judío, ni el Musulmán han comprendido esta deliciosa teología del amor. El Dios de Jesús no es ese maestro fatal que quita la vida cuando le place, o castiga cuando le viene en gana. El Dios de Jesús es Nuestro Padre. Se le oye escuchando un aliento leve que en nosotros grita, “Padre”(9). El Dios de Jesús no es el déspota parcial que ha elegido a Israel como Su pueblo y lo protege contra todos. Es el Dios de la humanidad. Jesús no será un patriota como los Macabeos, un teócrata como Judas el Galileo. Elevándose por encima de los prejuicios de su nación, establecerá la paternidad universal de Dios. El Galileo mantenía que había que morir antes que otorgar a otro que no fuera Dios el nombre de “Maestro”, Jesús dejó este nombre a quien quisiera tomarlo, y reservó para Dios un título más dulce. Otorgó a los poderosos de la tierra, para él representantes de la fuerza, un respecto lleno de ironía, fundó la consolación suprema, el recurso al Padre que cada uno tiene en el cielo, el verdadero Reino de Dios que cada uno porta en su corazón.

Este nombre de “Reino de Dios” o “Reino de los Cielos”(10) fue el término favorito de Jesús para expresar la revolución que traía a este mundo(11). Como “casi” todos los términos mesiánicos, viene del libro de Daniel. Según el autor de este libro, a los cuatro reinos profanos, destinados a caer, sucederá un quinto reino, que será el de los Santos y durará eternamente(12). Este Reino de Dios en la tierra se prestaba naturalmente a las interpretaciones más diversas. Para la teología Judía, el “Reino de Dios”, es principalmente el Judaísmo mismo, la verdadera religión, el culto monoteísta, la piedad(13). En los últimos momentos de su vida Jesús creyó que este Reino se iba a realizar materialmente mediante un brusco cambio en el mundo. Pero sin duda este no fue su primer pensamiento(14). La admirable moral que sacó de la noción de Dios Padre no es la de los entusiastas que creen que el mundo se va a acabar y se preparan mediante el ascetismo a una catástrofe quimérica, sino la de un mundo que quiere vivir y que ha vivido.  “El Reino de Dios está dentro de vosotros”, decía a aquellos que buscaban señales externas(15).

El Paraíso habría sido establecido en la tierra, sin duda, si las ideas del joven maestro no hubieran superado de mucho el nivel de mediocre bondad más allá del cual no se ha podido hasta hoy elevar la raza humana. La fraternidad de los hombres, hijos de Dios, y las consecuencias morales que resultan fueron deducidas con un sentimiento exquisito. Como todos los Rabinos de la época, Jesús, poco dado a los razonamientos seguidos, encerraba su doctrina en aforismos concisos de manera expresiva, a veces enigmática y rara(16). Algunas de estas máximas venían de los libros del Antiguo Testamento. Otras eran pensamientos de los sabios más modernos, sobretodo de Antígono de Soco, de Jesús hijo de Sirac, y de Hillel, que habían llegado hasta él, no debido al estudio sapiencial, sino como proverbios a menudo repetidos. La sinagoga era rica en máximas que constituían una especie de literatura proverbial corriente(17). Jesús adoptó bastante de esta enseñanza oral, aunque penetrándola con un espíritu superior(18). Todas las virtudes de humildad, perdón, caridad, abnegación, de dureza para con uno mismo, virtudes que se ha dado en llamar Cristianas en cuanto fueron predicadas por Cristo, estaban en germen en esta primera enseñanza. En cuanto a la justicia se contentó con repetir el axioma extendido: “No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti mismo”(19). Aunque esta antigua sabiduría no le era suficiente. Jesús fue aún más lejos:

Al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra”. “Al que te quite el manto, no le niegues la túnica”(20).

Si tu ojo derecho te es ocasión de tropiezo, sácatelo y arrójalo de ti”(21).

Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan”(22).

No Juzgad para que no seáis juzgados”(23).

El que se humilla será ensalzado, y el que se ensalce será humillado”(24).

Jesús no habló contra la Ley de Moisés, aunque parece claro que la veía insuficiente, y lo dejaba entender. Repetía sin cesar que hay que ir más lejos que los antiguos. (25) Estaba en contra de cualquier palabra dura(26), prohibió el divorcio(27) y todo juramento(28), se opuso a la ley del talión(29), y condenó la usura(30) consideró la voluptuosidad tan pecaminosa como el adulterio(31) y predicó un perdón universal de las injurias(32). El motivo por el que promulgaba estas máximas era siempre el mismo: “…. Para que seáis hijos de vuestro Padre Celestial, que hace salir el sol sobre los buenos y los malos…. Si amáis a aquellos que os aman, qué mérito tendréis?..... Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto(33)”.

Un culto puro, una religión sin sacerdotes y sin prácticas externas, reposando sobre los sentimientos del corazón, en la imitación de Dios(34), en la relación inmediata de la conciencia con el Padre Celestial, eran el resultado de estos principios. Para qué los intermediarios entre el hombre y Dios? Si Dios sólo ve el corazón, para qué las purificaciones, prácticas que solamente concernían al cuerpo?(35). La misma Tradición, tan santa para los Judíos, no es nada comparada con el puro sentimiento(36). La hipocresía de “algunos Fariseos” que oraban girando la cabeza a ver si le estaban mirando, que daban limosna con gran pompa, toda esta falsa devoción no le agradaba a Jesús(37).

Jesús no dio señales de ascetismo, contentándose con orar o retirarse al desierto o las montañas a meditar, a lugares solitarios donde siempre los hombres han buscado a Dios(38). Esta alta noción de relación entre el hombre y Dios, que tan pocos, incluso después de él, han sido capaces de realizar, se resumía en una oración que enseñó a sus discípulos(39). Insistía en que Dios sabe mejor que nosotros lo que necesitamos, y que casi es ofensivo hacerle peticiones(40).

Jesús no hacía sino sacar las consecuencias de los grandes principios que el Judaísmo había postulado, pero que las clases oficiales de la nación tendían cada vez más a ignorar. La oración greco-romana fue de siempre un fluir de palabras llenas de egoísmo(41). Sólo en la antigüedad los profetas Judíos, sobretodo Isaías, en su antipatía contra el sacerdocio, entrevieron la verdadera naturaleza del culto que el hombre debe a Dios(42). También en los últimos tiempos, algunos doctores, Simeón el Justo(43), Jesús, hijo de Sirac(44), Hillel(45) tocaron este tema y declararon que el resumen de la Ley es la Justicia. Filón, en el mundo judeo-egipcio, llegaba al mismo tiempo que Jesús a ideas de alta santidad moral, cuya consecuencia era poca preocupación por las prácticas legales(46). Shemaiah y Abtalion, más de una vez, se mostraron casuistas, bastante liberales(47). Sin embargo, Jesús fue el único que dijo las cosas de manera eficaz. Enemigos de las formas que asfixian la religión bajo el pretexto de protegerla. Puso una piedra eterna como fundamento de la verdadera religión. Una idea completamente nueva, la idea de un culto fundado en la pureza del corazón y en la fraternidad humana, hacía su entrada en el mundo, idea tan elevada que en la iglesia Cristiana solamente unos pocos han sido capaces de alcanzar.

El espíritu de los tiempos era el de pequeñas congregaciones. Era el momento de los Esenios, Terapeutas, de Rabinos cada uno con su enseñanza, Shemaiah, Abtalion, Hillel, Judas el Galileo, Gamaliel, cuyas máximas componen el Talmud(48) y aparecen por todas partes. Se escribía muy poco, los doctores Judíos del tiempo no hacía libros. Todo tenía lugar mediante conversaciones y lecciones públicas, mediante las cuales se intentaba dar una enseñanza fácil de retener(49). El día que Jesús comenzó a predicar estas máximas, la mayoría ya bastante extendidas, pero que gracias a él iban a regenerar el mundo, esto no fue un gran suceso. Era un rabino más, y a su alrededor algunos jóvenes  ávidos de escucharle que buscaban lo desconocido, y aunque aún no había Cristianos, el verdadero Cristianismo quedó ahí fundado y nunca alcanzó mayor perfección que la de sus primeros momentos. Pues toda idea para tener éxito ha de realizar sacrificios y no se sale nunca inmaculado de la lucha por la vida.

Concebir el bien no es suficiente. Hay que hacerlo triunfar entre los hombres. Para ello, caminos menos puros son necesarios. En la moral como en el arte, decir no es nada. En la moral como en el arte, decir no es nada, hacer lo es todo. La verdad no toma valor sino cuando pasa al estado de sentimiento, y no alcanza todo su precio sino cuando se realiza en el mundo, en los hechos. Hombres de moral mediocre han escrito grandes y buenas máximas. Hombres muy virtuosos, por otro lado, nada hicieron por continuar en el mundo la tradición de la virtud. La palma es para el que ha sido poderoso en palabras y obras, que ha sentido el bien, y lo ha hecho triunfar al precio de su sangre. Jesús es su igual en lo que se refiere a este doble punto de vista, su gloria permanece y será siempre renovada.                                   
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1.     Juan, 2:11; 4:46. Uno o dos discípulos eran de Canán. Juan, 21:2; Mat. 10:4; Marc. 3:18.
2.     Marc. 6:3; Diálogo con Tryfón 88.
3.     Por ejemplo, Rabí Iohanan el Zapatero, Rabí, Isaac el Herrero.
4.     Hechos 18:3.
5.     Luc, 7:37; Juan 4:7, 8:3.
6.     Los discursos que el Cuarto Evangelio pone en boca de Jesús encierran ya un germen de teología. Pero estos discursos al estar en contradicción con los de los Evangelios Sinópticos, los cuales sin duda representan las “Logia” primitivas, deben contar para los documentos de la historia apostólica, no como elementos de la vida de Jesús.
7.     Ver Mat. 9:9, y los demás relatos análogos.
8.     La bella alma de Filón se encuentra aquí, como en otros muchos puntos, con la de Jesús. “De confusione Linguarum”, 14.; De Migratione Abrahami, I; “De Somniis”, II, 41; “De Agricultura Noé”, 12; De Mutatione Nominum”, 4. Aunque Filón es a penas un Judío de espíritu.
9.     San Pablo, Gal. 4:6.
10.   La palabra “Cielo”, en lenguaje Rabínico de aquel tiempo, es sinónimo del nombre de “Dios”, que se evitaba pronunciar. Mat. 21:25; Luc. 15:18; 20:4.
11.   Esta expresión aparece en cada página de los Evangelios Sinópticos, Hechos de los Apóstoles, San Pablo. Sólo aparece una vez en San Juan (3:3 y 5), dado que los discursos que aparecen en el cuarto Evangelio están muy lejos de representar las verdaderas palabras de Jesús.
12.   Dan. 2:44; 7:43,14,22,27.
13.   Mishna, “Berakoth”, 2:1,3; Talmud de Jerusalem, Berakoth, 2:2; Kiddushin, 1:2; Talmud de Babilonia, Berakoth, 15a; Mekilta, 42b; Sifra, 170b. La expresión aparece a menudo en los Midrashim.
14.   Mat. 6:33; 12:28; 18:12; Marc. 12:34; Luc. 12:31.
15.   Luc. 17:20-21.
16.   Las Logia de Mateo reúnen varios de estos axiomas juntos, para formar grandes discursos. Pero la forma fragmentaria se hace sentir a través las suturas.
17.   Las frases de los doctores Judíos de la época están recogidas en el pequeño libro, “Pirké Aboth”.
18.   Se ha supuesto a veces que, la redacción del Talmud al ser posterior a la de los Evangelios, se hayan podido realizar préstamos por los copiladores Judíos de la moral Cristiana. Aunque esto es inadmisible. Había un muro de separación entre la iglesia y la sinagoga. La literatura Cristiana y la Judía tuvieron hasta el siglo XIII casi ninguna influencia mutua.
19.   Mat. 7:12; Luc. 6:31; Este axioma ya aparece en el libro de Tobías, 4:6. Hillel también lo usaba(Talm. De Babilonioa, “Shabbath, 31 a”), y afirmaba que este era el resumen de la Ley.
20.   Mat. 5:39; Luc. 6:29. Comparar Jeremías, Lamentaciones, 3:30.
21.   Mat. 5:29-30; 18:9; Marc. 9:46.
22.   Mat. 5:44; Luc. 6:27. Comparar con Talmud de Babilonia, “Shabbath, 88b; Joma, 23 a”.
23.   Mat. 7:1; Luc. 6:37. Comparar Talmud de Babilonia, Kethuboth, 105 b.
24.   Mat. 223:12; Luc. 14:11; 18:14. Las frases que presenta San Jerónimo según el “Evangelio según los Hebreos” (Comentario a Epístola a los Efesios, 5:4; Ezeq. 18; Dial. adv. Pelag., 3:2) participan del mismo espíritu.
25.   Mat. 5:20.
26.   Mat. 5:22.
27.   Mat. 5:31. Comparar con el Talmud de Babilonia, Sanhedrin, 22 a.
28.   Mat. 5:33.
29.   Mat. 5:38.
30.   Mat. 5:42. La Ley también lo prohibía (Deut. 15:7-8), aunque menos formalmente, y el uso lo autorizaba (Luc. 7:41).
31.   Mat. 27:28. Comparar Talmud, Masseket Kalla, 34b.
32.   Mat. 5:23.
33.   Mat. 5:45. Comparar Levít. 11:44; 19:2.
34.   Comparar Filón, “De Migratione Abrahami”, 23 y 24; “De Vita Contemplativa”, entera.
35.   Mat. 15:11; Marc. 7:6.
36.   Marc. 7:6.
37.   Mat. 6:4. Comparar Eclesiástico 17:18; 19:15; Talm. De Babilonia, Shagiga, 5 a; Baba Bathra, 9b.
38.   Mat. 14:23; Luc. 4:42; V:16; 6:12.
39.   Mat. 6:9; Luc. 11:2.
40.   Luc. 11:5.
41.   Mat. 5:23-24.
42.   Isa. 1:11; Oseas, 6:6; Mal. 1:40.
43.   Pirké Aboth, 1:2.
44.   Eclesiastés, 35:1.
45.   Talmud de Jerusalem, Pesakim, 6:1; Talmud de Babilonia, 66 a; Shabbath, 34 a.
46.   De Abrahamo, 22; Quis rerum divin. Haeres, 13; De profugis, 7 y 8; Quod omnis probus liber, entero; De vita contemplativa, entero.
47.   Talmud de Babilonia, Pesashim, 67 b.
48.   Pirke Aboth, cap. 1.
49.   El Talmud, resumen de este vasto movimiento de escuelas, comenzó a ser puesto por escrito a finales del siglo II de nuestra era.