SOBRE EL SILENCIO
Hay un silencio que procede del desacuerdo con el mundo, y otro silencio que es el mundo mismo. Tomados en su significado más hondo, ambos constituyen una forma de audición, un fijar el oído a la consciencia para discernir qué nos escinde de cuanto nos rodea, qué no separa de lo que somos. Este frágil sentido de la unidad, paradójicamente, es el que conforma al individuo, in-divduus, "indivisible", temeroso ante el hecho de convertirse en cómplice de su propia disolución: el silencio, la no presencia del lenguaje, deja la identidad en vilo. Estar callado, y que las cosas callen, facilita escuchar lo que entendemos por origen, principio, momento anterior al primer giro de la Tierra que nos implicó en el devenir.
Podría pensarse que el silentium es la lógica de la nada, su correspondiente, pero resulta, bien al contrario, un atento "escuchar" en todas direcciones, advertir, lo más desnudamente posible, la voz en la que se ha vaciado cuanto existe. No puede concebirse como una oposición de la palabra ni como una pausa o interrupción del habla, ni tan siquiera como el reverso del ruido ni tomarse como un concepto sinónimo de estaticidad. Es, ante otra cosa, un estado mental, un mirador que permite captar toda la amplitud de nuestro límite y, sin embargo, no padecerlo como línea última. Estar sosegado en lo limitado es tarea del silencio. No viene a transformar ni a desplazar la realidad, sino a sembrar vacíos en ella, aberturas, espacios en los que cifrar lo que por definición es intangible y que, pese a todo, nos alberga. La máxima confuciana de poseer "la identificación silenciosa de las cosas" es esencial y exacta para comprender qué son el silencio y su escucha.
El silencio que está en su núcleo es aquel que se asta a sí mismo para conseguir que nada tenga una finalidad o explicación. Es lenguaje a punto de intervenir, una espera del nombrar. Está a salvo de lo identificable. Buscar su utilidad es desnaturalizarlo. De él se pide que actúe como un contrapeso del ruido generado por el deseo, el apego y su residuo: la historia. Es razonable, pues, que el silencio sin objeto, el que no agrega ni es definible, haya perdido prestigio y presencia en la modernidad. No es productivo, no es cuantificable, tampoco añade. Una máquina detenida expresa la imposibilidad de su idea, su sinrazón. No ha lugar. Así el silencio, el que "se basta a sí mismo" y que no tiene por qué interpretarse como un equivalente de inmovilidad, sólo está contenido en lo que no depara expectativas, de ahí que con frecuencia se le conceptúe como un estado, un acto --una actitud--, inconveniente, infructuoso.
De las batallas pintadas por el renacentista Paolo Uccelo, como llamada violenta a las puertas de la época moderna, se desprende un estrépito análogo al que se alza, creciente, en las crispadas urbes de los expresionistas, en las que apenas hay una esquina del siglo XX que no despida agitación. El pulso de la realidad percibido en ellas nada tiene en común con el impulso de la existencia. Son la metáfora atronadora, la garganta de una sociedad que se siente segura en el fragor y que no cesa de autoproclamarse y de proferir un afán sin cálculo.
Esta necesidad de vivir ensordecido es uno de los síntomas reveladores del miedo. Kierkegaard afirmaba que, de profesar la medicina, remediaría los males del mundo creando el silencio para el hombre. No es extraño que buscara un fármaco de esta índole, atenazado como estaba ante el umbral de un tiempo inigualado en la producción de ruido físico, pero también mental, un clamor al asalto de la apacibilidad acústica y del no anhelo.
Pero la huida de lo que resulta tumultuosa, de lo que resulta tumultuoso, de lo que aturde, la a veces exasperada evasión hacia un silencio que permita recomponernos, creer, sin más, que es posible alcanzar un beatífico e inocente paisaje en el que permanecer y no ser juzgados, en el que no sea necesario dar cuenta de nada ni a nadie, puede conducir a tierras inhóspitas, engañosamente tranquilas: esta clase de éxodos explican con frecuencia la proyección de un oscuro sentido de la individualidad, una individualidad que ya no quiere --ni puede-- oír todo aquello que no procede del exterior. Perpetrar la fuga, dejar atrás la ciudad, donde Huxley creyó que nace el espacio donde el sistema mejor funda el desasosiego para enajenarnos con una metódica privación del silencio, no asegura el acercamiento a esa naturaleza concebida como imagen de la sabiduría, orden natural y escena en la que mueren el tiempo y las pasiones, natura purificadora, "creante y no creada", referida por Escoto Eriúgena al inicio de De divisione naturae.
El verdadero silencio no está necesariamente en la lejanía ni en la neblina de una vaguada ni en una cámara anecoica, sino, con probabilidad, en la intuición de un más allá del lenguaje, en esa "zona zaguera de la inteligencia" de la que habló Plotino, y en los dominios donde el ego pierde su cimiento. Es entonces cuando el silencio, ordena, crea y disuelve.
LA EXPERIENCIA RELIGIOSA
miércoles, 10 de enero de 2024
EL SILENCIO
viernes, 8 de diciembre de 2023
EL CONFLICTO DE DIOS CON EL MAR Y EL DRAGÓN EN LOS SALMOS
EL CONFLICTO DE DIOS CON EL MAR Y EL DRAGÓN EN LOS SALMOS
viernes, 17 de noviembre de 2023
EL CONFLICTO DE DIOS CON EL MAR Y EL DRAGÓN
EL CONFLICTO DE DIOS CON EL MAR Y EL DRAGÓN
Algunas veces se ha asumido sin mayores discusiones que el conflicto de Baal con Yam estuvo asociado con la creación. Pero nada, en el texto que tenemos, (CTA 2 = KTU 1.2) se dice acerca de esto. Se ha, no obstante, propuesto que un relato de la creación se conservó originalmente en la laguna al final del texto. Pero como Kapelrud ha señalado recientemente, el número de líneas dejadas para semejante relato es más bien pequeño (unas siete); además de que no hay pistas en el mito de que hubiera un relato de la creación. Según L.R. Fisher, el texto sobre Baal-Yam se refiere a la creación, no en el sentido de sus últimos orígenes, que él asocia con El, sino más bien en el sentido de ordenar el mundo, que según él era mucho más importante para los Cananeos. Aunque esto último era de gran importancia para los Cananeos, parece un mal uso del lenguaje referirse a ello como creación. En cualquier caso, este punto de vista no resuelve el problema dado que el Antiguo Testamento asocia el conflicto con el Caos con los últimos orígenes.
martes, 31 de octubre de 2023
EL CULTO A BAAL EN EL ANTIGUO ISRAEL
EL CULTO A BAAL EN EL ANTIGUO ISRAEL
Cuando leemos el Antiguo Testamento queda claro que era el culto a Baal la mayor y duradera amenaza al desarrollo del culto exclusivo a Yahvé en el antiguo Israel. El hecho que los Israelitas vivieran entre los Cananeos, para quienes el culto a Baal era tan importante, y que Palestina fuese una tierra muy dependiente de la lluvia para su fertilidad, la cual estaba bajo el ámbito de influencia de Baal, da fe de la tentadora naturaleza de este culto así como de la fuerte polémica contra éste en el Antiguo Testamento.
En tiempos de la entrada en la tierra prometida ya aparece la tentación de participar en el culto a Baal-Peor en el Monte Peor en la tierra de Moab (Núm. 25:1-9; Deut. 4:3; Sal. 106:28; Os. 9:10). Consiguientemente, durante el periodo de los jueces, Israel adoró a los Baales (Jue. 2:11,13; 3:7; 10:6; 1 Sam. 7:4; 12:10). El texto relata que Gideón derrumbó un altar de Baal y destrozó una Ashera (Jue. 6:25-32). Durante los reinos divididos Ahab se casó con Jezebel, hija de Itobaal (Ethbaal), rey de los Sidonios, y adoró a Baal. Erigió un altar a Baal en la casa de Baal que construyó en Samaria, e hizo una Asherah (1 Rey. 16:31-33). La promulgación del culto a Baal por parte de Ahab ofrece el fondo de la famosa confrontación entre Elías y los profetas de Baal en el Monte Carmelo en 1 Rey. 18. Al contrario de Elías, Ahab no veía su promulgación del culto a Baal incompatible con el culto a Yahvé; de hecho, los hijos de Ahab, Ahazias y Jehoram tenían nombres Yahvistas. Se dice que Ahazias adoraba a Baal (1 Rey. 22:53) –es más, consultó a Baal-zebub, el dios de Ekrón, cuando estuvo enfermo (2 Rey. 1:2-16), un nombre (literalmente, “Señor de las moscas”) que parece ser es una distorsión de Baal-zebul (Baal Príncipe, cf. Ugarítico “zbl b´l” y en el Nuevo Testamento Beelzebul). Del otro hijo de Ahab, Jehoram, se dice “destruyó la estela de Baal que había erigido su padre”(2 Rey. 3:2), aunque es visto por el Deuteronomista como un mal rey(2 Rey. 3:2-3). Está claro, no obstante, que el culto a Baal continuó, pues Jehú posteriormente masacró cruelmente a los sacerdotes de Baal, profetas y devotos en el templo de Baal e igualmente destruyó el templo y la estela dentro de este(2 Rey. 10:18-27). Esta acción fue posteriormente condenada por el profeta Oseas(Os. 1:4). Además del Reino del Norte(2 Rey. 17:16), Manasés también adoró a Baal(2 Rey. 21:3), pero Josías, en su gran reforma, puso fin a este culto(2 Rey. 23:4-5). Entre los profetas canónicos parece que fueron Oseas y Jeremías los más preocupados por el culto a Baal (ej. Os. 2:19; 13:1; Jer. 2:8, 23:13). Es sorprendente que los demás profetas canónicos no mencionen el nombre de Baal, incluso cuando condenan el sincretismo, por ejemplo, Ezequiel. Quizá algunos profetas se negaban a mencionar el nombre de deidades detestadas (el único explícitamente mencionado por Ezequiel es Tamuz, Ezeq. 8:14).
En el periodo pos-exílico no se oye hablar de Baal, aparte de una referencia en Zac. 12:11 al culto Arameo de Hadad-Rimmón en la llanura de Meggido. También, hay que recordar que Antíoco IV Epífanes re-dedicó el templo en Jerusalem en el 168 a.C. a Zeus Olimpios, forma Helenista del dios Baal-Shemen. “La abominación de desolación”(“siqqus shomen o siqqus mesomem”) en Dan. 9:27, 11:31 y 12:11 es un juego de palabras sobre el nombre Baal-Shamen.
En el periodo temprano del Antiguo Testamento se mencionan un número de Israelitas cuyos nombres personales incluyen el elemento teofórico “ba´al”. Entre ellos están Jerubaal, un nombre alternativo del juez Gedeón (Jue. 6:32, 7:1 etc.)(1). Aunque el Antiguo Testamento interpreta el nombre como “que sea Baal quien contienda contra él” (Jue. 6:32), se está de acuerdo en que este no es el significado original, dado que sería extraordinariamente raro que alguien llevase un nombre que tuviese un significado en contra de sí mismo. Sugerencias más probables indican hacia un significado como “Que Baal muestre su grandeza” o “Que Baal otorgue prosperidad”(2). Otros nombres con “ba`al” incluyen al hijo de Saúl Esbaal(1 Cro. 8:33, 9:39; distorsionado en Ishboset en 2 Sam. 2:10, etc.), y el hijo de Saúl Jonathán, Meribal o Meribaal (1 Cro. 8:34, 9:40, distorsionado en Mefiboset en 2 Sam. 4:4, 9:6, 19:25, etc.; hay otro Mefiboset en 2 Sam. 21:8). Además, David tuvo un hijo llamado Beeliada, o sea, Baaliada (1 Cro. 14:6; llamado Eliada en 2 Sam. 5:16; 1 Cro. 3:8). Otros nombres de Baal se encuentran fuera del Antiguo Testamento, por ejemplo, en el siglo noveno en una ostraca de Samaria, donde cinco individuos tienen Baal como nombres, en contraste con nueve que tienen nombres Yahvistas(3). En lo que concierne a los nombres arriba mencionados, no hay certeza si simplemente aluden al dios Cananeo Baal, o se refieren a Yahvé como ser igualado con Baal, o son simplemente el epíteto “Señor” para Yahvé sin identificación alguna con Baal el dios. Sea como sea, tenemos evidencia cierta que Yahvé podía ser referido como Baal en los nombres personales Bealía, uno de los guerreros de David, y Yeobaal, y “Yahvé es Baal”. Que Yahvé podía ser igualado con Baal está claramente indicado en Oseas 2.
En el v.18 Oseas dice, “Y en aquel día, oráculo de Yahvé, ella me llamará “Marido mío”.; ya no me llamará “Baal mío”. El siguiente versículo continúa, “Retiraré de su boca los nombres de los Baales, que nunca más volverá a invocar”. Los Baales son mencionados en este mismo capítulo en el v.15, haciendo clara referencia al dios de la fertilidad, Baal, a quien el pueblo consideraba responsable del grano, vino, aceite etc. en v.10, y también los amantes v.7. Según todo esto es difícil dudar que Oseas estaba solamente protestando debido al epíteto “Señor” (ba`al) aplicado a Yahvé, más bien estaba rechazando la tendencia del pueblo a identificar Yahvé con Baal hasta tal extremo que la identidad esencial y singularidad del primero estaba siendo comprometida.
Más evidencia en apoyo del punto de vista que había algunos que igualaban a Yahvé con Baal deriva del hecho que esta hipótesis tiene poder explicativo a la hora de dar cuenta del surgimiento de la imaginería del Hijo del Hombre en Daniel 7(4).
YAHWEH and the GODS AND GODDESSES OF CANAAN
PÁG. 70
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- J.A. Emerton, “Gideon and Jerubbaal”, JTS NS 27(1976), pp. 289-312.
- Así lo entiende Noth, “Die israelitischen Personennamen”, pp. 206-207, y Albright, “Archaeology and the Religion of Israel”, pp. 109,205 n. 57, respectivamente. Ver también, J.J. Stamm, “Beiträge zur hebräischen und altorientalischen Namenskunde” (Ed. E. Jenni y M.A. Klopfenstein; OBO, 30; Freiburg/Göttingen: Universitäts-verlag/Vandenhoeck & Ruprecht, 1980), pp. 145-46.
- Los cinco nombres Baal y literatura en la ostraca de Samaria son citados por Mark S. Smith, “The Early History of God”, p. 65 n.3.
- Emerton, “The Origin of the Son of Man Imagery”, pp. 225-42; J. Day, “God´s Conflict with the Dragon and the Sea”, pp. 151-77.
domingo, 29 de octubre de 2023
VARIAS MANIFESTACIONES DE BAAL EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
VARIAS MANIFESTACIONES DE BAAL
Curiosamente, mientras que en el Antiguo Testamento el nombre Baal aparece 58 veces en singular (siempre con el artículo), también aparece 19 veces en plural, "los Baales" (habbe `alim). Esta última forma se encuentra en Jueces 2:11, 13, 3:7, 8:33, 10:6, 10; 1 Samuel 7:4, 12:10; 1 Reyes 18:18; Jeremías 2:23, 9:13; Oseas 2:15, 19, 11:2; Crónicas 17:3, 24:7, 28:2, 33:3 y 34: 4. Antes del descubrimiento de los textos Ugaríticos, por ejemplo en la obra del gran estudioso del siglo XIX, W. Robertson Smith, se suponía que "los Baales" hacía referencia a diferentes deidades Cananeas, cada Baal tenía su identidad local por separado. Los textos Ugaríticos revelaron que Baal, "el Señor", era el epíteto (aunque vino a ser un nombre personal) de una gran deidad cósmica. Hadad, de manera que los Baales locales eran simple manifestaciones locales de esta deidad particular, análoga a las manifestaciones locales de la Virgen María en la Iglesia Católica Romana.
- B. Rosen, "Early Israelite Cultic Centres en the Hill Country, VT 38 (1988), pp. 114-17
- Cross, Canaanite Myth and Hebrew Epic, pp. 39, 49.
- M. Dietrich y W. Mayer, "Hurritische Weihrauch-Beshwörungen in ugaritischer Alphabetschrift", UF 26 (1944), pp. 73-112 (92).
- J. Gray, "Baal-Berit", IDB, I, p. 331.
- R.E. Clements, "Baal-Berit of Shechem", JSS 13 (1968), pp. 21-32.
- Clements, "Baal-Berit of Shechem", pp. 31-32
lunes, 23 de octubre de 2023
LOS ESENIOS Y LOS ROLLOS DEL MAR MUERTO V
domingo, 22 de octubre de 2023
LOS ESENIOS Y LOS ROLLOS DEL MAR MUERTO IV
LA CARTA HALÁQUICA, 4QMMT