sábado, 7 de marzo de 2015

LA CAÍDA

EL ORIGEN ETNOLÓGICO DEL RELATO DE LA CAÍDA
El sitio del Edén ha sido asignado algunas veces a Arabia, donde, según la mayoría hoy día, estuvo el hogar común de los pueblos Semitas. Glaser dice, basándose en la geografía y otros campos, que el relato de la situación del Paraíso dado en Gén. 2:10-14 tenía como intención localizarlo en este país(1). Aunque la identidad del río Pisón y la situación de Javilá son harto inciertas y la mayoría de académicos no están de acuerdo con esto.

La referencia en Gén. 3:22 a la pluralidad de seres Elohim es una reliquia de la antigua religión de la Naturaleza común a Israel, antes e inmediatamente después de su entrada en Canaán, y las razas Semitas emparentadas. Estas reminiscencias son frecuentes en los registros del Yahvista, y, si como se mantiene, este documento surgió de Judá, podría ser pertinente a la hora de inquirir tener en mente que el Reino del Sur no tuvo la misma influencia Cananita que el del Norte; que se vio afectado por las relaciones con los Árabes y otras tribus nómadas, y mantuvo más tenazmente las tradiciones pre-Mosaicas.

La concepción del Paraíso mismo, y de su siembra a cargo de Yahvé, ha sido entendida por Robertson Smith como perteneciente al mismo círculo de ideas que las formas más antiguas de la concepción Semítica de la “tierra-de-Baal”, un lugar especial, u oasis, que parecía haber sido plantado y regado por el mismo dios local, el dador de su fertilidad. La idea de un “jardín” plantado por la divinidad sería un desarrollo, ligado al crecimiento de la sociedad agrícola, de la idea más antigua de la casa especial de los dioses en la tierra(2). Semejante concepción del jardín sería imposible en las tribus nómadas, y parece derivar, como el culto-a-Baal con el que está asociado, de los Semitas agrícolas del Norte.

No hay que confundir el jardín del Edén con el “hima”(3) de Arabia central, que está basado en la idea de “tabú” en lugar de la de propiedad, aunque, como en el Jardín, hay un desarrollo de la idea de habitáculo divino. El jardín del Edén es una residencia divina en lugar de un santuario; es la concepción de un estado de la sociedad agrícola, no nómada, aunque con toda probabilidad es no obstante sólo un desarrollo, realizado en un tiempo posterior, de la transplantada concepción de la residencia fértil de los seres divinos de los Semitas originales.

El tentador de la historia del Paraíso puede bien ser una concepción nativa, un residuo del animismo primitivo Hebreo sobre el que está basada la demonología Judía, y quizá también del totemismo del que hay rasgos en el Antiguo Testamento. “El carácter demoniaco de la serpiente en el jardín del Edén es indudable; la serpiente no es un mero disfraz temporal de Satán, de lo contrario su castigo no tendría sentido. La práctica del encantamiento de serpientes, citada repetidamente en el Antiguo Testamento, también está conectada con el carácter demoniaco de la criatura”(4). El “jinn” de los Árabes y otros semitas, a menudo relacionados muy de cerca con la serpiente, parece representar una concepción similar a la que subyace en lo mágico Semítico temprano. El “jinn” de algunos árboles se dice toma la forma de una serpiente(5), y el hecho que la serpiente, en la historia de Adán y Eva, sea vista más como sabia que como mala, y esté de cerca conectada con el árbol del conocimiento, también señala hacia la demonología –o animismo- Semita más primitiva/o, y quizá hasta mágico, como la fuente de la figura que, en la narrativa Yahvista, lleva a la caída a los primeros padres. Lo más probable en el estado actual de conocimiento es que este elemento en la historia de la Caída tenga su explicación genética como residuo de este extremadamente primitivo pensamiento Semita(6).

El árbol del conocimiento del bien y del mal es el elemento del relato del Paraíso al cual ha sido más difícil encontrar un paralelo. Robertson Smith mantuvo el punto de vista que era una concepción común a los Semitas del Norte, aunque no deja información acerca de su derivación y significado. Ha sido comparado con los árboles-oráculo mencionados en el Libro de los Jueces y en otras partes en el Antiguo Testamento, y sin duda era un elemento en la superstición Semita temprana(7). Pero al contrario de esos árboles, el nuestro comunica su virtud solamente cuando es comido.

Se podría concluir que hay al menos algunos rasgos de concepciones Semitas extremadamente antiguas que se remontan a tiempos prehistóricos en los detalles del relato de la Caída(8), aunque no hay evidencia que estuviera completamente en posesión de los Hebreos antes de su entrada en Canán. No hay señales de que la narrativa, en su forma existente y con su trascendencia didáctica actual, fuese un producto nativo del Israel nómada; aunque algunos de sus elementos parecen derivar de un pueblo sedentario dedicado a la agricultura(9).

Sin duda alguna después de su establecimiento al oeste del Jordán, y el cambio de vida consiguiente, los Israelitas derivaron la mayor parte de su civilización, artes y cultura de los Cananeos con los que tuvieron relaciones cercanas. También es sabido que después del asentamiento, la religión Hebrea absorbió elementos de las religiones de estos pueblos. Es muy probable que los Israelitas absorbieran las tradiciones Cananeas y las usaran para reconstruir la “historia de los orígenes” que se encuentra en Génesis. Aunque hay razón para creer que las leyendas y el folclore accesible a los Hebreos contenían diferentes elementos mezclados. La cultura y religión Fenicia ya habían sido influenciadas durante siglos de cercana conexión con Egipto, e intercambios con los Asirios, mucho antes de la inmigración a Canán(10). La mitología Babilonia estuvo al alcance unos siglos antes que comenzase la actividad literaria de Israel, y es muy probable que esta influencia Babilonia en la narrativa de la fuente Yahvista fuese una influencia perteneciente a este periodo(11).

Los Fenicios y Cananeos fueron un medio mediante el cual otras influencias además de las Egipcias y Babilonias pueden haber llegado hasta los Hebreos en los siglos inmediatamente precedentes a la puesta por escrito de sus primeras historias. Tanto Fenicia como Babilonia tuvieron relaciones con Persia; los intercambios culturales y mitológicos entre Fenicia y Grecia se remontan, quizá, a la época pre-Homérica(12). Es, sin embargo, una remota posibilidad que en tan temprana fecha los Hebreos recibieran influencias de esas fuentes.                                
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1.     Skizze der Geschichte u. Geographie Arabiens”, II S. 317-357. Sprenger, y también Hommel “Die Alt-Israel. Ueberlieferung”, S 314ff., mantienen un punto de vista similar. En otro trabajo, “Funf Neue Arab Landschaftsnamen im A. Testament”, Prof. Kömg rechaza el punto de vista de Hommel. 
2.     Religion of the Semites”, 1889, pp. 98, 106. Gunkel, “Genesis” in loc, mantiene el punto de vista similar que el relato Yahvista del Paraíso es la descripción de un oasis en el desierto.
3.     La palabra “hima” deriva de la raíz que significa “proteger”, y denota un lugar de terreno cerrado del cual estaba normalmente prohibido talar árboles, cazar, o derramar sangre. Este lugar sagrado estaban asociadas frecuentemente con los sepulcros de héroes por los Árabes, e igualmente asignado a los dioses. Normalmente eran extensiones bien regadas y fértiles, y eran originalmente vistas como residencia de seres divinos o “jinn”. Los animales y la vegetación de estos lugares eran considerados como llenos de vida divina. Eran los más antiguos santuarios. Ver Robertson Smith, “Religion of the Semites”, lec. IV., Goldziher, “Mahummedanische Studien”, I S 235 ff, Wellhausen, “Reste Arab. Heidentums”, S. 101 ff.; Holzinger, “Genesis”, in loc, sugiere que el “hima” es la idea raíz del Paraíso. Esto es imposible, aunque el “hima” y el Paraíso son probablemente desarrollos divergentes de la “tierra-de-Baal” u “oasis”. Según Kremer, “Die Sud-Arab Sagen”, P. 19, los antiguos Árabes parecen haber tenido tradiciones de habitantes originales Gigantes, gobernados por Seddâd, que construyó el Paraíso Terrenal. Aunque ésta era una ciudad encantada, y por consiguiente la tradición tiene un origen tardío.
4.     Roberston Smith, op. cit., 1889, pp. 423-4; 1894, p. 442.
5.     Op. cit. 1889, p. 113, y referencias. Esta misma obra puede ser consultada para más información acerca de los jinn. Ver también Noldeke, “Zentschr. Fur Volker-Psychologie”, 1860, S 412ff., para información interesante sobre la serpiente-jinn de la temprana Arabia.
6.     Para una interesante sugestión corroborativa ver los comentarios sobre la maldición de la serpiente en Hasting, “Dict. Of the Bible”, “Art. Demon”(I, p.590n), y la cita de Doughth, “Arabia Deserta”. Hay conjeturas sobre que la Serpiente del Génesis III es una adición al relato original, debido a la confusión de los nombres Hebreos para serpiente y Eva.
7.     Lenormant, “Les Origines de l´Histoire”, 1880, I. P. 86f., afirma que los Árabes anteriores al Islam y los antiguos Fenicios poseían árboles similares. Ver también Baudisin, op. cit., II S. 227.
8.     Hay una considerable cantidad de evidencia, de varios tipos, que apuntan a la conclusión que, aunque las implicaciones didácticas del relato fueron resultado de la Habraización de materiales tomados prestado, su base consiste principalmente de tradiciones que, de ninguna manera son la creación de la civilizada Babilonia, tenían originalmente un muy diferente significado, que solo pudo surgir en un estado extremadamente primitivo de la sociedad.
9.     En cualquier caso la alusión a la agricultura como tarea del hombre a ser realizada con esfuerzo y laboriosidad es una prueba que este elemento en el relato, si no es la esencia del relato como un todo, fue recibido por los Hebreos de los que le enseñaron la agricultura en Canán, o quizá fue inventado por ellos mismos después de la ocupación del territorio.
10.   Ver Benzinger, “Hebraische Archaologie”, Sec. 66-7. Las tablillas de Tel-el-Amarna (c. 1400 a.C.), contienen cartas de los gobernadores en Fenicia, Siria y Palestina al rey de Egipto, en las que el lenguaje diplomático usado en esos países era Babilonio. Algunas de las tablillas contienen leyendas míticas que muestran que también la literatura, así como el lenguaje, de Babilonia era conocido al menos en Egipto. King, “The Babylonian Religion”, p. 118ff., ver también “Der Alte Orient”, s. 37ff.
11.   Ver Gunkel, “Schofung und Chaos”, 1895, P. 146-155. Zimmern, “Bible und Bayl Urgeschichte, in Der Alte Orient”, p. 71-88, 107-8.

12.   Preller, “Griechische Mythologie”, 1872, I.S.8.