martes, 25 de julio de 2017

JAKOB BÖHME

No basta con subscribirse a unas determinadas creencias; lo importante es vivir en espíritu y verdad. Ni regeneran al hombre los palacios y casas costosas, sino el sol espiritual divino que actúe a través de la Palabra de Dios. Hay que abandonar todos nuestros deseos personales, disfrutes, ciencia y voluntad para restaurar la armonía. Pues nuestra almas albergan muchos maliciosos animales que ahí hemos puesto en lugar de Dios a los que adoramos como dioses. Esos animales son los elementos de los que está compuesto nuestro personal e ilusorio yo. Cada uno representa un estado individual de la voluntad, deseo, o conciencia. Si alguien permite que uno de esos “animales” crezca y se expanda en él de manera que sus cualidades tiñan todo su ser, se convertirá en ese ser  en cuya posesión está, viniendo a ser inconsciente de su verdadera naturaleza a la Luz del Espíritu. Hay que superar todos los mundanos pensamientos y deseos, antes de encontrar el Reino de los Cielos en uno mismo. Nadie es salvado por Dios como gratitud de Éste por haber asistido y tenido la paciencia de oír un sermón en la Iglesia; sólo cuando oímos a Dios hablar a nuestro corazón es que las ceremonias externas nos benefician.

Todas nuestras especulaciones y disputas respecto a los divinos misterios no tienen valor; se originan en fuentes externas. Los misterios de Dios sólo pueden por Él ser conocidos, y para conocerlos hemos primero de encontrar a Dios como nuestro centro,

El hombre se ha rodeado de un mundo de voluntad e imaginación propio. Se ha separado de Dios, y sólo podrá recuperar su anterior estado si conduce la actividad de su alma en armonía con el espíritu divino. Ha de sentir el fuego divino del amor ardiendo en su corazón. Este fuego es el espíritu del Mesías que aplasta la cabeza de la serpiente, los deseos de la carne.

La Iglesia se ha convertido en un bazar donde se exhiben vanidades, se danza alrededor del Becerro de oro, los ídolos que hemos construido y llamamos Dios. Así, una creencia histórica es una mera opinión basada en una explicación adoptada de la letra de la palabra escrita aprendida en la escuela, oída por el oído externo, que produce dogmáticos, sofistas y comentaristas esclavos de la letra. Pero la Fe es el resultado de la percepción directa de la verdad, oída y comprendida por el sentido interno y enseñada por el Espíritu Santo. Se podrá predicar y enseñar tanto como se quiera, no servirá de nada mientras exista el mal en el corazón.

El principio donde se origina el hombre divino es la Luz del Logos, y lo que le une de vuelta a este no son las teorías u opiniones acerca de la naturaleza de esta Luz, sino el Poder de esta misma Luz. Este poder es la verdadera Fe. El verdadero Cristiano no se une a ninguna secta particular, puede participar en el servicio ceremonial de cada secta, sin pertenecer a ninguna.

El Reino de los Cielos no está basado en opiniones y creencias  autorizadas, sino que tiene su raíz en su propio poder divino. Nuestro principal objetivo ha de ser tener el poder divino dentro de nosotros. Si poseemos esto, toda búsqueda científica será un mero juego de las facultades intelectuales. La verdadera ciencia es la revelación de la sabiduría de Dios dentro de nuestra mente.



viernes, 21 de julio de 2017

LOS ORÍGENES DE ISRAEL
La historia de Israel y Judá se despliega en el contexto geográfico del Levante, lo que hoy es Israel/Palestina, Jordania, Líbano, y Siria. A lo largo de sus historia esta región fue codiciada por los imperios que la rodeaban y a menudo estuvo por estos controlada, primero por los Egipcios en el segundo milenio, después por los Asirios, los Babilonios, los Persas, los Griegos, y los Romanos en el primer milenio. Geográficamente y políticamente la historia del Levante está intrínsecamente relacionada con la del “Fértil Creciente”, una expresión que se refiere al territorio fértil con amplias lluvias que va desde Mesopotamia (Irak-Irán actuales) a Egipto, incluyendo las zonas alrededor del Tigris y el Eufrates.

Es interesante señalar que desde los primeros comienzos la narrativa bíblica informa de los viajes del patriarca Abraham a lo largo del Fértil Creciente. Su familia vivía originalmente en Ur y se estableció posteriormente en Harran, Siria; desde ahí Abraham viaja a lo largo de la tierra de Canán, parando en lugares estratégicos como Siquem y Betel, descendiendo posteriormente al Negev al sur, y de ahí a Egipto (Gén. 11-12). Históricamente los territorios que Abraham visita son lugares donde durante el periodo Persa (siglos quinto y cuarto) había asentamientos de exiliados o emigrados Judíos. Este ejemplo muestra que sería erróneo leer los textos del Pentateuco como registros históricos; estos fueron escritos mucho más tarde que la época que pretenden describir.

Los libros de historia del antiguo Israel dirigidos a una audiencia académica o a la gente educada en general casi siempre siguen la cronología bíblica. Sabemos que las historias de los Patriarcas, el Éxodo de Egipto, y la conquista de la Tierra Prometida, y también los relatos de la era de los Jueces, no reflejan periodos sucesivos y fechables. Son más bien leyendas o mitos de origen que fueron arreglados en cierto orden cronológico después de los hechos. Hay que comenzar con los hechos para poder reconstruir la historia de Israel y Judá, todos los hechos a nuestra disposición, lo que significa comenzar con los descubrimientos de la arqueología. La arqueología del Levante ha realizado grandes progresos en los últimos tiempos.

Situando las cosas en un contexto arqueológico, los comienzos de la historia de Israel en el siglo trece se sitúa en el tiempo de transición de la Edad de Bronce a la Edad de Hierro(1). A mediados del segundo milenio el Levante estaba controlado por Egipto. Estaba organizado políticamente en ciudades-estado cuyo reyes eran vasallos del Faraón. También había algunos grupos con integración mínima, notablemente los ´apiru, que vivían en los márgenes del sistema político, en conflicto con uno u otro de los reyes o jefes Cananeos menores y sirviendo como trabajadores forzados para los Egipcios. Los textos Egipcios también mencionan a los “shashu” nómadas, y algunas veces usan el término Yhw(e) para caracterizarlos. Los estudiosos han a menudo tratado de conectar este término –probablemente un topónimo- con el nombre Yahvé (Yahua?), que vendría a ser el nombre del dios de Israel.

El final del siglo XIII estuvo marcado por levantamientos durante los cuales las ciudades estado colapsaron. Nuevas poblaciones, “los pueblos del mar” llegaron desde el Mar Egeo o desde Anatolia, los Filisteos, como bien los llama la Biblia, se establecieron en la costa sur de Canán en ciudades como Gaza, Ashdod, Askelón, y Ekrón. Su cultura material era marcadamente diferente de la de los habitantes del país, aunque se asimilaron rápidamente(2). Aunque la mayoría de las ciudades de la Edad de Bronce Tardía sufrieron la despoblación, la zona montañosa de Efraín y Judá experimentaron un notable aumento en su población. Este es el contexto dentro del cual encontramos los primeros vestigios de la génesis de “Israel” mencionada aproximadamente en el 1210 en la estela que narra la victoria del Faraón Mernaptah. Este “Israel” debe haber sido un grupo bastante poderoso, dado que el rey Egipcio lo considera digno de ser mencionado entre los pueblos que ha afirma haber conquistado. Sus orígenes no están, como afirma el libro de Josué, en la conquista militar de un territorio por una población invasora; más bien “Israel” fue el resultado de un proceso lento que tuvo lugar gradualmente dentro del marco de los levantamientos globales de la tardía Edad de Bronce – o sea, tuvo sus orígenes en las poblaciones autóctonas. Israel es in primer lugar una especie de clan o confederación tribal, que unía a grupos que probablemente pensaban que ya pertenecían al mismo grupo étnico. Esto es sugerido, por ejemplo, por la ausencia virtual de la cría del cerdo para consumo, y por una cultura material distinta. Sin embargo, la idea que Israel antes de la monarquía estaba compuesto de doce tribus es una invención de los autores de los periodos Persa y Helenista, cuando esta idea vino a jugar un papel importante en los intentos de afirmar la unidad religiosa de Judea, Samaria, y Galilea.

A comienzos del primer milenio en todo el Levante se fue implantando gradualmente una economía de intercambio que remplazó a la economía de subsistencia que existía previamente. Esta transformación estuvo acompañada de un desarrollo paralelo en las formas do organización política, que tendían en la dirección de la monarquía. Se puede observar este fenómeno no sólo al occidente del Jordán sino también en el este en la creación de los reinos de Moab y Ammón.

La narrativa bíblica en los libros de Samuel centra el relato de los orígenes de la monarquía alrededor de tres figuras ejemplares: Saúl, David y Salomón. Es este un material mayormente legendario, aunque la narrativa contiene algunos trazos de eventos históricos. Saúl, presentado como el primer rey de Israel, pudo resistir la dominación Filistea y crear en el territorio de Benjamín y las montañas de Efraim una especie de estructura de estado del que él era el jefe. David, representado en conflicto con Saúl, parece haber sido vasallo de los Filisteos, que quizás le apoyaran en su conflicto con Saúl. De todas formas, los Filisteos toleraron la creación de un reino bajo David localizado en Judá, primero en Hebrón después en Jerusalem, en competición con el de Saúl. Según las narrativas de los libros de Samuel y Reyes, retomadas en parte en Crónicas, David y su hijo Salomón, se dice, reinaron sobre un “reino unido” que comprendía un gran territorio que iba desde “Egipto hasta el Éufrates”. Esta afirmación es el resultado de una elección ideológica realizada por los editores de la Biblia, los cuales querían mostrar que Israel (el norte) y Judá (el sur) habían estado unidos en el principio en un solo reino. Las obras de grandes edificios en Meggido, Hazor, y otros lugares que habían sido atribuidas al rey Salomón, probablemente datan de un periodo un siglo después de su muerte y serían obra del rey Omri.

Es en el norte donde encontramos el desarrollo de algo parecido a un “estado”, que bajo Omri hizo de la ciudad de Samaria su capital. En el sur, en contraste, la entidad política era mucho más modesta; la población estimada del sur era un 10 por ciento de la del norte. Jerusalem en este periodo era una pequeña aglomeración que el Faraón Sheshonq ni se quiera se digna a mencionar en la lista de sus hazañas militares después de su campaña ca. 930 en la región. Durante más de dos siglos Judá vivió a la sombra de Israel, y probablemente fue su vasallo.

La historiografía de la Biblia particularmente en los libros de Samuel y Reyes, fue editada bajo la perspectiva del sur y presenta al norte y sus reyes negativamente, acusándoles de adorar a dioses otros que el dios de Israel y estableciendo santuarios que competían con Jerusalem.

En el siglo noveno bajo los Omridas(3), Israel vino a ser una poderosa presencia entre los reinos del Levante, como demuestran los numerosos proyectos de construcciones emprendidas por estos reyes, especialmente la construcción de la ciudad de Samaria. El poder de los Omridas se extendía hasta Transjordania y ocasionó conflictos con el reino de Moab, como atestigua la estela de Mesha, donde se informa de una lucha entre Israel y Moab desde la perspectiva del rey de Moab. Omri y sus sucesores siguieron una política de acercamiento con Fenicia. Es por esto que los editores de los libros de Reyes los acusan adorar a un dios llamado “Baal”. Los editores del texto bíblico mantienen que esta trasgresión fue la causa del final de la dinastía de Omrida. Según una estela con una inscripción en Arameo encontrada en Tel Dan en las fuentes del Jordán, Hazael, el rey de Damasco, que fue quien ordenó inscribir la estela, dice haber triunfado sobre una coalición de Israel y Judá y de haber derrotado a Israel y la “Casa de David”.

Los libros de Reyes presentan el fin de la dinastía Omrida como resultado de un golpe de estado realizado por uno de sus generales, Jehú, a quien los editores atribuyen una motivación religiosa: es presentado como ferviente devoto del dios de Israel y opuesto al culto de Baal. Históricamente hablando, Jehú fue un rey débil y las derrotas que sufrió a manos de los Arameos son atribuidas por los editores a su predecesor, el Omrida Joram. Jehú vino a ser, de hecho, vasallo de los Asirios, quienes, comenzando en la segunda mitad del siglo noveno, comenzaron a tratar de controlar el Levante. En el 853 una coalición entre Israel y los Arameos de Damasco tuvo éxito en rechazar al rey Asirio Salmanasar III en la batalla de Qarqar, aunque las siguientes décadas y todo el siglo octavo están definitivamente marcados por la hegemonía de Asiria, la cual dejó numerosas trazos en el texto de la Biblia. Un obelisco del rey Asirio Salmanasar III muestra a un rey postrado ante Salmanasar III donde está escrito “el tributo de Jehú, hijo de Omri”(4).

El reino de Israel tuvo otro periodo de prosperidad bajo el reinado de Jeroboam II (cerca del 787-747), que aceptó la hegemonía Asiria y actuó como vasallo leal. El bienestar vino a ser incluso más grande gracias al aumento en la producción de aceite de oliva, aunque este tipo de protocapitalismo también trajo consigo una pauperización de aquellos que estaban menos bien. Los profetas tales como Oseas y Amos denunciaron este giro de los eventos. Además, Oseas polemizó contra los becerros de Samaria y Betel, lo que sugiere que el dios titular de Israel era adorado allí adorado en forma bovina. Es posible que algunas tradiciones de las que informa la Biblia, como la historia de Jacob y la historia del Éxodo, fuesen puestas por escrito en el santuario de Betel durante el reinado de Jeroboam II.

Después del reinado de Jeroboam, el declive del reino de Israel comenzó. Cerca del 734 una coalición de reinos del Levante liderada por Damasco e Israel trataron de forzar al rey de Judá, Ajaz, para que se uniese a la revuelta contra los Asirios. Hay huellas de esto en varios textos bíblicos. Ajaz, siguiendo el consejo del profeta Isaías, buscó la protección del rey Asirio Tglth-Pileser III, haciéndose vasallo de este. Tiglath-Pileser III derrotó fácilmente a los Arameos y a los Israelitas y sometió a ambos reinos. En el 727 el último rey de Israel, Oseas, buscó la alianza con Egipto, provocando una expedición militar de Salmansar V contra Israel y la caída de Samaria en 722. El reino de Israel fue dividido en cuatro provincias Asirias, y más del 20 por ciento de la población total fue deportada, estableciendo a otros pueblos en el lugar del anterior reino. Esta población “mezclada” es el antepasado distante de los Samaritanos. Sabemos casi nada acerca de la situación en esta región hasta la era Persa, excepto que el culto del dios de Israel continuó existiendo(5).

Para el reino de Judá, que continuó existiendo como vasallo de los Asirios, la caída de Samaria significaba un aumento de su estatus y especialmente en el desarrollo de Jerusalem, que hasta esos tiempos había sido más bien un modesto asentamiento. Su espaci urbano aumentó significativamente hacia finales del siglo octavo y vino a ser una capital genuina. Este crecimiento fue al menos en parte debido al influjo de refugiados del anterior reino de Israel. Fue también durante ese perido que las tradiciones del norte (Jacob, Éxodo, Oseas, las narrativas acerca de los profetas Elías y Eliseo y otros) llegaron a Judá, donde fueron revisadas desde una perspectiva Judea. El surgimiento de Jerusalem comenzó bajo el rey Ezequías, a quien la Biblia atribuye un número de obras públicas atestiguados por la arqueología, como son el famoso túnel en Siloh, que contiene la primera inscripción monumental Judía conocida. Se puede asumir que los comienzos de la actividad literaria sistemática también se puede datar en este periodo(6). La política de Ezequías hacia Asiria era tan imprudente que el rey Asirio, Sanaquerib, emprendió una expedición militar contra el reino de Judá, tomó Laquis, su segunda ciudad, y redujo su territorio en gran escala. En el 701, sin embargo, los Asirios interrumpieron el asedio de Jerusalem y se retiraron, por razones que no están claras. Este evento dio lugar a la idea de la inviolabilidad de Sión, la montaña sobre la que el Templo de Jerusalem está localizado. Los habitantes de Jerusalem vieron en esto la prueba de que su dios protegería la ciudad contra sus enemigos.

Bajo Manasés, un leal vasallo de los Asirios, Judá prosperó de nuevo y recuperó partes de su territorio perdido. Aunque el reinado de Manasés duró más de cincuenta años (ca. 698-642), los editores de los libros de Reyes le dedican sólo unas cuantas líneas, en la cuales deploran particularmente su impiedad. Sin embargo, parece haber gobernado sabiamente permitiendo que Judá disfrutase de su último periodo de vida estable.

Cuando el Rey Josías(640-609) accedió al trono, según la narrativa bíblica a los ocho años de edad, el imperio Asirio había ya comenzado a debilitarse debido al nuevo resurgir de Babilonia. Durante la segunda mitad del reinado de Josías, el rey y sus consejeros tomaron ventaja de este vacío de poder para llevar a cabo una política de centralización de acuerdo con el nuevo estatus de Jerusalem. El Templo de Jerusalem fue proclamado como único y legítimo Santuario del dios de Israel. La historicidad de la narrativa de 2 Reyes 22-23 no puede ser confirmada, aunque afirma que Josías eliminó todos los objetos religiosos Asirios del Templo de Jerusalem y también destruyó los símbolos de Ashera, una diosa asociada con el dios titular de Judá, y se anexó una parte del anterior reino de Israel.

Los libros de Reyes afirman que las innovaciones de Josías en las esferas religiosa y política fueron realizadas debido al hallazgo de un libro en el Templo. Esta historia es probablemente una metáfora literaria; sin embargo, es bastante probable que el Deuteronomio fuese compuesto en su forma original en orden a legitimizar la política de centralización y monolatría, el culto exclusivo del dios de Judá/Israel. La idea de centralización prepara el camino para establecer uno de las principales pilares de lo que posteriormente vino a ser el Judaísmo: la centralidad de Jerusalem y su Templo. Es en el reinado de Josías donde hemos de buscar los orígenes literarios de algunos otros textos, como sería la narrativa y conquista de Canán que forma parte de la primera parte del libro de Josuá; probablemente con la intención de legitimizar las políticas expansionistas de Josías. Los escribas de Josías también escribieron una historia de los dos reinos para mostrar que Josías era una especie de nuevo David. Sin duda, también compusieron una “biografía” escrita de Moisés y establecieron otras tradiciones escritas.

El origen de una gran parte de la literatura, que posteriormente vendría a ser la Biblia, está, en el periodo Asirio. El significado de muchos de estos escritos está restringido a un medio de “intelectuales” –al Palacio y al Templo. En la Judea rural en el santuario de Hebrón, seguramente se relataban historias acerca de los episodios de la vida del patriarca Abraham, en un contexto religioso que difería significativamente del que dominaba en el palacio de Jerusalem. La historia de Abraham, después de todo, no es un vehículo apropiado para una ideología segregacionista, porque insiste en el hecho que el patriarca era también familia de Lot, el antepasado de los Moabitads y Amonitas, y era el padre de Ismael, el antepasado de los pueblos semi-nómbadas del desierto del sureste de Judá.

Josías murió en el 609 cuando preparaba una confrontación con Egipto, y este es el comienzo del declive del reino de Judá. Cayó ante los Babilonios, que desde el 605 en adelante comenzaron a adueñarse del Oriente Medio. Numerosas revueltas a cargo de los reyes de Judá fueron la causa de la primera caída de Judá en el 597: el rey Joaquim evitó la destrucción de la ciudad al abrir las puertas de esta. Él y su corte fueron deportados a Babilonia juntos con sus principales ayudantes y artesanos. Un documento Babilonio menciona las raciones provistas para el rey Joaquim, prisionero del rey de Babilonia. El Rey Nabucodonosor II puso a Zedequías como sucesor de Joaquim, pero este también se unió a una coalición anti-babilonia. El libro de Jeremías contiene narrativas y oráculos que reflejan la situación caótica en Jerusalem en los años que precedieron inmediatamente su segunda caída.

En el 587 a.C. los Babilonios tomaron Jerusalem, destruyeron la ciudad y el Templo, y decidieron iniciar una segunda ronda de deportaciones. Instalaron a Gedalia como gobernador en Mispa en el territorio de Benjamín. La arqueología muestra trazos de una severa destrucción esta vez en territorio de Judá y una significativa reducción de su población. En contraste, el territorio de Benjamín parece haber sufrido muco menos en este periodo. En el 582 Gedalias fue asesinado por un grupo que se inclinaba a restablecer la independencia, y según el libro de Jeremías este evento dio lugar a una tercera ola de deportaciones y la huida de algunos de los habitantes de Judá a Egipto cerca del 582. Así, a finales del siglo sexto hay tres centros con una importante presencia Judía: Benjamín y Judá, Babilonio, y Egipto (especialmente el delta y Elefantina). En contraste a los Asirios, los Babilonios permitieron a los exiliados vivir juntos en colonias y formar grupos reconocibles.

Estos varios grupos de exiliados compuestos de miembros de la elite de Judea jugarían un importante papel en la producción de cierto número de escritos en rollos, que vendrían a ser a su vez los antepasados de lo que vendría a ser el Pentateuco y los libros proféticos. La destrucción de Jerusalem por los Babilonios en el 587 provocó una crisis ideológica en estos intelectuales. Los pilares sobre los que se mantenía la identidad de cualquiera de los pueblos del Medio Oriente –el rey, el templo, el dios nacional, y la misma tierra- habían sido destruidos. Por lo tanto era necesario encontrar nuevos fundamentos para la identidad de una población privada de sus instituciones tradicionales. Es en este contexto que hay que ver las varias respuestas a esta crisis que están contenidas en la “historia Deuteronómica”, los libros de la Biblia comenzando con Deuteronomio hasta 2 Reyes. La intención de esta historia era demostrar que la destrucción de Jerusalem y la deportación de parte de su población no eran debidas a la debilidad del dios de Israel comparado con los dioses de Babilonia. Al contrario, era el dios de Israel mismo quien estaba haciendo uso de los Babilonios para castigar a su pueblo y sus reyes por no haber mantenido los términos de la “alianza” con ellos, términos formulados explícitamente en el Deuteronomio mismo. Algún autor o autores del entorno de un grupo de sacerdotes compusieron eventualmente una “historia de los orígenes” (a menudo llamada “documento sacerdotal”), que se encuentra especialmente en los libros del Génesis, Éxodo, y Levítico e insiste que todas los rituales nacionales característicos e instituciones fueron reveladas antes de la entrada en Canán y antes de la monarquía, de manera que la monarquía no era realmente indispensable. Para los autores sacerdotales, todos los rituales que vendrían a definir el Judaísmo en los periodos Persa y Heleno (circuncisión, Pascua, rituales y leyes alimenticias)fueron dados por Moisés en el desierto antes que se estableciese cualquier tipo de organización política. Estos dos complejos literarios, el Deuteronómico y las narrativas Sacerdotales, prepararon en cierto sentido el camino para el monoteísmo, dado que ambos afirmaban –cada uno a su manera- la unidad del dios de Israel.

En el 539 el rey Persa Ciro tomó la ciudad de Babilonia, poniendo fin al Imperio Babilónico. Su política religiosa fue liberal en cuanto permitió la reconstrucción de templos destruidos y permitió a las poblaciones deportadas regresar a sus respectivos países. Ciro es celebrado como el “Mesías” enviado por el dios de Israel en textos añadidos al Rollo de los Oráculos del profeta Isaías, a menudo llamados “Deutero-Isaías”(7). El Templo de Jerusalem fue reconstruido a finales del siglo sexto o comienzos del quinto, estando bajo la influencia de los Golah, los Judíos exiliados en Babilonia que retornaron a Judea, una organización de la vida política y religiosa centrada en el Templo y casi teocrática fue establecida. Muchos de los exiliados Judíos prefirieron permanecer en Babilonia; varios documentos encontrados allí indican que esos Judíos pertenecían al estrato más confortable de esta ciudad y se integraron completamente en esta ciudad. Hasta la llegada del Islam, Babilonia permanecería como centro intelectual del Judaísmo, como está indicado por el Talmud Babilonio. De la misma manera la fuerte presencia Judía en Egipto no disminuyó. Así el Judaísmo desde su nacimiento era una religión de la diáspora, y continuaría desarrollándose como tal durante le periodo Heleno en la cuenca del Mediterráneo.

Entre el 400 y 350 se hizo una compilación de diferentes escritos en un proto-Pentateuco, que vino a ser el documento fundador del naciente Judaísmo, aunque también para los Samaritanos, cuyo santuario central estaba localizado desde el siglo quinto en el Monte Gerizim. La narrativa bíblica que refleja la consolidación de esos diversos documentos puede encontrarse en los libros de Esdras y Nehemías, los cuales presentan de manera artificial y exagerada la hostilidad entre Judíos y Samaritanos e insiste en la actitud positiva y benevolente de los Persas hacia la promulgación de la Ley en Jerusalem.

En el 332 Palestina fue conquistada por Alejandro, quien puso fin al Imperio Persa. Después de su muerte, estalló la guerra entre sus sucesores, y Palestina cayó primero bajo control Ptolomeo(o Lágidas) que gobernaron Egipto, después bajo el de los Seléucidas que gobernaron Siria. Este cambio al comienzo afectó poco a los Judíos. Durante el siglo tercero, Judea experimentó un crecimiento económico que que benefició a los aristócratas en Jerusalem y a las clases altas urbanas. Este fue también el periodo de frecuentes contactos entre Griegos y Judíos, y los Judíos que vivían en Egipto adoptaron el idioma Griego como propio.

Cerca del 270, o algo más tarde, el Pentateuco fue traducido al Griego, y durante este siglo se produjo una abundante literatura. Algunos de estos textos, como el Cantar de los Cantares, Eclesiastés, Esther, etc., entraron más tarde en el canon, aunque otros como el libro de Enoch no fueron admitidos.                                                   
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1.      La Edad de Hierro termina para los arqueólogos de Levante con la era Persa.
2.      Los textos Bíblicos los llaman “incircuncisos” porque, en contraste con los pueblos del Levante, no practicaban la circuncisión.
3.      Reyes Omri, Ahab, y Joram.
4.      Jehú no era hijo de Omri, pero para los Asirios Omri era el fundador del reino incluso después del fin de la dinastía. También es posible que los Asirios no estuviesen muy interesados en la política interna de Israel y los temas de genealogía.
5.      2 Reyes 17 admite esto.
6.      La segunda parte de Proverbios (25:1) afirma haber sido compilada durante el reinado del Rey Ezequías.

7.      Textos que constituyen los capítulos 40 al 50 del actual libro de Isaías.

lunes, 10 de julio de 2017

MOISÉS, UN PRÍNCIPE NUBIO?
Las inscripciones y documentos que datan de los reinados de Merenptah (1213-1203) y Seti II(1200-1194) dan testimonio del nombre de un príncipe Mss, (o ), medio-hermano de Seti II y virrey de la provincia de Kush. Cuando murió Merenptah, éste tomó aparentemente el poder y reinó algunos años como faraón bajo el nombre de Amenmes, antes de ser expulsado del trono. Existe posiblemente un testimonio de Amenmes en el santuario de Timna, en el sur del Negev, lo que algunos toman como el testimonio de una huida del usurpador a Canaan. Pero los datos son poco seguros. A parte del nombre el único lazo eventual de Messouy con el Moisés bíblico reside en el hecho que éste habría esposado, según el libro de los Números (cap. 12), a una mujer Kusita. Pero este matrimonio es criticado por los cercanos a Moisés puesto que se trata de una mujer extranjera. Los lazos entre el príncipe Nubio y Moisés se mantuvieron desde entonces.

MOISÉS, DIPLOMÁTICO BAJO RAMSÉS?
Bajo Ramsés II, y quizá bajo Ramsés III, un Semita, originario de Bashan en Transjordania, ocupa la importante función de maître real. Su nombre semita es Ben-Ozén (, tiene dos nombres Egipcios: Mery-Ono  (Ra-msés-em-per-Re
(Ramsés en la casa de Re>); en este último nombre aparece el elemento moisés. Encargado por el Faraón de tareas diplomáticas, el nombre de este funcionario aparece en un fresco, en Timna, bajo la imagen de Ramsés III y Hathor: inspecciona las minas de turquesa. Intervino aparentemente como mediador en un conflicto que oponía a los explotados Shasu a los inspectores Egipcios. Esta intervención a favor de los trabajadores maltratados evoca la historia bíblica de Moisés, sin embargo no se menciona nunca una huida, o de una sublevación de estos Shasu bajo su mando. Los paralelos con la tradición bíblica están igualmente limitados.

MOISÉS Y AKHENATON
El rey Akhenaton (Amenophis IV, 1344-1328) es, a menudo, considerado como el fundador del monoteísmo. Y, dado que los textos bíblicos hacen de Moisés el fundador de la religión del Dios único, un acercamiento entre los dos personajes es tentador. Se ha imaginado a Moisés como discípulo de este Faraón o como el mismo Akhenatón. Estos intentos pertenecen más bien a la “ciencia ficción”, no están ni respaldados por los documentos Egipcios, ni por los textos Bíblicos.

Los orígenes y móviles de la revolución monoteísta de Amenophis IV sólo son parcialmente conocidos. Los motivos políticos jugaron, sin duda, un papel importante: el clero de Amón estaba ávido de poder, lo que habría dado al nuevo Faraón la idea de hacer desaparecer el culto de Amon. Por lo tanto, los cambios religiosos que introdujo superaban ampliamente el conflicto con un clérigo en particular. El año sexto de su reinado, abandona la capital de Tebas y se instala en Akhetaton (Tell el-Amarna) que vino a ser una ciudad santa dedicada a la única veneración de Aton, el disco solar. El rey cambia su nombre real por el de Akhenaton y pone en marcha una gran empresa iconoclasta que tiene como meta antes que nada borrar toda huella de Amon y también de los otros dioses. El himno de Aton muestra una especie de monoteísmo cósmico que prefigura el deísmo de algunos representantes del siglo de la luces: Aton-la-luz es el dios único que crea de sí mismo millares e formas (los rayos del sol), permaneciendo en su unidad. La nueva religión estaba fuertemente marcada por la ideología real; Akhenatón es el hijo de Aton, el único que conoce al dios. Otros textos y representaciones dan incluso la impresión que la pareja real formaba con Aton una trinidad divina, a imagen de la que existía en los panteones tradicionales. Además, el supuesto iconoclasma de Akhenaton parece estar más bien limitado.

El monoteísmo bíblico se expresa de manera muy diferente. En la Biblia Hebrea, la universalidad de Dios no puede decirse sin la particularidad de su relación con Israel. No existe ninguna relación de causa y efecto ni entre Akhenaton y Moisés, ni entre los dos monoteísmos del que son protagonistas. El de Akhenaton no ha sobrevivido a la duración de su vida, al contrario del monoteísmo bíblico. No existe ningún lazo directo entre el Faraón iconoclasta y Moisés, el acercamiento de estos dos personajes es el resultado antes que nada de la egiptomania de los tiempos modernos. La asociación de las dos figuras tiene no obstante una prehistoria que se remonta al sacerdote e historiador Maneto que vivió durante el siglo III antes de nuestra era. Este relata la historia de un sacerdote de nombre Osarsep. Este último vino a ser en época de Amenofis jefe de una comunidad de leprosos obligados al trabajo. Osarsep le dio a esta comunidad leyes contrarias a las de todas las comunidades de Egipto, prohibiendo sobretodo la adoración de los dioses y autorizando el consumo de animales sagrados. Es posible  que este Osarsep sea una caricatura de Akhenaton, aunque esta teoría no crea en absoluto unanimidad. Maneto dice que este jefe de los impuros “cambió de nombre y tomo el de Moisés”. Con esta observación, prepara el camino a una idea que tiene, entre sus adeptos más conocidos, a Sigmund Freud.

MOISÉS CON LOS MADIANITAS (ÉXODO 2:11 – 2:25)
El Relato bíblico sobre la juventud de Moisés no existe. La historia de Moisés continúa, después de su nacimiento y adopción por la hija del Faraón, con la simple observación que Moisés “había crecido”. Aparentemente los autores quieren pasar sin demora de Egipto hacia el país de los Madianitas, donde Moisés sera destinatario de la primera teofanía.

Éxod. 2:11-12

11. Un día, cuando Moisés ya era mayor, fue donde sus hermanos y vio sus duros trabajos. Vio también cómo un egipcio golpeaba a un hebreo, a uno de sus hermanos.

12. Miró a uno y a otro lado y, no viendo a nadie, mató al egipcio y lo enterró en la arena.

13. Cuando salió al día siguiente, estaban riñendo dos hebreos. Dijo entonces al culpable: “Por qué pegas a tu compañero”?

14. Él respondió: “Quién te ha nombrado jefe y juez sobre nosotros? Piensas matarme como mataste al egipcio? Moisés tuvo miedo, pues pensó: “Seguramente la cosa se sabe”.

15. Cuando el faraón se enteró de lo sucedido, buscó a Moisés para matarlo. Moisés huyó del faraón y se dirigió al país de Madián. Una vez allÍ, se sentó junto a un pozo.

16. El sacerdote de Madián tenía siete hijas, que fueron a sacar agua y llenar los abrevaderos para dar de beber al ganado de su padre.

17. Pero vinieron unos pastores y las echaron. Entonces, Moisés se levantó, las defendió y abrevó su ganado.

18. Ellas volvieron a casa de su padre Reuel, que les preguntó: “Por qué habéis vuelto hoy tan pronto?”.

19. Respondieron: “Un egipcio nos ha librado de las manos de los pastores; además nos ha sacado agua y ha abrevado el ganado”.

20. Preguntó entonces a sus hijas: “Dónde está? Cómo habéis dejado solo a ese hombre? Invitadlo a comer”.

21. Moisés aceptó morar con aquel hombre que le dio a su hija Seforá.

22. Ella dio a luz un hijo a Moisés lo llamó Guersón, pues pensó: “Forastero soy en tierra extraña”.

23. Durante este largo período murió el rey de Egipto. Como los Israelitas gemían y se quejaban de su servidumbre, el clamor de su servidumbre subió a Dios.

24. Dios escuchó sus gemidos y se acordó de su alianza pactada con Abraham, Isaac y Jacob.

25. Dios se fijó en los israelitas y reconoció su condición.

Moisés interviene, primero, a favor de un Hebreo en Egipto y debe huir al país de Madian(2:11-15a), después socorre a las hijas Madianitas y vive en Madian (2:15b-23a). Estas dos partes están enlazadas por indicaciones temporales que las encuadran: “En aquel tiempo”(2:11) y “Durante aquel largo periodo”(2:23). Otro tipo de corte temporal los marca la figura del Faraón: en el v. 15, éste busca matar a Moisés que debe abandonar Egipto; a comienzos del v. 23, sabemos que el rey de Egipto está muerto, lo que introduce un nuevo episodio. Hay que señalar también que Moisés es identificado como “hebreo” en la primera parte y como Egipcio por las hijas madianitas en la segunda parte. Un nuevo episodio, que va desde el v. 2:23a al v. 25, poco compatible con el que le precede, menciona por vez primera una reacción de Dios. Hasta ahí, sólo se ha mencionado a Dios en la nota sobre el temor de Dios de las matronas.

DIACRONÍA
En el plano de la diacronía se observa fácilmente que esta última parte no tiene enlace original con lo que precede. Se constata una tensión entre la observación del comienzo del v. 23, la muerte del Faraón, y la continuación que relata los gemidos de los Israelitas. Estos gemidos no son provocados por la muerte del Faraón, sino por la opresión que sufren los hijos de Israel. Existe un cierto consenso sobre la atribución de 2:23-ab-25 al escrito sacerdotal P, que se entiende como la continuación de 1:13-14. Se puede reconstruir como sigue:

1:1-5. Estos son los nombres (lista).

1:7.   Los Israelitas eran fecundos y se propagaban; se multiplicaban y hacían muy fuertes, y llenaban el país.

1:13.  Los Egipcios esclavizaron brutalmente a los israelitas.

1:14.  Amargándoles la vida con dura servidumbre, con los trabajos del barro, de los ladrillos, del campo y con toda clase de servidumbre. Los esclavizaron brutalmente.

2:23.  Los Israelitas gemían y se quejaban de su servidumbre, el clamor de su servidumbre subió a Dios desde su servidumbre.

2:24.  Dios escuchó sus lamentos y recordó la promesa que había hecho a Abraham, Isaac y Jacob.

2:25.  Dios se fijó en los Israelitas y se dio a conocer.

6:2.   Dios dijo a Moisés: Yo soy Yahvé.

El hecho que en el relato sacerdotal, Moisés no sea introducido expresamente demuestra que el autor de este relato presupone en sus destinatarios un conocimiento del personaje. Está menos interesado en los orígenes de Moisés que en su papel durante las plagas, la travesía del mar y sobretodo de la construcción del santuario móvil.

En Éxod. 2:15, se constata igualmente una anomalía: “Moisés huyó del Faraón; se estableció (wayyesheb) en el país de Madián y se sentó (wayyesheb) cerca del pozo”. La repetición de dos formas verbales idénticas es extraña; la primera; la primera forma sugiere que Moisés ya se había establecido en Madián(1), mientras que la sentada cerca de un pozo prepara el relato de su instalación y su matrimonio con una mujer madianita. Es pues posible que la escena en el pozo es un motivo folclórico corriente que pertenece a un género literario específico(2), que pone en escena el encuentro entre un hombre y una mujer, que termina a menudo en matrimonio y, además, valoriza la acción de Moisés y contiene elementos de cuentos de hadas(7 muchachas), posteriormente añadido. La versión más antigua de la historia habría narrado la instalación de Moisés en Madián de manera más breve: llegada a Madián, instalación en casa de un sacerdote, matrimonio con una mujer madianita. Este relato antiguo continúa, después de constatar la muerte del Faraón en 2:23, directamente en 4:19 mediante una breve teofanía que exige a Moisés su regreso a Egipto.

La tradición de un vínculo entre Moisés y los Madianitas es sin duda más antigua que la primera puesta por escrito de la historia de Moisés.

MOISÉS EN MADIÁN
La salida de Moisés de Egipto y su recibimiento por semi-nómadas fuera de Egipto posee ciertos paralelos con el relato de Sinué(3). También comienza con la muerte de un faraón que provoca por razones oscuras la huida de este alto funcionario haciéndole pasar la frontera fortificada en dirección de la península del Sinaí. Se escondió de los guardas y llegó a la región de los lagos Amargos:

“Me asfixiaba y mi garganta estaba seca. Me dije: “Es el sabor de la muerte”. Retomé ánimo y me puse de pie después de haber oído los mugidos de las bestias y apercibido a algunos Setyu (semi-nómadas). Su jefe que había estado en Egipto me reconoció; me dio agua y después que fui con él a su tribu, me hizo cocer leche. Me trataron bien”(4).

Al igual que Sinué, Moisés, que es identificado por las jóvenes madianitas como egipcio (Éxod. 2:19), se encuentra con semi-nómadas más allá de la frontera egipcia. El relato tipo “cuento de hadas” es sin duda el resultado de un trabajo redaccional posterior. Este relato que parte de un encuentro en los pozos le lleva a la casa de un sacerdote madianita. Si se compara esta escena con los dos episodios que provocaron la huida de Moisés, se puede observar que Moisés se comporta de manera diferente. Protege a las hijas de este sacerdote sin matar a los pastores. El texto es poco preciso en lo referente a la manera como Moisés ayudó a las hijas del sacerdote; estas identifican a Moisés como “egipcio”; el autor se imagina que Moisés estaba vestido y peinado a la egipcia. Las hijas presentan Moisés a su padre como el que las ha librado de los pastores, utilizando la palabra (n-s-l) que se encuentra de nuevo en el relato de la vocación de Moisés en Éxodo 3:8 y 22.

Surge una cuestión: en qué pensaban los autores bíblicos cuando se referían a Madián o Madianitas. Se trata simplemente de una especie cifra, de un nombre simbólico que sirve para explorar las diferentes relaciones posibles entre Israel y los pueblos: dependencia, connubium, misión, segregación, hostilidad? Madián era simplemente un nombre simbólico elegido, porque se puede encontrar la raíz d-y-n (juzgar)? Estas hipótesis transforman ya a los autores bíblicos en Padres de la Iglesia u otros intérpretes que favorecen un sentido alegórico. Parece ser que Madián evoca, en el momento de la puesta por escrito, a un territorio situado en el Sur.

Por otro lado la Biblia contiene un texto que demuestra que se tenía cierta idea de la localización de Madián. En 1 Reyes 11:18 se menciona a un país de Madián. Según este texto, el país de Madián se encuentra al sur de Edom, en el camino que lleva de Edom a Egipto. Los geógrafos greco-romanos y árabes conocían una ciudad con el nombre de Midama/Madyan al este del golfo de Aqaba, que está identificada con al-Bad` en el Wadi `Afal. El país de Madián expresa una entidad al sur, ver enlazada con Edom, y es aquí donde ciertos textos bíblicos sitúan la revelación de Yahvé.

En el Pentateuco, las dos teofanías, en las que Moisés juega un papel, están enmarcadas por la aparición de los Madianitas.

La teofanía “privada” cuyo destinatario es Moisés, en Éxodo. 3:1-4,17, está precedida por la instalación de Moisés en Madián, en 2:15-22, y por la partida de Moisés de Madián hacia Egipto, acompañado por su mujer madianita que le salva de un ataque de Yahvé.

La gran teofanía del Sainí, en Éxod. 19 y Núm. 10, tiene igualmente un marco madianita. En el capítulo 18, se relata un sacrificio del suegro madianita de Moisés a Yahvé y, en Números 10:29-32, la partida del Sinaí se acompaña de una invitación de Moisés a Obab para acompañar a los Israelitas –petición que no recibe respuesta.

Exod. 2:15-22
Moisés llega a Madián.
Jethro
Séphora
Exod. 3:1-4,17
Teofanía
Exod. 4:18-26
Moisés parte de Madián
Jethro
Séphora
Circuncisión
Éxod. 18
Jethro llega donde Moisés en la montaña de Dios.
Sacrificio
Éxod. 19:1
Núm. 10:28
Teofanía
Núm. 10:29-32
Partida de los Israelitas.
Invitación de Moisés a Obab.

Si se considera el conjunto de las listas, se puede observar que en las columnas exteriores se propone la cuestión de una “vida en común”, mientras que las columnas interiores se muestra la importancia de los Madianitas para la relación con Yahvé: Séphora consigue “domar” a Yahvé y Jethro ofrece el primer sacrificio a Yahvé, antes de la revelación “oficial” a Israel. Este encuadre, incluso aunque sea reciente guarda sin duda el recuerdo de un lazo entre los Madianitas y Yahvé.

El suegro de Moisés lleva varios nombres en los relatos bíblicos que le mencionan, lo que significa que no tenía un nombre preciso para transmitir. Por otro lado, Éxod. 2:16 habla solamente del sacerdote de Madián y el v. 21, solamente del “hombre”. Este personaje aparece bajo el nombre de Reuel en Éxodo 2:18; de Jethro, sacerdote de Madián en Éxodo 3:1 y 18:1-2, con su variante Jéther en Éxodo 4:18 y, finalmente, de Obab, hijo de Reguel, el Madianita, suegro de Moisés, en Números 10:29. En este último caso, Obab es el hijo de Reuel.

Esta diversidad muestra que se ha tratado de identificar a este Madianita de maneras diferentes.

Ninguno de estos dos o tres (si se añada a Obab) nombres no es típicamente “Madianita”; estos nombres parecen estar relacionados con los Edomitas, ver tribus Árabes; estos nos conducen al Sur.

La instalación de Moisés en casa de un sacerdote hay que subrayarla. El destinatario del relato es así advertido que este personaje debe estar ligado a cierta divinidad. La estancia de Moisés termina con un matrimonio, con una de las siete jóvenes, llamada Séphora, cuyo nombre viene de la raíz ampliamente atestiguada en semítico del Oeste y del Sur: s-p-r, “pequeño pájaro”. Este matrimonio no suscita ningún comentario hostil.

Séphora concibe a un hijo para Moisés que llama “Guerson” que explica con la raíz g-w-r, de donde deriva el sustantivo guer: “Inmigrante”, calificando así su nuevo estatus. La “verdadera” etimología del nombre es incierta. El nombre Guerson reaparece en Jueces 18:30: “Los danitas instalaron para sí la imagen. Jonatán, hijo de Guerson, hijo de Moisés(5), y después sus hijos, fueron sacerdotes de la tribu de Dan hasta el día de la deportación del país”. Este texto hace Guerson un sacerdote, sin duda un Levita. Quizá sea esta tradición más antigua la que se refleja detrás del nombre dado en 2:22. Este texto retoma aparentemente una información que consideraba a Moisés como perteneciente a una casta de sacerdotes. Hay que señalar que, según 2:22, la madre de Guerson es igualmente hija de un sacerdote.

Surge una cuestión al final del v. 22: Va a instalarse Moisés junto a su familia en Madián o regresará a Egipto? Un primer elemento de respuesta se encuentra en la información sobre la muerte del Faraón, al comienzo del v. 23, que aún forma parte del antiguo relato.

Pero la continuación original de la narración es interrumpida por el pasaje 2:23a-25, que forma parte de los textos sacerdotales. En el texto actual, esta escena funciona como un interludio, aunque probablemente era, originalmente, la continuación de un documento sacerdotal independiente.

El pasaje contiene un número importante de temas y expresiones típicas del escrito sacerdotal. El v. 23 insiste en los lamentos de los Israelitas, aunque no precisa el destinatario de estos lamentos, como si los Israelitas no supieran a quien dirigir sus quejas. Esta idea es reforzada por el hecho que estos lamentos suben hacia “el dios”, expresión que designa a menudo a un dios misterioso, desconocido.

El v. 24 ofrece la razón de la intervención divina: Dios se acordó de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob. La expresión “acordarse de la alianza” es típicamente del medio sacerdotal(6). Aunque es sobretodo la alianza con los patriarcas la que aparece aquí como el motor de la intervención divina (idea repetida en Éxod. 6). Este escrito crea así un lazo muy fuerte entre patriarcas y Éxodo, preparando la revelación sacerdotal en Éxod. 6.                    
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1.     Esta dificultad fue percibida por el texto siriaco y la versión Griega que remplazaron el verbo “instalarse” por “ir en dirección de”.
2.     Cf. Gén. 16:7; 24:11; 29:1; Juan 4.
3.     El relato sobre Sinué fue compuesto ca. 1900 antes de nuestra era. Se conocen una treintena de manuscritos, el más antiguo data de cerca del 1890. Esta historia fue transmitida y leída durante un largo periodo.
4.     Ver J. Briend y M. J. Seux, Textes du Proche-Orient ancien et histoire d´Israel, Paris, 1977, p. 17).
5.     Texto Masoretico nombra a Manasés; algunos manuscritos Hebreos, LXX, Vulgata: Moisés. La sustitución de Moisés por Manasés es una corrección dogmática.

6.     Cf. Gén. 9:15-16; Éxod. 6:5; Lev. 26:42; Ezeq. 16:60; Salm. 105:8 y 106:45.

sábado, 1 de julio de 2017

MOISÉS, EL NOMBRE

ADOPCIÓN Y NOMBRE
Fue para ella un hijo”: Se trata de la fórmula estándar para expresar una adopción, que era, aparentemente, bastante corriente en el Oriente Próximo. Así el Código de Hammurabi regula los casos de adopción (170-171, 185-193). El hecho que la princesa diese, solamente entonces, su nombre al niño es extraño sobretodo después de la inserción de los v. 7-9, porque eso significa que, durante tres años, el niño no tuvo nombre. Tenemos aquí otro indicio de que en la narración primitiva, el nombre intervenía inmediatamente después de la salvación del niño.

El nombre “Moisés” que es indiscutiblemente de origen Egipcio es explicado por la hija del Faraón con una palabra Hebrea, con la ayuda de una raíz muy rara m-sh-h (tirar/echar). El Griego pierde este juego de palabra etimológica utilizando “he sacado” (aneilómen). Filón y Flavio Josefo y quizá ya la versión Griega lo re-introducen de otra manera acercando Mouses del Egipcio mou (agua). 

En realidad, se trata de la raíz egipcia mesi/mas/mes: “dar a luz”. El afijo -mosé se encuentra en nombres Egipcios como Ptha-mosis, Thout-mosis, Ra-msés. Este afijo es utilizado para nombres propios con el modelo “el dios (Ptah, Thot, Re…..) ha engendrado”, confiriendo así a los que tienen este nombre un origen casi divino. Para Moisés, falta el nombre del dios que engendra. Se puede ver aquí la intervención de la censura bíblica que quería a toda costa evitar una alusión a una divinidad Egipcia. Esto no es sin embargo necesario dado que las formas cortas del nombre están igualmente verificadas en los textos Egipcios. Se conoce a un oficial “Moisés” o a un contramaestre con el mismo nombre que había estado implicado en una huelga en el pueblo de los artesanos de Deir el-Medineh. El nombre Hebreo refleja la pronunciación del lexema Egipcio en el primer milenio, pero la transcripción Hebrea atesta que el nombre de Moisés es más antiguo(1). Probablemente no es inventado y viene de un personaje del 2º milenio. El autor bíblico que relata el nacimiento de Moisés conoce muy bien la etimología egipcia del nombre de Moisés. Cuando Moisés nació, la madre curiosamente no le da nombre al niño. Durante todo el relato, se trata de “el niño”, que es el equivalente Hebreo de la raíz egipcia m-s-y (“engendrado por”, “niño [hijo] de”). Al final del relato, la hija del Faraón ofrece una etimología Hebrea al nombre pero es gramaticalmente incorrecta; por eso, el autor subraya el doble origen de Moisés, sin negar por lo tanto el origen Egipcio de su nombre. Este nombre parece ser un dato seguro de la tradición. Por otro lado, varios compañeros del Moisés bíblico llevan igualmente nombres egipcios: el sacerdote Pinhas ( o , la hermana de Moisés, Miriam (, quizá también el Levita Merari ( e, incluso, Aaron (). 
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  1. La “s”egipcia se convierte en “shin”, mientras que más tarde esta letra es convertida en un “samekh”.