jueves, 9 de mayo de 2019

GENESIS J y P

En J Dios es llamado Yahvé, en P es llamado con el título genérico, Dios. Esta diferencia al plan teológico en las dos fuentes. En J Yahvé es un Dios sujeto a fuertes emociones -"Yahvé siente dolor por haber creado al hombre....". El mal en los humanos es un terrible golpe para Yahvé, responde con una decisión de fuerza, "destruir a los humanos de la faz de la tierra". La palabras "hombre" (´adam) y "tierra" (´adamah) están relacionadas por un deliberado juego de palabras. En el relato del Jardín del Edén ´adam es hecho del ´adamah, y cuando muere retorna a la tierra. Yahvé decide acabar con este ciclo de vida y muerte con una destrucción decisiva. Inmediatamente después que Yahvé anuncia esta decisión, se nos dice que esto no será el fin, pues "Noé" (noah) obtiene el favor (hen) de Yahvé. Mediante este juego de palabras -las consonantes del nombre de Noé (n h)- la visión inicial de Yahvé del mal humano es modificada mediante la visión de la bondad de Noé. Debido a esta, los humanos eran salvados de la total destrucción. La agonizante respuesta de Yahvé al mal humano es equilibrada gracias a su favor hacia un hombre bueno. Dios se conmueve, tiene pesar, ira, compasión y deleite.

El concepto de lo humano en J es muy realista, no alberga ilusiones acerca de la perceptibilidad humana. Yahvé ve el corazón humano con todos sus fallos: "todos los deseos del corazón humano son malos desde su juventud" (Génesis 8:21). Pero aún así, Yahvé promete,  "no volveré a destruir a tierra...". Esta es sin duda una visión oscura y a la vez "profunda" de la naturaleza humana. Hasta el buen hombre, Noé, tiene fallos -aparece borracho y desnudo (Génesis 9:21).

Son los humanos irremediablemente malos? Sufre Yahvé meramente debido a Su compasión, o porque se siente responsable de habernos creado? Esto es realismo oscuro -como en el Eclesiastés-, una visión de la realidad llena de sufrimiento, ambigüedad, y moral complicada. El carácter de Yahvé tiene profundidades de las que sólo vemos indicios, y la realidad que ha creado es ambigua y a veces mortal.

En contraste la visión de P respecto al diluvio retrata a Dios sin emoción o pesar. Es un dios trascendente que ve el cosmos como un todo y que no está centrado en el corazón humano. Este relato es menos antropocéntrico, y su concepto de Dios es menos antropomórfico. Cuando Dios "ve" la arruinada tierra, las consecuencias se desarrollan partiendo de esta condición cósmica, y no de ninguna respuesta emocional. No es este un Dios del pesar, ira, o compasión, sino un Dios que trata de reparar de manera calmada la rota estructura del cosmos. Para limpiar la tierra de valencia y ruina,  regresa al cosmos físico del caos acuático, como era antes de la Creación. El Diluvio en P es una reversión al Caos Primordial -mientras que en J es una larga tormenta. Las aguas del Diluvio limpian la tierra, eliminando su ruina, mientras Dios crea el mundo de nuevo, con Noé como nuevo Adán. Después del Diluvio Dios repite el mandamiento primordial de "Fructificad y multiplicaos y llenad la tierra"(Gén. 9:1, haciéndose eco de Gén. 1:28).

Los humanos no son el centro de la preocupación De Dios en el relato de P; lo es más bien el orden armonioso del cosmos. El orden de las cosas ha de ser mantenido en su bondad y pureza, y lo impuro, lo ruinoso, y lo violento han de ser destruidos en orden a que la creación pueda ser restaurada en su orden primitivo. Esta es una visión de la realidad como un orden estructural en el que todas las cosas tienen su lugar, y Dios es el primer motor del estado de orden deseado. Es este un mundo en el que P -identificable con un sacerdote-  participa como maestro y guardián de la ley de Dios en la tierra. La Ley sirve para mantener el orden propio del cosmos.

Las introducciones al Diluvio de J y P ilustran el estilo y las visiones cosmológicas de las dos fuentes. P es un mundo -y narrativa- de claridad, orden, y jerarquía. J es un mundo de emociones, ambigüedad y complejidad ética. P retrata a un Dios trascendente, una deidad cósmica, mientras J retrata a una deidad con rasgos humanos de pesar, enfado, compasión, y deleite. Son estas diferentes concepciones de la realidad y concepciones diferentes de Dios y los humanos. Unidas como un todo, las narrativas del Diluvio y del Génesis retratan un un cuadro multifacético de la realidad, con contradicciones y persistente sentido del misterio.





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