viernes, 2 de julio de 2021

INTELIGENCIA EMOCIONAL

LA IMPORTANCIA DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

Hay divergencias a la hora de explicar la identificación de lo mental con lo biológico, reduciendo los fenómenos psíquicos a elementos físicos, al sistema neurobiológico. Otros subrayan la heterogeneidad entre estados mentales y cerebrales, sin negar que los segundos son fundamentales para explicar los primeros, pero negando una mera identidad o equiparación entre ambos. El cerebro es el órgano que hace posible la libertad, la intencionalidad y la creatividad de la conciencia, pero éstas ni pueden reducirse a sus componentes materiales, ni son un mero epifenómeno que acompaña a lo físico. La vieja problemática kantiana, que establece un dualismo entre el determinismo físico y la libertad de la conciencia, resurge al explicar el origen y significado de la mente. Está condicionada y originada desde la corporeidad, sobre la que actúa, pero, sin embargo es autónoma respecto a ella y marcada por la indeterminación, la espontaneidad y la creatividad. Esto es lo que no valoran los que defienden la reducción de la mente a mero cerebro, explicando los estados de la conciencia en función de procesos físico-químicos.

En contra del mero monismo mecanicista de los materialismos decimonónicos, se defiende hoy la emergencia genética de la mente, y en ella juega un papel fundamental el habla. Por un lado, es el cerebro el que hace posible la comprensión lingüística, por otro, la aparición y el desarrollo del lenguaje actúa retrospectivamente sobre el cerebro y acelera el proceso de hominización, que hace del hombre un animal que se comunica, piensa y actúa responsablemente. La limitación biológica del hombre, así como su inferioridad inicial respecto a las otras especies animales, se compensa con el aprendizaje cultural, que parte de lo biológico y lo supera.

Hay que tener en cuenta las dimensiones emocionales, afectivas e irracionales de la actividad cognitiva humana. La concepción cartesiana que identifica la conciencia con una actividad puramente racional e intelectual es falsa. Ha sido una de las causas de los reduccionismos antropológicos y de muchos falsos problemas de la teoría del conocimiento. Cada vez es mayor el consenso acerca del cerebro emocional o se tiente, que toma en serio el carácter corpóreo del hombre y la base corporal de la misma conciencia. El pensamiento racional se apoya en afectos y sentimientos. Ese lenguaje emocional es más corporal, primitivo, potente y efectivo que el meramente intelectual. Remite a la relación primera y original, la de la madre e hijo; actúa holistamente sobre la persona a la que motiva e inspira al mismo tiempo; y tiene un valor cognitivo, potenciando la memoria y encauzando los razonamientos a partir de una síntesis entere deducción e intuición.

Sin la dimensión afectiva de lo cognitivo no habría creatividad ni genialidad, por eso es decisiva para la formación de un sistema de valores. El pensamiento (que radica en el hemisferio izquierdo) no controla los sentimientos (hemisferio derecho), y es más fácil cambiar de ideas para adaptarlas a las emociones que a la inversa. Esta compleja interacción es la clave para comprender la distinta incidencia de los saberes culturales en la persona humana. El saber que se dirija a ambos hemisferios, como ocurre con la religión, tiene repercusiones mucho mayores que el que se quede en uno de ellos.

También es comprensible que la capacidad racional y reflexiva del hombre primitivo esté menos desarrollada que la nuestra, a partir de un cerebro en el que priman las emociones respecto de las reflexiones. Esa intensa emocional idea es una de las causas de los conflictos humanos. Al parecer, el hombre primitivo tenía un volumen cerebral mucho menor que el actual y había una descompensación entre el potencial afectivo y el lógico-reflexivo. El desarrollo cultural ayuda a superar la animalidad, en la línea de la afirmación de Adorno de que la cultura es el intento de humanizar al animal.

La inteligencia emocional tiene una enorme importancia para la religión, como en general para todos los saberes e instancias que afectan a los problemas existenciales. Hay una interacción entre emociones y racionalidad crítica y reflexiva. Que se refleja en un pensamiento creativo en contra de la mera deducción lógica. Para las matemáticas no se necesita más que la frialdad de la lógica; en cambio, al abordar problemas fundamentales para la vida humana como los valores éticos que regulan la conducta, problemas políticos, concepciones ideológicas del mundo o planteamientos religiosos resulta muy difícil mantener la ecuanimidad y asumir una postura de distanciamiento crítico, porque estamos demasiado afectados. Es un lugar común lo peligroso de hablar de política y de religión, porque fácilmente surgen los enfrentamientos, mucho más cuando ambos se juntan. Y es que nos dejamos llevar por la intuición, la fantasía, el afecto y nuestras fobias y filias, que son determinantes en el proceso cognitivo. La creatividad del pensamiento tiene mucho que ver con la interpenetración de lo racional y lo emocional, que es lo que permite superar la esterilidad de la misma lógica. El pensamiento simbólico es especialmente propenso a las emociones, ya que trabaja con imágenes, arquetipos y referencias que tienen que ver con el cuerpo y no sólo con la mente. Además su capacidad cognitiva está relacionada con el conjunto de sentimientos, resonancias afectivas e incluso impresiones sensoriales que evoca y despierta en el que percibe los símbolos.

La dificultad está siempre en encontrar el equilibrio. El amor es ciego, y los sentimientos positivos o negativos, como la cólera, bloquean nuestra capacidad de percepción y de reflexión cuando experimentamos sentimientos muy intensos. De ahí la necesidad de que la razón evalúe, critique y controle, en caso dado, nuestras emociones. Por otra parte, es indudable que conocemos, o que encontramos bellas, justas y valiosas, que aquellas de las que desconfiamos o disentimos. Nuestras percepciones cognitivas acerca de los amigos son diferentes que las que tenemos de nuestros enemigos, y nuestra capacidad de observación es unilateral, además de que nuestra percepción de la realidad es selectiva. De ahí, también, la importancia del corazón, que afecta a la razón, utilizando imágenes populares. Así como el dicho de que las cosas importantes no se ven con los ojos ni con la racionalidad, como recuerda “El principito de Saint-Exupéry”.

Se revela aquí el doble carácter autónomo y heterónomo, activo y pasiva, emocional y racional, prerreflexivo y reflexivo del hombre. Por un lado, el hombre es él y sus circunstancias, y la participación activa en una forma de vida implica también asumir el sentido y la significación de ésta. Pertenecemos a una comunidad religiosa y vivenciamos personalmente el sentido que ésta nos ofrece, con todas las implicaciones existenciales y afectivas de esas “comunión” religiosa. Incluso la fe personal en una religión exige la confirmación y el testimonio continuo de los correligionarios para actualizarse y afianzarse. Es importante la relación con el otro, el reconocimiento del diferente, que nos abre nuevas perspectivas de autocomprensión. Pero esto no es un proceso meramente racional, especulativo o discursivo, sino que se integra dentro de lo que llama aso inteligencia emocional. No todo lo que experimentamos y sentimos podemos argumentarlo racionalmente, pero nuestras propias racionalizaciones está incluidas por esa o pertenencia existencial y emocional.

El hombre primitivo vive en una unidad natural y cultural, mezclando ambas, que tienen continuidad lineal, espacial y temporal. La proyección antropomórfica en las realidades naturales, como ocurre a los niños que se relacionan con las cosas y los animales como si fueran personas, revela la intensa emocional idea cognitiva del ser humano. El mismo arte tiene elementos técnicos y acumula información, junto a su dimensión expresiva, ornamental y decorativa. Hay una fusión de saberes a partir dela cual se puede hablar del surgimiento de una mente flexible, posibilitada por un cerebro más grande y complejo que permite el surgimiento de la conciencia y el desarrollo de la reflexividad y la crítica. El paso del lenguaje oral al escrito marcó una nueva etapa en la capacidad de objetivación y reflexión humana.

La evolución fue posible por la mayor flexibilidad y moldeabilidad de los instintos humanos, que, a su vez, se apoyan en el carácter inacabado, inmaduro y abierto de la condición humana. La cultura es nuestra segunda naturaleza y el yo personal no es tanto un punto de partida cuanto un término de llegada a partir de un proceso socio-cultural en el que, por imitación e identificación afectiva, pasamos de ser hijos de alguien a madurar un yo autónomo, personal y libre. Lo primero es la heteronomía, la dependencia del individuo respecto de la especie, la familia, el pueblo, siendo la autonomía el resultado de un proceso posterior. El yo, en cuanto autoafirmación, remite inicialmente al nosotros colectivo y se expresa en el lenguaje, que es personal y peculiar de cada uno, pero se ha aprendido y es una producción socio-cultural. Dentro del nosotros somos individuos, siendo el lenguaje la marca de nuestra singularidad personal y pertenencia social.

La herencia social impulsa el desarrollo cultural y desde la identidad colectiva surge la auto-conciencia personal e individual, que posibilita superar el mero bilogicismo de los instintos. En Occidente tenemos dificultad para comprender la dependencia estructural que tenemos como personas singulares, por la importancia que damos la autonomía del yo, que es un proceso segundo. La escritura por un lado, y la agricultura, por otro, fueron, fueron dos etapas decisivas en la configuración del hombre en cuanto animal comunicativo y productivo, es decir, en cuanto ser cultural, pero la escritura es ya un estadio maduro del hombre como persona hablante. El ser humano surge en el mundo animal como un ser abierto e indeterminado, con una gran capacidad de adaptación al entorno natural y socio-cultural, y dotado de una memoria que le permite apropiarse de la tradición com plataforma desde la que desarrollar su identidad específica.


No hay comentarios:

Publicar un comentario