CONCLUSIÓN
El estudio de los santuarios patriarcales lleva a una conclusión paradójica: por un lado, los lazos que conectaban Siqem, Betel, Mambré, y Berseba con Abraham, Isaac, y Jacob aumentaron a mediad que pasaba el tiempo: por un lado, todos esos santuarios fueron condenados por el portavoz del Yahvismo –Betel y Berseba explícitamente, Siqem y Mabré implícitamente. Esta extraña conclusión no puede ser explicada por una centralización del culto, pues Amos no apuntaba hacia ahí. Ha de significar que el Yahvismo rechazaba eventualmente el culto que ahí se celebraba. Lo que probablemente ocurría era que esos lugares fueron santuarios Cananeos adoptados por los Israelitas cuando se establecieron en Palestina: los nuevos inmigrantes continuaron con la clase de culto que ahí se celebraba cuando llegaron, sin que nadie se ofendiera por ello. Dos veces la divinidad a la que esos santuarios pertenecían es nombrada: El-Betel en Betel, y El-Olam en Berseba. Es tantador de ligar El-Saddai a Mambré, porque el nombre ocurre por primera vez en Gen. 17:1 (Traición Sacerdotal, y un doblete de ambos, el relato de la Alianza en Gen. 15, que probablmente tuvo lugar en Mambré, y del relato en Gen. 18, que está explícitamente situado en Mambré). Se puede sugerir razonablemente que en Siqem, donde se concluían y renovaban las alianzas, había un El-Berit (Jue. 9:46), y un El de la Alianza, paralelo al Baal-Berit que tenía, y retuvo, un templo en Siqem (Jue. 9:4): en tiempos posteriores, el redactor del Deuteronomio condenó a los Israelitas por “tomar a Baal-Berit como dios” (Jue. 8:33).
El-Betel, El-Olam, El-Saday, y El-Berit, no eran deidades locales diferentes: eran todas manifestaciones del dios supremo El, cuyo aspecto exaltado y universal es mejor conocido a través de los textos de Ras Shamra. Para esta etapa en la revelación, era suficiente para los antepasados de los Israelitas reconocer al El venerado en esos santuarios antiguos como su único Dios, autor y garante de la promesa hecha a su pueblo. El altar establecido por Jacob en siqem era llamado “El, Dios de Israel” (Gen. 33:20): era “El, el Dios de tu padre” el que apareció a Jacob en Berseba (Gen. 46:3), y Exod. 6:3 dice que Dios primero se reveló a Abraham, Isaac, y Jacob bajo el nombre del El-Saday. En el periodo siguiente la revelación Yahvista devino más exigente. Yahvé asumió el lugar y los más exaltados atributos de El; los nuevos centros de culto Yahvistas eclipsaron los antiguos santuarios, aunque el pueblo todavía permanecía atado a ellos. La transición fue pacífica, sin ninguna de las luchas que siguieron cuando el culto de Yahvé se enfrentó al culto de Baal.
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