sábado, 24 de abril de 2010

LA IMPUNIDAD EN LA BIBLIA

IMPUNIDAD DE CAÍN
Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: Si hubiéramos vivido nosotros en tiempo de nuestros padres, no hubiéramos sido cómplices suyos en la sangre de los profetas!........para que caiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, dese la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el templo y el altar” (Mat. 23:29-30:35; Luc. 11:51).

Las vehementes palabras de Jesús de Nazaret contra los sacerdotes de Jerusalem revelan uno de los problemas más delicados en el Texto del Antiguo Testamento que tocan tanto la coherencia moral como la religiosa de su mensaje. Dejando a un lado, de momento, el carácter de Zacarías, la mención del episodio de la muerte de Abel era claramente una protesta moral contra la impunidad de su hermano-asesino justo en los comienzos de la historia humana a cargo de una religión que afirma estar fundamentada en el concepto de justicia. Es imposible no sorprenderse cuando se lee en el libro del Génesis que por un lado Dios le dice solemnemente a Noé cuando el diluvio: “Y ciertamente os demandaré vuestra sangre, que es vuestra vida… El que derramare la sangre humana, por mano de hombre será derramada la suya; porque el hombre ha sido hecho a imagen de Dios” (Gen. 9:5-6); por otro lado, este mismo Dios no sólo no castiga, sino que le garantiza impunidad al primer fraticida de la historia humana (Gén. 4:10-16). Pero podemos leer otra cosa en las palabras de Jesús: es natural que quisiera el castigo de los escribas y Fariseos de su época dado que sus antepasados habían asesinado al profeta Zacarías; pero tenían éstos alguna responsabilidad en el asesinato de Abel? No es fácil responder esta pregunta, pero está claro que de acuerdo con Jesús los sacerdotes de Jerusalem estaban del alguna manera implicados en el tema de la justicia denegada a Abel.

Antes de tratar el problema de la impunidad de Caín (1), es necesario discutir un problema textual: en el mismo texto Hebreo no existe la impunidad de Caín. En Gén. 4:15 está escrito: “Si alguien matare a Caín, será siete veces vengado”, lo que es contrario a lo que se lee, más coherentemente, en Gén. 4:24: “Si Caín sería vengado siete veces, Lamec(2) lo será setenta veces siete”. El texto Masorético transfiere la impunidad de Caín a su eventual asesino. Esta alteración textual cambia de manera radical el sentido original de la frase, que está de todas maneras claro debido al contexto (Dios le pone a Caín una señal en orden a garantizarle la impunidad) y debido al uso de las mismas palabras en 4:24. En la historia de la exégesis la alteración del texto no tuvo efecto: la tradición de la impunidad de Caín nunca fue puesta en duda (posiblemente debido a que el texto en Latín de la Vulgata es diferente del Hebreo). La única consecuencia, en tiempos modernos, ha sido que los comentaristas del texto se han visto forzados a encontrar extrañas teorías lingüísticas en orden a atribuir un sentido diferente a la forma “yuqqam” “será vengado”: esta fue la única manera de encontrar una coherencia en el texto que, de hecho, no existe.

La alteración en el texto Hebreo fue probablemente introducida en tiempos antiguos, antes del establecimiento del texto que subyace a la traducción Griega que tenemos. En el texto de los LXX se lee lo siguiente: “pas ho apokteinas Kain hepta ekdikoumena paralusei” “cada asesino de Caín pagará siete castigos”. Esta frase es muy ambigua: el verbo “ekdikeo” significa tanto “vengar” como “castigar”. Los antiguos exégetas no tenían claro el significado de esta expresión. Filo de Alejandría en su comentario al Gén. 4:8-15 confiesa que no es capaz de explicar el significado literal del v.15, el cual cita en la versión de los LXX; en la segunda mitad del siglo IV Basileo, obispo de Cesarea en Capadocia, respondió una pregunta del Obispo Optimus respecto a la palabra “siete veces” utilizada acerca de Caín y afirmó que, Caín tuvo que pagar siete veces por su crimen. Unos años más tarde, en el 384 d.C., Jerónimo también recibió una pregunta referente a la misma expresión del papa Damaso. En su respuesta Jerónimo cita el texto Hebreo, que presenta algunas variantes interesantes respecto al Masorético: “chol orec Cain sobathaim joccamo”. Pero omite la traducción de este texto, limitándose a añadir una traducción inexacta en Latín de las versiones de Aquila, Symmachus, Theodotion, y del texto de los LXX; entonces concluye, después de un corto comentario del texto, que en su opinión el que asesinó a Caín sufrió las siete venganzas que había de sufrir (Septem vindictas, quae in Cain tanto tempore cucurrerunt, solvat interfector”.

La evolución textual de Gén. 4:15 es parte de la larga historia de la exégesis Hebrea sobre el problema bíblico de la impunidad de Caín. Es imposible dudar que el texto original del v. 15 expresaba el mismo concepto que el v. 24, o sea, que si Caín debía ser asesinado habría de ser vengado siete veces –una manera retórica de decir que nadie debe asesinarle. Pero también está claro que la impunidad garantizada a Caín después de su fratricidio parecía inaceptable a muchas conciencias. Quizá la primera reacción a las palabras del Génesis fue la expresada en el libro de los Jubileos, probablemente escrito hacia finales del segundo siglo a.C. : “A finales de los Jubileos, en el mismo año (931 desde la creación del mundo) Caín fue muerto. Y su casa cayó sobre él, y murió en medio de su casa. Y fue muerto por sus piedras, porque asesinó a Abel con una piedra, y con una piedra fue muerto por un juicio justo. Esta tradición Judía, que también aplicó a Caín el principio de expiación de los pecados, se perdió en el Judaísmo tardío.

Aproximadamente un siglo después, en la segunda mitad del primer siglo a.C., en el testamento de los doce Patriarcas y, en particular, en el Testamento de Benjamín 7, encontramos una nueva versión del final de Caín: “es por esta razón que Caín fue entregado por Dios para ser castigado siete veces, pues cada cien años el Señor le enviaba una plaga. Cuando tuvo doscientos años el sufrimiento comenzó y en su año novecientos (en tiempos del diluvio) fue privado de la vida. Pues fue condenado debido a Abel, su hermano como resultado de todas sus malas acciones, pero Lamec fue condenado setenta veces siete”. En este texto aparece por primer vez una peculiar interpretación del versículo bíblico que vendrá a ser bien conocido por los Padres de la Iglesia, y quizá podía estar ya extendido en la forma que conocemos según el Texto Masorético y los LXX; el concepto de impunidad de Caín, que tenía que ser afectado por siete plagas, fue esencialmente rechazado, pero de todas maneras no pagó la sangre de Abel con su propia vida. El texto es tan vago que se ignoran las circunstancias de la muerte de Caín; las palabras “en tiempos del diluvio” están ausentes en varios manuscritos y fueron probablemente añadidas en tiempos posteriores. Pero se puede suponer que el autor del “Testamento de Benjamín” ya conocía la historia, atestiguada sólo en tiempos posteriores, de Lamec como asesino de Caín: Hay varias razones para pensar que: la conexión entre Caín y Lamec implica que este último tuvo un papel en la historia del primero; los siete castigos en siete siglos, o sea en siete generaciones, que terminan con la desaparición de Caín, indican una fecha mucho más temprana que la del diluvio (que tuvo lugar en la novena generación). El hecho que Lamec quisiera impunidad similar, aunque siete veces más amplia, en comparación con la de Caín revela que las palabras de Lamec “yo maté a un hombre por una herida, y a un muchacho por un cardenal que recibí” no se referían a gente común, sino al carácter excepcional de Caín.

La incertidumbre textual, una consecuencia directa de la reflexión moral, acerca del castigo de Caín y de las circunstancias de su muerte, influenciaron el trabajo de Filón de Alejandría; ya he mencionado su incapacidad de explicar el significado de Gén. 4:15, pero es importante decir que también rechazó las nuevas tradiciones formadas alrededor de la muerte de Caín. En el capítulo final de “Quod deterius”, comenta el hecho que en la ley no hay ni una palabra escrita acerca del final de Caín, pero en el siguiente tratado “De posteritate Caini”, dedicado a los últimos versículos del cuarto capítulo del Génesis, el filósofo habla acerca de las esposas e hijos de Lamec, ignorando completamente los vv 23-24. Flavio Josefo parece menos reticente, aunque no añade muchos detalles. En las Antigüedades, escrito hacia finales del primer siglo d.C., el historiador combina la tradición del Génesis acerca de la impunidad de Caín con la de Lamec, quien según él castigó a los descendientes de Caín de la séptima generación (“le acusó y amenazó que castigaría a sus descendientes durante la séptima generación, 1, 58), siendo bien consciente del plan de Dios y del hecho que su tarea era “sufrir el castigo por el fratricidio de Caín” 1, 65). Josefo se refiere explícitamente a las palabras de Lamec a sus esposas, dando su interpretación personal de toda la historia, en un intento de reconciliar dos versiones opuestas.

Los escritores Cristianos heredaron de los Judíos un texto bíblico que aparecía corrupto en el Hebreo original e incomprensible en la traducción Griega, junto con la tradición de Lamec. El autor más antiguo que escribió acerca de la muerte de Caín es Efraim el Sirio, autor de un volumen de “Comentarios sobre el Génesis y el Éxodo” hacia finales del siglo IV. El gran escritor Sirio informa de dos diferentes versiones: de acuerdo con algunos, Caín fue castigado durante siete generaciones y finalmente asesinado por el impío Lamec. El asesino dijo que Caín había sido castigado después de siete generaciones, pero que habría sido castigado sólo setenta y siete generaciones después, o sea cuando él y sus descendientes inmediatos ya estarían muertos.

Es fácil reconocer en esta versión de la historia la misma opinión del autor del Testamento de Benjamín y de Flavio Josefo. De acuerdo con otros, Lamec había deliberadamente asesinado a Caín y a un hijo suyo, que era muy similar a él, porque si el fratricida permanecía con vida el matrimonio entre los hijos de Set y los de Lamec hubiera sido imposible y la tierra habría sido descuidada debido a la poca gente para trabajarla. Después de la muerte de Caín, Lamec dio ropas adecuadas a sus hijas, quienes sedujeron a los hijos de Set. En esta historia narrada por Efraim se puede percibir una re-elaboración de tipo Midráshica, que se originó claramente en un medio Judío.

Basileo de Cesarea afirmaba que Caín debía ser castigado siete veces y que las interpretaciones referentes a las siete generaciones al asesinato de Caín a manos de Lamec no tenían fundamento.

A pesar de la fuerte negación del Padre Capadocio, la leyenda de Lamec como asesino de Caín permaneció viva durante largo tiempo: cerca del año 500 Procopio de Gaza escribió un “Comentario del Génesis” en el cual narraba como Lamece asesinó a Caín, a pesar de la señal que Dios le había puesto y que la había permitido sobrevivir hasta entonces. En cuanto al número siete y sus múltiplos, Procopio refleja las incertidumbres en la tradición exegética e informa de varias interpretaciones: Caín fue castigado siete veces o setenta, o en la séptima generación y lo mismo ocurrió a Lamec. Pero más bien interesante es la explicación del autor del hecho que Lamec tuvo que sufrir un castigo más duro: él tenía más culpa que Caín porque, al contrario del él, él ya sabía lo que era un crimen. Todas estas tradiciones, dice Procopio, fueron creadas debido a la necesidad de encontrar un castigo para Caín, que había asesinado a su hermano Abel.

Jerónimo siguió escrupulosamente la tradición ortodoxa Judía. La toma como referencia también cuando discute la traducción de Aquila y Symmaco: maiorum nostrum ista sententia est, quod putant in septima generatione a Lamech interfectum Cain. Y en el mismo contexto podemos leer la frase: Lamech, qui septimus ab Adam, non sponte, ut in quídam hebraeo volumine scribitur, interfecit Cain: ut ipse postea confiteatur “quia virum occidi in vulnere meo, et iuvenem in livore meo”. La opinión de Jerónimo está clara: de acuerdo con él Lamec había asesinado a Caín, pero involuntariamente, “non sponte”; aquí se encuentra el primer testimonio del involuntario asesinato de Caín a manos de Lamec. Esta historia, que se hizo famosa en el arte medieval está documentada en la literatura midráshica y encuentra en Jerónimo su más antiguo testimonio; incidentalmente, ésta es otra prueba de la posición ideológica de éste autor, el campeón de la Hebraica Veritas. Su argumentación, además, aparece muy extraña cuando trata de confirmar la involuntariedad del acto de Lamec citando el versículo bíblico, el cual, de hecho, significa lo opuesto. En orden a defender su propia interpretación, el escritor traduce deliberadamente la frase Hebrea más bien de manera imprecisa (in vulnere meo, in livore meo), modificando la ferocidad legendaria de Lamec, la motivación real del crimen extenuando las circunstancias.

En cuanto a la historia de la tradición que concierne la muerte de Caín es necesario examinar brevemente las palabras de Jerónimo “como están escritas en cierto libro Hebreo”: Curiosamente, el autor que ha estudiado el tema más profundamente lo ha malinterpretado: en su larga y erudita monografía, J. Aptowitzer rechaza la interpretación de otros estudiosos, como M Rahmer y L. Ginzberg, quien ha visto en las palabras de Jerónimo una referencia al “Midrash Tanhuma”, y mantiene, más bien, que el escrito Latino se estaba refiriendo a una obra desconocida Judía donde se narra que Caín había matado voluntariamente. La tesis de Aptowitzer tiene la clara intención apologética de presentar la tradición de Lamec como criminal deliberadamente como un desarrollo tardío no atestiguado antes del Cristianismo. Pero esta interpretación no es plausible a la luz de lo hasta aquí expuesto, también imposible desde el pnto de vista lingüístico: Si Jerónimo quería decir, como afirma Aptowitzer, que Lamec matóa a Caín “involuntariamente”, como está escrito en cierto libro Hebreo –dividiendo la negación “no” del adverbio “sponte”- una integración de la frase introducida por “sed” habría sido necesaria: “no voluntariamente… pero….”

El libro Hebreo al que se refería Jerónimo es probablemente “Las Homilías Midráshicas” escritas, de acuerdo con la tradición, por “Tanhuma”, un rabino de la quinta generación de la Palestina Amoraim activo en la segunda mitad del siglo IV d.C., la cita del Jerónimo, más o menos contemporánea con la redacción del libro, revela que el autor Latino estaba bien informado acerca de la más reciente evolución de la tradición religiosa Judía. La Midrash Tanhuma no fue conservada en su forma original, sino en una redacción posterior conocida como Tanhuma o Yelammedenu. La narrativa en este midrash fue escrita en la segunda mitad del siglo IV y fue probablemente inventada por Tanhuma mismo para rehabilitar la memoria de Lamec, que vino a ser un instrumento inocente de la justicia divina.

El ciclo de tradiciones referentes a la muerte de Caín llegó a su fin, desde un punto de vista literario, con la obra de Petrus Comestore, quien escribió la “Historia Scholastica” (1179), donde se narran las historias del Antiguo y Nuevo Testamento. En el cap. 28 encontramos la narración de la muerte de Caín de acuerdo con la tradición Judía más reciente, pero con algunas pequeñas variaciones: Lamec pensó que Caín era un animal salvaje debido al cuero que llevaba y el hijo joven de Lamec fue asesinado deliberadamente por su padre con un arco. Este último detalle confirma la tradición referente a la ferocidad de Lamec, que es el único dato cierto referente a su carácter desde antiguo (desde antes de la redacción del libro del Génesis).

Después de haber examinado las importantes consecuencias que el cambio textual en Gén. 4:15 conlleva en las tradiciones Judía y Cristiana hasta la Edad Media, se puede retomar el tema de la impunidad de Caín. Se sabe con certeza cuando se realizó el cambio en el texto (Filón de Alejandría, en la primera mitad del siglo I, ya hace referencia a este): pero está claro que el rechazo moral de la impunidad garantizada al primer fratricidio apareció relativamente temprano dentro de la clase sacerdotal responsable de la transmisión de la Torah. Es evidente, de hecho, que a pesar de todas las incongruencias lógicas y textuales el “nuevo” texto del v. 15 minimiza el concepto de la impunidad de Caín.

El carácter intocable de Caín, una especie de impunidad, junto con su destino de vagar perpetuamente, están implícitas en su nombre: “qayin” es el equivalente Hebreo de una palabra que en Semita nor-occidental significa “herrero”, un miembro de una categoría particular de artesanos. Los “herreros” estaban caracterizados por la movilidad y por la posesión de poderes mágicos: debido a esto, eran objeto de Tabú. Aunque la comprensión de las mitologías del Cercano Oriente es muy básica, la ausencia de la raíz “qyn” referente al trabajo de los metales en muchas lenguas Semitas, el nombre de “ktr” dado al dios-Herrero en los textos de Ugarit y la falta de tradiciones referentes a un fratricidio mítico, hacen pensar que la inserción del carácter de Caín en el complejo mitológico de los orígenes de la humanidad no es original, sino que fue creado por el autor del libro del Génesis. Antes de la composición de este libro, las tradiciones referentes a Caín (probablemente considerado epónimo), Lamec, Tubal-Caín, etc. ya existían. En la narrativa Bíblica son presentados como “héroes culturales”, inventores de actividades especiales humanas como criadores de ganado, instrumentos de música, trabajo de metales. Según esta visión, el libro del Génesis representa un equivalente a escala mucho menor de la tradición Fenicia recogida por filón de biblos: esto significa que, con toda probabilidad, ambas fueron tomadas de la herencia cultural Cananea. Lo que parece nuevo en la narrativa Bíblica es el eco de sucesos legendarios que involucraban a Caín y Lamec: los dos caracteres están, de hecho, explícitamente conectados en v. 24. El carácter alusivo de las palabras de Lamec hace imposible reconstruir toda la historia detrás de ellos, pero quizá la tradición, difundida en tiempos Cristianos, referente al asesinato de Caín a cargo de Lamec no fue una creación del Judaísmo tardío, sino más bien la memoria de una antigua leyenda, adaptada al nuevo contexto creado por el v. 15. El único dato que emerge claramente es la ferocidad de Lamec y esto lleva a la conclusión que el asesinato de Caín no fue un mero accidente.

Podemos decir que es muy probable que dentro de las tradiciones Sirio-Palestinas existía una antigua tradición Hebrea acerca de la historia de los fundadores de la civilización humana. Una de esas historias narraba el asesinato del primer “herrero” (Caín) a cargo de Lamec, a pesar de la impunidad de la víctima. Además, el criminal se atribuía la impunidad para sí mismo. Lo que hay que examinar es por qué esta tradición profana fue incluida en la narrativa de un libro de la Biblia.

Los capítulos iniciales del libro del Génesis, con sus narrativas referentes a los orígenes del universo y la humanidad, representan los momentos de la “fundación” de la ideología Hebrea: la naturaleza mortal humana, su destino en la tierra, la condición subordinada de la mujer, el reposo sabático y otros aspectos, que encuentran todos un prototipo mítico en las narrativas de las primeras páginas de la Torah. La inserción de la historia de Caín y Abel dentro del complejo de los mitos primordiales es difícilmente comprensible: no sólo porque el fratricidio y la consiguiente impunidad son extraños a las estructuras religiosas Judías, sino también porque la primera alianza estipulada por Yahvé con un ser humano (Noe), incluye la absoluta prohibición de cualquier homicidio. Génesis 8:21; 9:7 puede ser considerada una especie de corrección que Yahvé quería hacer a su actitud previa hacia los seres humanos que había creado; haciéndose una solemne promesa a sí mismo de no castigar a la humanidad de nuevo con otro diluvio, porque su criatura es mala por naturaleza; por instinto (8:12), el dios admite inexplícitamente que ha ido demasiado lejos con el castigo. El fuerte acento en la prohibición de homicidios y en el hecho que el responsable pagará su acción es claramente una repudiación de lo que, Yahvé había hecho respecto a Caín. El texto no deja dudas sobre la alusión a Caín en este pasaje y la presencia de variaciones textuales ofrece otra confirmación. El texto hebreo, sintácticamente muy complejo (aunque la misma complejidad caracteriza también las otras versiones), lee: “y ciertamente os demandaré vuestra sangre, que es vuestra vida: de mano de cualquier viviente la reclamaré… (Gén. 9:5).

La Vulgata traduce bastante libremente un texto Hebreo idéntico al T. Masorético: “sanguinem enim animarum vestrarum requiram de manu cunctarum bestiarum; et de manu hominis, de manu viri, et fratris eius requiram animan hominis”.

Esta separación sintáctica de “fratris” de “viri” indica una errónea interpretación de la expresión Hebrea “ish Haig”. Los LXX presentan una variante en la parte final del versículo: kai… “y de las manos del hermano humano reclamaré la vida humana”, con la omisión de las palabras hebreas “miyyad ísh”, que, evidentemente, han de ser consideradas una amplificación secundaria del texto original. La expresión peculiar “hermano humano” muestra que los Griegos también tradujeron un texto corrupto. Lo único seguro es que éste versículo hace una referencia explícita al fratricidio de Caín.

En orden a comprender la función de la historia de Caín y su impunidad en el más amplio contexto de la historia primordial que el libro del Génesis describe, es necesario hacer algunas observaciones. Primero, hay que señalar que la figura de Caín, el “herrero”, no juega su papel original en la narrativa bíblica: es un agricultor, sin ser el inventor de la agricultura –del contexto queda claro que ya la practicaba Adam. Caín fue elegido no por su función, sino por alguna otra peculiaridad suya, probablemente la impunidad que la tradición le confiere. Otro aspecto que hemos de considerar es el fratricidio: el hecho que mató a su hermano es importante, aunque no esencial porque en el momento que tuvo lugar el episodio, excluyendo a Adán (la historia requiere dos caracteres equivalentes), al lado de Caín sólo estaba su hermano Abel (3)

De esos elementos se puede inferir que el episodio de Caín y Abel fue escrito en tiempos relativamente recientes y no está directamente derivado de la tradición Cananea, mientras que la fuerte condena del fratricidio después del diluvio indica que la impunidad de Caín no respetaba el aspecto fratricida del crimen. Abel, es caracterizado por dos rasgos: es el segundo nacido y es un pastor que ofrece a Yahvé “los primogénitos de su rebaño” (Gén. 4:4). Como ya se ha dicho, el hecho que Abel sea hermano de Caín es irrelevante: el punto esencial es que Abel era alguien que ofrecía sacrificios a Yahvé. Los sacrificios de Abel no eran comunes: la especificación que las víctimas eran quemadas con su grasa indica un tipo especial de sacrificio. Además es muy importante que ofreciese los primogénitos de su ganado, porque la ofrenda de los primogénitos era una privilegio de los sacerdotes, como está escrito en Levítico 27:26 y Núm. 18:17. Abel era por lo tanto un sacerdote de Yahvé y la mítica impunidad de Caín fue usada para prefigurar una impunidad histórica garantizada a alguien que había matado a un sacerdote.

El Antiguo Testamento recuerda al asesinato de un sacerdote llamado Zacarías (Crón. 24:20-22), pero a parte del hecho que este episodio aparezca como un invento tardío del Cronista que intentaba esconder la historicidad de otro episodio cuyo protagonista tenía el mismo nombre, esto no es relevante para esta investigación, porque Zacarías, el sacerdote, fue asesinado por orden del rey Joas. De hecho, nadie habría pensado en “requerir la sangre” de alguien que hubiese asesinado bajo órdenes de David o Salomón. Se entiende indirectamente la identidad del sacerdote no vengado por la cita en el evangelio al comienzo de este capítulo: el profeta Zacarías hijo de Baraquías, autor de los primeros ocho capítulos del libro con este nombre, tenía orígenes sacerdotales, como sabemos por el título “hijo de Ido” que recibe en los libros de Esdras y 1 Esdras y en el libro del mismo Zacarías. Contra la opinión de muchos estudiosos de la Biblia, que niegan la identidad del profeta-escritor bíblico con la del mencionado por Jesús, es suficiente señalar el testimonio del Targum de las Lamentaciones 2:20, que añade al texto Hebreo la frase: …“como has asesinado a Zacarías hijo de Ido, sumo sacerdote y verdadero profeta, en el Templo del Señor en el día de ayuno”.

El A. Testamento oculta este episodio con una cortina de silencio, pero los hechos eran bien conocidos por la gente, como lo demuestran las palabras de Jesús y la existencia de una tumba de Zacarías cerca de Jerusalem. De sus propios escritos se sabe que Zacarías era un profeta que proclamó a Zorobabel como Mesías y Zorobabel era descendiente directo de David en tiempos de Darío I (520 a.C.), un rey que nunca reinó. También sabemos que la Jerusalem por-exílica no estaba gobernada por un rey, sino por el sumo Sacerdote Josuá, otro sacerdote que comenzó el régimen hierocrático en Jerusalem y no fue nunca castigado por el crimen que cometió. Un régimen hierocrático que llegó al poder mediante el asesinato de un sumo sacerdote en el templo evitaría hablar sobre sus orígenes en sus propias escrituras; buscaría una justificación teológica que proyectara el derecho de impunidad en el mito original.



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1. Caín: Caín (qayin) parece relacionado con la raíz semita “qyn”. Ésta raíz no se encuentra en el Hebreo del periodo Bíblico. Aparece en Árabe de un periodo más tardío con el significado de “herrero”. Si Caín viene de la raíz que significa “herrero”, tenemos una relación del nombre con la ocupación de Tubal-Caín, un forjador de metales. Los intereses de los estudiosos modernos en conectar a Caín con los Kenitas y los que trabajan los metales, particularmente en el desierto, asumen a menudo la asociación del nombre con la forja de metales. Una ventaja de esto sería la función del nombre como descripción, papel, u ocupación. Sin embargo, la falta de contexto suficiente en el texto hebreo para establecer este significado significa que esta interpretación no es segura.
Otra sugerencia para una derivación de la raíz puede ser “qînah” “canción”, que sí aparece en el Hebreo Bíblico. Si es así, podríamos tener una conexión con los descendientes tardíos de Caín, tanto Jubal que creó los instrumentos musicales, y Naamah, cuyo nombre puede implicar una relación con la música. Es este caso, la raíz podría referirse a una ocupación o la forma abreviada de un nombre de alabanza de un dios, (canción de DN). Sin embargo, no hay ejemplos de “qînah” en QATIL. Significa esto que la raíz no ha sido identificada o que ambas raíces jugaban un papel en la comprensión del nombre en el Génesis?
Una tercera sugestión deriva del léxico del Árabe del Sur Antiguo. Es la raíz “qyn” usada para designar a un administrador. El término aparece tanto en Sabeo como en Qatabanio.
Una raíz “qyn” ha sido hallada en nombres personales en inscripciones en Árabe del Sur Antiguo, incluyendo “qynw” que aparece como un gobernante Qedarita en una inscripción Aramea del siglo V a.C. en Tel el-Maskuteh en la entrada del WAdi Tumilat” (Eph ´al 1982). Sin embargo estas apariciones de la raíz no tienen lugar en contextos usables para determinar su significado en Árabe del Sur Antiguo. Aparece en títulos, nombres de clan, y nombres personales (Beeston 1982; Biella 1982). Certeza de identificación en la derivación de este nombre no es posible, pero es más probable encontrar este uso temprano que el de la referencia tardía a forjador de metales.
La raíz asociada a “Herrero” ha recibido apoyo de los descubrimientos de inscripciones bilingües Hititas-Hurritas en Boghazköy y la identificación del logograma Hitita para (metal) herrero (Lú SIMUG) con el Hurrita, ta-ba-li-ish (Dietrich y Loretz 1990). Si el primer elemento de Tubal-Caín puede ser identificado con esta referencia Hurrita, entonces “Caín” posee una clara asociación con el trabajo de metales en un periodo temprano. la posterior identificación en Árabe tendría un antecedente más temprano asociado con el mismo uso. Los títulos de Arabia del Sur pueden ser interpretados en un contexto similar y darían así testimonio de la importancia del trabajo con metales entre grupos con este nombre. Esto sugiere la posibilidad que el nombre sea entendido como una ocupación relacionada con la forja de metales.
No obstante, el autor(es) de Génesis 4 eligió asociar a Caín con la raíz “qnh” gramatical y semánticamente distinta pero con el mismo sonido; una raíz que produce nombres personales en Ugarit y Alalakh en el segundo milenio A.C., y en textos Hebreos, Fenicios, y Púnicos del primer milenio a.C.

2. Lamec: La naturaleza tri-radical del nombre, “lmk”, sugiere una etimología Semita. Pero no se conoce semejante raíz en el Semítico Occidental. El Árabe, “ylmk”, “hombre fuerte”, ha encontrado apoyo en la búsqueda etimológica (HALAT 505). Fuera de la familia de lenguas Semitas, el Sumerio “lumga” sirve como título del dios EA como patrón de la música (Landersolorfer 1916; Gabriel 1959; Westermann 1974). Esto tuvo especial interés debido a Jubal, hijo de Lamec –y “padre de los que tocan la lira y la flauta”. También se encuentran comparaciones con el término algo oscuro Acadio, “Lumakku”, título de un sacerdote de rango inferior que aparece en textos léxicos. En cuanto al medioambiente onomástico de Lamec se han encontrado intentos tempranos de nombres personales en el tercer milenio a.C. o en nombres en Mari de comienzos del segundo milenio a.C. Esos nombres son inciertos en cuanto a su valor, y en el mejor de los casos permanecen en la periferia del mundo semita Occidental. Además, pueden ser leídos de manera diferente. El descubrimiento de nombres tribales como Beni Lamk y Lamki en Oman sugiere la presencia de raíz posiblemente semítica pero nada acerca de los orígenes o medioambiente. Todas estas comparaciones son tentativas y precarias, no obstante. Además, no hay evidencia de la raíz “lmk” en Semítico Occidental.

3. Un dato bíblico importante, no recordado a menudo por los estudiosos de la Biblia y teólogos, es la existencia de población antes de los descendiente de Adán; de otra manera de quién habría de tener miedo Caín? (Gén. 4:14).

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