PARTE II: DEMONIZACIÓN DE LOS HEREJES MEDIEVALES
Desde comienzos del siglo tercero los Cristianos gradualmente comenzaron a dejar de ser vistos, y de verse ellos mismos, como grupo militante. El proceso de integración en y acomodación con, la sociedad Greco-Romana había comenzado. Pero no todos los Cristianos se adaptaron a las circunstancias cambiantes. En el Este, tanto el compromiso con el mundo como el institucionalismo dentro de la Iglesia fueron cuestionados por un renacimiento religioso conocido como Montanismo (de su fundador, Montanus). Localizado en las remotas profundidadesde Frigia, en Asia Menor, el Montanismo involucraba por encima de todo una revuelta contra la vida fácil del Cristianismo en las ciudades y pueblos Griegos. Con su arrolladora sed de martirio y urgentes profecías sobre el Fin del Milenio, la secta se hizo oír a finales del siglo II. Pero sobrevivió varios siglos más, y cuando ya el Cristianismo se había convertido en la religión oficial del Imperio, esta reliquia de los primeros tiempos era vista con gran suspicacia.
Entre mediados de los siglos IV y V, varios representantes Cristianos insinuaban que esas intransigentes atrasadas gentes de los bosques practicaban el canibalismo. Filastrio, obispo de Brescia, dijo de ellos: “La gente dice que durante la Pascua mezclan la sangre de un niño con sus ofrendas y envían trozos de esta ofrenda a sus perniciosos seguidores en todas partes(1). Epifanio también tenía a los Montanistas en mente cuando dijo que algunos sectarios “pinchan a un niño por todo el cuerpo con agujas de bronce para obtener sangre para su ofrenda”(2). Incluso el gran Agustín informa acerca de esos Frigios: “La gente dice que tienen unos sacramentos lamentables. Se dice que toman la sangre de un niño de un año, la obtienen mediante pequeños cortes en su cuerpo, y al mismo tiempo producen su Eucaristía, mezclando esta sangre con la comida, hasta hacen el pan mezclado con esta. Si el niño muere, lo tratan como un mártir, pero si vive, lo tratan como un sumo sacerdote(3). Los Montanistas reaccionaron a estas acusaciones igual que los Cristianos del siglo II –rechazaron esos cuentos como malignas calumnias(4). Sabían que eran inocentes –incluso algunos líderes de la Iglesia lo admitían(5).
San Agustín también señaló extrañas costumbres entre los Maniqueos. En su tiempo la religión Maniquea se expandía desde su lugar de origen, Persia, penetrando profundamente en el mundo Greco-Romano. A medida que avanzaba vino a estar más y más bajo la influencia de la Cristiandad. En África del Norte en particular tomó la apariencia de una versión más racional del Cristianismo, sin ser estorbada por el Antiguo Testamento, y vino a ser un serio rival del Catolicismo entre los educados. Agustín mismo fue miembro de la iglesia Maniquea durante nueve años, antes de su conversión al Catolicismo. Pero fue solamente “auditor”, o Maniqueo secular. El relato que cuenta se refiere a los “electi” que eran virtuosos religiosos.
De acuerdo con Agustín, en su época Maniquea una mujer se quejó a él que durante una ceremonia religiosa, estando sentada junto a otras mujeres, “algunos de los elegidos se le acercaron, uno de ellos apagó la lámpara, mientras que otro, que no pudo reconocer, la abrazó, intentando forzarla a pecar si no hubiera gritado y escapado. Esto ocurrió la noche cuando la fiesta de las vigilias(6). Agustín, aunque reconoció que no se puedo descubrir al agresor, comenta que estas prácticas deben haber sido muy comunes. Uno debería preguntarse por qué, si así era, él, Agustín, nunca fue testigo de nada semejante durante todos los años que fue miembro. La verdad es que los “electi” o “perfecti” Maniqueos tenían fama, incluso entre sus enemigos, por su absoluta castidad y ascetismo riguroso, y hay razón para pensar que esta poco probable historia no fuese sino una versión desacreditadora de aquellas orgiásticas fantasías con las que los paganos Romanos acusaron a su vez el “Agape Cristiano”.
Siglos después estos cuentos de erotismo libertino, infanticidio y canibalismo fueron reavivados y aplicados a varios grupos religiosos en el Cristianismo Medieval. En el proceso vinieron a estar cada vez más firmemente integradas en el corpus de la demonología Cristiana. A los ojos de los paganos Greco-Romanos, la gente que se consentía en orgías promiscuas y devoraban niños eran enemigos de la sociedad y de la humanidad. A los ojos de los Cristianos Medievales eran además enemigos de Dios y siervos de Satán, sus terribles acciones eran inspiradas por Satán y sus demonios y servían sus intereses. A medida que pasaron los siglos los poderes de las tinieblas aparecían más y más en esos cuentos, hasta que llegaron a ocupar el centro el escenario. La permisividad erótica, el infanticidio y canibalismo tomaron gradualmente un nuevo sentido, como manifestaciones de un culto religioso a Satán y expresiones de culto al Diablo. Finalmente las orgías nocturnas fueron “imaginadas” teniendo lugar bajo la directa supervisión de un demonio, que las presidía en forma material.
Estas transformaciones pueden ser observadas bastante claramente si uno traza, en orden cronológico, las acusaciones contra ciertas sectas disidentes en la Cristiandad tanto oriental como occidental. Un ejemplo es la secta de los Paulicianos, que en el siglo VIII floreció en el sureste de Armenia, fuera de las fronteras del Imperio y fuera del control la iglesia Armenia. En el 719 el jefe de esta iglesia, San Juan IV de Ojun (Yovhannes Ojneçi), conocido como el Filósofo, convocó un gran sínodo que condenó a esa gente como “hijos de Satán”, él mismo produjo una octavilla que mostraba claramente lo que quería decir con ello(7). Los Paulicianos, se quejaba, se reúnen en la oscuridad de la noche, y en sus reuniones a escondidas cometen incesto con sus propias madres. Si de ello nace un niño, se lo lanzan uno a otro hasta que muere, y aquel en cuyas manos muere es elevado al liderazgo de la secta. La sangre de esos infantes es mezclada con harina para hacer la Eucaristía. Esa gente sobrepasa en glotonería a los cerdos que devoran a su propia descendencia. De esta manera Juan de Ojun puso en relación lógica, la una con la otra, las dos “fantasías” originalmente independientes, la de la orgía erótica y la de la “fiesta Tiesteana”, estableciendo el modelo para las generaciones siguientes. Pero esto no fue todo –también describió como los Paulicianos adoraban al Diablo, inclinándose y echando espuma por la boca. Esta idea también fue incorporada en los estereotipos tradicionales.
En otro caso posterior en el Este el papel de Satán y sus demonios es más explícito. Cerca del 1050 Michael Constantino Psellos, que era a su vez un famoso filósofo y un hombre de estado Bizantino, escribió un diálogo en Griego “Sobre la operación de los demonios”, e incluyó en este un par de parágrafos acerca de la secta de los Bogomilos –los llama Mesalianos. Juan de Ojun también se refirió a los Mesalianos en conexión con los Paulicianos-. Psellos vivió y escribió en Constantinopla, y los Bogomilos se encontraban en la distante Tracia. Es pues según el relato de un visitante Tracio que Psellos ofrece su informe. Se trata del “Sacrificio Místico” que el Tracio decía haber presenciado, en persona, durante la Pascua:
“Cuando se hace de noche se encienden las velas, y cuando nosotros celebramos la Pasión del Señor, ellos se reúnen en una casa y traen a jóvenes muchachas que han iniciado en sus ritos. Apagan las velas, y se entregan a actos lascivos con las jóvenes… Una vez finalizado el rito, se van a sus casas y esperan durante nueve meses hasta que nazcan los niños ilegítimos. Se reúnen de nuevo en el mismo lugar. Después al tercer o cuarto día del nacimiento le quitan los niños a sus madres de sus brazos. Cortan su carne y recogen los chorros de sangre en recipientes. Tiran los niños aún llorando al fuego. Después recogen las cenizas y las mezclan con la sangre y hace una abominable bebida con la que impregnan su comida y bebida. ……”(8)
El Tracio tiene claro el propósito detrás de estos ritos. Las almas de los que participan en ellos es purgada de cualquier rastro de influencia divina y se convierten en lugar donde habitan los demonios. La venida del Anticristo está cerca, surgirán monstruosas doctrinas y prácticas ilegítimas. Las acciones de Saturno y Tiestes y Tántalo, cuando devoraron a sus hijos, de Oedipo cuando se unió a su propia madre, de Cinirias, cuando copuló con sus hijas –todas esas abominaciones se están repitiendo ahora, como signos de la llegada de los Últimos Días. En otras palabras, son manifestaciones del fin, un esfuerzo desesperado de las huestes demoníacas en su lucha contra Dios.
Hasta el siglo XI el Cristianismo Occidental no había tenido ninguno de esos problemas provocados por disidentes religiosos. Pero en la época en la que Psellos escribía contra los Bogomilos (=amigos de Dios), Occidente comenzó a descubrir la presencia de heréticos. Las autoridades, eclesiásticas y seculares, reaccionaron fuertemente contra estas poco conocidas situaciones: los herejes no solo fueron quemados vivos, fueron también difamados. La primera ejecución tuvo lugar en Orleans en 1022. Y en conexión con este mismo incidente se relataron cuentos de incestos y canibalismo por vez primera en Europa occidental, por vez primera desde la Gran Ejecución de “Cristianos” a manos de paganos en Lyon, más de ocho siglos antes.
Este grupo hereje consistía en mayor parte de canónigos de la colegiata de Orleans –hombres cultos y piadosos, uno de los cuales había sido confesor de la reina. También incluía algunos laicos aristócratas, y algunas monjas y otras mujeres. El tono era de piedad profunda –los líderes no solo predicaban sino que también vivía una vida santa y simple, y esto fue lo que atrajo a tantos seguidores. Esa gente no tenía miedo de confesar sus creencias, pues estaban convencidos que el Espíritu Santo les protegería, y al final fueron a la hoguera riendo. La evidencia que ofrecían, cuando eran interrogados en presencia del rey y la reina y los obispos, era completamente confiable. Habían rechazado mucho de lo que era aceptado en la doctrina Cristiana: no creían que Cristo nació de una Virgen, o que sufrió a manos de los hombres, o que resucitó de entre los muertos. No estaban persuadidos de la eficacia sobrenatural del bautismo, o de la Eucaristía, o de las oraciones a los Santos. Al mismo tiempo eran místicos. Creían que cada hombre había recibido el Espíritu Santo, que habita en sus corazones y los guía en todos sus caminos.
Su doctrina no era muy distinta de, o más siniestra que, la doctrina que la Sociedad de Amigos profesaría bastantes siglos después. Pero estos sectarios también hablaban acerca de una cierta “comida celestial”, y esto puso a funcionar las imaginaciones. Un cronista contemporáneo, Adhemar de Chabannes, describe como esa gente había sido engañada por un ignorante analfabeto, que les dio de comer las cenizas de un niño, atándolos así a su secta. Una vez iniciados, el Diablo se les aparecía, algunas veces como un Negro y otras como un ángel de luz. Cada día les otorgaría cantidades de dinero, y en contrapartida se les exigía negar a Cristo en sus corazones, aunque en público aparecieran como verdaderos seguidores de Cristo. Y el Diablo les instruiría también para realizar en secreto todo tipo de vicios(9).
Un par de generaciones posteriores, cerca del 1090, un monje de Chartres llamado Pablo (Paul) ofreció un relato más elaborado del tema. “Se reúnen determinadas noches a una hora concreta, escribe, cada uno lleva una lámpara. Y recitan los nombres de los demonios en letanía, hasta que de pronto ven al Diablo descender disfrazado de animal o de otra manera. Tan pronto como la visión comienza se apagan las luces….” El monje sigue fielmente a sus precursores, especialmente a Adhémar de Chabannes y Psellos. Después de relatar la correspondiente promiscue e incestuosa orgía, la quema de los niños, la elaboración en secreto de la esclavizante poción diabólica, concluye, “que esto sea suficiente para advertir a los Cristianos para que estén vigilantes contra esta mala obra…”(10).
Cien años más tarde era común creer que el Diablo, o algún demonio a él subordinado, presidía las orgías nocturnas de los herejes en forma de animal, normalmente un gato. Esto no pertenecía al folklore de la mayoría analfabeta, sino al punto de vista de la élite intelectual. Clérigos cultos que dirigían los principales asuntos estaban convencidos de todo esto. El Inglés Walter Map, por ejemplo, no solo era un eclesiástico importante sino que fue varias veces juez y oficial en la corte de Enrique II. También era un talento, a quien el Conde de Champagne se complació en entretener en su corte, cuando Map viajaba a Roma para asistir a un concilio ecuménico. Este altamente educado y experimentado hombre describió las reuniones de los herejes en términos tan fantásticos que parecía que estaba bromeando, si no hubiera sido por el contexto que es perfectamente serio. En su libro “De nugis curialium” (entretenimientos de los cortesanos) informa lo que algunos herejes Franceses, que habían abandonado la herejía y regresado al Catolicismo, se supone le dijeron sobre sus prácticas. “…… Se apagaban las luces y los herejes murmuraban sus himnos (como para no atraer la atención de extraños), agrupados alrededor de su amo el gato. En la oscuridad trataban de encontrar al animal demoníaco, y a medida que cada uno lo encontraba, lo besaba en la parte que consideraba oportuna para colmar su deseo de degradación: los pies, genitales, bajo la cola, en el ano (en los primeros tiempos del Cristianismo se decía que los Cristianos adoraban los genitales del sacerdote que presidía la ceremonia!). Solamente después de todo esto, estimulados por ello, los herejes comenzaban su usual orgía promiscua(11).
En la época en la que Map escribió este relato, cerca del 1180, estas ideas ya habían entrado en el pensamiento incluso de los filósofos y teólogos. El Francés Alain de Lille, cuya reputación como hombre culto era tal que le llamaban “Doctor Universalis”, creía también en todo esto. Cuando escribió su tratado “Contra los herejes de su tiempo”, entre 1179 y 1202, tuvo que explicar por qué una de las más importantes sectas era llamada Cátaros. Dio la respuestas correcta: el nombre viene del Griego “Katharoi”, “los puros”, pero se sintió obligado a ofrecer una etimología alternativa –del Latín “cattus”, “gato”, porque es en esta forma que Lucifer se les aparece y recibe sus obscenos besos(12). El eminente Escolástico Guillaume d´Auvergne, obispo de Paris, creía igualmente. Escribe que “Lucifer” “tiene el permiso de Dios para aparecerse a sus seguidores en la forma de gato negro o sapo y pedirles besos, como gato, bajo la cola, en el ano, como sapo, en la boca”(13).
La atmósfera estaba cambiando. Las fantasías que en la temprana Edad Media eran desconocidas en Europa Occidental se convirtieron en creencias comunes. Como siempre ocurre, mediante la repetición las ficciones se convierten en verdades aceptadas como hechos.
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1. Filastrio, “Diversarum hereseon”, xlix, 3.
2. Epifanio, “Panarion”, xlviii, 4
3. Agustín, “De haeresibus”, xxvi
4. Theodoret, “Haereticarum fabularum compendium”, iii, 2
5. Jerónimo, “Epistola” xli, 4
6. Agustín, “De moribus Ecclesiae Catholicae et de moribus Manichaeorum”, Lib. II, cap. vii
7. Texto, en traducción en Latín, in F.C. Conybeare, “The Key of Truth, a manual of the Paulician Church in Armenia”, Oxford, 1899, pp. 152-4.
8. Michael Psellos, “Peri energeias daimonon”, cap. v. Svoboda, “La démonologie de Michel Psellos”, Brno, 1927.
9. Adhémar de Chabannes, “Historia Francorum”, lib. III, cap. 59.
10. Pablo, monje de Saint-Père de Chartres, “Liber Aganonis”, en Cartulaire de l´abbaye de Saint-Père de Chartres, ed. M. Guérard, vol. 1, Paris, 1840, p. 112. Los estudiosos modernos, que se basan en la edición del siglo XVIII del Liber Aganonis en Bouquet, vol. X, consideran que este documento contiene el primer relato real del Sabbat contemporáneo con los eventos en Orleans, i.e. como fechado cerca del 1022. Pero esto está equivocado. Ver la introducción de Guérard, p. 276, Nota 2.
11. Walter Map, “De nugis curialium”, Distinctio 1, cap. xxx (Camden Society, vol. 50, London, 1850, p. 61.
12. Alain de Lille, “De FIDE católica contra haereticos sui temporis”, lib. 1, cap. LXIII. Map puede muy bien haber oído la historia de Alain de Lille, ambos estuvieron en el concilio de Letrán en Roma en 1179. La derivación de “Cátaro” de “cattus” fue ampliamente aceptada. Para un ejemplo ver I. Von Döllinger”, Beiträge zur Sektengeschichte”, vol. II, Munich, 1890, p. 293.
13. Gulielmus Alvernus, “Tractatus de legibus”, cap. XXVI, en “Opera Omnia”, Orléans 1674, vol. I, p. 83.
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