lunes, 28 de julio de 2014

SAMUEL I

SAMUEL: EL NACIMIENTO Y LA LLAMADA DE SAMUEL

El relato del nacimiento de Samuel es similar al de Sansón, aunque más elaborado. Su padre tenía dos esposas(la poligamia no estaba prohibida en la Biblia Hebrea. Se asume normalmente que la práctica desapareció en el periodo del Segundo Templo, aunque documentos encontrados de la época de Bar Kokhba cerca del Mar Muerto, de comienzos del siglo dos a.C., ofrecen ejemplos de bigamia en aquel periodo. La rivalidad entre las dos esposas se añade a la miseria de la estéril, Hannah(comparar la tensión entre Sarah y Hagar en Génesis). Finalmente, el Señor responde su oración, y Samuel es concebido. En agradecimiento, Hannah dedica su hijo como nazireo al Señor. A diferencia de Sansón, también nazarita, Samuel es dedicado al servicio y la casa del Señor en Shiloh. Este, parece ser, era el santuario Israelita más importante en el periodo inmediato anterior al surgimiento de la monarquía. Posteriormente, la construcción del templo en Jerusalem es representada como una ruptura con la tradición (2 Sam. 7:6-7), basándose en que Yahvé no había vivido en casa alguna hasta esa época, sino que había habitado y deambulado en una tienda o tabernáculo. La estructura en Siloh, no obstante, parece haber sido de naturaleza más permanente. Posteriormente, el profeta Jeremías se refiere a Shiloh como el lugar donde el Nombre del Señor habitó por vez primera (Jer. 7:12). Salmo 78:60 describe el santuario en Shiloh como un “mishkan”, o tienda-santuario, Jos. 18:1 y 19:51 mencionan la tienda del encuentro. Algunos estudiosos argumentan que el tabernáculo descrito en la fuente Sacerdotal en el Pentateuco estaba localizado en Siloh. La hipótesis es intrigante, aunque la evidencia no es concluyente.

La canción de Hannah en 1 Sam. 2 ofrece una perspectiva teológica no sólo sobre el cambio de su suerte sino también sobre los altibajos del desarrollo del relato. La canción es un Salmo, tal como los que se encuentran en el Salterio, que probablemente no fue compuesto específicamente para este contexto. Hay en el Salterio un género de Salmos de acción de gracias (Salmos 18, 30, 118), que serían apropiados para un contexto como este. Estos incluyen una descripción de la angustia de la que es liberado el salmista, y a menudo contienen indicaciones de un contexto ceremonial (una llamada a otros participantes a unirse a la acción de gracias). La canción de Hannah no tiene esos rasgos distintivos de un salmo de acción de gracias individual. Es de manera más general un himno de alabanzas, que se refiere a la típica manera de como Dios se relaciona con la humanidad más bien que a un acto específico de liberación. Quizá fue probablemente elegido para este contexto debido al versículo 5: “La estéril da a luz siete veces, la de muchos hijos se marchita”. El tema de la canción es que Dios exalta al débil y humilla al poderoso. Varios incidentes en los libros de Samuel y Reyes pueden ser citados para ilustrar este tema, aunque no son el tema principal de esta historia. La Canción de Hannah es el modelo para el Magnificat, la canción de acción de gracias de la virgen María en el Nuevo Testamento (Luc. 1:46-55).

La manera del nacimiento de Samuel lo enlaza con los Jueces anteriores a él, aunque su carrera tiene poca similitud con la de Sansón. En este punto de la narrativa, el sacerdote Elí es juez en Israel, según el historiador Deuteronómico (1 Sam. 4:18, dice que juzgó a Israel durante cuarenta años). De hecho, Elí es descrito como el sacerdote principal en Shiloh. Nunca dirige las tribus o actúa como líder de una confederación Israelita. Es llamado “juez” sólo para hacerle encajar en el patrón impuesto por el Deuteronomista. Es descrito como persona integra, aunque sus hijos no lo son. El relato de los abusos de los hijos de Elí en 1 Samuel 2:12-17 es una vívida visión de la vida alrededor del templo en el antiguo Israel. Antes de la reforma de Josías, los sacrificios eran la ocasión para comer carne, y los sacrificios eran, en cualquier caso, una fuente mayor de apoyo para el clero del templo.

El nacimiento de Samuel lo enlaza con los jueces, sus llamada en el capítulo 3 anticipa la de los profetas posteriores. La llamada de los profetas se realiza de dos maneras: puede ser una visión, como en el caso de Isaías y Ezequiel, o una experiencia auditiva, donde una voz es oída aunque ninguna forma es descrita. El ejemplo paradigmático de la llamada auditiva es la historia de Moisés ante la zarza ardiente. Jeremías es otro ejemplo. La experiencia de la llamada de Samuel es de tipo auditiva. A diferencia de Moisés o Jeremías a Samuel no le es dada una misión. Más bien, se le da la profecía de la destrucción de la casa de Elí. Las revelaciones de un juicio venidero son en gran medida el mensaje de los profetas tardíos. Samuel no funciona como medium de este tipo de profecías en los libros de Samuel después de 1 Sam. 4:1, excepto en el caso de Saúl. La revelación en el capítulo 3 establece sus credenciales como profeta, y al final del capítulo se dice que todo Israel sabía que era un profeta que tenía la confianza del Señor, y que continuó recibiendo y trasmitiendo la palabra de Dios en Shiloh. También es presentado como vidente que puede encontrar cosas perdidas (cap. 9). En un extraño interludio en 1 Samuel 19:20 aparece como conductor de un grupo de profetas extáticos. Más importante aún, unge a reyes y también los puede declarar rechazados por Dios. La interacción de Samuel con Saúl prefigura la interacción entre reyes y profetas posteriormente en la historia Deuteronómica.

EL ARCA DE LA ALIANZA
El relato de Samuel es interrumpido en 4:1b-7:1 por un episodio en el cual él no participa. Este episodio es generalmente reconocido como documento de una fuente independiente, incorporado por el Deuteronomista. El tema del relato es la captura del Arca de la Alianza por los Filisteos.

El Arca es llamada el Arca de Dios, el Arca de YHWH, el Arca de la Alianza, o el Arca del Testimonio. La asociación del Arca con la alianza es típica del Deuteronomista; los escritores Sacerdotales prefieren “el Arca del Testimonio”. En Deut. 10:1-5 se le encarga a Moisés que construya un arca de madera como receptáculo para las tablas de piedra de la alianza. La historia en Samuel 4-6 deja claro que no es una mera caja. Es el símbolo de la presencia del Señor. Es llevada a la batalla para superar la fuerza superior de los Filisteos, en la creencia que Yahvé participa en la batalla (comparar el canto cuando el arca partía, según Núm. 10:35: “Levántate, Yahvé, que tus enemigos se dispersen”). El Arca también estuvo asociada con el trono divino, como pedestal de la Deidad.

El drama de la historia en 1 Samuel 4-6 viene del hecho que los enemigos de Yahvé no son dispersados ante el Arca. Los Filisteos vencen su pánico y capturan el Arca. La captura del dios o dioses de un pueblo era usual en el antiguo Oriente Medio. Cuando un pueblo capturaba la ciudad de otro, se llevaban también sus dioses, representados en estatuas, como botín. Incluso el dios de Babilonia Marduk, fue llevado fuera de esta manera. Con esto se quería significar el poder superior del dios victorioso. Los derrotados solían explicar esto de manera diferente. Sus dioses les habían supuestamente abandonado dejándose llevar fuera debido a la cólera contra su propio pueblo. Sin embargo, la captura del Arca en la batalla fue un trauma importante para los Israelitas. Esto llevó directamente a la muerte de Elí, y su nuera llamó a su hijo Ichabod (“sin gloria”), pues “la gloria se había retirado de Israel” cuando fue capturada el Arca.

La historia del Arca tiene, no obstante, un final feliz para los Israelitas. Yahvé reafirma su poder destruyendo misteriosamente la estatua del dios Filisteo Dagón afligiendo a la gente con una plaga. Como resultado, los Filisteos la envían de regreso. Normalmente cuando los vencedores devolvían las estatuas capturadas de los dioses, consideraban esto como un acto de magnanimidad de parte de sus dioses superiores. Aquí el regreso da a entender que Yahvé es invencible después de todo. Su captura aparente por los Filisteo se convierte en la ocasión para una manifestación aún mayor de su poder. No obstante, es significativo que poco después de este episodio los Israelitas piden un rey. La antigua religión carismática de los jueces, dependiente del espíritu del Señor, no era adecuada para tratar con los Filisteos.

LA MONARQUÍA
Samuel reaparece en escena en 1 Sam. 7:3, y se dice juzga a Israel después de la desaparición de Elí. Al igual que Elí, él también funciona como sacerdote. A diferencia de los antiguos jueces no es un guerrero y no lidera la batalla. Asegura la victoria de los Israelitas en la batalla ofreciendo sacrificios, a los que el Señor responde con truenos, lo que es suficiente para hacer huir a los Filisteos. Este es el ideal del Deuteronomista de cómo pelear la batalla; comparar la captura de Jericó, donde los Israelitas también realizan un ritual y el Señor interviene de manera decisiva en la batalla.

Como Elí, sin embargo, Samuel tiene hijos que no siguen sus pasos, por lo que el pueblo termina pidiendo un rey. El intercambio entre Samuel y el pueblo en lo que respecta a este tema en 1 Samuel 8 representa la tendencia negativa en 1 Samuel y la historia del Deuteronomista. El pueblo, se afirma, rechaza la realeza de Yahvé. Además, la predicción de los “métodos del rey” refleja la desilusión surgida después de siglos de experiencia. Esta descripción de la monarquía debe haber sido considerada muy verdadera después que la realeza fuese eliminada por los Babilonios. La descripción de los procedimientos del rey está muy en línea con las críticas a la monarquía a cargo de los profetas, comenzando con Elías en 1 Reyes 21. Se puede observar que la conducta del rey comienza a ser ejemplificada ya en la historia de David, el cual toma la esposa de un súbdito, y en mayor manera en la historia de Salomón. Los Israelitas no necesitaron esperar hasta el exilio en Babilonia para darse cuenta que la monarquía podía ser opresiva.

Hay dos relatos sobre la elección de Saúl como primer rey. El primero es una pintoresca historia en la que Saúl va a consultar al vidente, Samuel, sobre sus asnas. Este relato dice muchísimo acerca de la temprana sociedad Israelita. Las asnas perdidas era un evento que concernía a los profetas y futuros reyes. Cuando Samuel lo encuentra lo unge como rey. Este es el primer caso en el cual un rey es ungido en el antiguo Israel. Ungir con aceite tenía varias connotaciones. Se pensaba otorgaba fuerza, purificaba o limpiaba, o podía ser usado por mero placer. En el caso de la realeza, representaba un fortalecimiento. Se asume que la costumbre fue tomada de los Cananitas, aunque falta la evidencia de esta práctica en Canán. Los reyes no eran ungidos en Mesopotamia o Egipto, sí lo eran entre los Hititas. También hay evidencia de la unción de vasallos Egipcios en Siria. Otra gente también era ungida en Israel además del rey, sobretodo el sumo sacerdote. El rey era, no obstante, “el ungido del Señor” por excelencia. Es de esta expresión que viene la palabra “messiah”, del Hebreo “massiah”, ungido.

Según el segundo relato de la elección de Saúl, fue elegido en las suertes (1 Sam. 10:20). El procedimiento es similar al descubrimiento de Acán en Jos. 7:16-18. Este parece ser el método formal para conocer la voluntad divina favorecido por el Deuteronomista. Otra nota típicamente Deuteronómica es el dato que Samuel escribió los derechos y deberes del rey en un libro dándoselo a Saúl. Comparar con la ley del rey en Deut. 17:14-20, donde se exige que el rey tenga una copia de esta ley y la lea todos los días de su vida. En este relato, la elección de Saúl es validada por la victoria contra los Amonitas(1 Sam. 11). Inicialmente, actúa como un juez, convocando a las tribus y enviando trozos del buey que había sacrificado. Es inspirado entonces por el espíritu del Señor(Saúl recibe el espíritu de profecía en dos ocasiones, 10:10-13 y 19:23-24), aunque no actúa como un profeta. Después de la victoria sobre los Amonitas, el pueblo reunido en Gilgal lo hace rey. Hay varias etapas en el proceso en el cual Saúl se convierte en rey: elección divina, designación por un profeta(Samuel), y aclamación por el pueblo.

El ascenso de Saúl queda completado con el aparente retiro de Samuel en el capítulo 12. El alegato de Samuel sobre su inocencia ofrece un sumario conciso de conducta para un buen gobernante. No ha de abusar del pueblo tomando sus posesiones, o defraudando, ni ha de dejarse sobornar pervirtiendo así la justicia. Parece algo reticente a la hora de ceder las riendas del poder. Reprende al pueblo por haber pedido un rey. Al final garantiza que todo irá bien si no se apartan del Señor y le sirven con todo su corazón. En la teología Deuteronómica, al menos tal como se desarrolló en el exilio de Babilonia y posteriormente, la importancia de la realeza es relativizada. Lo que es de fundamental importancia es mantener la ley, no importa si hay un rey.

SAÚL
Samuel no se retira del todo. Choca con Saúl en dos incidentes, señalados en los capítulos 13 y 15. Primero en lo que se refiere a la preparación para la batalla contra los Filisteos. Saúl es instruido por Samuel para que espere siete días; entonces Samuel vendrá y ofrecerá el sacrificio (cf. 1 Sam. 10:8, en lo que parece un contexto diferente). Samuel llega tarde y Saúl está preocupado por la moral de sus soldados, algunos están desertando. Entonces realiza el sacrificio él mismo. Poco después de llevarlo a cabo aparece Samuel, y le juzga duramente. Si hubiera observado el mandamiento, su reinado habría quedado confirmado, paro a partir de ahora no tendrá una continuación.

Esta es, sin duda, una lectura teológica del fracaso del reinado de Saúl. Según el Deuteronomista, el éxito es el resultado de observar los mandamientos, y el fracaso el de desobedecerlos. En tanto que profeta, Samuel habla por Dios, y no ha de ser cuestionado. También implícita en la historia está la asunción que el éxito en la batalla depende del ritual en lugar de la estrategia o la fuerza de las armas, aunque el ritual, a su vez, no es automáticamente eficaz, sino que depende de la obediencia del que lo realiza. No importa que la mitad del ejército deserte, Samuel ha de ser obedecido y el sacrificio ha de ofrecerse como es debido. La acción de Saúl, en este episodio, no es arrogante ni irrazonable. Espera los siete días, el tiempo indicado por Samuel, es un pragmático. En estas circunstancias, su juicio parece excesivamente duro.

El choque entre Saúl y Samuel también puede ser visto desde otro ángulo. Hay un evidente conflicto de intereses entre los dos hombres, en lo que respecta a cuál de los dos es el que en definitiva manda. A pesar de su discurso de despedida en el capítulo anterior, Samuel no ha abandonado el escenario, y parece poco dispuesto a transferir el poder al joven Saúl. Todo esto es plausible psicológicamente, aunque no hay manera de verificar si tiene o no un fundamento histórico. También hay un conflicto entre dos teologías. Samuel representa una obediencia ética e incondicional, mientras que Saúl representa un pragmatismo moderado. Desde el punto de vista del Deuteronomista, el problema con los reyes era que hacían las cosas por su cuenta en lugar de remitirse a la palabra de Dios revelada por los profetas. Hay que tener en cuenta que la palabra de Dios no se manifiesta directamente. Siempre está mediada por agentes humanos que tienen sus propios intereses en este procedimiento. En este caso, la palabra de Dios, tal y como es pronunciada por Samuel, confirma la autoridad de Samuel sobre Saúl. En tiempos posteriores cuando la Historia Deuteronómica fue escrita, la teología de la obediencia favoreció la autoridad de los escribas u otros funcionarios religiosos sobre la de los gobernantes seculares. La afirmación de personajes como Samuel de hablar en nombre de Dios ha de ser vista con cierta sospecha en vista de sus propios intereses.

El conflicto entre Saúl y Samuel está resumido en el capítulo 15. Esta vez Samuel ordena a Saúl que ataque a Amalek, y no deje vivo a hombre, mujer, niño, ni siquiera los animales. Saúl cumple parcialmente y perdona la vida al rey y los mejores animales para ofrecerlos en sacrificio. Debido a esto es de nuevo repudiado como rey. Saúl, aparentemente, pensó que estaba cumpliendo, que tenía cierta libertad en el cómo cumplir el mandamiento. El mandamiento en sí mismo es muy duro, completamente inhumano. Incluso cuando la masacre total era costumbre en la antigüedad, era una procedimiento bajo, y no había por qué entenderla como mandamiento divino. De nuevo, el tema es la autoridad y control. Podía Saúl, en tanto que rey, decidir semejante acción por sí mismo, o había de obedecer la palabra de Samuel? El Deuteronomista implica claramente que había de obedecer. Aunque otras perspectivas sean también posibles. El conflicto es una lucha de poder. No es aparente que el mandamiento de Samuel, sea aquí o en el capítulo 13, para el bien del pueblo, a menos que se asuma, como hace el Deuteronomista, que siempre es mejor obedecer al profeta que dice hablar en nombre de Dios. Saúl podía haber sido perdonado por dudar de la autenticidad de esta afirmación. Aunque de hecho nunca cuestiona la autoridad de Samuel en el relato. Después de todo, la autoridad de Saúl derivaba en gran medida de la palabra del profeta.

El reproche de Samuel a Saúl tiene un tono profético: “Acaso se complace Yahvé en los holocaustos y sacrificios tanto como en la obediencia a la palabra de Yahvé? Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad que la grasa de los carneros”(1 Sam. 15:22). Hay un paralelo cercano a esto en el profeta Oseas: “Porque yo quiero amor, no sacrificio, conocimiento de Dios mejor que holocaustos” (Os. 6:6). Oseas y Samuel están de acuerdo que el sacrificio no es substituto de una conducta correcta, aunque tienen ideas diferentes acerca de lo que constituye la buena conducta. Para Oseas, es el amor firme y el conocimiento de Dios. En el contextos de los oráculos del profeta queda claro que la práctica de la justicia es necesaria, así como la fidelidad a Yahvé. Para Samuel, en contraste, todo está relacionado con la obediencia, incluso si lo que se nos ordena es una matanza de otros seres humanos.

Los dos relatos del conflicto entre Samuel y Saúl, en 1 Samuel 13 y 15, describen otra historia que ilustra un conflicto de valores similar. En la batalla contra los Filisteos después del incidente en Gilgal, Saúl, se nos dice, hizo un voto, maldiciendo a cualquiera de su tropa que comiese antes que el enemigo fuese derrotado (Recordar la promesa de Jefté en Jueces 11). Su hijo Jonatán, el héroe de la batalla, al no estar al tanto de la promesa, comió algo de miel. Cuando se le comunica la promesa le quita importancia: los hombres lucharán mejor si comen. Aquí se ve de nuevo un choque entre un moderado pragmatismo, por un lado, y una ética que otorga gran importancia a los votos y promesas, por el otro. Jonatán cuestiona la eficacia de los juramentos para el éxito en la batalla. Sería mejor preocuparse que las tropas estuviesen bien alimentadas.

En este caso Saúl es presentado como defensor de la ética de la obediencia. Declara que si Jonatán es culpable ha de morir. Esta historia termina, sin embargo, de manera muy distinta de la de Abraham e Isaac o de la de Jefté y su hija. Jonatán no es ejecutado, y el indulto no se da por intervención divina. Más bien las tropas intervienen para rescatar a Jontán de la promesa de su padre. En este caso, el pragmatismo vence.

Las historias en 1 Samuel 13-15 capturan brillantemente el sentido de una sociedad en transición, donde la deferencia hacia las costumbres y las autoridades religiosas colisionan con un creciente sentido de pragmatismo. El conflicto de valores, sin embargo, no es peculiar a ningún periodo de la historia. Mientras que el Deuteronomista se pone claramente del lado de Samuel en su conflicto con Saúl, la gran virtud de los relatos es que no son simplistas, sino que permiten ver más de un solo lado del tema.

DAVID
La segunda mitad de 1 Samuel y la apertura de los capítulos de 2 Samuel relatan la llegada al poder de David. Se acepta ampliamente que el Deuteronomista tuvo a su disposición un documento de una fuente más antigua. La “Historia del Surgimiento de David” está normalmente identificada en 1 Sam. 16:14 – 2 Samuel 5; 1 Sam. 16:1-13 es incluido algunas veces. Un punto importante en esta historia es la muerte de Saúl.

Qué tipo de historia es ésta? Como otras partes de los libros de Samuel, se lee como una novela histórica en lugar de la especie de crónica que a menudo se encuentra en los libros de los Reyes. No es historiografía en el sentido moderno del término. De nuevo no se puede verificar aquí nada acerca de David, dado que todas las fuentes que a él se refieren dependen de la tradición bíblica. Algunos estudiosos han ido tan lejos como para cuestionar si David realmente existió, aunque la mayoría ve esto como un escepticismo indebido. La familia gobernante en Judá durante unos cuatrocientos años era conocida como “Casa de David”. Este título ha sido encontrado también en una inscripción en Tel Dan. Bien entendido, una casa real podía muy bien tener un ancestro mítico. Aunque es mucho más probable que David fuese un personaje histórico, como Omri, que le dio su nombre a una dinastía en el norte de Israel. Dicho esto, no hay manera simple de verificar si el David histórico se parecía en algo al personaje descrito en las narrativas bíblicas.

Hay que esperar que la historia del Rey David habría sido de interés primeramente para la casa de David y sus seguidores. Sorprende que el relato no contenga una mayor huella de la ideología real de Judá, la cual aclamó al rey Davídico como “hijo de Dios” e incluso como “´elohim”. Los libros de Samuel no reivindican ningún estatus divino para David. Al contrario, surge éste como demasiado humano. La diferencia respecto a la ideología real en Judá se puede explicar de dos maneras. Algunos suponen que este relato fue compuesto en época muy temprana, sea durante el reinado de David o poco después –antes que se desarrollara la ideología real. Alternativamente, esta historia puede venir de una época mucho más tardía. Difícilmente pudo haber sido compuesta por el Deuteronomista; no contiene mucho que se pueda distinguir como Deuteronómico. Su punto de vista de la monarquía es más bien similar al del Deuteronomio, desde el momento en que la monarquía es retratada como institución humana y falible. No parece ser, en síntesis, una historia de la corte. El autor o autores muestran claramente su simpatía hacia David y la dinastía que fundó, aunque muestran bastante distancia respecto al tema de la que se podría esperar si hubieran sido escribas pagados por el rey. Poco se puede decir respecto a esta historia, excepto que estaba ya disponible cuando el Deuteronomista copiló su historia.
                                                                         
Relacionado con esto está la cuestión del género de la historia. Una influyente hipótesis es que fue compuesta en tanto que analogía para el rey David –o sea, como documento de propaganda que trataba de refutar cargos contra él. Específicamente, demuestra que David no fue un fuera de la ley, un desertor, o un mercenario Filisteo, que no estuvo implicado en la muerte de Saúl o en las muertes de algunos de los familiares y seguidores de Saúl. Un modelo de este tipo de apología es propuesto en la “Apología de Hattusilis”. Hattusilis fue un rey Hitita del siglo trece que usurpó el trono. Su apología argumentaba que había sido leal a su predecesor hasta que éste último se volvió en su contra. Su asunción al trono reflejaba la voluntad de los dioses. Temas similares aparecen en la historia del ascenso de David.

Sin embargo, para el lector moderno, al menos, la historia trasmite la impresión que David fue varias veces un fuera de la ley, un desertor, y un mercenario Filisteo, y que es llamativo por su ausencia cuando Saúl fue muerto. Si esta es literatura apologética, es excepcionalmente sutil, aunque, de hecho, tiene un éxito parcial. Argumenta que David fue elegido por el Señor y tuvo éxito gracias a la Divina Providencia, aunque también pinta un cuadro muy creíble de un joven oportunista que podría haber tenido pocos escrúpulos. Lo atractivo de esta historia está precisamente en la ambigüedad de su héroe. Es elegido por Dios, aunque de ninguna manera es inocente o intachable. La historia tiene más el carácter de novela histórica que el de propaganda política. Es una novela histórica teológica que toma un carácter histórico y desarrolla un relato acerca de él que ilustra los caminos de la naturaleza humana, aunque toma el curso de los eventos para ilustrar los caminos de Dios.

LA ELECCIÓN DE DAVID
Como en el caso de Saúl, hay más de un relato de cómo David llegó a ser rey. Primero es ungido por Samuel (1 Samuel 16:1-3). Esta historia sigue el patrón bíblico familiar en la exaltación de los débiles (cf. Canción de Hannah). Saúl fue tomado de los débiles, de la recientemente humillada tribu de Benjamín; David es el hijo más joven de Jesé, no contaba inicialmente. La moral es articulada por Samuel: “Yahvé no ve lo mismo que el hombre, pues el hombre se fija en las apariencias, pero Yahvé escudriña el corazón”(16:7). Aunque la historia de Saúl parece demostrar que el Señor también se puede equivocar.

Primera de Samuel 16:14-23 ofrece un relato diferente del descubrimiento de David. Es seleccionado debido a sus dotes como músico. Saúl, abandonado por el espíritu del Señor, es afligido por “un espíritu malo que venía de Yahvé”(16:14). En lenguaje moderno, esto se describiría como una enfermedad psicológica, quizá depresión maniaca o desorden bipolar. Hay que señalar que los espíritus malos se supone “vienen del Señor”. En la teología Deuteronómica, no hay otro poder que pueda ser responsable de ellos. La conducta de Saúl deviene errática, lo que es bastante inteligible en vista de la manera como ha sido frustrado por Samuel. David es llamado a la corte para calmar al rey con su música. Saúl, bien entendido, no es consciente que David ha sido ungido para remplazarle.

Pero otro relato del descubrimiento de David sigue en la historia de su combate con Goliat en 1 Samuel 17. En realidad ahí hay dos relatos. El primero se encuentra en 17:1-11,32-40,42-48a,49,51-54. El segundo se encuentra en 17:12-31,41,48b,50,55-58; 18:1-5, 10-11, 17-19, 19b-30. Los versículos que componen el segundo relato faltan en la traducción Antigua Griega, tal como se encuentra en el Codex Vaticanus. Se está generalmente de acuerdo que en este caso el Griego conserva la forma más antigua del texto. El segundo relato es una narración independiente del combate. Introduce a David como si fuera un desconocido. Además, aún es un pastor, en lugar de un músico en la corte de Saúl. Esta variante popular de la historia debe haber sido interpolada en el texto Hebreo en algún momento durante el periodo del Segundo Templo.

Pocas historias en la Biblia Hebrea tienen similar popularidad como la de David y Goliat. Se ha convertido en el relato proverbial del desamparado. Mucho tiene en común con el mito clásico del Cercano Oriente del combate entre Marduk y Tiamat (Enuma Elish), con el Filisteo en el papel del monstruo del caos. No hay sugerencia alguna, sin embargo, de que David y Goliat sean más que humanos. David triunfa por destreza y agilidad sobre el gran y torpe Filisteo. El Deuteronomista ve otra dimensión en el conflicto. Goliat viene con espada y lanza pero David viene en el nombre del Señor de los ejércitos(17:45). Como en la historia del Éxodo, Yahvé es el dios del débil y desconocido, ningún poder puede prevalecer contra él.

A pesar del legendario carácter, la historia de Goliat encaja en el escenario más plausible del ascenso de David. Tuvo éxito en la batalla y superó a su maestro, el Rey Saúl. De ahí la aclamación popular: “Saúl mató a sus miles, David a sus diez miles”. David, en este punto, se supone es aún el siervo leal de Saúl, aunque la rivalidad entre los dos es inevitable. Su relación se complica debido a la amistad entre David y la familia de Saúl. Jonatán, el hijo de Saúl, amaba a David como a sí mismo(18:1). Mucho se ha dicho de la relación entre David y Jonatán en tanto que posible modelo bíblico de una relación homosexual positiva. La atracción homosexual es sin duda un factor en los vínculos de amistad masculinos, especialmente en todas instituciones masculinas como el ejército (hasta nuestros días). Tonos homoeróticos también se sospechan en la historia de Gilgamesh y Enkidu en la Épica de Gilgamesh. Pero si hay una dimensión sexual en esta relación, esta no es explícitamente reconocida.

David también  tiene relaciones con las hijas de Saúl. El casamiento con la mayor, Merab(18:17), forma parte del relato secundario de Goliat. No se encuentra en el texto Antiguo Griego. El relato de Mical es más fácilmente inteligible si no hubo matrimonio con la hija mayor. Mical, como Saúl, es un carácter trágico. En 1 Samuel 18 la iniciativa para el matrimonio viene de Mical, que ama a David, con la aprobación de Saúl. David, pues, no puede ser acusado de conveniencia. Cuando David es separado de Saúl, Mical se casa con otro, pero David la reclama después de la muerte de Saúl, cuando trata de asegurarse el reinado sobre todo Israel. Una vez consolidado el reinado, ella es condenada con esterilidad, ostensiblemente por haber sentido desagrado cuando David baila ante el Arca. El relato puede ser intencionado en orden a defender a David de las alegaciones que usó a Mical y la traicionó cuando ya no la necesitaba más, es difícil no leer entre líneas y sospechar que estuvo motivado por intereses políticos.

Los relatos de interacción entre David y Saúl en 1 Samuel 19-24 ofrecen las analogías más cercanas al género apologético, o justificación de las acciones de un rey que puede ser acusado de haber usurpado el trono. Saúl trata repetidas veces de matar a David, por ninguna otra razón que no sea los celos. La propia familia de Saúl, Jonatán y Mical, se ponen del lado de David en el conflicto. Saúl comete un ultraje al matar a los sacerdotes de Nob(un santuario al norte de Jerusalem, cerca de Gibeah), por su amistad y defensa de David. Sin embargo, cuando David tiene a Saúl a su disposición se abstiene de matarlo, declarando, “Yahvé me libre…. De alzar mi mano contra él, porque es el ungido de Yahvé”(24:7). Incluso Saúl reconoce que “Más justo eres tú que yo”(24:18). Finalmente, Saúl reconoce que David le sucederá en el reinado, y le pide solamente que no mate a su descendencia y “que no borrarás mi nombre de mi parentela”. No era inusual en el mundo antiguo(ni siquiera en tiempos posteriores) que un rey acabara con cualquiera que pudiese ser una amenaza para su reinado. Sin embargo, Saúl persigue a David de nuevo en el capítulo 26, y David, otra vez, se abstiene de matar a Saúl cuando tiene la oportunidad.

DAVID COMO MERCENARIO Y FUERA DE LA LEY
Los últimos capítulos de 1 Samuel pintan un cuadro más complejo de David como jefe de bandidos y mercenario. Se ve forzado a esos papeles por la constante amenaza de violencia por parte de Saúl. Así, David aparece como un oportunista que puede adaptar sus lealtades según las circunstancias en las cuales se vea involucrado. Continua su carrera como jefe militar, y es por esto mayormente que Saúl le teme y trata de eliminarle.

Cuando David no está al servicio de un rey, ha de mantener su tropa por cualquier medio disponible. En 1 Samuel 25 realiza esto exigiendo un pago por protección a un ganadero en Carmelo: “Pues bien, tus pastores han estado con nosotros y nunca les hemos molestado ni han echado en falta nada de lo suyo mientras estuvieron en Carmelo”(25:7). El hacendado se llamaba Nabal, que significa “necio”. Su tontura consiste en su fallo en reconocer la amenaza que suponía la petición de los bandidos. En contraste, su esposa Abigail es más astuta y “bella”, e interviene para comprar a David. Cuando Nabal se entera de lo ocurrido, muere repentinamente, y David toma a Abigail como esposa. La historia es narrada de manera tal como para implicar que el Señor estaba con David, que Nabal no sólo era un necio sino un medio, un desgraciado, y que Abigail era propiamente generosa y apreciaba a David. Sin embargo, el relato parece muy similar a las novelas y películas de gángsters y padrinos del mundo moderno. La frecuente invocación del nombre del Señor no puede ocultar el hecho que David está involucrado en una extorsión.

En 1 Samuel 22 David deja a sus padre con el rey de Moab para salvaguardarlos. En el capítulo 27 entra al servicio del rey Filisteo de Gat, que le permite establecerse en la ciudad de Ziklag. Desde ahí realiza incursiones en los pueblos del sur. El texto cuida en insistir que solamente pretendía realizar incursiones en Judá, y de hecho es bastante creíble en este contexto, dado que Judá era su base de poder. Pero el hecho que el pueblo que atacó en acciones de clara agresión, eran los Amalequitas sirve de poco para redimir su carácter mortal a los ojos del lector moderno. El cuadro que se obtiene es más bien el de un oportunista sin escrúpulos.

Finalmente, David es llamado a unirse a los Filisteos en la batalla contra Israel. Declara estar dispuesto, y el rey de Gat no duda de su lealtad. Otros comandantes Filisteos, sin embargo, no confían en David y es enviado de regreso. De esta manera queda a salvo del dilema de haber luchado contra su propio pueblo o de ser desleal a su dueño. Aquí, de nuevo, la historia sirve como apología, para defender a David de complicidad en la muerte de Saúl. La apología justifica sus acciones sólo en parte. No hay indicación alguna de que no estuviese dispuesto a luchar contra Saúl, en estas circunstancias. El autor bíblico evidentemente comparte la opinión del rey de Gat de que David es “grato como un ángel de Dios”(29:9), aunque una interpretación más escéptica de sus acciones también es posible.

Primera de Samuel termina con la muerte de Saúl y Jonatán. La carrera de Saúl se había deteriorado mucho antes de llegar a este final. El patos de sus situación se puede observar en el capítulo 28 cuando se disfraza para consultar a la adivina de Endor, aunque supuestamente había prohibido a todos los médiums y adivinos/as siguiendo el estilo Deuteronómico. El episodio ofrece una fascinante muestra de práctica religiosa no oficial en el Antiguo Israel. La mujer invoca el espíritu de Samuel, pero éste no ofrece consuelo a Saúl. Más bien, reitera el juicio del Deuteronomista que Saúl había sido rechazado por su desobediencia.

La muerte de Saúl tiene una cierta áurea de heroísmo. Cae sobre su espada antes que dejarse capturar por los Filisteos. El suicidio ha sido más bien condenado en las tradiciones Judía y Cristiana, aunque algunos casos han sido siempre admirados –notablemente el suicidio en masa de los Zelotes en Masada al final de la revuelta Judía contra Roma en el siglo d.C. No hay signo de desaprobación del suicidio de Saúl. A pesar de todas sus faltas es reconocido como campeón de Israel en su lucha contra los Filisteos y otros pueblos vecinos.
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REFERENCIAS
Birch, Bruce C. “1 and 2 Samuel”. En NIB 2:949-1383. Buen comentario homilético.

Brueggemann, Walter. “First and Second Samuel” IBC. Louisville: Westminster John Knox, 1990. Comentario homilético más corto.

Hertzberg, Hans Wilhelm, “I and II Samuel”. Trad. J. S. Bowden. OTL. Philadelphia, Westminster, 1964. Comentario exegético clásico.

Klein, Ralph W. “1 Samuel”. WBC 10. Waco, Tex.: Word, 1983. Comentario detallado, trata bien el tema textual.

McCarter, P. Kyle, Jr. “1 Samuel”. AB 8. NY, Doubleday, 1980. Excelente discusión del texto y literatura.

Halpern, Baruch. “David´s Secret Demons: Messiah, Murderer, Traitor, King”. Grand Rapids: Eerdmans, 2001. Ingenioso intento de extraer información histórica de 1 y 2 Samuel.                                                                  



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