lunes, 28 de noviembre de 2016

EL REINO DE LOS CIELOS O EL BANQUETE DEL AMOR

El Reino de los Cielos, dice Jesús, es como una boda donde los invitados, gente bien situada en la sociedad, se niegan a asistir. Están demasiado ocupados con sus quehaceres diarios,  Mat. 22:2. El resto de la parábola que aparece en Lucas 14:15ff. es muy significativo. El amo de la casa se siente muy ofendido. Dice a sus sirvientes que vayan a los caminos y traigan a los ciegos, cojos, hambrientos, etc. Ellos, por supuesto, tienen hambre de relaciones, afirmación y comida y vienen corriendo  al banquete de amor. Cuan difícil es para aquellos que sólo se preocupan por el mundano éxito, admiración, y poder aceptar la invitación. Los rechazados por la sociedad tienen todo su tiempo disponible. No buscan el éxito, ni el poder, sino el amor y una comunidad. La boda es, en este caso, un símbolo del Reino de Dios. De hecho, en tiempos de Jesús era una inmensa celebración de unidad y aún lo es hoy día en muchas culturas. Aunque en muchos lugares ha perdido su simbolismo y significado. Para muchos el matrimonio es visto como un contrato legal, que no como el signo de la celebración de la unidad entre hombre y mujer. La fiesta de la boda es un signo de comunión entre el hombre y la mujer que se dan mutuamente en su pequeñez, vulnerabilidad y humildad. Es una promesa de fidelidad hasta la muerte: el lugar de nuestra final desnudez. Están seguros en su mutua dedicación. En este sentido, la fiesta de la boda es una prueba y señal de eternidad, de alianza que nos une a Dios amado. Aunque este deseo de fidelidad y alianza en el amor para aún existe hoy día para algunos, esta fidelidad está en peligro. Las bodas de hoy día están ensombrecidas por el espectro de un divorcio fácil. Hay algo que no funciona; el símbolo original ha sido destruido. En todas las culturas, una y otra vez, la igualdad en el amor entre hombre y mujer ha sido destruida por la necesidad de dominar o de usar a la mujer como esclava sexual.

Jesús nos lleva a una nueva unidad al igual que cambió el agua en vino. Lleva a sus discípulos a una boda no solo para afirmar la importancia y belleza del lazo de unión en unidad del hombre y la mujer, sion también para revelarles a ellos y a todos nosotros esa profunda sed en nosotros: nuestro deseo y necesidad de amar y ser amados.

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