viernes, 14 de junio de 2019

APOCALÍPTICOS REVOLUCIONARIOS

EL EMPERADOR FREDERICK II COMO MESÍAS

Apocalípticos anarquistas y revolucionarios en la Edad Media y La Profecía de Joaquín de Fiore.

El actual socialismo revolucionario ha desde siempre existido. Es un arquetipo, como diría Jung, que se ha ido transformando a lo largo de la historia de acuerdo al Zeit Geist de la época. Uno de los primeros comunistas que me viene a la memoria fue el fascinante Mazdak (ver Wikipedia o, mucho mejor, el fascinante libro de Patricia Crone, “The Nativist Prophets of early Islamic Iran”. Mazdak y posteriormente su discípulo al-Muqanna, abogaban por compartirlo todo, hasta la esposa o las hijas para tener relaciones con ellas. Lo extravagante y exótico en forma de locura e histeria colectiva, como la progresiva ideología nazi-feminista e ideología de género actuales. Estos son algunos de los eventos revolucionarios-apocalípticos de la Edad Media Europea partiendo de mis blocs de notas. 

Lucas 11:33 Nadie, cuando enciende una lámpara, la pone en un sótano ni debajo de un almud, sino sobre el candelero, para que los que entren vean la luz.


Durante el siglo XIII apareció otro tipo de escatología junto a las ya existentes basada en el libro del Apocalipsis y los Oráculos Sibilinos –mezclándose posteriormente con estos. El inventor del nuevo sistema profético, que vino a ser el más influyente conocido en Europa hasta la aparición del Marxismo fue Joaquín de Fiore (1145-1202), una inspiración tuvo que le reveló un significado oculto de valor predictivo único. No era nueva la idea que las Escrituras contenían mensajes ocultos; los métodos tradicionales de exégesis siempre le habían dado gran importancia a la interpretación alegórica. En su exégesis Joaquín de Fiore elaboró una interpretación de la historia como ascenso a través de tres eras sucesivas, cada una presidida por una de las tres personas de la Trinidad. La primera fue la Era del Padre y la Ley; la segunda la Era del Hijo o del Evangelio; la tercera la Era del Espíritu y esta sería respecto a sus predecesoras como la luz del día comparada con el invierno y la primavera que representaba las anteriores.

Joaquín para nada era un no-ortodoxo consciente y no deseaba en absoluto subvertir a la Iglesia. Además escribió su revelación animado por tres Papas. Pero, como todo en esta vida tiene un aspecto imprevisible, su pensamiento tuvo implicaciones potencialmente peligrosas para con la estructura de la orto-doxia de la teología Medieval. De hecho su idea de una tercera Era no podía ser, de ninguna manera, reconciliada con el punto de vista de San Agustín de que el Reino de Dios ya había sido realizado con la venida de Cristo, y que nunca habría Milenio alguno sino este. Pero Joaquín formuló un tipo de Milenarismo que generaciones posteriores reelaborarían en sentido anti-clerical y francamente secular.

La influencia de Joaquín de Fiore se deja sentir hasta los tiempos actuales, de manera más clara en la elaboración de ciertas filosofías de la historia enfáticamente condenadas por la Iglesia. La fantasía Joaquinita de las tres Eras reaparecen, por ejemplo, en las teorías de la evolución histórica de los filósofos idealistas Germanos, como fueron Lessing, Schelling, Fichte y hasta cierto punto Hegel; en la idea de la historia de Augusto Comte como un ascenso desde lo teológico a través de lo metafísico hasta lo científico; y de nuevo en la dialéctica Marxista de las tres etapas del comunismo primitivo, sociedad de clases y un comunismo final que vendría a ser el ámbito de la libertad donde el estado desaparecería JJ. Y no es menos verdad –incluso más paradójico- que la frase Tercer Reich, acuñada en 1923 por el publicista Moeller van der Bruck y posteriormente adoptada como nombre de este “nuevo orden” que se suponía duraría mil años, habría tenido poco significado emocional si la “fantasía” de una tercera y más glorioso dispensación no hubiera, a lo largo de los siglos, entrado en el stock común de la mitología social Europea. 

Lo que más impresionó a las gentes del siglo XIII era sobre todo el relato Joaquinita de cómo y cuando el mundo pasaría por la tercera transformación. Mediante una sofisticada numerología que no viene a cuento mencionar aquí, Joaquín situó la culminación de la historia –fin del mundo- entre el 1200 y el 1260. Sería realizada por una nueva orden de monjes que predicarían el nuevo evangelio por todo el mundo.

Cuán explosiva vino a ser esta doctrina se hizo aparente cuando el ala rigorista de la orden de los Franciscanos se apropió de ella. Alrededor de personajes como Fra Dolcino y Rienzo floreció un milenarianismo militante y revolucionario. Pero aunque formulado en Italia, las seudo profecías Joaquinitas influenciaron desarrollos en Alemania igualmente. Fue debido a estas que el papel de castigador de la Iglesia en los Último Días fue asignado en la imaginación popular al Emperador Frederico II. (continuará).  






      

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