lunes, 8 de junio de 2009

EL ASPECTO MATERIAL Y TEXTUAL DE LOS ARTEFACTOS PARA EL CULTO

EL ASPECTO MATERIAL Y TEXTUAL DE LOS ARTEFACTOS PARA EL CULTO

Las figuritas y placas representando seres animados son los más comunes entre los artefactos para el culto y potencialmente uno de las fuentes más significantes de comprensión de la religión Israelita. Aunque el estudio de figuritas de animales no es aún madura, sí lo es la de las representaciones de machos y hembras, dioses y diosas.

En un estudio pionero, J. B. Pritchard (1943) ofrece una calcificación inicial de figuritas Palestinas y placas. Distingue siete tipos:

I. Tipo Qadesh, con brazos extendidos algunas veces vacíos, algunas veces agarrando un tallo, y otras una serpiente;
II. Hembras, coronadas o sin coronar con, sea, ambas manos agarrando los pechos o una mano agarrando un pecho y la otra en la región genital;
III. Mujeres desnudas con los brazos colgando a ambos lados;
IV. Tipos arcaicos con orejas perforadas o las manos cruzadas sobre los senos;
V. Figuritas agarrando un disco;
VI. Figuritas de madre sea de una mujer embarazada, las manos bajo el vientre, o de una mujer con un niño;
VII. Figuritas pilares hechas a mano o mediante un doble molde con cualquiera de las manos ante su pecho o (con lo que se piensa es una serpiente) alrededor de la figura.




La clasificación de Pritchard es algo confusa, mezclando la forma, función, representación, cronología, y técnica de manufacturación. A pesar de esto, su sistema indica la importancia de esos artefactos para el estudio de la religión. Pritchard afirma que el uso primario de estas imágenes, su “Stizen im Leben” está en las actividades cultuales. Los datos arqueológicos y antropológicos con conclusivos a favor de esta teoría.

Desde la publicación de Pritchard, se han realizado notables avances en los estudios de la iconografía de estas placas y figuritas. M. Tadmor (1981) distingue entre placas representando figuras erectas bajo los pies de las cuales hay lo que parece una especie de base o pie curva y las que no lo tienen. Centrándose en la primera, observó que algunas figuritas son de hembras con un peinado típico de “Hator” asociado con símbolos divinos como flores, serpientes, y animales; otras no tienen este peinado distintivo, ni los símbolos acompañantes. Tadmor sugiere que esas placas han de ser vista horizontalmente, boca arriba. Las explica como figuras yaciendo en un lecho, los pies de las cuales parecen ser, aunque no lo son, la delgada curva del pedestal de la figura (representada como el tipo IIIb, en la foto). Trazando estas figuras hacia atrás a los prototipos Egipcios, argumenta que esas figuras reclinadas derivan de creencias mortuorias y practicas funerarias. Por otro lado, cuando se encuentran en tumbas, pueden ser ofrendas votivas al fallecido; cuando aparecen en contextos domésticos, pueden ser amuletos protectores; algunos pueden haber sido asociados con la sensualidad y el erotismo, Tadmor (1982; 1996)).

Tadmor (1982) señala que las imágenes en placas con símbolos divinos común en el periodo del Bronce Tardío no se encuentran en el periodo de la Edad de Hierro I temprana Israelita; en contraste, figuritas de mujeres en cama continúa desde la Edad de Bronce Tardía hasta la Edad de Hierro Temprana. En el norte, continuaron a ser usadas durante la Edad de Hierro II y están atestiguadas en Hazor, Megido, Ta´anach, Tell el-Far`ah Norte (Tirza), y Bet Sean, pero no están atestiguadas en el sur durante el mismo periodo.

Sus observaciones acerca de la distribución de estos artefactos son trasladables a la historia religiosa: (1) el grupo establecido en el país durante el periodo del Hierro I no adoraba cierta diosa o ciertas diosas involucradas en rituales funerarios que habían sido estimadas por los residentes de la Tardía Edad de Bronce; (2) el grupo establecido en el país en el periodo del Hierro I observaba ciertas costumbres funerarias, pero no necesariamente en tumbas, practicadas por sus predecesores del Bronce Tardío. Esas figuritas estaban relacionadas con los fallecidos en cierta manera. En la parte sur del país, éstas estaban discontinuadas desde hacía dos siglos. (3) Aunque un argumento desde el silencio que está sujeto a falsificaciones por descubrimientos relevantes en el futuro, el punto segundo aparece marcar una distinción entre las dos partes del país respecto a una parte de su cultura religiosa.

Pritchard (1943) dice que el disco en el tipo V había sido interpretado como un tamborcillo, un pastel, una pandereta, y como un plato. Otra posibilidad, sugerida sobre la base de paralelos en marfiles de Nimrod es que puede indicar algunas veces al disco del sol; así, las figuras femeninas agarrando el disco, pueden ser consideradas diosas-del-sol o mínimamente diosas asociads con alguna actividad celestial (Amiran, 1967). En Israel, estas figuritas tienen lugar desde el periodo de la monarquía en Azor, Megido, Bet Shean, Tell el-Far´ah, y Ta´anach, todos lugares en el norte (Tadmor, 1982).

El tipo VII de la clasificación de Pritchard, figurita tipo pilar con serpiente, estaba basada en la mitad inferior rota de una figura vestida de perfil con lo que parece una serpiente enroscada en espiral alrededor del vestido. Esta figura, perteneciente al contexto del Bronce Medio en Tell Beit Mirsim era considerada una “Diosa Serpiente”, representando un culto a la serpiente Cananeo (Albright, 1928). Descubrimientos adicionales y la búsqueda subsecuente indican que “la serpiente enroscada” es simplemente el borde grueso de un manto o abrigo que porta un personaje particular distinguido. Está atestiguado claramente en las figuritas de bronce Sirio y en sellos cilíndricos de la Edad de Bronce Media y Tardía (Merhav y Ornan, 1979, Merhav, 1985). La presencia de la túnica es insuficiente incluso para establecer sí o no el personaje representado era una deidad (Merhav, 1985).


El exámen de la distribución de otro de los tipos VII de figuritas de Pritchard, “con las manos plegadas delante del pecho”, y un tipo de “ figuritas pilar humanas con cuerpos solidamente moldeados a mano” (Holland, 1977), es de interés particular. Al contrario de las imágenes en placas, estas pertenecen a una tradición artesana de esculturas tridimensionales con una rica historia derivada de la Edad de Bronce. Su aparición en sitios Israelitas comenzó durante el siglo IX, aumentó durante el VIII y comienzos del VII, y declinó en el VI (Engle, 1979). Su aparición se corresponde con el declive de las placas con imágenes de diosas mencionadas por Tadmor. Este dato ofrece hechos adicionales que cualifican los del parágrafo precedente: Los Israelitas del siglo IX adoraban al menos una diosa representada por una variedad de figuritas con forma de pilar tanto en el norte como en el sur, pero, lo que es más probable es que se tratase de varias diosas: una marcada con el disco que la identifica fue asociada con el sol.

Es significativo que las figuritas pilares, el tipo VII, se encuentran normalmente rotas, sea por el tronco, o en el punto donde la cabeza se une al tronco. La figuritas completas son poco frecuentes. Una explicación es que habían de ser rotas ritualmente en orden tener efecto en lo que intentaban realizar o hacer cumplir; otra es que tendían a romperse en un punto estructuralmente débil.

De un total de 120 figuritas y fragmentos de estas, sólo una estaba completa. Casi todas estaban rotas por le cuello. De todo esto se concluye que muchas figuritas eran de un solo uso, una oración o un ritual. Se puede suponer que la figurita misma era como un sobre; la imagen la dirección; la maldición, bendición, oración, o petición recitada sobre la figurita los contenidos del mensaje, mientras que el acto de romperla era como el sello antes de poner por correo la misiva. Si la figurita era dejada por olvido u otros, alguien podía llenarla con un nuevo mensaje, causando la pérdida del primero.

Debido a la aparente similitud, se puede concluir que las figuritas pilares pertenecían a la práctica de cultos privados, individuales, en lugar de cultos más públicos o comunales. La figuritas podrían haber sido usadas para propósitos tanto benéficos como maléficos. El contextos sólo sugiere el papel y significado de estos artefactos.


Como grupo, las figuritas pilar son vistas como objetos asociados con la “fertilidad” por algunos. Aunque algunas veces válido, este concepto no es particularmente informativo. No hay razón para creer que en Israel, u otro sitio, hubiese, por esta cuestión, una neurótica preocupación respecto a la concepción y viabilidad. Las narrativas bíblicas acerca de héroes nacidos de madres estériles, por ejemplo, Sara-Isaac, Raquel-José, etc. centran su trama en la presuposición que la infertilidad era poco común.

Los tipos II y VI de Pritchard pueden haber sido usadas en rituales dirigidos a diosas o aspectos de una diosa concernientes a promover el embarazo, lactancia, y salud general del cuerpo de una mujer. Pero no todas las figuritas femeninas pueden ser interpretadas de esta manera. Los tipos I, III, IV, V, y VII difieren respecto al tipo de persona, lo que tiene entre las manos, y lo que cubre con las manos. Sus cuerpos son sea jóvenes y tensos o maduramente Flamenco. Son todos expresiones cerámicas en un lenguaje cuyas convenciones han sido apenas reconocidas y apenas entendido por los estudiosos contemporáneos.

En Tell en-Nasbeh, un número de cabezas parecen ser de varones llevando sombreros puntiagudos, mientras que una figurita rota correspondería a un varón según los excavadores (McCowan, 1947). El propósito para el que fueron usadas esas figuritas de varones, más allá de ser representaciones de deidades o votos en cierta manera general, no puede ser determinado. Por ejemplo, ninguna de las figuritas de varones tiene un falo erecto o largo que pueda reflejar un interés sea en la fertilidad o en la impotencia y, dentro de lo que se conoce, ningún grupo de figuritas en par, masculina y femenina, han sido encontradas en un contexto que pueda sugerir sea una pareja humana o divina.

Asumiendo que, sea representando al dueño o la deidad, las figuritas tenían su género apropiado, lleva a un popurrí de conclusiones potenciales: En Israel, o había más deidades hembras que masculinas o eran más usadas las figuritas hembras que las masculinas, o las mujeres se dirigían a deidades femeninas mientras que los hombres se dirigían a deidades masculinas, pero el uso de figuritas era primariamente una actividad femenina. No hay datos que apoyen ninguna de esas conclusiones opcionales, se les considera sugestivos y sólo preliminares. El dominio de representaciones femeninas entre las figuritas podría ser interpretado: (1) la religión de las figuritas iba primariamente dirigida a diosas, algunas caracterizadas como embarazados o lactantes, pero los devotos eran tanto varones como hembras; (2) la religión de las figuritas reflejaba el uso de intercesores femeninos de bajo nivel tanto por varones como hembras para enviar peticiones a un poder más distanciado o augusto.

En suma. Algunas placas de la Edad de Hierro y figuritas representaban a una diosa o un dios, y algunas un sol o diosa (astral); otras representaban gente. Algunas placas y figuritas eran usadas en rituales referentes a la muerte, sea esta real o mitológica; otras en rituales centrados en la preñez, nacimiento, o lactancia; y aún otras en rituales cuyos asuntos no se conocen. Los rituales involucraban una creencia en la eficacia de la magia favorable, y estaban, mayormente, ad hoc, respondiendo a las necesidades y preocupaciones a medida que estas surgían. Esas figuritas que representan deidades evocaban su presencia, mientras que aquellas con fines votivos representando al donante eran oraciones en arcilla.

La gente que usaba imágenes divinas no eran ingenuos y sabían quien las había manufacturado e incluso de donde venía la arcilla. Pueden haber visto la figurita como una casa temporal corporal para una deidad invocada, o como una “magneto” atrayendo y garantizando una presencia divina durante el propio ritual, o quizás como un recordatorio visual de la naturaleza de la deidad y sus carácter. Dentro del contexto de rituales y oraciones centrado en figuritas, su papel podría haber sido invocar lo numinoso, para localizar lo general, y asegurar contacto y comunicación entre el suplicante, humano ligado a la tierra y lo invocado, poder incorpóreo (Oppenheim, 1964; A.C. Moore, 1977).

DATOS TEXTUALES
Dos términos que pueden referirse a estas figuritas son “terapim” y “gillulim”, el primero es su propia designación, el otro una expresión despectiva. En la historia de Raquel, cuando roba los “terafines” de la casa de su padre Laban, son nombrados como “´elohim” dioses. Eran los suficiente pequeños de manera que podía fácilmente ser escondidos en pequeños rincones de la tienda, bajo una manta, y un número de ellos podía ser puestos bajo la montura de un camello (Gen. 31:30-35). Mical, la hija de Saúl, tenía uno tan grande que cuando cubierto podía pasar por un hombre durmiendo (1 Sam. 19:13-16).
En Gen. 30:2, cuando Jacob regaña a Raquel diciendo: “Soy yo acaso Dios (´Elohim), que te impidió el fruto de tu vientre?” se refiere a una relevante figurita, así la figura más grande de Mical puede ser explicada también en términos de su desnudez. De manera similar, Gen. 35:2-4 indica que todos los dioses de una casa --Jacob tenía dos mujeres, dos concubinas, hijos mayores, sus esposas e hijos—- podía ser enterrados bajo un árbol. Cuando Micaia, el hombre del monte Efraim, hizo dioses para su culto privado, hizo un efod y un terafim que posteriormente fueron tomados por los Danitas (Juec. 17:5; 18:17-20). Los autores de las historias tanto de Jacob como Micaia, escritas durante el Hierro II, asumen razonablemente conocer qué eren esos objetos y cómo funcionaban.

Esas figuritas –o alguna forma particular de ellas- pueden también haber sido concebidas como capaces de proveer información mediante técnicas mánticas, Ezeq. 21:26; Zaq. 10:2. Esto cuenta dado su papel como testigos en temas legales, semi-cultuales, como el de los contratos o esclavos-deuda que pedían ser un esclavo permanente. En Exód. 21:6 son llamados “´elohim” y funcionan como testigos de una declaración legal; pero no son mencionados en la casi paralela legislación del Deut. 15:16-17. También podían haber sido empleados como testigos así como para propósitos oraculares en Exod. 22:7-12, un caso para la adjudicación solamente sobre la base del testimonio de un demandante y un defensor donde uno de los dos ha de estar mintiendo (Draffkorn, 1957).

La evidencia para identificar los “gillulim” es más circunstancial y menos convincente. Se refiere a un tipo de pertenencias usadas por generaciones de israelitas y posiblemente mantenidas desde muy antiguo en las tradiciones familiares (Ezeq. 20:24). Son tridimensionales y tienen “cuerpos” (Lev. 26:30 –este versículo puede ser una alusión a la costumbre de decapitarciertas figuritas lo que resultaba en un “peger”, un cadáver) pero también puede ser representado en dos dimensiones (Ezeq. 8:2). Eran poseídos por individuos (Ezeq. 20:39), pero conforme a un patrón “nacional” (Israel tiene sus “gillulim” (Ezeq. 18:6,5) distintos de los de Egipto (Ezeq. 20:7).

La palabra, un vocablo despectivo para imágenes en pasajes que denuncia su uso cultual (ej. Lev. 26:30; Deut. 29:16; 2 Reyes 17:12; Ezeq. 8:10; 18:12;; 22:3; 30:13) o su uso como ofrendas (Ezeq. 6:5;20:39), está claramente conectado a “g-l-l”, “rodar, ser redondo”. El nombre específico del cual deriva parece ser “galal o gillul”, “boñinga, estiércol” sea redondeado en bolitas para el fuego (1 Rey. 14:10; Ezeq. 4:12,15) o en su estado natural (Sof. 1:17; Job. 20:7). La aplicación de este términoa figuritas de hombres, mujeres, animales, y diosas de varios tipos, podría haber sido apropiada metafóricamente, no sólo debido a la forma, pero también debido al color de la arcilla de la cual estaban hechos la mayoría, marrón oscuro.

Ni los términos “terapim” o “gillulim” son aplicados a ninguna pertenencia del culto a Yahvé. Ezequiel los menciona como objetos extranjeros compitiendo y desviando la atención de Yahvé (Ezeq. 14:1-8; 21:26). Su principal objeción contra estos parece ser es porque eran estimados y se les hacían peticiones y oraciones. En Ezeq. 8:10-11, se hace una representación en dos dimensiones de lo que era designado “gillulim”, no los objetos mismos, estaban incisos en las paredes de una habitación a la entrada del templo donde se les quemaba incienso.

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