domingo, 24 de enero de 2010

LOS ANTEPASADOS DE ISRAEL NO ERAN NÓMADAS

LOS ANTEPASADOS DE ISRAEL NO ERAN NÓMADAS

“En el comienzo de su historia los Israelitas, como sus antepasados antes de ellos, vivían como nómadas o seminómadas, y cuando se establecieron como nación, todavía retenían algunas características de este modo de vida temprano……..(de Vaux 1961)”.

Cuando los nuevos escolares arqueólogos y antropólogos en la segunda mitad del siglo veinte demostraron que semejante pastoralismo autónomo en el desierto no existió hasta finales del segundo y comienzos del primer milenio A.C., y que incluso entonces estaba integrado en sociedades sedentarias, los estudiosos adoptaron un nuevo modelo de nomadismo en el Israel temprano y sus antepasados.

Israel Finkelstein (1988) ha ofrecido un argumento arqueológico contemporáneo a cerca de este punto de vista interpretando aspectos de los primeros asentamientos Israelitas como vestigios de una existencia previa nómada que precedió a la sedentarización.

Una razón importante para el punto de vista que el antiguo Israel evolucionó de una cultura nómada a una sedentaria fue la teoría antropológica del siglo diecinueve que afirmaba que la sociedad humana se desarrolló naturalmente en tres etapas: cazadores, pastores, agricultores. Basados en nuevas informaciones, por ejemplo el descubrimiento que las plantas fueron domesticadas antes que los animales, semejante visión no lineal del desarrollo cultural ha sido abandonada (Khazanov 1984), aunque ha ejercido una poderosa influencia en los estudiosos de la Biblia.

Stager ha demostrado que en la temprana E. de Hierro I, en pueblos que se pueden razonablemente considerar como “Israelitas”, la economía de sus habitantes era la típica economía de los altos en Canaan, combinando el cultivo de granos y frutas con el pastoreo de ovejas y cabras. En estos pueblos, las casas sobre pilares con sus establos y repertorio de alfarería, múltiples habitaciones familiares, y tecnología de terrazas, señalan hacia una adaptación exitosa de vida agrícola en las montañas a cargo de agricultores locales, no a los vestigios de gente nómada allí asentada. Stager reconoce, no obstante, que algunos elementos del Israel temprano pueden haber practicado una forma especializada de pastoreo –la tribu de Rubén como es representada en Jueces 5, por ejemplo- ha ofrecido, sin embargo, uno de los cuadros más completos del carácter agrícola de los orígenes de Israel en las montañas Bíblicas.

Tradiciones de la Creación
Las más antiguas tradiciones Israelitas acerca de la creación, se encuentran en la narrativa del Jardín del Edén atribuida al Yahvista (Gén. 2:4b-3:24), afirma que el primer antepasado Israelita, el hombre arquetípico, era un labrador (Hiebert 1996). En esas tradiciones, el primer hombre, “´adam”, es hecho de la “´adama”, el término Yahvista para tierra arable, el sector favorable para el cultivo (Gén. 2:7; Hiebert 1996). Al haber sido hecho de la tierra arable, a este primer hombre le es dada la tarea de cultivarlo (Gén. 2:15). Este primordial lazo entre la humanidad y la tierra arable –hecho de esta y hecho para cultivarla- está capturado en el juego de palabras del Yahvista, “ádam” de “´adama”. Este juego de palabras queda mucho más precisamente traducido dado el uso técnico del Yahvista de “´adama”, “agricultor” de “la tierra”. En su mismo nombre, “ádam”, el Yahvista ve la identidad agrícola de la humanidad. Y esta identidad va a ser el destino de la humanidad no sólo en el Jardín del Edén sino fuera de éste también (3:23).

Los detalles de la narrativa del Edén todos reflejan un medioambiente agrícola para el Israel bíblico. Aunque la historia contiene elementos imposibles de conectar con la realidad ordinaria –el árbol de la vida y del conocimiento del bien y del mal, las identidades y localización de algunos ríos –sus detalles concretos salen del ambiente agrícola del Yahvista. Las referencias al comienzo y final de la historia acerca de las “hierbas del campo” (Gén. 2:5; 318-19), como esenciales para la vida humana reflejan la base agrícola Israelita, complementada con frutos, como los higos (3:7). La falta de lluvia en el versículo se refiere a la sequedad habitual en los altos Cananeos (2:5), mientras que la fuente en el jardín es un ejemplo de las muchas fuentes que había en las montañas y sus cercanías. La creación de la primera mujer del primer hombre se refiere a la unidad familiar como centro del pueblo agrícola, con el varón tendiendo hacia la tierra arable de la que fue hecho (3:17-19) y a la mujer al cuidado de los niños (3:16). Así la cultura creada en esas tradiciones es la economía agrícola que tipificaba al propio Israel.

Otra de las grandes tradiciones a cerca de la creación de Israel, el relato de la creación del mundo en seis días seguida por la institución del Sabat por Dios, está diseñada por el autor Sacerdotal sobretodo para enraizar las prácticas cultuales Israelitas en las estructuras y ritmos del cosmos. En esta tradición, el ser humano es presentado no como un granjero sino como una especie de sacerdote mediador de la soberanía de Dios en el mundo (Gén. 1:26-28), y el mundo en sí mismo es descrito con amplias dimensiones cósmicas. De todas formas, los detalles del relato Sacerdotal a cerca de los orígenes refleja la misma economía agrícola Israelita presente en la tradición Yahvista.

Las tradiciones de la Creación son particularmente importantes para investigar la comprensión de una sociedad a cerca de sus orígenes e identidad, puesto que éstas sirven para afianzar las propias realidades centrales de una sociedad en el mismo orden de la creación: Somos así porque Dios nos hizo así. En las tradiciones más antiguas Israelitas, el ser humano es un agricultor –por derivación, por vocación, por nombre- y el paisaje que ofrecen esas tradiciones es el medioambiente agrario de las montañas bíblicas. El hombre arquetípico no es un pastor, ni es el medioambiente en esas tradiciones de la creación los bordes del desierto habitados por nómadas o seminómadas. Las tradiciones de la creación Israelita afirman que Dios creó en la estructura del mundo y de la humana existencia la economía agraria que de hecho practicaban.

Tradiciones Primordiales
Las tradiciones primordiales Israelitas construidas sobre sus tradiciones de la creación, reflejan el mismo ambiente agrario traído a la existencia durante la creación. La tradición narrativa es principalmente Yahvista, y describe un mundo en el cual la primera línea de los primeros antepasados Israelitas, igual que el primer hombre arquetípico en Edén, eran típicos agricultores Mediterráneos. Caín, el primogénito cultiva la tierra de su familia; Lamec, espera que su hijo Noe acabe con la maldición sobre la tierra; y Noe mismo, reestablece una economía agrícola después del diluvio, todos son agricultores (Hiebert 1996).

La tradición primordial de J, la historia de Caín y Abel, se desarrolla dentro de una simple familia agraria creada en la narrativa del Edén de J. , pero esto se ha pasado por alto debido al gran interés de los escolares en el nomadismo. El nomadismo ha sido prominente en la historia de la interpretación de esta historia, la cual ha sido vista de diferentes maneras: (1) como una etiología de los nómadas del desierto al sur de Israel, los Kenitas (Wellhausen 1885); (2) un relato de la división arquetípica en la temprana cultura humana entre sedentarios campesinos y pastores nómadas (Westermann 1984); y (3) una alegoría del conflicto entre los pastores nómadas Israelitas (Abel) y los agricultores sedentarios Cananeos (Caín) entre quienes se establecieron (Ellis 1968). Caín y Abel son, de hecho, hermanos de una familia campesina típica Israelita, donde el mayor, heredero principal de la familia, cultiva la tierra arable de la familia (´adamâ, Gén. 4:2, 3, 10, 11, 12, 13, 14), mientras que el más joven, como de costumbre, cuida del rebaño de la familia (Gén. 4:2, 4). Este es el cuadro de la familia típica Israelita practicando una economía mixta agrícola de los altos Mediterráneos, en los que el cultivo de la tierra se combina con el pastoreo de ovejas y cabras, para explotar tanto la tierra arable como los pastos de las colinas y obtener los productos necesarios para la subsistencia.

La agonía de Caín debido a la maldición de “ser errante en el desierto” muestra lo muy agricultor que era y cuan profundamente esta perspectiva agrícola le da forma a la historia (Gén. 4:11-16). Aunque los estudiosos han identificado a los descendientes de Caín con los nómadas del desierto (Gunkel 1910) o con los habitantes de ciudades (Wallis 1966; Frick 1977), su orientación agraria es la que determina el perfil del primer descendiente de Caín, Lamec, quien ve en el nacimiento de su hijo Noe el final de la maldición sobre la tierra arable con al que tanto él como sus predecesores habían estado luchando: “Este nos consolará de nuestros quebrantos y del trabajo de nuestras manos por la tierra que maldijo Yahvé” (Gén. 5:29). En este discurso, Lamec identifica no sólo su propia vocación en tanto que agricultor, sino que también describe la misión del héroe del diluvio Noe en términos agrícolas: Noe ha nacido para liberar la tierra arable de la maldición primordial.

Antes de estudiar a Noe como agricultor, hay que examinar la verdadera referencia al pastoreo nómada en las tradiciones primordiales, la noticia que se originó con uno de los hijos de Lamec, Jabel: “Que fue el padre de los que habitan tiendas y pastorean” (Gén. 4:20). Las tradiciones a cerca de los hijos de Lamec describen algunas especializaciones claves con las que una sociedad típica Mediterránea era familiar: los herreros del pueblo descendían de Tubal-Caín, “forjador de instrumentos cortantes de bronce y de hierro” (Gén. 4:22); los trovadores descienden de Jubal, “padre de cuantos tocan la cítara y la flauta” (Gén. 4:21); y los seminómadas pastores descendían de Jabel. Estos pastores, al igual que los modernos Beduinos, han sido un rasgo constante del paisaje del Medio Oriente, explotando el terreno semi-árido contiguo con las zonas más húmedas. Su relación tan cercana con la sociedad agrícola sedentaria y su estatus como minoría periférica están reflejados con precisión en su posición como descendientes de uno de los hijos importantes de Lamec. Los pastores nómadas son vistos como un apéndice de la sociedad agrícola dominante representada por los principales caracteres del Yahvista, Adán, Caín, Lamec, y Noe.

Tradiciones Ancestrales
Aunque los estudiosos han localizado normalmente a Noe en la tradición primordial Israelita, éste es, de hecho, una figura transicional, que vive a finales de la era primordial pero que también inaugura una nueva era de la historia humana y cultura (Hiebert 1996). Si queremos examinar la comprensión de Israel para con sus antepasados más cercanos, hemos de comenzar con el antepasado que fundó la era en la que vivieron, la era posterior al diluvio, los antepasados Israelitas mejor conocidos y la era en la cual las tradiciones de los orígenes de Israel vinieron a la existencia.

En tanto que antepasado prototípico de esta nueva era, Noe reestablece para sus herederos el mismo régimen iniciado en el comienzo de los tiempos por su Antepasado Adam. El Yahvista se refiere a Noe como “el hombre de la tierra arable” (´is ha´adamâ), el agricultor, por así decirlo.

La identidad de Noe como héroe del diluvio, especialmente en la tradición Yahvista, está ampliamente ligada con su papel para establecer una economía agrícola estable en el periodo siguiente al diluvio. El anuncio de su nacimiento identifica que el principal papel de Noe es el de acabar con la maldición sobre la tierra arable que había afectado a la agricultura en la era primordial (Gén. 3:17; 4:11-12; 5:29). Y esta es exactamente la tarea que realiza cuando sale del arca. La primera acción que realiza Noe después del diluvio es construir un altar y realizar una ofrenda a Dios (Gén. 8:20), que como resultado obtiene la promesa de Dios de eliminar la maldición sobre la tierra arable (Gén. 8:21) y establecer el curso regular del ciclo de las estaciones de las que tanto dependía la agricultura de los altos de Israel. Además, la descripción del ciclo de las estaciones en (Gén. 8:22) describe claramente el año agrícola en los montes de Israel: cuando se planta el grano en otoño (zera´), la cosecha del grano en primavera (qasîr), la cosecha de los frutos de verano, que incluía uvas e higos (qayis), y la cosecha de otoño de aceitunas (horep). Después de recibir la promesa de Dios, la respuesta inmediata de Noe (en la tradición de J) es plantar la primera viña en la nueva era (Gén. 9:20), reflejando el jardín en el cual comenzó la era primordial. Así el Yahvista establece su propia economía agrícola como la economía de sus antepasados en la era posterior al diluvio.

Aunque los estudiosos han reconocido algunos de los aspectos agrícolas de estas tempranas narrativas en el Génesis, han estado completamente convencidos que la economía de los descendientes de Noe, Abraham, Isaac, y Jacob en las historias del Génesis era el nomadismo pastoral. La más rigurosa defensa de este punto de vista ha sido defendida por J. T. Luke (1965), M.B. Rowton (1974), y V.H. Matthews (1978), quienes vieron en los pastores seminómadas de Mari a comienzos del segundo milenio A.C. un modelo para la economía de los antepasados de Israel en el Génesis. Entre los pocos escolares que han desafiado este punto de vista están George Mendenhall (1962) y Norman Gottward (1979), que apoyaban la teoría de que Israel comenzó debido a una revuelta de campesinos a cargo de la gente autóctona en lugar del establecimiento a cargo de pastores extranjeros.

El retrato de los antepasados de Israel en el Génesis, Abraham, Isaac, y Jacob contiene numerosos detalles que los identifica directamente con la agricultura sedentaria establecida por Noe después del diluvio en lugar del pastoralismo especializado con el que han estado usualmente asociados (Hiebert 1996). Las tradiciones Bíblicas los relacionan no a zonas semiáridas habitadas por pastores nómadas sino al corazón agrícola del Israel bíblico. Esto es obvio en las promesas divinas que les otorgan a ellos y sus descendientes la tierra arable en el norte (Gén. 12:6-7), en el centro (Gén. 13:14-15; 28:13-16), y el sur (13:8; 15:7-21; 26:2-5, 23-25, 32-33) de las montañas de Israel. Son solo los miembros de las líneas secundarias de la genealogía de Israel, Ismael, por ejemplo, quienes habitan las zonas áridas o semi-áridas contiguas a Israel (Gén. 16:7-12).

El lazo de unión entre los antepasados Israelitas y su país agrícola es aún más reforzado por el Yahvista en su uso consciente del vocabulario que los identifica como residentes en esta zona. Cuando J describe a sus antepasados como residentes en las tierras que les habían sido otorgadas por Dios, usa el verbo (yasab), “vivir, habitar” (por ejemplo, Gén. 13:7, 18; 22:9; 24:3; 34:10). La expresión que J evita consistentemente al nombrar a los antepasados de Israel es (ger), “residente extranjero”, un individuo que reside fuera de las tierras de su propiedad y fuera de la protección de sus propias estructuras familiares (Stager 1988). J usa (ger) para los antepasados solo cuando viajan fuera del país montañoso y toman residencia temporal fuera de casa en Egipto (Gén. 12:10; 15:13; 47:4), Filistea (Gén. 21:34; 26:3), o Siria (Gén. 32:5). El Yahvista ve a sus antepasados como residentes de las zonas agrícolas del país bíblico de las montañas, no como pastores transeúntes en sus bordes.

Sobre este punto a cerca del vocabulario, el escritor Sacerdotal P difiere con el Yahvista, dado que emplea la raíz (gûr) regularmente para referirse a los antepasados, especialmente en sus frecuentes referencias a la zona montañosa como el (´eres megurêhem) “el país de su estancia/residencia extrajera (Gén. 17:8; 28:4; 36:7; 37:1; Éxod. 6:4; comparar 23:4; 35:27). Pero no es probable que P use esta frase para identificar a sus antepasados como pastores nómadas. Es mucho más probable que, dado el objetivo de P de dividir la historia Israelita en distintos periodos, P usa la frase para distinguir la época ancestral de la de Israel como nación, o que P la use para reflejar el estatus de Israel como nación en el exilio (Westermann 1985). Además, P describe a Abraham cuando éste compra un terreno en o cerca de Hebrón para enterrar a Sara, y dada la muy cercana asociación entre patrimonio familial y entierro, este acto asocia a Abraham con la zona montañosa de Israel más bien que con los bordes del desierto (Kin y Stager 2001).

Este retrato de los antepasados como residentes en el centro del país agrícola es ampliada posteriormente por referencias en esas tradiciones al cultivo de los antepasados de la tierra arable que habitaban. El Yahvista describe a Isaac sembrando y cosechando una abundante cosecha (Gén. 26:12). El Eloísta describe a Rubén regresando de la cosecha del grano (qesîr hittîm) y describe a José y sus hermanos atando haces en el campo durante la cosecha (Gén. 37:5-8). Cuando los cultivos de los antepasados es amenazado por la falta de lluvia, se ven forzados a comprar grano en Egipto para complementar su cosecha (Gén. 43:1-2; 44:1-2). La perspectiva agrícola de esas tradiciones ancestrales está mejor descrita en la bendición de Isaac a Jacob: “Déte Dios el rocío del cielo y la grosura de la tierra y abundancia de trigo y mosto” (Gén. 27:28).

Quizá la evidencia más importante de esas historias para con la tradición de que los antepasados de Israel eran pastores nómadas es la lista de animales que poseen (Gén. 12:16; 24:35; 32:6). Sin embargo, cuando se examina con cuidado esas listas, encajan perfectamente en la economía mixta agrícola típica de los agricultores Mediterráneos, en la cual criar animales era un aspecto de la agricultura del pueblo sedentario. Los animales que poseían los antepasados de Israel –ovejas y cabras (so´n), reses (baqar), asnos (hamorîm/atonot), y camellos (gemallîm)- son las mismas especies domésticas típicas de los sitios con agricultura sedentaria del periodo bíblico en el que los arqueólogos han analizado restos de fauna.

En la Edad de Hierro en las montañas de Israel, el número de huesos de ovejas y cabras encontrados se eleva a los dos tercios de la población animal, las reses algo menos que un tercio, y los asnos y camellos un porcentaje mucho menor (Hellwing y Adjeman 1986; Zeder 1990). Una nota importante de esta lista son las reses (baqar), dado que éstas están directamente relacionadas con la agricultura sedentaria, siendo empleados como animales para preparar los cultivos. El tamaño de los rebaños de los antepasados no es una evidencia directa de un pastoreo especializado; simplemente comunica el estatus económico de sus dueños (King y Stager 2001).

Otra importante evidencia de esas historias que pueden sugerir que los antepasados de Israel eran pastores nómadas se encuentra en las frecuentes narrativas a cerca de sus movimientos de un lugar a otro. Pero vistas con más detenimiento, los movimientos de los antepasados no son los de pastores seminómadas en zonas semiáridas del lado montañoso. Más bien, los viajes de los antepasados sirven a dos propósitos distintos. En un nivel, son simple migraciones, relocalizaciones de residencia por una variedad de razones. Abraham se mueve de Ur a Harán, y de Harán a Siquem siguiendo las órdenes de Dios (Gén. 11:31-12:6). Jacob se mueve hacia Harán para escapar de la furia de Esaú (-J-Gén. 27:41-45) o para contraer matrimonio (-P-Gén. 27:46-28:4). Jacob viaja a Egipto debido a la sequía en Israel (Gén. 42:1-5).

A un nivel más profundo y significativo, los movimientos de los antepasados son etiológicos. Son movimientos diseñados para explicar y legitimar la relación de Israel con su tierra y vecinos. Respecto a los desplazamientos dentro del mismo Canaán, Wellhausen lo entendió claramente: “Los viajes de los patriarcas de aquí para allá en J y E “no” están diseñados para representarlos como nómadas ambulantes, sino para ponerlos en contacto con todos los lugares sagrados con los que tenían asociaciones especiales (1957)”. Tal es la meta de las paradas de Abraham en Siqem, Betel, y Hebrón, donde Abraham y sus descendientes construyen altares fundando y legitimando los centros de culto en los principales centros urbanos de las montañas Israelitas (Gén. 12:6-7; 13:3, 14-17; 13:18). Cuando los antepasados viajan fuera de las montañas a territorios de otras gentes, el objetivo de esos viajes no es el pastoreo trashumante sino más bien definir y legitimar las relaciones, equilibrios de poder, y fronteras entre Israel y sus vecinos. El viaje de Jacob a Harán, por ejemplo, ofrece la justificación histórica de los rasgos de la relación Arameo-Israelita durante la monarquía, incluyendo las alianzas políticas y fronteras entre ellos (Gén. 31:43-54).

Tradiciones del Éxodo
Las narrativas bíblicas de los viajes de los antepasados de Israel entrando y saliendo de Egipto son relatadas bajo la misma orientación agrícola que dio forma a las tradiciones primordiales de los antepasados. Se puede ver esto en el asentamiento de la familia de Jacob en el país de Goshen, una de los principales lugares agrícolas de Egipto (Gén. 45:10-11, 18; 47:5-6, 11). Ahí cultivan grano y crían ganado (Éxod. 9:1-6, 22-26). Una de esas narrativas, superficialmente, parece identificar a la familia de Jacob como pastores especializados, dado que se presentan al Faraón como pastores (ro`eh so´n) y se ofrecen para cuidar sus ganados (Gén. 46:31-47:6; Westermann 1986). Pero el punto de la narrativa es todo lo contrario. El hecho que José ha de ordenar a su familia para que se identifiquen como pastores significa que ésta no habría sido su respuesta natural al Faraón (Gén. 46:31-34). Además, la lógica de José deja claro que tomar esta identidad es simplemente una estrategia para congraciarse con el Faraón en orden a re-localizarlos en territorio Egipcio (Gén. 46:34; 47:4-6).

Así como las primeras tierras de cultivo en el Delta Egipcio son descritas como el lugar natural de residencia de los antepasados de Israel, así el desierto y sus bordes son descritos como lugares inhóspitos. Cuando los Israelitas entraron finalmente en el desierto para escapar de la esclavitud de Egipto, estuvieron en constante peligro, sea por la escasez de agua (Éxod. 15:22-25) o debido a la falta de comida (Éxod. 16:1-3). De hecho, los israelitas se quejaban constantemente, comparando el desierto tan desfavorable para el cultivo agrícola con el Valle del Nilo (Núm. 11:5, 18) y los altos de Canaán hacia donde iban (Núm. 16:12-14). Además, en el desierto el miedo más grande era el miedo a la muerte (Éxod. 16:3; 17:3), un miedo muy parecido al de su antepasado primordial, el campesino Caín, cuando fue expulsado de la tierra arable (Gén. 4:13-14). Para atravesar el desierto a salvo, los Israelitas dependían no de su propia experiencia sino de la de los Madianitas, Jobab, que está de hecho, en su casa en el desierto (Núm. 10:29-32). La imagen del desierto que encontramos en estos detalles de la tradición del Éxodo no es una imagen típica de los pastores nativos del desierto, sino la imagen de agricultures para los que el desierto es un lugar de peligro y muerte.

Así como las narrativas de Egipto y el desierto identifican a los antepasados de Israel como agricultores, así las materias legales incrustadas en estas narrativas y asociadas con la montaña sagrada del desierto, Monte Sinaí, reflejan una sociedad agrícola sedentaria en lugar de una cultura de pastores del desierto. Un ejemplo convincente es el calendario ritual encontrado entre las antiguas leyes en el código de la alianza (Éxod. 23:14-19), comparado con (Éxod. 34:18-26, Lev. 23:1-44, Deut. 16:1-17). Este calendario sagrado está completamente adaptado y modelado de acuerdo con el año agrícola. Sus tres fiestas principales celebran las cosechas de los agricultores del Mediterráneo: (1) “hag hammassôt”, fiesta de los panes ácimos en el mes de “´abîb”, el tiempo de la cosecha del cebada (Éxod. 23:15); (2) “hag haqqasîr”, la fiesta de la recolección del grano que tenía lugar cuando era recogida la principal cosecha de grano, el trigo (Éxod. 23:16, comparar con 34:22); y (3) “hag ha´asîp”, la fiesta de la recolección de la fruta a finales de Verano y comienzos de Otoño (Éxod. 23:16). El ritual central en cada fiesta era ofrecer a Dios en gratitud por el divino don de la fertilidad los primeros granos o frutos cosechados de la tierra arable(´adamâ) (Éxod. 23:19). El ritmo del tiempo sagrado para el Israel Bíblico que encontramos en sus más antiguas tradiciones no es el ritmo de los pastores trashumantes sino el del ciclo estacional de campesinos sedentarios en los montes de Israel.

Toda la extensión de las tradiciones originales de Israel en el Pentateuco, desde la creación del mundo a la promulgación de la ley del Monte Sinaí, describen los comienzos de Israel en términos de agricultura sedentaria en lugar del pastoreo nómada. De acuerdo con su propia comprensión de sí mismos reflejada en sus historias originales, los antepasados de Israel practicaban la economía mixta agrícola, combinando los cultivos de grano y fruta con rebaños de cabras y ovejas, típicos de los primeros Israelitas. Todo esto nos enseña que hemos de buscar los orígenes de la vida y pensamiento Israelita no en el nomadismo, como argumentó de Vaux, sino en las realidades del campesino ordinario en los altos Mediterráneos.

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