sábado, 20 de marzo de 2010

SUMER, LAS ESTRELLAS Y SUS SEMEJANZAS

LAS ESTRELLAS Y SUS SEMEJANZAS
Antes de comenzar una definición de los términos nos puede ayudar. El término “deidad o dios” representará a un ser personalizado denotado por un nombre personal y escrito con un determinativo divino. El determinativo DINGIR, una palabra que significa “dios”, sirve como marca clasificadora para aquellos seres determinados como “dioses”. Los nombres personales divinos como dSin, o dIshtar, escritos con el determinativo divino, son identificables como dioses, no importa lo que esto signifique desde un punto de vista teológico. La definición o descripción de estos dioses requiere el uso de la representación (símbolo, emblema, transferencia de lenguaje). Por eso, si digo que Ishtar es Venus, o que Ishtar es amor o guerra, aún no habré dicho lo que Ishtar “es”, sino sólo como puede ser representada. Más importante, esta representación no nos aporta ninguna idea a cerca de la definición Mesopotámica de un “dios”.

Los nombres de los dioses han de ser distinguidos de las designaciones de los cuerpos celestes, que también se escriben con determinativo divino. En este caso, el determinativo indica que esas entidades pertenecen a la categoría “divina”, así, son cosas divinas por su asociación a una particular deidad. Como tal, un dios no existe en el mundo perceptible, sino que es representado por una variedad de cosas en el mundo perceptible. Aunque la distinción entre la luna y el dios-luna puede ser realizada de acuerdo con el uso de los determinativos, el hecho que la luna es designada algunas veces no sólo con el nombre divino, dSin, pero también por la palabra “dios” (ilu), señala una ambigüedad en la comprensión Mesopotámica de la relación entre la luna y el dios-luna. Esta ambigüedad permite la referencia a la luna como dios-luna y como divino objeto lunar visible. Estos paralelos son evidentes respecto a otros objetos celestiales deificados y sus divinidades asociadas.

EL CIELO ESTRELLADO
La idea del cielo estrellado como residencia de los dioses es una evidencia a lo largo y ancho de la historia del espacio geográfico y cronológico del antiguo Cercano Oriente y Mediterráneo, desde la mitología Sumeria del tercer milenio y las primeras adivinaciones celestiales Acadias del segundo milenio a la iconografía “astral” de las deidades en el primer milenio Sirio-Palestino, y los dioses visibles de Platón y los poderes divinos de los cuerpos celestes en el papiro Griego y Egipcio del periodo Heleno tardío. Ha habido bastante reconocimiento a cargo de los estudiosos de que la prominencia de las estrellas en la religión de Mesopotamia, donde el primer signo cuneiforme usado para designar la palabra “dios” aparece en la imagen de una estrella (*). La asociación de dios y estrella parece ser tan antigua como la escritura misma. El pictograma de una estrella de ocho puntas, que más tarde denotaría en el alfabeto cuneiforme las palabras dingir/ilu “dios” y an/shame “cielo” así como al dios del cielo An/Anu, ya estaba atestiguado como determinativo divino en el alfabeto arcaico Sumerio (periodo Uruk IVa). El pictograma escrito para la palabra “estrella” (mul) a su vez era una composición de tres signos-AN con apariencia análoga a una constelación. El signo-MUL, también atestiguado en el arcaico alfabeto, no sólo describe un grupo de estrellas, sino también seguramente la idea que las estrellas eran concebidas como divinas.

CONCEPCIÓN DE LA DIVINIDAD EN LOS CIELOS
La evidencia de ideas en la antigua Mesopotamia a cerca de la divinidad en los cielos puede ser organizada de acuerdo con un número de perspectivas sobre el sujeto reflejado en diferentes tipos de textos. Veamos tres de ellas. Primero, evidente primariamente en los textos mitológicos es la perspectiva en la cual los dioses son vistos como cuerpos celestiales. En esta primera perspectiva, que se centra en la naturaleza astral de algunas deidades, por ejemplo, Inanna como el planeta Venus o Nanna/Suen como la luna, lo divino es comprendido como visiblemente personificado por un planeta (o estrella). En la segunda perspectiva los cuerpos celestiales son vistos como imágenes de los dioses, o sea, como objetos mundanos que manifiestan agencia divina y da forma perceptiblemente a ciertas deidades. El referente primario en este caso es el objeto celeste. Los textos de adivinaciones y otros tratamientos astronómicos de estrellas, constelaciones, y planetas ofrecen la mayor fuente para esta perspectiva. En la tercera perspectiva el foco está en la naturaleza divina de algunos cuerpos celestes, por ejemplo, en el sol como dios-sol, la luna como dios-luna, en Venus e Ishtar, y en muchas otras estrellas identificadas con otras deidades. Las tres perspectivas pueden ser definidas y diferenciadas en términos de si un determinado pasaje habla de 1) un dios 2) una estrella u otro cuerpo celeste, o 3) una estrella personificada u otros cuerpos celestes.

DIOSES COMO CUERPOS CELESTES O LA NATURALEZA ASTRAL DE LAS DEIDADES EN MESOPOTAMIA
La primera perspectiva sobre la naturaleza y relaciones de los dioses con los cuerpos celestes se centra en la naturaleza astral de algunos de los dioses Mesopotamios, y es evidente en los contextos narrativos tales como los mitos y también en los himnos u oraciones a los dioses. J.J. Dijk señala que como resultado del dualismo de la visión Sumeria del mundo, o sea, la separación entre arriba y abajo, la misma deidad tenía a veces una manifestación ctónica y otra astral, por ejemplo, dAma-usumgal “(divina) madre soberana” y dAma-usumgal-an-na “(divina) madre soberana del cielo”, o dGestin “(divina) viña” y dGestin-an-na “(divina) viña del cielo”. Quizá esta práctica dualista subyace históricamente y conceptualmente a la localización astral de lo divino, dando lugar a la idea de los cuerpos celestiales como manifestaciones físicas de las deidades. La idea parece implícita en la práctica de nombrar a dioses (principalmente astrales) DN “del cielo” (sha shamê), atestiguada desde los periodos Antiguos hasta el Neo-Babilonio, como en el caso de las deidades Shamash-del-Cielo, Adad-del-Cielo, Sin-del-Cielo, e incluso Anu-del-Cielo.

Un aspecto importante de la concepción de lo divino que es significativo para comprender la relación entre deidad y estrella es la idea de un imponente resplandor divino, expresada en textos religiosos tanto Sumerios como Acadios con el término “me.lám/melammu (o quizá mé-lim/melimmu)”. En la liturgia Sumeria, por ejemplo, el resplandor de la diosa Inanna es un elemento principal de su descripción como planeta Venus:

“Saludo a la gran señora del cielo, Inanna! Saludo su santa antorcha que llena los cielos, la luz, Inanna, brilla como la luz del día, la gran señora del cielo Inanna”….”

En la composición “Lugalbanda en la Cueva de la Montaña”, el dios-luna Suen (Sin) es llamado “el santo toro-ternero astral” que “brilla en los cielos como la estrella de la mañana” e “ilumina con su luz brillante la noche” (ETCSL t.1.8.2.1:202-204). La luz brillante continúa siendo una característica básica de los divino en la mitología tardía de Babilonia, por ejemplo, el Enuma Elish VI 156, el noveno nombre de Marduk es “Namru” “el Brillante”, “el dios brillante que ilumina nuestros caminos”, y en la Tablilla VII 126, su nombre cuarenta y nueve es “Nebiru”, “la estrella brillante en los cielos”. El sinónimo de luminosidad astral y resplandor divino es quizá más obvio y evidente en el caso del dios-sol-Shamash en la afirmación, “tú, Shamash, has cubierto los cielos y todos los países con tu resplandor (melammu)”. Lo mismo con su esposa Aya la personificación de la luz de la mañana, diosa de la aurora, como lo demuestra su nombre Sumerio “dSE.NIR.DA= d.seser-da= sertu” “aurora”. El nombre del templo del dios-sol Utu/Shamash, “é-babbar” “Casa (luz, blanca) Resplandeciente” también ofrece la idea del resplandor de este dios.

El resplandor y luminosidad de un cuerpo celeste era visto como emblema de su cualidad divina, y en tanto que fenómeno físico esta luminosidad hacía que lo divino se manifestara en el mundo. Si la idea del resplandor divino se originó en una asociación astral con deidades individuales, o fue extendida a esta asociaciones como efecto secundario de la noción de esplendor divino, no se sabe. En el caso de Inanna, el aspecto astral de la diosa parece ser original, y ha sido trazado hasta Uruk IV por K. Szarzynska en su estudio de las ofrendas cultuales del Periodo Arcaico a dos diosas, llamadas Inann-húd (UD) “Inanna de la mañana” e “Inanna-sig” “Inanna de la tarde”. El mismo nombre divino de Inanna, “Señora del Cielo”, es etimológicamente sugestivo de una deidad astral, y el nombre de su templo “é-an-na” “Casa del Cielo” evoca la misma idea.

Mientras que el resplandor es uno de los principales atributos de los divino, la forma dada a las deidades en representaciones visuales y mitológicas expresaba una imagen antropomórfica de los dioses que pululaban en la mitología Sumero-Acadia, pero que no eran obviamente visibles en esta forma en la naturaleza. Los dioses, al ser concebidos en la imaginación, que no observados, pueden ser diferenciados de los fenómenos naturales (perceptivos), los dioses parecen haber sido vistos como inmanentes y activos en el mundo de los fenómenos, como lo indican muchos casos de actividades divinas conservados en la mitología Sumero-Acadia. Por ejemplo, como fuerzas sobre diferentes partes del mundo físico, los tres grandes dioses Anu, Enlil, y Ea se dice “habitaban” en regiones específicas del cosmos en sus mitos. Asi, en el mito de Atra-hasis, la trinidad divina echa suertes, divide el universo, y vienen a ser identificados con el cielo, la tierra, y las aguas subterráneas del Apsu, respectivamente.

Cualquier discusión sobre los dioses en tanto que cuerpos celestes ha de dar prominencia a Nanna/Suen/Sin, el dios-luna(1). Dos principales aspectos del dios-luna en los himnos a Nanna adjudicados a Enheduana: su aspecto primero como patrón de los rebaños de ganado y de los productos diarios, y segundo, como la luminaria Suen “que sale del brillante (o azul) cielo” para “iluminar la tierra” y es llamado “soberano, del cielo claro”.

Los cuernos del dios-luna, encontrados principalmente en descripciones de la apariencia del cuarto creciente lunar, se refieren a la vez a aspectos celestiales y pastorales del dios. De ahí que las referencias a Nanna/Suen como ternero o toro puedan entendidas también como referencias a ambos a la vez. La conceptualización del dios-luna como toro es ejemplificada en la encantación conocida como “La Vaca de Sin, Llamada Geme-Sin”. Ahí, el dios como toro salvaje deja preñada a la vaca Geme-Sin y facilita su parto. La asociación del dios-luna con el ganado aparece también en la iconografía temprana del dios-luna. Durante el periodo tardío de Uruk un sello de Choga Mish muestra a un dios sentado sobre un toro con cuernos (trono) y una pequeña figura detrás de éste lleva el estandarte del creciente, todo esto dispuesto dentro de otro (tardío) emblema del dios-luna, la barca. Otra referencia iconográfica a los aspectos astrales y pastorales de Nanna/Suen/Sin es evidente en los antiguos sellos Babilonios que muestran al dios-luna encima de dos toros entrelazados con el estandarte del creciente en la mano, o la variante que muestra un dios sentado con sus pies sobre un tumbado mientras agarra el estandarte del creciente. Hay otras asociaciones iconográficas del creciente con el toro.

La manifestación celestial de esta deidad está indicada por un pasaje en la “Épica de Lugalbanda” (líneas 199-209) que habla de su resplandor y luminosidad como “un ornamento en el zenit” (línea 207), y de un creciente que da dirección al sol naciente (línea 204), lo que significa presumiblemente que en el día último de visibilidad, la luna creciente sale justo antes de la salida del sol. Aquí es otorgado el poder del dios-luna a su hijo Utu (el sol). Su gran poder como gobernante y árbitro del bien y del mal es alabado en este mismo poema (líneas 213-225), y es retratado como un rey inalcanzable lejos en el cielo: “Rey/Suen, tú a quien nadie puede acercarse en el cielo remoto”. Referencias a la variable apariencia de la luna en sus fases se encuentran en la poesía hímnica, en una tigi (canción tocada con el arpa) de Inanna: “An le hace nacer cada mes para ti el día de luna nueva como Suen”. Este aspecto de la naturaleza de la luna también se puede ver en los epítetos Acadios, tales como “Sin eddeshu” “Sin renovándose perpetuamente” o “inbu” “fruto”, y también está reflejado en el título de las series hemerológicas “Inbu bel arhim” “Fruto (o sea Sin), Señor del Mes”.

Incrustada en los orígenes del calendario cultual Mesopotamio, como queda reflejado en el semi-anual festival de “á-ki-ti” celebrado en Ur desde tiempos pre-Sargónicos, está la naturaleza de Nanna, deidad patrón del Ur. El ritual estaba sincronizado con los equinoccios, del año luno-solar que tenían lugar durante el primer y séptimo mes del calendario anual de Ur. La exégesis de M. Cohen de la naturaleza religiosa astral original del festival en términos del cambio en la duración de la luz diurna y la noche según son afectadas por los equinoccios a lo largo del año y la visibilidad relacionad del sol y la luna no es convincente, pero sí es sin duda correcto en su análisis del festival como “la llegada de Nanna a su ciudad… un llegada que era re-creada por una entrada triunfal de la estatua de Nanna de vuelta a Ur desde el edificio “á-ki-ti”(2).

La hija de Sin (algunas veces de Anu) es la diosa Inanna/Ishtar. Los himnos Sumerios revelan el hecho que ya en el tercer milenio, era vista en forma astral como el planeta Venus, llamado mulDili-bad. Es exaltada como “la gran señora del horizonte y zenit de los cielos (ETCSL t.4.07.2:112)”. El aspecto planetario de Inanna también puede ser leído en la obra mitológica Sumeria “El Descenso de Inanna”, como Heimple ha descrito. Éste argumenta por el reconocimiento de la estrella de la mañana y la tarde como uno y el mismo planeta antes de la asociación con la diosa antropomórfica Inanna/Ishtar, y argumenta también a favor de la asociación de Venus e Inanna antes de la fusión de la Inanna Sumeria con la Acadia Ishtar.

En los textos Acadios, Ishtar también es llamada “luminaria del cielo y la tierra (nannarat shamê u ersetim)”. Otro himno dice que “su verdadero primer nombre, el gran nombre que su padre Anu, a quien adora, le dio desde antiguo, es Ninanna Reina del Cielo”, dueña del mundo habitado, que ama a la gente, compañera del sol” (Foster, Musas, p. 503). Tintir Tableta IV 23 se refiere a un templo llamado “Casa que Rivaliza con el Cielo” perteneciente a la Ishtar astral llamada “Ishtar-kakkabi”. Una especie de similar apelativo tiene lugar en contextos rituales, donde se hacen ofrendas ante “Ishtar de las estrellas”. La diosa es la “estrella del grito de combate” en la “Gran Oración a Ishtar” donde es descrita como la “señora fuerte de las batallas… involucrada en la batalla, envuelta en miedo escalofriante”. La diosa guerrera del valor es yuxtapuesta a la diosa celestial de la luz, “antorcha brillante del cielo y la tierra, brillo para todas las moradas de los humanos” (Reiner y Güterbock, “La gran oración a Ishtar”, p. 261).

Parece que al aspecto de Ishtar en tanto que diosa de la guerra le es dado su propia manifestación astral específica, expresada en la estrella fija MUL.BAN/Qashtu “estrella del arco” (“Canis menor y k Puppis”). Esta segunda manifestación astral de Ishtar está simbolizada por el arco que era parte del armamento de Marduk cuando se preparaba para la batalla contra Tiamat (Enuma Elish IV:35). En la Tablilla IV la identidad del arco de Marduk es hecha explícita cuando Anu lo eleva, lo besa y lo llama su hija, y finalmente lo apoda “Estrella del Arco”, haciéndola visible en los cielos (Enuma Elish VI:86-90). En las instrucciones para realizar el ritual “namburbi”, se ha de ofrecer un niño a la estrella del arco en el altar de Ishtar (Reiner, Magia Astral, p.88). En la invocación de Ishtar en una maldición en el tratado de Asur-nirari V y Mati´ilu de Arpad se alude a la asociación de la diosa y el arco, imponiéndole “que les quite el arco”, y les cause esterilidad si Mati´ilu viola el tratado con el rey de Asiria (ANET, P. 533).


Heimpel traza el género dual de la diosa Babilonia a la amalgamación de la diosa femenina original Sumeria y el masculino dios Semítico Ashtar/Ishtar, citando evidencia en la deidad masculina de Ebla (Ashtar), Ugarit (´ttr), Moab (´shtr) y Yemen (´ttr), y de Mari (ambos, el masculino Ashtar y la femenina Ishtar). Basándose en los pasajes de “Lugalbanda y el Señor de Arata” y en un texto de Inanna-Dumuzi, ha sugerido que Ishtar en el sur (Uruk) era identificada principalmente con la estrella del atardecer, mientras que la deidad masculina Semítica Venus estaba asociada con la estrella matutina (Heimpel, Catálogo de las Deidades Venus en el Cercano Oriente, p. 12). En adición, el elemento de la apariencia del planeta como estrella matutina y vespertina puede haber sido expresado en términos metafóricos como la habilidad de la diosa de cambiar “su mente” durante la noche en virtud de su apariencia. Su cambio de género también está reflejado en las ofrendas para obtener buenos auspicios presentada al “Señor Ninsianna”, o sea, la masculina manifestación de Venus.

Otro hijo importante del dios-luna era el dios-sol Utu/Shamash. Utu era un joven en la mitología Sumeria, pero en la Acadia, Shamash fue antropomorfizado como rey, esta asociación es realizada en la escritura logo-gráfica del nombre divino con el signo MAN = sharu ·rey·(dMAN = Shamash y MAN = sharru). Un informe Neo-Asirio informa explícitamente que “el sol es la estrella del rey” (Herman Hunger, 1992).


El lenguaje usado para dirigirse al dios-sol es descriptivo de su naturaleza solar:

“Oh el más grande, perfecto, hijo del Creciente y Brillante Dios (Sin),
Perpetuamente renovando su luz, faro para los pueblos, dador de luz,
Oh Shamash, que administras a los muertos y los vivos, que inspeccionas todo lo que es,
Oh Shamash, luz del cielo y la tierra, esplendor del mundo. (BMS 6, 97-130, editado por W. Mayer).

La oración pide al dios-sol favores, incluyendo “buena fortuna en mis días”, “buena reputación”, “discurso aceptable en público” y “que yo pase mis días en placer y alegría”. Como en otras oraciones a Shamash, el devoto se dirige al dios en total sentido antropomórfico, pidiendo a Bunene, su correo, que le hable y refiriéndose a su esposa “Aya” (Foster, Musas), aunque el aspecto solar de la naturaleza de Shamash y el hecho que esta personificado en la apariencia física del sol como signo también están claramente descrito. Por ejemplo, la inscripción de Nabónido conmemorando la reconstrucción del “Ebabbar” dice, “Cada día cuando apareces y te pones, haz mis signos favorables en el cielo y en la tierra”.

Shamash lo ve todo con su luz y es el “juez que otorga justos veredictos”.

El calendario cultual de Sippar prescribe días festivos para el dios-sol que también reflejan la naturaleza astral de Shamash así como la de su padre Sin. S. Maul señala la recitación de ciertas canciones en momentos importantes del calendario, tales como las de la mañana del vigésimo día del mes cuando a medida que sale el sol se pone la luna (S. Maul, 1999). Además, clarifica la naturaleza sagrada especial del día 20 para Shamash, el día cuando la canción (balag) dUtu lugal-àm ·Utu es rey· es cantada, en términos del número 20 que es tanto el número para la escritura del nombre del sol(-dios) así como para la escritura logo-gráfica de la palabra “rey”.

Otro dios concebido con naturaleza astral es Marduk, identificado primariamente con el planeta Júpiter. También fue identificada con el planeta más cercano al sol, o sea, Mercurio, lo cual quizá explica que el nombre de Marduk se escriba como “Amar.utu” ·ternero del sol·, asumiendo la conciencia que Mercurio nunca estaba lejos del sol, siendo visible sólo como una estrella vespertina o matutina cerca del horizonte durante la salida del sol o a su puesta. La identificación explícita de la estrella de Marduk con Mercurio se encuentra en informes Neo-Asirios: “Si la estrella de Marduk se hace visible a comienzos del año: este año su surco prosperará”. Mercurio era, sin embargo, más a menudo asociado con Ninurta, y al ser menos luminoso y más difícil de ver, estaba ligado a predicciones nefastas, que anunciaban inundaciones y muerte, quizá debido al carácter destructivo de sus identidades divinas-mitológicas como Ninurta y Marduk.

La manifestación de Marduk en las varias apariencias de Júpiter tomó otros nombres además del de “Estrella de Marduk”, o sea, cuando está en el horizonte del este deviene “d/mulshul.pa.è”. El dios Shulpae “Joven Brillante” se encuentra en textos Sumerios tan pronto como los textos de Fara y tan tarde como los periodos de Ur III y Antigua Babilonia (y quizá antes), (A. Falkenstein, 1963), y su aspecto astral es trazable al periodo Babilonio Antiguo, aunque su identificación como Júpiter en estas tempranas referencias no está del todo claro. Los epítetos Shulpae expresan sus atributos de dios radiante con esplendor que inspira sobrecogimiento (sha puluhtu melammi nashû, ·que lleva esplendor que inspira sobrecogimiento·: 4R 27, Nº. 4:48) y como “heroico” (dapinu). Las referencias posteriores en textos de predicciones a Shulpae, escritas con el determinativo DINGIR y MUL, todas conciernen al planeta Júpiter (Hunger, Informes Astrológicos, Nº 114).

Cuando la manifestación planetaria de Marduk aparecía en el centro del cielo, era llamado d/MULNeberu “el vado”. Este nombre aparece en el Astrolabio y en MUL.APIN (también en otros textos) explícitamente identificado con el dios Marduk. Es concebible que los dos planetas asociados con Marduk, Júpiter y Mercurio, podrían asumir el papel de “punto de cruce” como contraparte o extensión del significado mitológico de Marduk en tanto que “rey que divide a los dioses” (Enuma Elish VI, 39), un epíteto referente a su división de los 600 dioses Anunna en dioses del cielo y del mundo subterráneo. Este reparto de los dioses fue el preludio a la construcción de Esagila en el centro-del-mundo y la puesta en orden final de los designios cósmicos (usuratu, en Enuma Elish VI, 78) y el establecimiento de la ubicación de todos los dioses. Marduk era el dios central, cuya “ubicación” estaba en el punto central del cosmos donde uno cruzaba del cielo a la tierra. Portando la extensión de este papel en el cielo visible había puntos tales como el punto medio sobre el horizonte al este, donde Mercurio podía ser visto, o alto en el meridiano, donde Júpiter podía ser visto. Estas contrapartes visuales a la idea del punto de cruce podrían haber dado lugar al nombre de estrella “Neberu”:


“Neberu debe tener el pasaje del cielo y la tierra,
De manera que ellos no crucen hacia arriba y abajo sin su consentimiento,
Neberu es su estrella que hizo visible en los cielos, ….”(Enuma Elish VII, 124-129).

El nombre “Neberu” para la personificación de Marduk, usualmente como Júpiter, también tiene lugar en informes de adivinaciones, tales como el escrito cuando la luna fue observada rodeada por un halo que contenía a Júpiter y Escorpio dentro (Hunger, Informe Astrológico, Nº 147:7). La introducción citada en el informe es explicada con una declaración que define la apariencia del planeta como manifestación del dios Marduk, pero explica que la apariencia del dios en diferentes posiciones tiene diferentes nombres: “La estrella de Marduk cuando aparece es (llamada) Shulpa´e; cuando se eleva es (llamada) Sagmegar; cuando está en el centro del cielo, es (llamada) Neberu”.

La existencia de Marduk como deidad predata la astralización de éste dios como gobernante del cosmos, pero de sus orígenes no se sabe mucho. La naturaleza astral de Marduk parece haber surgido del posterior desarrollo de su culto que acompañó el ascenso del estado de Babilonia. La asociación de Marduk con el astral (Júpiter?) Shulpae puede estar basada en los rasgos guerreros de ambos. Es más, ambos tienen relación con la figura feroz y heroica de Ninurta. Aunque Shulpae parece haber tenido una posición relativamente modesta en el panteón Sumerio, es tentador ver la identificación de Marduk con él como formando parte de una figura astral y heroica añadida a la naturaleza sublime del jefe del panteón Babilonio.

En adición a las principales deidades celestes, luna, sol, Venus y Júpiter, otros dioses tomaron también identidades astrales. Ninurta, el dios heroico de la guerra que defiende el orden cósmico en el mito de Anzû, fue identificado en los cielos como la brillante estrella Sirio en la constelación de la flecha (Canis Mayor) (A. Annus, 2002). La asociación de la flecha con Ninurta es una consecuencia de la mitología de este dios, en particular su papel como “rey de la batalla”, el heroico campeón de los dioses, que triunfa sobre el mal Asag/Anzû. Las armas de Ninurta fueron transportadas al cielo en forma de la estrella Sirio así como del planeta Mercurio (“si la luna sale… y la Flecha permanece dentro de ésta, la Flecha (es) Mercurio”) (LBAT 1553 r.22 f.). A. Annus señala el hecho que tanto a la flecha mitológica de Ninurta (shukudu) y la de Marduk (mulmullu) les fue dada la forma astral como Sirio y las Pléyades respectivamente. La identificación del “Astrolabio” del mes de Ningirsu con las Pléyades resuena con la personificación de esas estrellas como dioses de la guerra llevando arco y flecha, como queda atestiguado en la inscripción de Esarhadon así como en la Épica de Erra. Los textos de himnos y oraciones dirigidos a Ninurta como la estrella Sirio, llamándole “flecha incansable” y el dios “que es Sirio (mulKAK.SI.SÁ) en el cielo”, (Annus, Himno a Ninurta, p. 207), y la identificación de la estrella con el dios dieron lugar al consiguiente antropomorfismo.

Finalmente, Nergal, rey del mundo subterráneo y terrorífico gobernante de los muertos, era visto en los cielos como el planeta Marte. A pesar del carácter maléfico del dios, la manifestación de Nergal como cuerpo celeste era glorificada en las oraciones. Era llamado la “estrella que se eleva una y otra vez en el horizonte, cuyo resplandor está alto”, y era descrito de manera señorial en lo alto de los cielos. El resplandor (melammu) de su semblante era exaltado como en las otras descripciones de deidades astrales. Su manifestación astral está atestiguada en informes, tales como “Si Nergal aparece pequeño y blanco y centellea como una estrella fija”…. Los presagios también muestran su naturaleza maléfica, derivando portentos negativos cuando Marte es visible, como en “Géminis está para devorar a Nergal. “Si Marte se acerca a Géminis: el príncipe morirá” (Reiner – Pingree, “Presagios Babilonios Planetarios”), y portentos positivos si Marte es tenue o no visible, como en “si Marte está oscuro: la gente que padece hambre comerá abundantemente; el corazón del país estará contento”(P. Geuthner, 1908 y 1909). La asociación astrológica de planetas y partes del cuerpo también atestigua a Nergal como el planeta Marte, como en la predicción “si los riñones le duelen a un hombre, (la enfermedad viene del dios) Nergal, como dicen: “la estrella-riñón es Marte” (F. Rochberg-Halton, 1987).

Toda esta evidencia sitúa a la divinidad en el cielo en forma de dioses representados por planetas o estrellas visibles en el cielo, con los atributos físicos de cuerpos celestes, como son el brillo y la emisión de luz. La cualidad luminosa de los cuerpos celestiales parece haber sido percibida como manifestación de su divinidad. La naturaleza astral de las deidades Mesopotamias en cuestión parece ser una función de su relación entre dios y estrella. El asociar los dioses antropomórficos con los cuerpos celestes dio lugar a maneras particulares de hablar y describir los cuerpos celestes mismos.




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(1) la amalgamación de Nanna y Suen fue completada por los Acadios en su periodo tardío, según Colbow.
(2) M. Cohen (1993). El argumento de Cohen a cerca del significado de los equinoccios dividiendo el año en dos segmentos donde “entre el séptimo y primer mes la luna era visible durante más tiempo en los cielos” no está claro. Por un lado, las noches no son progresivamente más largas desde el mes VII al I, sino más bien desde el mes IV al XII, o sea entre los solsticios. Por otro lado, la visibilidad lunar varía cada mes, creciendo hasta el día de la oposición (luna llena), donde el disco lunar es visible toda la noche, y después mengua hasta la conjunción (luna nueva), cuando no es del todo visible.

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