MESIANISMO Y BIBLIA I
EL CANON
El antiguo Judaísmo
no tenía un credo que definiera la ortodoxia a la manera del antiguo
Cristianismo. La razón por la que algunas nociones, como la expectativa de un
mesías Davídico, eran ampliamente compartidas, era que durante este tiempo
(aproximadamente 150 a.C. al 70 d.C.) un conjunto de escrituras habían sido
aceptadas como autoritativas en el Judaísmo. Eventualmente, esas escrituras se
convirtieron en lo que es la Biblia Hebrea canónica que hoy conocemos. Si se
puede hablar propiamente de un canon en el periodo anterior al 70 d.C. es aún
tema de disputa.
Ha habido muchos
vaivenes en el péndulo de los estudiosos de este tema. Durante largo tiempo se
pensó que el canon de la Escritura quedó cerrado en el llamado concilio de Jamnia, cerca del 90 d.C.(1). Esta hipótesis ha sido generalmente abandonada(2). Las deliberaciones de los sabios en Jamnia no fue
un concilio a la manera de los concilios de la posterior Iglesia, y no parece
que se tomase decisión alguna acerca del estatus canónico de los libros.
Algunos estudiosos han reaccionado contra el rechazo de la hipótesis de Jamnia
situando la clausura en el siglo II a.C. Sid Leiman, en su libro “The
Canonization of Hebrew Scripture”, argumenta que el proceso quedó completado
por Judas Macabeo. Esta postura, no obstante, es insostenible. La evidencia
putativa, 2 Mac. 2:14-15, dice solo que Judas reunió todos los libros que
habían sido perdidos debido a la guerra. No hace afirmación alguna que
canonizara algo, ni estableciera límite alguno del número de libros sagrados(3). De hecho, un número específico de escrituras
autoritativas no está atestiguado hasta el periodo del 70 d.C., cuando Josefo (Contra Apión 1:7) da el número de libros
sagrados como veintidós y 4 Esdras 14:45 como
veinticuatro, probablemente contando los mismos libros de diferente manera(4).
Los Rollos del Mar
Muerto ofrecen amplia evidencia de que el canon no había sido cerrado aún
durante el cambio de era. Libros como Enoch
y Jubileos están conservados en múltiples
copias y eran evidentemente autoritativos(5).
Jubileos es citado como fuente en el Documento de Damasco (CD 16:4). En
contraste, Crónicas es raramente atestiguado y Ester no lo está en absoluto.
Algunos libros Bíblicos (notablemente Samuel y Jeremías) circulaban en formas
textuales muy variadas, y esto también habla contra la idea de que el canon
estuviese cerrado.
Hay también abundante
evidencia de que algunos escritos ya estaban establecidos como autoritativos,
incluso cuando su texto era fluido y la extensión de las escrituras
autoritativas era aún incierta. La mayoría de los testimonios a lo largo del
periodo del Nuevo Testamento atestan una división de las escrituras bipartita
en lugar de tripartita: así Mat. 5:17; 7:12; 11:13;
22:40; Lucas 16:29-31; Hechos 13:15; 24:14; 28:23; Rom. 3:21. La
referencia normal es a la “Ley y los Profetas”(6).
Lucas 24:44 es excepcional en el Nuevo
Testamento por cuanto se refiere a “la ley de Moisés, los profetas y los
Salmos”(7). Una división similar parece estar
implícita en 4QMMT, la Carta Halakhica de
Qumran: “Pues sobre [estas cosas no]sotros damos
[
.. y también] os hemos es[crito] que debéis comprender el libro de Moisés [y
las palabras de los pro]fetas y de David [y las crónicas] [de cad]a generación”(8). David es visto como profeta (Hechos 2:30), y los Salmos fueron interpretado con
el método “pesher”
en Qumran, igual que lo eran los profetas, y fueron tomados como profecías
sobre la historia de la secta o del tiempo escatológico. La Regla de la
Comunidad de Qumran, comienza con una referencia a lo que Dios ha mandado “por mano de Moisés y todos Sus siervos los Profetas”.
El camino que los participantes en la alianza han de preparar en el desierto es
“el estudio de la Ley que Él ha ordenado por mano
de Moisés
y que revelaron los Profetas por su Santo Espíritu” (1QS 8:14,17). En ningún momento hay una línea
clara de demarcación entre los Profetas y los libros que posteriormente
vinieron a ser conocidos como los Escritos, pero está claro que había un corpus
de escrituras autoritativas.
No hay duda de la
importancia de la Torah revelada en Qumran. En un pasaje conocido como el “Pozo
midrash”, el Documento de Damasco explica Núm. 21:18 como sigue: “El
pozo es la ley. Y los que la excavaron son los convertidos de Israel que
salieron de la tierra de Judá y habitaron en la tierra de Damasco
. Y la vara
es el intérprete de la ley
..”(9). De
manera similar, la Regla de la Comunidad instruye a los sectarios para que
preparen en el desierto el camino del Señor, y especifica que “este es el estudio de la ley, que ordenó por mano de
Moisés”(10). Está claro que el principal
libro sectario de la regla veía la ley de Moisés como la norma fundamental.
Algunos argumentan que el Rollo del Templo tenía estatus de Escritura, y que
era en efecto una nueva Torah, pero no hay evidencia que éste reemplazara en
autoridad a la Torah tradicional(11).
Aunque la secta de
Qumran aceptaba algunos escritos autoritativos que no eran aceptados en otras
partes, también compartieron con los Judíos contemporáneos un conjunto de
escrituras que incluían la Torah, escritos proféticos y salmos. Esta herencia
común es de enorme importancia en tanto que fuente de tradiciones comunes. Sin
duda, los sectarios tenían su propia manera distintiva de interpretar las
escrituras, como es evidente en los “pesharim”, los comentarios bíblicos que
correlacionan las profecías con las experiencias y expectativas de la secta. No
obstante, sería sorprendente que no tomasen algunas tradiciones exegéticas
comunes y, tradiciones exegéticas que serán de fundamental importancia para la
formulación de las expectativas mesiánicas.
LA IDEOLOGÍA REAL
Las Escrituras
Hebreas ofrecen una base clara para la expectación de un mesías real del linaje
de David, en pasajes que reflejan la ideología real del antiguo Israel(12). De acuerdo con el oráculo de Natán en 2 Samuel 7,
Dios había prometido a David que uno de sus descendientes gobernaría para
siempre como rey en Israel:
Yahvé te anuncia que Él te edificará una
casa. Y cuando tu vida llegue a su límite y te acuestes con tus padres,
confirmaré después de ti a la descendencia que saldrá de tus entrañas, y
consolidaré el trono de su realeza. (Él constituirá una casa para mi Nombre yyo
consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él un padre y él
será para mí un hijo. Si se porta mal, le castigaré con vara de hombres y con
golpes de hombres, pero no apartaré de él mi amor, como lo aparté e Saúl, a
quien quité de mirista. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante ti;
tu trono estará firme, eternamente. (2 Sam. 7:11-16)
El énfasis en este
oráculo es acerca de la permanencia del linaje Davídico, no sobre un rey
individual(13). La permanencia está garantizada
por la divina promesa, y refleja el lenguaje real de concesiones a los vasallos
fieles en el antiguo Cercano Oriente(14). El rey
es llamado hijo de Dios aunque la paternidad del padre humano también es
esencial para la ideología(15). De todas
maneras, el oráculo refleja la asunción común a lo largo del Cercano Oriente
que el rey disfruta de un estatus especial en el mundo divino. La elección de
David es celebrada en términos generalmente similares en Salmos 89 y 132(16).
Los aspectos
mitológicos de la ideología real aparecen de manera más clara en algunos otros Salmos
y oráculos proféticos. El Salmo 2, que se refiere al rey como el ungido del
Señor, también se refiere al decreto del Señor: “Tú eres mi hijo, hoy te he engendrado. Si
me lo pides, te daré en herencia las naicones, en propiedad la inmensidad de la
tierra; los machacarás con cetro de hierro, los pulverizarás como vasija de
barro”. El Salmo 110:3, aunque textualmente difícil, probablemente
también se refiera al nacimiento divino de un rey(17).
En el mismo salmo, Dios emplaza el asiento del rey a su derecha, y le dice que
es un sacerdote para siempre según la orden de Melquisedek. Isaías 8:3-9:6 anuncia el nacimiento de un niño
real, que es llamado “maravilla de consejero, Dios Fuerte, Siempre Padre,
Príncipe de la Paz”. Estos tres textos (Salm. 2, 110, Isa. 9) han todos sido
plausiblemente relacionados con las ceremonias de entronamiento en la antigua
Judá(18). El rey Israelita nunca fue
identificado con una deidad en un sentido completo, a diferencia de su
equivalente en Egipto. Sin embargo, las afirmaciones mitológicas no han de ser
pasadas por alto. En el Salmo 45 el rey es
presentado como “Dios”: “Tu trono es eterno, Oh Dios!......Por eso Dios, tu Dios,
te ha ungido
.” Semejante presentación tan directa es excepcional
(Salmo 45 es el único himno al rey en el Salterio) aunque concuerda bien con la
designación del rey como hijo de Dios en Salmo 2(19).
Aunque el rey no había de ser confundido con el Todopoderoso, era evidentemente
exaltado por encima del común de los humanos.
PREDICCIONES DE UN REY IDEAL
Los pasajes que hemos
considerado hasta aquí ven todos la realeza, aunque idealizada, como una
realidad presente. Solo después, cuando ya no existía la monarquía, entendieron
ésta en sentido escatológico, como predicciones de una restauración futura. Hay,
no obstante, también varios pasajes en las Escrituras Hebreas que fueron
originalmente escritos para predecir un gobernante ideal que ha de venir en el
futuro. Algunas de estas profecías son claramente “ex eventu”, o después de los
hechos. Dos de los textos más influyentes en la tradición tardía son de este
tipo. El oráculo de Balaam, en Núm. 24:15-19, predice que “De Jacob avanza
una estrella, un cetro surge de Israel. Aplasta las sienes de Moab, el cráneo
de todos los hijos de Set”. Este texto ha sido correctamente
atribuido a la monarquía temprana, tomado como una celebración de las victorias
de los primeros reyes(20). La promesa en la
“Bendición de Jacob” (Génesis 49) que “No se irá cetro
de mano de Judá, ni el bastón de mando de entre sus pies” también
presupone seguramente el re-surgir de la dinastía Davídica. Las predicciones ex eventu
de este tipo eran una manera de propaganda real: el derecho del rey para
gobernar estaba garantizado por la promesa de la deidad. Este artificio, de
profecía después del hecho en servicio a la propaganda, también se encuentra en
la antigua Babilonia(21). Como las predicciones
bíblicas, los oráculos Babilonios también conciben un gobierno universal,
perpetuo. Como ejemplo se puede citar una profecía de Uruk, del siglo VI a.C.,
que dice de un “buen” rey que “Después de él su hijo será rey en Uruk y
gobernará el mundo entero. Ejercerá autoridad y realeza en Uruk, y su dinastía
durará para siempre. Los reyes de Uruk ejercerán autoridad como dioses”. El rey
en cuestión, que había de inaugurar este dinastía, parece ser el propio
Nabucodonosor II, el rey que destruyó Jerusalem y se llevó su población al
exilio(22).
Un problema más
difícil lo presentan las predicciones de un gobernante futuro en el libro
atribuido a los profetas del siglo VIII. La conclusión del libro de Amos, que
promete “levantaré
la cabaña ruinosa de David”(Amos 9:11),
contrasta profundamente con el mensaje del profeta de ruina y destrucción que
hemos de sospechar es una adición editorial, después que el reino del sur hubo
caído(23). Miqueas
5:1, que habla de un gobernador de Belén Efratá, ciudad natal de David,
es comúnmente visto como pos-exílico(24). La
autenticidad de Isa. 11:1-9 (“Dará un vástago
el tronco de Jesé”) también es ampliamente disputada(25). La referencia al “tronco” de Jesé lleva
naturalmente a suponer que el linaje había sido cortado cuando fue compuesto
este oráculo. Es posible, sin embargo, que el oráculo refleje la angustia de
las invasiones Asirias a finales del siglo VIII a.C. y exprese una añoranza de
los días del imperio de David(26). En este caso,
esas profecías “sugieren que es necesario un nuevo David e implican una seria
crítica al ocupante de turno del trono Davídico en tanto que heredero no
adecuado de David”(27). A lo largo del antiguo
Cercano Oriente, el rey ideal era visto como un pastor, que gobernaría con
sabiduría y justicia. La esperanza para con este rey ideal no estaba
necesariamente confinada a situaciones en las que no había rey alguno. Si
Isaías 11 pertenece o no a la época de la monarquía, econtraremos de todas
formas que la expectativa mesiánica podía implicar re-satisfacción con los
reyes Judíos en el poder en los periodos Heleno y Romano. Es posible que el
sueño de una monarquía utópica surgiese en Israel antes del Exilio en
Babilonia, pero en cualquier caso esta esperanza surge más claramente en el
periodo pos-exílico. Isaías 11 deviene un
texto-prueba importante para la expectativa mesiánica en el periodo de los
Rollos del Mar Muerto.
Una incertidumbre
similar rodea los oráculos mesiánicos en los libros de Jeremías y Ezequiel(28). Jer. 23:5-6
rivaliza con Isaías 11 en su importancia
para una posterior expectativa mesiánica:
Vienen días, oráculo de Yahvé, en que
suscitaré a David un Germen justo: reinará un rey prudente, practicará el
derecho y la justicia en la tierra. En sus días estará a salvo Judá, e Israel
vivirá en seguro; y éste es el nombre con que le llamarán: “Yahvé, justicia
nuestra”.
De nuevo, la
autenticidad del pasaje esta abierta a ser cuestionada. Está en completo
contraste con Jer. 22:30, que declara
enfáticamente que ningún descendiente de Jeconías le sucederá para sentarse en
el trono de David y gobernar de nuevo en Judá, y así, de hecho, terminó el
linaje Davídico. La fórmula introductoria (“vienen días
”) también suscita
suspicacias de que lo que sigue es una inserción redaccional. Formulas como
(“en aquel día”, “viene el día
..”) introducen a menudo expansiones editoriales
en los libros proféticos(29). Pero también se
puede argumentar a favor de la autenticidad. Este pasaje concluye con un juego
sobre el nombre de Sedequías (“Justicia de Yahvé”), el último rey de Judá
(597-587) a.C.), y se puede leer como rechazo hacia este monarca: Sedequías ha
fracasado en vivir de acuerdo a su nombre, por lo tanto Dios enviará un nuevo
rey que implementará la justicia en el país(30).
En este caso el dicho sí puede ser propio de Jeremías, a pesar de la
inconsistencia con el capítulo 22. La metáfora de la “rama” es similar al
vástago de Isaías 11:1, aunque no necesariamente
deriva de ésta. El motivo no era peculiar a Israel. El rey Asirio Esarhaddon
era llamado “una preciosa rama de Baltil
.un vástago duradero”(31). La expresión (rama legítima) aparece en una
inscripción Fenicia del siglo III a.C.(32). La
imagen de una rama con referencia a la realeza ha de ser vista como motivo
común en el Cercano Oriente.
Aunque Jeremías
23:5-6 puede haberse originado en la crítica a Sedequías,
el contexto original se perdió pronto de vista. Ya dentro del libro de Jeremías
encontramos una transformación exegética de la profecía. En Jer. 33:14-16 encontramos virtualmente el mismo
oráculo, pero con una inserción(33). Donde el capítulo 23 lee “suscitaré
a David un vástago
..”, el capítulo 33
lee “confirmaré la buena palabra que dirigí a la Casa de Isarael y a la Casa de
Judá. En esos días y en ese tiempo yo suscitaré a David un vástago legítimo
..”
Este pasaje no está fundado en el texto Griego de Jermías y es más bien
ciertamente una adición al libro(34). La
inserción muestra una preocupación por el incumplimiento de la profecía. Esta
preocupación por que la palabra del Señor no se cumpliese aumenta en
prominencia en el periodo pos-exílico(35). Al
mismo tiempo, la profecía revisada aún no es muy específica: ocurrirá “en
aquellos días y en aquel tiempo”. De esta manera sería difícil decir que la
profecía había fallado.
La preocupación por
el cumplimiento de la profecía es también evidente en el pasaje que sigue:
“Pues esto dice Yahvé: No le faltará a David
quien se siente en el trono de la Casa de Israel; y a los sacerdotes levítcos
no les faltará quien en presencia mía ofrezca holocaustos y queme incienso de
oblación y haga sacrificio cada día.
Si llegareis a romper mi alianza con el
día y con la noche, de suerte que no sea de día o de noche a su debido tiempo,
entonces romperíais también mi alianza con mi siervo David, de suerte que le
falte un hijo que reine sobre su trono, y con los levitas sacerdotes, mis
servidores..” (Jer. 33:17-21).
La profecía afirma la
fiabilidad de la promesa divina. La alianza con David no puede ser rota, ni
tampoco la alianza con Levi. (Comparar Mal. 2:5) el pasaje reconoce
implícitamente que las promesas no han sido cumplidas de manera satisfactoria.
Se ha argumentado que este pasaje solo pudo haber sido escrito durante el
exilio, antes de la restauración del Sumo Sacerdocio(36),
pero no es así necesariamente. Sabemos de varios grupos durante el periodo del
Segundo Templo que fundaron el culto del templo restaurado inadecuadamente(37). La preocupación tanto por la realeza como por el
sacerdocio señala más bien a una situación después del exilio, cuando el
profeta Zacarías llama a Zorobabel y al Sumo Sacerdote Josué “dos hijos del
aceite ie. ungidos”(38). Lo que es importante
para nuestro propósito es la luz que este pasaje arroja sobre un factor que
contribuyó a la especulación mesiánica. Las promesas han de ser cumplidas. Si
no se ven cumplidas en el pasado o el presente, el cumplimiento ha de ser
proyectado hacia el futuro.
La imaginería de un
joven árbol subyace al pasaje de Isaías acerca del retoño y el vástago de David
de Jeremías. Esta imaginería también se encuentra en Ezequiel. En Ezequiel 17:3-4, el rey David es “el cogollo del cedro, la punta más alta de sus ramas”
que un águila, representando al rey de Babilonia, se llevó. El Señor promete,
sin embargo, en 17:22-23: “También yo tomaré un tallo de la copa del alto cedro, de
la punta de sus ramas escogeré un ramo y lo plantaré yo mismo en una montaña
elevada y excelsa: en la alta montaña de Israel lo plantaré. Echará ramaje y
producirá fruto, y se hará un cedro magnífico”(39).
La designación más típica de Ezequiel del futuro rey es en términos de
“príncipe”. Así, leemos en Ezequiel 34:23-24:
Yo suscitaré un solo pastor que las guíe y
las apaciente: a mi siervo David. Él las apacentará y será su pastor. Yo,
Yahvé, seré su Dios, y mi siervo David será su príncipe.
De nuevo en Ezequiel 37, la restauración de los “huesos secos”
de Israel concluye con la promesa “mi siervo David” será “rey” y “príncipe” (Ezeq. 37:24,25).
El término “príncipe”
es ampliamente usado en la línea Sacerdotal del Pentateuco para referirse a los
líderes laicos de las tribus(40). Martin Noth
argumenta que era un término “anfictiónico” del periodo de los jueces(41), aunque toda la hipótesis que presuponía que
Israel había estado organizado en forma de anfictionía en aquel periodo, ha
sido recientemente rechazada(42). La antigüedad
del término no ha por qué preocuparnos aquí. Es suficiente señalar que el
término no es inherentemente monárquico. Sin embargo es usado repetidamente en
Ezequiel para referirse al gobierno de David(43).
En Ezequiel 34 y 37, en las predicciones acerca de un gobernante futuro, el
término “príncipe” designa claramente rango real, y se refiere a un miembro del
linaje Davídico, supone que Ezequiel concebía una monarquía purificada, con un
amplio recorte de gran parte de la ideología real tradicional(44).
El término “príncipe”
es usado repetidamente para referirse al líder laico del Israel restaurado en Ezequiel 40-48, capítulos que a menudo se han
pensado como apéndice del libro(45). El estatus
real no está explícito en esos capítulos, que enfatizan más bien el papel del
príncipe apoyando el culto(46). Sin embargo, no
hay buena razón para suponer que la comprensión del príncipe en estos capítulos
es fundamentalmente diferente de la que encontramos en Ezequiel
1-37(47). El punto es más bien que el
papel del rey es eclipsado por el interés en el templo y los sacrificios. A
este respecto, Ezequiel 40-48 anticipa algunos aspectos de lo que encontraremos
en los Rollos del Mar Muerto, donde, príncipe, es también un término
prominentemente mesiánico. Es de interés señalar que el primer gobernante Judío
después del exilio, Sheshbazzar (Sesbasar), es también llamado “príncipe” (Esdras 1:8).
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1. Sobre el origen de esta idea, ver D.E.
Aune, “On the Origins of the Council of Yavneh´Myth”, Journal of Biblical LIterature
110 (1991), pp. 491-93, que relaciona la idea de “un concilio de Fariseos” con
Spinoza, y la localización en Yavneh con Heinrich Graetz.
2. J.P. Lewis, “What Do We Mean by Jabneh?”
Journal of Bible and Religion 32(1964), pp. 125-32; S.Z. Leiman, “The Canonization
of Hebrew Scripture” (Hamden, CT: Archon Books, 1976), pp. 120-24; G.
Stemberger, “Die sogenannte Synode von Jagne und das frühe Christentum”, Kairos
19 (1977), pp. 14-21; R. Beckwith, “The Old Testament Canon of the New
Testament Church and Its Background in Earlhy Judaism” (Grand Rapids: Eerdmans,
1985), pp. 276-77; J. Barton, “Oracles of God: Perceptions of Ancient Prophecy
in Israel after the Exile” (Oxford: Oxford University Press, 1986), 24.
3. A pesar de todo Leiman es apoyado por
Beckwith, “The Old Testament Canon”, y E. Earle Ellis, “The Old Testament in
Early Christianity”(Tübingen: Mohr-Siebeck, 1991).
4. Algunas autoridades posteriores, como
Orígenes y Jerónimo, cuenta a Jueces-Rut y Jeremías-Lamentaciones cada uno como
un libro. Ver Leiman, “The Canonization of Hebrew Scripture, 32”. David Noel
Freedman observa que veinte-y-dos es el número de letras en el alfabeto Hebreo,
mientras que el Griego tiene veinticuatro. La correspondencia entre el número
de libros sagrados y el número de letras en el alfabeto mostraba que el canon
estaba completo.
5. J.C. VanderKam, “The Dead Sea Scrolls
Today” (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1994), pp. 153-56; “Questions of Canon
Viewed through the Dead Sea Scrolls”, en L.M. McDonald y J.A. Sanders, eds.,
The Canon Debate (Peabody, MA: Hendrickson, 2002), pp. 91-110, especialmente
105-7.
6. Barton, “Oracles of God”, 35.
7. Filón, “De vita contemplativa”, sobre los
Terapeutas.
8. 4QMMT C10. Ver Elisha Qimron y John
Strugnell, “Qumran Cave 4”. V.Miqsat Ma´ase Ha-Torah (Oxford: Clarendon, 1994),
pp. 58-59. Ver sin embargo Eugene C. Ulrich, “The Non-Attestation of a
Tripartite Canon en 4QMMT”, Catholic Biblical Quarterly 65 (2003), pp. 202-14,
que disputa esta lectura. Timtothy Lim, “The Alleged Reference to the
Tripartite Division of the Hebrew Bible”, Revue de Qumran 20 (2001), pp. 23-37
acepta la lectura pero cuestiona si el libro de Moisés es necesariamente
idéntico con nuestro Pentateuco. Ver ahora Hanne von Wiessenberg, 4QMMT:
Reevaluating the Text, the Function, and the Meaning of the Epiloge (STDJ 82;
Leiden: Brill, 2009), pp. 204-6.
9. CD 6:2-11 (trad. G. Vermes, “The Dead Sea
Scrolls in English” [London: Penguin, 1987], 87). La traducción de la frase
(“conversos de Israel”) es disputada. Traducciones alternativas son “retornados
de Israel” o “cautividad de Israel”.
10. 1QS 8:14-15.
11. Contra B.Z. Wacholder, “The Dawn of Qumran:
The Sectarian Torah and the Teacher of Righteousness” (Cincinnati: Hebrew Union
College, 1983), p. 228, mantiene que era la Torah de Qumran.
12. Sigmund Mowinckel, “He That Cometh. The
Messiah Concept in the Old Testament and Later Judaism” (Nashville: Abingdon,
1956; reimpreso, Grand Rapids: Eerdmans, 2005); Antti Laato, “A Star Is Rising.
The Historical Development of the Old Testament Royal Ideology and the Rise of
the Jewish Mesianic Expectations” (Atlanta: Scholars Press, 1997); John Day,
ed., King and Messiah in Israel and the Ancient Near East” (JSOTSup 270;
Sheffield: Sheffield Academic Press, 1998); Yarbro Collins and Collins, “King
and Messiah as Son of God”, pp. 1-47.
13. Ver el comentario de P.K. McCarter, 2
Samuel (Anchor Bible 9; Garden City: Doubleday, 1984), pp. 205-8; Silliam M.
Schniedewind, “Society and the Promise to David. The Reception History of 2
Samuel 7:1-17 (New York: Oxford, 1999), pp. 29-39.
14. M. Weinfeld, “The Covenant of Grant in the
Old Testament and in the Ancient Near East”, Journal of the American Oriental
Society 90 (1970), pp. 184-203.
15. La relación es tratada a menudo por los
escolares modernos como una de adopción, pero de hecho el lenguaje de adopción
no es usado. Ver Yabro Collins and Collins, “King and Messiah as Son of God”,
pp. 19-22.
16. En Salm. 132:12, sin embargo, la promesa
parece ser condicional: “Si tus hijos guardan mi alianza, el dictamen que yo
les enseño, también sus hijos para siempre se sentarán en tu trono”. Ver la
discusión de la ideología real en F.M. Cross, “Canaanite Myth and Hebrew Epic”
(Cambridge, MA: Harvard University Press, 1973), pp. 241-65. A diferencia de
Cross, otros argumentan que la formulación de la alianza condicional es un
desarrollo Deuteronómico posterior, no “la ideología real Israelita temprana”.
Ver Yarbro Collins and Collins, “King and Messiah as Son of God”, pp. 25-33.
Esos Salmos son también discutidos por Schniedewind, “Society and the Promise to
David”, pp. 40-6.
17. Yarbro Collins and Collins, “King and
Messiah as Son of God”, pp. 16-19.
18. J.J. M. Robets, “The Old Testament´s
Contribution to Messianic Expectations”, en J.H. Charlesworth, ed., “The
Messiah. Developments in Earliest Judaism and Christianity” (Minneapolis:
Fortress, 1992), pp. 42-43; idem, “Whose Child Is This? Reflections on the
Speaking Voice in Isaiah 9:5”, Harvard Theological Review 90 (1997), pp.
115-29; M.B. Crook, “A Suggested Occasion for Isaiah 9:2-7 and 11:1-9”, Journal
of Biblical Literature 68 (1949), pp. 213-24; A. Alt, “Jesaja 8, 23-9,6.
Befreiungsnacht und Krönungstag”, Kleine Schriften zur Geschichte des Vokes
Israel (Munich: Kaiser, 1953) 2.206-25; S. Morenz, “Ägyptische und devidische
Königstitular”, Zeitschrift für ägyptische Sprache 79 (1954), pp. 73-74.
19. Ver H.J. Kraus, “Psalms 1-59. A Commentary”
(Minneapolis: Augsburg, 1988), pp. 451, 455. Kraus señala que la divinidad del
rey era común en al antiguo Cercano Oriente, pero que este Salmo es excepcional
en la Biblia Hebrea. Ver Eckart Otto y Erich Zenger, eds., “Mein Sohn bist du”
(Ps. 27): Studien zu den Königspsalmen” (Stuttgart: Katholisches Bibelwerk,
2002).
20. Roberts, “The Old Testament´s
Contribution”, p. 41.
21. A.K. Grayson, “Babylonian
Histoircal-Literary Texts” (Toronto: University of Toronto Press, 1975), pp.
13-22.
22. S.A. Kaufman, “Prediction, Prophecy, and
Apocalypse in the Light of New Akkadian Texts”, ed. A. Shinan, “Proceedings of
the Sixth World Congress of Jewish Studies 1973 (Jerusalem: World Union of
Jewish Studies, 1977) 1.221-28.
23. H.W. Wolff, “Joel and Amos” (Hermeneia;
Philadelphia: Fortress, 1977), p. 353. Otos estudiosos argumentan, no obstante,
que Amos solo predicó destrucción al reino del norte y esperaba la restauración
del gobierno de David sobre todo Israel. Ver S. Paul, “Amos” (Hermeneia;
Minneapolis: Fortress, 1991) pp. 288-95.
24. J. Blenkinsopp, “A History of Prophecy in
Israel” (Rev. ed.; Louisville: Westminster John Knox, 1996), p. 92. Hay una
referencia explícita al exilio de Babilonia en Miq. 4:10. La autenticidad de
Miqueas 5 es defendida, sin embargo, por H. Seebass, “Herrscherverheissungen im
Alten Testament” (Neukirchen-Vluyn: Neukirchener Verlag, 1992), p. 48. D.
Hillers, “Micah” (Hermeneia; Philadelphia: Fortress, 1984), p. 3-4, rechaza de
golpe intentos de identificar inserciones redaccionales tardías en el libro.
25. H. Wildberger, “Isaiah 1-12” (Minneapolis:
Augsburg, 1991), pp. 465-69.
26. Roberts, “The Old Testament´s
Contribution”, 45; Seebass, “Herrscherverheissungen”, pp. 34-36. Hillers,
“Micah”, pp. 65-69, sugiere un escenario similar para Miqueas 5. H.G.M.
Williamson, “The Messianic Texts in Isaiah” 1-9”, en Day, ed., “King and
Messiah”, pp. 258-64, argumenta que Isa. 11:1-5 originalmente expresaba una
comparativamente esperanza modesta, que el redactor hizo más “mesiánica”.
27. Roberts, ibid.
28. Antti Laato, “A Star Is Rising. The
Historical Development of the Old Testament Royal Ideology and the Rise of the
Jewish Messianic Expectations” (Atlanta: Scholars Press, 1977), pp. 153-73.
29. Isa. 7:18,20,21,23; 26:1; 27:2,12; Joel
3:1,18; Zac. 12:6; 13:2; 14:1,6,8,9,20. Blenkinsopp, “A History”, p. 102.
30. Roberts, “The Old Testament´s
Contribution”, p. 46. La autenticidad del pasaje es defendida por W. Holladay,
“Jeremiah I” (Philadelphia: Fortress, 1986), pp. 616-20.
31. R. Borger, “Die Inschriften Asarhaddons
König von Assyrien” (Archiv für Orientforschung 9; Graz: published by the
editor, 1956). Ver M. Fishbane, “Biblical Interpretation in Ancient Israel”
(Oxford University Press, 1985), p. 472.
32. H. Donner and W. Röllig, “Kanaanäische und
aramäische Inschriften” (3 vols.; Wiesbaden: Harrassowitz, 1962-64) I,10,no.43;
W. Beyerlin, “Near Eastern Religious Texts Relating to the Old Testament”
(Philadelphia: Westminster, 1978), pp. 232-34. Ver Holladay, “Jeremiah i, pp.
618-19.
33. Fishbane, “Biblical Interpretation”, pp.
471-74. Kenneth E, Pomykala, “The Davidic Dynasty Tradition in Early Judaism.
Its History and Significance for Messianism” (SBL Early Judaism and Its
Literature 7; Atlanta: Scholars Press, 1995), pp. 42-45.
34. Y. Goldman, “Prophétie et royauté au retour
de l´exil. Les origines littéraires de la forme massorétique du livre de
Jéremie” (Orbis Biblicus et Orientalis 118; Freiburg:
Universitätsverlag/Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht, 1992), p. 226,
argumenta que la inserción deriva del tiempo de Zorobabel después del retorno
del exilio.
35. Comparar el interés para interpretar la
predicción de Jeremías sobre la restauración después de 70 años en Daniel 9.
36. Roberts, “The Old Testament´s
Contribution”, p. 47.
37. Ver M. Knibb, “The Exile in the Literature
of the Intertestamental Period”, Heythrop Journal 17 (1976), pp. 253-72.
38. Zac. 4:14.
39. Traduc. Moshe Greenberg, “Ezekiel 1-20”
(Anchor Bible 22; Garden City: Doubleday, 1983), p. 309. Imaginería botánica
para con la monarquía puede ser encontrada ya en la fábula de Jonatán en jueces
9.
40. Éxod. 16:22; Núm. 4:34; 31:13; 32:2. Ver H.
Niehr, en G.J. Botterweck and H. Ringgren, eds., “Theologisches Wörterbuch sum
Alten Testament” (Stuttgart: Kohlhammer, 1986) 5.647-57. Sobre el uso de este
término en Ezequiel ver Paul Joyce, “King and Messiah in Ezekiel”, en Day, ed.,
“King and Messiah”, pp. 323-37, especialmente 330-2.
41. M. Noth, “Das System der Zwölf Stämme
Israels” (Stuttgart: Kohlhammer, 1930), pp. 151-63.
42. Ver A.D.H. Mayes, “Amphictyony”, en D.N.
Freedman, ed., “The Anchor Bible Dictionary a.212-16”.
43. Ezek 7:27; 12:10,12; 19:1; 21:30; 34:24.
Ver Jon D. Levenson, “Theology of the Program of Restoration of Ezekiel 40-48”
(Harvard Semitic Monographs 10: Missoula: Scholars Press, 1976), p. 64.
44. Levenson, “Theology of the Program of
Restoration”, pp. 75-101; Joyce, “King and Messiah in Ezekiel”, p. 332, habla
de un lenguaje real degradante.
45. Walther Zimmerlin, “Ezekiel 2” (Hermeneia;
Philadelphia: Fortress, 1983), pp. 547-53, argumenta a favor de un complejo
crecimiento redaccional pero dice que una parte central puede derivar de
Ezequiel.
46. Ezeq. 46:12-15
47. Ver Levenson, “Theology of the Program of
Restoration”, pp. 75-101.
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