lunes, 26 de noviembre de 2012

PEDRO III


PEDRO COMO FUNDAMENTO DE LA IGLESIA
De manera remarcable, Mateo expande, agudiza, y hace más precisas las referencias a Pedro en su evangelio, tanto positivamente como negativamente(1), aunque sin duda alguna no se inventó lo que escribió. A pesar de las 25 menciones que hace de Pedro, muestra cierta restricción. Tiende, más bien, a acortar el texto que tenía a mano, omitiendo el nombre de Pedro 9 de las veces en que aparece en el texto de Marcos con el que trabaja; añade el nombre de Pedro sólo 3 veces. El nombre aparece 6 veces en el material único del texto de Mateo, del cual es difícil separar el material tradicional del redaccional(2). Juan, que escribe más tarde –a pesar de una cierta distancia, que quizá se pueda calificar en cierta manera de crítica- es el que más menciona a Pedro: 39 veces (aunque 21 de éstas aparecen en el añadido (epílogo) capítulo 21); Lucas, que es anterior, menciona su nombre 30 veces, y el más antiguo Marcos, aunque considerablemente más corto, también lo menciona 25 veces. Si se toma la extensión de cada evangelio, Marcos es el que más veces lo menciona(3).

Las numerosas veces que es mencionado el pescador Galileo y discípulo de Jesús no tiene paralelo en el Cristianismo temprano. Esto no se puede explicar simplemente como el típico retrato de un discípulo, con sus virtudes y debilidades, que aún sobrevive como referencia literaria en la época pos-apostólica, que intenta describir un ideal autoritativo. Esto no es suficiente respecto a la referencia a su llamada como primer discípulo según los Sinópticos, contradichos por Juan(4), ni con el hecho que sea al que se le aparece por primera vez (protofanía) El Resucitado en 1 Cor. 15:5, mencionada sólo en Lucas 24:34. Incluso su papel como portavoz de los discípulos en los evangelios no es expansivo. Podría ser posible que su posterior papel como líder después de la Pascua aumentase aún más su importancia original como seguidor y discípulo de Jesús suprimiendo así la mención de los nombres de los demás apóstoles. Se puede suponer que los otros once que fueron llamados por Jesús harían algo más originalmente que el mero papel de acompañantes, que es el único a éstos atribuido en los evangelios. Habría que “examinar la actividad de Pedro y tratar de explicar por qué sólo a él le fue otorgado ese papel”. Lo mismo se puede aplicar a su función como líder de la comunidad original en Lucas, que sobrevivió intacta solamente durante los primeros doce años aproximadamente, hasta el periodo de la persecución de Agripa en el 42/43 d.C., después de la cual el hermano del Señor Santiago aparece en la palestra con un papel importante y en aumento como líder en Jerusalme(5). Al mismo tiempo, es sorprende que los cuatro evangelios, que ofrecen tan generosa cantidad de espacio para Pedro, guarden silencio acerca de los hermanos de Jesús o informen sobre ellos de manera negativa(6).

U. Luz hace correctamente la pregunta: “Por qué fue específicamente Pedro quien se convirtió en “el personaje fundacional apostólico de la iglesia?”(7). Responde que esto “se debe a su conexión con Jesús”, durante el periodo apostólico(8). Ciertamente, esto es verdad, pero va lo suficientemente lejos esta explicación? No había otros discípulos llamados por Jesús de la misma manera y con él conectados muy de cerca? Acaso no viene a cuento el correctivo que ofrece el Cuarto Evangelista cuando sitúa al discípulo amado más cerca aún de Jesús, aunque no niega la autoridad especial de Pedro? No es el anónimo Discípulo Amado sino el que le había negado tres veces quien es comisionado tres veces por el Resucitado: “apacienta mis ovejas”(9). Es Pedro el que supera la crisis entre los discípulos de Jesús con su confesión(10), y sólo a él le es predicho un martirio mediante la crucifixión, igual que Jesús(11). La cuestión sigue abierta: Por qué fue Pedro puesto en tan importante papel a lado de Jesús precisamente en la época pos-apostólica, y por qué le fue otorgada una posición de importancia superior a la de los otros discípulos?

Quizá se pueda explicar, junto con otros elementos, mediante la situación teológica del autor del Primer Evangelio, que se presenta a sí mismo como escriba Judío-Cristiano, como alguien obligado por la tradición y autoridad de Pedro, con la que entra en contacto en la década que sigue a los 70 d.C. en relación con la misión a los Gentiles. Por esta razón Mateo rechaza tanto el estrecho Cristianismo Judío que obliga a una observancia literal de la Torah como, al mismo tiempo, usa los mandamientos de Jesús para rechazar al Cristianismo Gentil que malinterpreta la voluntad de Dios abogando a favor de una abolición de la ley(12). Cuando se echa un vistazo a las personas mencionadas por Pablo unos cuarenta años antes, en Gál. 2:9Santiago, Pedro, y Juan- el Cristiano-Judío autor del Primer Evangelio, este escriba Cristiano, tenía que realizar una elección. Ni Santiago, el hermano del Señor en Jerusalem, ni Pablo y sus comunidades misioneras Cristianas-Gentiles, ni tampoco el anciano Juan y el círculo de sus discípulos Éfeso(13) es “fundacional” para su futura expandida historia de la iglesia. Para él –usando el vocabulario de Pablo en Gál. 2:9- Cefas/Pedro es la única “columna” que merece esta designación. El éxito de su evangelio, que compuso al comienzo para la iglesia en su totalidad(14), habla del hecho que no era el único que mantenía este punto de vista.

Pedro no habría llegado a este nivel especial de importancia inicialmente en el periodo pos-apostólico “para Mateo”, lo que, si fuese verdad, recortaría significativamente la importancia de Pedro para la iglesia temprana. No, él es la “figura fundacional” ya en la época “apostólica temprana”, en la primera generación –de hecho, retrospectivamente antes de la Pascua. Y permanecerá en esta posición desde entonces, en esencia, incluso después de su martirio –junto a su “rival” Pablo- y a lo largo de toda la historia de la iglesia, hasta hoy. Su importancia es evidente en todos los evangelios y, uno podría incluso decir, en toda la historia de la transmisión de los evangelios. Es sorprendente que esto era ya verdad dos décadas antes de Mateo, en el evangelio más antiguo, el de Marcos, escrito antes del 70 d.C.; de nuevo en los dos volúmenes de Lucas, escrito entre el 75 y 85; y dos o tres décadas antes en las Cartas de Pablo a los Gálatas y Corintios. Junto con Pablo y Juan representa la “tradición apostólica” en el Nuevo Testamento.

Una nota interesante de Clemente de Alejandría apoya esta descripción: “La actividad docente de los apóstoles, incluyendo al apóstol Pablo, llega a su conclusión en tiempos de Nerón; los que inventaron herejías aparecen posteriormente, al mismo tiempo que el emperador Adriano,….. como es el caso de Basílides, aunque dice que su maestro fue Glaucias, el intérprete de Pedro, presumiendo de ello. También contaban que Valentino seguía a Teodoto; aunque este era alumno de Pablo”. No es curioso que, aproximadamente en el año 130, esos dos grupos de Gnósticos Cristianos y sus alumnos valoraran esta línea personal y directa de “transmisión de la enseñanza” ligada directamente a Pedro y Pablo. Tiene esto sentido respecto a Pablo, debido a sus cartas –pero por qué también para con Pedro, el que fue una vez pescador Galileo?

En el mismo periodo de Adriano, tenemos el ejemplo más temprano de un autor Gentil familiarizado con un evangelio. Flegon de Trales, liberado por César, le gustaban la historias sensacionalistas. No sólo describe un eclipse de sol que tuvo lugar durante la crucifixión de Jesús sino que, según Orígenes, se produjo “Según el Conocimiento por Adelantado de los futuros Eventos de Cristo” y, menciona en este contexto también a Pedro(15).

Si Pedro no hubiese poseído una proclamación poderosa y llena-de-Espíritu(16) durante la situación muy delicada del comienzo, Pedro no habría llegado a ser el primer líder de la comunidad original de Jerusalem, con semejante éxito misionero(17), y por lo tanto no se habría convertido en el Hombre-Roca. No sólo tenía a su disposición un gran número de tradiciones de Jesús sino, que en tanto que primer testigo de la resurrección y mediante un entusiasmo impulsado por el Espíritu durante los primeros tiempos que siguieron a la Pascua, dio forma decisiva al “desarrollo de los comienzos pre-Paulinos de la Cristología y soteriología”(18). Lo mismo se puede aplicar a la temprana expectativa del retorno de Cristo en un futuro próximo, cuando uno confronta ésta idea como tradición pre-Paulina en 1 Tes. 4:14-17; 5:2-3 y en los Apocalipsis Sinópticos. Lucas le dio forma a los sermones predicados por Pedro en Hechos, y no por ello carecen de valor histórico aunque su Cristología suene anticuada comparada con la articulada por Pablo(19). Esto demuestra, al menos, la tremenda autoridad del portavoz de los Doce. El que los otros apóstoles en Jerusalem ocupen el asiento trasero en Hechos, en los evangelios, e incluso en las tradiciones de Cefas-Pedro de Pablo(20) tiene ciertamente relación con esta particular competencia teológica, que uno no puede negarle, aunque no resultase en un legado y desarrollo escrito, como ocurrió con Pablo. Por qué el una vez perseguidor Saulo/Pablo visita solamente a Pedro en Jerusalem y no a otros apóstoles después de sus “tres años” en la Arabia Nabatea y Damasco?(21). Si no hubiera sido por la autoridad y influencia teológica de Pedro, no habría habido un partido de Cefas en Corinto, y Pablo no habría tenido que hablar tan amargamente acerca de la delegación de la misión Petrina en 2 Cor. 10-12(22).

No hay por qué dejarse extraviar por juicios históricos-teológicos unilaterales debido a la unilateralidad de las fuentes de que disponemos. “El Hombre Roca no era seguramente un teólogo cualquiera que se basó en la teología de otros”. Igual que ocurre con Pablo, tanto en su efecto como eficacia, era único. Debido a esta cualidad única de cada uno de ellos, en tiempos posteriores –a pesar de todos los puntos de oposición a lo largo del camino- todos los que siguieron subsecuentemente se acordaron de ellos(23). Muchas, si no la mayoría, de las comunidades entre Jerusalem y Roma –al menos también (particularmente como está demostrado en los Evangelios)- en cierta manera “asistieron a la escuela” de Pedro. El hecho que la actividad escolar haya establecido tan intensas imágenes de Pedro en los diferentes escritos del Nuevo Testamento y sus relativas diferenciaciones no ha de distraer la atención del hecho que hay una tradición interna y conectada que va desde 1 Corintios y Gálatas, a través de Marcos, Mateo, y en 1 Pedro, y después en las posteriores y sorprendentemente frecuentes obras apócrifas en el siglo dos. Uno puede captar esta relación sólo usando la palabra “autoridad”. Pablo mismo hubo de emplearse en profunda discusión –algunas veces muy críticamente- con esta autoridad, y lo hace con la pasión que le es característica a su personalidad única y a su propia conciencia teológica de la verdad. Mateo 16:17-19, el texto que ya he examinado al comienzo, ofrece evidencia de esta autoridad de Pedro. Esta presuposición fue creada por el mismo Jesús cuando llamó a Simón para que le siguiera y le dio el nombre de “Kêpha´”. Por esta razón, se podría sugerir como el más apropiado el significado “Roca”. Habría que examinar críticamente como el Protestantismo ha desestimado a Pedro teológicamente como resultado de las difíciles circunstancias presentadas en las fuentes.                     
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1.    Sobre esto ver A. J. Nau, Peter: 25 veces en Mateo y 41 en Lucas; en general Mateo sigue la presentación de Marcos, aunque la enfatiza y dramatiza. Ver pasajes como (primero Simón, llamado Pedro, Mat. 10:2); caminando sobre el agua, 14:28-29 (único aquí); 15:15; el impuesto del Templo, 17:24ff. (único); y 18:21-22 (único). Agudiza la escena en 16:23. Ver también R. Feldmeier, “Die Darstellung des Petrus in den synoptischen Evangelien”, en Das Evangelium und die Evangelien. Vorträge vom Tübinber Symposium 1928, ed. P. Stuhlmacher, WUNT 28 (Tübingen, 1983), 267-71.
2.    R. Feldmeier, “Darstellung”, 268.
3.    R. Feldmeier, ibid., 267: “Se basa en un total de 11,078 palabras en Marcos, 18,298 en Mateo, y 19,448 en Lucas, la frecuencia con la que es nombrado en Marcos es 1:443, en Lucas 1:648, y en Mateo 1:772”. Estos números proceden de la sinopsis estadística de R. Morgenthaler.
4.    Juan 1:35-42: El discípulo desconocido, que presumiblemente pueda ser igualado con el Discípulo Amado, y Andrés fueron llamados antes que él. Simón sigue a Jesús mediante el testimonio del Mesías que le da su hermano Andrés; cf. Papías en Eusebio, Hist. Eccl. 3.39.4, y M. Hengel, Johanneische Frage, 80ff.
5.    Sobre esto, ver A. M. Schwemer, “Verfolger”.
6.    Marc. 3:21, 31, 35; Juan 7:3-10.
7.    U. Luz, Matthäus, 469 (Inglés: Matthew 8-20, 367).
8.    Ibid., 470 (Inglés: 368).
9.    Juan 21:15-17. El motivo tomó fuerza posteriormente mediante su martirio; ver M. C. Baldwin, Whose Acts? 313: “Para Eusebio, como para sus contemporáneos y aquellos que le seguían, Pedro no sólo era la cabeza simbólica de la iglesia, era la cabeza simbólica de los mártires”, en referencia a Eusebio, Hist. Eccl. 8.6.1-4.
10.  Juan 6:60-61, 66-69.
11.  Juan 21:18; cf. 13:36; 16:2.
12.  Sobre el texto Mat. 5:17-19, tan a menudo mal-interpretado, ver la obra fundacional de R. Deines, Gerechtigkeit; sobre Mat. 5:18, ver especialmente pp. 289-370. Típico de Mateo es 28:20.
13.  Asumo que el presbítero Juan, en Éfeso, era alumno de los hijos de Zebedeo. Esto explica la identificación de ambos personajes en el muy intrigante Corpus Johanneum;
14.  Sobre esto, ver R. Bauckham, ed., The Gospel Audiences (Cambridge, 1998); M. Hengel, Four Gospels, 76ff. Referente al éxito de Mateo en el siglo segundo, ver W.-D. Köhler, Matthäusevangelium. La crítica de M.M. Mitchell, “Patristic Counter-Evidence to the Claim That The Gospels Were Written for All Christians”, NTS 51 (2005): 36-97, usa una errónea argumentación que falla completamente en captar el punto históricamente. Los Padres, cuando establecieron sus hipótesis acerca de los orígenes, eran siempre de la opinión que los evangelios pertenecían a toda la iglesia. Las referencias a lugares, respecto al origen, no sugieren que un evangelio particular estuviese escrito solamente para este lugar particular. Una excepción lingüístico-étnica (no geográfica) es la colección “Hebrea” de dichos de Mateo, la cual –debido al interés de la iglesia en general- habría sido traducida por varios traductores al Griego, como sugiere Papías en Eusebio, Hist. Eccl. 3.39.16. La cita de apertura de Gregorio de Nisa, que está basada en información tradicional, busca solamente enfatizar la superioridad del evangelista Juan respecto a los evangelios más antiguos. El punto de origen y el valor no han de ser esencialmente separados. Que Mateo tenía en mente a toda la iglesia queda demostrado no sólo por Mat. 16:17-19 sino también por la afirmación final en 28:18-20, dirigida a todos los Cristianos. En esencia, los evangelistas escribieron para toda la iglesia, sin importar qué localización tenían en mente cuando escribieron. Tanto Justino, quien más de una vez habla de las (memorias de los apóstoles), e Ireneo, quien le dedica todo el –decisivo- tercer volumen de su obra, entendieron el evangelio de esta manera. 
15.  Sobre Clemente, ver Strom. 7.1006.4, y, sobre esto, ver W.A. Löhr, Basilides und Seine Schule, WUNT 83 (Tübingen, 1996), 19-23, que compara esta tradición acerca de Pedro con las notas de Papía en Eusebio, Hist. Eccl. 3.39.15, y ve un “consciente esfuerzo para construir concurrencia”, por parte del presbítero Juan, con las tradiciones más antiguas Petrinas en Marcos. En lo que concierne a Valentinus, Teodoto, y Pablo, ver C. Markschies, Valentinus Gnosticus? WUNT 65 (Tübingen, 1992), 298-302. Referente a Flegon, ver Orígenes, Cels. 2.14, y, sobre esto, M. Hengel “Die resten nichtchristlichen Leser der Evangelien”, en Beim Wort nehmen – die Schrift als Zentrum für kirchliches Reden und Gestalten, FS Friedrich mildenberger, ed. M. Krug et al. (Stuttgart, 2004), 99-117 (110ff). referente al interés de los posteriores autores Gentiles, desde Celso a Juliano el Apóstata, ver J.G. Cook, The Interpretation of the New Testament in Greco-Roman Paganism, STAC 3 (Tübingen, 2000), index, bajo Pablo y Pedro
16.  La formulación de Lucas en Hechos 4:8. Es ahí donde las palabras de Jesús en Lucas 12:12 = Mat. 10:20 se cumple para Lucas. Oposición y persecución le dan al testimonio tanto perfil como poder convincente. A éste respecto, Lucas enfatiza la valentía de Pedro y los apóstoles: Hechos 2:29; 4:13, 29, 31.
17.  Hechos 2:41; 4:4: La cantidad pueden ser exagerada. Pero no hay por qué cuestionar el éxito de Pedro cuando predicaba en Jerusalem y Judea. Referente a la cantidad, ver L. Brun, “Etwa 3000 Seelen, Act. 2:41”, ZNW 14 (1913): 94-86: Los 120 (1:15) es 10 x 12; los 5.000 (4:4) están conectados a Lucas 9:14 o los 10 x 500 (1 Cor. 15:6); los 3000 (2:14) se pueden explicar como contraste al Éxod. 32:28. En Hechos 21:20 Lucas habla de (cuántos miles). Pedro tuvo su parte de éxito como “misionero a los Judíos” –aunque no tanto como Pablo: 1 Cor. 15:10.
18.  O. Böcher, “Petrus”, 270: “La Cristología era presumiblemente central al sermón de Pedro”, lo que significa que “Jesús es el Mesías”. Se podría añadir: incluyendo las consecuencias soteriológicas, ver ej. 1 Cor. 15:3.
19.  La tendencia surgió en Alemania, toma ímpetu de los comentarios de Haenchen y Conzelmann, así como la monografía de U. Wilckens, Die Missionsreden der Apostelgeschichte, WMANT 5 (Neukirchen, 1961), para ofrecer una evaluación completamente negativa, histórica y teológica de los sermones de Pedro. Wilckens revisó sus puntos de vista en cierta medida en la tercera edición de 1974, en “una sección tercera nueva” (p.3). Ver el sumario en p. 205: “No importa cuán grande es la habilidad creativa literaria de Lucas en esos textos, el estilo y el ámbito viene de una predicación específicamente Judía de tradiciones Judías-Cristianas que tenía a su disposición”. 
20.  Ya citado arriba.
21.  Gál. 1:18; sobre esto, ver Hengel y Schwemer, Paul, 136-50. Santiago es aquí un mero “espectador”. Hechos 9:26-28 puede reflejar una tradición en Jerusalem, que Pablo ha de contradecir. Es como si su visita a Pedro se hubiese mantenido en secreto; la vida de Pablo estuvo amenazada después de su conversión, dado que ésta le hacía un apóstata: Hechos 9:29.
22.  Cor. 1:12-13. Esta situación no ha de ser minimizada. Uno no puede evitar la pregunta: Cómo ocurrió que, entre los Cristianos en Corinto, en una comunidad que fue fundada por Pablo, hubiese un grupo de “Cefas”, y cómo es que estas dificultades tuvieron lugar para Pablo en Corinto debido a mensajeros Judíos-Cristianos?
23.  Primera de Clemente 5 y 6; Ign., Rom. 4:3; Dionisio de Corinto, en Eusebio, Hist. Eccl. 2.25.8; Ireneo, Haer. 3.1.1 y 3.3.2. Pedro siempre es nombrado en estos pasajes. Además, se puede notar las numerosas obras apócrifas de Pedro.







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