EL CONFLICLTO CON PABLO
Aunque
Lucas, cuando relata la historia en Hechos, (se podría decir) corta el relato
sobre las actividades de Pedro con su aparición en el Concilio de Jerusalem,
que fue convocado en el 48/49 d.C., los siguientes 15/17 años, que llevaron a
la persecución a manos de Nerón, han de haber tenido un papel decisivo respecto
al alto honor que se le otorga a Pedro en las comunidades de misioneros en el
Oeste. Éstas comunidades eran cada vez más “Cristiano-Gentiles”,
estando localizadas entre Antioquía y Roma. Esta importancia fue señalada no sólo por
los autores de los evangelios y Hechos sino también por Clemente de Roma, por el desconocido autor de la Primera Carta de Pedro, y por Ignacio(1). Semejante
unanimidad, incomparablemente mayor que la que concierne a los otros discípulos
(incluso los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan,
juegan un papel considerable menor en los Evangelios
Sinópticos y Hechos comparados con Pedro)(2), solamente
puede ser explicada si uno comienza por el hecho que en contraste a Lucas, que
no deja que Pedro se aleje más allá de la ciudad portuaria de Cesarea Marítima (Hechos 10:1-11:18)- las comunidades en el Oeste
conocían al apóstol o bien supieron acerca de él mediante mensajeros. Éstos
habrían sido enviados por él(3) y fueron por
tanto influenciados por él directa o indirectamente, no sólo en Siria,
Antioquia o Roma sino también en importantes comunidades localizadas entre, las
capitales de provincia como Éfeso y Corinto(4). Las
cinco provincias de Asia Menor mencionadas en 1
Ped. 1:1, como lugar donde “viven como
extranjeros los elegidos” el Ponto,
Galacia, Capadocia, Asia, y Bitinia- postula la asunción que el autor
seudoepigráfico apostólico tenía autoridad en esas regiones(5). Se puede señalar el hecho que, en tradiciones
posteriores, Andrés, el hermano de Pedro,
estuvo conectado a la costa norte del Mar
Negro(Escitia)(6), y Marcos, el discípulo de Pedro, al establecimiento de
la comunidad en Alejandría(7). Semejante información puede ser legendaria, pero
podría también señalar en la dirección en las que expandió su influencia la
misión Petrina. Lo que puede haber sido realizado, después de todo, por
aquellos que fueron enviados.
El
importante papel jugado por Pedro durante el tiempo que siguió al Concilio Apostólico, hasta el periodo de su
residencia y martirio en Roma, no estuvo limitado sólo o primariamente a Antioquia y el territorio de Siria, como es a menudo sugerido hoy día. Pedro habría jugado un papel de liderazgo no sólo en Antioquia después de su enfrentamiento con Pablo; sino que su autoridad se habría expandido
hacia el Oeste poderosamente(8). Éste tan alto
punto de vista sobre su importancia está en contraste con las mínimas
referencias en el Nuevo Testamento a Santiago, el hermano del Señor, incluso aunque éste
último vino a ser el líder entre, aproximadamente, el 43
d.C. y cuando fue apedreado en Jerusalem, aproximadamente el 62 d.C., estando a cargo de la comunidad en la
madre patria Judía, y de esta manera es posible, se puede asumir, que también estaría
a cargo del liderazgo de toda la comunidad mesiánica de Jesús. Theodor Zahn no
anda muy equivocado cuando llama a Santiago el “papa
de la fantasía Ebionita”(9). Santiago
puede haber sido el punto de origen del episcopado “monárquico”(10), un patrón de liderazgo que emigró del Este al
Oeste y tomó raíz relativamente tarde en Roma(11).
En las tradiciones del siglo primero, este retroceso de Santiago llega como
resultado de la debilidad del Cristianismo
Judío-Palestino debido a su lapidación en el año
62 y debido a la Guerra Judía que tuvo lugar cuatro años más tarde, de
la que nunca más se recuperó el movimiento. Al mismo tiempo, esto también
señala hacia un creciente distanciamiento que se desarrolló entre los Judíos
Cristianos que permanecieron fieles a la ley, particularmente en la madre
patria, y la cada vez más fuerte posición de fuerza que surgió debido a la
iglesia de las naciones después del 70 d.C.,
la cual, en contraste con la autoridad de Santiago,
le otorgó una afirmación básica a Pedro. Pedro no era precisamente el típico representante del
tipo de Cristianismo Judío que estaba fuertemente dedicado a la ley, aunque es
de esta manera como ha sido descrito una y otra vez, incluso desde tiempos de
F.C. Baur. Estuvo entre las dos corrientes, caracterizadas por Santiago y Pablo (y
por sus, algunas veces, extremistas adherentes). Esta posición mediadora, que
estaba, por supuesto, abierta al Cristianismo Gentil
y que teológicamente a pesar de las diferencias radicales- estaba más cerca de
Pablo que de la otra corriente del Cristianismo
temprano que permaneció fiel a la ley, ofrece el fundamento de su gran
efectividad.
Vamos
a ver tres razones por las que tuvo lugar este desarrollo, que se aplica
especialmente al periodo oscuro después del Concilio Apostólico (entre ca. d.C. 48/49 y 64/66).
1. A pesar del acuerdo
alcanzado en el Concilio, en los años que siguieron Pedro “se fue convirtiendo” en un misionero cada vez más
dedicado y convencido a/de “la misión a los Gentiles”,
lo cual resultó en una situación de rivalidad muy penosa para él y Pablo. La
división del trabajo que separaba la misión Judía de la misión Gentil, tal y
como se había acordado en Jerusalem, no funcionó en las misiones fuera de la
madre patria que eran, en mayor o menor grado, comunidades mezcladas. Ambos
apóstoles chocaron fuertemente en el conflicto en Antioquia (Gál. 2:11ff.) convirtiéndose en rivales. Esta
situación no sólo era aún tema en Gálatas 2
sino que continuó teniendo efecto en las cartas posteriores del apóstol y en su
misión, lo cual ensombreció su misión hasta la época de su encarcelamiento
durante la Fiesta de las Semanas en el 57 d.C., lo cual Lucas creyó necesario pasar por
alto y en silencio porque quería presentar un cuadro
armonioso del Cristianismo temprano. Por esta razón, hace que Pedro
desaparezca de la escena abruptamente, justo después de su discurso pro-Paulino
en el Concilio Apostólico en Hechos 15:7-11.
2. En contraste al una vez
perseguidor, Pablo, aunque también de manera
que difería de Santiago, que era más escéptico
acerca de su hermano antes de la pasión, de manera soberana Pedro permaneció como maestro de la “completa tradición de Jesús”, que comprendía las
palabras y acciones del Mesías. Su única
importancia en los evangelios, en el análisis final, está conectada en gran
medida con el hecho que se convirtió en una figura de autoridad en la iglesia
Cristiana Gentil, que se iba haciendo gradualmente más fuerte, debido a sus
lazos con esas tradiciones acerca de Jesús, tradiciones que son raras veces
mencionadas en las Cartas de Pablo. Uno puede suponer que, dado que fue un
discípulo de Jesús, Pedro había sido ya formado por la manera menos rígida de
Jesús para con los mandamientos rituales y por la concentración de Jesús en la
voluntad de Dios articulada en el doble mandamiento de amar(12). Vale la pena señalar como el movimiento
Judío-Mesiánico en la iglesia temprana pudo ir más allá de las fronteras
geográficas de Eretz Israel y de las fronteras religiosas del estricto Judaísmo
tan rápidamente, relativamente en muy pocos años. Esta cadena de eventos no
tiene paralelo en la historia del Judaísmo Palestino y ha de tener sus raíces,
finalmente, en las acciones del mismo Jesús. Las promesas realizadas por los
profetas referentes al fin de los tiempos que iban a venir con la aparición del
Mesías incluían el hecho que formar parte del pueblo de Dios estaría abierto a
los Gentiles.
3. Teológicamente, Pedro no era
(ya) un “estricto legalista”, en el sentido en
que esta idea era entendida por los Cristianos Judíos en Jerusalem. Esto se
puede ver ya en la historia de Cornelio (Hechos 10:11-18), que señala hacia atrás a un
evento histórico que uno puede asumir tuvo lugar antes de la época de Agripa I (entre el 41 d.C.
y comienzos del 44), de hecho probablemente
antes de la conducta loca que tuvo lugar antes, durante el periodo de Calígula (ca. 39/40 d.C.)(13). Se puede asumir que, a finales de los 30, Pedro
ya estaba más cerca, respecto a la cuestión acerca de la ley Judía y sus
mandamientos rituales y la necesidad de la fe salvadora en Jesús, el Señor que
fue crucificado y había resucitado, de la postura de los “Helenistas” y de la de Pablo(14) que de la de Santiago
y el círculo que se formó posteriormente alrededor de él. Este círculo incluía
a los ancianos Judíos(15), incluso aunque
Santiago también, como se puede apreciar en el acuerdo del Concilio Apostólico, no rechazaba completamente
una misión a los Gentiles mientras se requiriese la circuncisión(16). Él quería, contra los Judíos en Eretz Israel, anticiparse a la acusación de
apostasía que estaba teniendo impacto en la comunidad y deseaba, por lo tanto,
adherirse fuertemente a la exigencia de una Cristiandad
Judía que requiriese a los hermanos en la fe en la madre patria ser fieles a la ley. Esto explica por qué la influencia
de Pedro se desvaneció gradualmente en Jerusalem, a favor de la de Santiago, al
mismo tiempo que la reputación de Pedro crecía entre las comunidades misioneras
en la Diáspora.
Encontramos
confirmación de este punto de vista en las Cartas de
Pablo y en los Hechos de los Apóstoles.
El compromiso que se llevó a cabo, según la caracterización de Pablo en el Concilio Apostólico, entre los tres “pilares” Santiago, Cefas,
y Juan, por un lado, con él y Bernabé, por el otro de que “nosotros [iremos] a los Gentiles, y los otros a los Judíos”
(Gál. 2:9)- está basado en la comprensión
que, ya en aquel tiempo, Pablo y Bernabé habían proclamado el evangelio a los “incircuncisos” y que Pedro había orientado su
predicación hacia los “circuncisos”, y que
de hecho había también estado trabajando fuera de la madre patria(17). El arreglo demuestra que Pedro ya había realizado
el estatus de predicador con más éxito en proclamar el nuevo mensaje, respecto
a aquellos que formaban parte de la misma hermandad, un retrato que cuadra con Hechos 2-5 y 9:32-43 en la madre patria, aunque
también en Marcos y Mateo con la metáfora de “un
pescador de hombres”(18). De manera única
(Pablo) reclama el papel de apóstol de los paganos (Gál.
2:8). Es muy probable que, después de huir de Jerusalem en el 42/43 d.C., tuviese éxito como misionero entre los
Judíos de fuera de Palestina también. El primer escenario sería la región de
Siria, que tenía un número importante de Diáspora, pero no se puede excluir la
posibilidad que viajase a otras regiones también, de hecho incluso fue a Roma
en aquella época(19). Aunque la distinción a la
que se llegó en el Concilio Apostólico de Jerusalem entre la misión a los
Judíos y los Gentiles demostró ser poco realista posteriormente, dado que no se
pudo mantener consistentemente en la práctica fuera de la madre patria,
especialmente dado que los “Gentiles”
estaban muy de cerca ligados a la Sinagoga como “Temerosos
de Dios” y eran más o menos congruentes con el Judaísmo. Por esta razón
Pablo también comenzaba a predicar en cada nuevo lugar en la Sinagoga, dado que
podía hablar a los Temerosos de Dios allí, los
cuales eran considerados legalmente aún como Gentiles
incircuncisos(20).
Es
sorprendente lo mucho que Pablo comienza basándose en las presuposiciones de la
tradición y exégesis Judía en sus cartas. Si no hubiera sido por la instrucción
Judía en el Antiguo Testamento de la mayoría
de sus oyentes, como la que seguro tendría lugar en los sermones en la
sinagoga, ni su proclamación misionera ni sus cartas a las comunidades habrían
sido comprensibles. En contraste, fuera de Eretz
Israel y contra sus impulsos originales, Pedro progresivamente también
se convirtió en un “misionero de los Gentiles”,
dado que las comunidades estaban mezcladas y el servicio del culto era
celebrado en común, de manera que no había forma de mantener de manera práctica
una división estricta de personas entre Cristianos Judíos y Gentiles, como
había sido concebida por el Concilio Apostólico.
Lucas sabía que tal era el caso según los hechos reales y estableció la
infraestructura para la misión a los Gentiles relativamente pronto presentando
la predicación de Pedro ante el centurión “Temeroso
de Dios” Cornelio en Cesarea, aunque excluye a Pedro de la descripción
de la misión a los Gentiles después de éste suceso. En contraste, Lucas va
contra el retrato autobiográfico de Pablo y contra lo que es muy probablemente
históricamente correcto(21); comienza la misión
a los Gentiles a cargo de los “Helenistas” y
de Pablo en Antioquia sólo después que Pedro hubiera dado luz verde con el
episodio de Cornelio(22).
Es posible que aquellos que estaban asociados con Pedro le consideraran
posteriormente como “fundador” de la misión
a los Gentiles sobre la base de la narrativa acerca de Cornelio(23).
------------------------
1. Primera de
Clemente 5:1-4:
Pedro es nombrado como primer (átletés)
(campeón, alguien que compite), lo cual significa como mártir “en el periodo más reciente”; Pablo sigue a
continuación. Cf. Ignacio, Rom. 4:3: “No te ordeno como hacen Pedro y Pablo”. Ambos textos
asumen que tenían autoridad apostólica y que fueron mártires en Roma, lo que
Ignacio entiende como ser liberado. Esta interpretación se desarrolla durante
el siglo segundo y continua siendo mantenida durante el desarrollo de la
historia de la Iglesia.
2. Los dos hijos de Zebedeo aparecen nueve veces en Marcos; Santiago, a pesar de su temprana muerte (Hechos 12:2), siempre es nombrado antes que Juan,
lo que señala hacia una tradición más antigua; una vez (Marc. 9:38) Juan aparece sólo, haciendo una pregunta. Los
encontramos tres veces en el grupo de los tres, con Pedro a la cabeza (Marc. 5:37; 9:2; 14:33), una vez como un grupo de
cuatro, junto a Andrés (Marc. 13:3), en cuyo
caso uno puede considerar que todos ellos llamaron hogar a Cafarnaún. Mateo los nombra sólo tres otras veces.
Lucas nombra a los hermanos juntos cinco veces, Juan sólo una (Luc. 9:49), y Juan junto a Pedro (Luc. 22:8). En Hechos,
Juan, además de la lista en 1:13, aparece
siete veces, siempre acompañando a Pedro, y en 12:2,
como hermano de Santiago, que murió a filo de
espada.
3. H. v. Campenhausen, “Kirchliches Amt und geistliche Vollmacht in den resten
drei Jahrhunderten”, BHT 14(Tübingen, 1953), 21: “Posteriormente, Pedro salió de Jerusalem hacia otro lugar”
en referencia a Hechos 12:17); 20: “Su zona de influencia (se extendía) más allá de Palestina
hasta Siria, posiblemente incluso hasta Asia Menor y aún más lejos”;
142: “Había también comunidades Cristianas-Gentiles
que honoraban a Pedro como su apóstol”.
4. En lo que concierne a Éfeso,
cf. La eclesiológica importancia de Pedro en la escuela de Juan en Juan 21:15-19; en lo que concierne a Corinto, 1 Cor. 1:12; 3:22; 9:1-7. Si Filipenses fue
escrita en Éfeso, se podrían señalar igualmente a las dificultades que Pablo
tuvo con sus propios seguidores, que pueden haber tenido su raíz en la
influencia Petrina; ver Filip. 1:14-17.
5. También no han de ser vistos
simplemente como los territorios de la actividad misionera de Pablo. El Ponto
(donde estaba la casa de Aquila, Hechos 18:2)
y Bitinia (Hechos 16:7) no pertenecen ya a
las provincias que conocemos como lugares donde Pablo viajó. Además, la
expansión del Cristianismo en Bitinia y el Ponto en tiempos de la procuradoría
de Plinio (ca. d.C. 110-114) no han de ser relacionadas solamente con la misión
Paulina.
6. Eusebio, Histo.
Eccl. 3.1.1-2, donde se informa que Pedro predicó en las cinco
provincias de Asia Menor mencionadas en 1 Ped. 1:1
y que Andrés estaba en Escitia. Referente a Marcos en Alejandría, ver Eusebio, Hist. Eccl. 2.16.24, sobre ello ver
Hengel y Schwemer, Paul, 259-60. Los
Hechos de Andrés, datados a finales del siglo segundo, también sitúan la
zona de actividad del hermano de Pedro en el norte de Asia Menor, y también en
Macedonia y Acaya, que sería un territorio típicamente conectado con la misión
de Pablo; ver Acta Andreae, 1:68ff., 8186, 88-89;
T. Zahn, FGNK 6:220-21.
7. El desarrollo del
Cristianismo en Egipto, comenzando con Alejandría, plantea la gran cuestión aún
no resuelta en la historia de la iglesia temprana. El único informe del siglo
primero está en Hechos 18:24, referente a Apollos, (un nativo de
Alejandría). Aunque no sabemos nada acerca de si se unió allí a la fe.
Sólo el Codex D tiene la información
adicional de que fue instruido en la nueva fe en su pueblo natal; ver Hengel y
Schwemer, Paul,
259-60.
8. Primero en Orígenes, Hom. Luc. 6
(GCS 49, ed. M. Rauer, 34), es Ignacio identificado como segundo obispo de
Antioquia, “después del bendito Pedro”(aunque
hay que ver en oposición a esta afirmación, Eusebio, Hist. Eccl. 3.22, donde un tal
Euodius aparece entre los dos). Según Jerónimo, Pedro estableció la
congregación en Antioquia y después fue enviado a Roma en el año segundo de
Claudio (42 d.C.), donde predicó el
evangelio y fue obispo durante veinticinco años; ver Cron. (GCS 47, ed. R. Helm, 179;
Eusebio dice algo muy parecido en Hist. Eccl. 2.14.6). Según Jerónimo, Vir.
ill. 1, después que Pedro estableció la comunidad en Antioquia y
después de predicar como misionero a los Judíos en la Diáspora en Asia Menor,
en las cinco provincias mencionadas en 1 Ped. 1:1, hizo lo mismo en Roma, en orden a
combatir allí a Simón el Mago. Más textos
aparecen en el artículo de K. Froelich “Petrus II”, en TRE
26:275-76. Referente a la conexión especial entre Pedro y Antioquia y
por lo tanto con Mateo, que creció en Siria, ver las suposiciones ofrecidas por
L. Wehr, Petrus
und Paulus, 251, 286ff., referentes al Decreto Apostólico. Quiere
correspondientemente “considerar el texto de Mateo
como el lugar más cercano en el Nuevo Testamento donde encontrar las
tradiciones acerca de Pedro”, dado que este libro supuestamente ha de
estar localizado “en Siria y posiblemente justo en
Antioquia”, y cree que “el punto de vista teológico que Pedro mantenía se hace más
claro en Mateo” (289). El hecho de ignorar a Marcos completamente y
no tener en cuenta que la situación histórica de Mateo es la obra de un escriba
Judío-Cristiano (Mat. 13:52; 23:34) en una
congregación mixta que está directamente bajo la influencia de la madre patria,
así como el no tener en cuenta el periodo relativamente tardío en el que la
obra fue creada, le lleva a sacar cuestionables conclusiones. Los escritos más
tempranos de Lucas, y más especialmente de Marcos, no están menos bajo la
autoridad de Pedro que Mateo. El único nuevo elemento en Mateo es que enfatizó
teológicamente la importancia en la Salvación-histórica e importancia en la
iglesia del “Hombre de Roca” en Mat. 16:17-19.
9. T. Zahn, “Brüder und
Vettern Jesu”, FGNK 6:280; sobre esto, ver M. Hengel, “Jakobus der Herrenbruder der erste Papast?” en Kleine Schriften
III, 549-82; P.A. Bernheim, Jacques, 251-90: chap. 8, “Jacques, le
Premier pape?” [Inglés: James, Brother
of Jesus, trad. J. Bowden (London, 1997), “James the First Pope?” 191-222:
“describir a Santiago como primer papa es quizá una
exageración, y sin duda anacrónica. Sin embargo, si hay un personaje en la
iglesia primitiva que merezca esta designación, sin duda es él” (222)].
Bernheim atribuye a Santiago el liderazgo en Jerusalem desde el comienzo.
10. Santiago poseía un autoridad
“monárquica” en la comunidad con un círculo
de ancianos alrededor y bajo él. El título de primer obispo en Jerusalem, que
habría sido establecido por los apóstoles, no es conectado con él hasta la
época de las leyendas que surgieron durante el siglo segundo; sobre esto, ver
M. Hengel, Kleine
Schriften III, 561-62. En las Seudo-Clementinas,
Recog. 1.43.3,
aparece como “princeps episcoporum” (príncipe
de los obispos); el establecimiento como obispo por los apóstoles lo cita
Clemente de Alejandría, según Eusebio, Hist. Eccl. 2.1.3. Ireneo, Haer. 3.12.15,
habla del “circa Jacobum apostoli” (apóstoles
que estaban con Santiago). El primer obispo monárquico conocido, con la
afirmación de ser responsable de más de una región, es Ignacio, quien, según su
Rom. 2:2, puede llamarse a sí mismo (obispo
de Siria).
11. La congregación en Filipia,
según Policarpo, Philippians/Filipenses, aún no tenía un obispo monárquico.
Referente a Roma, ver P. Lampe, “From Paul to valentinus: Christians in Rome in the First
Two Centuries” (Minneapolis, 2003), 397-408. El tamaño de la ciudad
y las numerosas casas iglesias que había favorecen la idea de un presbiteriado
colegial allí. Los movimientos hacia un episcopado monárquico han de ser señalados
a partir sólo cerca de la época de Anicia- (ca.
155-166). Ver también 1 Clem. 42:4-5,
que usa el término (épískopos) obispo, que
deriva de Isa. 60:17 (donde está al plural),
significando lo mismo que (presbíteroi)
(aquellos que son más viejos, ancianos, 1:3; 21:6;
44:5; y en otros sitios), y Hermas, quien también iguala ambos términos.
Las Cartas Pastorales, que señalan hacia
Asia menor, no deben ser datadas demasiado pronto. Son probablemente de la
misma época que Ignacio (ca. 110-114).
12. Cf. Marcos
2:23-28 par.; 7:18-23 par.; Lucas 6:31 = Mat. 7:12; Mat.
9:13 = 12:7; 23:23; ver también los
Helenistas en Hech. 6:14.
13. Lucas describe esta
transformación en el relato acerca de Cornelio de manera dramática. En Hechos 10:14 Pedro, en respuesta a la llamada de
la voz del cielo, se niega a comer animales impuros descritos en la horrible
visión: “De ninguna manera, Señor; pues jamás entró
en mi boca nada profano ni impuro”, lo que significa que Lucas lo
caracteriza primero como un estricto Judío-Cristiano. En Hechos 11:2-3 es atacado en Jerusalem por su laxa
conducta respecto a la Torah, lo que es expresado en el hecho de cuando
compartió mesa con incircuncisos. Hechos 11:1
menciona, en general, a “los hermanos en Judea”.
Según el juicio de Pablo en Gál. 2:12, sorprendido
éste, Pedro posteriormente evita la mesa de los Gentiles por miedo a los
emisarios envidados por Santiago, no debido a sus convicciones. Referente a la
amenaza de Calígula contra el Templo, que llevó a Judea al borde de la guerra
con Roma, ver Hengel y Schwemer, Paul, 182-86.
14. Esto es verdad incluso si
Pedro no concuerda con la manera específica en la que Pablo entiende la ley,
tipificada en la Carta a los Gálatas y a los Romanos, y también en textos como 1 Cor. 15:56, 2 Cor.
3:6-11, y Filip. 3:2-11. En tanto que
Judío Galileo, él también había sido influenciado por la tradición de Jesús. No
es de extrañar que Mateo le atribuya tal única importancia como autoridad en la
enseñanza. Referente a los Helenistas, ver M. Hengel, Kleine
Schriften III, 1-67.
15. Es sorprendente que la Carta de Santiago contenga una Cristología y
soteriología tan completamente reducida, que no se corresponde con la teología
Petrina o Paulina. No es por casualidad que 1 Pedro
está más cerca de las Cartas de Pablo que de
la Carta de Santiago, incluso si, siguiendo
a J. Herzer, “Petrus
oder Paulus? Studien über das Verhältnis des resten Petrusbriefes zur
paulinischen Tradition”, WUNT 103
(Tïbingen, 1998), le atribuimos correctamente una posición teológica única
respecto al Corpus Paulinum. Quizá no se
debiera hablar tanto de una “tradición
Siria-Antioqueña” en la carta, como sí de una tradición Romana. Cerca
del 100 d.C. Ignacio era típico en Antioquia. La comunidad o comunidades en
Roma tenían lazos cercanos con Jerusalem desde su fundación, aproximadamente en
tiempos de Calígula (37-31 d.C.), o quizá a
comienzos del gobierno de Caludio (como ocurre con las comunidades en las
sinagogas que allí estaban desde fecha temprana). Esto se menciona incluso en
la Carta a los Romanos. Incluso Mateo no está configurado por una “teología Antioqueña” que desconocemos por completo-
sino por su cercanía a la madre patria Judía y a los desarrollos que ahí
tuvieron lugar. No conviene estrechar “el
territorio de la misión Petrina” demasiado geográficamente (Herzer,
ibid., 264), o de lo contrario el único significado de Pedro en el desarrollo
de las iglesias sería muy difícil explicar.
16. Gál. 2:9;
Hechos 15:13-21; 21:21-25.
17. Gál. 2:7-9. Es sorprendente que 2:7-8 hable primero sobre el hecho que “el evangelio
. para los circuncisos” fue confiado a
Pedro, o, dicho de otra manera, que Cristo trabajó con él en la misión a los
circuncisos, mientras en v.9, al contrario, los tres pilares funcionan como
misioneros a los Judíos. En cualquier caso, Pedro aparece aquí como el
misionero líder de los Judíos, y de hecho más allá del territorio de Judea.
18. Marc. 1:17 =
Mat. 4:19; cf. Lucas 5:10.
19. Referente a la Diáspora Siria y al establecimiento e historia
temprana de la comunidad en Roma, Eusebio, Histo. Eccl. 2.14.6, y Jerónimo,
Vir. Ill. 1, Pedro llegó a Roma a comienzos del reinado de Claudio,
cerca del 42 d.C. Estas referencias a la
fecha son altamente cuestionables. Pedro estaba de nuevo en Jerusalem en el 48/49 y presumiblemente en Antioquia en el 51/52, donde tuvo lugar el serio enfrentamiento
con Pablo. Pablo posiblemente evita nombrar a Pedro entre aquellos que estaban
en Roma probablemente debido al conflicto descrito en Gálatas
2:11-12. No menciona a ninguno de los primeros apóstoles, y Jerusalem
aparece en Romanos 15:30-32 más bien como
lugar repulsivo y hostil. Considera la posibilidad que su colecta pueda ser
rechazada allí y que su vida corra peligro. Los oponentes que le calumnian son
mencionados en referencia a (algunos calumniadores, Rom.
3:8). Una excepción es Andrónico y Junia, la misteriosa pareja casada en
16:7 y su particular relación con los
apóstoles.
20. La predicación de Pablo ante
los temerosos de Dios comenzó ya en las sinagogas en Damasco (ver Josefo, B.J. 2.560-61): Hechos 9:19-22. Pablo fue también siempre un
misionero a aquellos que eran de su misma nacionalidad; ver Rom. 1:16; 11:14; 1 Cor. 9:20ff. La parte
Judío-Cristiana de sus comunidades no era tan pequeña. Por esta razón Pedro y
sus emisarios tuvieron la posibilidad a la luz de la decisión del Concilio
Apostólico, de visitar comunidades “Paulinas” también.
21. El informe de Pablo en Gál. 1:15ff acerca del cambio en su vida (“para que lo anunciase (al Hijo de Dios) entre los Gentiles”)
y la narrativa acerca de la visión de la que el mismo Lucas informa, en Hechos 22:17-21; 26:16-18, ambas contradicen el
patrón misionero de Lucas. Basado en su propio testimonio, Pablo fue llamado,
desde el comienzo, como “apóstol de los Gentiles”.
Como “Apóstol de los Gentiles” (Rom. 11:13; cf. 1:14), después del cambio en su
vida, se fue a Arabia y no a Jerusalem, para ver aquellos que eran “apóstoles” antes que él (Gál.
1:17).
22. Hechos 11:20, donde se ha de leer
Griegos; ver también Pablo y Bernabé en el primer
viaje misionero: 13:7ff., 43-48.
23. Ver A. Strobel, “Das
Aposteldekret als Folge des antiochenischen Streites”, en Kontinuitat und
Einheit, FS Franz Mussner, ed. P.G. Müller y W. Stenger (Freiburg, 1981),
81-104.
No hay comentarios:
Publicar un comentario