lunes, 3 de diciembre de 2012

PEDRO IV


EL CONFLICLTO CON PABLO
Aunque Lucas, cuando relata la historia en Hechos, (se podría decir) corta el relato sobre las actividades de Pedro con su aparición en el Concilio de Jerusalem, que fue convocado en el 48/49 d.C., los siguientes 15/17 años, que llevaron a la persecución a manos de Nerón, han de haber tenido un papel decisivo respecto al alto honor que se le otorga a Pedro en las comunidades de misioneros en el Oeste. Éstas comunidades eran cada vez más “Cristiano-Gentiles”, estando localizadas entre Antioquía y Roma. Esta importancia fue señalada no sólo por los autores de los evangelios y Hechos sino también por Clemente de Roma, por el desconocido autor de la Primera Carta de Pedro, y por Ignacio(1). Semejante unanimidad, incomparablemente mayor que la que concierne a los otros discípulos (incluso los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, juegan un papel considerable menor en los Evangelios Sinópticos y Hechos comparados con Pedro)(2), solamente puede ser explicada si uno comienza por el hecho que –en contraste a Lucas, que no deja que Pedro se aleje más allá de la ciudad portuaria de Cesarea Marítima (Hechos 10:1-11:18)- las comunidades en el Oeste conocían al apóstol o bien supieron acerca de él mediante mensajeros. Éstos habrían sido enviados por él(3) y fueron por tanto influenciados por él directa o indirectamente, no sólo en Siria, Antioquia o Roma sino también en importantes comunidades localizadas entre, las capitales de provincia como Éfeso y Corinto(4). Las cinco provincias de Asia Menor mencionadas en 1 Ped. 1:1, como lugar donde “viven como extranjeros los elegidos” –el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia, y Bitinia- postula la asunción que el autor seudoepigráfico apostólico tenía autoridad en esas regiones(5). Se puede señalar el hecho que, en tradiciones posteriores, Andrés, el hermano de Pedro, estuvo conectado a la costa norte del Mar Negro(Escitia)(6), y Marcos, el discípulo de Pedro, al establecimiento de la comunidad en Alejandría(7). Semejante información puede ser legendaria, pero podría también señalar en la dirección en las que expandió su influencia la misión Petrina. Lo que puede haber sido realizado, después de todo, por aquellos que fueron enviados.

El importante papel jugado por Pedro durante el tiempo que siguió al Concilio Apostólico, hasta el periodo de su residencia y martirio en Roma, no estuvo limitado sólo o primariamente a Antioquia y el territorio de Siria, como es a menudo sugerido hoy día. Pedro habría jugado un papel de liderazgo no sólo en Antioquia después de su enfrentamiento con Pablo; sino que su autoridad se habría expandido hacia el Oeste poderosamente(8). Éste tan alto punto de vista sobre su importancia está en contraste con las mínimas referencias en el Nuevo Testamento a Santiago, el hermano del Señor, incluso aunque éste último vino a ser el líder entre, aproximadamente, el 43 d.C. y cuando fue apedreado en Jerusalem, aproximadamente el 62 d.C., estando a cargo de la comunidad en la madre patria Judía, y de esta manera es posible, se puede asumir, que también estaría a cargo del liderazgo de toda la comunidad mesiánica de Jesús. Theodor Zahn no anda muy equivocado cuando llama a Santiago el “papa de la fantasía Ebionita”(9). Santiago puede haber sido el punto de origen del episcopado “monárquico”(10), un patrón de liderazgo que emigró del Este al Oeste y tomó raíz relativamente tarde en Roma(11). En las tradiciones del siglo primero, este retroceso de Santiago llega como resultado de la debilidad del Cristianismo Judío-Palestino debido a su lapidación en el año 62 y debido a la Guerra Judía que tuvo lugar cuatro años más tarde, de la que nunca más se recuperó el movimiento. Al mismo tiempo, esto también señala hacia un creciente distanciamiento que se desarrolló entre los Judíos Cristianos que permanecieron fieles a la ley, particularmente en la madre patria, y la cada vez más fuerte posición de fuerza que surgió debido a la iglesia de las naciones después del 70 d.C., la cual, en contraste con la autoridad de Santiago, le otorgó una afirmación básica a Pedro. Pedro no era precisamente el típico representante del tipo de Cristianismo Judío que estaba fuertemente dedicado a la ley, aunque es de esta manera como ha sido descrito una y otra vez, incluso desde tiempos de F.C. Baur. Estuvo entre las dos corrientes, caracterizadas por Santiago y Pablo (y por sus, algunas veces, extremistas adherentes). Esta posición mediadora, que estaba, por supuesto, abierta al Cristianismo Gentil y que teológicamente –a pesar de las diferencias radicales- estaba más cerca de Pablo que de la otra corriente del Cristianismo temprano que permaneció fiel a la ley, ofrece el fundamento de su gran efectividad.

Vamos a ver tres razones por las que tuvo lugar este desarrollo, que se aplica especialmente al periodo oscuro después del Concilio Apostólico (entre ca. d.C. 48/49 y 64/66).

1.    A pesar del acuerdo alcanzado en el Concilio, en los años que siguieron Pedro “se fue convirtiendo” en un misionero cada vez más dedicado y convencido a/de “la misión a los Gentiles”, lo cual resultó en una situación de rivalidad muy penosa para él y Pablo. La división del trabajo que separaba la misión Judía de la misión Gentil, tal y como se había acordado en Jerusalem, no funcionó en las misiones fuera de la madre patria que eran, en mayor o menor grado, comunidades mezcladas. Ambos apóstoles chocaron fuertemente en el conflicto en Antioquia (Gál. 2:11ff.) convirtiéndose en rivales. Esta situación no sólo era aún tema en Gálatas 2 sino que continuó teniendo efecto en las cartas posteriores del apóstol y en su misión, lo cual ensombreció su misión hasta la época de su encarcelamiento durante la Fiesta de las Semanas en el 57 d.C., lo cual Lucas creyó necesario pasar por alto y en silencio porque quería presentar un cuadro armonioso del Cristianismo temprano. Por esta razón, hace que Pedro desaparezca de la escena abruptamente, justo después de su discurso pro-Paulino en el Concilio Apostólico en Hechos 15:7-11.
2.    En contraste al una vez perseguidor, Pablo, aunque también de manera que difería de Santiago, que era más escéptico acerca de su hermano antes de la pasión, de manera soberana Pedro permaneció como maestro de la “completa tradición de Jesús”, que comprendía las palabras y acciones del Mesías. Su única importancia en los evangelios, en el análisis final, está conectada en gran medida con el hecho que se convirtió en una figura de autoridad en la iglesia Cristiana Gentil, que se iba haciendo gradualmente más fuerte, debido a sus lazos con esas tradiciones acerca de Jesús, tradiciones que son raras veces mencionadas en las Cartas de Pablo. Uno puede suponer que, dado que fue un discípulo de Jesús, Pedro había sido ya formado por la manera menos rígida de Jesús para con los mandamientos rituales y por la concentración de Jesús en la voluntad de Dios articulada en el doble mandamiento de amar(12). Vale la pena señalar como el movimiento Judío-Mesiánico en la iglesia temprana pudo ir más allá de las fronteras geográficas de Eretz Israel y de las fronteras religiosas del estricto Judaísmo tan rápidamente, relativamente en muy pocos años. Esta cadena de eventos no tiene paralelo en la historia del Judaísmo Palestino y ha de tener sus raíces, finalmente, en las acciones del mismo Jesús. Las promesas realizadas por los profetas referentes al fin de los tiempos que iban a venir con la aparición del Mesías incluían el hecho que formar parte del pueblo de Dios estaría abierto a los Gentiles.
3.    Teológicamente, Pedro no era (ya) un “estricto legalista”, en el sentido en que esta idea era entendida por los Cristianos Judíos en Jerusalem. Esto se puede ver ya en la historia de Cornelio (Hechos 10:11-18), que señala hacia atrás a un evento histórico que uno puede asumir tuvo lugar antes de la época de Agripa I (entre el 41 d.C. y comienzos del 44), de hecho probablemente antes de la conducta loca que tuvo lugar antes, durante el periodo de Calígula (ca. 39/40 d.C.)(13). Se puede asumir que, a finales de los 30, Pedro ya estaba más cerca, respecto a la cuestión acerca de la ley Judía y sus mandamientos rituales y la necesidad de la fe salvadora en Jesús, el Señor que fue crucificado y había resucitado, de la postura de los “Helenistas” y de la de Pablo(14) que de la de Santiago y el círculo que se formó posteriormente alrededor de él. Este círculo incluía a los ancianos Judíos(15), incluso aunque Santiago también, como se puede apreciar en el acuerdo del Concilio Apostólico, no rechazaba completamente una misión a los Gentiles mientras se requiriese la circuncisión(16). Él quería, contra los Judíos en Eretz Israel, anticiparse a la acusación de apostasía que estaba teniendo impacto en la comunidad y deseaba, por lo tanto, adherirse fuertemente a la exigencia de una Cristiandad Judía que requiriese a los hermanos en la fe en la madre patria ser fieles a la ley. Esto explica por qué la influencia de Pedro se desvaneció gradualmente en Jerusalem, a favor de la de Santiago, al mismo tiempo que la reputación de Pedro crecía entre las comunidades misioneras en la Diáspora.

Encontramos confirmación de este punto de vista en las Cartas de Pablo y en los Hechos de los Apóstoles. El compromiso que se llevó a cabo, según la caracterización de Pablo en el Concilio Apostólico, entre los tres “pilaresSantiago, Cefas, y Juan, por un lado, con él y Bernabé, por el otro –de que “nosotros [iremos] a los Gentiles, y los otros a los Judíos” (Gál. 2:9)- está basado en la comprensión que, ya en aquel tiempo, Pablo y Bernabé habían proclamado el evangelio a los “incircuncisos” y que Pedro había orientado su predicación hacia los “circuncisos”, y que de hecho había también estado trabajando fuera de la madre patria(17). El arreglo demuestra que Pedro ya había realizado el estatus de predicador con más éxito en proclamar el nuevo mensaje, respecto a aquellos que formaban parte de la misma hermandad, un retrato que cuadra con Hechos 2-5 y 9:32-43 en la madre patria, aunque también en Marcos y Mateo con la metáfora de “un pescador de hombres”(18). De manera única (Pablo) reclama el papel de apóstol de los paganos (Gál. 2:8). Es muy probable que, después de huir de Jerusalem en el 42/43 d.C., tuviese éxito como misionero entre los Judíos de fuera de Palestina también. El primer escenario sería la región de Siria, que tenía un número importante de Diáspora, pero no se puede excluir la posibilidad que viajase a otras regiones también, de hecho incluso fue a Roma en aquella época(19). Aunque la distinción a la que se llegó en el Concilio Apostólico de Jerusalem entre la misión a los Judíos y los Gentiles demostró ser poco realista posteriormente, dado que no se pudo mantener consistentemente en la práctica fuera de la madre patria, especialmente dado que los “Gentiles” estaban muy de cerca ligados a la Sinagoga como “Temerosos de Dios” y eran más o menos congruentes con el Judaísmo. Por esta razón Pablo también comenzaba a predicar en cada nuevo lugar en la Sinagoga, dado que podía hablar a los Temerosos de Dios allí, los cuales eran considerados legalmente aún como Gentiles incircuncisos(20).

Es sorprendente lo mucho que Pablo comienza basándose en las presuposiciones de la tradición y exégesis Judía en sus cartas. Si no hubiera sido por la instrucción Judía en el Antiguo Testamento de la mayoría de sus oyentes, como la que seguro tendría lugar en los sermones en la sinagoga, ni su proclamación misionera ni sus cartas a las comunidades habrían sido comprensibles. En contraste, fuera de Eretz Israel y contra sus impulsos originales, Pedro progresivamente también se convirtió en un “misionero de los Gentiles”, dado que las comunidades estaban mezcladas y el servicio del culto era celebrado en común, de manera que no había forma de mantener de manera práctica una división estricta de personas entre Cristianos Judíos y Gentiles, como había sido concebida por el Concilio Apostólico. Lucas sabía que tal era el caso según los hechos reales y estableció la infraestructura para la misión a los Gentiles relativamente pronto presentando la predicación de Pedro ante el centurión “Temeroso de Dios” Cornelio en Cesarea, aunque excluye a Pedro de la descripción de la misión a los Gentiles después de éste suceso. En contraste, Lucas va contra el retrato autobiográfico de Pablo y contra lo que es muy probablemente históricamente correcto(21); comienza la misión a los Gentiles a cargo de los “Helenistas” y de Pablo en Antioquia sólo después que Pedro hubiera dado luz verde con el episodio de Cornelio(22). Es posible que aquellos que estaban asociados con Pedro le consideraran posteriormente como “fundador” de la misión a los Gentiles sobre la base de la narrativa acerca de Cornelio(23).                 
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1.    Primera de Clemente 5:1-4: Pedro es nombrado como primer (átletés) (campeón, alguien que compite), lo cual significa como mártir “en el periodo más reciente”; Pablo sigue a continuación. Cf. Ignacio, Rom. 4:3: “No te ordeno como hacen Pedro y Pablo”. Ambos textos asumen que tenían autoridad apostólica y que fueron mártires en Roma, lo que Ignacio entiende como ser liberado. Esta interpretación se desarrolla durante el siglo segundo y continua siendo mantenida durante el desarrollo de la historia de la Iglesia.
2.    Los dos hijos de Zebedeo aparecen nueve veces en Marcos; Santiago, a pesar de su temprana muerte (Hechos 12:2), siempre es nombrado antes que Juan, lo que señala hacia una tradición más antigua; una vez (Marc. 9:38) Juan aparece sólo, haciendo una pregunta. Los encontramos tres veces en el grupo de los tres, con Pedro a la cabeza (Marc. 5:37; 9:2; 14:33), una vez como un grupo de cuatro, junto a Andrés (Marc. 13:3), en cuyo caso uno puede considerar que todos ellos llamaron hogar a Cafarnaún. Mateo los nombra sólo tres otras veces. Lucas nombra a los hermanos juntos cinco veces, Juan sólo una (Luc. 9:49), y Juan junto a Pedro (Luc. 22:8). En Hechos, Juan, además de la lista en 1:13, aparece siete veces, siempre acompañando a Pedro, y en 12:2, como hermano de Santiago, que murió a filo de espada.  
3.    H. v. Campenhausen, “Kirchliches Amt und geistliche Vollmacht in den resten drei Jahrhunderten”, BHT 14(Tübingen, 1953), 21: “Posteriormente, Pedro salió de Jerusalem hacia otro lugar” en referencia a Hechos 12:17); 20: “Su zona de influencia (se extendía) más allá de Palestina hasta Siria, posiblemente incluso hasta Asia Menor y aún más lejos”; 142: “Había también comunidades Cristianas-Gentiles que honoraban a Pedro como su apóstol”. 
4.    En lo que concierne a Éfeso, cf. La eclesiológica importancia de Pedro en la escuela de Juan en Juan 21:15-19; en lo que concierne a Corinto, 1 Cor. 1:12; 3:22; 9:1-7. Si Filipenses fue escrita en Éfeso, se podrían señalar igualmente a las dificultades que Pablo tuvo con sus propios seguidores, que pueden haber tenido su raíz en la influencia Petrina; ver Filip. 1:14-17
5.    También no han de ser vistos simplemente como los territorios de la actividad misionera de Pablo. El Ponto (donde estaba la casa de Aquila, Hechos 18:2) y Bitinia (Hechos 16:7) no pertenecen ya a las provincias que conocemos como lugares donde Pablo viajó. Además, la expansión del Cristianismo en Bitinia y el Ponto en tiempos de la procuradoría de Plinio (ca. d.C. 110-114) no han de ser relacionadas solamente con la misión Paulina.
6.    Eusebio, Histo. Eccl. 3.1.1-2, donde se informa que Pedro predicó en las cinco provincias de Asia Menor mencionadas en 1 Ped. 1:1 y que Andrés estaba en Escitia. Referente a Marcos en Alejandría, ver Eusebio, Hist. Eccl. 2.16.24, sobre ello ver Hengel y Schwemer, Paul, 259-60. Los Hechos de Andrés, datados a finales del siglo segundo, también sitúan la zona de actividad del hermano de Pedro en el norte de Asia Menor, y también en Macedonia y Acaya, que sería un territorio típicamente conectado con la misión de Pablo; ver Acta Andreae, 1:68ff., 8186, 88-89; T. Zahn, FGNK 6:220-21.
7.    El desarrollo del Cristianismo en Egipto, comenzando con Alejandría, plantea la gran cuestión aún no resuelta en la historia de la iglesia temprana. El único informe del siglo primero está en Hechos 18:24, referente a Apollos, (un nativo de Alejandría). Aunque no sabemos nada acerca de si se unió allí a la fe. Sólo el Codex D tiene la información adicional de que fue instruido en la nueva fe en su pueblo natal; ver Hengel y Schwemer, Paul, 259-60.
8.    Primero en Orígenes, Hom. Luc. 6 (GCS 49, ed. M. Rauer, 34), es Ignacio identificado como segundo obispo de Antioquia, “después del bendito Pedro”(aunque hay que ver en oposición a esta afirmación, Eusebio, Hist. Eccl. 3.22, donde un tal Euodius aparece entre los dos). Según Jerónimo, Pedro estableció la congregación en Antioquia y después fue enviado a Roma en el año segundo de Claudio (42 d.C.), donde predicó el evangelio y fue obispo durante veinticinco años; ver Cron. (GCS 47, ed. R. Helm, 179; Eusebio dice algo muy parecido en Hist. Eccl. 2.14.6). Según Jerónimo, Vir. ill. 1, después que Pedro estableció la comunidad en Antioquia y después de predicar como misionero a los Judíos en la Diáspora en Asia Menor, en las cinco provincias mencionadas en 1 Ped. 1:1, hizo lo mismo en Roma, en orden a combatir allí a Simón el Mago. Más textos aparecen en el artículo de K. Froelich “Petrus II”, en TRE 26:275-76. Referente a la conexión especial entre Pedro y Antioquia y por lo tanto con Mateo, que creció en Siria, ver las suposiciones ofrecidas por L. Wehr, Petrus und Paulus, 251, 286ff., referentes al Decreto Apostólico. Quiere correspondientemente “considerar el texto de Mateo como el lugar más cercano en el Nuevo Testamento donde encontrar las tradiciones acerca de Pedro”, dado que este libro supuestamente ha de estar localizado “en Siria y posiblemente justo en Antioquia”, y cree que “el punto de vista teológico que Pedro mantenía se hace más claro en Mateo” (289). El hecho de ignorar a Marcos completamente y no tener en cuenta que la situación histórica de Mateo es la obra de un escriba Judío-Cristiano (Mat. 13:52; 23:34) en una congregación mixta que está directamente bajo la influencia de la madre patria, así como el no tener en cuenta el periodo relativamente tardío en el que la obra fue creada, le lleva a sacar cuestionables conclusiones. Los escritos más tempranos de Lucas, y más especialmente de Marcos, no están menos bajo la autoridad de Pedro que Mateo. El único nuevo elemento en Mateo es que enfatizó teológicamente la importancia en la Salvación-histórica e importancia en la iglesia del “Hombre de Roca” en Mat. 16:17-19.    
9.    T. Zahn, “Brüder und Vettern Jesu”, FGNK 6:280; sobre esto, ver M. Hengel, “Jakobus der Herrenbruder –der erste Papast?” en Kleine Schriften III, 549-82; P.A. Bernheim, Jacques, 251-90: chap. 8, “Jacques, le Premier pape?” [Inglés: James, Brother of Jesus, trad. J. Bowden (London, 1997), “James the First Pope?” 191-222: “describir a Santiago como primer papa es quizá una exageración, y sin duda anacrónica. Sin embargo, si hay un personaje en la iglesia primitiva que merezca esta designación, sin duda es él” (222)]. Bernheim atribuye a Santiago el liderazgo en Jerusalem desde el comienzo.
10.  Santiago poseía un autoridad “monárquica” en la comunidad con un círculo de ancianos alrededor y bajo él. El título de primer obispo en Jerusalem, que habría sido establecido por los apóstoles, no es conectado con él hasta la época de las leyendas que surgieron durante el siglo segundo; sobre esto, ver M. Hengel, Kleine Schriften III, 561-62. En las Seudo-Clementinas, Recog. 1.43.3, aparece como “princeps episcoporum” (príncipe de los obispos); el establecimiento como obispo por los apóstoles lo cita Clemente de Alejandría, según Eusebio, Hist. Eccl. 2.1.3. Ireneo, Haer. 3.12.15, habla del “circa Jacobum apostoli” (apóstoles que estaban con Santiago). El primer obispo monárquico conocido, con la afirmación de ser responsable de más de una región, es Ignacio, quien, según su Rom. 2:2, puede llamarse a sí mismo (obispo de Siria).
11.  La congregación en Filipia, según Policarpo, Philippians/Filipenses, aún no tenía un obispo monárquico. Referente a Roma, ver P. Lampe, “From Paul to valentinus: Christians in Rome in the First Two Centuries” (Minneapolis, 2003), 397-408. El tamaño de la ciudad y las numerosas casas iglesias que había favorecen la idea de un presbiteriado colegial allí. Los movimientos hacia un episcopado monárquico han de ser señalados a partir sólo cerca de la época de Anicia- (ca. 155-166). Ver también 1 Clem. 42:4-5, que usa el término (épískopos) obispo, que deriva de Isa. 60:17 (donde está al plural), significando lo mismo que (presbíteroi) (aquellos que son más viejos, ancianos, 1:3; 21:6; 44:5; y en otros sitios), y Hermas, quien también iguala ambos términos. Las Cartas Pastorales, que señalan hacia Asia menor, no deben ser datadas demasiado pronto. Son probablemente de la misma época que Ignacio (ca. 110-114).
12.  Cf. Marcos 2:23-28 par.; 7:18-23 par.; Lucas 6:31 = Mat. 7:12; Mat. 9:13 = 12:7; 23:23; ver también los Helenistas en Hech. 6:14.
13.  Lucas describe esta transformación en el relato acerca de Cornelio de manera dramática. En Hechos 10:14 Pedro, en respuesta a la llamada de la voz del cielo, se niega a comer animales impuros descritos en la horrible visión: “De ninguna manera, Señor; pues jamás entró en mi boca nada profano ni impuro”, lo que significa que Lucas lo caracteriza primero como un estricto Judío-Cristiano. En Hechos 11:2-3 es atacado en Jerusalem por su laxa conducta respecto a la Torah, lo que es expresado en el hecho de cuando compartió mesa con incircuncisos. Hechos 11:1 menciona, en general, a “los hermanos en Judea”. Según el juicio de Pablo en Gál. 2:12, sorprendido éste, Pedro posteriormente evita la mesa de los Gentiles por miedo a los emisarios envidados por Santiago, no debido a sus convicciones. Referente a la amenaza de Calígula contra el Templo, que llevó a Judea al borde de la guerra con Roma, ver Hengel y Schwemer, Paul, 182-86. 
14.  Esto es verdad incluso si Pedro no concuerda con la manera específica en la que Pablo entiende la ley, tipificada en la Carta a los Gálatas y a los Romanos, y también en textos como 1 Cor. 15:56, 2 Cor. 3:6-11, y Filip. 3:2-11. En tanto que Judío Galileo, él también había sido influenciado por la tradición de Jesús. No es de extrañar que Mateo le atribuya tal única importancia como autoridad en la enseñanza. Referente a los Helenistas, ver M. Hengel, Kleine Schriften III, 1-67.
15.  Es sorprendente que la Carta de Santiago contenga una Cristología y soteriología tan completamente reducida, que no se corresponde con la teología Petrina o Paulina. No es por casualidad que 1 Pedro está más cerca de las Cartas de Pablo que de la Carta de Santiago, incluso si, siguiendo a J. Herzer, “Petrus oder Paulus? Studien über das Verhältnis des resten Petrusbriefes zur paulinischen Tradition”, WUNT 103 (Tïbingen, 1998), le atribuimos correctamente una posición teológica única respecto al Corpus Paulinum. Quizá no se debiera hablar tanto de una “tradición Siria-Antioqueña” en la carta, como sí de una tradición Romana. Cerca del 100 d.C. Ignacio era típico en Antioquia. La comunidad o comunidades en Roma tenían lazos cercanos con Jerusalem desde su fundación, aproximadamente en tiempos de Calígula (37-31 d.C.), o quizá a comienzos del gobierno de Caludio (como ocurre con las comunidades en las sinagogas que allí estaban desde fecha temprana). Esto se menciona incluso en la Carta a los Romanos. Incluso Mateo no está configurado por una “teología Antioqueña” –que desconocemos por completo- sino por su cercanía a la madre patria Judía y a los desarrollos que ahí tuvieron lugar. No conviene estrechar “el territorio de la misión Petrina” demasiado geográficamente (Herzer, ibid., 264), o de lo contrario el único significado de Pedro en el desarrollo de las iglesias sería muy difícil explicar.  
16.  Gál. 2:9; Hechos 15:13-21; 21:21-25.
17.  Gál. 2:7-9. Es sorprendente que 2:7-8 hable primero sobre el hecho que “el evangelio…. para los circuncisos” fue confiado a Pedro, o, dicho de otra manera, que Cristo trabajó con él en la misión a los circuncisos, mientras en v.9, al contrario, los tres pilares funcionan como misioneros a los Judíos. En cualquier caso, Pedro aparece aquí como el misionero líder de los Judíos, y de hecho más allá del territorio de Judea.
18.  Marc. 1:17 = Mat. 4:19; cf. Lucas 5:10.
19.  Referente a la Diáspora Siria y al establecimiento e historia temprana de la comunidad en Roma, Eusebio, Histo. Eccl. 2.14.6, y Jerónimo, Vir. Ill. 1, Pedro llegó a Roma a comienzos del reinado de Claudio, cerca del 42 d.C. Estas referencias a la fecha son altamente cuestionables. Pedro estaba de nuevo en Jerusalem en el 48/49 y presumiblemente en Antioquia en el 51/52, donde tuvo lugar el serio enfrentamiento con Pablo. Pablo posiblemente evita nombrar a Pedro entre aquellos que estaban en Roma probablemente debido al conflicto descrito en Gálatas 2:11-12. No menciona a ninguno de los primeros apóstoles, y Jerusalem aparece en Romanos 15:30-32 más bien como lugar repulsivo y hostil. Considera la posibilidad que su colecta pueda ser rechazada allí y que su vida corra peligro. Los oponentes que le calumnian son mencionados en referencia a (algunos calumniadores, Rom. 3:8). Una excepción es Andrónico y Junia, la misteriosa pareja casada en 16:7 y su particular relación con los apóstoles.  
20.  La predicación de Pablo ante los temerosos de Dios comenzó ya en las sinagogas en Damasco (ver Josefo, B.J. 2.560-61): Hechos 9:19-22. Pablo fue también siempre un misionero a aquellos que eran de su misma nacionalidad; ver Rom. 1:16; 11:14; 1 Cor. 9:20ff. La parte Judío-Cristiana de sus comunidades no era tan pequeña. Por esta razón Pedro y sus emisarios tuvieron la posibilidad a la luz de la decisión del Concilio Apostólico, de visitar comunidades “Paulinas” también.
21.  El informe de Pablo en Gál. 1:15ff acerca del cambio en su vida (“para que lo anunciase (al Hijo de Dios) entre los Gentiles”) y la narrativa acerca de la visión de la que el mismo Lucas informa, en Hechos 22:17-21; 26:16-18, ambas contradicen el patrón misionero de Lucas. Basado en su propio testimonio, Pablo fue llamado, desde el comienzo, como “apóstol de los Gentiles”. Como “Apóstol de los Gentiles” (Rom. 11:13; cf. 1:14), después del cambio en su vida, se fue a Arabia y no a Jerusalem, para ver aquellos que eran “apóstoles” antes que él (Gál. 1:17).
22.  Hechos 11:20, donde se ha de leer Griegos; ver también Pablo y Bernabé en el primer viaje misionero: 13:7ff., 43-48.
23.  Ver A. Strobel, “Das Aposteldekret als Folge des antiochenischen Streites”, en Kontinuitat und Einheit, FS Franz Mussner, ed. P.G. Müller y W. Stenger (Freiburg, 1981), 81-104.









































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