ERA JESÚS EL MESÍAS?
Desde
los comienzos de la Iglesia, quizá la creencia más fundacional Cristiana acerca
de Jesús ha sido que él era el Mesías prometido en las Escrituras Hebreas la
figura redentora por Dios designada para salvar a Israel de la servidumbre al
pecado. En el relato del Cristianismo temprano, el Apóstol Pedro dice lo que
sigue acerca de una profecía en el Antiguo Testamento:
“David vio el futuro y habló de la resurrección de Cristo,
que ni fue abandonado en el Hades ni su carne experimentó la corrupción. Dios
resucitó a este Jesús; todos nosotros somos testigos de ello…. Sepa, pues, con
certeza todo Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a ese Jesús a quien
vosotros habéis crucificado”(2:31f., 36)
Pero
era Jesús realmente el Mesías prometido? Sobre qué fundamento decidir? Y si lo
era, qué significa esto? Por qué algunos Judíos
pensaban que lo era, y otros que no lo era? Estos son algunos de los temas que
aquí trataremos.
LA ESPERANZA MESIÁNICA EN EL ANTIGUO JUDAÍSMO
La esperanza de la salvación definitiva de Israel era más bien
universal en el antiguo Judaísmo, aunque tenía muchas formas diferentes. No
siempre estaba conectada con una figura redentora llamada Mesías. Ni
había un sistema de creencias ortodoxo para su identificación para poder medir
cualquier desviación o conformidad. Algunos estudiosos hablan de Judaísmos como
la mejor forma de reflejar esta diversidad, aunque otros aún prefieren subrayar
un conjunto de prácticas y creencias básicas que supuestamente subyacen a todas
o la mayoría de las diferentes manifestaciones del Judaísmo(1). Pero sea como sea: mientras que podemos permitir
una amplia gama de definiciones y variaciones, quizá el siguiente esbozo pueda
servirnos para capturar algo de la naturaleza de las antiguas expectativas
Mesiánicas (junto con la escatología Judía en su sentido más amplio).
EL TÉRMINO MESÍAS
El término “Mesías” en sí mismo
deriva de la palabra Hebrea “mashiah”, que
literalmente significa “ungido con aceite”.
Este término que puede ser traducido al Castellano como “ungido”, y al Griego como “christos”, denota una acción ritual usada para designar a alguien
para alguna tarea especial. Las dos más importantes son los oficios de Sacerdote (ej. Aarón, Éxod.
28:41, etc.) y Rey (el caso más
famoso es cuando Samuel unge a Saúl, 1 Sam. 10,
y David, 1 Sam. 16), aunque posteriormente
también para el de Profeta (Isa. 61:1).
TEOLOGÍA REAL
Numerosas tradiciones bíblicas son importantes para la
comprensión del Mesianismo en el siglo primero. Algunos pasajes fueron
relacionados con el Mesías cuando los Cristianos comenzaron a usarlos como
profecías cumplidas en Cristo. Otros ya eran vistos como Mesiánicos en el
Judaísmo del siglo primero; aunque muchos de ellos, también, “vinieron a serlo” solamente en una etapa relativamente
avanzada de la reflexión Judía sobre el sujeto.
De lejos la más poderosa y formativa influencia sobre el
desarrollo temprano de una expectativa Mesiánica fue la ideología de realeza en la monarquía unida de Israel y
posteriormente en Reino de Judá en el Sur.
Antecedentes a todo esto se pueden observar en las historias de Moisés y Josué,
y posteriormente en la de Jueces. La influencia decisiva, no obstante, ha de
ser buscada en la teología de la corte de la dinastía de David. (Esta teología, de hecho, puede muy bien haber sazonado los
relatos bíblicos acerca de los líderes “anteriores”).
Por lo general en el Cercano Oriente Antiguo, los reyes y la
realeza eran considerados como especialmente favorecidos por los dioses. Al
contrario de nuestras actuales opiniones acerca del gobierno, la autoridad de
los reyes orientales les era otorgada no por el pueblo que gobernaban, sino
mediante mandato divino. El rey era visto como alguien que disfrutaba de una
relación cercana y favorable con los dioses, de manera que solían ser
retratados como agentes y representantes de la divinidad aquí en la tierra.
Semejante perspectiva sobre la monarquía también la encontramos
en el Antiguo Testamento, particularmente en los llamados Salmos Reales (especialmente Salm. 2, 18, 45, 89, y 110). El poder divino era visto como
garante del poder del rey y como símbolo y aplicación del reino de Yahvé sobre
Israel y toda la tierra, resultando en prosperidad y éxito para su pueblo. En
esta capacidad, el rey podía incluso ser llamado “hijo
de Dios”, término que distinguía a ambos del resto de Israel haciéndolos
representantes de su pueblo (ver especialmente Salm.
2:7; 2 Sa . 7:14; 1 Cro. 17:13, 22:10). Por lo tanto tenía muchos divinos privilegios, aunque también importantes obligaciones
morales y religiosas: era el garante y
ejecutor de la alianza de Dios con Israel. Algunos reyes cumplieron su
papel bien y otros mal: el Antiguo Testamento los evalúa exclusivamente
mediante criterios morales y espirituales, sin tener para nada en cuenta su
habilidad política y realizaciones.
LA CASA DE DAVID
Todo esto puede haber hecho de la realeza Israelita una poderosa
y tradicional institución con importantes raíces religiosas, aunque no
necesariamente nada más de esto. Lo que sembró
firmemente las semillas de esperanza para un Mesías en la ideología real de
Israel fue la temprana creencia en el permanente gobierno de la casa de David.
La historia clave es, por supuesto, la profecía de Natán a David
en 2 Samuel 7:11-16: “Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante ti; tu
trono estará firme, eternamente”(cf. 1 Rey.
2:3f.; Salm. 18:50; (18:51 en Hebreos); 28:9; 89:4, 29-38).
Además de esta creciente convicción que la casa de David duraría
para siempre, varios profetas pre-exílicos desarrollaron la imagen del rey
ideal, un hombre que (a diferencia de la mayoría de los gobernantes
contemporáneos) sería del calibre de David, haciendo todo lo que Dios requería,
y librando a su pueblo de todos sus enemigos. El profeta Isaías habló de un
poderoso príncipe de paz que nacería como rey en el trono de David (Isa. 9:6; cf., 11:1;
16:5); ideas similares tienen lugar en Miqueas
(5:2-4), Jeremías (ej. 17:25) y Ezequiel
(34:22f.; 37:24f.), y después fueron
en aumento en los textos post-exílicos (ej. Zacarías
3:8, 6:12; y probablemente Amos 9:11).
En tiempos del Exilio, por lo tanto, el prometido glorioso rey
Davídico ya se había convertido en una parte de la ideología real. El continúo
declive desde David y Salomón significaba que un retorno a la gloria anterior
era una atesorada esperanza. Sin embargo, en la destrucción de Jerusalem el
linaje real de David terminó bruscamente. Aunque los descendientes de David aún eran
conocidos después del Exilio(2), ningún soberano
Davídico gobernaría más a un Israel soberano de nuevo. Sin embargo había gran
expectativa después del Exilio cuando Josué era Sumo Sacerdote y Zorobabel, un
descendiente de David, fue durante un breve periodo de tiempo gobernador de
Judá bajo los Persas. Así, Zacarías
identifica a Josué como la “Rama/vástago”,
un término usado para con el Mesías Davídico
prometido por Isaías y Jeremías(cf. Zac. 3:8; 6:12
con Isa. 11:1; Jer. 23:5; 33:15). Esta esperanza, sin embargo, no llego
a nada.
Sin embargo, la pérdida de la dinastía Davídica dio lugar a una
gran búsqueda espiritual durante y después del
Exilio. La gradual renovación de la religión Israelita y cultura sobre la base
de la Torah y la reconstrucción del Templo
dieron lugar a un aumento de la reafirmación de la esperanza en la promesa de
un rey redentor del linaje de David. A la luz de esto, el Judaísmo pos-exílico
realizó un poderoso desarrollo de la escatología, específicamente de la
esperanza en una futura restauración nacional y espiritual. Pasajes como 2 Samuel 7 mantuvieron viva la esperanza en otro
ungido Hijo de David (expresada con gran urgencia en el Salmo 89), y Deuteronomio 18:15
mantenía la esperanza de un gran “profeta como
Moisés”. (Desde los tiempos de Malaquías dicho profeta también podía ser
entendido como alguien que vendría en el espíritu de
Elías: ver Mal. 5:4 [=3:23 en Hebreos]).
Al menos en algunos círculos, la figura de un glorioso Sumo Sacerdote también era esperada.
Había una predicción en 1 Samuel 2:35 de un
nuevo y fiel sacerdote que “caminará siempre en
presencia de mi ungido”. El mismo David actuó como sacerdote al ofrecer
sacrificios y pronunciar bendiciones, 2 Samuel 6:17.
Reflexiones posteriores sobre dicho sacerdote ideal pueden ser observadas en Pineas y Sirac 45:34
o en la gloriosa imagen de Simon ben Onias
en Sirac 50.
La profecía pos-exílica desarrolló la esperanza de restauración
de varias maneras. La redención estuvo algunas veces relacionada con una figura
vagamente Mesiánica, aunque otras veces fue simplemente vista como la obra del mismo Dios (ej. En Isa. 56-66). Como resultado, aunque el Antiguo
Testamento ofrece mucho material para continuar el desarrollo de las
expectativas Mesiánicas Judías, no describe
claramente la venida de un particular Mesías, sino que usa diferentes
metáforas para hablar acerca de agentes humanos que Dios señalará (y ungirá)
para llevar a cabo la esperada redención.
REINO Y REDENCIÓN
Otros rasgos de la creencia pos-exílica vale la pena señalarlos.
Primero, la esperanza-de-liberación tenía
dimensión universal, en lo que se aplicaba
al dominio de Dios sobre todo el mundo y la creación. En esto estaba en deuda
con la tradición profética Hebrea. Por otro lado, había también un fuertemente
mantenido particularismo nacional Judío
enfocado en la relación de Dios con el pueblo Judío que a menudo incluía la exclusión virtual de los Gentiles. Además de
este énfasis nacionalista colectivo, el Judaísmo también compartía el creciente
interés en la “salvación individual” que
surge en el mundo Heleno. La creencia en la providencia, resurrección y venida
del Mesías era algo que era entendido para dar seguridad no sólo a la nación
sino a la vida del creyente individual igualmente.
En una situación donde el malo y el opresor parecían progresar a
expensas del pueblo de Dios, una creencia real en la salvación sólo podía estar
relacionada con una afirmación del Juicio futuro
de Dios, en el cual todos los malos serían castigados y todos los justos
vindicados.
Aún así, los Judíos del siglo primero anticipaban la salvación y
el Reino de Dios como realidad material en la
tierra. Parece como si hubiera una tensión entre las evidentes
esperanzas políticas de salvación (expresadas, por ejemplo en Daniel, los Salmos de Salomón y los círculos
revolucionarios) y las más trascendentes ideas utópicas de un mundo a venir y
la nueva creación (los ejemplos incluyen las epístolas en el Nuevo Testamento y
algunos textos rabínico y apocalípticos). Esta tensión tiene lugar, por
ejemplo, con el tema de la resurrección, el cual algunos lo entendían como
estrictamente físico, otros como más espiritual, y otros lo descartaban
completamente (como era el caso de los Saduceos(3). Con todo, es importante señalar que los Judíos
entendía la salvación de manera holística y comprensivamente. Precisamente dado
que traía el Reino de Dios, la Época Mesiánica había de ser eminentemente
trascendente y nueva en carácter. Pero a parte de cualquier otra cosa que esto
pudiese significar, la salvación Mesiánica del pueblo no podía ser nada menos
que el cumplimiento real y tangible de la prometida alianza de Dios con Israel.
En la misma línea, el cielo y la tierra eran vistos como
inter-relacionados muy de cerca. La contienda entre el bien y el mal en la
tierra refleja la lucha de Dios y sus huestes angélicas contra las fuerzas
espirituales y poderes que se oponían a sus propósitos y que él o su agente
Mesiánico habían de superar como parte del designio de salvación. Es más, cada
significativo evento que ocurría en la tierra tenía su prior contraparte en el
cielo. Por esta razón, el Mesías está ya presente en
el cielo antes de su aparición en la tierra.
Aunque algunas de estas nuevas ideas reflejan la influencia de
las culturas colindantes Persa y posteriormente Greco-Romana, fueron todas
desarrolladas en el contexto de un intenso y a menudo sofisticado estudio de
las Escrituras. Es probablemente correcto decir que cuando nuevas ideas
entraban en el Judaísmo, no eran nunca una completa innovación: la revelación
siempre está basada en lo que ha sido previamente revelado(4). Este mismo patrón de nuevas ideas desarrollándose
mediante un intimo diálogo con las Escrituras y tradiciones de interpretación
también caracteriza el pensamiento Judío acerca del Mesías, así como la
reflexión del Nuevo Testamento sobre la persona de Jesús.
Este complejo cuadro de las creencias Mesiánicas Judías continuó
en el Judaísmo pos-bíblico, con diferentes grupos
religiosos y fuentes literarias presentando una variedad de puntos de vista
acerca de la salvación futura. La comunidad creyente de Israel
experimentó mucha alienación religiosa y social y opresión a manos de poderes
extranjeros, uno tras otro. En parte debido a esto, la mayoría de los
escritores Judíos estaban de acuerdo en mantener la esperanza de una restauración de Israel. Pero había muy diferentes
versiones de lo que esta podía significar y cómo se llevaría a cabo. Además, es
generalmente verdad que el Judaísmo permite gran diversidad en lo que se
refiere a las creencias y las conductas.
EL MESIANISMO DEL SIGLO PRIMERO
Es posible describir en una especie de bosquejo narrativo los
rasgos básicos del Mesianismo del siglo primero. No todos sus rasgos están
representados en todas las fuentes. Es más, probablemente no hay ningún
documento que contenga todos los rasgos mencionados. Sin embargo, la mayoría de
todas las formas de esperanzas Mesiánicas Judías encajan de alguna manera
dentro del bosquejo que sigue abajo, y algunos elementos son centrales para con
todas las expectativas. No voy a dar un listado sino un retrato impresionista,
que pueda ser discutido en relación con el retrato de Jesús que ofrecen los
Evangelios(5).
DOLORES DE PARTO
Uno o dos elementos preceden usualmente la
venida del Mesías. El más importante de estos es el periodo de tribulación y
sufrimiento general esperado justo antes de su llegada. Será un tiempo de
maldad, guerras, hambrunas, terremotos, y ateísmo entre los pueblos. Esto es
referido (incluso en el Nuevo Testamento) como los dolores
de parto del Mesías, algunas veces relacionados con eventos
cataclísmicos en la naturaleza –el oscurecimiento del sol y la luna, las
estrellas cayendo del cielo, y todo tipo de presagios(6).
LA VENIDA DE ELÍAS
Malaquías 4:5f. (3.23f. en Hebreos), precedidos por la promesa de un “profeta como Moisés” (Deut.
18:15), dan lugar a la esperanza que Elías, el más grande de los
profetas clásicos, será enviado para ayudar a Israel en los tiempos de su mayor
necesidad. Aunque el Nuevo Testamento trata el retorno de Elías como precursor
del Mesías, esto no está siempre claro en otros textos. A veces incluso parece
que el profeta es una figura escatológica
importante por sí mismo, sin necesidad de estar ligado al Mesías(comparar Juan 1:21,25 con 6:14;7:40).
LA VENIDA DEL MESÍAS
Algunas veces el Mesías es pre-existente en el cielo y es
posteriormente revelado en la tierra; algunas veces es nacido como descendiente
de David; a menudo es visto como ya presente en la oscuridad en
Israel pero aparece en público de súbito (en el Nuevo Testamento Juan 1:31). Casi siempre es una figura humana
completa, nacido de padres humanos aunque ungido divinamente para ser rey. No
obstante, en los círculos apocalípticos se le pueden asignar rasgos exaltados
como su presencia ante Dios en el cielo antes de aparecer en la tierra (1 Enoch, 4 Esdras, Oráculos Sibilinos 5, 11QMelch).
Ni la concepción virginal ni el nacimiento en Belén son anticipados.
Una buena cantidad de títulos diferentes han sido usados para
con el Mesías, reflejando diferentes énfasis en las varias tradiciones: hijo de
David, Brote de la rama de David, Hijo de Dios, el Justo, el Mesías (ungido)
Rey, y muy ocasionalmente Hijo del Hombre(7).
Ocasionalmente se imagina a un Sumo Sacerdote ideal(Sir. 50; Testamento de Leví). En algunas
circunstancias se perciben dos mesías, uno como Sumo Sacerdote ideal y otro
como Rey Ideal como en el caso de los mesías Davídico y Aaronita en Qumran(ej. 1 QS 9:11; CD 12:23; 4QPBless 3f).
En una línea de pensamiento antiguo Judío, el Mesías muere antes
que llegue el final del orden antiguo(8). El
concepto de un Mesías sufriente, también, es
raro aunque no del todo una idea improbable. Aunque difícil de documentar
explícitamente antes del 70 d.C., encaja en una tradición mucho tiempo
existente Judía y Bíblica del sufrimiento redentor del justo (Isaías 53, probablemente
entendido como mesiánico en algunos círculos; Job,
los Salmos Lamentaciones; también Sabiduría 2; 2 y 4 Macabeos). Los
Mesías sufrientes están atestiguados en varios textos rabínicos, algunos
incluso apelan a esos y otros pasajes bíblicos también aducidos por los
primeros escritores Cristianos(9). Una tradición
posterior contrasta al príncipe escatológico de paz descendiente
de David con otro Mesías, guerrero descendiente de José (o Efraín), que va a la
batalla a favor de Israel(10).
EL TRABAJO DEL MESÍAS
Los poderes políticos y espirituales del mal oprimen al pueblo
de Dios reunidos bajo el liderazgo de un príncipe malo (Anticristo) en un
intento final de derrotar los propósitos de Dios. El Mesías conquistará y
destruirá esas fuerzas impías. Una nueva Jerusalem será reconstruida (o descenderá
del cielo) y a menudo hay una expectativa de un Templo glorioso. Israel en la
diáspora será reunido desde los cuatro confines de la tierra. Un reino de
esplendor y paz utópico será establecido en la Tierra Santa, bajo el Rey
Mesías. Este será el Reino de Dios, dado que Dios será su gobernante supremo.
De acuerdo con las muchas expectativas, sus fronteras se extenderán
hasta incorporar todos los reinos Gentiles, y estos traerán tributo a Dios en
Jerusalem y participarán en el culto a Dios.
Todos aquellos fallecidos (o, en algunos casos, todos los
fallecidos justos) resucitarán y
participarán en este reino de gloria. La creación y el cosmos, también, serán
renovados. Habrá un juicio final, presidido por el Mesías como Juez y basado en
los libros celestiales en los cuales están inscritas las vidas de lo gente. Los
justos participarán en el reino eterno de Dios, mientras que los malos estarán
sujetos sea a la destrucción o a la condena eterna.
Algunas veces el reino terrenal del Mesías es visto como temporal,
aunque en estos casos se espera que sea superado por una renovación del mundo
aún mayor que durará para siempre.
ERA JESÚS EL MESÍAS?
Cumplía Jesús estas expectativas? Fue justificablemente recibido
como el Mesías anunciado en el Antiguo Testamento y consiguiente expectativa
Judía?
Antes que nada, por supuesto, es significativo que Jesús al
menos en los Evangelios Sinópticos nunca se proclama diciendo, “Yo soy el Mesías”. En una o dos ocasiones se
aproxima a esto, pero nunca ofrece esta información, ni se refiere a sí mismo
como “Hijo de David”. Los eruditos Bíblicos han definido el efecto narrativo
del descubrimiento gradual de su identidad en los Evangelios con el llamado
“secreto Mesiánico”. Sin embargo, las razones originales de las dudas de Jesús
acerca de esto podrían tener que ver con su renuencia a endorsar el Mesianismo
violento y fuertemente político de un creciente movimiento de resistencia
Judío, con el que estaba radicalmente en desacuerdo acerca de la manera en la
cual el Reino de Dios sería realizado.
Pero a pesar del relativo silencio de Jesús es ciertamente
posible detectar en los Evangelios un esquema general de Mesianismo que encaja
con muchos de los temas familiares de la esperanza contemporánea Judía. El tema
apocalíptico de los dolores de parto anteriores a la redención, de eventos
cataclísmicos en política y la creación, está reflejado en el discurso de Jesús
acerca del futuro (Marc. 13:8), aunque no lo
relaciona con su ministerio. El tema de Elías o “el
profeta” también surge repetidamente (Marc.
9:11-13); además el mismo Jesús repetidamente aparece en forma de
profeta(11). Los Evangelios presentan a Jesús
como verdadero descendiente de David, y parece que los oponentes Judíos no
disputan esto. Las circunstancias que rodearon su nacimiento divinamente
favorecido son evidentemente importantes para Mateo y Lucas en tanto que
evidencia Mesiánica, incluso aunque no figuran en el resto del Nuevo Testamento
y tienen pocos si es que algún paralelo en las fuentes contemporáneas Judías.
Es importante, también, tener en cuenta las acciones de Jesús,
especialmente sus milagros curativos, su demostración en el Templo y su entrada
triunfal en Jerusalem. Jesús normalmente rechaza las preguntas directas acerca
de su identidad. Aunque en Mateo y Lucas, cuando Juan Bautista (a quien Jesús
respetaba mucho) le pregunta desde la prisión si es el Mesías, Jesús le da una
respuestas plausiblemente indirecta, refiriéndose a sus milagros y mensaje: “Los ciegos ven, los cojos andan… y a los pobres les es
anunciada la buena nueva”(Mat. 11:5; Luc.
7:22). A la luz de la profecía de Isaías 61,
la predicación y curaciones de Jesús tienen un significado Mesiánico de
auto-autenticación, especialmente dadas las contemporáneas interpretaciones de
la profecía de Isaías(12).
Jesús no habla típicamente de pre-existencia en el cielo.
Ocasionalmente, y en términos velados, el Jesús Sinóptico sí usa el lenguaje de
ser “enviado” (ej. Marc. 12:6) o de haber “venido” (Marc. 2:17)
para un propósito particular. Pero en el todo el tema de ser enviado y
especialmente la idea de pre-existencia son desarrolladas sólo después en el
Cuarto Evangelio, y también en las Cartas de Pablo(13).
Un Papel sacerdotal de Jesús, aunque profundamente desarrollado
en la carta a los Hebreos, no aparece en los Evangelios. Es más, a pesar de la
crítica vehemente de Jesús para con el Templo en Jerusalem, no hay indicación
alguna de que entendiese su propio papel como sacerdotal.
El Papel Real de Jesús, por otro lado, tiene lugar en un amplio
rango de contextos. Aunque su uso del término “Hijo
del Hombre” es a menudo meramente un término común Arameo para referirse
a uno mismo (o a la humanidad en general), Jesús sí
habla algunas veces de un Hijo del Hombre celestial venidero, en la tradición
de Daniel 7 y la literatura apocalíptica,
que vendrá como gobernante y Juez. Mateo y otros Cristianos tempranos
identifican a Jesús con este Hijo del Hombre –una identificación disputada
aunque, se puede argumentar, está implícita en las propias palabras de Jesús.
Ver Marcos 8:31,38; 14:62(14).
Incluso el Jesús pre-Pascual habla de su reino, y alude a la autoridad en este implicada. Lucas 22:28-30
sumariza convenientemente un número de temas dispersos en los Evangelios
Sinópticos:
“Vosotros sois los que habéis permanecido
conmigo en mis pruebas, y yo dispongo del reino a favor vuestro, como mi Padre
ha dispuesto de él a favor mío, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino
y os sentéis sobre tronos como jueces de las doce tribus de Israel”.
En su entrada triunfal final en Jerusalem, Jesús deliberadamente
se procura un asno para entrar en la ciudad desde el Monte de los Olivos. Esto
es un recurso intencionado a la profecía de Zacarías
9:9, donde el rey viene a Jerusalem montado en un asno. Jesús parece
identificarse a sí mismo como el hijo del rey en la parábola de los viñadores
homicidas (Marc. 12:1-11). La expectativa
popular a cerca de él era muy elevada, y el Cuarto Evangelio informa de una vez
cuando la muchedumbre le quiso hacer rey a la fuerza (Juan
6:15). Ante el Sumo Sacerdote se le pregunta si es o no el Mesías Hijo
de Dios, y aquí al menos Jesús responde claramente de manera afirmativa (Marc. 14:62). Además, su aparición ante Pilatos
involucra el cargo que es rey de los Judíos, lo que al final es puesto como el
cargo oficial contra él en una nota pública sobre la cruz (Marc. 15:26).
Dicho esto, sin embargo, hay algunos aspectos de la obra de
Jesús que se quedan cortos respecto a la expectativa Mesiánica. Es verdad que
Jesús afirma y resalta positivamente las expectativas claves arriba discutidas:
la batalla final que llevará a la destrucción del imperio impío (normalmente
identificado con Roma) y la restauración del trono de David, el retorno de los
exiliados, la renovación del Templo, la resurrección general, el juicio final,
y el reino Mesiánico. Es evidente que Jesús compartía y no rechazaba estos
aspectos de la esperanza Mesiánica. Incluso los declaró inminentes, incluso
tendrían lugar durante la vida de sus contemporáneos (Mat. 16.28; Marc. 13:30;
Mat. 10:23).
No obstante, bajo ninguna estimación cumplió con todo esto Jesús
durante su vida, y por lo tanto no realizó algunas de las principales
expectativas acerca del Mesías o del Reino
Mesiánico. Fue arrestado con cargos de sedición, juzgado, humillado y
vergonzosamente ejecutado. A pesar de algunas ocasionales nociones Judías de
una muerte del Mesías anterior a la llegada del último Reino de Dios, en la
mente pública este tipo de indigna muerte habría significado el final de la
pretensión Mesiánica. Podría ser un hombre justo –después de todo, incluso los
altamente estimados mártires Macabeos habían sufrido una muerte violenta. Pero
él no podía ser el Mesías.
Aquí, seguramente, encontramos unas de las razones por la que la
muchedumbre en la Pascua en Jerusalem,
después de la entusiasta bienvenida a Jesús, se volvió contra él súbitamente.
En la Judea de aquellos tiempos habían tenido experiencias con varias figuras
Mesiánicas, y estos diferentes candidatos fueron todos un fracaso. Cada uno
sabía, también, que la esperanza de un Mesías era políticamente subversiva, y
la aristocracia sacerdotal de Jerusalem con sus cuerpos privados de policía
funcionaba en estrecha relación con las autoridades Romanas para eliminar
cualquier insurrección. Aunque Jesús pudo haber tenido un considerable apoyo y
alta expectativa de mucha gente, la conducta de sus discípulos muestra que este
apoyo era altamente volátil. En la situación política presente era demasiado
peligroso apoyar a un perdedor. A la primera señal de problemas, la gente le
dio la espalda y se puso contra él.
Esto da lugar a una cuestión de cerca relacionada: No si era o
no el Mesías según el Antiguo Testamento y las contemporáneas expectativas
Judías, sino: fracasó Jesús o tuvo éxito en relación a sus propias metas y
expectativas?
Hay un número de razones que surgen del mismo ministerio de
Jesús y su comprensión de sí mismo: incluyen estas especialmente su cercana
relación con Dios como Padre y su interpretación de su propio ministerio. Los
estudiosos últimamente cada vez en mayor número están reconociendo la
importancia de los relatos de milagros en el ministerio de Jesús(15). Se acepta actualmente que otros contemporáneos,
como Honi o Hanina ben Dosa(16), también habían
realizado milagros. A diferencia de éstos, sin embargo, Jesús entendió
explícitamente sus sanaciones y exorcismos como la inauguración del Reino de
Dio que ponía de manifiesto la derrota del reino de Satán:
“Pero si yo expulso los demonios por
el dedo de Dios, señal de que ha llegado a vosotros el Reino de Dios. Cuando
uno fuert y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero
si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba
confiado y reparte sus despojos”(Luc.
11:20-22).
Sin embargo, todas estas perspectivas dependen para su validez
de la fuente más importante de la que deriva toda la temprana teológica
Cristiana: la creencia en la vindicación de Jesús mediante su resurrección. Hay
que señalar que la reacción de los discípulos ante la muerte de Jesús no
difiere fundamentalmente de la de otra gente. Si Jesús había terminado de esta
manera, no podía ser obviamente el Mesías. Cleofás resume estos sentimientos en
Lucas 23:21(Marc.
8:31): “Nosotros esperábamos que iba a ser él
quien liberaría a Israel”. Esta era sin duda alguna la esperanza de los
discípulos, pero la crucifixión de Jesús significaba sin duda que habían sido
engañados y que él no podía ser de ninguna manera el redentor prometido.
Sin embargo, después del domingo de Pascua la fe
Mesiánica de los discípulos quedó inesperadamente restaurada. Sin duda el
sermón de Pedro, citado al comienzo de este texto, afirma la resurrección como
certera garantía “que Dios ha constituido Señor y
Cristo, a ese Jesús al que vosotros habéis crucificado”(Hechos 2:36). Uno encuentra incluso la afirmación
que la promesa de Dios a Israel se ha cumplido específicamente
en la resurrección de Jesús (Hech. 13:32,
atribuida al Apóstol Pablo). La lógica de este razonamiento Cristiano es
sugerida en los relatos de la resurrección mismos. En Lucas
24, el Jesús resucitado lleva a sus discípulos a lo largo de las
profecías del Antiguo Testamento que hablan del Mesías
sufriente y de su muerte. La
implicación es que mucha de las cosas que hizo y dijo con anterioridad ahora
tenían sentido. Es más, la abundancia de los motivos del Antiguo Testamento en
la narrativa de la pasión indican el deseo de los autores tempranos de
establecer que incluso el sufrimiento de Jesús demuestra que él es el Mesías
prometido en las Escrituras(17).
Establece esto que Jesús era el Mesías? Claramente la iglesia
temprana veía la resurrección como la divina vindicación de Jesús. Aunque la
tarea Mesiánica de derrotar a los enemigos de Dios, juzgando la tierra y
estableciendo el Reino de Dios aún no estaba cumplida. Es significativo que en
el relato de Lucas en Hechos los discípulos presionan al Jesús resucitado sobre
este tema: “Señor, va a ser ahora cuando restablezcas
el Reino a Israel?”. Significativamente, también, Jesús les respondió:
“No es cosa vuestra conocer el tiempo
y el momento que el Padre ha fijado con su propia autoridad; al contrario,
cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros, recibiréis una fuerza que os
hará ser mis testigos en Jerusalem, en toda Judea y Samaría, y hasta los
confines de la tierra”(Hech. 1:6-8).
Jesús no reprende a los discípulos, como
era de esperar, sino que más bien les dice que el cumplimiento del Reino de
Dios está aún por llegar en un tiempo que sólo Dios ha determinado. El Reino de Dios ha comenzado en Jesús, y ciertamente se
cumplirá en el futuro. Y, por implicación, tiene
continuidad en su venida en la vida de la Iglesia y proclamación del Evangelio
hasta los confines de la tierra(Hech. 14:22).
------------------------
1.
Ver
nota 5 abajo.
2.
Ver
Chr. 3:17-24.
3.
Marcos 12:18; Hech. 23:8; Abot
deRabbi Nathan A 5. Sirac y 1 Macabeos, que reflejan preocupaciones sacerdotales
y quizá Saduceas, no mencionan la resurrección: 1
Mac. 6:44 y Sir. 44:13-15 hablan más
bien de conseguir para uno mismo “un nombre eterno/inmortal”.
4.
M.
Bockmuehl, “Revelation and Mystery in Ancient
Judaism and Pauline Christianity” (Tübingen: Mohr (Siebeck), 1990),
1124-26 y passim.
5.
Para
un ejemplo completo de este tipo de repaso sintético ver Schürer/Vermes, “History of the Jewish People” 2:514-47.
6.
Ver
Os. 13:13; Dan. 12:1; más específicamente
ej. “Oráculos Sibilinos 3.795-807; 4 Esdras 5.1-13; 6:17-28;
2 Baruc 70:2-8; 1QM
12:9; 19:1; Mishnah, Sotah 9:15; y en el Nuevo Testamento Marcos 13:8; Mat. 24:8, etc.
7.
Sobre
le mesiánico Hijo del Hombre (especialmente común en 1 Enoch) ver n. 3.
8.
Ver
Dan. 9:25 y 4
Esdras 7:28. Pesiqta deRab Kahana 5,8
habla del Mesías oculto durante un tiempo después de su primera aparición,
mientras que B.T. Sanhedrin 99a menciona su
muerte.
9.
Más
a fondo en la interpretación Mesiánica del Targum
(limitado) de Isa. 53; el uso mesiánico de Zac. 9:9 en B.T.
Berakhot 56b, Pirqe deRabbi Eliezer 31
y Yalkut Shim´oni 575 (435d); y generalmente
la doctrina Rabínica tardía sobre el Mesías guerrero hijo de José o Efraín que
muere en la batalla. En la literatura temprana Cristiana en “Adversus Iudaeos” se hace un uso masivo de un “argumento de profecía” en apoyo de este tipo de
expectativa. Además de la evidencia en el Nuevo Testamento como en Mat. 26:24,64; Lucas
24:26; Hechos 3:18-21, el argumento
que Cristo tenía que venir en humillación antes de poder venir en gloria es
tomado de la Epístola de Bernabé (5:12-6:7), Los Reconocimientos
Seudo Clementinos(1:49), Tertuliano (Contra los
Judíos 10), y especialmente en Justino
Mártir: Diálogo 89 (en referencia a Oseas y Daniel), 32:2 (Isa. 53; Zac.
12:10-12), (Gén. 49:8-12). Es
interesante que Trifón el Judío acepta en Diálogo 89 y 90
que el Mesías había de sufrir según las Escrituras –aunque no sería
crucificado.
10.
Esta
idea está aparentemente basada en Génesis 49:22.
Ver las referencias en P.S. Alexander, “Enoch”,
“The Old Testament Pseudepigrapha”, ed. J.H.
Charlesworth, vol. 1 (Garden City: Doubleday, 1983), 298; también Hipólito, “Against Heresies”-Contra las Herejías 9:30 citado
en Schürer/Vermes, History, 2:513; y E.G. King, “The
Yalkut on Zechariah” (Cambridge: Deighton, Bell, 1882), 85-108. También
la interesante discusión en W.D. Davies, “Paul and
Rabbinic Judaism” (Philadelphia: Fortress, 1980)=, 274-84; y “Yalkut Shim´oni 499, 404 sobre Isa. 60 (Salm. 22:8);
Sefer Zerubbabel (A. Jellinek, “Bet ha-Midrasch”
2:54-57).
11.
Ej.
Lucas 4:24; 7:16, 39; 13:33; 24:19; Juan 4:19;
6:14; 7:40; 9:17. Hay una posible alusión en Marc.
9:7, ver la promesa de un profeta como Moisés a quien los Israelitas han
de escuchar (Deut. 18:15).
12.
Ver
por ejemplo Filón, “Sobre Premios y Castigos”
116-18; 2 Baruch 73:2f.; 74:1; y un
fragmento de Qumran publicado como “A Messianic
Vision” por Robert H. Eisenman en Biblical Archaeology Review 17
(Noviembre/Diciembre 1991) 65.
13.
James
D. G. Dunn, “Christology in the Making”
(London: SCM, 1980), argumenta contra la presencia del lenguaje de “pre-existencia” en Pablo; aunque los críticos
señalan que pasajes como 1 Cor. 8:6; 2 Cor. 8:9;
Filp. 2:6-11 hacen dudar de este argumento. Ver C.F.D. Moule´s review of
Dunn en “Journal of Theological Studies”,
N.S. 33 (1982) 258-263.
14.
El
significado de “Hijo del Hombre” en los
Evangelios ha sido ampliamente tratado por los estudiosos. Para recientes
revisiones y más amplia bibliografía ver George W. E. Nickelsburg, “Son of Man”, Anchor Bible Dictionary 6 (1992)
137-150; John J. Collins, “The Son of Man in
First-Century Judaism”, New Testament Studies 38 (1992) 448-466.
15.
Ver
Craig A. Evans, “Life-of-Jesus Research and the
Eclipse of Mythology”, Theological Studies 54 (1993) 3-36.
16.
Es
más conveniente la discusión de los textos relevantes en Geza Vermes, “Jesús el Judío” 2ª. Edn. 69-80.
17.
Ver
Douglas J. Moo, “The Old Testament in the Gospel Passion Narratives”(Sheffield:
Almond Press, 1983), 392-395.
No hay comentarios:
Publicar un comentario