DUALISMO: DOS PRINCIPIOS
Con el establecimiento, expansión y consolidación de las
ortodoxias monoteístas Cristianas, Judaísmo rabínico, e Islam, otras
tradiciones religiosas, desarrollaron con intensidad variada un dualismo
constantemente atacado por las críticas monoteístas
que lo llaman “la enseñanza de los dos principios” y comienza a declinar e incluso desaparecer de
las esferas tradicionales de influencia en la Europa Mediterránea y Medio
Oriente. Este proceso parece haberse acelerado a comienzos del periodo Medieval
aunque durante la Alta Edad Media resucita la religiosidad dualista en Europa,
principalmente mediante los esfuerzos misioneros de las herejías de los
Bogomilos y los Cátaros. Siglos después que el Cristianismo ortodoxo hubiese
triunfado formalmente sobre su mayor adversario dualista, el Maniqueísmo, la
única religión universal que surgió de la gran confusión espiritual en el siglo
tercero en Mesopotamia, las élites eclesiásticas y seculares de la Cristiandad
medieval hubieron de continuar lo que consideraban una nueva lucha en su
batalla contra sus resucitados antiguos enemigos. En el Maniqueísmo, la visión
religiosa dualista tradicional que dividía la realidad divina y el mundo en dos
ámbitos opuestos de bien y mal fue magnificada alcanzando expresión influyente
y altamente elaborada. Es más, Mani, el fundador del Maniqueísmo, proclamó que
su intrincado sistema dualista formaba el núcleo de todas las religiones y era
subyacente a las enseñanzas de Zoroastro, Buda,
y Cristo. Antes de alcanzar esta fase universalista, la tradición dualista pasó
a través de una evolución de siglos en Irán y el este del Mediterráneo y su
encarnación Maniquea se expandió a lo largo de Mesopotamia, el Norte de África
y la Europa del Mediterráneo e incluso más allá en el lejano Oriente.
Según el tratado Cátaro “El
Libro de los dos Principios”, además del principio del bien, como está
manifestado en Dios y en Jesucristo, hay otro principio, “el del mal, poderoso en iniquidad, del cual el poder de
Satán y las tinieblas y otros poderes enemigos del Señor Dios se derivan en
exclusiva”. El tratado elabora una exhaustiva defensa teológica de la
justicia y omnipotencia divina
ante la presencia del mal en el mundo. En esta Teodicea dualista el cosmos es
visto como el resultado y campo de batalla de dos principios opuestos el bien y
el mal o la luz y las tinieblas. Entre sus numerosos y variados argumentos
sobre la coexistencia de los principios del bien y del mal el tratado se
refiere al dicho de Jesús en Mateo (7:17-18), “Todo
árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol
bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producirlos buenos”.
El “Dualismo” tiene un uso diferente en los contextos
filosóficos, históricos y religiosos que requiere cierta clarificación. El
“dualismo” en sí mismo fue introducido en 1700 por Thomas Hyde para describir
sistemas religiosos tales como el Maniqueísmo que concibe a Dios y al diablo
como dos principios co-eternos. Siguiendo la innovación terminológica de Hyde,
Christian Wolff introdujo el término en el discurso filosófico para definir
sistemas filosóficos como el de Deckart que propone que la mente y la materia
son dos substancias distintas. Consiguientemente, el término vino a ser usado
para descripciones y discusiones filosóficas Cartesianas, el problema
mente-cuerpo y las doctrinas de la trascendencia. En términos más generales, el
término dualismo vino a ser aplicado también a los sistemas filosóficos que
contenían importantes pares de opuestos como el de Platón, con sus dualidades
entre el cuerpo mortal y el alma inmortal, o el mundo percibido por los
sentidos y el mundo de la ideas eternas, comprendido por la mente; o la
distinción Kantiana entre el mundo fenoménico y el nouménico.
En el caso de la teología de las herejías dualistas del
Cristianismo Medieval, por ejemplo, dado que tanto los Bogomilos como los
Cátaros derivan el bien y el mal de dos principios opuestos, que son también
vistos como causas de la creación del mundo y el hombre, ambos pertenecen a la
tradición del dualismo religioso y han de ser distinguidos de las tradiciones
religiosas que acentúan meramente el contraste entre el bien y el mal en tanto
que opuestos morales o de aquellas de las relaciones entre pares binarios
tradicionalmente relacionados de luz y tinieblas, vida y muerte, etc. Por otro
lado, el enfoque del antagonismo fundamental y del conflicto cósmico
irreductible entre los dos agentes sobrenaturales en el dualismo
Bogomilo y Cátaro lo diferencia de las teologías binarias donde la interacción
entre polaridades primarias o divinas puede ser no-antagónica y complementaria.
Entre los sistemas religiosos que enfatizan en varios grados
lo que ha sido descrito como “clasificación simbólica dual” partiendo de la
polaridad entre pares primarios y opuestos, algunos acentúan la naturaleza complementaria de algunos o la mayoría
de estos, mientras otras tradiciones pueden dar prioridad a la noción de lucha
y contrariedad entre opuestos.
Esta dicotomía se puede aplicar no sólo a los grandes
sistemas religiosos como son el Zoroastrismo, Judaísmo, Cristianismo y varias
tradiciones Gnósticas sino también a las cosmogonías de las culturas
pre-literarias en Eurasia y Norteamérica en aquellos casos donde surge un
segundo demiurgo, un demiurgo embaucador, que se mueve desde una posición de
colaboración con el primer demiurgo a una de oposición activa contra él, esto
es particularmente evidente cuando algunas de estas cosmogonías asocian un par
divino de gemelos o hermanos con el proceso cosmogónico: en algunos casos son
presentados actuando en relación complementaria aunque en otros hay una
definida transición al dualismo, como cuando los gemelos son vistos en
rivalidad y oposición (algunas veces manifestada en sus respectivas
creaciones), uno de ellos siendo identificado como gemelo malo o embaucador
(las mitologías de los gemelos divinos están frecuentemente relacionadas con el
sistema de organización social dual de sus pueblos respectivos).
El núcleo del dualismo religioso normalmente está en la
batalla cósmica entre las fuerzas
del bien y del mal exponiendo el curso de todas la colisiones que tienen lugar
entre los dos principios, las diferentes versiones del dualismo religioso
pueden ofrecer soluciones contrastadas al principal problema teológico de la
realidad divina, la creación y el origen del mal. Dentro de los diferentes dualismos religiosos cabe distinguir tres líneas
principales. La primera distingue el dualismo radical o absoluto del dualismo
moderado o mitigado. Así es para el dualismo absoluto, tal como está
desarrollado, por ejemplo, en el Zoroastrismo Medieval y en el Maniqueísmo, el
bien y el mal, la luz y las tinieblas derivan de dos principios independientes
co-eternos, irreductiblemente enfrentados eternamente. En el dualismo moderado
o “monárquico”, representado, por ejemplo, por algunos de los sistemas
Gnósticos clásicos como el Valentinismo, uno de los dos principios es visto
como agente secundario que surge del otro principio el cual es reconocido como
primera causa sublime.
La segunda línea de distinción concierne al marco temporal
dentro del cual los dos principios funcionan en oposición mutua. En el dualismo
dialéctico son vistos actuando eternamente en lo que a menudo es percibido como
un proceso cíclico y repetitivo del tiempo. En el dualismo escatológico, con su
foco en los eventos escatológicos y última purificación del mundo al final del
tiempo histórico, el principio malo está destinado a ser derrotado en estos
últimos tiempos y no es reconocido como agente eterno.
La tercera línea de distinción está relacionada con la
actitud respecto al mundo físico y la materia. En el dualismo cósmico, tal como
está ejemplificado en el Zoroastrismo, el mundo físico es tratado esencialmente
como creación buena del principio bueno, o sea como Creación de Dios; aunque
atacada por el mal, el pecado y la muerte, está destinado a llevar a cabo la
destrucción final del agente malo. En cambio, el dualismo anti-cósmico equipara
el mundo físico y la materia con el principio del mal y las tinieblas vistas
como totalmente opuestas al mundo espiritual y la luz. El dualismo anti-cósmico
es normalmente fuertemente anti-somático, relegando
el cuerpo al mundo del mal de la materia y oponiéndolo al alma, esta última
tiene su origen en el ámbito de la luz y el bien espiritual. El dualismo anti-cósmico alcanzó su
encarnación más dramática y evocativa en los sistemas mitológicos de algunas
escuelas Gnósticas donde el rechazo de un Dios-Creador(Demiurgo) y su universo
asumen formas ocasionalmente drásticas.
El tipo Platónico de dualidad alma-cuerpo, tal como aparece
en los diálogos Platónicos del Timeo y el Fedón, vino a influenciar importantes
tradiciones Judías y Cristianas. Una oposición dualista espíritu-materia junto
con un riguroso ascetismo fue cultivado en las tendencias
esotéricas-iniciáticas del Orfismo y Pitagorismo en la antigüedad. La enseñanza
Órfico-Pitagórica que explica el cuerpo físico como tumba del alma divina e
inmortal es compartida en la religiosidad de tipo Gnóstico con su foco
implícito en el rescate de la “chispa divina” en el hombre de la prisión del
cuerpo donde quedó atrapada por el Demiurgo una preocupación compartida por
las herejías medievales Bogomila y Cátara.
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Exelente
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