jueves, 10 de abril de 2014

JESÚS Y LOS APÓCRIFOS

JESÚS Y LOS APÓCRIFOS
En cuanto a los Evangelios Apócrifos hay que decir que estas composiciones no han de ser de manera alguna puestas al mismo nivel que los Evangelios Canónicos. Son planas y pueriles amplificaciones que tienen como base a los canónicos y no añaden nada de valor. Hay, por otro lado, trozos conservados por los Padres de la Iglesia de antiguos Evangelios que existieron en otro tiempo paralelos a los canónicos y que se han perdido, como el Evangelio según los Hebreos, el Evangelio según los Egipcios, los Evangelios llamados de Justino, de Marción, de Tatiano. Los dos primeros son importantes en lo que estaban redactados en Arameo como los Logia de Mateo, y parecen haber constituido una variedad del Evangelios de este Apóstol, y fueron los evangelios de los Ebionim(Ebionitas), o sea de las pequeñas cristiandades de Batanea, los que guardaron el uso del sirio-caldeo, y parecían en algunos aspectos haber continuado la línea de Jesús. Aunque hay que reconocer que estos Evangelios son inferiores, para la autoridad crítica, que la redacción del Evangelio de Mateo.

Respecto al valor histórico de los Evangelios, hay que reconocer que éstos no son ni biografías a la manera de Seutonio, ni leyendas ficticias a la manera de Filostrato. Son biografías legendarias. Se podrían comparar con las leyendas de Santos, Vidas de Plotino, de Procolo, de Isidoro, y otros escritos del mismo género, donde la verdad histórica y la intención de presentar modelos de virtud se combinan en diversos niveles. La inexactitud rasgo de todas las composiciones populares, se deja sentir particularmente. Aunque en el resultado de estos relatos hay una cosa que tiene un alto grado de verdad: el carácter del héroe, la impresión que causaba en su entorno. En este sentido estas historias populares tendrían más valor que una historia oficial solemne. Esto mismo se da en los Evangelios. Únicamente atentos en mostrar la excelencia de su maestro, sus milagros, su enseñanza, los evangelistas muestran una total indiferencia hacia todo lo que no sea el espíritu de Jesús. Las contradicciones sobre el momento, los lugares, las personas eran vistas como insignificantes, pues en la misma medida que se le otorgaba a la palabra de Jesús un alto grado de inspiración, se estaba lejos de otorgarle esta inspiración a los redactores. Estos eran vistos como simples escribas y solamente tenían que hacer una cosa: no omitir nada de lo que sabían.

Sin duda, una parte de ideas preconcebidas hubo de mezclarse a estos recuerdos. Varios relatos, sobretodo de Lucas, son inventados para resaltar algunos rasgos de la fisionomía de Jesús. Esta sufría cada día alteraciones. Jesús sería un fenómeno único en la historia si, con el papel que desempeñó, no hubiera sido pronto transfigurado. Una rápido trabajo de metamorfosis se operó en los veinte o treinta años que siguieron a la muerte de Jesús, y se le impuso a su biografía los giros de una leyenda ideal. La muerte perfecciona al hombre más perfecto. Lo hace sin tacha para aquellos que lo han amado. Muchas anécdotas fueron concebidas para demostrar que en él los profetas vistos como mesiánicos habían tenido su cumplimiento. Aunque este procedimiento al que no hay que quitarle importancia, no lo explica todo. Ninguna obra Judía contemporánea ofrece una serie de profecías exactamente libeladas que el Mesías tenga que cumplir. Varias alusiones mesiánica levantadas por los evangelistas son tan sutiles, tan desviadas, que no se puede creer que todo esto respondía a una doctrina generalmente admitida. Tanto se razona: “El Mesías debe hacer tal cosa, o Jesús es el Mesías, luego Jesús hizo esto o lo otro. Tanto se razona a la inversa: Esto le ocurrió a Jesús, o Jesús es el Mesías, por lo tanto tal cosa tenía que ocurrirle al Mesías(1). Las explicaciones demasiado simples son siempre falsas cuando se trata de analizar el tejido de estas profundas creaciones del sentimiento popular, que desarticulan todos los sistemas por su riqueza y variedad.

El sentimiento de organismo viviente ha sido el guía en el arreglo general del relato. La lectura de los Evangelios es suficiente para demostrar que los redactores, aunque tuvieran en el espíritu un plan claro de la vida de Jesús, no fueron guiados por los datos cronológicos rigurosos. Papías los expresa. Las expresiones: “En aquel tiempo… después de esto. … etonces”, etc. son meras transiciones destinadas a unir unos con otros los diferentes relatos.

Jesús no pertenece solamente a aquellos que se dicen sus discípulos. Su gloria no consiste en ser relegado fuera de la historia. Se le otorga un culto más verdadero mostrando que la historia entera es incomprensible sin él.
                
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1.     Ver, por ejemplo, Juan 19:23-24.


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