JESÚS Y LOS APÓCRIFOS
En cuanto a los Evangelios Apócrifos hay que decir que estas
composiciones no han de ser de manera alguna puestas al mismo nivel que los
Evangelios Canónicos. Son planas y pueriles amplificaciones que tienen como
base a los canónicos y no añaden nada de valor. Hay, por otro lado, trozos
conservados por los Padres de la Iglesia de antiguos Evangelios que existieron
en otro tiempo paralelos a los canónicos y que se han perdido, como el
Evangelio según los Hebreos, el Evangelio según los Egipcios, los Evangelios
llamados de Justino, de Marción, de Tatiano. Los dos primeros son importantes
en lo que estaban redactados en Arameo como los Logia de Mateo, y parecen haber
constituido una variedad del Evangelios de este Apóstol, y fueron los evangelios
de los Ebionim(Ebionitas),
o sea de las pequeñas cristiandades de Batanea, los que guardaron el uso del
sirio-caldeo, y parecían en algunos
aspectos haber continuado la línea de Jesús. Aunque hay que reconocer
que estos Evangelios son inferiores, para la autoridad crítica, que la redacción del Evangelio de
Mateo.
Respecto al valor histórico de los Evangelios, hay que
reconocer que éstos no son ni biografías a la manera de Seutonio, ni leyendas
ficticias a la manera de Filostrato. Son biografías legendarias. Se podrían
comparar con las leyendas de Santos, Vidas de Plotino, de Procolo, de Isidoro, y otros escritos del mismo género,
donde la verdad histórica y la intención de presentar modelos de virtud se
combinan en diversos niveles. La
inexactitud rasgo de todas las composiciones populares, se deja sentir
particularmente. Aunque en el resultado de estos relatos hay una cosa que tiene
un alto grado de verdad: el
carácter del héroe, la impresión que causaba en su entorno. En este sentido
estas historias populares tendrían más valor que una historia oficial solemne.
Esto mismo se da en los Evangelios. Únicamente atentos en mostrar la excelencia
de su maestro, sus milagros, su enseñanza, los evangelistas muestran una total
indiferencia hacia todo lo que no sea el espíritu de Jesús. Las contradicciones
sobre el momento, los lugares, las personas eran vistas como insignificantes,
pues en la misma medida que se le otorgaba a la palabra de Jesús un alto grado
de inspiración, se estaba lejos de otorgarle esta inspiración a los redactores.
Estos eran vistos como simples escribas y solamente tenían que hacer una cosa:
no omitir nada de lo que sabían.
Sin duda, una parte de ideas preconcebidas hubo de mezclarse
a estos recuerdos. Varios relatos, sobretodo de Lucas, son inventados para
resaltar algunos rasgos de la fisionomía de Jesús. Esta sufría cada día
alteraciones. Jesús sería un fenómeno único en la historia si, con el papel que
desempeñó, no hubiera sido pronto transfigurado. Una rápido trabajo de
metamorfosis se operó en los veinte o treinta años que siguieron a la muerte de
Jesús, y se le impuso a su biografía los giros de una leyenda ideal. La muerte
perfecciona al hombre más perfecto. Lo hace sin tacha para aquellos que lo han
amado. Muchas anécdotas fueron concebidas para demostrar que en él los profetas
vistos como mesiánicos habían tenido su cumplimiento. Aunque este procedimiento
al que no hay que quitarle importancia, no lo explica todo. Ninguna obra Judía
contemporánea ofrece una serie de profecías exactamente libeladas que el Mesías
tenga que cumplir. Varias alusiones mesiánica levantadas por los evangelistas
son tan sutiles, tan desviadas, que no se puede creer que todo esto respondía a
una doctrina generalmente admitida. Tanto se razona: “El Mesías debe hacer tal
cosa, o Jesús es el Mesías, luego Jesús hizo esto o lo otro. Tanto se razona a
la inversa: Esto le ocurrió a Jesús, o Jesús es el Mesías, por lo tanto tal
cosa tenía que ocurrirle al Mesías(1). Las
explicaciones demasiado simples son siempre falsas cuando se trata de analizar
el tejido de estas profundas creaciones del sentimiento popular, que
desarticulan todos los sistemas por su riqueza y variedad.
El sentimiento de organismo viviente ha sido el guía en el
arreglo general del relato. La lectura de los Evangelios es suficiente para
demostrar que los redactores, aunque tuvieran en el espíritu un plan claro de
la vida de Jesús, no fueron guiados por los datos cronológicos rigurosos.
Papías los expresa. Las expresiones: “En aquel tiempo… después de esto. …
etonces”, etc. son meras transiciones destinadas a unir unos con otros los
diferentes relatos.
Jesús no pertenece solamente a aquellos que se dicen sus
discípulos. Su gloria no consiste en
ser relegado fuera de la historia. Se le otorga un culto más verdadero
mostrando que la historia entera es incomprensible sin él.
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1.
Ver, por ejemplo, Juan
19:23-24.
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